Epílogo
Dolor.
Todo su cuerpo se estaba ahogando en dolor.
Su sistema nervioso, si tuviera voz propia, gritaría en completa agonía (probablemente como lo estaba siendo él) por el intenso dolor indescriptible que lo atacaba por todas las direcciones posibles.
Incluso con todo ese dolor, pese a estar al borde de la locura misma, un sin fin de preguntas salieron a la superficie.
¿Qué estaba pasando?
¿Dónde estaba él?
¿Qué hizo él para merecer todo ese dolor?
¿Quién era él?
Cada vez que intentaba mover alguna de sus extremidades, para intentar defenderse del atacante que le provocaba dicho dolor, algo duro, posiblemente de metal, bloqueaba el movimiento de cada una de sus extremidades.
Quería pedir ayuda. Pedir misericordia o que acabarán con su sufrimiento de una vez por todas, pero, era tanto dolor, que lo único que podía hacer en esos instantes era gritar, gritar a todo pulmón por el dolor que recorría su cuerpo de pies a cabeza mientras su garganta se desgarraba desde adentro.
¿Estaba en el infierno? ¿Acaso estaba pagando por sus pecados que no podía recordar?
La muerte en esos instantes parecía ser una bendición, su salvación. Lamentablemente, la muerte aparentemente no estaba interesada en ir por él, al menos no todavía.
Todo era tan confuso, doloroso y brillante, que ni siquiera sabía si en esos precisos instantes tenía los ojos abiertos, después de todo, la luz cegadora que le estaba quemando los globos oculares como si estuviera frente al sol le hizo preguntarse si cerrarlos ayudaría en algo.
No recordaba nada; ni un nombre, ningún rostro... nada.
Y, aun así, en lo más profundo de su alma, él se lamentaba profundamente.
Lo siento, en verdad lo siento
¿Lo siente? ¿Qué lo siente? ¿Se estaba disculpando por alguien en específico o acaso se estaba disculpando por algo que hizo?
No importaba.
Nada importaba realmente.
Lo único que quería en esos instantes era que el dolor, su sufrimiento, acabase.
Estaba seguro de que escuchó voces a lo lejos, voces que gritaban algo que tenían que ver con él, pero todo parecía tan distante, tan borroso y lejano; fue como si alguien le hubiera puesto algodón en los oídos o como si estuviera debajo del agua.
Intentar comprender qué decían los gritos fue una tarea difícil, por no decir imposible, en especial cuando sus propios gritos estaban en la mezcla y empequeñecían por completo cualquier otro tipo de ruido.
De repente, la luz se volvió más intensa.
—¡Plasmius! —gritó el cyborg —. ¡El portal!
—¡¿De qué estás... —las palabras murieron en su garganta una vez que se dio la vuelta.
Error.
Error.
Error.
La voz monótona repitió como una grabadora dañada. Mientras el laboratorio era sumergido bajo una luz roja de emergencia, el canto de una alarma resonó estruendosamente en el lugar.
—¡No! —gritó Vlad, mientras volaba hacia el panel de control con desesperación.
Una vez estando frente al panel de control, Vlad inmediatamente se puso a trabajar para averiguar lo que estaba mal, para saber qué tenía que hacer para arreglarlo.
Para salvar a su hijo.
Sin embargo, incluso con su gran inteligencia, Vlad no se percató del estado de su portal hasta que una placa de metal salió disparada y casi le atraviesa el pecho.
Con los ojos completamente abiertos, Vlad desactivó su intangibilidad que activó por instinto y miró de pies a cabeza a su más reciente invento.
Lo que antes era un portal revolucionario de metal cromado, su más grande (pero desechable) invento se encontró con varias abolladuras, cortes y quemaduras en distintos lugares donde no debieron haber estado en primer lugar.
—No... —susurró con miedo en su voz tras ver como la electricidad comenzaba a salir disparado en distintos lugares, al igual que los tornillos y las placas de metal —. No, no, ¡no!
Ignorando la parte lógica de su cerebro, Vlad inmediatamente se alejó del panel del control y se dirigió hacia la entrada del portal. Antes de que la yema de sus dedos tuviera la oportunidad de tocar la grieta en la realidad, el Neuro-Portal explotó frente a su cara... y con su hijo dentro de él... o al menos eso era lo que debió haber pasado.
De un momento a otro, estando a un milisegundo de que todo estallara, el tiempo mismo se encontró completamente congelado.
Uno pensaría que Clockwork, el gran y todopoderoso maestro del tiempo, dio uso de sus poderes para observar y analizar lo que estaba pasando momentos antes de la tragedia, no obstante, dicho fantasma no tuvo nada que ver.
En medio del laboratorio, una sombra, un cuerpo gaseoso como una nube de color púrpura, un ser que podría pasar como un fantasma (pero que no lo era) se formó en medio del caos y caminó lentamente hacia el portal que estaba a punto de explotar.
— Así que... ¿Este es tu mundo de origen?
La voz, una voz aguda y analítica que parecía estar debajo de un codificador de voz, habló.
— Interesante. ¿Quién hubiera pensado que tu origen sería tan... dramático?
El cuerpo gaseoso con forma humana dejó de caminar una vez que llegó al Neuro-Portal.
—Así que... ¿Este fue el hombre que te creó? —miró al hombre de piel azul —. Intrigante. Ustedes los halfa son un tema que debe seguir estudiándose en profundidad.
El ser de un solo ojo dejó de mirar al halfa mayor y miró con total atención el interior del Neuro-Portal, o mejor dicho, miró al joven adolescente que se encontraba en el interior.
Sabiendo que su presencia no podía sufrir daño alguno, por no estar realmente ahí, el ser de cuerpo gaseoso caminó lentamente hasta llegar con el adolescente inconsciente.
— Entis-sītus —dijo el ser con voz neutra —. Tu mundo de origen es interesante, tus poderes son interesantes, tú eres interesante —sus garras, filosas como los cuchillos de un carnicero, acariciaron el rostro pálido del chico —. Lamentablemente para ti, toda tu existencia y mundo de origen tiene que ser consumido, asimilado , para cumplir con mi propósito.
El espectro miró al adolescente congelado con su único ojo rojo, estudiando detalladamente el rostro que había visto varias veces en el pasado.
— Tan cerca... pero a la vez tan lejos. Es una pena que tu existencia en este mundo haya terminado y te alejara de mí. Habría hecho las cosas más fáciles.
El espectro dejó, por unos instantes, al pelirrojo para girar parcialmente la cabeza hacia atrás.
— Tu familia igualmente es bastante interesante y peculiar —su mirada se enfocó en Danny y Danielle—. Puede que incluso me aventure a cazarlos para seguir explorando el multiverso y a sus distintas variaciones.
El espectro no tenía boca, al menos no visible por su estado brumoso como la de una nube en la oscuridad, pero no era necesario verla para saber que se encontró sonriendo como un depredador hambriento.
— Entis-sītus —volteó —. Tu aparición fue completamente inesperada y accidental por lo que veo, pero accidental o no, debo agradecerte de antemano por aparecer en mi mundo. Gracias a ti descubrí un nuevo tipo multiverso inexplorado.
El joven pelirrojo, quien hasta esos instantes había estado completamente congelado en el tiempo como el resto, abrió de golpe los ojos, como si de repente el tiempo mismo hubiera regresado a la normalidad.
— Ah, ¿así que es la hora de irte, no es así?
El adolescente de cabello rojizo miró hacia su dirección, confundido y aterrorizado.
— Escucha con atención, Entis-sītus —lo miró a los ojos —. No importa a donde vayas, no importa cuantos aliados consigas a lo largo de tu viaje o qué tan poderoso te hagas.
El adolescente lo observó con atención, ajeno a que su propio cabello, ojos, ropa y tono de piel cambiaba constantemente de color.
— Voy a cazar y asimilar cada versión tuya creada tras este evento y nadie, humano, fantasma o bruja, podrá detenerme —una carcajada, siniestra y malvada que haría temblar a cualquiera, resonó en lo más profundo de su garganta —. Después de todo, soy una singularidad.
Y, con esas últimas palabras, el adolescente cerró los ojos, mientras una cegadora luz lo envolvía y le hacía olvidar todo lo que acababa de ver y escuchar.
FIN.
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