35. Una escena familiar I
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Después de golpear a Killian en el hombro con todas mis fuerzas por haber detenido la moto tan bruscamente y hacer que mi cuerpo colisionara contra su espalda, me quedé atónita al ver la Cabaña de Invierno. Mis ojos se abrieron por la sorpresa al contemplar aquella construcción de madera de cuatro pisos que parecía estar perfectamente equipada para que vivieran allí al menos tres familias, sin contar el edificio que se encontraba detrás de ella y que estaba destinado al servicio.
Al entrar me recibió el ambiente hogareño que caracterizaba la decoración de la cabaña y la diferencia de temperatura que percibí fue más que notable. Dejé la mochila en el suelo con gusto, agradecida de poder deshacerme de ella, y me desentumecí mientras Killian encendía las luces que me permitieron ver lo inmensa que era aquella casa.
—Escoged el cuarto que más os guste —dijo Killian con ligereza antes de desaparecer tras una puerta, dejándonos a todos anonadados.
No pude evitar dudar de si había escuchado bien, pero al ver las confusas expresiones de los soldados me quedó claro que no había sido una alucinación. En mi rostro se dibujó una sonrisa tan amplia que me fue imposible de ocultar y me quedé allí parada, observando el asombro de la Guardia e intentando contener el mío propio.
—Ix Realix... —comenzó Quentin sin saber cómo continuar.
—¿Qué? —preguntó Killian asomando la cabeza por el marco de la puerta—. ¿Cuántas veces tenéis la oportunidad de dormir sin tener que aguantar los ronquidos de Aidan?
—¡No ronco tan alto! —replicó el ofendido soldado, provocando que mi sonrisa se ampliara.
—Hay más de un cuarto para cada uno de nosotros, escoged sabiamente. Una ducha de agua caliente no nos vendrá mal para eliminar algo de tensión. —El jefe del clan volvió a desaparecer y los soldados se volvieron hacia mí en busca de respuestas.
—A mí no me miréis... —respondí divertida y tan sorprendida como ellos.
La promesa de una ducha de agua caliente fue demasiado tentadora para mí y fui la primera en reaccionar, dejando atrás a la Guardia. Como era de esperar me dirigí al piso más alto de la cabaña, maravillándome al avanzar por las diferentes estancias y apreciar los bellos objetos que encontraba en ellas. Los ruidos que escuché al cabo de un rato me indicaron que los soldados habían comenzado a moverse y reí entre dientes al recordar sus aturdidas expresiones.
La Autoridad por un lado, el resto por el otro. Así fue, es y seguirá siendo siempre.
No hacía mucho que Killian había pronunciado aquellas palabras, pero su actitud había dado un giro tan radical que me estaba costando procesar lo que estaba ocurriendo. A pesar de que estaba increíblemente contenta por el cambio, no podía evitar sentirme algo inquieta ante su doble personalidad. Era como si se tratara de dos personas diferentes: el Killian autoritario, recto, de semblante impenetrable y de mirada fría que estaba acostumbrado a que todos hicieran lo que él ordenaba, y el Killian que se permitía sonreír e incluso bromear con cosas banales, el hombre que apreciaba y respetaba a sus amigos, y alguien con quien se podía hablar y razonar. El Killian que me observaba como si fuera la única persona en el mundo, y el Killian que, segundos después, fruncía el ceño y desviaba la mirada.
Cuando volví al piso de abajo, absorta en mis pensamientos, me sorprendió la quietud que se había apoderado de la cabaña. Al bajar las escaleras había escuchado el sonido del agua proveniente de los cuartos y supuse que la Guardia Aylerix tendría la intención de alargar aquel momento de paz lo máximo posible. Me encogí con rapidez al sentir como una corriente de aire me calaba hasta lo más hondo, y al darme la vuelta para ver de dónde provenía, me encontré con un sonriente Killian entrando por la puerta con un montón de troncos de madera apilados entre sus brazos con cierta maestría.
—¿Necesitas ayuda? —pregunté al ver como se tambaleaba la leña con la que cargaba.
—No, gracias.
—Me acabas de dar las gracias por tercera vez —dije sorprendida y divertida a partes iguales.
El jefe del clan comenzó a colocar la madera en la gran superficie de piedra que había en la terraza cerrada en la que nos encontrábamos y me sonrió antes de pasarse una mano por el pelo mojado. Hasta aquel momento no había reparado en las pequeñas gotas que caían por su frente y en el aspecto que tenía en general, algo que me estaba afectando de manera exagerada, así que me di media vuelta sin pronunciar palabra.
—Tienes razón. —El grave tono que utilizó para pronunciar aquellas palabras me puso alerta al instante, por lo que me acerqué a él a toda prisa y llevé una de mis manos a su frente en un rápido movimiento que resonó en la estancia.
—¿Tienes fiebre? —pregunté con pánico en la voz.
—¿Qué? —Su cara de desconcierto no me dejó otra opción más que reírme.
—Primero me das las gracias, ahora me dices que tengo razón...
Killian se dio cuenta de que le estaba tomando el pelo y me apartó de un manotazo mientras se reía entre dientes. El frescor de su aliento llegó a mi rostro y en aquel momento, gracias al hormigueo que apareció en mi estómago, fui consciente de lo cerca que nos encontrábamos. Incómoda ante aquella situación, me moví para poner distancia entre nosotros, dedicando toda mi atención a analizar lo que había en los muebles de la cabaña.
—¡Me muero de hambre! —exclamó Quentin mientras entraba en la terraza seguido por el resto de la Guardia.
—¿Por qué te pasas la vida pensando en comer? —pregunté con una sonrisa al ver la expresión que reflejaba el rostro del Rubí.
Quentin se encogió de hombros con una mueca de diversión y los soldados abrieron las puertas de las alacenas en busca de algo que les aportara energía. Yo imité su comportamiento, aquella vez prestando atención. Lo que encontré, sin embargo, me dejó clavada en el sitio.
—¿Qué es eso? —preguntó Max con interés al ver el paquete que sostenía en las manos.
—Son mazorcas de maíz, ¿no? —No fui capaz de responder a la pregunta de Killian, lo que hizo que se formara un incómodo silencio a mi alrededor.
—Moira, ¿estás bien? —me preguntó Mónica con preocupación en la voz.
—Sí. —Mi respuesta fue un susurro tan débil que nadie alcanzó a escucharlo. Carraspeé para recuperar la voz que había perdido y repetí lo que acababa de decir, aquella vez con más fuerza—. Deberíamos asarlas —dije con el tono más natural que pude fingir—. ¿Puedes preparar el fuego? —Killian asintió con la cabeza y me dedicó una mirada que me dejó claro que mi reacción no había pasado desapercibida.
Los soldados se divirtieron intentando crear unas brasas perfectas siguiendo mis instrucciones, ya que aquella era la primera vez que las utilizaban para cocinar algo, y yo me perdí en la cocina mientras intentaba encontrar los utensilios que necesitaríamos más adelante. Cuando volví a la terraza me encontré con un resultado bastante óptimo y con un ambiente muy agradable e incluso hogareño. Los cuatro miembros de la Guardia se habían sentado en los sillones que había alrededor de la superficie de piedra sobre la que habían encendido el fuego y charlaban animadamente los unos con los otros.
El simple hecho de presenciar aquella escena tan familiar dibujó una sonrisa en mi rostro que no pude evitar y me sentí mejor durante unos instantes. Max me observó con atención mientras colocaba la bandeja de metal sobre las brasas y distribuía las mazorcas en ella. Después de aderezarlas para darle el toque que a mí me gustaba, me senté en el sofá que tenía más cerca, y al levantar la vista me di cuenta de que el grupo se había sumido en un profundo silencio.
—A mi hermana le habría encantado esto —dijo Quentin con voz apesadumbrada, sacándonos a todos de nuestro ensimismamiento.
—No sabía que tuvieras una hermana —dijo Aidan con confusión mientras Killian entraba de nuevo en la estancia. El jefe del clan se sentó a mi lado, sorprendido, pero la sorpresa que había dominado su rostro no era la misma que la nuestra. Él ya lo sabía, estaba segura.
—La tenía. —Los ojos de Quentin adquirieron un brillo triste que se acentuó por la emoción que recogía su mirada—. Murió hace ciclos, antes de que yo me uniera a la Guardia.
—Lo siento —dije con tristeza al ver el dolor que se reflejaba en el rostro del joven Rubí.
—¿Cómo murió? —preguntó Mónica con suavidad.
—La mataron. —Ninguno de nosotros esperaba aquella respuesta y la seriedad que se había apoderado de nuestra conversación me pilló desprevenida. Algo hizo clic en mi mente, sin embargo, y me descubrí haciendo una pregunta incluso antes de procesar lo que estaba pensando.
—¿Con una flecha? —Killian se volvió hacia mí con rostro grave al escuchar mis palabras.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Quentin con asombro.
—Vi tu colgante. Me dio la sensación de que era muy valioso, emocionalmente hablando. —El soldado apartó los rubios mechones que caían sobre sus hombros y me dedicó una sonrisa sincera antes de desabrocharse la cadena para poder sostener el colgante en sus manos.
—La mataron con esta punta de flecha. —Su tono estaba cargado de dolor—. Decidí convertir algo horrible en algo bonito, como a ella le hubiera gustado, y utilizarlo para no dejar que me olvidara nunca de aquel día.
—No creo que haya riesgo de que lo hagas —dije con franqueza. Podía sentir su dolor en el nudo que se había formado en mi propia garganta; aquellos sentimientos no iban a desaparecer así como así.
—¿Sabes quién fue? —preguntó Aidan con el ceño fruncido.
—Mi padre —respondió el soldado para la sorpresa de todos.
—¿Cómo? —Quentin suspiró al escuchar mi pregunta y me miró a los ojos con una intensidad infinita, como si estuviera decidiendo si debía seguir hablando o no.
—La utilizó en mi contra para hacer que cambiara de parecer, para demostrarme que las cosas se tenían que hacer como él quería.
Las muecas de confusión que se apoderaron de nuestros rostros al escuchar sus palabras hicieron que el Rubí suspirara de nuevo, y en sus ojos volví a encontrar aquella duda que no parecía tener intención de disiparse. El soldado bufó indignado consigo mismo y se llevó una mano a la nuca inconscientemente.
—Yo soy el verdadero jefe del Clan Rubí.
¿Whaaaat?
¿Qué piensas de que Killian haya dejado que los soldados se quedaran en la cabaña?
¿Y qué te parece lo que ha compartido Quentin?
¡Sigue leyendo que es un capítulo doble!
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