Capítulo 7
Entrecerró la mirada una vez más cuando se despojó de toda copa llena de vino. Suspiró, mientras trataba de ver con claridad al noble Alfa frente suyo que murmuraba cosas sin sentido.
Yoongi no era consciente de la hora, pero sabía que era tarde. Las personas a su alrededor seguían parloteando, bailando, riéndose. Su madre se había ido hace tiempo y sus hermanos estaban perdidos por ahí, buscando un amor o cualquier cosa que pudiera entretenerles. El Alfa se puso de pie, se escabulló entre los guardias y se adentró entre los pasillos silenciosos del palacio.
En celebraciones como estas la seguridad se volvía enorme y, sin embargo, Yoongi no se sorprendió al no encontrar ningún guardia por aquellos lugares, la mayoría residía en habitaciones donde albergaban el oro, la plata, incluso habitaciones como la de su madre o cualquier persona con sangre real que deambulara entre las paredes.
El Alfa cubrió su boca y sintió el aroma a vino que lo envolvía, tal vez no era buena idea ir a visitar a Jimin en su estado, olía feo y temía cometer cualquier acto impuro que pudiera alterar al Omega. Recostó su cuerpo contra la pared y descansó la cabeza, la luz de la luna era fuerte, el griterío, el pueblo repleto de plebeyos aún seguía en su pleno auge. En realidad, se sentía un poco mareado. Las feromonas picantes empezaron a renacer de su piel y la idea de ver a Jimin bajo la luz de la luna hizo que un cosquilleo se alzara por todo su estómago. Sentir su piel, su voz, su delicada mirada. Los ojos de Yoongi se dilataron y rápidamente desvió la mirada.
No estaba tan lejos de la habitación de Jimin, incluso, podía sentir su aroma. Olía dulce, bonito, tanto que los pies del Alfa se movieron solos por los pasillos silenciosos. Aquellas feromonas de Omega fueron intensificándose, tan suave, tan... Tan raro.
Porque cuando Yoongi se paró frente al pasillo que guiaba aquella habitación, su mirada se volvió oscura. El aroma de Jimin era fuerte, muy puro, tan agobiante que el terror que rondaba por aquellas feromonas pareció pegarse a su piel como mugre. El Alfa avanzó, sintiendo un aroma extraño, escuchando finalmente los gemidos de dolor y el llanto del pobre angelito que yacía entre aquellas cuatro paredes.
—Jimin... —llamó, de repente los efectos del vino y la somnolencia parecieron ser algo mínimo en su mente.
El Alfa abrió la puerta cuando el aroma a sangre se intensificó y su mirada se aterró por completo cuando observó al Omega agonizando, llorando entre quejidos. Sus lágrimas caían con rapidez, incluso, se volvió más ruidoso cuando sus ojitos brillantes se dirigieron al Alfa que lo miraba sorprendido.
—¿Qué...? ¿Qué pasó? —preguntó el mayor.
El Omega negó entre el llanto, la sangre que manchaba los almohadones era intensa, fuerte, tan rojiza que se volvió negra a tal punto. La piel de Jimin estaba cubierta de sangre, su ropa, sus delicados vestidos estaban destrozados. Su cuerpo entero temblaba, sus piernas, las marcas, las grandes marcas violáceas en su cintura y manos causaron el vómito en Yoongi.
Jimin lloraba con locura, fuerte, desmedido. Sus manos cubrieron la sangre, su cuerpo, y la desesperación cubrió toda célula que su destrozada alma pudiera aguantar. El Alfa corrió en su búsqueda, tomó con fuerza las sábanas, los almohadones, y despojó al Omega de todo muro improvisado que pudiera cubrir el acto nefasto y podrido que hicieron con él.
Jimin estaba tan pálido como una rosa blanca, tan perturbado, la sangre que cubría sus partes íntimas era tan roja que Yoongi cubrió su boca al sentir las fuertes feromonas de desesperación, de miedo, terror. Y ahí estaba, entre el llanto, la sangre y los restos de lo que alguna vez fue la ilusión de aquel Omega rodeados del aroma pestilente del Rey.
La mirada de Yoongi destelló como una fiera, entre lágrimas, entre el nudo y el sufrimiento que se coló en su corazón. Jimin se abrazó a su cuerpo, lo tomó con tanta fuerza que el Alfa lo cubrió de todo mal que rodeaba aquella habitación; los rasguños en su piel, las mordidas, la sangre.
—Estará todo bien... Estará todo bien, ¿sí? —murmuró.
El Omega sollozó con fuerza.
—Me duele, me duele mucho, me duele mi bebé… M... Me duele mucho mi bebé.
Yoongi se alejó cuando las manos de Jimin tomaron su vientre; estaba cubierto de sangre, sus piernas, su cuerpo. El Alfa temió que aquel Omega no entendiera la complejidad de la situación.
—Debemos salir, tengo que curarte. —dijo tomándolo de la cintura para alzarlo.
Jimin lloró con fuerza y negó, tomando las sábanas cubiertas de sangre.
—¡No! ¡No! —gimió de dolor y su mirada cubierta de lágrimas se pegó en Yoongi; el Alfa lo tomó de igual manera y entre sollozos y forcejeos vagos trató de defenderse. La debilidad de su cuerpo le jugó en contra. Los brazos del mayor se cubrieron de sangre—. No quiero, no quiero…
—No pasará nada malo, por favor. —habló el Alfa, sujetando el rostro del chico.
El Omega escondió su carita en el cuello del Alfa y sollozó con tristeza. El aroma fuerte que desprendía causó que las piernas de Yoongi temblaran. Salió con rapidez de la habitación en búsqueda de sus aposentos, tenía lo suficiente para limpiarlo, para curar cualquier herida que su padre hubiera causado en una criatura como Jimin.
Y mientras el Alfa recorría el palacio, la mirada vacía del Omega observaba el nuevo mundo que se alzaba; en las paredes decoradas, el techo lleno de luces, y las gotas de sangre que caían por el suelo. Jimin dejó caer lágrima tras lágrima cuando descubrió por primera vez el mundo que se alzaba más allá de aquella habitación cubierta de tortura. Era tan grande, era tan grande el mundo que le agradó la idea de permanecer ahí, en aquel lugar enorme, en los brazos y la seguridad que aquel Alfa le brindaba.
Y cuando entraron a una habitación oscura, la mirada de Jimin se volvió cansada; luchó por mantener los ojos bien abiertos. Su cuerpo débil agradeció haber sentido la comodidad de aquel lugar. El Omega toqueteó las sábanas, lo esponjoso y suave que era aquel gran almohadón.
La mirada de Jimin recorrió la habitación, todo olía a Yoongi. La tranquilidad que sumió su cuerpo calmó el dolor un poco. Había muebles lindos, telas nuevas que divisó y una hermosa luna que se alzaba desde la ventana. El Omega desvió la mirada, el Alfa había dejado una gran caja llena de cosas que no reconoció porque no sabía qué eran. Su ceño se frunció y ligeros quejidos salieron de sus labios cuando el dolor volvió a corromper su calma.
—Esto va a doler un poquito, ¿sí? Muerde esto si quieres. —habló Yoongi pasándole un almohadón.
La mirada llorosa de Jimin se agrandó y un grito desgarró su garganta cuando las manos de Yoongi le causaron mucho dolor. Su cuerpo forcejeó, y sus manos rápidamente jalaron su ropa, el llanto se volvió insoportable, el dolor, el dolor en su vientre y en su intimidad se volvió odioso. El Omega cubrió su rostro entre el llanto cuando empezó a sentir un trapo húmedo y frío por todo su cuerpo.
—Ya, ya... Déjame limpiar tus otras heridas.
Jimin asintió, Yoongi se movía con rapidez, y lentamente su piel manchada en sangre volvió a ser blanca. El Alfa cubrió toda herida en su cuerpo y le dio a beber algo que calmó los nervios y el llanto del Omega. Sin embargo, cuando Yoongi cerró la cajita que curó a Jimin, la voz del más joven resonó bajita y dañada.
—¿Tú... curaste a mi bebé?
—Tu bebé... —musitó acercándose al Omega, tomó su mano con suavidad y sus ojos se clavaron en los pequeños dedos y en la sangre bajo las uñas; sintió un nudo en su garganta— El bebé... está en un mejor lugar ahora, ¿sí? Ya nadie puede dañarlo... ahí.
—¿Un mejor lugar? —cuestionó, parando de llorar. Se quedó callado unos segundos— ¿En...? ¿En mi panza... Está en mi pancita aún?
Yoongi lo miró con el ceño fruncido, y cuando desvió la mirada, los ojos de Jimin volvieron a cubrirse de lágrimas. Le dolía el cuerpo entero, le dolía sus partes íntimas, su pancita y su pecho. Se sentía tan cansado, tan acabado que sus ojos ardieron de tanto llorar.
—T-tengo mucho miedo. Mucho —murmuró temblando—. Ya no quiero volver ahí, no quiero volver a verlo. No quiero, no quiero.
Yoongi sintió que su pecho dolía, su mirada bajó al suelo mientras oía el llanto de Jimin. Su padre era un completo monstruo, un desquiciado, un mal hombre. La ira y la vergüenza que inundaba su cuerpo era tanta que las lágrimas brillaron en sus ojos; la sangre que aquel Alfa corría por sus venas, sus instintos.
Y cuando alzó la mirada y observó a Jimin, comprendió finalmente la arrogancia y la malicia de su propia jerarquía. De las historias, de los miles de mitos y leyendas que rodeaban su mundo.
Porque Yoongi tenía frente a él a una criatura que llamaban demonio, una criatura delicada que no soportaba los fuertes ruidos, que le gustaban las flores y desconocía por completo el mundo entero. Porque la calamidad de las historias se había pegado como mugre el día que Jimin pisó la tierra de monstruos como su padre.
—Quiero quedarme aquí, aquí contigo donde todo huele lindo, y... Y... —el Omega sollozó nuevamente, presionando dolorosamente su vientre.
El Alfa tragó saliva.
—No tiene por qué ser aquí —habló mirándolo—. Vámonos. Salgamos de aquí, tú no perteneces a este lugar, no perteneces aquí, Jimin. Puedo llevarte a otras tierras, otros lugares que huelen incluso mejor que todo. No más Alfas, no más... No más todo lo que ese demonio te enseñó y te obligó a hacer.
—¿Y tú vendrás…? ¿Vendrás?
Yoongi sintió temblor en sus manos.
Si su madre escuchara sus palabras probablemente estaría pegándole una cachetada en la boca por arriesgar todo su futuro en una oración. El Alfa pensó en sus hermanos, en el pueblo, en todos aquellos años que se la pasó estudiando y privándose de muchas cosas para conseguir ser Rey algún día.
Tal vez, la posibilidad de ganar la corona iba a significar mejores resultados para Jimin, mejores condiciones. Cambiaría el pensamiento de los plebeyos, prohibiría las historias de los poetas y la blasfemia que se hablaba de todo Omega que existió en el mundo. Tal vez, ganar la corona podía dar más frutos que escaparse del palacio con un poco de joyas y un futuro incierto que empezaba a asustarle.
Sin embargo, ya mucho había esperado Jimin para conocer el mundo. Ya mucho había esperado en aquella pestilente habitación mugrienta que olía a Alfa apestoso. Jimin tuvo que sufrir violaciones, tuvo que sufrir la pérdida de un cachorro a sus cortos quince años para que alguien viniera y le dijera que hay vida más allá de toda esa mierda.
Yoongi relamió sus labios.
—Iré.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro