Era evidente que las personas que teníamos enfrente no tenían el mismo aspecto que aquellas con las que se podía encontrar uno en cualquiera de las ciudades de los seis reinos. En el Hrath se sustituían las melenas peinadas a la perfección por largas cabelleras que contribuían a conservar la temperatura, adornos, trenzas y rastas de colores que ayudaban a mantener entretenidos a los más pequeños.
En lugar de vestir prendas recién lavadas y casi sin arrugas, los hrathni utilizaban el pelo de los animales que cazaban para confeccionar ropa que los protegiera de las duras temperaturas que se registraban en la zona. Allí nadie portaba objetos brillantes ni de valor económico y los pocos accesorios que llevaban habían sido creados con piedra o con madera.
Los arcos eran sus principales armas, ya que podían fabricarlos con lo que les daba el bosque, y todo el mundo cargaba con uno para protegerse de los múltiples peligros que amenazaban las Tierras Altas del Oeste. Lo que más llamaba la atención, sin embargo, era la alegría y familiaridad con la que se relacionaban los allí presentes.
—¡Moira! —exclamaron al unísono voces infantiles.
Antes de que pudiera encontrar el lugar del que provenían sentí como se abalanzaba sobre mí un grupo de niños de diferentes edades que me habían sepultado en un abrazo común.
—¡Hola pequeñajos!
—Ya está bien, ya está bien —dijo Elyon con una sonrisa mientras separaba a algunos de los niños—. Ahora necesitamos hablar de cosas importantes, chicos.
Las pequeñas criaturas desaparecieron entre la multitud con caras de resignación y algunas de las cabezas más cercanas se giraron para saludarme al percibir mi presencia debido al alboroto. Ixeia nos indicó que los siguiéramos a una galería cercana en la que había una gran mesa de madera rodeada por sillas y pude sentir la tensión que había en el ambiente nada más acercarme a ellas.
—Alguien está atacando al Clan Aquamarina —dije mientras nos sentábamos. La sorpresa brilló en los ojos de los tres integrantes del Hrath que nos acompañaban, emoción que no se equiparó a la estupefacción que sintió el jefe del clan al escuchar mis palabras. Elyon me observó con intriga al ver como Killian clavaba su mirada en mis ojos, pero no dijo nada, esperando su reacción. Sabía que no habíamos ido al Hrath en busca de respuestas, pero la Guardia no conocía a aquellas personas como yo, y toda opinión y ayuda eran bienvenidas.
—Atacaron nuestra Fortaleza e intentaron secuestrar a mi hermana —explicó Killian para mi sorpresa, haciendo que los ojos de Elyon se abrieran con asombro.
—¿Eres el jefe Aqua? —Killian asintió en respuesta—. Deduzco por vuestras expresiones que no sabéis de quién se trata.
—No, pero lo peor no es eso. También han encontrado la forma de cesar la magia. Ningún nei en los seis clanes tiene acceso a su poder elemental. —Los sonidos de sorpresa que emitieron los tres líderes sirvieron para acallar las sospechas que la Guardia tenía sobre ellos—. Creemos que hay personas de los seis reinos involucradas —continué explicando—. El Consejo no tiene ni idea de qué está ocurriendo, los grandes maestros están perdidos y los padres del clan no saber qué hacer. Nadie sabe cómo lo han hecho ni cuál es su próximo movimiento, pero creemos que va a ser algo muy grande.
—Por los dioses del Olimpo... —dijo Ixeia en un susurro, asombrada al escuchar mis palabras.
Su largo pelo marrón del color de la tierra caía sobre su regazo, formando pequeñas ondas que recordaban a la sinuosidad de las ramas de un árbol antiguo. En su frente se formaron arrugas de preocupación, y su gesto, a pesar de demostrar una fortaleza increíble, se inundó con angustia. Acostumbrada a estar siempre preparada por lo que pudiera ocurrir en un entorno tan volátil como aquel, la mujer se desplazó inconscientemente para ponerse en una posición de defensa. Los círculos púrpuras que destacaban bajo sus ojos decían que no había descansado bien últimamente, y su profunda mirada de intenso color avellana se perdió en algún lugar de la pared que se encontraba a mi espalda.
Los ojos azules del Maestro Elyon se centraron en los míos, reflejando la gran cantidad de preguntas que quería hacerme, y yo asentí para confirmarle que podía hablar de lo que quisiera delante de la Guardia Aylerix. Por supuesto, aquello no pasó desapercibido para los soldados, y Killian me observó con una intensidad que no quise interpretar.
—¿Sabéis qué es lo que buscan? —preguntó el maestro.
—Ojalá lo hiciéramos —respondió Aidan apesadumbrado—. Si supiéramos cuál es su objetivo podríamos determinar quiénes son los posibles sospechosos, pero estamos completamente a ciegas.
—Tenemos un manuscrito que Moira le quitó a un joven Rubí involucrado en el plan —confesó el jefe del clan en un arrebato de confianza que me dejó estupefacta.
—Probablemente forzado a involucrarse —corregí, provocando que Elyon me dedicara una cálida sonrisa.
—¿Y qué dice el escrito? —preguntó Marco con curiosidad. Killian lo sacó de uno de los bolsillos interiores de su vestimenta y se lo tendió sin dudar, sorprendiéndonos a todos una vez más.
—Es una variante de una lengua de magos muy antigua... —comentó Elyon distante, sumido en sus pensamientos.
—No puedo evitar tener la sensación de que usted pertenece al Clan Aquamarina —soltó Killian de repente, provocando que Elyon sonriera con amargura.
—En un tiempo muy lejano lo hice, sí. —El gesto de Killian se torció al escuchar la respuesta del maestro, que se limitó a observarlo con calidez en los ojos.
—¿Habéis percibido los temblores? —djio Ixeia devolviéndonos al presente.
—¿Qué temblores? —pregunté con confusión mientras la mujer me observaba con ojos vidriosos.
—La tierra empezó a vibrar hace días, removiéndolo todo a su paso. Ayer se abrió una grieta gigantesca en la montaña, causando grandes destrozos. Hemos perdido al menos a tres personas y todavía hay desaparecidos. — Mi corazón se encogió al escuchar sus palabras y percibir el dolor que se reflejó en sus rostros.
—¿Quienes? —pregunté con miedo a conocer la respuesta.
—No los conocías, acababan de llegar —explicó Elyon con suavidad—. Pertenecían al Clan Obsidiana. —Los ojos de Mónica centellearon al escuchar aquello—. Cometieron el error de acercarse a uno de los despeñaderos y desaparecieron ante nuestros ojos sin que pudiéramos hacer nada por evitarlo.
—Lo siento —dije con sinceridad, posando mi mano sobre la suya en señal de apoyo.
—Yo también siento ser portador de malas noticias, pero lamento comunicaros que no podréis abandonar este lugar por el momento.
Los cinco soldados se pusieron alerta al instante, llevando sus manos a las armas con disimulo. Elyon sonrió con suavidad al ver su reacción y levantó las manos en señal de rendición.
—Tranquilos, jóvenes, tranquilos. Nadie aquí os hará daño mientras contéis con la protección de Moira —dijo el maestro con solemnidad, dejando claro que tanto los soldados como las acciones que pudieran emprender allí eran mi responsabilidad—. Pero me temo que habéis venido en un momento difícil ya que la ventisca que se ha desatado durará como mínimo un día más. No es seguro salir ahí fuera.
—¿Cómo lo sabe? —Elyon soltó una sincera carcajada al escuchar la pregunta de Max.
—Son muchos ciclos de Helios observando el tiempo, chico. Sois bienvenidos a quedaros aquí todo el tiempo que necesitéis.
Ixeia me dedicó una mirada significativa con la que me comunicó que aquella invitación tan solo se extendería hasta que yo lo considerara necesario, diciéndome con los ojos que me cubrirían las espaldas de necesitarlo y haciendo que me invadiera una reconfortante calidez que me tocó el corazón.
—Con respecto a lo que está ocurriendo en Neibos, contad con nuestro apoyo en el caso de que podamos ser de ayuda. Moira, ya sabes que estamos aquí para lo que necesites. —Asentí con la cabeza con una sonrisa, abrumada por los sentimientos al sentirme tan arropada entre aquellas personas.
—Ordenaré que preparen una oquedad en la que podáis dormir —añadió Ixeia—. Debéis de estar agotados.
—Mi más sincero agradecimiento —dijo Killian con una suavidad en la voz impropia en él.
—Si habéis conseguido que Moira os respete a pesar de formar parte de la Autoridad —dijo Marco mientras estrechaba la mano de los soldados—, es que algo tenéis que estar haciendo bien. —El líder más joven me guiñó un ojo y provocó que Ixeia soltara una sincera carcajada.
—La verdad es que me cuesta creer que hayas sido capaz de compartir estancia con figuras del Consejo sin que decidieran matarte antes —añadió la mujer con diversión en la mirada.
—Aún está por verse... —comentó Quentin con una sonrisa mientras se rascaba la nuca.
—Es hora de hacer el recuento y de comenzar con los preparativos nocturnos —explicó Marco—. Nos encontraremos en la gruta común.
Los líderes del Hrath desaparecieron sin añadir nada más, dejándome sola ante las decenas de preguntas que bombardeaban las mentes de aquellos soldados.
—Parece que el tiempo no está de nuestro lado —comentó Max, rompiendo el silencio que se había apoderado de la estancia.
El jefe del clan no había dejado de observarme desde que los líderes habían abandonado la cueva y la tensión que transmitía su mirada se había apoderado del ambiente a nuestro alrededor. La piel de mi nuca se erizó, percibiendo peligro, y me alejé un poco de él al sentir que iba a estallar de un momento a otro.
—¿Así que este era tu plan desde el principio? —me preguntó con desprecio, mirándome con un odio que provocó que un escalofrío recorriera mi espina dorsal, avisándome del peligro una vez más.
—¿Cómo? —pregunté con confusión. La enfurecida mirada de Killian se enfocó en mi rostro, acercándose a mí con rapidez.
—¿Pensabas que no me iba a dar cuenta? —preguntó con un tono cargado de veneno—. ¿Que no iba a ver cómo nos manipulas a todos fingiendo que no sabes nada y que no tienes ninguna habilidad, para luego ser la más lista entre nosotros y atraernos hasta aquí para atraparnos y capturarnos?
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