
10. Una pequeña chispa
De la forma de una capa negra sobresalían dos huesudas manos aprisionadas por grilletes que estaban rodeadas por una brillante aura de luz turquesa. Las cadenas se extendían hasta llegar a su cuello, y bajo la capucha se podía observar el rostro de una mujer de expresión perversa y sonrisa malévola. La totalidad de su piel, de color azul grisáceo, estaba recorrida por trazos púrpuras que se concentraban alrededor de sus ojos blancos, en los que el iris y la pupila parecían haberse desvanecido ligeramente. De su cráneo nacían dos largos cuernos dorados con reflejos que evocaban a la superficie del mar, y su larga melena blanca caía a ambos lados de su cuello, destacando en ella mechones verdes y rosados que resplandecían de una manera especial bajo la luz de las antorchas.
Mónica permanecía inmóvil, atemorizada por la presencia de aquel ser que la había arrinconado contra la pared aprovechando el pavor de la soldado.
—¿Pero qué tenemos aquí? —dijo la mujer con una seductora y amenazante voz que envió escalofríos por mi columna vertebral.
En un abrir y cerrar de ojos, Killian me empujó contra el muro para ponerse delante de mí y desenvainó su espada, Aidan apuntó con su arco al cráneo del ser que flotaba ante nuestros ojos, y Quentin y Max se armaron y se prepararon para atacar.
—Déjala en paz, Duacro —ordené con la voz ronca, intentando recomponerme.
La mujer soltó un gruñido gutural que hizo que se me erizara la piel de la nuca y se desvaneció en el aire para emerger a mi lado segundos después. Mi cuerpo se tensó al sentir su aliento rozar mi cara, detalle que no pasó desapercibido para Killian, que se lazó al frente para atacarla. La espada del soldado atravesó el cuerpo de la mujer sin crearle ningún tipo de malestar y ella soltó una carcajada que retumbó en las grandes paredes que nos rodeaban.
—No pienses que vas a poder gozar del placer de tocarme —dijo mientras se acercaba a Killian y lo acariciaba con una de sus largas y puntiagudas uñas. Él respondió con otro ataque que no surtió efecto, ya que la zona que atravesó con su espada se desvaneció en el aire y volvió a materializarse segundos después—. Aunque no me importaría tener más que palabras contigo —le susurró al oído, provocando que el cuerpo del soldado se tensara. La mera imagen hizo que se me retorciera el estómago.
—No os preocupéis, es inofensiva —dije tratando de llamar la atención de Duacro al mismo tiempo que intentaba calmar a la Guardia, que no estaba siendo muy efectiva al lidiar con aquel ser.
—¿A quién llamas tú inofensiva? —Bramó la mujer con ira, empujándome contra la pared con una furia sobrehumana y golpeándome la cabeza contra la fría piedra. Mis ojos se abrieron como platos al ver como de su boca brotaban decenas de voces que parecían salir del propio inframundo y que fueron acompañadas por una ráfaga de viento que sacudió mi cuerpo con violencia—. Tú —dijo la mujer al mirarme a los ojos, con el reconocimiento transformando su gesto en una sonrisa.
—¿Moira? —preguntó Aidan preocupado y sin saber qué hacer.
—¡Moira, eso es! —exclamó Duacro con alegría—. Tú, tú, tú —repitió, señalándome con un dedo.
—Vámonos. —Insté, ansiosa por salir de allí cuanto antes e intentando con todas mis fuerzas no prestarle atención a aquel ser maligno—. No os va a hacer daño pero va a intentar meterse en vuestra cabeza y daros donde más os duele, tratad de ignorarla en la medida de lo posible. —Las expresiones de estupefacción de los soldados casi me hicieron sonreír.
—Oh, hieres mi corazoncito con esas palabras tan crueles. ¿Es que no me has echado de menos durante todo este tiempo? —Empecé a caminar hacia la bifurcación sin prestarle atención y leí en la marca de la pared que debíamos seguir el camino recto—. Eo...
Continué ignorándola y ella lanzó una corriente de aire en mi dirección que hizo que se me apagara la antorcha. Estaba claro que le gustaba ser la reina de la fiesta, una pena que yo no estuviera dispuesta a cumplir sus deseos.
—¿Por qué te acompañan hombres tan guapos? Podías regalarme alguno, aquí no hay nadie interesante que me haga compañía... —Sugirió con voz inocente mientras se acercaba a Max con satisfacción en la mirada—. Menudo macho —dijo ella, deslizando sus dedos por el cuello del soldado y preparándose para acceder a todos los secretos de su mente al clavarle las garras en la yugular—. Vamos a ver qué le ocurre a esta alma torturada...
—¿No tienes nada mejor que hacer? —pregunté irritada después de lanzar una piedra que atravesó su figura e hizo que desapareciera instantáneamente, liberando a Max de su agarre.
Al haber desaparecido la presencia de Duacro me encontré con las demandantes miradas de mis acompañantes, que me observaban como si guardara el secreto de la vida eterna. Dar media vuelta y continuar con mi camino sería mucho más sencillo que responder a todas sus preguntas, y aquello fue exactamente lo que hice. Podía sentir sus ojos clavados en mi nuca, ansiosos por saber, pero me centré en avanzar lo más rápido posible porque con cada paso que dábamos, estábamos un poco más cerca de la salida.
—¿Sabéis qué? —preguntó Duacro al aparecer de la nada delante de mí. Mi corazón se paró durante una milésima de segundo y en mi garganta murió el grito que no consiguió salir de mi boca—. Moira y yo pasamos muy buenos momentos juntas —dijo con malicia—, ¿a que sí, querida?
Rodé los ojos, decidida a no dejar que me afectara, y me concentré en descubrir la siguiente indicación para saber qué dirección debíamos tomar en la siguiente ramificación.
—La verdad es que no puedo negar que te has convertido en toda una mujercita, ni punto de comparación con la mocosa lastimera que tenía almacenada en mis recuerdos. ¿Cuántos ciclos de Helios habías vivido cuándo nos conocimos? ¿Cinco? ¿Seis? —Sentí como la confusión invadía a los soldados que caminaban detrás de mí—. Y mírate ahora... ¿cuánto ha pasado desde la última vez que nos vimos?
Duacro hizo una pausa para que le respondiera pero yo permanecí callada por miedo a que se desataran las emociones que se estaban acumulando en mi interior.
—Década y media por lo menos. ¿Sabes qué es lo que más me sorprendió de ti? Además de tu llanto incesante, claro. Cada vez que pienso en lo insoportable que fue aquella semana me dan ganas de golpearme la cabeza contra la pared, pero la verdad es que me regalaste los mejores días que había vivido en muchos ciclos.
Su carcajada me puso la piel de gallina y cerré los ojos en un intento de calmarme mientras limpiaba la suciedad que tapaba la siguiente marca.
—Cuando sentí tu presencia en el laberinto pensé que ibas a ser otra cría insoportable a la que engañaría fácilmente para que se matara y me liberara de su compañía. ¡Cuántas como esas han pasado por aquí...! pero tú resultaste ser algo completamente nuevo para mí. —La indiferencia con la que hablaba de la manipulación y de la muerte de personas inocentes me hizo sentir náuseas y el dolor por su pérdida se unió al que ya vivía dentro de mí—. Todavía recuerdo lo frágil que parecías cuando te vi por primera vez. Ni siquiera me hizo falta echar un vistazo a tu mente para entender lo mucho que querías confiar en mí cuando te tendí mi mano y te dije que te ayudaría a salir de aquí.
»Podía ver en tus ojos la batalla entre el instinto que te urgía a alejarte de mí y la desesperación y el miedo que te animaban a decirme que sí, pero resultaste ser más fuerte de lo que pensaba y tardé días en conseguir que reaccionaras. Cada vez que se te cerraban los ojos por el cansancio me volvía loca pensando en lo fácil que había sido para mí acabar con las vidas de tantos adultos en cuestión de segundos, y sin embargo allí estaba, intentando convencer a una insignificante criatura de que quería ser su amiga.
»Cuando sentí tu alma en la punta de mis dedos me maravilló la cantidad de emociones contenidas que aprisionabas, y al ver el recuerdo de lo que te había traído a mí supe qué era lo que tenía que hacer. La ira fluía con tanta fuerza por tus venas que solo tendría que crear una pequeña chispa para conseguir que te consumieras en tu propio odio, y los niños que te habían hecho correr hasta el bosque para huir de sus insultos y de sus golpes me parecieron la excusa perfecta. Después de todo no era culpa tuya haber nacido sin magia y mucho menos haberte caído por el túnel cuando lo único que buscabas era un poco de tranquilidad para poder compadecerte de ti misma en paz.
Cada vez que salía una palabra de su boca me atravesaba un pinchazo de dolor que hacía que me flaquearan las rodillas y que aumentaran mis ganas de dejarme caer. Le di un puñetazo al muro que tenía enfrente al no encontrar la indicación necesaria para seguir avanzando, y a pesar de que la sangre cubrió mis nudillos, el dolor nunca llegó, camuflándose entre las oleadas de sentimientos que inundaban mi ser. Dejé que el aire saliera de mi boca lentamente al encontrar la siguiente marca y empecé a caminar sin levantar la mirada del suelo.
—Te tenía, juro que te tenía. Estabas encantada con la idea de acabar con aquellos demonios que tanto daño te habían hecho y casi vibrabas ante la emoción de conseguirlo, pero entonces tus ojos adquirieron un brillo especial ¡y lo tiraste todo por la borda!
De la boca de Duacro volvieron a salir cientos de voces que me agarraron por el cuello y me empujaron violentamente contra el muro, haciendo que se me clavaran sus puntiagudas piedras en la piel. Las lágrimas brotaron de mis ojos cargadas de emoción y todo el dolor que había acumulado se liberó repentinamente, haciendo que ardiera el nudo de angustia que se había posicionado en mi garganta y que casi no me dejaba respirar.
El cuerpo de Duacro fue atravesado por un objeto volador que abrió un agujero en su abdomen que la forzó a desaparecer, y cuando dejé de sentir la fuerza que me empujaba hacia atrás, me caí al suelo. El entumecimiento que se había apoderado de mi cuerpo impedía que me levantara para seguir avanzando. Estaba agotada, como si estuviera reviviendo todo lo que había sentido cuando era pequeña, y mi llanto se acentuó al recordar los cuerpos de los niños inocentes con los que nos habíamos topado al entrar. Pero entonces sentí como la brisa marina me despejaba los sentidos y el tacto de una cálida mano en mi espalda me ayudaba a incorporarme. Al hacerlo me encontré con la preocupada mirada de Killian, que me observó con intensidad durante unos segundos antes de soltarme para acercarse a la zona de la pared en la que debían estar las indicaciones y dejarlas al descubierto, ocupando así mi lugar.
—Tenías que venir a hacer gala de tu moral —continuó Duacro al aparecer de nuevo—, decidir que aquello estaba mal y que era mejor dejar que te siguieran arruinando la vida en vez de hacer algo productivo con ella. ¡Cobarde!
Aquella vez había sido Aidan el encargado de hacer que la mujer se desvaneciera en el aire, permitiendo que disfrutáramos del silencio mientras caminábamos hacia el siguiente desvío. No recordaba cuántos habíamos pasado, pero teníamos que estar muy cerca de la salida. Killian nos guiaba entre los enrevesados pasadizos con rapidez y decisión, pero Duacro volvió a aparecer cuando nos detuvimos en la siguiente bifurcación.
—No te imaginas lo mucho que me sorprendiste cuando te diste cuenta de que te estaba manipulando y transformaste tu ira en determinación. Me reí de ti durante horas mientras te observaba caminar de un lado para otro y volver abatida sobre tus pasos cuando encontrabas un callejón sin salida... Oh, ¿pero quieres dejarlo ya? —le gritó a Killian.
Él la ignoró y continuó buscando el dibujo en la pared sin ni siquiera mirarla a la cara, pero ella, en lugar de enfadarse, soltó una sonora y tenebrosa carcajada que retumbó en mis oídos.
—Moira, Moira... ¿piensas que soy estúpida? ¿Que no me había dado cuenta de la existencia de tus pequeños garabatos y que los iba a dejar ahí para que todo el mundo pudiera encontrar la salida? Lleváis horas caminando en círculos, siguiendo un mapa que cambié hace tiempo y que no os va a llevar más que a la profunda locura.
¡Feliz día!
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Biquiños ❤️
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