4.
*Ari*
—¡Papi, pero yo quiero esa muñequita, ándale, ¿sí? —chilla una niña a mi lado, giro mi cabeza para ver la escena, y el primer sentimiento que viene a mi encuentro es el de cansancio, ¿cómo algunos niños pueden ser tan exigentes? Bueno, no es como que yo pueda hablar mucho del tema, después de todo no soy padre, pero sí fui niño, y no recuerdo que fuera tan exigente...
De igual forma no podías pedir mucho...
La pequeña castaña sigue gritando cosas mientras yo camino, no puedo evitar sentir tristeza por el agotado hombre que hace cálculos con sus dedos, las ojeras de no haber dormido en días son más que evidentes en sus ojos, eso se agrega a la lista de cosas que los niños no saben de sus padres. Si ellos se sienten tristes, ocultan todo bajo miles de capas de sonrisas y regalos, pero cuando se apagan las luces, lloran en silencio esperando a que se vuelva de día para acabar con la tortura que tienen por vida.
—Pero querida —escucho que dice el joven—, ya tienes muchas muñequitas en casa. ¿No será suficiente? —Por su tono de voz puedo deducir que se siente agobiado, quizá no le gustan las miradas de reproche que le dedican los hombres y mujeres a medida que pasan por su lado.
—No.
La niña hace un mohín intentado convencerlo, si el padre no decide por comprar esa estúpida muñeca, la niña se pondrá a llorar hasta que consiga lo que quiere, incluso si eso los deja en la calle.
¿No es increíble como los niños pueden llegar a ser tan manipuladores? Quizá eso viene incluido en el pack que es la raza humana. Esos actos de manipulación le podrían dar buenos frutos algún día, pero también le podría salir el tiro por la culata. Cuando se trata de la vida todo es posible, nunca hay que sentirse seguro, un día puedes estar en lo más alto de la cima, pero si obras mal, todo eso ira directo a la basura, otro tomara esa basura y la utilizara para su propio beneficio.
—Bueno, pero será la última. —Eso no es cierto, tanto la niña como su progenitor saben que ese no será el primer ni último berrinche que hará esa niña por algo que quiere.
La pequeña cambia su expresión de tristeza por una sonrisa que me parece lo bastante tétrica.
Sigo caminando, dejando la escena atrás, mi carrito de compras se mueve a su antojo mientras echo provisiones dentro. Mientras miro las cosas que podría echar al carrito, imagino un montón de futuras escenas para el libro que estoy leyendo, y mientras eso pasa por mi cabeza, mi boca repasa verbalmente la comida que ya he puesto en el carrito.
—Veamos, tengo: Espagueti, vegetales, frutas, verduras... ¿Qué me falta? —Le cuestiono a mi cerebro, luego de unos segundos en estado dubitativo recuerdo aquel ingrediente que es de importancia y que nunca puede faltar—, ¡Lácteos! —exclamo hacia mis adentros.
Una vez dicho lo que me falta, me pongo en camino hacia el pasillo donde se encuentran los lácteos. Estoy ansioso por ir a la caja, pagar por la comida y volver a casa a leer, el libro me tiene los nervios a flor de piel, no puedo creer lo intrigado que me siento, quiero saber si el protagonista lograra escapar de ella, pero bueno, no puedo dar más información, porque eso seria dar spoilers, mis niños, y eso no es bueno bajo ninguna circunstancia. Pero lo que sí puedo revelarles es el título, y ese es: Misery, el autor no es nada más ni nada menos que Stephen King, el maestro del terror.
Termino de echar los yogures al carrito y me dirijo hacia la caja.
Un pequeño suspiro de cansancio deja mis labios al ver toda la gente que se encuentra en la fila, cada uno inmersos en sus propios mundos de ansiedad y desesperación, todas las cajas registradoras están a tope. Bueno, no me queda nada más que esperar.
Saco mi móvil para distraerme un rato.
La fila avanza como si de una tortuga se tratará.
Así pasan los minutos hasta que de pronto un desgarrador grito hace que levante la vista de mi móvil, el aullido es tan doloroso de escuchar que me encojo del miedo, mi corazón palpita con fuerza en mi pecho mientras mis ojos buscan el origen del problema.
Las personas a mi alrededor están igual de atemorizadas que yo, y no las culpo.
¿Qué fue eso?
Un escalofrío de terror me asalta en el momento que veo a un joven acostado sobre su espalda en el sucio suelo del supermercado, del cuello de él brota una latente flor rojiza, cada uno de sus delicados pétalos derrama gotas rojas y viscosas, los cual se esparcen por todo el cuerpo del joven hasta ensuciar con sus hermosos pétalos el sucio suelo de la tienda. Mi lado racional, el que sabía que no debía mirar, me da dos bofetadas para hacerme entrar en razón, pero eso no basta. Solo me quedo anonadado contemplando como la sangre se esparce por todo el suelo hasta tratar de llegar a mi lugar.
Los individuos que se encuentran alrededor de la escena se alejan de una manera espontánea, como si aquel líquido les fuera a arrebatar el alma de un tirón apenas entre en contacto con sus zapatos.
Amaría decir que eso era lo único macabro que se podía advertir, pero eso no termina ahí, del cuello del hombre se aferra un niño. Este parece estar bebiendo la sangre de la recién nacida flor. Las ganas de vomitar no tardan el llegar. Tengo las extrañas ganas de acercarme al niño y sacarlo de un empujón para descubrir si lo que veo es real o solo estoy alucinando, pero el bullicio a mi alrededor me indica que es mucho más real de lo que quiero creer.
Los chillidos de madres, padres e hijos se toman el local, todo como si estuviera ocurriendo una matanza extrema con bombas y ametralladoras, la diferencia es que en este caso las armas son las garras y dientes.
Mis ojos parecen no querer dejar de mirar la escena, me siento hipnotizado.
¿Cómo se sentirá que te despedacen el cuello...?
Un grito queda ahogado en mi garganta cuando el extraño niño se desaferra del cogote de su víctima, se gira y me ve entre la multitud de personas, los antes bellos ojos del sujeto parecen dos pelotas de furia pura, de su boca caen hilos de sangre, y lo lamentable es que eso no basto para terminar de perturbarme, lo que logro ese cometido es que me sonriera como si fuera un ángel.
—Pero qué mierda... —Apenas logro susurrar mientras mi boca se abre y cierra con sorpresa y desesperación.
Me fijo en un último detalle antes de salir de mi estado hipnótico, la piel está pálida, es como si fuera un vampiro, unas venas moradas se marcan sobre su cara como si fueran potenciadores para tomar la fuerza y matar al que se le cruce.
De una manera inconsciente, mis pies empiezan a retroceder con lentitud mientras mi mirada alterna entre el monstruo y el joven que batalla por vivir. Pronto ese chico no será más que un muerto más, al que nadie le tomará importancia porque su familia de seguro también morirá de la misma u otra forma.
Chillidos de locura se toman todo lo que alguna vez fue un ambiente familiar.
Todas las personas de mi alrededor están por completo alteradas, unos escapan, otros se quedan en un estado de shockmomentáneo, y otros se desmayan, los últimos son la presa más fácil de conseguir.
Empiezo a mirar de un lado al otro, y no tardo en encontrarme otra escena del crimen. Una mujer está apuñalando al que parece ser su esposo. El cuchillo carnicero arremete repetidas veces en lo que es el corazón del mayor, la sangre le da un toque completamente siniestro y salvaje a la escena. En tan solo un par de segundos, la mujer con su cuchillo hace una incisión en el pecho del marido, todo esto para sacar la masa aún palpitante de su pecho.
El corazón palpita en su mano, mientras la sangre brota a borbotones de sus dedos.
La mujer se levanta con una mirada de superioridad se da la vuelta y mira en todas direcciones, como si esperara un tipo de ovación, la cual llega a modo de alaridos.
El rojo chorrea de su ropa, como si de agua se tratará.
Levanta su mano libre en modo triunfador, mientras que con la otra se lleva el órgano a su boca para morderlo y así empezar a devorarlo.
La expresión de la mujer es de diversión. Como si algo le causara gracia, ella empieza a reírse como la desquiciada que es.
La piel de la mujer es igual a la del niño de hace unos instantes, blanca, casi transparente.
«¿Acaso será una coincidencia?»
Un hombre cae a un lado mío y empieza a vomitar, el olor y líquido se esparcen por el suelo hasta llegar a mi lugar, las ganas de hacer lo mismo que él me han estado latiendo en la garganta como si fuera algo de suma necesidad. Pero retengo todo dentro de mí, no debo perder el tiempo... no ahora.
Debo escapar si quiero seguir con vida, de lo contrario, yo seré el próximo en perecer.
Mis pies se giran automáticamente, y sin siquiera esperar un segundo, empiezo a correr hacia la salida como si mi vida dependiera de ello, y en efecto, es así.
Mientras trato de alejarme del macabro escenario, parece que más me acercara, siento como si la locura nunca acabara, esquivo a personas malheridas, el piso, que en algún momento estuvo sucio y desgastado, ahora está inundado en grandes charcos de pura e inacabable sangre y vómito.
—¡Corre mierda corre! —Me grito para intentar recuperar lo que queda de mi cordura, lágrimas de miedo y desesperación corren por toda mi cara.
Mientras corro voy tan inmerso en mis pensamientos que termino colisionando con una persona. Esta me mira, sus ojos inyectados en sangre, su piel blanca como papel, y sus venas moradas que van aflorando a la superficie me indican que es uno de ellos.
Este ser monstruoso intenta abalanzarse sobre mí, pero con un rápido movimiento lo esquivo.
Miro el suelo en busca de algo que me pueda ayudar a sobrevivir, a mis pies veo un set de lápices. Lo recojo, lo abro y le lanzo un par en la cara, uno de ellos le llega al ojo derecho, mientras que los otros vuelven a caer al suelo, el malévolo ser chilla de dolor, pero luego de unos segundos empieza a reírse, es como si le hubieran inyectado una droga tan potente como para no sentir nada luego de atentar contra su ojo, el lápiz incrustado en su ojo se llena de sangre en cuestión de segundos.
Con el corazón en la garganta vuelvo a retomar mi plan de salir del lugar, esquivando una y otra vez todo el caos en el que me encuentro sumergido.
Miles de preguntas llenan lo que es mi mente y corazón, pero solo una toma la suficiente fuerza como para hacerme dudar.
¿Y si afuera esta peor?
No tengo vehículo, eso significa peligro en todo su esplendor, mi hogar no se encuentra muy lejos, por ende, si corro rápido, podría llegar a tiempo, de no ser así, estaré perdido.
Mierda, mierda, mierda.
Correré, y que pase lo que tenga que pasar.
Después de enmendarme a mi santa madre, que en paz descanse, y a Dios, corro hacia lo que podría ser un lugar seguro.
«Tú puedes, Ari», reza la voz de mi madre en mi cabeza.
—Confiaré en ti, má, confiaré en ti...
Sin mucho más que decir, sigo corriendo, tomando desvíos de vez en cuando.
En el camino a casa encuentro a varios monstruos comiéndose entre sí, mientras que otros buscan nuevas víctimas. Según lo que he estado observando sobre ellos, son rápidos, eso puede implicar peligro para mí.
Mucho peligro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro