33. Un mal presentimiento
Caminábamos en silencio por el valle, siguiendo las indicaciones que nos habían dado los líderes del Hrath para llegar cuanto antes a nuestro destino. Los soles brillaban en lo alto del cielo y nutrían nuestro ánimo a pesar de que su calor no alcanzaba nuestra piel. Las ropas que nos habían dado habían supuesto una mejora increíble y además de camuflarnos entre el manto blanco que lo cubría todo, permitían que nuestros músculos se mantuvieran calientes y que pudiéramos avanzar con mayor rapidez. Hasta Quentin estaba soportando bien el frío matinal, y eso que era de sangre caliente, como a él le gustaba decir, aunque tampoco era como si estuviese muy atento a lo que ocurría a su alrededor. Ninguno de ellos lo estaba.
Desde que habíamos salido del Hrath la Guardia al completo se había sumido en sus pensamientos. Ver a tantas personas unidas bajo un mismo techo, obligadas a vivir prácticamente en el hielo, pasando hambre, frío y miedo, y siendo despojadas de la dignidad humana y del valor de las personas, era algo muy, pero que muy impactante. Cuando estás tan acostumbrado a los privilegios a los que tienes acceso diariamente no te das cuenta de su valor, y cuando ves lo que significa no tenerlos, empiezas a darte cuenta de muchas cosas.
Killian no había pronunciado palabra desde que nos habíamos despedido de los hrathni, probablemente porque estaba afectado por lo que Elyon había compartido con él justo antes de partir. Saber que el maestro había formado parte del Consejo del Clan Aqua y que había conocido a sus padres e incluso a él mismo cuando era pequeño le había calado hondo. Aquello significaba que su familia estaba directamente relacionada con el exilio de todas aquellas personas, por si había alguna duda, y el veredicto seguía siendo el mismo independientemente de las veces que hicieras la ecuación; culpables. Asumirlo no debía ser fácil y cuando imaginé cómo me sentiría si descubriera que mi padre era el responsable de algo similar, comprendí por lo que estaba pasando el jefe del clan.
También me sorprendió lo diferente que sentía todo. Hacía tan solo unas horas habíamos recorrido aquel camino en dirección opuesta y nuestra relación había cambiado tanto que parecía que había pasado una eternidad de por medio. No pude evitar sentir un pinchazo amargo al pensar que al llegar a Aqua cada uno de nosotros volvería a su vida, y a pesar de que aquel pensamiento me entristecía, mis doloridos músculos y las ganas que tenía de beber un té caliente eliminaron cualquier tipo de sensación negativa y las reemplazaron por un deseo inigualable de dejar todo aquello atrás.
Un agudo sonido proveniente de los árboles rompió con la calma que se había apoderado del valle, sobresaltándonos.
—¡Baloo! —exclamó Mónica con alegría al ver como la lechuza blanca volaba hacia ella. El animal empezó a moverse enérgicamente alrededor de Mónica, como si estuviera intentando decirle algo—. ¿Qué te pasa, Baloo? —preguntó la joven con confusión al no poder acceder a su gema elemental para comunicarse con el animal.
La lechuza agitó las alas con rapidez y agarró una de las mangas de Mónica con el pico para tirar de ella. Al ver la escena me entró un escalofrío y un mal presentimiento se apoderó de mi ser, enviando una sensación de angustia a mi estómago.
—Deberíamos movernos —dije desorientada mientras Killian me observaba con confusión.
Baloo volvió a graznar, aquella vez con mayor urgencia, pero el sonido del animal se perdió en la inmensidad al brotar un ruido atronador del centro de la tierra. Todo empezó a moverse de repente, el suelo vibró bajo mis pies y las rocas que había en la ladera de la montaña que se elevaba sobre nosotros se fueron desprendiendo una a una, cayendo según determinaba la gravedad.
—¡Moira!
Un árbol se desplomó a escasos centímetros de donde yo me encontraba, haciendo que perdiera el equilibrio y que me cayera hacia atrás, lo que permitió que viera como una de las rocas rebotaba en el claro y empujaba a Max precipicio abajo.
—¡Max!
El inevitable grito que escapó de mi garganta pareció desgarrar mis cuerdas vocales y sentí como una desagradable sensación se extendía por mis extremidades. La voz de mi cabeza me gritaba que actuara con rapidez pero podía percibir como se apagaban mis sentidos poco a poco. Intenté dedicar toda mi atención a lo que estaba ocurriendo delante de mis ojos pero había dejado de escuchar los sonidos que se producían a mi alrededor sin saber por qué. El agudo pinchazo de dolor que atravesó mi cabeza no hizo más que aumentar mis ganas de cerrar los párpados y la oscuridad se cernió sobre mí.
En mi mente se sucedieron una serie de imágenes horribles sobre lo que le había podido ocurrir al cuerpo de Max y me golpeé la frente con fuerza en un vano intento de hacer que se detuvieran. Cuando volví a abrir los ojos me encontré con la penetrante mirada amarilla del ave que había intentado advertirnos de lo que estaba por venir. Baloo se había posado en mis rodillas y me observaba con atención, esperando a que reaccionara, pero yo me sentía demasiado débil como para ser capaz de moverme.
Un inesperado dolor atravesó mi cuerpo y la lechuza extendió las alas para emprender su vuelo precipicio abajo. A pesar de que los temblores habían desaparecido paulatinamente, mi respiración se había vuelto dificultosa y sentía en cada parte de mi cuerpo los fatigosos latidos de mi corazón. La sensación de humedad y del tacto de la brisa marina sobre mi piel me invadió de repente. De un momento a otro fui consciente de que tenía que moverme y de que tenía que comprobar qué le había ocurrido a Max y si el resto de los soldados estaban bien. Me escuché gritar al sentir de nuevo aquel dolor punzante que no daba localizado, logrando con su presencia despertarme al fin.
—¡Moira! —gritó Aidan con preocupación.
—Estoy bien. —El volumen de mi ronca voz fue demasiado bajo como para que pudiera escucharlo.
—Stone —susurró Killian a mi lado—, ¿qué te duele? —preguntó con preocupación mientras analizaba mi cuerpo en busca de heridas.
—Nada —respondí al mismo tiempo que él murmuraba algo que no alcancé a comprender.
—Estás atrapada, las ramas del árbol te han caído encima de la pierna —explicó Mónica intentando tranquilizarme.
Los soldados se agruparon a mi alrededor en cuestión de segundos. Parecían estar todos bien, todos menos uno, y no había rastro de sangre en sus ropas. Grité del dolor cuando Killian intentó mover mi pierna y sentí como mi cerebro volvía a funcionar correctamente.
—Max. —Las torturadas miradas de la Guardia Aylerix se concentraron en la mía pero nadie dijo nada y Killian devolvió toda su atención a las ramas que me mantenían prisionera—. ¡Por las nueces escarchadas de Adros! ¿Se puede saber qué estás haciendo? —exclamé mientras lo golpeaba en el hombro. El jefe del clan se giró para mirarme con dolor y confusión en los ojos—. Max —repetí.
—Max se ha caído por el precipicio —respondió como si se tratara de una causa perdida.
—¡Ya sé que se ha caído por el precipicio, cenutrio! ¡Ve a buscarlo! —exclamé con indignación y miedo en la voz.
Mónica fue la primera en reaccionar y en acercarse al borde de la montaña para ver si se podía distinguir algo desde la lejanía. Quentin y Aidan se acercaron a ella con la intención de descender y Killian se quedó a mi lado, observándome con una intensa expresión que no entendí. Antes de irse me dedicó una sonrisa de medio lado que hizo que se volvieran a acelerar los latidos de mi corazón y tuve que apoyar la cabeza en la rodilla que tenía flexionada para controlar mi expresión.
—¡Glikius! —Al escuchar gritar a Mónica levanté la vista con rapidez, lo que hizo que me invadiera una sensación de mareo que revolvió mi estómago—. ¡Está vivo! —exclamó la Obsidiana.
—Mónica, ¿qué dices? —preguntó Quentin con confusión.
—¡Que Max está bien!
—¿Cómo lo sabes? —pregunto Aidan con cautela, temiendo hacerse falsas esperanzas.
—Es Baloo. —La joven señaló a la lechuza que se acababa de posar en su hombro.
—¿Puedes hablar con ella? ¿Has recuperado tu magia? —La voz del jefe del clan estaba cargada de esperanza.
—No, pero sé lo que me quiere decir.
—Mónica...
—¡Qué bajéis de una vez a buscarlo! —gritó la Obsidiana con convicción, haciendo que todos la miraran sorprendidos.
—Iré yo —dijo Aidan con seguridad.
—No, ya voy yo. Tu hombro todavía se está recuperando.
Mientras Quentin y Aidan discutían para determinar quién descendería por el barranco, Killian había inspeccionado el borde del camino para decidir qué lado era el más apropiado para bajar y había empezado a descolgarse por las rocas que había incrustadas en la tierra. Sonreí al ser consciente de que nadie se había dado cuenta de lo que estaba haciendo excepto yo y él me guiñó un ojo con complicidad. Mi sonrisa se amplió y me moví inconscientemente, despertando el dolor que había quedado reducido a un segundo plano y evitando así el hormigueo que había aparecido en mi estómago al ver la reacción del jefe del clan. Intenté desplazarme hacia un lado para deshacerme del peso de la madera pero el dolor se volvió tan fuerte que no me fue posible continuar. Lo último que escuché fueron los gritos de los soldados antes de que todo se volviera blanco a mi alrededor.
¿Qué son esos temblores? ¿Y por qué Baloo sabía lo que iba a ocurrir?
¿Creéis que volverán a casa?
Muchísimas gracias a todas las personas que comentan, hacéis que tenga ganas de seguir publicando capítulos ❤️
¡Y también a todas las que votáis!
¡Breve recordatorio de que estamos intentando llegar a los 500 seguidores para el capítulo 50!
La meta para el próximo capítulo son 95 👀, 23 🌟 y 50 ✍️
Espero que lo estéis disfrutando.
Biquiñoooos ❤️
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