Capítulo 8
—¿Te queda bien? —preguntó alzando la mirada.
La noche empezaba a perder oscuridad y oía murmullos a lo lejos, Yoongi sabía que después de un festejo tan grande como ese la recuperación era tardía, más para los guardias y soldados del palacio que completaban sus turnos con la mirada perdida del sueño y cansancio. Las pocas voces que se escuchaban parecieron alertar a Jimin, que se removió en la cama, asustado.
—Hey… —murmuró y lo tomó del mentón; la mirada suave del Omega estaba cansada. Observó el rojizo bajo sus ojos, signos del llanto. Sus mejillas estaban rojas y sus labios lastimados habían dejado de sangrar.
Yoongi ató con firmeza los últimos cordones del calzado sobre los pies de Jimin. Eran especiales para el combate, un poco viejos porque los había dejado de usar hace años, pero parecían encajar perfecto en los pies del menor.
—¿Puedes... ponerte de pie, Jimin?
El nombrado bajó la mirada y se encogió de hombros. Yoongi se inclinó un poco más, rodeando sus brazos por la cintura delgada del chico, Jimin posó sus manos sobre sus hombros, y lentamente lo ayudó a ponerse de pie. El Omega de quince años se tambaleó un poco, temblando. Sus manos se posaron con suavidad y cólera sobre su vientre vacío y adolorido.
—Y-yo... —habló con la voz temblorosa, y apenas dio un paso cuando su cuerpo se abalanzó hacia el suelo.
Yoongi lo tomó con rapidez, evitando el golpe, pero el llanto desconsolador del Omega estalló como fuertes campanas. Volvió a dejarlo sobre la cama. Jimin cubrió su boca con sus dos manos temblorosas, ahogando el llanto bajo la atenta mirada del Alfa. Sus piernas estaban llenas de marcas, irritadas por la reciente limpieza que hizo de la sangre. Volvió a mirar el camisón, tal vez tenían algo de tiempo para colocarle un par de pantalones.
—Ya, tranquilo —habló y removió en el pequeño bolso de cuero las prendas que llevaba, la mirada de Yoongi se alzó a la ventana por unos segundos, y bastó para notar los primeros rayos del amanecer sobre el mar que se extendía a lo lejos. Sintió que su Alfa se removía incómodo, y que sus manos empezaban a temblar—. Te cargaré, debemos irnos.
—Y-Yoongi... —sollozó el Omega y los ojos del Alfa se volvieron con rapidez, su nariz volvió a sentir entre sus feromonas de angustia el aroma a hierro. Sangre— Me duele...
—Ya... Ya, déjame ver —habló posando una mano sobre su hombro, las mejillas de Jimin se calentaron con fuerza y apartando la mirada levantó el camisón, las vendas que tenía estaban repletas de sangre. La mirada de Yoongi se agrandó—. Yo... Perdona, volvió a abrirse un poco... ¿Crees poder aguantar un poco más...? Será rápido.
Jimin lo miró asustado y Yoongi corrió hacia el bolso, sacó nuevamente las cosas que utilizó para curarlo. La mirada cristalina del Omega se llenó de terror cuando miró la filosa aguja puntiaguda en sus manos, llevó las suyas hacia sus partes íntimas con dolor, sintiendo cortes, ardor, rápidamente la humedad inundó sus dedos.
—Jimin, no te toques... Déjame —habló acercándose, volvió a posar su mano sobre el hombro delgado y empujó, con la intención de que el Omega se recostara, pero Jimin negó con la cabeza, respirando con dificultad—. Será rápido.
—No.
—Tienes cortado ahí, se abrirá más, no podremos salir si sangras mucho.
Jimin se lo pensó dos veces, y finalmente volvió a recostarse; dejó que Yoongi tomara sus piernas y sintió un ardor terrible sobre sus partes íntimas. Cubrió su boca tapando el llanto, los sollozos, los aullidos de dolor. Pasó un momento largo para él pero Yoongi volvió a levantarse, con las manos sangrientas, y lo miró con una sonrisa pequeña. Jimin se apartó las manos de la cara.
—Manchaste tu rostro con sangre. —comentó el Alfa.
—Sangre... —murmuró y miró sus manos.
Yoongi le dejó un trapo húmedo sobre las piernas y volvió al bolso. Jimin se limpió las manos, quitando las manchas rojizas, la sangre espesa y pegajosa. Del color de su cachorro. Cuando terminó cubrió su pecho y se abrazó con fuerza, oía murmullos, pasos. Era mucho más intenso fuera de aquella habitación.
—Escúchame, saldremos por atrás —habló Yoongi dejando un bolso de material extraño que Jimin quiso tocar, sin embargo, el Alfa se puso de cuclillas frente a él tomando sus manos—. Hacia el mar, allá, ¿Lo ves? Por ahí iremos a nuestro nuevo hogar. Nuevas tierras, he oído historias, Jimin, historias de tierras fértiles y cálidas, donde serás libre. Donde podrás tener todos los cachorro que quieras... —murmuró el Alfa y rápidamente se calló, las mejillas de Yoongi se ruborizaron, esperando que Jimin no lo mirara raro, pero este estaba perdido, mirando por la ventana el mar—. Jimin.
—¿Qué? —murmuró bajito.
Yoongi le quitó las manos de encima, estaba sudando. —Yo... Necesito ocultar tu olor, tu aroma...
—¿Mi aroma? —preguntó el Omega y su naricita respingada se arrugó, Yoongi se removió incómodo—. ¿Qué tiene mi aroma?
—Es... No tiene nada de malo, pero es distinto, ¿Sí? Distinto al mío... —comentó y Jimin lo miró con el ceño fruncido. Sentía bajo el manto a hierro de la sangre su aroma dulce, seguía siendo intenso—. Necesito que huelas como yo.
Jimin no contestó y se le quedó mirando. Yoongi no supo si eso era un sí o un no, así que no tuvo otra opción que avanzar por el paso, el tiempo se le estaba acabando. El Omega se encogió un poco cuando el Alfa asomó el rostro sobre su cuello. Yoongi cerró los ojos y respiró lentamente, la piel de Jimin desprendía un aroma dulce bajo todo el estrés y la angustia que tenía, estaba cálido, la piel de sus brazos, su cuello. El Alfa empezó a desprender fuertes feromonas, a marcarlo por completo, cada centímetro, cada extensión de ropa, de piel, cada parte de Jimin se llenó de un leve aroma picante y suave. El corazón del mayor se aceleró y sus mejillas ardieron con furia, lo sentía tan cerca, tan cerca... Y cuando levantó el rostro se encontró con su mirada clara, su nariz rojiza, sus mejillas, su roma dulce había desaparecido. Jimin olía a él. A él.
—Bien —murmuró, aún quieto, Jimin apartó la mirada, Yoongi tomó del bolso una gran capa de tela gruesa y se la colocó con cuidado. Lentamente se volvió de espaldas—. Sube.
—Pero dolerá —murmuró Jimin, y aun así subió a su espalda, Yoongi tomó sus piernas con fuerza y el Omega ocultó el rostro en su nuca. El mayor le dijo que se colocara la capucha y tomó el bolso con cuidado.
Se volvió un segundo antes de avanzar, Yoongi miró su cuarto, en la cama destendida, los muebles abiertos. Y la noche abandonando las paredes del palacio. Salió en silencio, esquivando a los guardias, las ventanas. El aire era espeso, podía sentir las feromonas pesadas, Alfas enojados, excitados, cualquier disturbio se sentía por el aire y temía que las nuevas sensaciones alteraran a Jimin.
Cruzaron pasillos, jardines, hasta finalmente observó a lo lejos la salida, los caballos, los establos, las vagas decoraciones que habían sobrevivido una noche de celebración. Yoongi sonrió, y rápidamente caminó hasta la luz opaca que se alzaba. La brisa fresca chocó con pureza en su rostro, en el cabello de Jimin, el aire se volvió puro, la tierra mojada, el viento de las montañas, los vientos del mar. Yoongi se movió con tanta rapidez que olvidó la discreción de sus pasos.
—¡Yoongi! —escuchó y sus piernas se detuvieron como si lo hubieran golpeado. No quiso volverse, no quiso mirar el rostro de su madre, sin embargo, sus ojos ya la habían visto, sus piernas, su corazón. El rostro de la mujer Alfa estaba lleno de sorpresa, intriga, Yoongi no supo descifrar las otras emociones. Su corazón latía con fuerza, sus ojos se pegaron el vestido de su madre, en su rostro pálido y el ligero camino de gotas de sangre que terminaban en sus pies.
Su garganta dolió cuando intentó tragar saliva.
—¿Qué... qué estás? ¿Quién es? —preguntó su madre mirando el suelo.
Yoongi sintió que su cuerpo se ponía rígido. Jimin estaba callado, no se movía.
—Es... Es alguien que encontré en los pasillos... Está lastimado... Lo iba a llevar con el doctor —habló como pudo y su madre levantó la cabeza un poco más.
—Pero... Esa no es la salida correcta, Yoongi —murmuró dando algunos pasos, Yoongi retrocedió, empezaban a oírse demasiados murmullos a lo lejos—. ¿Y ese bolso?
—Madre...
—¿Quién es, Yoongi? —habló con dureza y avanzó con rapidez, Yoongi quiso retroceder, pero la mano de su madre ya había levantado la capucha. La mata de cabello claro quedó a la vista y la mirada de Jimin se levantó; irritada, pequeña. La mujer Alfa abrió los ojos con sorpresa y retrocedió al instante que notó las características de sus facciones. Aun cuando el rostro de Jimin estaba tan demacrado su belleza había sorprendido a la mujer—. Yoon... Yoongi...
—Tengo que irme —murmuró el joven Alfa con la voz quebrada, la mirada de su madre estaba llena de sentimientos que él no quiso comprender. Se volvió, con el rostro caliente, con la mirada picando. El dolor en su pecho se volvió terrible y sus manos temblaron. Las voces se escucharon con más fuerza y Yoongi corrió como pudo. Cuando salió del palacio quedó tentado a tomar un caballo, se detuvo y volvió la mirada su madre una vez más, esta tenía el rostro rojo, la mirada cubierta de lágrimas justo al instante que los guardias aparecieron detrás de ella.
Yoongi soltó a Jimin con rapidez y este se tambaleó en el suelo cuando se puso de pie. Las manos del Alfa lo tomaron, aun cuando el pequeño había empezado a llorar por la brutalidad de los movimientos. Yoongi lo alzó y lo sentó sobre el primer caballo que tuvo cerca, deseó haber tenido una silla de montar sobre aquella piel marrón, haber tenido tiempo para calmar al animal y para subir siquiera el bolso.
Yoongi maldijo con fuerza cuando los guardias avanzaron rápidamente, tomó al caballo de las riendas y lo sacudió, corriendo. Escuchaba el llanto de Jimin con fuerza, aturdiendo sus oídos, pensando en la cantidad de sangre que seguramente estaba perdiendo, en la herida, en los movimientos bruscos que lo estaban dañando con fuerza.
—¡¡Yoongi!! —escuchó un rugido y ya no quiso volverse, su cuerpo tembló, su pecho, sus piernas, la voz de su padre retumbó en sus oídos como mil bofetadas, como si le hubieran golpeado el pecho con fuerza. El terror inundó sus huesos, y su mirada viajó al Omega sobre el caballo, Jimin tenía el rostro deformado por el miedo, por la angustia, y entre tanto aroma picante, entre su piel, su cuerpo, empezó a sentir sus feromonas de miedo. Empezó a sentir su terror, escuchó más gritos, demandas, oyó incluso el filo de las espadas, el arco en posición, la flecha tensando.
Yoongi pegó un salto para subir al caballo justo en el instante que una flecha le atravesó el hombro con rapidez. Su cuerpo se desplomó al suelo con furia y el Alfa gritó con fuerza, con dolor, mientras el arma se le metía con más salvajismo en la carne. La sangre bañó su ropa, sus manos, Yoongi soltó las riendas y su mirada cubierta de lágrimas observó los ojos claros de Jimin.
—Yoongi... —sollozó el Omega.
El Alfa volvió a levantarse, con el cuerpo temblando, con el corazón ardiendo. Jimin tenía el rostro bañado en lágrimas, el caballo relinchaba, asustado, mientras los guardias corrían con rapidez en su búsqueda. Yoongi miró la sangre, la sangre espesa que corría por el estómago del animal, la sangre de Jimin, sus heridas se habían abierto.
—Jimin —murmuró con la cabeza doliendo y se acercó al caballo, intentó subirse y esta vez lo logró. Yoongi volvió a tomar las riendas y las agitó como pudo, el animal respondió al instante y corrió con fuerza. El aire chocó con su rostro, en la herida, en las lágrimas que caían sobre las mejillas del Alfa.
Arrancó la flecha con dolor justo cuando sintió el galope de otro caballo detrás suyo. Yoongi tomó las riendas con más fuerza, como si eso le garantizara más velocidad, sin embargo, el aroma a Alfa llegó a sus fosas nasales al momento de sentir un par de manos sobre su nuca. Yoongi se volvió, y su cuerpo se hizo para atrás cuando perdió el equilibrio y cayó del caballo. Su espalda chocó con fuerza al suelo, sus huesos crujieron, su hombro, Yoongi quiso gritar pero el aire se le fue de los pulmones. Sus piernas temblaron y su mirada se volvió al disturbio, al llanto del Omega, el caballo relinchó con furia y los Alfas gritaron. Yoongi escuchó el grito de Jimin y quiso mover la cabeza, pero su cuerpo no respondía, su pecho, sus pulmones. Las lágrimas inundaron sus ojos cuando respiró y tomó la primera bocanada de aire con desesperación, el ardor y el dolor en el pecho lo golpeó como una tonelada y alzó la cabeza. El caballo estaba atado, tomado por un guardia, y Jimin estaba en el suelo llorando fuertemente y cubriendo su cuerpo de la mirada de todos.
Yoongi se quiso levantar, su Alfa agonizó de dolor y furia cuando sintió un ferviente golpe en el rostro que le cortó el labio y le rompió la nariz. El rostro de Yoongi cayó al suelo y su cabeza pareció partirse a la mitad del dolor, el grito que dejó salir advirtió la atención de los guardias, de Jimin.
—Yoongi —la voz venenosa de su padre salió con furia de sus labios. El joven Alfa abrió los ojos como pudo y se enfrentó a una mirada rojiza y alterada. El Rey lo había tomado del cabello con fuerza y el enojo apestaba todo su cuerpo, su rostro había cambiado, su animal, su presencia, era tan monstruoso que Yoongi se quedó helado—. ¡¿Qué pretendías?! ¡¿Qué mierda pretendías?!
—¡Eres un monstruo! —aulló de dolor justo cuando escuchó que su madre venía corriendo, Yoongi miró a su padre con furia, con odio, el viejo Alfa lo abofeteó con fuerza y su madre lo apartó con rapidez, rugió con furia ante el Rey y este se apartó con enojo.
—¡Déjalo! —gritó y rápidamente se volvió a su hijo, Yoongi sintió las manos de su madre por todo su rostro, en su ojo sangrante, en sus labios partidos, la nariz rota. La mujer Alfa aulló de dolor y levantó la mirada, llorando, el Rey estaba ocupado con aquel demonio, con aquél pútrido Omega que había seducido a su esposo y a su hijo. La mirada ferviente de la Reina se posó en aquél ser, lloroso, temeroso justo cuando el gran Alfa lo tomó del cabello y lo alzó con furia—. Yoongi... ¿Qué hacías... cariño? ¿Qué hacías?
—No... No permitas, no permitas que se lo lleve —cerró los ojos con dolor, le partía la cabeza, le dolía, sentía el gusto de la sangre en su boca, en su nariz. Oía el llanto de su madre, el llanto de Jimin.
Y estaba tan perdido en el dolor, en el dolor físico y mental que estaba sufriendo. Yoongi intentaba abrir los ojos, pero no podía, sentía que su ojo izquierdo estaba reventado. Pero sí olía la sangre, sí sentía el movimiento de su cuerpo al ser arrastrado. Escuchaba el llamado de Jimin, sus gritos, su llanto, el silencio de los guardias y el apestoso aroma de su padre por todas partes. Su madre gritaba, discutían.
El joven Alfa sintió nuevamente el aroma del palacio, el dolor, no podía aguantarlo, sintió un pequeño rayo de luz y abrió su único ojo bueno con la única y poca energía que le quedaba. Sus oídos pitaban, y veía que su padre estaba de pie en el gran balcón del palacio, oía sus gritos de manera lejana, y finalmente. Desde el suelo, observó como en toda su brutalidad y salvajismo le arrancaba la ropa a Jimin y lo mostraba al mundo.
—¡Esta es la nueva especie! —rugió su padre y Yoongi cerró los ojos.
No era consciente del mal que había empezado.
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