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19. Un pequeño revés

Mi corazón empezó a latir con fuerza al comprender la inminente amenaza que suponía la presencia de aquel grupo de Esmeraldas en el bosque. El cuerpo de Mónica se tensó en cuanto percibió la cercanía de los hombres que caminaban a escasos metros de nuestro escondite y mi boca se secó por los nervios que me habían invadido. Ignorando el instinto de supervivencia que me gritaba que corriera lejos de allí, me obligué a mí misma a ser inteligente y observar la situación con atención.

El grupo formado por al menos veinte personas caminaba con prisa y en silencio, guiados por las luces de Roh que iluminaban su camino. Después de contemplarlos durante unos segundos solté un suspiro de alivio, lo que hizo que la soldado que estaba a mi lado, espada en mano y preparada para atacar en cualquier momento, me mirara extrañada.

—No vienen por nosotros —expliqué en un susurro—, van hacia el norte.

—¿Hacia la Fortaleza? —Fruncí el ceño al escuchar su pregunta.

—¿Cómo voy a saberlo? —repliqué en un susurro.

—Y yo qué sé. —Era evidente que la joven estaba desorientada y nerviosa—. Vámonos.

—No, espera —dije con voz calmada.

—¿Cómo que espera? —Los ojos de Mónica se abrieron con asombro y la Obsidiana me miró con atención, probablemente cuestionando mi cordura.

—No vamos a tener otra oportunidad como esta, deberíamos seguirlos.

—¿Estás loca? —gritó en un susurro mientras señalaba el camino de vuelta a la cabaña.

—Mónica, piensa. No tenemos ni idea de qué está pasando ni de a dónde se dirigen. ¡Ni siquiera hay magia en Neibos! Si los seguimos cabe la posibilidad de que averigüemos qué es lo que está ocurriendo. —La sorpresa en su expresión no llegó a desaparecer pero la joven soldado consideró mis palabras.

—No puedo tomar una decisión así sin consultarlo con el jefe del clan —susurró agravada—, y cuantos más seamos, mejor. Deberíamos ir a buscarlos.

—Totalmente de acuerdo. Ve tú, yo los seguiré desde cerca.

—¿Qué? ¡No! —exclamó en un susurro—. No te voy a dejar sola.

—Mónica, estamos perdiendo el tiempo. Tú eres más rápida y llegarás a la cabaña antes que yo. Si voy contigo lo único que vamos a conseguir es que te retrase y que perdamos la oportunidad de obtener información importante.

Tras considerar nuestras opciones la soldado se decidió por hacerme caso y desapareció de mi campo de visión con rapidez. Intentando calmar el nerviosismo que se había apoderado de mí, dediqué un instante a observar los árboles que me rodeaban para trazar un camino entre ellos que me permitiera escuchar más de cerca las conversaciones de los hombres del Clan Esmeralda.

La voz de mi cabeza se encargó de recordarme que no era tan hábil como creía así que opté por camuflarme entre los arbustos más alejados, deslizándome con delicadeza entre la vegetación hasta que logré situarme a menos de dos metros de la hilera de Esmeraldas.

—Ha sido un pequeño revés.

—Llámalo como quieras, pero Júpiter no va a estar contento.

—No os preocupéis, amigos, seguimos teniendo el control de la situación. Sin magia están todos perdidos, nunca lo verán venir.

—La mocosa era una gran ventaja.

—El gran Killian Frost besaría nuestros pies para que le devolviéramos a su hermanita.

De sus pechos brotaron carcajadas que hicieron que me hirviera la sangre y tuve que recordarme a mí misma que veinte contra uno no era una lucha justa. Una luz de Roh se movió inesperadamente en mi dirección y me agaché con rapidez para ocultarme entre la maleza.

—¡Nos están siguiendo! —anunció una grave voz cargada de odio.

Mi corazón empezó a latir con fuerza y se me erizó la piel de la nuca al ser plenamente consciente del peligro en el que me encontraba. ¡Por el cetro de loto de Zeus! ¿Quién iba a aguantar a Killian después de aquello?

—¡Aquí!

Di un brinco al escuchar el grito que había resonado en la tranquilidad del bosque y mi mirada se centró en la brillante espada de Quentin, que se movía con contundencia para protegerse de los golpes de la alta mujer que lo había atacado. A su lado, Max luchaba contra dos hombres que compensaban su baja estatura con una técnica impecable, y Killian intentaba liberar a Aidan y a Mónica de los tres hombres que los habían acorralado en una esquina.

—¿Estáis de broma? —exclamé mientras me ponía de pie inconscientemente al darme cuenta de que no era a mí a quién habían descubierto.

El grupo de hombres y mujeres que se encontraba enfrente de mí abrió mucho los ojos al verme tan cerca y fuera de mi escondite. No sé qué fue lo que pasó por su mente en aquel momento, quizá pensaron que había más personas escondidas por el bosque y que les estábamos tendiendo una emboscada, pero sin previo aviso empezaron a gritarse los unos a los otros y a correr en todas las direcciones.

A lo mejor era mi aliento.

—¡Corre, Zeri! —gritó el soldado que parecía estar al mando.

El resto del grupo prestó mucha atención a lo que hacía el hombre al que le habían ordenado correr y me dio la sensación de que en aquella orden se escondía algo más que puro interés por su bienestar. Cuando el Esmeralda empezó a correr en la dirección original que había seguido el grupo me lancé tras él sin que mi mente llegara a procesar lo que estaba haciendo.

—¡Moira!

Mi nombre se volvió un eco en la lejanía y desaparecí entre la naturaleza en cuestión de segundos. Las ramas azotaban mi cuerpo con fuerza y mi respiración se volvía cada vez más agitada por el desgaste físico que estaba suponiendo la persecución. El hombre que corría delante de mí se movía con gracilidad y rapidez pero yo tenía la ventaja de ser más pequeña. No tenía ni idea de qué iba a hacer cuando lo alcanzara pero lo que sí que tenía claro era que iba a llegar hasta él. Estaba muy cansada de aquella situación y por mi propia salud mental necesitaba saber qué era lo que estaba ocurriendo de una vez por todas.

Me descubrí abalanzándome sobre la dura espalda de aquel que respondía al nombre de Zeri sin saber muy bien cómo. Cuando caímos al suelo me agarré a él con todas mis fuerzas y pude escuchar el gemido de dolor que soltó el Esmeralda al colisionar con la dura superficie. La capucha que llevaba puesta impedía que observara su rostro y antes de intentar liberarse de mi agarre se llevó una sospechosa mano al pecho que me distrajo por unos segundos. En cuanto sentí que se daba la vuelta saqué un cuchillo de mi arnés y lo apreté contra su cuello evitando mirarlo a los ojos para no dejar que la culpabilidad bloqueara mis movimientos.

—No me hagas daño —pidió él con voz temerosa.

No pude evitar fruncir el ceño al no esperar aquella reacción y fue entonces cuando procesé que el guerrero al que había temido enfrentarme no era más que un chaval asustado. Aparentaba tener la misma edad que Alis y el pánico en su mirada era evidente.

—Eres un Rubí —susurré sorprendida. Sus ojos se abrieron por la sorpresa.

—¿Cómo lo sabes?

Sus ojos color miel me observaron con atención y fue entonces cuando me di cuenta del gran error que habíamos cometido. Recordándome a mí misma que las apariencias engañaban, me obligué a centrarme en el presente para evitar que el joven me atacara por sorpresa.

—¿Te llamas Zeri? —Él asintió con expresión cauta—. ¿Qué llevas ahí? —Señalé la zona de su pecho con otro cuchillo.

—Nada, no... no me hagas daño, por favor —susurró con lágrimas en los ojos.

Su comportamiento me estaba confundiendo. El joven pertenecía al clan cuyo elemento de poder eran los sentimientos y las sensaciones, pero aquello era demasiado. Las personas del Clan Rubí podían dominar sus emociones, así era cómo extraían la fuerza de su gema elemental. Tendría que estar muy asustado para perder el control de aquella forma.

—Dámelo —ordené con autoridad mientras aumentaba la presión en su cuello.

Unas gotas de sangre brotaron del superficial corte que le hice al presionar el arma contra su piel y el Rubí me tendió un rollo de cuero marrón cuyo exterior estaba recubierto por dibujos de gemas elementales. Parecía antiguo y valioso pero no podía dejarme engañar, había mucho en juego, así que registré sus bolsillos para asegurarme de que no llevaba nada más encima.

—No tengo nada más, ¡por favor! —rogó con voz suplicante.

—¿A dónde lo llevabais?

—No lo sé, íbamos hacia el norte. —Al sentir como aumentaba la presión en su yugular levantó las manos en señal de rendición—. Te juro que no lo sé.

—Levántate —ordené mientras tiraba de él.

Zeri hizo lo que le pedí pero intentó alejarse de mí pegándome un puñetazo en la cara que logré frenar. El joven se giró para liberarse pero yo apreté mi agarre sobre él, impidiendo así que se moviera y aprovechando la ocasión para analizar lo que se reflejaba en sus ojos. Habiéndome arrepentido de mis actos antes de llevarlos a cabo, me armé de valor y suspiré al soltar sus ropas.

—Vete —dije sosteniendo su mirada.

—¿Qué? —Casi se le salieron los ojos de las órbitas.

—Que te vayas. —El Rubí no se movió ni un centímetro—. ¿Me estás escuchando? Vete, corre, desaparece. Evita los caminos conocidos y no te pares hasta que estés lo suficientemente lejos de aquí.

Zeri me observó con confusión y las lágrimas se deslizaron libres por sus mejillas. El llanto sacudió su pecho y me invadió una incómoda sensación de impotencia al no saber qué hacer en aquella situación.

—Lo siento —susurró con un brillo extraño en los ojos antes de darse la vuelta para alejarse.

—No hagas que me arrepienta —dije con los ojos fijos en su espalda.

Zeri asintió antes de desaparecer corriendo entre los árboles y un escalofrío recorrió mi columna vertebral. El silbido del viento me recordó que estaba sola en medio de un bosque que probablemente estaba repleto de individuos con los que no me quería encontrar, así que me escondí entre unos arbustos y empecé a caminar de vuelta a la cabaña.

Al escuchar el más mínimo ruido me detenía durante unos segundos para analizar mi entorno y detectar posibles amenazas, y así fui avanzando poco a poco. Después de muchas falsas alarmas y cuando casi estaba convencida de que imaginaba cosas, percibí el brillo de unos ojos entre la maleza que hicieron que me congelara en el sitio.  

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Biquiñoooos ❤️


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