30. Con la cabeza alta
๑Ciclo de Asteria: Tiempo que pasa desde que la luna principal de Neibos está en su apogeo hasta que vuelve a él.
๑ Eldavá: Infusión de hierbas naturales y chaga que toman los habitantes del Hrath para mantenerse calientes y ayudar a sus organismos a soportar la vida en la montaña.
๑ Xerät: Aparato de la civilización antigua que Moira utiliza para comunicarse con sus seres queridos en la distancia.
A la Autoridad no le interesaba que hubiera nei con más poder que el suyo que pudieran inmiscuirse en sus planes, así que Marco había tenido que huir para poder sobrevivir. Sus propios padres, que también formaban parte del Consejo, habían preferido seguir disfrutando de las ventajas de formar parte de la Autoridad a acompañar a su hijo en el exilio. Con la cabeza alta, como si no tuvieran nada de lo que avergonzarse, habían avisado al Esmeralda de que iban a atentar contra su vida unas horas antes de que ocurriera, comunicándole que existía el Hrath en alguna parte y desapareciendo de su vida para siempre. El joven, con el corazón roto y sin saber qué hacer, se vio obligado a abandonar la seguridad de su hogar porque la protección que hasta aquel momento le había brindado su clan había dejado de existir. Temiendo por su vida, Marco había huido aquella misma noche, vagando por los bosques sin saber a dónde ir ni qué dirección tomar.
El Hrath estaba lleno de historias como aquella, de personas que habían tenido que huir porque la vida en sus clanes había dejado de ser segura para ellos. Personas con grandes fuerzas elementales que no querían trabajar para la Autoridad, gente que había descubierto secretos que nadie quería que se supieran, nei que se habían negado a llevar a cabo los planes del Consejo porque los daños colaterales serían inmensos. Todos ellos habían pagado un gran precio por ello, habían sido condenados a una vida en el exilio, sin magia, sin saber si iban a sobrevivir al día siguiente, a merced del clima y de las condiciones en la montaña. Y todos ellos, absolutamente todos ellos, volverían a tomar la misma decisión.
El burbujeante sonido que inundó la estancia cuando el eldavá empezó a hervir sirvió para que se terminara aquel mutismo tan ensordecedor e incómodo que se había apoderado de la gruta. Los rostros de los soldados reflejaban el desconcierto que les había provocado saber que Marco había sido aquel niño al que habían galardonado a ojos de todos antes de darle la puñalada por la espalda. Sus expresiones no habían hecho más que empeorar en cuanto la Guardia había reflexionado un poco sobre el tema, preguntándose cuántos eran los que se habrían encontrado en aquella misma situación.
Los líderes del Hrath me miraron con intensidad, como si me estuvieran pidiendo ayuda al no saber cómo actuar, pero ¿qué ninfas querían que hiciera? La Guardia se había dado cuenta de que no todo era tan bonito como ellos pensaban; superarlo llevaría tiempo.
—Por fin —susurré mientras me acercaba al fuego, deseosa por beber un poco de aquel brebaje que tanto me gustaba.
Ixeia me observó con calidez en la mirada y me vi obligada a corresponder su sonrisa al darme cuenta de que los había echado de menos, ya que hacía al menos un ciclo de Asteria que no iba a visitarlos. El invierno hacía que el camino fuera increíblemente difícil y había tenido que posponer el viaje por las tormentas y precipitaciones en varias ocasiones.
—¿Con qué hierbas está hecho? —preguntó Max, que tenía conocimiento de todas las plantae al pertenecer al Clan Esmeralda.
—No quieres saberlo —dije con voz grave intentando generar una atmósfera de suspense que sirviera como distracción.
—Moira, tienes que aprender a tranquilizar a las personas —replicó Quentin con una ligera sonrisa.
—A lo mejor esa no era mi intención —respondí con voz infantil—. Tranquilo, Max, no estamos intentando envenenarte.
—¿Ah no? —preguntó Elyon con decepción y confusión en la voz, temiendo que el plan hubiese fracasado.
Las caras de estupefacción de los soldados ante la seriedad con la que el maestro había hecho el comentario se fueron tiñendo de ira al mismo tiempo que echaban la mano a sus armas con disimulo. Aidan, que se sentaba enfrente de mí, me observó con un dolor en los ojos tan sincero que me habría sentido mal de no haber estallado en carcajadas en aquel momento.
Cuando los soldados se dieron cuenta de que Elyon tan solo estaba bromeando no pudieron esconder sus sonrisas, pero el momento se vio interrumpido cuando escuchamos un graznido que hizo eco en la galería previa a la gruta en la que nos encontrábamos. Al volvernos hacia la entrada, sorprendidos, pudimos ver como llegaba hasta nosotros la familiar lechuza blanca que nos acompañaba en ciertas ocasiones.
—Mira quien ha decidido aparecer —dijo Mónica cuando Baloo se acercó a ella para saludarla.
El ave se sobresaltó y escondió la cabeza bajo el pelo de la joven sin motivo aparente antes de volar para posarse en los hombros de Ixeia. No pude evitar sonreír al ver la expresión de pura felicidad de la líder Obsidiana al comprobar que la lechuza había decidido acompañarla. Era como si el animal supiera que la mujer pertenecía al Clan Obsidiana a pesar de que ya no tuviera su poder elemental, lo que me reconfortó por alguna extraña razón.
—Será mejor que nos retiremos por hoy —dijo Elyon con voz solemne—. Ha sido un día muy largo para todos.
Cuando llegamos a la oquedad que los líderes habían preparado para nosotros me recibió el olor a bosque que tanto caracterizaba a las camas del Hrath porque estaban hechas con pieles que escondían hojas y ramas entre ellas. Sobre aquella especie de colchón gigantesco que se encontraba en el suelo habían dispuesto mantas con las que cubrirnos para soportar el frío de la noche, y también habían encendido un fuego que iluminaba la estancia. Sintiéndose muy agradecidos, los soldados se despidieron de nuestros anfitriones con una calidez que me sorprendió, y yo les di un fuerte abrazo antes de que desaparecieran en el interior de la montaña.
—¡Vaya! —exclamó Quentin al tumbarse—. Esto es muchísimo más cómodo de lo que esperaba.
Sonreí involuntariamente al ver la satisfacción en el rosto del Rubí y me tumbé a su lado, motivada por el agotamiento y agradeciendo que hubiera llegado la hora de acostarse. Aidan fue el siguiente, y poco a poco fuimos cubriendo la suave superficie con nuestros fatigados cuerpos.
Al estar rodeada por los soldados sentí como me envolvía un cúmulo de sensaciones increíblemente agradables y muy diferentes entre sí: el calor de la tierra, la humedad de la lluvia, el frescor de la menta, la calma del hogar, la brisa del mar...
—Me parece increíble —dijo Quentin a mi lado, interrumpiendo mis pensamientos.
—¿El qué?
—Que esto haya estado ocurriendo durante tanto tiempo y no nos hayamos dado cuenta. —El dolor en su voz envió un pinchazo a mi pecho—. Puedo sentir la cantidad de poder que alberga este lugar aun cuando llevan ciclos sin poder ejercer la magia.
—Hay personas con rasgos muy determinados por las gemas —añadió Mónica—. No puedo ni imaginar el gran poder que tuvieron que concentrar en su momento.
—Yo he visto a dos niñas con el pelo del color de las agujas de cedro. ¡A dos niñas! —exclamó Max incrédulo.
—Marco también era un niño cuando tuvo que huir de su hogar. —El dolor en mi voz era más que evidente.
—¿Entonces qué? —preguntó Aidan con indignación—. ¿Se han dedicado a expulsar de los clanes a quienes tenían más poder que ellos durante todos estos ciclos?
—Básicamente... sí.
—¡Moira, no lo digas con tanta calma! —me gritó Max enfadado.
—He tenido tiempo para asumirlo —dije encogiéndome de hombros—. No se trata solo de personas con gran poder, aquí también hay gente que sabe cosas que la Autoridad no quiere que se sepan y nei que hicieron grandes hallazgos que no compensa que sean compartidos. —El silencio reinó en la estancia durante unos minutos.
—Lo peor es que son buena gente —dijo Killian con dolor en la voz, participando por primera vez en la conversación.
—Ah, ¿que si no lo fueran estaría bien?
—No, pero si se tratara de asesinos o malhechores podría llegar a entender la necesidad de mantenerlos alejados del resto de la población. Esto no tiene ningún tipo de justificación y no puedo esperar a escuchar las explicaciones que van a conjurar en la Fortaleza para defender este despropósito.
—Te van a decir que no sabían nada, Killian —dijo Aidan con pesar.
—Moira, ¿cuánto tiempo hace que Ixeia vive en el Hrath? —preguntó Mónica cambiando de tema.
—No lo sé, quince ciclos de Helios como mínimo. ¿Por qué?
—Por nada en especial —respondió ella con rapidez, sin poder camuflar el tono que afirmaba que ocultaba algo.
—¿Cómo llegaron a convertirse en líderes? —preguntó Quentin con interés.
—Aquí hay que tomar decisiones muy difíciles la mayor parte del tiempo. Cargar con la muerte de otras personas en la conciencia es algo muy duro, pero además hay que hacer un gran esfuerzo para garantizar la supervivencia del mayor número de hrathni posible. Los habitantes de la montaña saben de sobra lo que cuesta llegar vivo al día siguiente, así que tras darse cuenta de que necesitaban una unidad para lograrlo, decidieron escoger a la persona que creyeron más apropiada para el cargo.
—¿Y a quién escogieron? —preguntó Killian.
—A Elyon. Él se sintió muy honrado pero les dijo que no podía hacerlo solo. Explicó que lo único que podría garantizar era su perspectiva y la de los hombres de su edad que compartían sus mismas necesidades y objetivos, por lo que, a su parecer, se debían escoger a otras dos personas con puntos de vista diferentes para asegurarse de que era oída la voz de todo el mundo.
—Ixeia y Marco —concluyó Max.
—No, aquello pasó hace mucho tiempo. Hubo dos líderes antes que ellos, pero la joven murió al decidir atacar a un oso en solitario, y la mujer no soportó la vida que llevaban y terminó por perder la cabeza. —Los soldados se volvieron a quedar en silencio, sorprendidos por mis declaraciones y sumidos en sus pensamientos, mientras que a mí, al ver a Aidan a mi lado, se me ocurrió una idea—. Mónica, ¿me cambias el sitio?
—Claro —respondió ella confusa y todavía perdida en sus pensamientos.
—¿Qué pasa? —preguntó el Rubí con el ceño fruncido.
—Que no quiero dormir a tu lado, Quentin —respondí con retintín.
—¡Ja, pues tú te lo pierdes! Soy del clan del amor, pequeña, no...
Max le dio un puñetazo en el hombro para hacerlo callar que hizo que todos sonriéramos en silencio y el Rubí soltó una carcajada divertida que resonó en la estancia. Mónica me miró con curiosidad al no entender mi petición, pero sus preguntas se respondieron solas en cuanto vio el hueco que quedaba libre y al lado de quien estaba. Sus mejillas se volvieron de color carmín y en su mirada se reflejaron las ganas que tenía de matarme, pero como estaban los soldados delante no pudo decir nada. En mi rostro se dibujó una sonrisa triunfal que no pude contener. Ahora sí que puedo dormir tranquila.
En cuanto me tumbé al lado de Max, en la esquina más alejada de la entrada, me invadió el profundo olor a bosque que lo acompañaba constantemente, relajando mis músculos y sentidos en cuestión de segundos. Estaba a punto de quedarme dormida cuando un horrible pitido reverberó en la estancia, haciendo que todos gimiéramos en señal de descontento.
—Stone —refunfuñó Killian con voz dormida, suplicándome que parara aquel ruido cuanto antes.
Intenté abrir los ojos lo máximo posible antes de responder a la llamada, preguntándome en qué goblins estaría pensando mi padre al llamarme tan tarde.
—Hijo mío —dijo una voz que no era para nada la esperada.
En el holograma que se había generado ante mí, brillaba la figura de una mujer de rostro serio e impasible. Sus ojos, de un intenso azul oscuro que envió un escalofrío por mi espina dorsal, me sorprendieron con su profundidad. Su cabello, negro como el azabache, caía liso a ambos lados de su cara, y sobre él descansaba una gran corona de brillantes piedras preciosas. El rostro de la mujer se torció al verme, como si estuviera molesta por mi presencia.
—Madre —saludó Killian con tono de pocos amigos—. ¿Señor Flame? —preguntó el jefe del clan con confusión, sabiendo que el único que se podía conectar con mi xerät allí era mi padre.
Al escuchar la preocupación en la voz del jefe del clan, los soldados elevaron las cabezas con interés. A pesar de que estaba alejada del holograma y prácticamente fuera de su alcance, pude ver la figura de mi padre detrás de un grupo de guardias de la Fortaleza. Mi corazón empezó a latir con fuerza al ver la expresión dibujada en su rostro y el hormigueo que se despertó en mis puños hizo que me entraran ganas de pegarle a algo. ¿Qué ninfas estaba pasando?
Dentro de dos días subiré un avance del próximo capítulo a mi cuenta de instagram @ardolobo_escritora. ¡Sígueme si te has quedado intrigad@! ❤
¿Qué crees que está pasando? ¿Y qué oculta Mónica? ¿Qué habrá pasado con Mateus, el padre de Moira? ¡Cuéntamelo todo en los comentarios! ✉ ¡Y no olvides votar 🌟!
¡La meta para el próximo capítulo son 90 👀, 18 🌟 y 52 ✍️!
Con el capítulo 31 os traeré una recomendación para leer en estos días de buena cuarentena. ¡Estad atent@s!
¡Espero que os haya gustado el cap! 💕
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