Capítulo 59
(1) You tell me it gets better
It gets better in time
You say I'll pull myself together
Pull it together, you'll be fine
Tell me, what the hell do you know?
What do you know?
Tell me how the hell could you know?
How could you know?
Lady Gaga - Till it happens to you
No era yo.
La persona a la cual estaban examinando, la persona a la cual estaban curando las heridas, la persona que no era capaz de verse en un espejo, la cual huía de ver su reflejo. No era esa persona o quizás no quería serlo, quería ser alguien más, quería cerrar los ojos e imaginar estar a salvo, quería irme lejos.
No quería ser yo.
Sabía que mi cuerpo tenía múltiples heridas, sabía que mi rostro se encontraba inflamado y lleno de heridas, sabía que tenía las costillas lastimadas debido a la paliza de Arthur, sabía que estaba rota.
Sabía que nada volvería a ser como antes.
―¿Tiene ganas de vomitar?
―No.
―¿Siente cansancio? ―inquirió mientras alumbraba mis ojos con una linterna de bolsillo.
―Sí.
Terminó de examinar mis ojos y apagó la linterna, me observó por unos segundos, antes de anotar algo en una carpeta metálica. Cerré mis ojos y dejé que mi cabeza cayera sobre la almohada, estaba exhausta.
Derek me había llevado al hospital justo como había dicho, tenía puesta una bata de hospital, habían revisado todo mi cuerpo, el médico forense buscó ADN debajo de mis uñas, guardó mi ropa e hizo distintos exámenes y procedimientos para recopilar evidencias.
Derek y Ethan estaban siendo atendidos debido a que sufrieron heridas, los habían emboscado, los golpearon entre varias personas y lograron escapar por muy poco, había pedido al hospital que no llamaran a mis padres, no quería que ellos me observaran, no quería que vieran cuan destrozada estaba.
—Hay una detective afuera esperando para tomar su declaración —avisó la mujer y abrí los ojos—. Es un caso de intento de violación y asesinato, tuvimos la obligación de llamarlo, aunque el chico que vino que usted ya lo había hecho.
Asentí con la cabeza.
— Estará en observación durante las próximas horas —añadió ante mi silencio—. Según el resultado de los exámenes sabremos si necesita quedarse internada o puede ir a casa. ―Hizo una breve pausa y se acerco a la puerta, sin embargo, no salió, se dió la vuelta y siguió hablando—. Tengo entendido que es mayor de edad y pidió que no llamáramos a ningún familiar, sin embargo, pasó por algo traumático, señorita Duval, y no podemos salir solos de situaciones como estas, siempre vamos a necesitar de nuestra familia.
Sentí las lágrimas quemando detrás de mis ojos, como el corazón dolía, como sangraba, como mi cabeza y mi cuerpo estaban destrozados en miles de pedazos. Negué con la cabeza y bajé la mirada hacia los dedos de mis manos.
―No quiero que me vean así ―susurré con la voz ronca y rasposa, me dolía hablar.
Estaba cansada, estaba exhausta y solo quería cerrar los ojos y dejarme ir.
―Si fueras mi hija, querría estar contigo, apoyándote, demostrando con mis acciones que no estás sola enfrentando esto, que estoy aquí, y sé que tus padres lo harán. ―Tomó mi mentón con delicadeza y dio una leve caricia, mirándome con cariño―. ¿Quieres que los llamé?
Asentí con la cabeza en modo de respuesta, ella sonrió un poco de lado y salió de la habitación, dejándome sola. Cerré los ojos y con cuidado me hice un ovillo en la cama, las lágrimas salieron sin que pudiera detenerlas, dejé salir el dolor, dejé salir todo lo que había dentro de mí. Me había sentido cohibida cuando me revisaron, cuando me pidieron que dijera que había ocurrido conmigo para estar en ese estado.
Tuve que cerrar y convertir mis manos en puños para no salir corriendo, para no echarme a llorar. Los gritos e insultos de Marcus resonaban en mi cabeza, las súplicas, los golpes, su risa de satisfacción, sus ojos llenos de maldad, todo se repetí en mi cabeza como si se tratará de una película de terror, hiriéndome, perforando mi corazón una y otra vez, haciéndome sentir un asco, haciéndome sentir basura.
―¿Señorita Duval?
Abrí mis ojos y miré por encima de mi hombro. Una mujer que rondaba los treinta estaba parada en la puerta, su cabello azabache estaba en una cola alta y vestía un saco gris, debajo de esté había una camisa blanca y tenía puestos unos pantalones oscuros, sus zapatos también eran oscuros. La mujer se adentró en la habitación y caminó hasta estar enfrente de mí y dejarse caer en el sofá que había en el lugar.
―Soy la detective Rizzoli, seré la encargada de su caso. ―Miró mi rostro con lentitud y trago saliva, tenía esa expresión en el rostro que grita lastima por todos lados―. Sé que debe estar agotada y debe querer descansar, en vez de tener que hablar sobre los hechos, pero cada detalle es importante, aunque sea el más mínimo.
Cerré los ojos y dejé salir un suspiro, no quería hablar, no quería volver a contar la misma historia, me arropé con la sábana hasta el cuello, escondiendo prácticamente todo mi cuerpo y dejando solo por fuera mi cabeza. Y, sin abrir los ojos, comencé a hablar.
―Recibí un mensaje de Jazz, mi amiga. ―La palabra amiga dolió, ardió―. En el que decía que necesitaba mi ayuda, le pregunté dónde estaba y me envió la dirección, y fui allí...
Conté la historia por segunda vez en la noche. La primera había sido cuando llegué a emergencias y me bombardearon de preguntas, y sin entrar en detalles les dije lo que necesitaban saber, la mujer que estaba enfrente de mí no pronunció ninguna palabra mientras relataba los hechos, escuchó atentamente a todo y esperó pacientemente mientras me callaba por unos largos instantes sin decir nada.
―Sus amigos me entregaron esto. ―Abrí los ojos, parpadeé varias veces para que mi visión borrosa se aclarará y vi el expediente de Arthur entre sus dedos―. También me dieron unos análisis. ¿Él...―Abrió la carpeta y leyó―...joven Jensen la lastimó en algún momento de manera física o verbal antes de los hechos de esta noche?
Tragué saliva y asentí con la cabeza.
―Lo hizo ―musité y lamí mi labio inferior, sintiendo el ardor―. Un día por no decirle la verdad, se enojó y me zarandeó, dejando las marcas de sus manos en mis brazos, también golpeó mi cuerpo contra la pared y después me jaló del cabello y me encerró en su cuarto durante días, no podía salir y tampoco podía hablar con nadie. ―Clavé mis ojos en los de ella para decir en un susurró―: Antes de ello, me había amenazado, dijo que, si no hacia lo que él decía, las persona que amaba podían terminar saliendo lastimados. Que yo decidía.
Frunció el ceño y se cruzó de piernas, apoyando sus manos sobre sus rodillas.
―¿Por qué le creyó?
―Porque él ya había lastimado a alguien. Hace unos años, él mandó a cortar, o cortó, los frenos del auto de Derek, provocando un accidente, y logrando que él estuviera internado durante semanas y durará días luchando por su vida. No lo hizo por mí, porque no nos conocimos, lo hizo porque tenía una relación sentimental con Emily Wilkes, la hermana de Derek, y ella había roto sus reglas. ―Hice una pausa―. Debido a ello, y con miedo, preferí seguir sus reglas.
Asintió con la cabeza y anotó algo en el pequeño cuaderno que había cerca de ella.
―¿Qué ocurrió con Emily?
―Ella se suicidó. Todo porque Arthur la golpeaba y lastimaba, a ella la hirió mucho más de lo que llegó a herirme. ―Fruncí el ceño―. Pero la muerte de ella es extraña. Ella estaba embarazada, estaba siendo ayudada por las personas que la querían, ellos la iban a sacar del infierno, ¿entonces...? ¿Por qué suicidarse si sabía que podía estar cerca de obtener su libertad?
―¿Creen que él asesinó a Emily? ―preguntó cautelosa―. Porque esa es una acusación muy grave, señorita Duval.
―Solo digo, que es muy extraño, solo digo, que no sé hasta dónde puede ser capaz Arthur de llegar, y que lo único que sé, es que es un hombre peligroso.
El silencio se adueñó del lugar, la detective Rizzoli suspiró y se acomodó en la silla.
―Sus amigos me mostraron algunas fotos de las hojas de un diario, a parte me dieron los análisis que confirman que ella estaba embarazada. —Hizo silencio, ladeó la cabeza hacia un lado mirándome, y luego la colocó recta—. El diario de las imágenes no lo tienen y en la autopsia no salió que ella estuviera embarazada, ¿en verdad cree que él lo hizo?
—Arthur es inestable y padece TEI, trastorno explosivo intermitente. Él no está bajo tratamiento y cuando estaba con ella tampoco, quizás en uno de sus ataques de ira, la asesinó.
Ella frunció el ceño y chasqueó la lengua.
—Entonces tendría que haber algo en la autopsia, igual que el embarazo. ¿Estás segura que el expediente y los análisis son verdaderos?
—Realmente no lo sé. —Agaché mi cabeza—, la persona que los encontró no aparece.
—¿Quién los encontró? —inquirió.
—Jazz...Jazmine —susurré con un nudo en la garganta. Ella aún no aparecía, no sabía nada de ella, y dolía, no quería aceptar que ella me envió a aquel lugar, no quería aceptar que ella me había mentido y traicionado.
—¿Estamos hablando de Jazmine Bailey? ¿La amiga que fue a ayudar?
Asentí en respuesta. Ella no dijo nada más, se quedó observándome con cautela, con intriga, como si pudiera adentrarse en mi cabeza y lograr leer mis pensamientos. Soltó un suspiro y se acomodó en la silla, guardó sus cosas en el bolso que tenía y se dedicó a observarme.
—Le voy a ser sincera, señorita Duval. Todo esto es un enredo, parece un rompecabezas que hay que armar pieza por pieza. —Dejó de hablar por unos segundos y luego prosiguió—. Pero llegaré al fondo de esto, ahora mismo, varios criminalistas están en la casa donde ocurrieron los hechos, buscando evidencias y algunos oficiales están interrogando a las personas.
—¿No atraparon a Marcus o Arthur? —inquirí en un hilo de voz, y sentándome de manera violenta en la cama, haciendo que mi cuerpo se quejará por el dolor.
—No, por lo que me informaron no lo hicieron.
Solté un suspiro tembloroso y dejé caer mi cuerpo en la cama, cerré mis ojos e intenté que el pánico no me dominará. No los habían detenido, así que ellos podían estar en el hospital, Marcus podía estar cerca, buscándome, queriendo vengarse. ¡Dios! Eso parecía no acabar nunca, parecía no tener un final.
La melodía de un teléfono inundó mis oídos, escuché cuando la detective dijo permiso y luego la puerta de la habitación fue abierta y cerrada. Podía escuchar el sonido del monitor que me recordaba que estaba viva, que seguía en aquella pesadilla. Mi respiración era lenta, inhalaba y luego exhalaba, una y otra vez, mis pensamientos estaban revueltos, hechos un lío. Una parte de mi gritaba que estaba en peligro, mientras que la otra me gritaba que me tranquilizara, que estaba a salvo.
¿Y si no lo estaba? ¿Y si no estaba a salvo? Miedo, dolor, ganas de querer hacerme un ovillo y desaparecer, cerrar los ojos y que el dolor y todo desapareciera, poder tener paz. Solo un poco de paz y tranquilidad. Eso quería, era lo que más anhelaba con toda mi alma.
—Cielo...—llamaron en un susurro.
Reconocí su voz ronca y rota, llena de dolor y desesperación, las lágrimas comenzaron a descender con fuerza por mis mejillas y apretaba mis labios en una línea fina para que los sollozos no salieran de mis labios. Él estaba ahí, pero, no era capaz de abrir los ojos, no era capaz de verlo a los ojos.
—Lía...—llamó otra voz.
A diferencia de la primera, esta era aterciopelada y dulce, llena de dolor y culpabilidad, esa voz que me regañaba cuando hacía algo malo, que me cantaba al oído en mi cumpleaños y luego me daba una nalgada. Esa voz que, desde que tengo uso de razón, ha estado ahí para mí.
Duele. Me duele.
No me atreví a abrir los ojos, no fui capaz de hacerlo. Me quedé allí, llorando en silencio, quebrándome en miles de pedazos, desmoronándome. Escuchaba el sonido de las suelas de dos pares de zapatos acercándose, tomé entre mis manos la sábana de la cama y las apreté, intentando controlarme, pero no lo hacía. Eran demasiadas emociones, demasiados pensamientos, demasiadas cosas, era demasiado.
Una mano cálida se posicionó encima de mi mano derecha, y otra en mi mano izquierda, las texturas, el calor que emanaba; los podía identificar. A mi derecha estaba mamá, sus manos eran finas y delicadas, y, a mi izquierda papá, sus manos eran grandes y algo robustas, pero la tranquilidad que transmitían era abrasadora.
—Estamos aquí, cielo —murmuró la voz de papá, trazando pequeños círculos en el dorso de mi mano con su pulgar.
—No estás sola. —Esa era la voz de mamá, que se iba quebrando con cada palabra que decía—, no lo estás, amor mío.
Un sollozo salió de mis labios, luego le siguieron otros. Mi cuerpo comenzó a temblar y ambos me abrazaron, escondieron sus rostros en las curvaturas de mi cuello, sus lágrimas mojaban mi piel, lágrimas llenas de dolor, desesperación, lágrimas llenas de culpa. Y, ellos no eran culpables, no lo eran, ellos eran inocentes, yo era la culpable, yo fui la que no escuchó, la que no pensó, la que se dejó engañar.
—Lo siento —susurré una y otra vez, mientras estábamos así; abrazados, intentando de sostenernos, intentando curar nuestras heridas.
—Shh, está bien —susurraba mamá en mi oído—, todo estará bien. Ya estamos aquí.
Las siguientes horas la pasamos así, abrazados. Mamá susurraba cosas en mi oído, mientras que papá me abrazaba. Rechacé el sedante que me iban a inyectar, no quería dormir, porque sentía que, si lo hacía, cuando despertara ellos no estarían ahí, que se habrían desvanecido como el agua entre las manos.
No quería que se fueran, quería que me abrazaran, entre sus brazos me sentía protegida, volvía ser una niña pequeña. En algunos momentos me quedaba dormida entre los brazos de ambos, y luego me despertaba exaltada, a lo que ellos me abrazaban y susurraban que estaba a salvo.
Pero, ¿realmente lo estaba? ¿Estaba a salvo? La respuesta era clara, no lo estaba. No mientras que ellos siguieran libres.
—Te veré en la casa, ¿está bien? —dijo mamá, acunando mi rostro entre sus manos y acariciando con delicadeza mis mejillas.
Asentí en respuesta. Me dio una sonrisa triste y besó mi frente, luego salió de la habitación, dejándome con papá. Ya me podía ir a casa, pero mamá iría a la policía, ella iba a ser mi abogada, se encargaría de todo. Me bajé de la cama del hospital, Papá se acercó con la silla de ruedas y me senté en ella, podía caminar, pero era protocolo del hospital, luego salimos de la habitación.
Derek, Ethan, Barry y Caroline estaban en la policía, estaban declarando todo lo que sabían, desde Emily, hasta mí. La detective Rizzoli no volvió mientras estaba con mis padres, pero cuando papá salió de la habitación un momento, y luego regresó, le dijo a mamá que una patrulla iba a estar afuera de la casa, cuidándonos. No hice preguntas, supuse que era por Arthur y Marcus.
Los siguientes veinte minutos fueron silenciosos, él manejaba y yo miraba por la ventana. Eran como las siete u ocho de la mañana, el sol alumbraba con fuerza, se sentía cálido contra mi piel, cerré mis ojos y un suspiro salió de mis labios.
Quizás la pesadilla ya va a acabar, quizás.
Al llegar a casa, subí a mi habitación, con papá siguiéndome, mi cuerpo estaba adolorido y me sentía débil, al entrar en la habitación mis ojos se empañaron de lágrimas, todo seguía igual.
—No hemos movido nada —murmuró a mis espaldas—, tu madre solo entraba aquí para limpiar el polvo y acostarse en la cama.
Mis ojos recorrieron el lugar, el escritorio al lado de la ventana, el closet, las mesas de noche a los costados de la cama, los cuadros en las paredes, todo estaba igual. Encima de la cama había algo en particular, con pasos pequeños y delicados me acerqué a ella, estiré mi mano y agarré lo que reposaba encima de ella.
—Teddy...—susurré.
—Tus abuelos lo trajeron hace unas semanas, ellos decían que cuando volvieras; quizás querrías abrazarlo.
Sonreí, llevé el peluche a mi nariz y lo olí, olía a manzanilla, como la abuela, un poco al abuelo y a mis padres. Estaba segura que cuando mamá entraba a la habitación a hacer limpieza, y acostarse en la cama, lo abrazaba y pensaba que era yo.
—¿Tienes hambre? —preguntó.
—No —respondí sin verlo, y abrazando al viejo peluche—, me daré una ducha y luego me acostaré. Me duele un poco la cabeza.
—Cielo...—llamó y volteé a verlo. Él se acercó y me eché hacia atrás, observé el dolor en sus ojos al ver mi reacción, mis manos estaban abrazando con fuerza el oso de peluche y estaba reteniendo la respiración—. Estoy aquí, cariño. —Sonrió con tristeza y melancolía—, puedes confiar en mí.
—Lo sé —susurré en un hilo de voz.
Él soltó un suspiro lleno de resignación y se marchó de la habitación, lo había herido cuando me eché hacia atrás, pero fue de manera inconsciente, no quise lastimarlo, no quise hacerle creer que le tenía miedo, porque él era mi padre, él era mi héroe. Dejé el oso de peluche encima de la cama y me adentré en el baño, me despojé de la ropa con cuidado, cada movimiento que hacía me dolía, punzadas de dolor atravesaban mi cuerpo, robándome quejidos y lágrimas.
Me metí en la ducha y dejé que el agua caliente cayera sobre mí, cerré mis ojos y lloré, en mis muñecas estaban los dedos marcados de Marcus, algunas partes de mi abdomen tenía chupones o marca de dedos, era asqueroso verlas. Enjaboné mi cuerpo varias veces, restregaba mi piel como si pudiera borrar su tacto, sus malditos labios, su risa maliciosa sobre mi piel, su mirada de satisfacción al verme expuesta. Golpeé varias veces la pared, después me dejé resbalar por ella hasta caer al suelo, abracé mis rodillas y me quedé allí.
Era como sentir fuego en el pecho, la sensación era asfixiante, parecía que no podía respirar. Mi cabeza palpitaba y sentía los latidos de mi corazón en mis sienes, tener los ojos cerrados era una tortura, porque la película de terror se reproducía una y otra vez.
«—¡Marcus no! —grité horrorizada, mientras me movía con brusquedad y sollozaba—. ¡Por favor no!
Soltó una carcajada y colocó su rostro a escasos centímetros del mío, ladeó la cabeza hacia un lado y sonrió, mi visión estaba borrosa por las lágrimas, pero podía ver claramente la satisfacción en su expresión.
—Así quería verte —murmuró—, quería escucharte suplicar, quería verte llorar.»
Recuerdos, malditos recuerdos.
Las súplicas,
Los golpes,
El llanto,
El dolor,
La desesperación,
La maldad en sus ojos,
Su risa llena de placer,
Su tacto,
Sus labios sobre mi piel,
El asco y repulsión. Era una tortura, era mi tortura personal. Siempre creí que eso les ocurrían a otras personas, no a mí, yo estaba a salvo, estaba segura, pero la vida da muchas vueltas y nos enseña que cualquiera cosa nos puede ocurrir, sea tanto buena o mala.
—Tranquila...tranquila. Tienes que tranquilizarte, cariño. —Una voz llegaba a mis oídos, pero se escuchaba lejos.
No podía, no tenía control. No me daba cuenta, pero, me tenía abrazada y golpeaba a la persona que me sostenía, estaba gritando y llorando desesperada, estaba rota, estaba hecha polvo. Los brazos rodeaban con fuerza mi cuerpo, mis gritos y sollozos seguían, no paraban, sino que se hacían cada vez más fuerte, más desgarradores.
Jadeaba en busca de aire, apretaba mis ojos con fuerza y lo único que podía escuchar era mi respiración agitada y entrecortada, el miedo y la desesperación no me dejaban respirar, era como si estuvieran tapando mi boca. Quería moverme, pero me seguían abrazando, mientras que mis manos empujaban a la persona y golpeaban su pecho con la poca fuerza que tenía.
—Tienes que respirar, cariño. —La voz volvió a escucharse lejos—, escúchame —pidieron y acunaron mi rostro entre sus manos. Un grito desesperado y envuelto en pánico y terror escapó de mis labios. ¡No me toquen, no me toquen! Quería gritar, pero no podía.
—Mírame —pidieron. Negué con la cabeza repetitivas veces y empecé a retorcerme, sus manos tomaron con más fuerza mi rostro y solté un grito de dolor—, Layla, mírame —demandaron con la voz firme. Subí mis manos hacia las que tenían mi rostro y apreté con fuerza, enterrando mis uñas en la piel de la persona, escuché su grito de dolor, pero quería que me soltara, no quería que me tocara.
Los recuerdos seguían torturándome, seguían despedazando mi alma y haciéndola trizas.
«—¡Ayuda! —grité mientras seguía golpeando la puerta—. ¡Sáquenme de aquí!
—¡Eso es Layla! —vociferó él con burla—. ¡Grita, pide ayuda! Pero, no importa, nadie te ayudará, muñequita.»
Grité con fuerza, me moví brusca y volví a golpear a la persona que tenía enfrente de mí, la golpeaba con fuerza, sus brazos me rodearon y me atrajeron a su cuerpo, seguía moviéndome y llorando, implorando para mis adentros que me soltaran, que no me tocaran. No quería que me tocaran, no quería.
—Soy yo —susurraron en mi oído, la voz era un poco más clara—, soy yo cariño —la voz se quebró al decir la última palabra—, soy mamá. —Sollozo y me abrazó con más fuerza—, estoy aquí, estoy aquí.
Solté un sollozo fuerte al escuchar su voz con más claridad.
—Tienes que respirar, respira cariño —pedía mientras acariciaba mi espalda.
Respirar, era difícil hacerlo, los sollozos y el dolor no me dejaban. Inhalaba y exhalaba, una y otra vez, ella seguía susurrando palabras a mi oído, pero no la escuchaba muy bien, sus manos me abrazaban y acariciaban mi espalda, acariciaban mi cabello con delicadeza, con amor.
No sé cuánto duré en tranquilizar mi respiración, en hacer que mis latidos se normalizaran y que el pánico y el terror empezaran a desaparecer. Solo sé que cuando me sentí estable, mis manos rodearon el cuerpo de ella y la abracé con fuerza, como si ella pudiera quitar lo que sentía, como si ella pudiera reparar mi alma.
Pero no podía hacerlo, estaba demasiado rota como para ser reparada.
*****
(1) Me dices que mejora,
que con el tiempo mejora.
Me dices que me recompondré
cálmate, estarás bien.
Dime, ¿qué demonios sabes tú?
¿Qué sabes?
Dime, ¿cómo demonios podrías tú saberlo?
¿Cómo podrías saberlo?
N/A
Ya estamos llegando al final 7u7
Por cierto, lamento si salen guiones en negrita y otros normales, no sé que sucede :,v
#NoLectoresFantasmas
YA SUBO EL PRÓXIMO CAP
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro