Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9

—Abran las puertas.

—Pero Señor...

—¿Vas a desobedecer? —preguntó con fuerza y el sirviente rápidamente sacó un fajo de llaves de su cinturón. Su mirada se volvió hacia las paredes de aquel lugar, eran oscuras, feas y sucias. Notó el aroma pestilente que abrazaba el suelo y frunció más el ceño cuando escuchó que la puerta se abría.

Entró sin más, pisando con fuerza el suelo de cemento cuando notó la luz que reflejaba el calabozo. Era tenue, limpia a pesar del piso mugriento que sus calzados tocaban. Observó un plato de comida vacío, un vaso que apenas tenía agua en su interior. Su mirada viajó a la cama, apenas del tamaño de su hermano mayor, con un fino edredón que se encargaba de darle apenas calidez a su cuerpo. Su pecho se oprimió y mordió con fuerza cuando aquél siquiera se había dado la vuelta para verificar de quién se trataba.

—Yoongi —llamó y sus ojos se agrandaron, esperando algún movimiento, alguna palabra. Su corazón se aceleró cuando no notó ningún movimiento. Volvió a llamarlo—. Yoongi.

Nada. 

Corrió con rapidez y tomó el edredón con furia, sus manos lo despojaron de todo calor y el cuerpo de su hermano mayor quedó a la vista. Yoongi siempre había sido un Alfa grande, delgado y apuesto. Sin embargo, el nudo que sintió en su garganta, el dolor de estómago que resurgió de su interior no se comparó al dolor de la circunstancia que vivía tenía. El pecho, las costillas, las piernas de su hermano estaban cubiertas de finas cicatrices blanquecinas, de marcas notorias, de hambre, de tal violencia que su cuerpo retrocedió. Yoongi era un príncipe, un príncipe y el siguiente que iba a poseer la corona después de su padre. Era su derecho por hijo, por fuerza. Por ser un Alfa verdadero.

Pero ahí estaba, delgado como un esclavo, con la piel destrozada, gris. Qué tan dichoso y asqueroso destino le deparó de aquél monstruoso día, hace dos años, cuando su hermano quiso dejar libre a la criatura que su padre tenía cautiva. Su corazón se llenó de un dolor desgarrador, de un enojo tal por aquel demonio, por la culpa que tenía de que su hermano terminara ahí, en una prisión alejada, destruida y asquerosa del reino.

Yoongi desapareció después de que su madre le había dejado por unas horas, desesperada por encontrar un buen doctor que atendiera sus heridas. Después de eso, no lo habían encontrado, su desaparición quedó tapada por la nueva criatura que cautivó a todo Alfa del pueblo. Por su belleza, su miedo. Lo odiaba, lo detestaba tanto. Aquel demonio terrible que su madre odiaba, su hermana, todos. Aquel terrible demonio había cegado el corazón de su padre y de su hermano. Aquella bestia de cara bonita, aquella calamidad.

—Yoongi —habló con fuerza, sentía que sus ojos picaban. Vio que el Alfa se removía, y su cuerpo se volvía lento, como si le doliera el simple hecho de mover su cuerpo al costado. Su mirada apagada no destelló ningún sentimiento cuando observó a su hermano de pie, frente a él. Con ropas delicadas, bonitas, la ropa de un príncipe—. ¡Yoongi!

El joven Alfa corrió hacia su hermano mayor, sus manos fueron directo a su rostro, a su pecho. Estaba tan demacrado, tan sucio. El rostro de Yoongi se había convertido en una chispa apagada, sus ojos estaban hundidos, las ojeras, su boca, los labios resecos y agrietados reventaron en sangre cuando este intentó hablar.

—No hace falta... —comentó su hermano, el Alfa mayor lo miró vacío—. Te... Te llevaré a casa, ¿sí? Lo que el Rey hizo contigo... es una crueldad inexplicable.

Yoongi no contestó y el joven príncipe pidió ayuda para levantar a su hermano. Habían tardado alrededor de quince minutos para llevarlo al carruaje, lo acomodaron bien y el Alfa no despegó su mirada de la ventana, del cielo azul y las nubes blancas que reflejaban en su mirada. El trayecto al castillo había durado al menos unos tres días, tiempo que Yoongi tuvo para hundir su cuerpo en un pequeño lago, en comer algo delicioso y disfrutar del aire nuevo. A decir verdad, se había vuelto un Alfa callado, pensó su hermano, solo asentía, decía pocas palabras y no preguntaba nada.

Cuando llegaron al reino entraron por la puerta trasera, Yoongi se sentía cansado, sereno, el sueño lo inundó con locura cuando el sol chocó contra su rostro al bajar del carruaje. El aire era pesado, caliente, pero le gustó el aroma a tierra mojada que había, suavemente su hermano lo tomó del brazo y ambos entraron a lo que alguna vez fue su hogar. A decir verdad, no recordaba muy bien la decoración del palacio, pero le gustaban los muebles nuevos, el color de la pared, y los cuadros que colgaban en ellos. Las grandes ventanas permanecían abiertas y las velas apagadas, le gustó, en cierta forma, el aroma y la simpleza del lugar.

Al llegar a sus aposentos su hermano lo dejó con dos criados que lo ayudaron a bañarse una vez más, le cortaron las uñas, quitaron las costras de su piel y vendaron cualquier herida abierta. Les dejó ir cuando acabaron el aseo y pidió cambiarse solo para tener un momento de paz, a solas. Yoongi se quedó de pie, mientras oía la puerta cerrarse y su mirada se desviaba a su cama tendida. Respiró profundo, sin detectar sus propias feromonas en aquel lugar, pero estaban sus libros, algunas que otras cosas y había flores sobre un mueble. El Alfa entrecerró los ojos, y caminó, sus dedos rozaron los pétalos, los suaves aromas y su corazón se aceleró.

—Jimin. —soltó, y su voz salió rota y bajita.

Su mirada se desvió hacia la ventana, hacia el hermoso día soleado, hacia el mar que se veía azul y sereno. Allá. Yoongi tuvo recuerdos vagos de una criatura delgada y maltratada, su ceño se frunció, pero su pecho dolió al igual que su cabeza cuando quiso recordar su rostro.

Decidió olvidarlo y se dispuso a buscar la ropa que yacía sobre la cama. Se colocó los pantalones, suaves, y cómodos. También se puso una camiseta blanca, simple, dejó las otras cosas y fue directo al baño. Evitó mirarse al espejo, y buscó cualquier cinta que sirviera para atar su cabello. Tomó una de seda, que ataba las toallas limpias y se la colocó con cuidado. Se quedó unos segundos así, quieto, pensando. Sus manos eran grandes, y con cicatrices, pensó, tal vez, en las incontables veces que se los rompieron. No podía cerrarlos por completo y temblaban ligeramente. Los tomó y los llevó a su pecho cuando escuchó que alguien entraba. Oyó la voz de su hermano y salió con lentitud.

—Ven a comer —murmuró—. Con tu familia.

Tardó varios segundos para reaccionar. Asintió con lentitud y acompañó a su hermano al comedor del palacio. Los guardias que había le ofrecían sus reverencias y Yoongi saludaba apenas con un asentimiento. Pudo oír el silencio del lugar, de voces, el ruido de los cubiertos, del viento que entraba parecía resonar por todo el lugar cuando su mirada chocó a los ojos de su hermana menor. Esta se levantó con rapidez, respirando agitadamente, sus piernas se movieron y sus brazos envolvieron el cuello de Yoongi con fuerza.

—¡No sabes la desdicha que cayó sobre este palacio cuando desapareciste, Yoongi! —murmuró y el Alfa la miró, calmado—. Te buscamos en secreto, padre no nos dejaba, a nadie, ese hombre... Se ha vuelto tan terco, tan cruel. Lo bueno es que...

—Minjeong —murmuró el joven Alfa a su lado y esta calló la boca. Se apartó, sonrojada, y Yoongi divisó en la mesa a otro hombre. Su mirada risueña quiso reconocerlo, pero no, era un rostro nuevo contra su pobre memoria—. Este es el esposo de nuestra querida hermana. Es el príncipe Kim Hyunjin de nuestro reino vecino. Señor, este es el Príncipe Yoongi.

Observó los labios del Alfa moverse, inclinarse. Pero no escuchó nada. Yoongi entró en un trance, su padre estaba enojado con él. Pero no podía recordar bien las razones. Yoongi sintió que su cabeza dolía, un hombre cruel capaz de hacerle esas terribles cosas. Su padre. Su Rey. No recordaba tal relación fatal entre ellos, no recordaba la enemistad. Pero sus ojos no lo engañaban, los temblores de sus manos, las cicatrices que tenía le revelaron el único responsable de todos esos males.

Un Rey tirano, capaz de torturar a su propio hijo.

Sintió un gusto amargo en la boca cuando observó la comida, cuando se sentó a la derecha del asiento del Rey.

—¿Y madre? —preguntó apenas cuando observó su asiento vacío. Sus hermanos dejaron de comer, y los ojos del joven Alfa lo miró con pena.

—Madre... enfermó, Yoongi —murmuró el príncipe, el Alfa frente suyo sintió algo extraño dentro de su pecho. No era dolor, pero se sentía feo—. Enfermó hace un año, y finalmente falleció en su tierra natal, allá, en...

—Murió... —interrumpió y su apetito se lo llevó el mismo viento que sopló en el comedor. Su mirada se desvió del plato y lentamente se levantó, hizo una reverencia y pidió disculpas a pesar de que su hermano siguió hablando. Yoongi se abrió paso hacia los pasillos, caminando, ido, temblando. Quiso llegar a su habitación, a su refugio. Quiso llegar al único lugar que lo protegería de todo lo nuevo, del odio de su padre, de la muerte de su madre. Sin embargo, el silencio se volvió más mortífero, más fuerte. La mente de Yoongi dejó de prestarle atención al lugar donde estaba.

No era el pasillo de su habitación. Este estaba desolado, la decoración precaria, las paredes parecían descuidadas, sin pintar, y las ventanas abiertas dejaban entrar el viento caluroso y suave. Su mirada se volvió, y decidió regresar a su lugar cuando reconoció una puerta al final del pasillo.

Su mirada se elevó, como si viera a su madre de vuelta, como si detrás de ella se encontrara algo reconocido, algo familiar. El pecho de Yoongi empezó a latir, su respiración se volvió más pesada y sus pasos se volvieron más sigilosos y lentos.

Había un aroma extraño, pequeño, chiquito, pero podía sentirlo. En aquellas paredes, en aquél suelo. En esa puerta. El Alfa enfrentó el lugar con la mirada cegada, perdida, sus manos empujaron con suavidad y un viento suave y caluroso chocó contra su rostro.

Y con él, un suave aroma dulzón que dilató sus ojos, que relajó su cuerpo. Yoongi se quedó varios segundos ahí, en el umbral de la puerta, su mirada se extendió y divisó una gran cantidad de almohadones desordenados, había sangre, sangre seca, desorden. Sus pies avanzaron como alma que lleva el Diablo hacia esa habitación. Y sus manos temblaron, sus dedos, su cabeza, las sensaciones que sentía.

Parecía reconocer aquel lugar, aquellos objetos, Yoongi miró los estantes, las decoraciones, las ropas, observó los ramos de flores marchitas, tan secas que al tocarlas se desmoronaron en un segundo. Las prendas eran pequeñas, su aroma, su estructura, Yoongi sintió que su Alfa se removía en su interior.

Aquellas feromonas le resultaban tan familiares, tan brutales y desesperantes que su mirada se volvió a todos lados. Cada tela lo tenía, cada esquina. Yoongi se embriagó del aroma dulzón, del aroma de la sangre, era tan tenue, pero lo alteraba de cierta forma que sus ojos se dilataron cuando observó allá atrás, oculto, detrás de un gran espejo sucio y polvoriento. El atril de su padre, aquél donde pintaba sus grandes obras, lo sintió ahí, sintió su olor picante. Yoongi se sintió descompuesto, y lentamente se acercó hacia él. El cuadro que tenía colgado estaba cubierto por seda blanca, y el Alfa temió quitarlo. Temió observar la pintura que había detrás suyo.

Pero su puño se cerró en ella y la quitó. Sus ojos se dilataron con fuerza, su pecho se convirtió en un mar enojado, fuerte, cada latido era como una ola furiosa que azotaba su tórax. El vértigo que sintió, el dolor, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando observó aquella pintura. Aquel rostro, aquel cabello de ángel y ese cuerpito desnudo. Yoongi sintió que su Alfa se volvía loco, su cuerpo, sus recuerdos, sus sensaciones. Todas sus heridas dolieron una vez más cuando de su boca se escapó el único nombre que lo condenó al odio de su padre. Al único ser vivo que poseía toda inocencia, toda ingenuidad.

—Jimin —murmuró cuando observó los ojos de la criatura pintados. Retrocedió, descompuesto, los recuerdos chocaron en su mente con rapidez, vagos, desastrosos, las lágrimas descendieron por su rostro cuando llevó ambas manos al cráneo. Miró la sangre, el aroma, las feromonas de su padre. De la criatura. Yoongi recordó al Omega que trajeron los piratas, recordó las palabras de Jimin, su rostro, su carita. Su Alfa se llenó de una ira incomprensible cuando miró la sangre seca, ahí, esperando más de dos años para ser removida. La sangre de un cachorro muerto, del hijo de su padre—. Maldito... Maldito hijo de puta.

Salió de ahí con rapidez, la cabeza le dolía como el infierno y sus ojos se inyectaron de sangre cuando cruzó los pasillos. Su hermano menor estaba a cargo, con sus hombres, sus guardias, sabía que los perros de su padre estaban fuera, que su madre estaba muerta y que nada ni nadie sabría el verdadero paradero del Omega. Pero Yoongi dejó salir el aire, sus piernas se movían por sí solas, directo, agitado, si había alguien tan viejo y asqueroso sería él, aquél Alfa. El mismo que dictaba las misas de su Iglesia y el mismo que bendecía a su padre cuando buscaba la guerra. Yoongi azotó la puerta del padre cura cuando encontró su habitación. Su Alfa luchó para no salir cuando lo observó de pie, ahí, observando la ventana como si nada pasara.

—Yoongi —habló el viejo Alfa, su mirada grisácea se volvió hacia él. El joven príncipe respiró profundo, estático—. Si vienes a confesar tus pecados... Puedo darte un momento, tengo que emprender un viaje en unas horas.

Yoongi no se movió.

—Padre —murmuró, intentó no sonar extraño, no parecer alterado, pero su voz salió gruesa y dura, terrible. El joven Alfa apartó la mirada unos segundos, pero volvió a mirarlo, aquél viejo sabía la verdad—. ¿No me dará la bienvenida? He estado ausente dos años.

El viejo Alfa lo miró, Yoongi observó sus arrugas, sus ojos, lo recordó el día que trajeron al Omega al palacio, recordó su rostro, se asombró al ver a un demonio en persona. Yoongi sintió que sus manos temblaban, no por miedo, ni por temor. Su sangre parecía hervir a cada segundo que pasaba, a cada idea, cada hipótesis que saltaba por su cabeza cuando recordaba a ese Omega y a Jimin.

—Claro... Hijo —el hombre caminó con tranquilidad hacia él, Yoongi cerró los ojos cuando el Alfa fue en busca de algo entre sus cosas y más tarde sintió sus dedos sobre su frente. Escuchó sus plegarias, su voz, mientras marcaba una pequeña cruz sobre su rostro—. Que Dios te acompañe...

Yoongi abrió los ojos, su Alfa se removió en su interior y su voz salió tranquila, lenta, venenosa—. ¿Y por qué me abandonó durante dos años? No... No lo comprendo, Padre, no sé qué hice mal... Me han torturado tanto... Que apenas recuerdo. ¿Es así como Dios... me acompaña? 

—Oh, hijo... Es que has hecho algo terrible —murmuró el viejo hombre, posó sus arrugadas manos sobre los hombros de Yoongi—. Arrodíllate, vamos, permíteme limpiarte de tus pecados. 

Sus pecados... Yoongi se arrodilló con lentitud, sus ojos se agrandaron, sus pupilas dilatadas, enormes, se sorprendió que el padre no se asustara de su estado, su Alfa rugía, rugía con furia con cada palabra. Algo terrible, pecados, cosas feas... No podía entender cómo es que salvar a una criatura de quince años que acababa de perder a su cachorro era algo terrible para la humanidad, cómo salvar a Jimin del Rey era un pecado que requería la limpieza del alma. 

—Has sido seducido por un demonio, Príncipe Yoongi, lo ha cegado... Quiso poseerlo, quiso tomarlo y obligarlo a cometer actos impuros... —empezó, Yoongi se mordió la lengua, clavó sus uñas sobre las palmas de sus manos para aguantar la ira—. Un demonio te obligó a ayudarlo a escapar de aquí, donde lo teníamos encerrado para que no dañara a nadie. Fue un milagro que tu padre te salvara de un destino fatal...

—¿Mi padre...? —murmuró.

—Estabas cegado, Yoongi, querías a toda costa proteger el cuerpo del demonio, proteger su asquerosa existencia... Te sedujo de tal forma que lo único que pudimos hacer para salvar tu alma era quitándote tus recuerdos de él. Claro que... Eso requería medidas drásticas, muchos sufrieron por tus pecados, Yoongi, tu pobre madre, la Reina, falleció por la cólera, tus hermanitos, el príncipe y la princesa se negaron a que purificaran tu alma de aquellos terribles recuerdos... Lo bueno es que tienes un padre bueno, Yoongi, y gracias a él hoy puedes pedir perdón por tus pecados. Por haber... Apañado a un demonio. 

No podía respirar. Yoongi bajó la mirada, temblando de furia, sus ojos se quedaron quietos en sus dedos, en las cicatrices. ¿Golpearlo hasta desmayarse era limpiar su alma? Menuda mierda, menudo hijo de su gran puta. Era tanta la ira que Yoongi apretó sus manos, respiró profundo y sintió las lágrimas en sus ojos, quería tomarlo del cráneo y romperlo contra el suelo. Tantas palabras, tantas oraciones de culpa, injuria y fatalidad hacia los demonios, hacia las obscenidades. Su padre no tenía una pizca de bueno en la sangre, no tenía nada que lo salvara del odio y las ganas de partirle la asquerosa cara.

Habían violado a Jimin, lo habían retenido, golpeado, su padre fue el culpable de arrancarle el cachorro que mantenía en su vientre... Y, sin embargo, aquella criatura era el demonio. Era la calamidad nefasta que no merecía la libertad de nada. Y es que, Yoongi no sabía si ellos eran los locos o si él ya había perdido la cabeza, pero estaba seguro que sus doctrinas y pensamientos eran una mierda. Su mirada se levantó, hecha furia, su lengua venenosa salió con fuerza, sus ojos, su rostro, sus colmillos crecieron y sus orbes marrones destellaron el rojo de su Alfa. 

—Perdone mis pecados, padre —murmuró—. Perdóneme... Por ser el culpable de tanta desdicha, de la cólera de mi madre, de las injurias, de mi deseo por poseer a un demonio... Perdóneme, padre, perdóneme porque juré con mi alma proteger a esa criatura... Porque mataré a mi padre, y porque le partiré... Su puta cara. 

—Príncipe Yoong...—no tuvo tiempo de terminar la frase cuando lo abofeteó con fuerza. El padre se estrelló contra los muebles con brutalidad y Yoongi gritó con dolor. Miró su mano, sus dedos temblaban, sangrientos, le dolía tanto, le dolía como el infierno. Pero sus ojos se volvieron rojos, rápidamente se acercó al viejo Alfa y le rugió con furia—. ¡Demonio! ¡Te ha tomado, te ha tomado del alma!

—¡Lo hizo! —rugió Yoongi, sus manos lo tomaron del cuello, lo apretaron, lo apretaron hasta que sus uñas le cortaron la piel. El viejo Alfa lo miró con grandes ojos—. ¡Lo hizo, me tomó el alma, el corazón, todo mi maldito cuerpo se lo quedó él! ¡Toda mi maldita existencia le juró y le jurará el maldito paraíso, porque no existe peor demonio que nuestra raza impura y lujuriosa, no existe peor sabandija que un viejo Alfa asqueroso que castiga y envenena las mentes ajenas para actuar a sus propias ideas! ¡No sabes una mierda! ¡No sabes una mierda lo que tu asquerosa lengua suelta! ¡Tú y aquél viejo condenaron a dos criaturas inocentes, tú y decenas de hombres que abusaron de su poderío! 

—¡Eres un demonio, un sirviente, un sirviente del Demonio!

—¡¿Dónde está el Omega?! —gritó y lo empujó contra el suelo, la sangre salpicó las baldosas y Yoongi se mordió la lengua, su pecho subía y bajaba con fuerza, su Alfa, alterado, no quería más que matarlo—. Padre... —murmuró con la voz venenosa, lenta, debía calmarse—. Padre... Perdone mis pecados... —murmuró, caminando, pisó con fuerza la mano del Alfa y rápidamente le cubrió la boca, ahogó su grito y lo acercó a sus labios—. Perdone... Porque de chico espié a mi padre cuando trajeron al Omega... ¿Lo recuerda? Aquél que tenía los cabellos dorados, tan... tan dorados que hasta parecían como el mismo sol. Dígame una cosa... ¿Qué pasó... con ese Omega? ¿Lo torturaron, abusaron de él, lo mataron? ¡Dilo!

—Lo... —murmuró el hombre, Yoongi notó sus colmillos, amarillos, apretó su cabello, y removió su pie, la sangre empezó a manchar el suelo—. ¡Tu padre lo tomó! ¡Lo tomó...! ¡Y no pude salvarlo de cometer tales pecados, de relacionarse...! ¡De aparearse con ese asqueroso bicho! Lo ejecutamos... Ejecutamos al demonio tiempo después cuando lo encontramos en una celda mugrienta, agonizando como debería. Todo hinchado. La asquerosa bestia se había reproducido como las ratas, aquél maldito demonio encontró su camino al infierno cuando le partimos el cuerpo. Y esa sucia criatura que salió de él... Esa maldita bestia... Tu padre estaba tan cegado con ella que lo ocultó del mundo, ¡Lo ocultó! ¡Decía que era un maldito ángel! ¡Que era un maldito ángel que él creó! ¡Y lo quiso, lo quiso tantas veces que buscó llenarle de engendros! ¡Buscó reventarle el asqueroso vientre que se trae... Repudiable! ¡Esa maldita criatura debería morir! 

—¡Cierra la boca! —gritó y azotó la cabeza ajena contra el suelo, la boca del padre reventó en sangre y Yoongi se alejó de él. Las lágrimas descendieron de su rostro, su pecho, su corazón, estaba tan alterado, tan... Tan asustado. Sus temblorosas manos no podían dejar de moverse, Yoongi frotó su rostro. Lo sabía. Lo sabía. Jimin era hijo de su padre. Era hijo del Rey y fue su amante por años. El rostro del príncipe empezó a temblar, asqueroso. Embarazó a su propio hijo, lo torturó. A Jimin, su Omega, su criatura. Su... 

—Mi hermano... —susurró con la voz quebrada, tenía la misma edad que el príncipe, que su hermano menor. Yoongi evitó llorar, pero el llanto lo atacó con fuerza. Era una bestia, era un monstruo. Deseó morir, deseó quitarse la vida ahí mismo. Dentro de ese palacio, durante tantos años, tanto odio, tantas ideas en la cabeza... Porque mientras él crecía para ser un Rey, Jimin tenía a otro entre las piernas—. ¿Dónde... Dónde está el Omega? 

—¡Vete al infierno, Demonio! 

—¡¿Dónde está el Omega?! —rugió, los ojos de Yoongi se volvieron al rojo furioso, su rostro se puso caliente, sus venas se marcaron y su cuerpo quiso quebrarlo, romperlo, la ira que sentía era como fuego quemando su alma—. ¡¿DÓNDE ESTÁ MI OMEGA?!

—¡En el infierno! —gritó el viejo Alfa y Yoongi estalló, rápidamente corrió hacia él y lo tomó del cráneo, lo golpeó una, no, dos veces, su Alfa quiso reventarle la vena del cuello con los dientes cuando sintió que lo empujaron hacia atrás. Yoongi cayó al suelo y vio a su hermano, con el rostro asustado, con las manos temblando.

—¡YA PARA! —gritó y Yoongi se miró las manos sangrientas, su hermano menor se inclinó sobre el padre, este lloraba con fuerza.

—¡Es un demonio, deben ejecutarlo, deben ejecutarlo! —gritó y el príncipe lo miró desde arriba, lo tomó en brazos, y lo ayudó a sentarse bien, la cabeza del padre dejaba caer mucha sangre, tanta que Yoongi cubrió su nariz, apenas había notado el lío de feromonas que había en aquella habitación.

—¡Silencio! —habló su hermano—. Es verdad que... Mi hermano está mal, hizo una cosa terrible con usted, pero debe perdonarlo, él no está bien. No... Lo está. Y espero, padre, que comprenda mi decisión de pedirle silencio por esto...

—¿Qué me...? —el príncipe lo tomó del cabello con fuerza y lo miró con dureza—. ¡Ahg!

—Que si dice una palabra de esto... La próxima cruz que sentirá será la de su tumba —murmuró, Yoongi lo miró—. No me jugué el puto mundo para que mi hermano termine con una estaca atravesando su cuerpo... ¿Comprende, Padre?

—¡El Rey se enterará de esto...!

—¡El Rey no está aquí! —habló fuerte y se levantó—. Y ahora... Pido humildemente que cierre su boca para que yo pueda llamar al médico... Pídele gracias a Dios por mi misericordia. Y si dices una palabra de esto... Ya verás tú. Yoongi —llamó y el Alfa mayor levantó la cabeza en alto, su hermano no lo miró—. Acompáñame.

Se levantó en silencio, limpiando la sangre de sus manos en sus pantalones, los guardias se encargaron del padre sin decir una sola palabra. Yoongi observó todo con suma atención, notó el poderío que su hermano menor cargaba en sus hombros. El Alfa de Yoongi se removió, no sabía si era miedo, u orgullo. Su hermano siempre había sido insultado por ser el Alfa más débil, pero al parecer estos dos años que pasaron lo ayudaron a construir su actitud.

Lo siguió hasta su habitación y su hermano se encargó de sacar los objetos para limpiar sus heridas. Yoongi se sentó sobre la cama y el príncipe tomó sus manos heridas, sus nudillos estaban reventados en sangre.

—No quiero que vuelvas a hacer eso —habló. Yoongi no supo, por el tono, si le estaba rogando o le estaba demandando. Los ojos de su hermano se pegaron en los suyos—. No quiero que vuelvas a obligarme a amenazar a alguien por ti.

—Hum... —Yoongi sonrió apenas, de pronto, se había olvidado de todo, se había olvidado de Jimin, de su padre, de repente sintió en la atmósfera un recuerdo vago, familiar, de todas aquellas veces que se la pasaba con su hermano, con su rival de niños. Los ojos del Alfa lo miraron con melancolía. Ya no eran chicos, ya... No podían pelear más por el trono, ni nada—. Serás un buen Rey, Taehyung. No sabes el susto que me pegó... 

—Ya deja de jugar —comentó el joven presionando la herida, Yoongi frunció el ceño, adolorido—. Me siento alagado por tus palabras, Yoongi. Pero no sabes por todo lo que tuve que pasar para ganarme esta posición. Antes, deseaba con todas mis fuerzas la atención de mi padre, que tú desaparecieras, que te quitaras del camino.

—Vaya...

—Pero cuando te vi en aquella cama, con todo el cuerpo sangrando y padre queriendo matarte no me sentí bien. No me sentí correcto —murmuró—. Madre y padre siempre te quisieron más a ti, y creo que algo en ellos se apagó el día que tomaste a aquella criatura... Padre perdió a su próximo Rey, a su hijo favorito... Y madre perdió la razón de su vida. No duró mucho tiempo, ¿sabes? Cuando el Rey te tomó y te llevó todos nos sentimos terribles. Todo el mundo se convenció que era lo mejor, por tus pecados, por la criatura. Pero mamá, Minjeong  y yo sabíamos que no. Yo no quiero ser así, no quiero pelear contigo por un reino, ni tampoco quiero torturar a alguien por ti. Yo no soy como padre, Yoongi.

—¿Y eso de ahí... qué fue? —preguntó.

Taehyung soltó una pequeña risa. —A veces hace falta fingir ser como padre —murmuró, vendó su mano y tomó la otra, Yoongi lo miró—. Me han dejado un gran peso por tu culpa, muchas responsabilidades... Tuve que ganarme el respeto... Pero juro que cuando tenga esa corona sobre mi cabeza... Todo cambiará. Quitaré a ese cura de la iglesia, abriré más mercados al exterior... Los poetas dejarán de cantar sobre ti, sobre aquella criatura... No permitiré que nadie más ensucie tu nombre.

—Son planes excelentes, hermano —murmuró, bajó la mirada. Cuando el príncipe terminó de vendarlo guardó todo—. ¿Tú... qué sabes sobre la criatura, sobre el Omega?

El príncipe suspiró. —Yoongi... —murmuró—. No quiero que vuelvas a sufrir por culpa de esa criatura. Perdona, pero no puedo decirte nada.

—Taehyung, por favor —rogó—. ¿Tú... tú la viste, la viste? Te juro... Que no es ni una pizca de todo lo que creíamos... Por favor, es... Lo más inofensivo que vi en mi vida.

—La vi. La vi muchas veces después de que padre la presentó al mundo.

—Se llama Jimin —Yoongi se levantó un poco agitado de repente—. Es... Tiene tu edad, Taehyung, era un cachorro apenas y lo han maltratado muchos años... El padre me ha dicho que...

—Lo sé —lo miró, Yoongi retrocedió apenas, la mirada de su hermano estaba llena de sentimientos—. Madre me contó todo antes de morir. Esa criatura es hijo de padre, es nuestro hermano. Madre contó que... Jimin era el amante de nuestro Rey. Cuando lo oí no pude creerlo, nuestro padre... Fue asqueroso. Fue incluso más terrible cuando mamá me contó que tú intentaste salvarlo de él, que... esa criatura tenía un cachorro y que lo perdió. Que tú... tú... tenías los mismos sentimientos que padre... Hacia él. Hacia... Nuestro hermano.

—No... —Yoongi negó lentamente— No es lo mismo, Taehyung. Padre siente deseo... Él...

—¿Y tú no lo sientes, Yoongi? ¿Tú no sientes deseo por ese Omega?

Yoongi lo miró a los ojos, de repente, sintió miedo a la respuesta. Cuando él lo pensaba no sonaba tan malo, pero cuando lo oía de su hermano menor la culpa y el dolor en su pecho no se iban.

—Siento algo —murmuró—. Siento... Deseo, sí, pero también cariño, y amor. Quiero proteger a esa criatura a toda costa, Taehyung. Lo siente mi Alfa, mi alma. Porque no sabes, no sabes la bondad que tiene, la...

—Lo siento mucho... Yoongi. La verdad es que... lamento mucho que hayas encontrado el amor en sangre de tu sangre... pero también me alegro... de que esa criatura encuentre la misericordia y la paz en brazos como los tuyos... 

—Taehyung... Si sabes dónde está... Dímelo, dímelo, yo ya no puedo estar aquí, ya no, padre me matará el día que me vea suelto, te quitará todo si se entera que tú me liberaste... —Yoongi habló con lentitud— Debes dejarme ir por él.

Taehyung lo miró con el ceño fruncido. —Padre te encontrará donde sea que vayas.

—Escaparé, escaparé con Jimin —el Alfa mayor se acercó al príncipe, lo tomó de las manos, Taehyung lo miró preocupado—. Por favor... Ni Jimin ni yo encajamos... Aquí, en este mundo.

—La verdad es que... yo tenía preparado un barco para ti, es un barco mercante, tengo hombres ahí, hombres de confianza que aceptaron llevarte, son una familia de viajeros, tres hombres y cuatro mujeres, algunos de ellos son niños aún —murmuró Taehyung con la voz suave—. Los conocí hace seis meses, ellos no... no son de aquí, no son Alfas, Yoongi. No tienen aroma, se dicen llamar Betas. Es... Es como descubrir una nueva jerarquía, Yoongi, y eso me dejó pensando, en los antiguos escritos, en todo. La gente no quiso comprar sus productos, pero ellos aceptaron mi propuesta, mi dinero, para que te llevaran al lugar que quisieras, lejos, a las nuevas tierras que padre desconoce. 

—¿Qué dices... Taehyung? 

—He estudiado, Yoongi —murmuró el Alfa—. He viajado mucho, hay más tierras, otros... continentes, he viajado, vi más criaturas como los betas, como Jimin... Como nosotros. Nuestro reino es solo de Alfas, costó años aumentar nuestra población porque un Alfa no fue hecho para estar con otro Alfa. No le he dicho a nadie de mis expediciones, padre creía que estudiaba al reino enemigo, pero me la pasé meses junto a esa familia. Hay muchas jerarquías, Yoongi. Muchas. Hay betas, Omegas, Alfas, hay bestias salvajes a las que llaman Deltas... Y tal vez la piratería le entregó a Padre un Omega de esas tierras la primera vez. Las tierras de Jimin.













Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro