Capítulo 66 |FINAL| Parte II
Multimedia: Demi Lovato- Smoke and Mirrors
|II PARTE|
—¿Cuál es el principio? —Me atreví a preguntar. La mirada de Marcus se deslizó hasta mí, sonrió con orgullo y se cruzó de brazos.
—Gracias por preguntar, Layla. —Miró a Arthur por unos segundos—. Deberías ser más como ella. —Volteó a verme—. Ahora, les voy a contar una historia, pero... —se giró y buscó algo con la mirada, después caminó hasta donde estaba el banco y lo colocó enfrente de nosotros, luego se sentó él, metiendo la pistola en la cinturilla de su pantalón. Y sonriendo de oreja a oreja empezó a relatar—, pero. —Volvió a repetir—. No creo que te guste mucho la historia, Arthi. —Chasqueó la lengua—. Se me está olvidando algo. —Hizo un gesto pensativo y después aplaudió a la vez que gritaba—. ¡Claro! —Rio y negó con la cabeza.
Parecía un demente, vi de reojo a Arthur y en su rostro se miraba que estaba confundido y asustado, igual que yo. Seguí observando a Marcus, quien después de reírse se levantó del banco y caminó hasta las escaleras, se agachó y tomó algo de un escalón. No podía observar bien que era, ya que él lo escondió rápido detrás de su espalda y volvió a caminar hasta donde nos encontrábamos, para luego sentarse en el banco sonriendo.
—Ahora si comencemos —anunció con una de sus manos detrás de su espalda—. ¿Quieres saber qué hay detrás? —preguntó y subí la mirada hasta sus ojos—. Debes esperar un poco más. Solo un poquito más y sabrás que hay, no comas ansias muñequita.
—Deja ya los malditos rodeos —masculló Arthur con irritación.
—¡Uy, alguien ya se está enojando! —exclamó Marcus fingiendo estar asustado y después soltándose a reír—. Ya, ya, hay que comenzar. —Observó su mano izquierda, donde había un reloj—. Porque amanecerá pronto y no quiero retrasar mis planes. —Volteó a verme y sonrió—. Empecemos.
» Hace tres años, cuando mi abuela murió me metí en una pelea. Estaba furioso con el mundo por habérmela arrebatado y necesitaba sacar de alguna manera mi enojo. En la pelea no me fue muy bien. Terminé con el rostro llenó de sangre y con los nudillos destrozados. —Soltó una pequeña risa—, recuerdo que estaba lloviendo y yo caminaba debajo de ella. Mientras me tambaleaba por el alcohol que corría por mis venas.
» Terminé cayéndome en una esquina, parecía un niño pequeño que estaba perdido y... —Alzó la mirada hacia mi—. Apareció ella. —Agachó la mirada al suelo. Mientras relataba sus ojos se llenaban de tristeza, de melancolía—. Tan dulce y tierna como un maldito ángel. —Volvió a verme—. Hasta le pregunté si era un ángel y ella sonrió, su sonrisa era hermosa. —Meneó la cabeza hacia los lados sonriendo—. Ella me ayudó, me llevó hasta mi casa y me curó las heridas, ella me consoló cuando le conté lo de mi abuela, ella era un ángel. Ella era mi salvación.
» Tú lo dijiste, Layla. Quiero ser salvado, todos queremos serlo, pero no a todas las personas nos salvan, no todos tenemos salvación. —Suspiró—. Esa no fue la última vez que la vi, porque semanas después la volví a ver en la universidad. —Giró a ver a Arthur—. Ella estudiaba psicología.
—¿Qué? —La pregunta salió de los labios de Arthur de manera automática.
—Cuando la vi me acerqué a ella. —Marcus siguió hablando, ignorando la pregunta de Arthur. Los puntos no se conectaban en mi cabeza, no lograba conectarlos. La mirada de Marcus estaba sobre Arthur y en su mirada había odio y despreció—, hablamos, pero me di cuenta de algo, ella realmente no me estaba prestando atención a mí. —Sonrió y volteó a verme, para luego señalar con su dedo a Arthur—. Sino a él. —Soltó una carcajada—. ¿Puedes creerlo? Lo estaba viendo a él, mientras que yo hablaba, ella le prestaba atención al hijo de puta que estaba fumando a unos metros de distancia de nosotros.
—Emily —susurré en voz alta.
—Exacto —dijo Marcus—. Aquella mujer que me ayudó en la peor noche de mi vida fue Emily Wilkes. Yo la conocí primero, la deseé y soñé primero con ella antes que él. —Señaló a Arthur—. Pero, con solo ver como ella lo observaba. —Cerró los ojos con fuerza y sonrió tenso—, con ver su mirada te dabas cuenta que a ella le interesaba Arthur. —Abrió sus ojos y negó con la cabeza—. Esa fue la última vez que hablamos. Me aparté de Emily, pero la observaba.
» Ella miraba a Arthur con fascinación, como si él fuera un libro que ella deseaba leer. —Volteó a ver a Arthur—, eras tan idiota y despistado que no te dabas cuenta de las mirabas que ella te daba, de los suspiros que soltaba por ti. —Sonrió tenso—. Tuve que ver como hablaban por primera vez en las carreras, como se reían y miraban. Tuve que ver como la enamorabas.
—Ella nunca mencionó que ya te conocía —susurró Arthur confundido—. Yo te la presente.
—Yo le dije que hiciera como si nos hubiéramos conocido antes.
—¿Por qué? —pregunté, ganándome su atención.
—¿Acaso no ven lo obvio? —preguntó irritado. Soltó un bufido y con su mano derecha (ya que la izquierda la tenía escondida detrás de la espalda) frotó su rostro con frustración—. Haber niños pequeños. Tú. —Señaló a Arthur con el dedo índice—, siempre me has visto como el fuerte, el que nunca siente y es un completo hijo de puta. ¿Crees que me hubieras seguido admirando después de que ella te hubiera dicho que lloré como un niño pequeño? —Negó con la cabeza y sonrió—. No lo habrías hecho. Eso era lo único que tenía, respeto de tu parte, admiración. Yo no era como tú ante tus ojos, yo no me quebraba ni lloraba, yo no amaba a nadie. ¿Cierto?
—¿Por eso la asesinaste? —masculló Arthur—. Porque la conociste primero.
—¡No solamente la conocí primero, pedazo de mierda! —gritó Marcus, logrando que me sobresaltara—. ¡Yo la amé primero! ¡No tú! ¡Pero claro, como yo no estaba traumado y no era misterioso ella no se enamoró de mí!
—Ella no se enamoró de mí porque estuviera traumado —dijo entre dientes Arthur. La vena de su cuello empezaba a marcarse y no sabía si era por la sangre en su rostro, o porque estaba enojado que se miraba rojo.
—Oh vamos, Arthi —musitó Marcus en un tono de voz cansado—. Para Emily eras como un misterio y los misterios tienen que ser resueltos. Pero...después de resolverte ella se enamoró de ti y de toda tu porquería, se enamoró de toda tu triste historia. —Sonrió de lado—. Pero yo no me quedé atrás. —Negó con la cabeza—. Comencé a acecharla, a buscarla, quería que fuera para mí, solo mía. Siempre has tenido todo sin ni siquiera quererlo.
» Primero me arrebataste el amor de mi abuela, me quitaste mi lugar en las carreras y peleas, todos te miraban y decían que tú eras el jefe; no yo. —Negó con la cabeza—; y después me la quitaste a ella. ¡A ella! —Soltó una carcajada amarga—. Por eso después de un tiempo empecé a intentar seducirla, intenté enamorar y robártela, pero la hija de perra te amaba. —Hizo una mueca—, la maldita nunca cayó ante mis encantos, nunca me dio cuerda para jalar.
» Así que, si ella no era mía, tampoco iba a ser tuya. No iba a seguir observándolos acaramelados y llenos de amor. No iba a seguir viendo cómo mientras tú salías de la mierda yo me hundía en ella. No señor. —Sonrió con maldad pura, su sonrisa y su mirada daban escalofríos, era perversa—. Te mentí —confesó—, te mentí y no dudaste ni un solo momento de mí, nunca dudas de lo que digo, Arthi, y esa vez no fue la excepción. —Soltó una carcajada y después observó a Arthur con satisfacción—. Nunca vi a Emily siéndote infiel con otro —escupió con amargura—. ¡Claro! Si cuenta que en mis fantasías la hacía mía, entonces si te fue infiel, pero creo que eso no cuenta.
—Eres un maldito bastardo —masculló Arthur. Su voz estaba rota y emanaba ira en cada palabra. Si no fuera por las cuerdas en sus muñecas que lo ataban a la viga él ya se hubiera lanzado encima de Marcus y lo hubiera molido a golpes—. ¡Confié en ti, maldito bastardo! ¡Confié en ti y la destruí a ella!
Una carcajada salió de los labios de Marcus y negó con la cabeza. Por mi parte estaba pasmada, aterrada. Era increíble la manera en la que él contaba las cosas, como relataba todo y en ningún momento se miraba arrepentido, ni un solo segundo lucía arrepentido.
—Aún falta historia, Arthi. ¿Por qué no guardas la ira un poquito más? —Sonrió y se acomodó en el banco—. La cosa no acabó ahí. —Meneó la cabeza—, no solo quería herirte a ti, también quería hacer la vida de Emily un infierno. Ella debió enamorarse de mí, no de ti. Ambos discutían, tú me lo contabas Arthur, seguías con la idea de que ella te era infiel, por eso la habías empezado a vigilar, la privaste de tener amigos, de hablar con su familia, pero quería que ella sufriera más, muchos más. Y aquí es cuando Paige entra a jugar.
Volteó a verme.
—Paige siempre estuvo enamorada de Arthur, y digo estuvo porque ahora está durmiendo con los peces. —Soltó un suspiro—. Ella era buena en la cama, pero no nos desviemos del tema. Como dije, ella amaba a Arthur y detestaba verlo con Emily, igual que yo. Paige vio primero a Arthur, lo deseó y soñó primero pero después llegó Emily y blah, blah, blah...No fue difícil convencerla, una mujer enamorada o idiotizada, como yo le decía, es capaz de hacer todo con tal de obtener a la persona que quiere.
Giró a ver a Arthur.
—Que te acostaras con Paige fue mi idea, era parte del plan. Ella te seduciría, te susurraría al oído que Emily no te merecía y más mierda para que cayeras, duraste en hacerlo, pero después de unos cuantos tragos terminaste cayendo. —Sonrió de lado—. Y esa misma noche, la primera noche que le fuiste infiel a Emily, fue la primera noche en la que te atreviste a golpearla. El primer golpe de muchos.
Giré a ver a Arthur, sus ojos se cerraron con fuerza y varias lágrimas cayeron por sus mejillas.
—¿Te duele, Arthi? —preguntó Marcus con voz burlona—. Pobre de ti, aunque quién sufrió más esa noche fue Emily.
—¿De qué hablas? —pregunté en un susurró.
Su mirada se dirigió hacia mí.
—Oh vamos, Layla. Tú ya lo sabes. —Lo miré confundida y él resopló. Sacó detrás de su espalda la mano, en la cual estaba un cuaderno negro. Era el diario de Emily, intenté hablar, decir que él era quien lo había agarrado, pero él se adelantó—. ¿Lo reconoces? —me preguntó y sonrió—. Claro que lo haces. —Giró a ver a Arthur—. Este diario es de Emily, aquí la pequeña zorra escribía lo que era vivir contigo, Arthi. Y digamos que fuiste un chico muy malo.
—¿Cómo es que...?
—Lo tengo. —Terminó la oración por mí—. Verás, cuando iba a llevarle de comer a Emily, ya que Arthur la tenía encerrada, la vi varias veces escondiéndolo y supe lo que era. Y cuando ella murió me lo llevé conmigo, junto a los análisis de sangre —me guiñó un ojo—. Sé que debes de estar algo confundida, ya sabes, mucha información y varias preguntas, pero ya entenderás, muñequita. Ahora. —Golpeó con la palma de su mano el diario y me observó—, el diario llegó a la oficina de Arthur porque Paige te vio con Barry, Caroline, Ethan y Jazmine hablando, todos ustedes estaban en la azotea del edificio, ellos estaban contándote la historia, la trágica historia de amor entre Arthur y Emily...Cuando ella me contó que ustedes querían buscar pruebas para usar en contra de Arthur, mi foco se encendió.
» Es por eso que escondí el diario de Emily debajo del mueble, sabía que lo ibas a encontrar. Yo amo verte sufrir —dijo esto último mirando a Arthur—, quería ver hasta donde Layla llegaba con tal de mandarte a la cárcel por la muerte de Emily, quería ver hasta donde llegaba con tal de tener su libertad. Por eso lo dejé ahí, y solo me quedé esperando a que lo encontrara. Pero por alguna razón, después las cosas cambiaron y el foco de atención comencé a ser yo, Jazmine comenzó a seducirme y blah, blah, blah...
Se calló por unos segundos, pasó la mano por encima del diario y después lo abrió, pasó varias hojas hasta llevar a una en específico, sonrió y empezó a leer.
Volvió a golpearme, volvió a hacerlo. Ya no lucho, ya no le pido que se detenga, ya no le digo que pare. Pero hoy fue diferente, hoy dijo algo que aún no logro de entender por completo. Él dijo que yo me acostaba con Derek, con mi hermano. ¿Puedes creerlo? Tengo meses sin ver a mi hermano y él dice tremenda mierda.
Ya no lo reconozco, al principio creía que solo eran malos tiempos, que eran sus inseguridades y miedos tomando el control, pero ahora ya no sé qué creer. Estoy harta.
No sé cómo ocultar los hematomas en mi piel, no sé cómo ocultar el asco que me tengo, odio ser yo, no quiero seguir siendo yo. Si pudiera regresar en el tiempo impediría conocerlo. Lo amo, aún lo hago y me arrepiento de hacerlo...
—Basta —pidió Arthur. Marcus se detuvo y lo observó por encima del diario, también giré a ver a Arthur. Su rostro estaba empañado en lágrimas, sus ojos estaban cerrados y el dolor se reflejaba en cada facción de su rostro—. Detente de una buena vez. —Su voz se quebró y abrió los ojos para observar a Marcus—. ¿Qué ganas con esto? —Sonrió y después sollozo—. Dime... ¿qué ganas?
—Tu dolor. —Volteé a ver a Marcus y me estremecí al ver su mirada de satisfacción—. Gano verte sufrir, no te importó que te hubiera golpeado, Arthi. Pero te retuerces de dolor al escuchar como destruiste a Emily, al amor de tu vida por una simple mentira, por no creer en ella. —Negó con la cabeza y sonrió—. No sabes cuánto amo verte sufrir, es excitante. —Soltó una carcajada—. ¿Sabes qué es lo peor? Que ni aún, cuando te dije que ella se acostaba con Derek dudaste de mí, confiaste en mis palabras y en las de Paige, ¿ves lo malo que es confiar ciegamente en una persona?
—¡Maldito bastar...!
—¡Cállate! —vociferó Marcus, lanzando el diario de Emily hacia el pecho de Arthur—. No digas nada, aún no, falta lo mejor. —Sonrió y pasó su mano derecha por su rostro—. Falta lo mejor. —Humedeció su labio inferior con la punta de su lengua—. Aún falta la mejor parte, donde te vas a retorcer del dolor, de la ira, donde te pudrías en tu propia miseria y vas a desear morirte —se carcajeó y aplaudió varias veces.
Mientras Marcus se reía a carcajadas, Arthur lloraba en silencio y meneaba la cabeza hacia los lados. Una mentira fue capaz de desatar el infierno, una mentira fue capaz de destruir dos vidas, una mentira fue capaz de llevar a la muerte a alguien inocente. Me acerqué a Arthur, pasé mi mano derecha hacia atrás de mi espalda y tomé las de él. Quería que Marcus creyera que estaba abrazando a Arthur, cuando lo que en verdad quería hacer era intentar desatar el nudo de las cuerdas. Intentar romper la cuerda con el filo de la viga.
Los ojos de Arthur dieron con los míos cuando entendió lo que estaba haciendo.
—Resiste —susurré con la voz quebrada. Llevé mi mano derecha hasta su mejilla izquierda y sequé las lágrimas con mi pulgar—, solo resiste un poco más.
—Pero qué bonito —dijo Marcus y cerré mis ojos al escucharlo—, ¿después de todo sigues ahí con él? —Volteé a verlo—. ¿Después de todo sigues sintiendo cosas por él? —Chasqueó la lengua—. Eres igual de patética que ella, ¿sabes por qué? —No dije nada y él siguió hablando—. Porque después de que Arthur le hubiera dado palizas, después de que la hubiera humillado y hecho mierda, ella también seguía enamorada de él, o del viejo él.
» No soy tan mala persona como crees, Layla —se colocó una mano en el pecho—. Después de todo, le ofrecí a Emily escapar, le ofrecí ayudarla, pero ella fue igual que tú, y me envió a la mierda. ¡¿Puedes creerlo?! Aún prefería estar junto a él que conmigo —se carcajeó y después se mantuvo inexpresivo—. Luego las cosas comenzaron a complicarse. Barry West apareció, hizo un espectáculo en la universidad y Emily se fue con él. —Negó con la cabeza—. No sabes cuánto me enojé, ella se fue con él, también lo prefería a él que a mí. Por eso quise darle una lección y corté los frenos del auto de Derek.
Volteó a ver a Arthur.
—Recuerdo que ese día le diste la última paliza de su vida —dijo Marcus—. Aunque también tuve influencia, ya que antes de que el portero te llamará diciendo que Emily ya había llegado, yo te había echado droga en el licor. —Sonrió—. Añádele a eso estar cabreado con la novia por haberse ido con otro, el resultado es ¡Cabum! Caos asegurado.
Una risa llena de incredulidad salió de los labios de Arthur.
—¿Me drogaste?
—Sí, lo hice —respondió con simplicidad—. Además, Derek no murió, solo fue un pequeño susto. —Negó con la cabeza y sonriendo volteó a verme—. Los días pasaron y él. —Señaló a Arthur—, estuvo demasiado tranquilo. —Volteó a ver a Arthur—. ¿Recuerdas? Dijiste que no querías seguir lastimando a Emily, que ya no querías ser un monstruo.
» Querías ser un mejor hombre para ella, lo sabía, estabas empezando a dudar. —Chasqueó la lengua—. ¿Sabes qué es lo peor? Que Emily terminó hablando con Barry y Caroline. —Soltó un suspiro—. Mientras yo coqueteaba con una pelirroja en la calle, ellos hablaban con ella, si no hubiera sido por Alise que los vio y me dijo, jamás me hubiera enterado —se levantó del banco—. Ese día dos policías fueron a tu casa Arthur, tú no estabas, estabas junto a tu tío y su hermanita.
» Ellos dijeron que habían recibido una denuncia por maltrato doméstico, y lo supe. Barry y Caroline habían ido. Por ello, Paige y yo tuvimos que fingir que éramos tú y Emily, y actuamos muy bien, porque ellos lo creyeron y se fueron. —Resopló—. Quise golpear a Emily, quise hacerlo y si no hubiera sido porque ella se encerró en la habitación y trabo la puerta, hubiera muerto solo unos días antes.
—Dios...—jadeé.
—No, Layla —dijo, girándose a verme—. Dios ya no puede hacer nada por ella. Como decía. —Giró a ver a Arthur—. Estabas dudando, comenzaste a darle un poquito de libertad a Emily, estabas intentando retomar las sesiones con un psicólogo o psiquiatra, ¡Hasta me pediste que te diera tu expediente para dárselo al psiquiatra! —Soltó una carcajada—. Querías ser en serio una mejor persona para ella. —Sonrió incrédulo—. Me estabas sorprendiendo. Ya ni siquiera te acostabas con Paige o con alguien más, y mira que Paige se enojó al ver que ya no la tocabas. ¡Claro! Se me olvidaba decirles.
» Paige fue quien sospechó que Emily estaba embarazada —le guiñó un ojo a Arthur—. No pierdes el tiempo campeón. Ella fue quién llevó a Emily hasta un laboratorio para hacerse la prueba, y cuando me enseñó los resultados. —Cerró los ojos y caminó hacia los lados—. Fue frustrante.
» Tuve que amenazar a Emily para que no dijera nada sobre el embarazo y esperé unos días, tu tío iba a volver a la ciudad y tú irías a comer con él como siempre lo haces. Cuando llegó el día, fui hacia el apartamento junto a Paige, debo confesar que estaba algo ebrio y enojado —se detuvo y observó a Arthur—. Si te enterabas que ese bebé existía ibas a terminar por convencerte de cambiar y no podía permitir eso, tenías que sufrir, no ser feliz.
—¿Qué hiciste? —susurré.
Una sonrisa burlona y satisfactoria se deslizó por los labios de Marcus, sus orbes azules me observaron con maldad, lamió su labio inferior y sonriendo dijo:
—Le conté todo, le dije que yo había cortado los frenos, le dije que fui yo quien había inventado lo de Derek y ella, que fui yo; quién hizo su vida un infierno y todo porque no me escogió, todo porque se metió con quién no debía. —Sonrió con orgullo, como si hubiera hecho una obra maestra—. Fue fácil drogarla, Emily estaba flaca y no tenía muchas fuerzas, la drogué y con ayuda de Paige la llevé hasta la bañera, debíamos colocarle un fin a su vida. Debíamos colocarle un fin a la vida del pequeño bastardo.
» La hubieras visto Arthur, la hubieras escuchado llorar y suplicar por su miserable vida y la de su bebé. —Soltó una carcajada—. Lo disfruté, disfruté cortarle las muñecas con la hojilla, disfruté ver como la sangre caía, disfruté escucharla gritar de dolor y ver como terminaba desmayándose —se calló por unos segundos y lamió su labio inferior, mientras hablaba sus ojos brillaban de maldad, de placer—. La idea era que tú la encontraras, que la vieras; pero Derek llegó, él la encontró y fue decepcionante.
» No te vi sufrir, no te vi llorar, y todo porque te largaste, no lo soportaste y te fuiste a vivir con tu tío. ¡Maté a la persona que amaba para verte sufrir y no te vi hacerlo!
—No la amabas —susurró Arthur—. Estabas obsesionado con ella y conmigo. ¡Mataste a mi hijo, maldito bastardo! ¡La asesinaste a ella y a mi hijo! ¡Mi hijo! —La voz de Arthur se quebró y empezó a sollozar con fuerza, mientras negaba con la cabeza una y otra vez. Mi mano seguía moviendo las de él, intentando soltarlo de la cuerda, sabía que faltaba poco, podía sentirlo.
—Lo hice, ¿y qué? —escuché preguntar a Marcus.
—Estás enfermo —me atreví a decir—, realmente enfermo.
—Él también lo está y eso no te impide amarlo. —Sonrió—. También llegaste a gustarme, Layla —confesó y mi cuerpo se tensó—. Cuando te vi en mi casa, parecías una oveja perdida y yo quería comerte. Te vi, me recordaste a Emily, la inocencia en sus ojos, la ternura; pero a diferencia de ella. Tú me rechazaste desde un principio, ¡hasta me golpeaste! —Soltó una carcajada—. Y en ese momento supe que debías ser para mí, quería tenerte y que solo fueras para mí, pero no. Tuve que observar otra vez como ese hijo de puta. —Señaló a Arthur, quién seguía llorando—. Volvía a quitarme algo que quería.
—¿Querías hacerme lo mismo que a Emily? —susurré con la voz quebrada.
—Quería, pero a diferencia de Emily. Arthur se mostró como un hijo de puta desde el principio y tú decidiste quedarte, decidiste salvarlo. Casi al final tuve que intervenir, como cuando tuve que decirle que te besaste con Derek —me guiñó un ojo—. Mientras tanto, Arthur ya estaba roto y desconfiaba de todo, así que no fue mucho lo que tuve que hacer.
—Estás demente —susurré y negué con la cabeza—, realmente demente.
—¿Quieres ver que tan demente estoy? —preguntó. Los ojos le brillaron y la sonrisa que se deslizaba por sus labios me asustaba, me aterraba—. La vez pasada estábamos jugando, Layla, pero no pudimos seguir jugando porque alguien intervino. —Observó de reojo a Arthur.
—Que no se te ocurra —masculló Arthur con ira y miedo en la voz.
—¿O qué? —desafió el rubio.
Todo ocurrió rápido, ya no estaba junto a Arthur, no tenía sus manos, no estaba intentando desatarlo. Ahora estaba debajo de Marcus, gritando y escuchando los gritos de Arthur. Él estaba intentando abusar de mí enfrente de Arthur, estaba intentando violarme para ver como él sufría.
—¡Suéltame! —gritaba una y otra vez, mientras que mis manos lo golpeaban e intentaban en vano alejarlo de mí. Quitarlo de encima.
—¡Déjala! —Escuchaba gritar a Arthur.
Vi como la pistola caía hacia un lado de la espalda de Marcus. Él estaba demasiado ocupado riéndose, besando mi cuello, tocando mi cuerpo que no se dio cuenta que ya no la tenía metida en la cinturilla del pantalón. Estiré mi mano para agarrarla, estaba cerca, podía tocarla con la yema de mis manos, y terminé agarrándola. En un acto desesperado golpeé su cabeza con la pistola tres veces, las cuales fueron suficientes para lograr que cayera a un lado con su cabeza entre sus manos la cual sangraba, pero la pistola también se había caído de mi mano y no sabía dónde estaba.
Me levanté rápido y me mareé al estar de pie, caminé atontada hacia Arthur para liberarlo y empecé a intentar desatarlo. La cuerda ya estaba casi rota, solo faltaba una pequeña parte.
—¡No! —bramó él con pánico—. ¡Vete! ¡Corre, Layla! ¡Corre!
Estaba asustada, temblaba y lloraba. Terminé haciendo lo que él quería, corrí hacia las escaleras y empecé a subir. Tomé la manija entre mis manos e intenté girarla, pero esta se resbalaba entre mis manos, no sé cómo, pero logré girarla y abrí la puerta. Cuando iba a salir, una mano me tomó con fuerza del tobillo y jaló hacia abajó.
Mi cuerpo cayó y mi mentón se golpeó contra el suelo con fuerza, mordí mi labio en la caída y mi boca se llenó de sangre rápido. Moví mi pierna con fuerza para que me soltaran, gritaba y pataleaba, pero él terminó tomándome del otro pie, giró mi cuerpo y jalándome desde los tobillos me arrastró por las escaleras. Mi cabeza se golpeó repetitivas veces con los escalones, todo daba vueltas y sentía como la fuerza dejaba mi cuerpo, como poco a poco la inconsciencia iba queriendo tomar poder sobre mí.
—¡Siempre intentando ser valiente! —lo escuché gritar—. ¡¿No es así perra?! —Mi cabeza giró con fuerza hacia un lado, él me había golpeado—. ¡¿Por qué no haces las cosas fáciles?! —Una patada fue proporcionada en mi costado derecho, robándome el aire y haciendo que sollozara con más fuerza—. ¡Siempre tienes que ser tan perra! —Otra patada, pero esta vez en mi costado derecho.
—¡Déjala Marcus! —imploraba Arthur—. ¡Suéltala hijo de puta! ¡Suéltala!
Mi cuerpo entero dolía, punzadas de dolor lo atravesaban, había dejado de escuchar lo que ambos gritaban, había dejado de escuchar mis propios sollozos y gritos de dolor. Estaba cansada, solo era consciente del dolor que era creado por Marcus, era consciente de que deseaba que todo acabara. Sangre bajaba por mi cabeza, mi boca sabía a hierro, mi cuerpo se encontraba en posición fetal, con mis manos intentaba protegerme, pero no podía hacerlo y cuando intentaba abrir mis ojos; todo me daba vuelta, todo se tornaba borroso o se llenaba de manchas negras.
¿Ese era el fin?
Un psicópata me asesinaría.
Quizás lo era.
Un grito de dolor salió de mis labios al sentir otra patada en mi costado, el aire no llegaba a mis pulmones, estaba jadeando en busca de aire, en busca de paz. De un momento a otro los golpes se detuvieron. Mis brazos rodearon mi estómago y empecé a toser y escupir sangre. Sentía el cuerpo adormecido y débil, moverme o intentar hacerlo me robaba gritos de dolor. Abrí mis ojos y una figura llenó mi campo de visión, era Arthur con Marcus, ambos estaban peleando.
Arthur había terminado de romper las cuerdas.
Con lentitud me arrastré por el suelo y arrinconé en una esquina. No podía respirar, no podía moverme sin que no doliera, todo daba vuelta y las lágrimas descendían por mis mejillas con rapidez.
No quería luchar solo quería dejarme llevar por el dolor.
Vi como Arthur intentaba ahorcar a Marcus, pero sus ojos dieron con los míos por un momento y lo soltó. El cuerpo de Marcus cayó al suelo, jadeando en busca de aire. Arthur corrió hacia mí y tomó entre sus manos mi rostro.
—No te duermas —pidió con miedo en la voz. Después pasó una de sus manos por debajo de mis rodillas y otra por debajo de mi nuca y alzó, solté un jadeo de dolor y él se disculpó. Vi como Marcus seguía tirado en el suelo, con el rostro llenó de sangre e intentando colocarse de pie.
De manera rápida Arthur subió las escaleras, susurraba en mi oído que no me desmayara, que no me durmiera. El terror en su rostro, el pánico en su voz y como las lágrimas corrían por sus mejillas me partían el alma.
Solo quiero dejar de sentir...
Él se movía lo más rápido que podía, él también estaba golpeado y débil. Podía ver el techo alto de la cabaña, ver las vigas y después, escuché como un disparo se mezcló con un grito de dolor. Como mi cuerpo descendió con fuerza y me golpeé la espalda al caer al suelo. Arthur estaba arrodillado a mi lado, y a unos metros de distancia estaba Marcus, con la pistola entre las manos.
Él había disparado.
—No creo que puedas alzarla con una bala en tu pierna, Arthi. ¿O sí? —dijo mientras caminaba hacia donde estábamos nosotros.
Arthur lo ignoró e intentó volver a alzarme, pero a lo que se colocó de pie un quejido de dolor salió de sus labios y terminó cayendo al suelo conmigo. Un jadeó de dolor escapó de mis labios al sentir el impacto, aunque esta vez él había intentado amortiguar la caída con sus brazos.
—No, no, no. Muy mal, Arthi. —Escuché decir a Marcus—. Estás lastimando más a Layla.
Mi cabeza giró hacia donde provenía la voz. Marcus estaba a mi lado izquierdo, a unos cuantos pasos de distancia. Él estaba cerca de la puerta principal, tenía un arma y nosotros estábamos heridos. No había escapatoria.
—Solo déjala en paz —pidió Arthur.
—Con una condición —propuso Marcus sonriendo, giró la cabeza hacia un lado y escupió la sangre.
—¿Cuál? —preguntó Arthur.
Marcus hizo cara pensativa y después sonrió.
—Ven aquí y arrodíllate, suplícame, ruégame que la deje ir. —Sonrió e hizo un ademán con la pistola para que él se acercara—. Ven, Arthi. O la dulce, Layla, va a recibir un disparo en la frente.
—No...—susurré, mientras las lágrimas volvían a empañar mi visión y escapar de mis ojos.
La mirada de Arthur cayó sobre mí, una de sus manos limpió mis lágrimas con delicadeza y besó mi frente.
—No dejaré que te haga daño —susurró en mi oído.
Luego se levantó del suelo, hizo una mueca al apoyar peso sobre su pierna derecha, la cual tenía la bala incrustada. Rodeó mi cuerpo y empezó a caminar hacia donde estaba Marcus, rodeé sobre mi cuerpo, estiré mis manos y lo tomé del tobillo, aferrándome a él.
—No hagas eso —dije jadeando. Sabía que Marcus no nos dejaría ir si él le rogaba, sabía que solo quería humillarlo—. Por favor, no caigas en su trampa.
Él sonrió con dolor, se agachó y soltó mis dedos, los cuales se aferraban a su tobillo. Se giró por completó y me tomó por los brazos y me ayudó a sentar, a la vez que un jadeo escapaba de mis labios al hacerlo. Moverse se sentía horrible. Tomó mi rostro entre sus manos, en sus ojos había confianza y amor, después rodeó mi cuerpo con sus brazos y me abrazó.
Era una despedida.
—Tienes que prepararte —susurró en mi oído—, porque tendrás que correr por tu vida y no te detengas hasta que estés a salvo. —Acunó mi rostro y secó las lágrimas en mi rostro—. Eres mi salvación, siempre lo has sido. Pero esta vez tengo que ser yo tu salvación. —Acarició mis mejillas—. No olvides que, si te ame, no lo olvides nunca, pequeña. —Después besó mis labios. Un sollozo salió de mis labios a lo que él me beso, sabía bien y la vez mal.
Era un beso de despedida, de esos que hacen trizas tu corazón, que hacen mierda tu alma
—Arthur. —Sollocé.
—Shhh, está bien —dijo estando a escasos centímetros de distancia—. Te amo, no lo olvides.
Al decir aquello último besó mi frente y se apartó, se levantó del suelo y empezó a caminar hacia Marcus, al estar a unos pasos de distancia se arrodilló enfrente de él. La mirada de Marcus era de victoria, de orgullo. Una carcajada salió de sus labios y sonriendo dijo.
—Súplica.
Vi cómo el cuerpo de Arthur se tensaba y después me miraba por encima del hombro, diciéndome con la mirada que estuviera lista, luego se relajó y volteó a ver a Marcus, a aquel que en algún momento llamó amigo, quien creyó que era su hermano.
—Te lo suplico. —Empezó—, te lo ruego con toda mi vida. No la hieras, Marcus. Déjala ir. Por favor.
—¿Tanto la amas que suplicas? —Sonrió y le apuntó a la cabeza con el arma, a la vez que un sollozo salía de mis labios—. El gran Arthur se enamoró dos veces, amó con intensidad la primera vez y destruyó a su amor, la llevó a la muerte, y ahora, te volviste a enamorar como nunca, amas a Layla de una manera diferente a como lo hiciste con Emily, pero mira...ella está a escasos pasos de distancia viendo como ruegas por su miserable vida.
—Marcus basta —dijo Arthur—, ya basta. Basta de esto, solo déjala ir, tu odio es conmigo no con ella.
—¡Es con todos! —expresó Marcus—. ¡Mi odio es contigo y con ella! ¡Con todos! —Meneó la cabeza hacia los lados—. No importa cuánto supliques, cuánto me ruegues. —Cargó el arma—. Van a morir.
El arma se movió en cámara lenta hacia mi dirección, retuve el aire en mis pulmones al creer que jalaría el gatillo. Y lo hizo, jaló el gatillo, pero la bala nunca me tocó, ya que chocó contra el techo. Arthur se lanzó contra él y desvió el arma hacia el techo, después ambos cayeron al suelo, mientras forcejeaban.
—¡Layla, ahora! ¡Corre! —gritó y lo hice.
Me levanté del suelo jadeando, aguantando el dolor y corrí, corrí con todas mis fuerzas hacia la puerta principal, la abrí y di una última mirada en dirección a Arthur, quien estaba encima de Marcus golpeándolo e intentando quitarle el arma.
—¡Corre! —pidió al verme de pie en la puerta.
Solté un sollozó y me eché a correr, mis piernas se doblaron varias veces y caí al suelo, pero me levanté y seguí corriendo. El frío de la noche chocaba contra mi rostro, las ramas eran agitadas por el aire y mi corazón latía con fuerza. Todo estaba oscuro y no sabía hacia donde correr.
Corre, corre, corre...
Corrí hasta donde el camino se dividía y tomé el camino de la izquierda, ya que el de la derecha daba hacia el lago. No estaba pensando en nada que no fuera correr, mi boca estaba abierta y jadeaba en busca de aire, mi pecho ardía y las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Mi cuerpo se tambaleaba hacia los lados, mi visión se tornaba borrosa y todo me daba vueltas, punzadas de dolor atravesaban mi cabeza, columna, costillas y piernas. Estaba débil.
Un disparo hizo que me detuviera,
Un segundo disparo hizo que soltara un grito de dolor,
Y un tercer disparo hizo que mis piernas dejaran de sostenerme y cayera al suelo.
No estaba herida, no lo estaba, pero, si Marcus no había recibido esos disparos entonces los había recibido Arthur, y esa simple idea me destrozó. Yo hui y él se sacrificó. Con una mano en el pecho, jadeando y sollozando me levanté del suelo, para seguir corriendo.
...tendrás que correr por tu vida y no te detengas hasta que estés a salvo.
Desorientada y perdida, así me encontraba. Con el corazón roto, con el cuerpo doliéndome y sintiendo que me iba a desmayar en cualquier momento, aun así, seguía corriendo por mi vida. Varías ramas de árboles golpeaban mi rostro o me hacían tropezar, mis rodillas estaban raspadas, estaba cubierta de sangre, tanto de Paige como mía.
No sabía cuánto llevaba corriendo, no lo sabía, pero una luz dio directo contra mis ojos dejándome aturdida, cerré mis ojos con fuerza y me tambaleé hacia atrás, perdí el equilibrio y cuando creí que caería otra vez, dos manos me sostuvieron por los hombros. Mi primera reacción fue gritar y pedir que me soltara, zarandearme y sollozar con fuerza.
—¡Tranquila, Layla! —decían—. ¡Tranquila! —Volvían a decir—. ¡Está a salvo!
Solté un sollozo al escuchar las últimas palabras, está a salvo. ¿Era verdad? ¿En realidad estaba a salvo? ¿O solo era una ilusión? Abrí mis ojos y parpadeé varias veces para adaptarme a la luz, la detective Rizzoli me estaba sosteniendo, vestía el uniforme de la policía y varios más estaban a su alrededor. Alguien gritaba y decía que habían encontrado a Layla Duval, que trajeran la ambulancia.
—Tranquila, la ayuda ya viene, tranquila —musitaba la mujer—. No se duerma, Duval, no se duerma.
Mi cuerpo se relajó al verlos, se relajó al saber que quizás ya estaba a salvo. Mis párpados eran pesados, mi garganta estaba seca y de mi boca solo salían sollozos, las lágrimas descendían por mis mejillas y el pecho me ardía. Quería gritar, llorar, golpear algo y seguir llorando. Porque el dolor que sentía en mi alma no se comparaba con nada en el mundo.
Poco a poco mis párpados se fueron cerrando, no importó cuando la mujer me suplicó que no lo hiciera, abracé la inconsciencia, me dejé llevar mientras que en la lejanía escuchaba su voz.
No olvides que, si te ame, no lo olvides nunca, pequeña.
Y nunca lo haría, jamás olvidaría que me amó.
Hola, lindas personitas.
Falta el epílogo y dos extras que les van a encantar 7u7 Así que, todavía no se vayan.
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