Capítulo 11
—Es... —murmuró Yoongi cuando miró al cachorro en brazos de Jimin, el Omega se encogió, sollozando. El Alfa se acercó y sintió que todo el peso de su cuerpo se volvía ligero cuando notó los ojitos de la criatura. Eran distintos, eran extraños, misteriosos, su ojo derecho estaba bañado del color miel más bonito, más majestuoso, sin embargo, su ojo izquierdo... era negro, completamente negro. Miró a Jimin y este sollozaba, besando la manito pequeña del bebé. Cuando Yoongi se volvió al cachorro de la cuna sus brazos buscaron levantarlo, era más grande, seguramente de un año y medio. Pero su anatomía era distinta, más frágil, pequeña, supuso que así serían las crías de Alfas y Omegas, sus ojos esmeraldas se volvieron a Jimin, él también era pequeño—. Son cachorros... muy hermosos, Jimin.
El Omega asintió, llorando con más fuerza. Abrazó al bebé y estiró el brazo para tomar al otro, Yoongi lo ayudó a cargarlo y la pequeña criatura los sostuvo a ambos con los brazos. Tenían el cabello del Omega, un rubio tan iluminado, tan... majestuoso, el Alfa de Yoongi se removió cuando los ojos ajenos lo miraron, Jimin tenía la mirada cansada, bañada en lágrimas, su cuello tenía cicatrices, marcas, sus brazos, muñecas. Todo. No pensó... No se le ocurrió crueldad más grande que la que hacía su padre. Yoongi bajó la mirada, dentro de sus venas corría la sangre de aquel hombre, dentro de las venas de Jimin, de esos cachorros.
—Salgamos de aquí —murmuró. Ya no tenía mucho en esas tierras, ya no. Porque su futuro estaba ahí, en esa mirada destruida, en esa alma abandonada, en aquellos cachorros. Porque Yoongi supo al tomar la mano de Jimin que ya nada más podía retroceder el tiempo, que su madre no volvería, que su padre jamás lo amaría porque sus deseos y obsesiones eran más grandes que toda moral impuesta. Porque Yoongi había perdido a sus padres, había ganado dos hermanos... Y una familia pequeña, imperfecta y destruida que debía arreglar y cuidar con amor. Y a pesar de saber todo eso sus manos temblaron—. Vamos.
Cargó al cachorro más grande y cubrió a Jimin con una gran capa de tela gruesa, era marrón, lo suficientemente grande para cubrir el suelo, le colocó la capucha y el cabello desordenado de Jimin se cubrió del mundo, el cachorro más chiquito fue cubierto.
—Escucha —murmuró cuando abrió la puerta apenas, observó el panorama afuera, había cerca de cuatro guardias, el cambio había pasado hace varios minutos, supuso, el hombre que lo había escoltado no estaba—. Hay una carreta esperándonos afuera, tomarás a los cachorros y caminarás hasta él. No levantes la mirada a nadie, nada, yo me encargaré de los guardias.
Jimin asintió, con su brazo libre tomó al cachorrito que Yoongi tenía en los brazos, el pequeño se acurrucó en el pecho de su madre y siguió chupando su dedito. Jimin lo miró por unos segundos cuando Yoongi lo cubrió con la capa.
—Vamos —murmuró y salió de la habitación, Jimin se pegó a él y Yoongi volvió su mirada a todos lados. Los sirvientes del castillo estaban cerca, lavando ropa, cortando carne y verduras a la intemperie, cerca de cuatro curiosos lo miraron y Yoongi se quedó quieto, sintió que Jimin se chocó contra él detrás suyo. Los orbes de Yoongi se alteraron y rápidamente cubrieron a Jimin cuando uno de los sirvientes hizo a un lado las mangas de su muñeca. El dolor y los nervios que sintió Yoongi se aflojaron cuando notó el escudo de dragones tatuado en su muñeca, la mirada del Alfa se clavó en él, se volvió rojiza y asintió cuando Yoongi tragó saliva.
Ese bastardo... Yoongi sintió que su corazón iba a explotar en su interior. Eran los hombres de su hermano, eran sus mercenarios, su mirada se llenó de lágrimas cuando aquellos Alfas vestidos con viejos ropajes se volvieron a los guardias, Yoongi le indicó a Jimin que caminara, las atentas miradas de los mercenarios observaban la situación con detenimiento. Cuando observaron la puerta y el camino afuera notó que Jimin empezó a caminar con más rapidez, Yoongi le puso una mano para que se calmara. Estaban por cruzar a los guardias cuando escuchó una voz detrás suyo.
—¡Doctor! —reconoció la voz de aquél Alfa, el guardia. Yoongi no se volvió, pero notó que Jimin había parado, quieto, estático, como si el simple hablar de otro Alfa lo afectara con fuerza. No. No. Debía seguir. Debía seguir caminando como si nada pasara, pero si paraba ahí se darían cuenta. Yoongi empujó el pie de Jimin con el suyo, pero no sé movió—. ¡Doctor! ¿Ya se va...? ¡El Rey está bajando, quiere verlo! ¿El Omega está bien...?
No supo estar calmado, pensó, Jimin no supo estar calmado cuando escuchó que nombraban al Rey. Yoongi se volvió, miró a los mercenarios, los ojos de estos estaban grandes, esperando orden de atacar. Sabía que debía moverse, que debía decirle a Jimin que tomara el puto carruaje, pero su voz no salió. No salió. Porque lo vio allá, de lejos, allá, con sus malditos ropajes caros, con su cabello ligeramente canoso, su rostro varonil, seco, sin expresión alguna.
Lo primero que sintió Yoongi fue miedo. Miedo puro en su interior, su Alfa reventó en sensaciones cuando observó que salía del castillo, con su gran capa rojiza, con su estúpida corona, sus manos grandes, su rostro envejecido y su gran estatura. Porque Yoongi sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. Porque sus ojos se llenaron de lágrimas y sintió que volvía a tener seis, a tener diez años, once, doce, porque con cada paso que su padre daba todos los recuerdos caían como golpes en su pecho.
Porque sabía que había sido su hijo favorito, porque no volvería a ver a su madre junto a aquél Alfa, no volvería a pintar junto a su padre, no volvería a hablar con él. Porque lo torturó, lo torturó, a su propia sangre, a su propio hijo. Porque Yoongi sintió en su corazón la traición más grande que pudo haber sentido en su vida. Ahí terminaba todo, ahí, ahí terminaba el amor que su padre tenía, ahí terminaba los años de charla, los abrazos, ahí... Caminando... Venía el hombre que alguna vez aspiró a ser.
Porque él había sido su puto héroe en la niñez, y ahora era un maldito monstruo.
Y se volvió abruptamente, tomando a Jimin de los hombros para que caminara, escuchó los gritos del guardia, su llamado, los ojos de Yoongi no podían despegarse del suelo, de la pena, el dolor. Cuando sintió el aroma de la libertad su pecho ardió como fuego, miró la puerta, y avanzó junto a Jimin justo cuando se detuvo. Su cuerpo se paralizó con furia, como un chiquillo, como lo recordaba siempre. Los guardias lo miraron, Jimin tenía la vista baja, y notaba que temblaba, al igual que él.
—Puedo reconocer tu andar.... En cualquier lado, Yoongi —murmuró la voz del viejo Rey, el Alfa pellizcó a Jimin, este levantó la mirada asustada. El Alfa no dijo nada, pero el Omega avanzó, lento, sin despegar su mirada, escuchó murmullos, y justo cuando los guardias intentaron detener al Omega, Yoongi se apuró y desenvainó su espada. El filo apuntó al cuello ajeno y todo se puso alerta, los mercenarios apuntaron a los guardias con sus armas y estos apuntaron a Yoongi. El Alfa escuchó el llanto de Jimin cuando este se detuvo a un lado de la carreta, "sube" rogó Yoongi con la voz rota. El llanto de los cachorros empezó a oírse.
—Sube, Jimin —murmuró mirándolo, el Omega lloró con fuerza, negando, los cachorritos en sus brazos se removieron, llorando—. Por favor, Omega.
—NO —rugió su padre con fuerza, Jimin se encogió de hombros y bajó la mirada, los cachorros lloraron con más fuerza. El joven Alfa sintió que sus manos temblaban, que su cuerpo ardía, otra vez. Otra vez. Se repetiría la historia otra vez, sus ojos marrones se volvieron agitados a los de su padre, el viejo Rey lo miraba con una furia escondida—. Yoongi.
No contestó. El Rey levantó las manos y los guardias se miraron, este caminó apenas, mirando a su primogénito de pies a cabeza.
—Creí que estabas muerto —murmuró, Yoongi sintió que su corazón ardió.
—Jimin —habló fuerte y claro—. Sube a la carreta. Sube, sube que yo después iré.
El Omega miró al cochero con ojos lagrimosos, el viejo Alfa miró todo con susto y bajó de la carreta para ayudar al Omega a subir, el shock que tenía lo dejaba estático, inmóvil. Sin embargo, la voz del Rey retumbó con fuerza.
—Los cachorros no —dijo mirando por arriba, Yoongi sintió que su sangre hirvió. Jimin se quedó quieto en su lugar, temblando, el llanto de sus crías no paraba y la mirada del Rey lo tenía aterrado—. Jimin... —murmuró—. Ven aquí. ¡Ven aquí!
—¡No! —gritó Yoongi cuando oyó la voz de Alfa que había utilizado, su mirada se volvió al Omega, tembloroso, el viejo hombre lo sostenía del delgado brazo, pero Yoongi notó que las rodillas de Jimin temblaban—. ¡No! ¡Sube, Jimin, sube por favor, vete, vete, yo iré después! ¡No te dejaré!
El Omega intentó hablar entre el llanto y se rompió más, Jimin abrazó a sus cachorritos con fuerza, negando, se veía tan frágil, tan asustado que Yoongi lloró de la impotencia.
—Puedes quedarte con el Omega, Yoongi —habló su padre, la mirada hecha fuego del Alfa se volvió a él—. Pero los cachorros son míos. Aquél... Ya siquiera sirve para complacer.
—¡¿A qué costo?! ¡¿A qué miserable costo?! —gritó y miró al cochero con los ojos bañados en fuego ardiente, hecho furia, el hombre asintió y ayudó al Omega a subir. Yoongi se volvió—. ¡Tu esposa murió, murió por tu culpa, yo, yo! ¡Me ha matado, me ha matado en decenas de formas! ¡Me arrebataste dos años de mi vida por tu estúpido placer, por tus deseos! ¡Eres un hijo de puta, un miserable, un tirano! ¡Y te quedaste solo, solo, aquí en este mugriento castillo donde cometes tus impurezas, tus asquerosidades!
—No importa qué tanto teatro me hagas, sabes que los encontraré, a cualquier lugar donde vayas, yo estaré detrás de ti —habló—. Dame a los cachorros.
—¡¿Para qué?! ¡¿Para qué?! —gritó y empujó al guardia con fuerza, caminó con furia, arrancándose el sombrero, el traje, su cuerpo entero temblaba, sus venas estaban llenas de sangre hirviendo en ira. Yoongi escupió con veneno—. ¿Para qué, padre? ¿Para esperar a que crezcan, para violarlos a la primera señal de fertilidad que demuestren? Eres... Asqueroso. Repulsivo. Violaste a tu propio hijo durante años, abusaste de él cuántas veces quisiste... ¡Tiene la misma edad que Taehyung, maldito bastardo! ¡¿En qué mierda estabas pensando?! ¡Tuviste crías con tu propio hijo! ¡¿Y aun así las quieres para engendrar más?! ¡¿En qué mierda te has convertido, eh, en qué mierda te has convertido?! ¡Tiene diecisiete putos años y le jodiste la vida como ningún otro! ¡Y a mí, a mí! ¡Yo te amaba, te quería como a nadie! ¡Pero ya me di cuenta que no sabes ser padre, no sabes, porque a uno lo violas, y al otro lo mandas a torturar por años! ¡Estás mal, mal!
Yoongi se ahogó y lágrimas amargas resbalaron por su mejilla, escuchó al cochero listo, a los caballos. Sus manos temblorosas se llenaron de alivio cuando oyó que la carreta avanzaba, que se iba. Su corazón latió con fuerza cuando gritó, cuando su Alfa se reveló en todo esplendor y sus ojos se llenaron de un bello y sangriento rojo, los mercenarios les cortaron la garganta a todo guardia presente y el Rey se quedó ahí, de pie, serio. Yoongi sabía que vendrían más, su padre lo sabía, pero no podía quedarse quieto, lucharía. Lucharía.
—Saca tu maldita espada —escupió Yoongi—. Sácala. Me han torturado por tu culpa, me han llamado Demonio, pecador, y te han venerado en toda tu mierda. Has sembrado en mí tal odio, desprecio y dolor que ya siquiera puedo ver tu rostro sin sentir arcadas. Deformaste mis recuerdos, de ti, del cariño que alguna vez sentí, que alguna vez sentiste tú. Perdiste todo mi amor, mi respeto, me perdiste, perdiste a mamá a toda tu familia. Ya no te queda nada. Nada. ¿Y por qué, por qué...? Si tanto deseabas un Omega, pudiste haberte quedado con el primero que te trajeron, pudiste haberlo cuidado, amado, y abrazado... No me imagino qué cosas le habrás hecho, cuántos... Cachorros... Dime, ¿Jimin es el único? ¿Es la única cría que tuviste con ese Omega?
El Rey permaneció en silencio, por primera vez Yoongi no supo descifrar su mirada, no supo entender lo que reflejaba. Por un momento su silencio se convirtió en la maldición de todo.
—¿Jimin... fue el único... Verdad? —preguntó con la voz temblorosa.
El viejo Alfa lo miró con seriedad. —No.
No. El mundo de Yoongi se fue desmoronando ante aquella respuesta. Su espada bajó, su ira, su dolor, no supo qué pensar ante eso. No supo qué decir, qué expresar.
—Hubo dos cachorros más antes de ese Omega —habló, y caminó con lentitud, Yoongi levantó la espada con fuerza y el Rey lo miró, pacífico—. Eran gemelos. Se contagiaron de la peste y murieron a los pocos días de nacer.
—¿Cómo sé si creerte? —preguntó Yoongi, el Rey levantó las cejas.
—Yo ya te dije lo que pasó, queda en ti atormentarte o asumir la verdad.
Yoongi no contestó, su mirada irritada se pegó en su padre y este se detuvo frente suyo, a dos metros de él. Su mirada vieja, sus arrugas, su cabello... Lucía cansado, pero la ferocidad de su presencia aún lo acompañaba. Su padre era un gran guerrero, un gran Alfa poderoso, había ganado innumerables guerras y había pasado su vida entrenándolo. Yoongi sabía cómo peleaba.
—Te quejas de mí, Yoongi —habló el hombre—. Pero tú también estás dejando todo por un Omega. También... Tienes la intención de dañarme, a mí, al hombre que te entregó la vida.
—No me compares contigo.
—Tú sientes amor por el Omega, por Jimin —murmuró, y toqueteó la espada filosa de Yoongi, en joven Alfa lo miró con grandes ojos—. Sientes deseo, y dices que es mi hijo... ¿Te crees más que yo... tú, que quieres follar a tu hermano?
—Yo no...
—Claro que quieres hacerlo —contestó—. Jimin es muy bonito, muy sumiso... Antes de ti solo podía gemir y llorar en silencio. Pero cuando te vio en el suelo... Él pensó que volverías, todas las noches, todas las mañanas, pensó que vendrías y lo sacarías, que lo rescatarías de todos los Alfas que quisieron probar su carne. ¿No es triste... que tuvo que esperar dos embarazos y un aborto para que tú vinieras?
Yoongi sintió que su pecho dolió con fuerza, las lágrimas brillaron en sus ojos, en los mismos ojos que alguna vez miraron con cariño a ese hombre. Y supo, supo que su tiempo ahí no iba a arreglar nada, que hablar con un hombre como ese no iba a reparar el daño que Jimin sufrió en su vida, que no le iba a devolver la inocencia, la felicidad, nada. Porque su padre estaba tan vacío en sentimientos que no valió la pena para Yoongi mancharse las manos con su sucia sangre.
Porque era su padre. Y un tirano, un hijo de puta. Porque algo de su mugre lo tenía él. Porque Yoongi deseaba a Jimin como su padre lo había deseado alguna vez, sus manos bajaron, su Alfa, su odio, no valía la pena ser quien destruya aquella presencia.
—Pero él está conmigo ahora —contestó, las lágrimas brillaron en sus ojos, Yoongi retrocedió—. Volví por él, por él en toda su desgracia, en todos sus llantos, cicatrices. En todo su dolor. Yo, volví. Porque no permitiré que marchites a Jimin como hiciste con su madre. Y me lo llevaré lejos, lejos de ti, lejos de todo Alfa que habita en este reino. Porque yo... Besaré cada uno de sus miedos, cada temor, cada lágrima. Porque erradicaré tu presencia de su cuerpo, de sus pensamientos, de todo... Hasta que finalmente ya siquiera recuerde tu miserable rostro. Porque no mereces otra cosa que ser olvidado, golpeado, machacado hasta los cimientos... Pero yo no lo haré. Porque lo último que quiero ahora... Es mancharme de tu pútrida sangre.
Víctor miró por última vez a su padre y se volvió, los mercenarios inclinaron su cabeza en respeto y no permitieron que el Rey lo siguiera, el viejo alfa tragó saliva cuando observó a Víctor tomar un caballo del establo, y avanzar por el camino.
—Esto es un recado de la Reina, Alteza —murmuró un Alfa a su lado, el viejo Rey miró al mercenario justo cuando sintió que una daga le penetraba el pecho, el viejo hombre retrocedió cuando sintió otro por su espalda, por su cintura. Le cubrieron la boca con fuerza—. Dijo que lo espera con ferviente emoción... en su lecho de muerte, mi señor.
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