Capítulo 7
Multimedia: Yes -Demi Lovato
«Se interrumpe y sonríe. Luego hace un ruido raro un cruce entre tos y carraspeo que le he oído otras veces, siempre tiene que armarse de valor para saltar desde las rocas a las refrescantes aguas del río.
—Todo esto lo digo por algo —prosigue—. Hay veinte personas en la sala de espera ahora mismo. Algunas están emparentadas contigo. Otras no. Pero ten por seguro que somos tu familia.
Se inclina y su pelo me roza la cara. Besa mi frente.
—Aún tienes familia —susurra. » (1)
Cerré el libro y lo coloqué encima de mi regazo, con el dorso de mi mano limpié las lágrimas que caían por mis mejillas y gimoteé. Era tan triste esa parte del libro, y siempre lloraba con ella, los sentimientos, el dolor, la angustia y la desesperación eran palpables en cada oración, y como silenciosamente, le suplicaban a la protagonista quedarse.
—¿Estás llorando? —cuestionó Ann, inclinando su cabeza y mirándome con el ceño fruncido.
—No, estoy sudando por los ojos.
—Siempre lees ese libro —lo señaló e ignoró mi sarcasmo—. Y siempre terminas llorando, ¿no te cansas de leer algo que ya has leído?
—Nop —proseguí—. Cada vez que leo el libro es como si fuera la primera vez que lo hago. La forma en la que narra el autor y como transmite miles de sentimientos. —Tomé el libro y pasé mis manos por la portada—, eso vale la pena y no importa cuántas veces lo lea; sigue siendo como si fuera la primera vez.
—¿Cuántas veces lo has leído?
Unas mil veces.
—Cinco o diez veces. —Alcé mis hombros para restarle importancia.
Bufó.
—Es tu libro favorito, siempre que puedes lo relees. —Rodó los ojos—. Así que no me digas que solo lo has leído unas cinco o diez veces, porque lo has leído más de treinta veces. —Alzó una de sus cejas y se cruzó de brazos—. ¿O me equivoco?
Si deseabas conocer a una persona que quería tener la razón en todo, Anne era la persona indicada. Era experta en tener la última palabra, aunque a veces le ganaba y esos momentos casi no se miraban. Además, era muy cabeza dura para admitir que estaba equivocada.
—Deberías leerlo. —Sonreí entusiasmada—. Y cuando digo que deberías de leerlo es porque tienes que leerlo.
Miró el libro entre mis manos como si se tratará de un acertijo, cuando la campana sonó ambas nos levantamos y encaminamos hacia el instituto, parecía estar pensando muy bien su respuesta, lo cual me hacía reír entre dientes.
—No —dijo por fin, meneando la cabeza hacia los lados—. Me voy a aburrir cuando lo esté comenzando. Así que mejor no.
Bufé.
—No juzgues un libro por su portada Ann —le extendí el libro y ella lo tomó—. Además, mira que la portada es hermosa y el contenido. —Moví las cejas y sonreí amplió—. El contenido te va a encantar.
Acarició con sus dedos la portada y volteó a verme con los ojos entrecerrados para añadir:
—Espero que valga la pena invertir mí tiempo en él. —Chasqueó la lengua—. O te mataré.
Solté una carcajada.
—Te va a gustar, ya verás. —Sonreí de lado—. Te va a gustar tanto que se convertirá en tu libro favorito.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó, ladeando la cabeza hacia un lado.
—Solo lo sé —me encogí de hombros—. Es más, te lo regalo.
—No puedes hacer eso. —Colocó cara de espanto—. Es tu libro favorito.
—Y ahora también será el tuyo.
Le pedí el libro y me acerqué a una pared, saqué un bolígrafo y en la primera hoja en blanco escribí:
Decido quedarme a tu lado por el resto de mi vida, decido apoyarte y sostenerte cada día, no importa la distancia, las circunstancias o por lo que estemos pasando. Siempre estaré aquí.
Con amor, L.D
Cerré el libro y se lo entregué, sus ojos detonaban felicidad. Tomó el libro y lo aferró a su pecho sonriendo de oreja a oreja.
—Gracias —susurró.
—No hay nada que agradecer —dije y entrelacé nuestros brazos para comenzar a caminar.
Miré en la lejanía a Derek con Ethan. Ambos iban hablando, aunque Ethan negaba con la cabeza por lo que él primero decía. Durante los últimos días habíamos estado cada quién por su lado, y no entendía porque decía que Arthur era una mala persona, había estado hablando con él y era interesante. Él era como un libro y yo quería saber su contenido, desde lo más bonito hasta lo más horrible. Por ello, había aceptado cuando me invitó a salir.
Pero, como todo ser humano también iba con cuidado, se sentía como si estuviera en un campo lleno de minas, un mal movimiento y provocaría una explosión.
—¿Estás bien? —inquirió Anne, mientras movía su mano enfrente de mi rostro.
—Eh...sí —le saqué el dedo pulgar—. Todo bien.
Arrugó la nariz y miró hacía el frente, seguí su mirada y estaba mirando a Derek, cuando volteé a verla ella ya estaba mirándome con reproche.
—¿Todavía no han hablado?
Me encogí de hombros.
—Nop.
Arrugó el ceño.
—¿Por qué?
—Porque no hay nada de qué hablar —dije obvia—. Arthur es genial, me cae bien y Derek...él es a veces muy extraño, Anne, tu misma lo dijiste no hay que juzgar a nadie, y estoy conociendo a Arthur para dar mi propia opinión.
Hizo una mueca y entrecerró los ojos en mi dirección, sostuvo el libro contra su pecho con una mano mientras, que con la otra me señalaba en modo de acusación.
—No uses mis palabras en mi contra. A veces debemos hacer caso a lo que nos dicen de una persona. —Fingió cara de espanto—. Quizás sea un asesino serial.
La miré extrañada por unos segundos y después me eché a reír como desquiciada, y ella rio junto a mí. Suspiré y pasé una mano por su brazo, atrayéndola hacia mí para susurrar en su oído.
—Entonces, en ese caso, ya sabrías quién me asesinó.
—Seguro que sí. —Miró la hora en su reloj de mano e hizo una mueca—. Ya debo irme, pero, por lo que más quieras, habla con Derek, él me cae bien.
—¿Y tengo que hablar con él por qué te cae bien?
Asintió y se plantó enfrente de mí.
—Es una buena persona.
Arqueé una ceja.
—¿Eres adivina?
—Nop, pero tengo mi propia opinión de él y mi instinto me dice que es una buena persona, y si mi instinto lo dice...
—Es porque es verdad —terminé por ella y sonreí—. Claro, te veo luego.
Bufo y revoloteó los ojos, sonreí y le dejé un beso sonoro en su mejilla para echarme a caminar hacia el salón.
—¡Hazlo, mujer! —la escuché gritar y comencé a caminar de espalda.
—Lo siento, capitana, no lo haré.
Le sonreí y caminé más rápido hacia el salón, escuchándola gritar mi nombre y haciéndome reír. Entré al salón y la mayoría de las personas ya estaba adentro, caminé hasta unas mesas cerca de la ventana y deposité mis libros sobre ella, sentándome y apoyando mi mentón sobre mi mano.
Me quedé mirando hipnotizada las hojas de los árboles, como se mecían hacia los lados por el aire que corría, había varias parejas sentadas debajo de los árboles, algunos formaban grupos y otros estaban solos. El amor muchas veces es complicado, es como un acertijo que no tiene solución porque nadie puede decir la fórmula perfecta para estar en una relación llena de felicidad, siempre hay y van a haber alto y bajos, y solo sabes si es amor cuando aun estando en lo más oscuro del lugar, sigues allí ayudando al otro.
—Layla —pronunciaron a mi lado.
Desvié la mirada de la ventana y la enfoqué en Derek, quien estaba sentado a mi lado.
¿En qué momento entró?
—No me estabas escuchando, ¿cierto? —inquirió.
—No, lo siento —confesé—. Pero, ¿qué decías?
Sonrió de lado.
—Nada importante, ¿trajiste el trabajo?
Asentí.
Sacó la parte de su trabajo de una carpeta marrón y me lo extendió, lo tomé y organicé para después meterlo en una carpeta transparente.
—Buenos días —saludó el Sr. Monroe—. Hoy empezaremos un nuevo tema que será evaluado esta misma semana, así que por favor presten atención. Las vacaciones de invierno están llegando y ésta será su última nota. —Tomó un marcado—. El trabajo me lo entregan al finalizar la clase.
Se dio la vuelta y empezó a escribir en la pizarra, saqué el cuaderno y comencé a escribir. La mirada de Derek estaba en mi perfil, lo miré de reojo y él apartó la mirada, fruncí el ceño y seguí copiando lo que había en el pizarrón.
Tic tac, tic tac
¿Has sentido la sensación de estar en un lugar y querer salir corriendo? Bueno, toda la hora de la clase estuve con esa sensación, con las ganas de irme corriendo del lugar. Monroe nos había colocado hacer unas cosas en grupo y aunque había otras integrantes junto a Derek y a mí, la cosa entre ambos era tan incomodo, que parecía que pronto íbamos a huir del otro, hasta los otros dos integrantes del grupo se dieron cuenta y nos preguntaron si todo estaba bien.
Y la respuesta fue un bien que sonó más falso que el culo de Kim Kardashian.
—Esto es todo por hoy —anunció el Sr. Monroe luego de unos cuarenta y cinco minutos eternos—. Por favor coloquen los trabajos encima del escritorio y salgan.
Al fin.
Recogí mis cosas rápido y me despedí para luego ir rápido hasta el escritorio del profesor, entregar el trabajo y salir de allí como alma que lleva el diablo. Cuando coloqué distancia entre el salón y yo, suspiré y empecé a caminar con más calma por el lugar.
Esquivaba a los alumnos para llegar a la parte trasera del instituto, tenía hora libre e iba a estar sola porque Anne tenía clases.
—¡Layla, espera! —gritó Derek.
Mis pies se detuvieron como si hubieran jalado un freno de mano, me giré sobre los talones y agarré las correas de mi bolso con fuerza, lo vi esquivar a los estudiantes y caminar hacia mí.
—Necesitamos hablar —soltó sin rodeos al llegar a mí.
Suspiré.
—Bien. ¿Sobre qué?
—Arthur él...
—No —lo detuve y negué con la cabeza—. No vamos a hablar de él, porque vamos a terminar discutiendo y no quiero discutir. Vamos, Derek. ¿No estás cansado de esta tira y suelta de cuerda?
—Layla...
—No —dije cortante y empezando a molestarme.
Arrugó las cejas y lamió sus labios, mientras pasaba una mano por su cabello y lo desordenaba con frustración. Por un momento creí que iba a hablar, pero el sonido de mi teléfono cortó lo que sea que iba a decir.
Arthur: Te veo a las cinco, pequeña.
10:05 am
Sonreí y contesté con una afirmación, cuando alcé la mirada me encontré con los ojos de Derek. Me miraba decepcionado y negó con la cabeza.
—¿Por qué no escuchan cuando solo intentan advertirles? Cuando solo intentan evitar que terminen lastimados.
—¿Lastimados? ¿Voy a terminar lastimada?
—Lo harás porque no me hiciste caso cuando te dije que no te acercaras a Arthur. —Negó con la cabeza—. Ya le disté algo a lo cual aferrarse, algo a lo cual clavarle las uñas para no dejarte ir.
Lo miré confundida por sus palabras, terminé negando con la cabeza y dando un paso hacia atrás, mientras él solo me miraba con pesar y tristeza, como si hubiera firmado mi sentencia de muerte y era escalofriante.
—Ya debo irme, adiós Derek.
Pasé por su lado y me adentré entre la masa de estudiantes, cuando volteé hacia atrás, tenía la cabeza echada hacia atrás y luego empezó a caminar. Volví mi mirada al frente e hice caso omiso.
Pero aún sigo sin tener una respuesta a su pregunta.
¿Por qué no escuchamos cuando nos intentan advertir de alguien o algo?
¿Por qué somos tan tercos?
No lo sé, sigo sin saberlo.
El cielo estaba despejado, no había casi nubes en él, las aves volaban en círculos como si estuvieran asechando a una presa, las personas transitaban las calles y los gritos eufóricos de los niños llegaban hasta mis oídos desde donde me encontraba.
—¿Qué piensas? —cuestionó Arthur.
Desvié la mirada del ventanal para fijarla en él. Después de que me buscará en mi casa, fuimos a un café, ya nos había tomado la orden y estábamos esperando nuestros pedidos. La decoración del lugar era sutil, las paredes estaban pintadas en un vinotinto y las mesas estaban bien distribuidas. Había un gran ventanal que dejaba apreciar el exterior y admirar el parque de enfrente. Algunas personas estaban haciendo ejercicios, otras un pequeño picnic, y los niños corrían y gritaban como si sus vidas dependieran de ello.
Cuando somos pequeños queremos ser grandes y cuando somos grandes queremos ser pequeños y apreciar esos buenos tiempos.
Sus ojos escudriñaron mi rostro en espera de una respuesta, su pose era relajada y tenía sus manos sobre la mesa con sus dedos entrelazados.
—El parque. —Devolví la mirada al ventanal—. Desde pequeña he admirado la naturaleza. Cuando tenía seis años mi padre me regaló mi primera cámara. —Sonreí—. Desde entonces capturo en una fotografía grandes momentos y todo lo que me gusta. —Volteé a verlo—. Por ejemplo: la mayoría de mis fotos son de paisajes y de niños pequeños jugando, cuando una sonrisa sincera se desliza por sus labios y sus ojos brillan. Esos momentos me gusta capturarlos.
—Así que fotografía ¿eh? —Asentí en respuesta—. Quizás me deberías mostrar una de tus fotos. —Sonrió y agarró mi mano.
Le devolví la sonrisa.
—Quizás lo haga.
Los ojos de Arthur eran oscuros como la noche, si los observabas fijamente sentías que caías a un abismo sin fondo, sus labios no eran ni tan gruesos, ni finitos; eran la proporción adecuada, sus cejas eran pobladas y sus espesas pestañas.
Él era hermoso y era imposible no caer en su juego.
—Aquí están sus pedidos, jóvenes —anunció la señora que nos había atendido—. Una rebanada de torta de vainilla y merengada de vainilla para el joven y una rebanada de Pie de limón y merengada de fresa para la joven.
Colocó los pedidos en la mesa.
—Gracias —le sonreí.
—De nada, linda.
Comencé a comer el pie y no hay palabras para describirlo, su textura era suave y ligera y la merengada estaba deliciosa. Era como probar el cielo.
—¿De dónde conoces a Derek? —cuestionó Arthur.
Tragué el pedazo de Pie que había en mi boca y hablé:
—Del instituto, estamos juntos en matemáticas. —Tomé un sorbo de la merengada—. ¿Y tú? ¿De dónde lo conoces?
Se quedó mirando la mesa por unos segundos, luego levantó la mirada.
—Nos conocimos hace unos dos años, quizás más, quizás menos. Da igual —se acomodó en su asiento—. Antes nos llevábamos bien, pero el año pasado sucedieron una serie de eventos que nos alejó. Me fui de la ciudad por un tiempo y hace unos meses volví para estudiar en una de las universidades de aquí.
—Oh. —Comí otro pedazo de Pie—. ¿Qué es lo que estudias?
—Ingeniería mecánica.
—Es una buena carrera.
—Lo es —concordó—. ¿Qué quieres estudiar?
—Fotografía.
Arqueó las cejas y sonrío.
—Interesante.
—¿Muy predecible?
—Algo, pero si es lo que te gusta —se inclinó hacia adelante—. Entonces lucha por ello y cumple tus sueños.
—Lo haré.
Le sonreí y él me devolvió la sonrisa, para después comer un pedazo de pie de limón y comerlo con cuidado, luego susurró:
—¿Destino o mera casualidad?
Fruncí el ceño.
—¿Por qué sigues diciendo eso?
Sonrío amplio.
—Cuando repites las cosas en voz alta, terminas hallando la respuesta.
Me incliné sobre le mesa.
—¿Y ya tienes tu respuesta?
Imitó mi acción y asintió con la cabeza.
—Es el destino mezclándose con causalidades para generar un recuerdo, o quizás algo que sea eterno.
Lo miré confusa.
—Cada vez hablas más extraño.
Sonrió.
—Eterno, quiero que sea eterno.
Me sentí hipnotizada por sus ojos, como si cayera a un abismo, pero quisiera caer, ahí; estando cerca, sentí curiosidad por él, me sentí ida, distraída, atraída como si fuera un imán y yo fuera el metal.
—¿Qué quieres que sea eterno? —inquirí.
Sus ojos se quedaron sobre los míos por un breve segundo antes de recorrer mi rostro con lentitud y quedarse en mis labios, tragué saliva con cuidado y lo vi sonreír de lado, su mano se elevó en el aire y tocó mi mejilla, luego pasó su pulgar por el borde de mi labio inferior y susurró:
—Eso ya lo descubrirás —sonrió y se apartó—. Tenías comida en la boca.
Me quedé estática, estaba intentando procesar lo que había dicho y lo que había hecho, pero, sobre todo, entender porque mi corazón estaba yendo tan rápido dentro de mi pecho y porque me sentí nerviosa. Sonreí y lamí mi labio inferior, él siguió el movimiento de mi lengua sobre mi labio con su mirada y ladeo la cabeza hacia un lado.
Sí, quizás era atracción, casualidad o destino, o como él dijo, el destino mezclado con una serie de casualidades para generar un recuerdo, porque algunas personas son eternas y otras son efímeras; pero algo que sé ahora y en ese momento no sabía era que él no sería eterno.
El auto de Arthur se perdió en la distancia. La cita había estado bien. Habíamos hablado desde nuestros gustos musicales hasta películas y series, si lo veías pensabas que él no era el tipo de persona con el cual hablarías de esas cosas, pero lo era.
Estaba ilusionándome con Arthur, era como ir en un tren que iba a toda velocidad y ya no podía ser detenido. Apenas lo estaba conociendo y ya había creado una historia en mi mente. Leer tantos libros me estaba haciendo creer que mi vida era uno y las circunstancias no ayudaban.
Entré en la casa y cerré la puerta a mis espaldas con el pie.
—Layla ¿Eres tú? —preguntó mamá desde la cocina.
—Si —respondí y me encaminé hacia la cocina. Al llegar, mamá estaba sentada en unos de los taburetes con su computadora enfrente de ella.
—¿Cómo te fue en la dichosa cita? —Cerró la computadora y colocó su atención en mí.
—Bien.
—Me alegra oír eso, pero debemos conocer al muchacho.
—Apenas y estamos saliendo mamá. —Rodé los ojos.
—Lo sé. —Se levantó y caminó hasta la nevera y la abrió—. Vinieron a buscarte.
—¿Quién? —Fruncí el ceño—. ¿Ann?
Sacó algunos ingredientes de la nevera y los colocó en la encimera.
—No, un chico simpático —se lavó las manos—. Me dijo que se llamaba Derek, parecía que necesitaba hablar contigo. ¿Está todo bien?
—Eh...si, seguro es sobre algo del instituto. —Mentí.
Escudriñó mi rostro para ver si lo que decía era cierto. Siempre hacía eso.
—Está bien —dijo después de unos segundos—. Lávate las manos y ayúdame a hacer la cena, tu papá no tarda en llegar.
—Voy a dejar el bolso arriba. —Señalé las escaleras—. Ya vuelvo.
Escuché un Ujum de su parte, subí las escaleras y entré al cuarto. Saqué el celular y lo conecté para que cargara, y leí los mensajes que tenía.
Anne: Exijo un Adam (2) para navidad, amo a ese hombre. P.D: ¿Cuál era la tarea de historia?
6:20 pm
Sonreí ante su mensaje.
Layla: Ya somos dos, cuando haga la tarea te la digo.
7:42 pm
Envié el mensaje y cuando me salí del chat, por equivocación me metí en el de Derek, aparecía que estaba escribiendo, me quedé expectante, esperando para leer lo que iba a decir, pero los minutos comenzaron a pasar y apareció que había dejado de escribir y solo estaba en línea, aguardé un poco más y luego se desconectó.
Un amargo sabor se instaló en la boca de mi estómago, chasqueé la lengua y dejé el teléfono a un lado. Pasé la palma de mi mano por mi rostro y me tiré de espaldas a la cama, quedando con la mirada fija en el techo blanco de mi habitación.
Cuando cerré los ojos, la imagen de Derek llenó mi campo de visión, tiraba y soltaba la cuerda, tiraba y volvía a soltar, después dejaba de tirar y se iba, dejando de insistir y marchándose sin ver atrás.
***
(1) If I Stay es una novela juvenil publicada en 2009 por el escritor estadounidense Gayle Forman. Cuenta la historia de Mia Hall, una chica de 17 años que sufre un accidente automovilístico, en el cual su familia muere.
(2) Adam es uno de los protagonistas de If I Stay.
***
N/A
Wenaaaaaas 7uu7
¿Recuerdan la pregunta del cap pasado? Bueno, la respuesta es como se encuentran Layla y Arthur, lo de la tienda no ocurría, la manera de obtener el teléfono tampoco, je je je 7uu7
Y la pregunta es: ¿Qué ocurrirá?
Muchaaaas cosas 7uu7
¡NOS VEMOS LUEGO!
¡CAMBIO Y FUERA!
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