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20. Cabeza de chorlito

Tuve que reprimir el grito que se formó en mi garganta al comprender que había una persona agazapada entre la maleza. El latido de mi corazón se aceleró sin que pudiera hacer nada por evitarlo y me aferré con fuerza a los cuchillos que llevaba en las manos inconscientemente. Los nervios me bloquearon, impidiendo que pensara con claridad, y decidí que lo mejor sería quedarme quieta y esperar a que fueran ellos quienes realizaran el primer movimiento.

La ráfaga de aire frío que me hizo temblar trajo consigo una vieja y conocida sensación de frescor y confort que me calmó al instante, provocando que frunciera el ceño con confusión.

—¿Aidan? —pregunté mientras descubría mi posición.

—¡Moira! —susurró el soldado con alarma antes de envolverme en un abrazo para tirar de mí hacia abajo y ocultarnos entre los arbustos—. ¿Pero se puede saber en qué estabas pensando? —La preocupación me inundó al verlo solo.

—¿Dónde están los otros?

—Se han quedado intentando sonsacarle información a los pocos que no han desaparecido en el bosque.

Al deshacer el camino que había hecho corriendo fui consciente de que era mucho más largo de lo que me había parecido mientras perseguía a Zeri, y al pensar en él recordé el objeto que había conseguido.

—¡Stone! —bramó Killian al vernos llegar—. ¿A ti qué te pasa por esa cabeza de chorlito? Nunca jamás vuelvas a desobedecer mis órdenes. —Elevé una ceja y luché por no reírme al ver la expresión que había en su cara.

—No sabía que tuviese órdenes —repliqué ácidamente. Sus ojos brillaron con ira y los soldados me indicaron que me callara haciéndome señas a su espalda.

—¡Tus órdenes son hacer lo que yo te digo! —Killian se movió con vehemencia mientras hablaba—. No pienses ni por un solo segundo que tienes el poder para tomar decisiones de ese calibre.

Me mordí la lengua intentando suprimir las ganas que tenía de darle un puñetazo y eché un vistazo a mi alrededor al tener grandes dificultades para evitar gritarle hasta quedarme sin voz. Al prestar atención al entorno natural en el que me encontraba descubrí que en él había indicios que de que la lucha había sido cruenta, lo que hizo que me apresurara a analizar el aspecto que tenían los soldados. La nube de preocupación que había oscurecido mi mente se disipó al comprobar que mis acompañantes habían salido bien parados ya que solo mostraban rasguños y arañazos superficiales. No se podía decir lo mismo de las seis personas que yacían muertas en el suelo.

—¿Me estás escuchando? —preguntó el jefe del clan con ira, devolviéndome a la realidad.

—No —respondí francamente—. A lo mejor si me dejaras explicarme antes de soltar estupideces por ese hocico que tienes entenderías por qué hice lo que hice.

Los soldados se quedaron boquiabiertos al escuchar mi respuesta y en el rostro de Killian se dibujó una mueca de confusión. ¿De verdad que nadie le llevaba nunca la contraria? Antes de que reaccionara y se pusiera a gritar de nuevo saqué el rollo de cuero que tenía guardado en el interior de mi chaqueta y se lo entregué. Los integrantes de la Guardia Aylerix emitieron sonidos de sorpresa y se acercaron para ver el objeto con más detalle mientras los ojos de Killian me observaban con intensidad.

Al estar frente a ellos pude ver como la parte externa del cuero estaba recubierta por dibujos elementales muy antiguos similares a los que se utilizaban para crear nuevos hechizos y extraer mayor poder de las gemas. Los cuatro soldados abrieron los ojos con asombro al ver lo que se encontraba en el interior de aquella funda y centraron su mirada en el jefe del clan en busca de una explicación que él parecía desconocer.

—¿Lo has abierto? —me preguntó con voz neutral.

—No. Supuse que no estaba dentro de mis competencias tomar decisiones de ese calibre —respondí con tono incisivo.

Killian me observó con fuego en la mirada pero lo ignoré al ceder ante la curiosidad y acercarme a ellos para poder echar un vistazo a lo que los Esmeraldas habían tratado de ocultar con tanto esfuerzo. Mi mente colapsó al posar la vista en aquellos documentos y fruncí el ceño con preocupación al ver los esquemas y dibujos que los soldados sostenían en las manos. Dentro de aquella funda de cuero había papeles escritos en lengua de magos y por su aspecto alguien había trabajado durante mucho tiempo en su creación.

—Parece que han estado creando nuevos enlaces mágicos —dijo Quentin con confusión en la voz.

—No cualquiera —susurré agravada. Los soldados me dedicaron toda su atención al no entender a lo que me refería—. Fijaos en el trazo de los símbolos y en las reliquias que abren y cierran los conjuros.

—Son propias de la lengua antigua —dijo Killian con severidad—. Esto lo ha escrito uno de los ancianos. —La ira brilló en su mirada y el jefe del clan se movió con indignación—. Si alguien sabe cómo cesar la magia de Neibos, son ellos. ¿Cómo no nos hemos dado cuenta antes? —Al escucharlo me dio la sensación de que la pregunta iba dirigida más a sí mismo que a nosotros.

—¿Pero qué anciano querría hacer algo así? —cuestionó Max.

—Podría ser cualquiera de los trece —respondió Mónica.

—¿Y qué ganan ellos con esta situación? —preguntó Aidan.

—Nos equivocamos en más cosas —añadí aprovechando que se habían quedado callados al no tener ninguna respuesta que ofrecer—. Está claro que el número de personas involucradas en esto es mucho mayor del que habíamos imaginado.

—Suman al menos treinta hombres y mujeres entre los que han conseguido escapar y los que han fallecido —explicó Quentin.

—No son solo ellos, iban a algún sitio y han tenido que organizarse en alguna parte. Esto —continuó Mónica señalando el manuscrito—, lo han tenido que crear con calma en un lugar seguro.

—Hemos subestimado sus fuerzas desde el primer momento, la operación es mucho más grande de lo que imaginamos.

—Responden ante un tal Júpiter. —Sus cabezas se giraron en mi dirección al procesar lo que acababa de decir.

—¿Cómo?

—Los escuché hablar antes de que llegarais. Llaman Júpiter a su líder y además de respetarlo le tienen miedo. Temen cómo vaya a reaccionar cuando le comuniquen que Alis ha escapado. —Hice una pausa y miré a Killian a los ojos—. Pensaron que tu hermana sería un buen incentivo para conseguir que hicieras lo que ellos te pidieran —añadí en voz baja.

El rostro del jefe del clan reflejó el odio y la ira que intentaba controlar y se volvió para golpear el tronco del árbol más cercano con fuerza, haciendo que diera un ligero brinco por la sorpresa. Killian soltó un bufido al quitar los restos de corteza que se habían pegado a sus nudillos y cuando consiguió calmarse me hizo una señal para que continuara hablando.

—No conseguí captar mucho más —dije con voz calmada, intentando evitar que se enfadara todavía más—. Hablaban de que no nos daríamos cuenta de lo que estaba por venir porque estaríamos demasiado ocupados averiguando cómo vivir sin magia. Luego aparecisteis vosotros con vuestra silenciosa y delicada entrada, y ya sabéis lo que ocurrió después. —Mi comentario consiguió formar pequeñas sonrisas en sus rostros que no llegaron a sus ojos.

—Daremos con ellos —le dijo Quentin a Killian mientras depositaba una mano en su hombro en señal de apoyo.

—El problema es que no sabemos quiénes son —añadió Mónica con gesto pensativo.

—Todo el mundo —dije con una voz más grave de lo normal.

—¿Qué significa eso?

—Al principio pensamos que eran del Clan Diamante por sus ropas pero lo descartamos porque yo dije que eran del Clan Esmeralda. Pensé que habían robado unos cuantos uniformes pero ahora ya no estoy tan segura, es posible que también haya Diamantes involucrados. —Los soldados asintieron al encontrarle sentido a mis palabras—. Y la persona que llevaba el manuscrito era del Clan Rubí.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Quentin con interés.

—¿Y dónde está?

—Lo dejé ir —confesé con voz serena, sabiendo la reacción que mi declaración iba a provocar en el jefe del clan.

—¿Que hiciste qué? —bramó Killian mientras se acercaba a mí con expresión furibunda. Había llegado el momento.

—Me has escuchado —respondí intentando mantener la calma.

—¿Pero se puede saber quién te crees que eres? —Killian me agarró y me acorraló contra un árbol, posicionándose delante de mí para impedir que escapara de su agarre.

—Oh, por favor —bufé indignada.

—No me repliques. —Su dedo índice rozó mi nariz a modo de advertencia—. Lo he intentado por las buenas pero tú no quieres entender que hay una jerarquía ¡y que tú estás al final de la lista!

—¡Killian! —gritó Aidan con enfado al escuchar sus palabras.

—Suéltame —ordené con voz grave. Los ojos del jefe del clan se centraron en los míos y en ellos percibí una lucha de emociones que no tenía fin—. ¡Que me sueltes pedazo de ganapán! —exclamé airada, a lo que él respondió con un puñetazo que consiguió desviar a escasos centímetros de mi cabeza. Su puño fue a parar al árbol en el que estábamos apoyados y noté en mi cuerpo la vibración que produjo el impacto en la madera—. ¿Te sientes mejor? —pregunté con tono mordaz. Killian me observó con los ojos inundados en ira y se alejó de mí con un rápido movimiento.

—¡Me saca de quicio! —exclamó dirigiéndose a sus compañeros de la Guardia. 

—Eres un imbécil —dije con una calma que me sorprendió.

—¡Pero será posible, Stone! ¡Cállate de una vez!

—¿Para qué? ¿Para que te sigas creyendo que eres alguien? —pregunté mientras me acercaba a él—. ¡Lo que eres es un Fariseo! Si estuvieras tan en contra de que estuviera aquí no habrías insistido en que viniera en primer lugar, y si no estuvieras de acuerdo con lo que digome habrías explicado todos los motivos por os cuales estoyequivocada. Intentas ser el fiel y perfecto rey de Neibos que alaba y respeta las leyes, pero en el fondo sabes que es un sistema ominoso y no estás de acuerdo con él en absoluto. He visto cómo te miraba el Consejo y sé que están acostumbrados a tus desplantes. ¿Crees que estás enfadado conmigo? Solo me estás convirtiendo en el objeto en el que descargar tu ira porque soy lo que más tienes a mano.

»¿Te molesta que te hable como si fueras mi igual? Lo siento, de verdad que sí. Siento que hayas nacido en una burbuja y que te hayan criado bajo el pensamiento de que hay personas que valen más que el resto, porque tanto tú como yo sabemos que no es así. ¡Y no me digas que no tengo autoridad para hacer lo que sea que me dé la gana de hacer! —bramé mientras clavaba mi dedo índice en su pecho—. ¡Existe algo que se llama libre albedrío, pedazo de necio! Y la próxima vez que vayas a tener una pataleta de niño pequeño, asegúrate de ponerte violento lejos de mí y de mi cuerpo, porque si no sí que vamos a tener un problema.

¡Esto está que arde! ¿Qué os ha parecido? ¡Dejadme todas vuestras ideas en los comentarios! ⬇️⬇️

Se han incorporado personitas nuevas a nuestra familia, ¡bienvenidas! 😍😍

¡Si queréis que continúe subiendo más capítulos, aseguraos de darle a la estrellita! 🌟🌟

Biquiñoooos ❤️

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