"Verdades Sangrientas"
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Había gran algarabía en el pueblo, los aldeanos se encontraban felices, celebrando con bailes y cantos el compromiso de su príncipe. Y no solo eso, habían adornado hermosamente la plaza principal para recibir a la familia real, decorando con cadenetas florales y pancartas con los colores representativos del reino.
Jimin observaba todo impresionado, pues nunca se había relacionado demasiado con los pobladores de su región. Solamente asistía a un festival que se realizaba una vez al año, donde mayormente se juntaba con gente de la nobleza; ahí fue donde conoció al lord Taemin, forjando una amistad con él luego de ello.
En cuanto los carruajes se detuvieron a la orilla de la enorme plaza todos comenzaron a aplaudir. El rey y la reina fueron los primeros en mostrarse, y sus súbditos se inclinaron como muestra de respeto. Jungkook con una enorme sonrisa abrió la puerta de su carruaje, siendo rodeado por un grupo de niños apenas puso un pie en el suelo.
Le pareció impresionante la familiaridad con la que lo trataban, llamándolo por su nombre y halándolo de un lado a otro. El pelinegro solo sonreía, dejando caricias en sus cabellos mientras se unía a sus juegos. Parecía un pueblerino más entre esos pequeños, más aún por las vestimentas simples que portaba.
—Lord Jimin. —Sin darse cuenta se había quedado observando fijamente al heredero, por lo que se sobresaltó cuando escuchó al príncipe BeomGyu llamarle.
Este lo observaba con una sonrisa discreta, extendiéndole la mano para ayudarle a bajar de carruaje.
—Gracias, su Alteza.
Se mantuvo junto al alfa, viendo como los músicos comenzaban a tocar una melodía alegre y se retomaban los bailes, que le parecían sumamente extraños, pues consistían en vueltas y saltos que para él no tenían sentido.
En todo ese tiempo se le había hecho difícil apartar su mirada de Jungkook. A pesar de lo que este le había dicho antes, esa impresión que le causó cuando hizo frente de esa forma a su padre, el rey, había hecho mella en él; y comenzaba a aceptar que por su terquedad, se había hecho una idea errónea del príncipe heredero.
El verlo conversar tranquilamente con unos ancianos que estaban sentados bajo una carpa le dejó saber que era paciente y amable, pues ellos se veían muy alegres hablando con él, a pesar de ser mucho más joven.
—Mi hermano mayor es alguien impresionante, ¿no cree, lord JiMin? —habló BeomGyu observándolo bailar con unas mujeres con sus ojos brillosos. El alfita sentía una gran admiración por su hermano mayor, eso era claro.
—Eso parece —murmuró, cruzando sus brazos tras su espalda.
—Usted ha estado muy quieto todo el tiempo, no ha probado ni un bocado de toda la deliciosa comida que hay aquí, tampoco ha hablado mucho.
—Estoy bien así. —Se encogió de hombros, viendo como todas las parejas de baile formaban un círculo que se iba expandiendo, acercándose al lugar donde ambos estaban.
—Debería al menos bailar un poco —observó al castaño, que solo alzó las cejas un par de veces antes de empujarle.
Abrió sus ojos en grande al sentir como lo tiraba contra Jungkook, deseando soltarle algún improperio al príncipe menor. ¿Cómo se atrevía a empujarle de tal forma?
Observó avergonzado al ojiverde y a la omega con la que estaba bailando, sin saber que decir para justificar lo que sucedió. Estaba seguro de que si decía que había sido empujado por BeomGyu no le creerían, pues este ya se había unido a la rueda de baile junto con Taehyun Lakespire.
Había estado tan distraído observando a Jungkook todo el rato, que ni siquiera había notado que los demás ex-pretendientes a futuro consorte también habían llegado al festival.
—Creo que su prometido desea bailar con usted, su Majestad. —La omega soltó una risita, llevando una mano a su boca para disimular.
Jimin alzó ambas cejas con sus mejillas coloréandose de un fuerte rosado, negando discretamente cuando vio al príncipe extender una mano hacia él, mientras la mujer hacia una reverencia y se marchaba a bailar con alguien más.
—No sé bailar esto —declinó, siendo más porque estaba seguro que con tantos saltos y vueltas terminaría sudando y con su peinado arruinado.
—Usted es alguien inteligente, lord Jimin, si puede bailar tan bien esos sosos bailes de salón, puede hacer esto hasta con los ojos cerrados. —Tomó su mano con una enorme sonrisa, casi arrastrándolo hacia el centro de la plaza.
Jungkook puso una mano en su cintura, tomando una de las suyas para colocarla en su hombro. Lo cierto es que no pudo reprochar, porque la sonrisa alegre con la que lo observaba lo había dejado algo atontado. Era la primera vez que veía al futuro monarca sonreír de tal forma.
El pelinegro le instó a moverse, siéndole difícil al principio seguirle el ritmo, pero lográndolo poco después. Le dio una pequeña sonrisa a Jungkook cuando puso hacerlo a la perfección, y este asintió, haciéndolo dar una vuelta para luego volver a colocar una mano en su cintura.
Soltó una carcajada, danzando de una lado a otro junto con las demás parejas. Ese baile había resultado ser mucho más divertido de lo que parecía a simple vista. Estuvo bailando con el príncipe varias canciones, de vez en cuando intercambiando para bailar con algún otro alfa, pero siempre volviendo a los brazos de Jungkook.
Para el final de la tarde fue que decidieron marcharse, luego de haber bebido y comido lo que los súbditos amablemente le ofrecieron. Los reyes junto con el duque ChulHo, HoSeok y su esposo, se habían marchado más temprano, por lo que BeomGyu regresaría con ellos en su carruaje, junto con Taehyun quien también había decidido quedarse.
Esperaban a Jungkook ya en el interior, que se despedía de los últimos aldeanos. Una vez el también estuvo dentro iniciaron regreso al castillo. En el camino todos iban hablando de lo maravilloso que había sido todo, excepto por Jimin, que solo de vez en cuando se unía a la conversación para dar su opinión sobre algo. No hacía mucho rato desde que salieron de la ciudad cuando el carruaje se detuvo repentinamente.
—¿Qué sucede? —cuestionó el rubio intentando observar por la ventana—. ¿Esos son antorchas?
—Esperen aquí, no salgan a menos que yo lo ordene —sentenció Jungkook, dándole.una mirada seria a todos antes de bajar del carruaje.
La tensión en el aire se podía cortar con una espada, el pelinegro, con su mirada decidida y firme, salió del carruaje, dejando a Jimin y a los demás llenos de inquietud. La luz de las antorchas iluminaba la oscuridad, revelando a seis hombres encapuchados, armados con espadas y sables, que se acercaban lentamente.
Se trataba de una emboscada.
BeomGyu, que observaba atento desde la ventana, fue el primero en reaccionar. Se lanzó hacia la puerta del carruaje, saliendo para ayudar a su hermano, mientras este ya había sacado su espada y se posicionaba en un ángulo defensivo.
Los hombres comenzaron a rodearlos. Uno de ellos disparó una flecha que silbó en el aire. Jungkook esquivó casi en el último momento, sintiendo la ráfaga de aire frío pasar junto a él. Contraatacó con un movimiento fluido, lanzando su espada hacia el atacante más cercano. La hoja brilló bajo la luz de las antorchas antes de impactar con un crujido sordo en el cuerpo del hombre.
BeomGyu no se quedó atrás, tomó la espada del muerto, que había caído al suelo, y se lanzó contra otro hombre. Con una rapidez sorprendente, lo desarmó y lo empujó al suelo.
La pelea se intensificaba. Jungkook se movía como una sombra entre los atacantes, su destreza le permitía esquivar ataques mientras contraatacaba con una precisión letal. Cada golpe era decisivo, cada movimiento calculado.
Jimin observaba desde dentro del carruaje, los latidos de su corazón resonando en sus oídos. No podía quedarse quieto mientras veía a los príncipes luchar con tal desventaja en número. Así que decidió hacer algo arriesgado: salió del carruaje y se dispuso a ayudar a BeomGyu.
—¡Jimin! ¡Regresa al carruaje! —gritó Jungkook al verlo salir, pero ya era demasiado tarde. Jimin tomó una rama del suelo y se lanzó hacia uno de los hombres que intentaba flanquear al príncipe menor. Golpeó con fuerza la rodilla del atacante; este cayó al suelo, sorprendido por la valentía inesperada del joven noble.
—¡Eso es! —animó BeomGyu mientras bloqueaba otro ataque con su espada.
Finalmente, después de unos momentos que parecían eternos, los hombres comenzaron a retroceder al ver que sus compañeros caían uno tras otro ante la feroz defensa de Jungkook y BeomGyu. Con un último grito desafiante, el líder de los atacantes ordenó la retirada.
No obstante, hubo uno de ellos que no siguió la orden, y con un movimiento rápido que no pudo ser detenido por alguno de los alfas nobles, se posicionó detrás del de ojos ambarinos, poniendo una pequeña daga en su cuello.
—Ahora me llevaré al lord de Florien, si no quieren que le suceda nada suelten sus armas y quédense quietos —amenazó, apoyando más el filo contra la piel del omega, haciéndole una cortada fina y pequeña que dejó rodar una gota de sangre.
Jimin tragó saliva, sintiendo su corazón bombear fuerte contra su pecho y sus manos temblorosas por los nervios. Empezó a dar pasos atrás, siendo obligado por el hombre, introduciéndose poco a poco en el bosque oscuro.
—BeomGyu —llamó Jungkook tomando un arco de uno de los atacantes muertos, observando seriamente a su hermano menor, dejando de lado incluso el lenguaje formal—. Vete con el lord Taehyun en el carruaje, manda a los soldados en cuanto llegues al castillo.
—Pero Jung-
—¡Ahora, BeomGyu! —gritó, y el menor se sobresaltó en el lugar, tragando saliva antes de asentir.
Jimin tal vez era fastidioso, y no es menos cierto que simplemente lo escogió porque creyó que era el mejor candidato —y porque quería molestarlo, no iba a negar eso—, pero ahora ese omega era su prometido y futuro esposo, por lo que debía hacer algo para salvarlo.
Se adentró al bosque escuchando partir el carruaje, intentando visualizar algo en aquella oscuridad. Rendido al darse cuenta de que no le serviría de nada intentar ver algo, cerró sus ojos, dándole prioridad a sus otros sentidos. Pronto escuchó los gritos de Jimin y el sonido que emitían al pisar las ramas u hojas secas del suelo.
Caminó siguiloso siguiendo el sonido, preparando el arco en cuando pudo observar al hombre llevando a rastras al rubio.
—¡Te ordeno que me sueltes! ¡Soy el hijo de un duque, salvaje estúpido! Yo- ¡Ahhhh! —chilló al ver una flecha atravesar el cuello de aquel alfa.
Cayó al piso debido al shock, limpiando las gotas de sangre que salpicaron a su rostro. El pelinegro corrió hacia él, ayudándolo a ponerse de pie y revisando que no tuviera alguna herida. Respiraba pesadamente mientras miraba alrededor para asegurarse de que no quedaba algún enemigo cerca. Se acercó a Jimin, quien aún temblaba por la adrenalina del momento.
—¡¿Enloqueciste?! —exclamó sacudiéndolo por los hombros—. ¡Te dije que te quedaras en el maldito carruaje! ¡Te pusiste en riego sin necesarios! —A pesar de que le estaba gritando, el menor pudo notar la preocupación brillar en los orbes verdes del contrario. Frunció sus labios, observándolo suspirar rendido—. ¿Te encuentras bien?
Jimin asintió lentamente, consciente de que había sido imprudente, pero en su interior, también se encontraba emocionado por haber participado en algo tan intenso junto a los príncipes.
—Lo lamen-
—Shhh.
Jungkook tapó su boca, preparándose después con el arco, observando con el ceño fruncido alrededor, alerta por haber escuchado un ruido no muy lejos. Observó con los ojos entrecerrados un punto brillante detrás de Jimin, abriendo los ojos en grande al notar de que se trataba. Empujó repentinamente al omega al suelo, una flecha atravesando su hombro izquierdo un segundo después.
—¡Le diste al príncipe imbécil! ¡Nuestro objetivo era el omega noble! —El futuro monarca frunció el ceño al escuchar eso, pero no esperó para soltar la flecha, que impactó en el pecho de uno de los atacantes.
El otro al ver como el príncipe hacía el intento de volver a apuntar salió corriendo, desapareciendo rápidamente de allí. Soltó el arco llevando una mano a la herida, soltando un quejido ante el dolor que le acalambró todo el brazo.
El de ojos ambarinos aún se encontraba en piso, con la mente en blanco mientras sus ojos no se apartaban de la fecha que atravesaba el hombro del príncipe.
—Lord Jimin —llamó Jungkook, pero eso no fue suficiente para sacarlo de su estado de shock—. ¡Jimin!
Saltó en el lugar pasando a observar su rostro.
—Necesitamos salir de aquí, los árboles impiden que pase la luz de la Luna, debes extraer la flecha.
Asintió, poniéndose de pie rápidamente, acercándose para dejar que el futuro monarca se apoyara en él. Agradeció que la salida del bosque no tomara mucho tiempo, pues solo minutos después ya se encontraban en el camino, con la Luna llena sirviéndoles de guía. El pelinegro todo el tiempo se mantuvo callado, solo soltando de vez en cuando uno que otro quejido de dolor.
—¡Oh por la Diosa, estás sangrando mucho! —alzó la voz, alarmado al ver como la camisa y el chaleco del príncipe estaban mojados.
—Tienes q-que sacar la flecha.
Jungkook comenzaba a sentirse débil, por lo que le pidió ayuda al omega para sentarse en el suelo. Las manos de Jimin se encontraban temblorosas y sudadas, desesperado por no saber que hacer. Lo único que le venía a la mente eran una serie de gritos e insultos por haber hecho tal estupidez. ¿Es que se le había olvidado que sería el futuro rey y tenía la vida de millones de personas sobre sus hombros? ¿Por qué simplemente no dejó que lo atacaran a él? Él era un noble cualquiera que podía ser reemplazado fácilmente.
Inspiró profundo, preparándose mentalmente para ayudar al alfa. Tomó la parte trasera de la flecha, advirtiéndole a Jungkook que dolería. Utilizó toda su fuerza para partirla, dejando en segundo plano el grito de dolor que soltó el contrario. El ojiverde estaba todo sudado, con el cabello negro pegado en su frente y los ojos cerrados, su respiración agitada resonando en el silencio.
Sacó la flecha, observando como la sangre comenzaba a brotar con mayor intensidad. Un escalofrío le recorrió al pensar que Jungkook podría morir allí mismo y; contrario a lo que pensaba, en vez de en cierta forma estar feliz, pues así se libraba del compromiso; el miedo y la preocupación eran lo que abarcaban su mente.
Sin pensarlo mucho se quitó el jubón, presionándolo con fuerza contra la herida para detener el sangrado, quedando solo con una fina camisa blanca, casi transparente. El mayor apenas y se quejó, manteniendo los ojos cerrados y su respiración ralentizándose.
—Ey, príncipe Jungkook —llamó y el mencionado hizo apenas un ruido para hacerle saber que le estaba escuchando—. Oye, no puedes dormirte. ¿Príncipe Jungkook? —No recibió respuesta—. ¡Jungkook!
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