Capítulo 10
—Escuché que hoy tiene una reunión para firmar un tratado de paz —murmuró Taehyung atando las cuerdas de las muñequeras de cuero que Yoongi tenía en el brazo. Su mirada repasaba lo que iba a llevar en el bolso que el príncipe le había ofrecido—. Estará en el mismo castillo, ¿me escuchas? Jamás se aleja de él. Debes tener cuidado.
—Entiendo —afirmó Yoongi guardando todas las cosas dentro del bolso, entre ellas había manta, comida, agua, un par de dagas y un cambio de ropa por si acaso. El Alfa miró a su hermano menor—. Lo conseguiré.
—Si el Rey te descubre nos colgará a ambos —la mirada asustada de Taehyung relució a la luz del amanecer. Eran alrededor de las cinco de la madrugada, el tiempo relucía fresco, sereno. Sin duda alguna su padre los colgaría a ambos si se enteraba de todo. Yoongi posó su mano sobre el hombro del menor y lo apretó suavemente.
—Yo tomaré toda la responsabilidad —dijo con palabras claras, dejó de mirar a su hermano y se colocó el bolso sobre el hombro, se puso la capucha del traje de caza y colgó la espada en su cinturón.
—Te deseo toda la suerte, hermano —murmuró Taehyung—. Para ti, para la criatura, tienes hasta las ocho de la noche para llegar al barco, si no, se irán sin ti.
—Está bien.
Yoongi abrazó a su hermano por última vez, Taehyung era un Alfa joven y sereno, en todas estas semanas que pasaron para averiguar el paradero de su padre pudo convivir con él, pudo observar sus ambiciones, sus planes, no dudó que su reinado se convertiría en el mejor de todos. Porque la intención de Taehyung era mostrarles lo que el mundo tenía para ellos, para todos. Se dedicaron palabras a través de pequeños susurros y finalmente lo acompañó al carruaje que lo esperaba detrás del palacio. Ningún sirviente dijo ni vio nada, la vista gorda que hacían se debía a la lealtad que tenían a Taehyung y la pena que sentían por Yoongi. Tanto el pueblo como el palacio estaban enterado de lo que hicieron con él, algunos apoyaban la causa, y otros, no. Los nobles y ricos se llenaron la boca con su nombre, mientras que las familias, los hombres y mujeres que habían sentido el látigo de los guardias ante las injusticias sabían lo que pasaba, y lo que pasó el día que el príncipe Yoongi desapareció de su habitación.
Los ojos del Alfa observaron el castillo majestuoso, los caballos, los establos, había pasado toda su vida entre aquellas paredes, en ese ambiente. Jugando, llorando, riéndose. Y lo único que esperaba Yoongi era jamás volver a pisar esos suelos de mármol, jamás volver a caminar aquellos pasillos. No. Nunca más. Porque el día que tocara aquella asombrosa arquitectura sería aquél donde vendría de la mano con Jimin, sin la necesidad de ocultarlo, sin la necesidad de que sintiera miedo por él.
Se volvió finalmente, directo a las tierras de su padre donde tenía a Jimin.
Habían pasado alrededor de dos horas hasta que a lo lejos observó un castillo color grisáceo, tenía gárgolas de piedra en cada columna, las esculturas que adornaban los jardines despertaron en Yoongi la curiosidad, la cantidad infinita de flores, rosas, árboles, todo era tan llamativo que en su cabeza solo recordaba el aroma de Jimin. Supuso que todo ese escándalo natural se debía al Omega, se preguntó qué cosas había pasado con Jimin estos últimos dos años, sabía que estaba vivo, su hermano le contó rumores, todo.
Su sangre empezó a calentarse de solo recordar sus palabras. El día que él cayó en cama su padre dejó que los grandes nobles tomaran a Jimin para comprobar lo celestial que era, en otras palabras, dejó que abusaran del pequeño Omega. Yoongi se atragantó de solo pensarlo, el miedo y el terror que pudo haber sentido Jimin al tener a decenas de Alfas a su alrededor debió dejarlo destrozado, desgarrado. Las lágrimas brillaron en sus ojos y los cerró con furia, miró su ropaje y tomó la ropa que su hermano había dejado a un costado del asiento, Yoongi reconoció la máscara de médico que solían utilizar de niños, cuando jugaban, observó la túnica y rápidamente se la colocó, le quedaba grande y olía a sangre seca, el Alfa se colocó la máscara sobre el rostro, dentro se sentía el aroma a guardado, pero rápidamente el aire empezó a cambiar. El sudor que bañó su nuca lo inquietó un poco, sus manos, sus dedos. Temblaba. No por miedo, ni nada parecido. Si veía a su padre lo mataría, lo destruiría con sus propios colmillos. Su Alfa rugió en su interior, ansioso, cuando se acercaron al castillo el viejo Alfa que conducía habló con los guardias. Estos le dijeron algo y Yoongi se volvió apenas cuando la puerta del carruaje se abrió y un par de ojos curiosos lo miraron.
—Gracias por llegar tan rápido. —habló el guardia.
Yoongi lo miró extrañado, pensó que lo reconocería por el cabello, por algo, pero parecía distraído, agitado. El guardia lo miró con los ojos brillantes, como si Yoongi viniera a salvarle de un gran aprieto. El Alfa se colocó el sombrero negro sobre la cabeza cuando salió, tomó su bolso de cuero y le dio dos monedas de oro al viejo Alfa que lo saludó con una mano. La discreción que tenía alivió a Yoongi.
—Entre por aquí.
Yoongi siguió al guardia, había pocos médicos alrededor de todo el reino y la mayoría siempre estaba atendiendo en las villas, desde la peste que atravesó el reino hacía algunos años la demanda de médicos explotó como una sandía reventada, algunos enfermaron, pero finalmente encontraron una cura. Eso no quitaba que la enfermedad atacara algunas casas, los trajes de médicos eran difíciles de conseguir, únicos, su madre le había regalado la máscara cuando era más chico, orgullosa de la gran ambición de Yoongi por salvar vidas, pero la túnica y el sombrero, no sabía de dónde lo habían sacado.
—El día está muy bonito. —comentó observando el castillo con intensidad, contó las ventanas, las puertas, los guardias que estaban de pie en cada entrada. Yoongi apretó la espada debajo de la túnica.
—Demasiado caluroso —comentó el guardia, Yoongi lo miró extrañado, no hacía calor, pero observó la transpiración que bañaba el cuello del Alfa, en su cabello negro, su rostro, supuso que serían los nervios, los nervios de algo—. Está empeorando desde ayer, seguimos todas las indicaciones que nos mandó por carta, pero la hemorragia no se detiene, el Rey está muy nervioso.
—Entiendo —murmuró y sus ojos miraron todo con suma atención y ansiedad. No sabía de quién hablaba, Yoongi miró todos los pasillos, memorizando, respirando con dificultad, no sentía el aroma de Jimin.
—Espero que pueda hacer algo —habló el guardia cuando finalmente abrió una gran puerta de madera, la mirada de Yoongi se agrandó cuando escuchó a lo lejos un pequeño llanto, el aroma a sangre, a flores podridas inundó la máscara de médico, Yoongi se quedó de pie unos segundos cuando finalmente chocó con la realidad. Era Jimin, era Jimin, su sangre empezó a hervir, su Alfa, sus piernas quisieron correr, encontrarlo, su animal interior rugió con fuerza cuando el aroma estalló como una bofetada en su nariz—. Tenemos un poco de medicina en la habitación y...
Yoongi volvió a apretar los puños cuando se acercaron a una gran puerta de madera, sus ojos estallaron en llamas, en nervios, ansiedad, en todo, su corazón empezó a latir con fuerza y su aroma picante luchaba por explotar y gobernar toda la habitación. Podía oír el llanto de Jimin, podía sentir su aroma, podía sentir el miedo en el aire. Cuando el guardia abrió la puerta sus ojos se clavaron en una gran cama matrimonial, en la sangre, los paños manchados y las decenas de baldes que apestaban a sangre con agua. Yoongi tembló cuando observó a otros Alfas alrededor de la cama, su voz salió temblorosa.
—Quiero estar solo con él —habló y la presencia de su voz causó que miradas curiosas se volvieran hacia él. Cerca de cinco Alfas salieron de la habitación, Yoongi miró las manos ensangrentadas, la ropa manchada, no miró al guardia cuando entró a la habitación.
Al segundo que escuchó la puerta cerrarse su corazón cayó al suelo, sus piernas, su cuerpo, no pudo moverse. No pudo respirar. Su Alfa rugió en su interior cuando miró el cuerpo menudo de Jimin, ahí, en la gran cama. Estaba desnudo, pálido, la sangre que salía de sus partes íntimas dejó a Yoongi helado, lentamente se quitó la máscara de médico y sus ojos lo pudieron ver en todo su esplendor. Sus pies se movieron, en sus piernas gorditas, su vientre, su cintura estrecha. Las manos de Yoongi temblaron cuando dejó caer la máscara al suelo.
—Jimin —susurró y sus manos quisieron tomar su cabello, el sudor, la mugre. Su cabello estaba sucio, los ojos de Yoongi se llenaron de lágrimas cuando observó las innumerables mordidas que tenía en su cuello, en sus hombros. Los brazos delgados de Jimin estaban manchados de sangre, sus manos, estaba tan delgado que las lágrimas y la angustia hizo presa a Yoongi. Estaba destruido, estaba desecho.
Quiso ser fuerte, pero no pudo aguantar el llanto, no pudo aguantar el dolor en su pecho, en su cuerpo, sus manos temblorosas, Yoongi miró su mano cicatrizada, el odio por su padre creció por todo su cuerpo, navegó por sus venas como sangre, y su corazón, su corazón se llenó de vida cuando unos ojitos lagrimosos se volvieron hacia él.
Cuando Jimin y Yoongi se miraron el silencio inundó el mundo, las lágrimas, el llanto, sus corazones parecieron latir en una misma sintonía. Lo quería, lo amaba tanto, lo amaba tanto que las temblorosas piernas de Yoongi lo obligaron a caer, arrodillado frente a la cama matrimonial. Su rostro se deformó en llanto y su mirada bajó apenada, sus manos tomaron otras frías, delgadas y rogó, rogó su perdón. Rogó por todos los días que lo dejó solo, por todos esos días que lo tomaron a la fuerza. Rogó perdón por el dolor que le causó, Yoongi lloró con fuerza a los pies de la cama. Acabado.
—Perdóname, perdóname Jimin —lloró, sus manos temblaban, las feromonas que Yoongi liberó inundaron la habitación, miedo, alegría, amor, todo junto. El Alfa sintió unos delgados dedos sobre su cabello, sobre su rostro, cuando levantó la mirada los ojos brillantes del Omega lo miraron directamente.
—Ah-Agh... —Jimin cerró la boca cuando no pudo pronunciar el nombre del Alfa. Los ojos llorosos de Yoongi lo miraron asustado, quieto. Tomó el rostro del Omega con sus grandes manos y Jimin lo miró lloroso, en su rostro no había miedo, pero sí había dolor, alegría, su bella carita, sus bellos ojitos. Lo atrajo hacia sí y lo abrazó con fuerza, sus temblorosos brazos lo arroparon, lo sostuvieron. Lo habían destruido, le habían cortado la lengua y lo habían arrojado a su suerte. Los ojos de Yoongi destellaron con fuerza, pero luchó para volver a la realidad, para volver a sí, su corazón se rompió una y otra vez con cada latido que sentía en el pecho de Jimin, con cada respiración.
No existía criatura más fuerte, más valiente que un Omega, no existía ser tal como aquél, dotado de belleza, dotado de una inocencia y amor sobre sus manos, sobre su piel. Porque Yoongi sintió que volvía a nacer, que volvía a vivir. A pesar de los temblores, del miedo que sentía por perderlo de nuevo, a pesar de todo, sintió la fuerza que aquél ser frágil le otorgaba.
—No volveré a dejarte nunca más, ¿me oyes? No volveré a hacerlo, aún si tuviera que aniquilar medio mundo, no volveré a hacerlo —murmuró con la voz temblorosa, se separó de él y lo besó en la frente, en las mejillas. Yoongi limpió las lágrimas en los ojos de Jimin—. Te vengaré, te vengaré, a ti, a tu madre, te sacaré de aquí. No sabes lo que te espera, nos iremos, nos iremos lejos, a tierras donde nadie más te lastimará, donde nadie más te hará daño. Ven conmigo, ven... Yo te daré todo el amor que no recibiste durante todos estos años, quiero que seas feliz, q-quiero que seas feliz conmigo, Jimin.
El Omega lo miró con ojos llorosos, no se movió, no asintió, solo lo miró con una tristeza indescifrable, su mirada bajó a su cuerpo, a sus heridas, su pequeña mano atrajo a la de Yoongi hacia su vientre y apretó con fuerza. Trató de murmurar algo, pero su rostro se deformó en llanto, su Omega se rompió, se quebró igual que se quiebra un plato al caer al suelo, los ojos de Yoongi miraron el vientre del Omega, miraron la sangre a su alrededor, los restos de placenta, de coágulos de sangre. Un recuerdo tormentoso chocó contra su cuerpo, y lentamente lo acarició, Jimin lo miró con dolor, temblando, murmurando cosas incomprensibles.
—Te curaré —murmuró y besó la mano ensangrentada de Jimin, Yoongi fue en busca de su bolso, de las medicinas que había ahí. Tardó cerca de treinta minutos para curar las heridas de Jimin, el llanto del Omega no cesó durante el trayecto, Yoongi lo ayudó a sentarse, y lavó su cuerpo con lentitud, cantando suavemente sonatas viejas que ambos tarareaban aquellas noches de Luna llena. El Alfa le limpió las heridas al Omega, le limpió la sangre, besó cada cicatriz, cada corte, cada moretón, el amor con el que le trataba hizo que Jimin llorara sin parar, necesitado, angustiado. Yoongi lo vistió con ropajes que sacó de su bolso y le colocó un par de calzados que Jimin observó detenidamente—. Ya... Afuera nos está esperando un carruaje, y más allá, en el mar... Nos espera un barco, mi amor. Debemos ir, debemos dejar este lugar, estos recuerdos, te prometo toda la felicidad si me acompañas.
Yoongi se levantó, tomó su bolso, su máscara, sus ojos observaron la cantidad de ramos de flores que había en el cuarto, flores viejas, marchitas al lado de las rosas más frescas, los ojos de Yoongi observaron las telas, las prendas lujosas, su mirada viajó a Jimin cuando ya tomó todo lo suyo. Sin embargo, lo observó de pie frente a una puerta, allá, detrás de todo, Yoongi se acercó con sigilo cuando el Omega abrió la puerta y la luz del día entró como si fuera lo más celestial de todo.
—Jimin —murmuró, y corrió hacia él, cuando se asomó al umbral de la puerta pudo observar el cuarto más bonito de todos, sus ojos se llenaron de un asombro enorme, decorado, hermoso, las grandes ventanas dejaban entrar la luz solar, el aire fresco, Yoongi observó la cantidad de flores que había, observó las telas, las conchas de mar que colgaban de largos hilos por el techo. Se preguntó si aquél sería el cuarto de Jimin, pero no sintió su aroma en aquellos muebles, ni una pizca, nada, todo estaba tan limpio y bonito que le sorprendió la simpleza del otro cuarto, sus ojos se volvieron, observó la sangre, las paredes vacías, no había ventanas ahí, la mirada de Yoongi observó las cadenas a los costados de la cama.
Escuchó un sollozo y su mirada se elevó, se clavó en el llanto de Jimin, en su rostro bañado de lágrimas. El Alfa de Yoongi perdió todas las fuerzas cuando observó al pequeño cachorrito en sus brazos, tan chiquito, tan bonito que su boca se secó, comprendió, comprendió las heridas que Jimin tenía en los tobillos, en las muñecas, comprendió que su padre no quería más a ese Omega, que no se quedaba en ese castillo repugnante por él. Porque lo había destruido, lo había asesinado de mil formas hasta que finalmente obtuvo lo que quería. Un cachorro, un cachorro fruto de sus violaciones, un pequeño cachorro que serviría para reemplazar a Jimin, como hizo con la madre de este.
Y su corazón volvió a romperse más, su pecho volvió a doler cuando al acercarse, notó a otro en una pequeña cuna.
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