Capítulo 58
Multimedia: Sia-Helium
Hola! Este capítulo es fuerte, tocas temas sensibles y puede llegar a ser incómodo de leer, espero que les gusté, que les haga sentir muchas emociones y recuerden, no es no.
Bonita noche <3
Un deja vú cruzó mi mente.
Me paralice de inmediato y la respiración quedó atascada en mi garganta antes el sentimiento de estar repitiendo todo otra vez, mis manos estaban temblando y mi corazón iba de prisa mientras observaba la casa a lo lejos Le había respondido a Jazz preguntando dónde estaba, ella me envió la dirección y pidió que la buscara. Intenté llamarla, pero su teléfono me enviaba al buzón.
—Es más fácil si nos dividimos y buscamos por el lugar —musitó Ethan mientras mirábamos la cantidad de personas que había en la casa.
—No es una buena idea —dijo Derek.
—Hay muchas personas, Derek.
Él volteó a verme y negó con la cabeza.
—No pienso dejarte sola, no cuando ellos pueden estar aquí.
Entendía que se refería a Arthur, Marcus y Paige, y por eso es que los había llamado en busca de ayuda cuando ví la dirección que Jazz me había mandado y ellos no habían dudado en aceptar.
Tragué saliva con fuerza ante la idea de volver a ver a Arthur, no quería hacerlo, había estado bien sin verlo, a veces lloraba, a veces, cuando mi mente me torturaba pensando una y otra vez quería ir a buscarlo y abrazarlo, sin embargo, no lo hice.
Debía seguir sanando, debía seguir avanzando.
—Estaré bien, si ocurre algo te llamaré —dije.
Él quiso refunfuñar.
—Vamos, Derek, entre más rápido la encontremos, más rápido nos iremos —añadió Ethan.
Un suspiro brusco salió de los labios de Derek, se quitó la gorra que tenía y me la colocó, acomodando mi cabello.
—Intenta pasar desapercibida —musitó con la voz llena de súplica—. Y no dudes en llamarme, no dudes en correr si algo ocurre. ¿Bien?
Asentí con la cabeza.
—Bien.
No muy convencido de mi respuesta asintió con la cabeza, los tres salimos del auto y comenzamos a ir en dirección de la casa, lugar dónde todo había comenzado. Mi estómago estaba revuelto y amenazaba con expulsar todo lo que había comido.
Ann.
Su nombre se deslizaba una y otra vez por mi mente, si ese día la hubiera buscado sola, si hubiera rechazado la oferta de Arthur de ayudarme a buscarla.
El frente estaba llenó de vasos y había una gran cantidad de personas en el lugar, tantas que eran capaces de formar un mar de ellas y quizás podían consumirme.
¿Por qué Jazz estaría aquí? Me pregunté, pero era imposible tener una respuesta. Tomé una gran bocanada de aire y con pasos temblorosos me adentré en la casa.
En el aire era palpable el olor a marihuana, sudor y cigarro, había personas bailando por todos lados, otros parecían que necesitaban una habitación. Ethan se fue a la parte inferior de la casa (sótano) a buscar, mientras que Derek y yo empezamos a buscar a la rubia en la planta baja, cuando nos separamos susurró un "ten cuidado" Le sonreí en respuesta y asentí en respuesta, podía ver el miedo en sus ojos.
Intenté localizar a Jazz por el teléfono, pero seguía sin responder mis llamadas, la desesperación y el pánico estaban empezando a dominarme.
Salí a la parte trasera de la casa y en la piscina había muchas personas metidas, y en tierra firme también había bastantes personas. Cuando mis ojos dieron con una chica apoyada en un árbol a la distancia mi corazón dió un vuelco.
«... Recorrí con la mirada el patio y observé una figura cerca de un árbol vomitando, me acerqué para observar mejor y era Anne.
—¡Ann! —grité y me acerqué a ella.
—La-layla —dijo arrastrando las palabras—. Tardaste mi-mil años. —Rio— A-adivina, quién está aquí.
Su cabello estaba esponjado y desordenado, el maquillaje lo tenía corrido y los ojos hinchados y rojos. El vestido estaba arrugado, tenía en la falda una mancha de agua, o de alcohol y cargaba puesta una chaqueta de cuero negro sobre sus hombros.»
El recuerdo me golpeó con fuerza, parpadeé varias veces para alejar la escena de mi cabeza, mientras que el corazón se me encogía y una fea opresión se instalaba en mi pecho, dificultando respirar. Tenía que buscar a Anne y arreglar las cosas con ella, pero primero necesitaba encontrar a Jazz.
Me giré sobre mis talones y me volví adentrar en la casa, busqué en el sótano, la sala y terminé por entrar en la cocina, aún me faltaba la planta superior de la casa, pero sentía que algo estaba mal. Esa sensación de que algo no estaba bien seguía en mi pecho.
Una pareja de personas estaba en un rincón besándose, me giré sobre mis talones para salir de allí pero otro recuerdo me golpeó.
«—...pero que maleducado soy, no me he presentado. —Extendió su mano en mi dirección—. Mucho gusto, mi nombre es Arthur, Arthur Jensen.
Miré su mano unos segundos y después la estreché.
—Soy Layla, Layla Duval. »
En ese lugar había empezado todo, fue ahí en donde conocí al demonio vestido de ángel, fue la primera vez que caí ante su maldita sonrisa. Cerré los ojos con fuerza y solté un suspiro pesado, era como estar en un averno, recordando a personas que me habían lastimado, y personas que yo misma había herido, se sentía como un castigo.
Cuando iba a salir de la casa, en dirección al patio delantero mi teléfono sonó, y al ver al remitente me apresuré a contestar.
―¡Jazz! ¿Dónde estás?
No escuchaba respuesta, tapé un oído con mi mano y presioné el teléfono en mi oreja. Escuchaba una respiración, era agitada, débil.
―¿Jazz?
―Layla...
Fue bajo, la pronunciación de mi nombre fue como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por hablar. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral y mis huesos se congelaron del pánico que estaba sintiendo.
―¿Qué ocurre? ¿Dónde estás?
―Ayúdame...Layla. ―Un llanto comenzó a escucharse a través de la corneta―. Por favor.
―¿Dónde estás? ―inquirí asustada―. ¡Dime!
Escuché su tos, como tosía con fuerza y después se quedaba jadeando por el aire.
―Arriba...habitación...arriba.
La llamada se cortó y no lo pensé dos veces y subí corriendo las escaleras y comencé a revisar en las habitaciones una por una, pero sin encontrarla a ella. Cuando llegué a la última habitación del pasillo, rogué porque en esa estuviera ella. Abrí la puerta y me adentré en el lugar.
―¿Jazz? ―inquirí, intentando encontrar el interruptor de la luz.
Mis ojos se deslizaron por la habitación, dándome por vencida al no encontrar el interruptor de la luz, leve luz entraba por la ventana, gracias a la luna, y jadeé con horror cuando vi una figura en el suelo.
―¡Jazz!
Me acerqué corriendo y cuando toqué la figura, me di cuenta que en realidad no era un humano, era un muñeco. Saqué mi teléfono y llamé al de Jazz con el corazón en la boca, una luz se encendió a unos pasos de distancia de donde estaba, y cuando me acerqué, vi mi nombre en el remitente, colgué y el chat entre Jazz y yo estaba abierto, y un mensaje sin enviar estaba escrito.
Lo siento.
Algo estaba mal. No entendía qué ocurría, pero las ganas de vomitar y de llorar de la impotencia me estaban consumiendo, guardé el teléfono de Jazz en mi bolsillo trasero y busqué entre mis contactos el número de Derek, necesitaba llamarlo, necesitábamos salir de allí, todo había sido planeado, presioné el botón de llamar al mismo tiempo que saltaba en mi lugar al escuchar la puerta del cuarto cerrarse con fuerza, subí la mirada con brusquedad y me quedé de piedra al verlo.
—Hola, muñequita.
Me levanté del suelo con lentitud, viendo como la gran figura que estaba cerca de la puerta, como la leve luz de la luna me dejaba ver una sonrisa perversa. Mi ritmo cardíaco aumentó y el miedo se empezó a extender por todo mi cuerpo.
¡Tienes que salir de allí, ahora! Gritaba esa pequeña vocecita en mi cabeza, sabía que tenía razón, pero no podía moverme. Tenía miedo y Derek no respondió.
—¿No piensas saludarme? —interrogó con burla—. Pensé que éramos amigos.
—¿Dónde está Jazz? —inquirí con la voz temblando de miedo.
Su sonrisa se ensanchó, se acercó y retrocedí. Negó con la cabeza al ver mi acción, se cruzó de brazos, recorrió con la mirada mi cuerpo y lamió su labio inferior, en sus ojos se miraba la lujuria, la maldad.
—Ella no vendrá hoy —susurró con la voz ronca, mordió su labio inferior y volvió a recorrer con la mirada mi cuerpo. Dio varios pasos en mi dirección y volví a retroceder, chocando con la pared—, pero tú y yo nos vamos a divertir.
—No te acerques —mascullé entre dientes—. Si lo haces gritaré, no estoy sola. —Enseñé el teléfono—. Derek y Ethan están conmigo.
Negó con la cabeza.
—Me temo que ellos están teniendo sus propios problemas justo ahora.
Sentí terror.
—¿Qué les hiciste?
—¿Yo? Nada, otro lo está haciendo. Nadie puede ayudarte ahora, muñequita.
Sonrió con malicia y empezó a acercarse, antes de que llegara a mí; salí corriendo, pasando por encima de la cama yendo hacia la puerta del cuarto, cuando intenté abrirla no pude, estaba con llave. Escuché su carcajada detrás de mí y me tensé, no tenía salida.
—¿En serio crees que soy tan estúpido? —inquirió en tono burlón. Con mi cuerpo temblando giré a verlo, en una de sus manos había una llave, la cual meció de lado a lado, para luego tirarla en algún lugar de la habitación—. No tienes escapatoria, Layla.
Ahí empecé a sentir pavor, me giré hacia la puerta y empecé a forcejear con ella. Sabía que era en vano que lo hiciera, pero tenía que salir de ahí, debía hacerlo.
—¡Ayuda! —grité mientras seguía golpeando la puerta—. ¡Sáquenme de aquí!
—¡Eso es Layla! —vociferó él con burla—. ¡Grita, pide ayuda! Pero, no importa, nadie te ayudará, muñequita.
Las lágrimas comenzaron a inundar mis ojos y algunas cayeron de ellos, mi respiración estaba acelerada y mis latidos eran rápidos. Tenía mucho miedo de lo que podría ocurrir, tenía miedo.
—¡Ayuda! —Seguí gritando y golpeando la puerta con fuerza, pero la música estaba alta y las personas ebrias y drogadas, ninguno de ellos iba ayudarme, estaba sola—. ¡Sáquenme! ¡Quiero salir!
—Nadie te va a escuchar —dijo con burla—. Dijiste que nunca seducirías a un parásito como yo —lo escuché hablar—, y luego en el edificio bailaste conmigo. Sé que quieres estar conmigo, Layla. ¿Por qué fingir que no?
—Llamaré a la policía —dije con la voz temblando y giré hacia él, marqué el número de emergencia y bajo su mirada hablé rápido cuando contestaron—, necesito ayuda, un hombre me tiene encerrada en...
Taparon mi boca, tan rápido, tan veloz que mi cabeza chocó con fuerza contra la puerta detrás de mí, escuché la voz de la operadora llamándome, sin embargo, no pude seguir hablando.
Ví a Marcus negar con la cabeza y sacar el teléfono de mis manos, colgó la llamada y luego lanzó el teléfono hacia atrás, solo fuí capaz de escuchar el impacto de este contra el suelo.
—Ya quieres arruinar la diversión y aún no hermosa empezado —susurró a escasos centímetros de mi rostro, giré la cara y cerré los ojos con fuerza al sentir su aliento chocar contra mi rostro, una de sus manos me quitó la gorra de Derek, él olía a alcohol, a mucho alcohol—, vas a ser mía quieras o no.
Al terminar de escuchar sus palabras, sentí como su nariz rozaba mi mejilla izquierda, y luego como se movía un poco sobre ella. En un acto de desesperación alcé mi rodilla y la impacté con fuerza en su entrepierna, y con mis manos lo empujé; alejándolo de mí. Él se encorvó y echó hacia atrás. Pasé por su lado, corriendo hacia la puerta que estaba cerca de la ventana, desde allí podía llamar a la policía o a alguien. Antes de que pudiera tocar el pomo de la puerta, un dolor infernal se extendió por mi cuero cabelludo, robándome un grito de dolor, lo siguiente que sentí fue mi cuerpo impactar contra el suelo, y el dolor comenzó a extenderse por mi espalda.
Las lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas y algunos sollozos salieron de mi boca. Punzadas atravesaban mi cabeza, mi visión se tornó borrosa y un sabor metálico inundó mi boca, era sangre, me había mordido el labio al caer. Intenté colocarme de costado, pero él estaba a horcajadas sobre mí, sus labios se movían, pero no estaba escuchando lo que decía, era como estar sumergida en el agua. Cerré mis ojos con fuerza al sentir sus labios en la piel de mi cuello, moví mi mano hasta su pecho y empecé a empujarlo, mientras que con mis piernas pataleaba.
—¡Suéltame! —grité con la voz rota.
Hizo caso omiso a lo que dije, él seguía besando mi cuello y sus manos comenzaron a meterse por debajo del suéter negro que traía puesto, sentía náuseas y asco por su tacto. Coloqué mis manos en su cuello y enterré mis uñas en su piel, un grito salió de sus labios, se echó hacia atrás y llevó sus manos a su cuello. Me moví bruscamente y lo tumbé de mi cuerpo, me moví rápido, necesitaba escapar de allí. Tenía que salir.
Me levanté del suelo y me mareé al hacerlo tan rápido, a la puerta, tenía que llegar a esa puerta. Caminé rápido y me introduje, era un baño, pero no logré cerrar la puerta; porque él no me dejaba.
—¡Maldita zorra! —gritaba, mientras empujaba para abrir más la puerta—. ¡Me las pagarás!
Mi espalda empujaba para cerrar la puerta, pero él era más fuerte. Forcejeamos por unos segundos, hasta que él dio un empujón lo suficientemente fuerte para tirarme hacia adelante, caí de rodillas al suelo y mi frente se golpeó con violencia contra el lavamanos, robandome un quejido de dolor y hacer que mi frente se golpeara contra el lavamanos, cerré mis ojos con fuerza y solté un quejido de dolor, todo estaba dándome vueltas y me sentía exhausta.
—Te tengo —lo escuché decir, sentí sus manos en mi cintura y luego me elevó, colocándome sobre su hombro.
—¡Déjame! —grité, golpeando su espalda con mis manos y pataleando—. ¡Suéltame!
Mis esfuerzos eran en vano, él no me dejaría, no sin antes obtener lo que quería. Mi cuerpo impactó contra el colchón de la cama, intenté levantarme, pero él se colocó a horcajadas de mí. Sentía mi cuerpo pesado y mis movimientos lentos, el dolor en mi cabeza era insoportable, pero el dolor y asco físico que sentía era mayor.
Sus labios volvieron a besar mi cuello, mientras que me removía con brusquedad debajo de él, suplicando en mi interior que me dejara. Sus manos se metieron debajo de mi camisa y comenzó a tocar mi piel. Rasguñaba sus brazos, gritaba hasta que sentía como mi garganta se desgarraba, pero él seguía besando mi cuerpo, mis labios, tocando cada parte de mi cuerpo.
Sus manos rompieron el suéter, dejándome en sostén ante él, sus manos tomaron las mías y las colocó por encima de mi cabeza, dejándome aún más expuesta. Seguí luchando y llorando, sus besos fueron bajando desde mi cuello hasta mis pechos, después siguió bajando hasta llegar a mi vientre, alzó la mirada hacia mí y me observó con maldad, con satisfacción. Tomó mis manos con una sola mano suya, y con la libre desabrochó el botón de mi pantalón.
—¡Marcus no! —grité horrorizada, mientras me movía con brusquedad y sollozaba—. ¡Por favor no!
Soltó una carcajada y colocó su rostro a escasos centímetros del mío, ladeó la cabeza hacia un lado y sonrió, mi visión estaba borrosa por las lágrimas, pero podía ver claramente la satisfacción en su expresión.
—Así quería verte —murmuró—, quería escucharte suplicar, quería verte llorar.
—Suéltame, por favor —supliqué entre sollozos—. Suéltame.
—No puedo hacerlo. —Besó mi nariz y corrí la cara hacia un lado—, eres mía, Layla. Mía.
Sollocé y me moví con brusquedad, sus labios volvieron a descender por mi cuerpo y al llegar a mi vientre, se separó un poco de mí y soltó mis manos, para sacarse la camisa y desabrochar el botón de su pantalón. Aproveché ese momento para empujarlo y hacerlo caer a un lado de la cama, él me tomó del brazo y con mi mano libre impacté mi puño contra su nariz, un quejido salió de sus labios y me soltó.
Me levanté temblando y llorando, sentía el teléfono de Jazz en el bolsillo del pantalón, volví a correr pero esta vez fui en dirección de la ventana, necesitaba salir de allí como sea, pero él volvió a tomarme del cabello y me jaló hacia atrás, y por segunda vez mi cuerpo impactó contra el suelo.
—Ya me tienes harto —dijo mientras que se colocaba sobre mí—, basta de juegos, Layla. Serás mía quieras o no.
—¡No! —grité y empecé a golpearlo—. ¡Suéltame maldito bastardo!
Aruñé su pecho, cuello y parte de su rostro. Su mano impactó contra mi rostro y sentí como la sangre volvía a inundar mi boca, los sollozos no se detenían y su tacto sobre mi piel tampoco, pero no me detuve, peleé y grité, no iba a dejar que lo hiciera, no iba a dejarlo. Sus labios se unieron con los míos y lo mordí con fuerza, él intentó apartarse, pero hasta que no sentí la sangre no lo solté.
—¡Maldita zorra! —exclamó y volvió a impactar su mano contra mi mejilla.
Solté un quejido, mezclado con un sollozo. No sé cómo ocurrió, pero de un momento a otro; escuché como la puerta se abría con fuerza, Marcus alzó la mirada y luego alguien lo quitó de encima de mí, al ver que él ya no estaba sobre mí, me coloqué de costado y levanté del suelo con dolor, quería salir de allí, pero; había varias personas en la habitación, no reconocía a ninguna, algunos me miraban con lástima y otros con horror. No me dejaban salir de aquel lugar. Era una barrera de personas.
—¡Arthur déjalo! —Escuché a Paige chillar—. ¡Ella fue! ¡Ella fue!
Mi mirada se dirigió hacia ella, estaba en una esquina gritando desesperada. Seguí su mirada hasta dar con Arthur, él estaba encima de Marcus, golpeándolo, una, otra y otra vez. La cara de Marcus estaba cubierta de sangre y los nudillos de Arthur estaban cubiertos de esta. Parecía poseído, enojado, furioso.
Aparté la mirada y quité a varias personas de la puerta con la poca fuerza que tenía, hasta que salí de aquel lugar. No me importaba estar en sostén, o que todas las miradas cayeran en mi cuando me miraban pasar, me abracé a mí misma y salí de esa casa, y empecé a correr.
Las lágrimas recorrían mis mejillas, mis piernas temblaban y el aire frío de la noche erizaba los vellos de mis brazos.
Al estar a unos metros de distancia me apoyé en un árbol y solté un sollozo, no podría describir cómo me sentía, pero era horrible. Temblando saqué el teléfono del bolsillo, la pantalla estaba partida y busqué entre los contactos de Jazz el número de Derek.
—¿Qué fue lo que hiciste? —gritó Derek con irá—. Nos mandaste a la boca del lobo, colocaste a Layla en peligro. ¿Qué mierda te ocurre?
—De-derek. —Sollocé.
—¡Layla! —exclamó aturdido—. ¿Dónde estás, cielo? ¿Por qué....? Debemos irnos de aquí, es una maldita trampa.
—Necesito...necesito que me busques. Yo... —Otro sollozo escapó de mis labios, mi cuerpo estaba temblando y el frío de la noche abrigaba mi piel desnuda—, Derek, ayúdame.
—¿Dónde estás, Lía? —preguntó y sentí el desesperó en su voz, el cual se mezclaba con los gritos que se escuchaban en el fondo.
—No lo sé, yo solo corrí...—Sollocé, mi cabeza estaba hecha un lío. Me dolía todo y no podía pensar bien, no lograba concentrarme. Solo quería llorar, solo quería desaparecer.
—Escúchame, ¿ok? Escúchame. —habló con súplica en la voz—. Necesito que te tranquilices, voy a buscarte, bien, tranquila, cielo, te encontraré.
—Derek...—sollocé—. Tengo miedo, por favor, por favor, quiero...—No terminé lo que iba a decir porque me quitaron el teléfono de la mano y lo lanzaron contra el suelo.
Me sobresalté y giré a ver a la persona, era Arthur. Sus ojos estaban llenos de ira y dolor, sus hombros subían y bajaban con velocidad, sus fosas nasales se abrían y cerraban con fuerza. Mi cuerpo se colocó alerta y retuve la respiración. Vi cómo se quitaba la camisa de cuadros roja que tenía, quedando en una franela negra. Se acercó a mí y sin esperar que dijera algo me la colocó, también abotonó mi pantalón el cual no me acordaba que estaba desabotonado. Al sentir sus manos tocar mi piel, mi cuerpo se colocó tenso.
—¿Cómo pudiste? —masculló con ira.
Me pegué más al árbol al escuchar su voz, mi mirada cayó en sus manos, sus nudillos estaban destrozados y llenos de sangre, tenía miedo de que me hiciera algo, él era inestable, él era un desastre.
—Yo...yo no quería —tartamudeé.
—¡Dejaste que te tocara! —gritó.
—¡No quería, yo no quería! —grité entre sollozos.
—¿No querías? —Negó con la cabeza—. ¿Entonces por qué entraste a un cuarto con él? Paige te vio, Layla. Ella te vio subir las escaleras con Marcus.
Solté un sollozo y meneé mi cabeza hacia los lados.
—Mentira, es mentira, Arthur. —Lo miré a los ojos, mientras las lágrimas descendían por mi rostro—. Tienes que creerme, por favor, tienes que creerme.
Gruñó, frotó su rostro con ira y luego impactó su puño contra el árbol. Me sobresalté porque fue cerca de mi rostro, y me aparté del árbol con el corazón en la boca, sintiendo que en cualquier momento mis piernas iban a dejar de sostenerme.
—¡Eres una puta! —masculló con asco—. ¡Eres igual que ellas! ¡Pensé que eras diferente!
—¡No! ¡No! ¡No! —bramé desesperada.
—Yo te amo, Layla —susurró con dolor en su voz—, y tú me alejaste. —Me señaló con su dedo índice—. Y luego te fuiste a meter en la cama con Marcus. ¡Con Marcus!
—¡Cállate! —vociferé—. ¡Yo no quería! ¡No quería!
—¡¿Entonces por qué estabas en un cuarto con él?!
—¡Porqué me engañaron! —Me acerqué—. ¡Yo no quería que sus malditas manos me tocaran! ¡No quería que él me tocara! —Sollocé—. No quería, no quería...
—¡Deja de mentir! ¡Ella te vio!
—¡Ella miente! —Meneé la cabeza hacia los lados sollozando y temblando—. Ella miente, yo no quería.
—Eres una puta —masculló entre dientes.
—No...
—Eres una zorra —escupió con ira—, eres igual a todas. ¡Eres igual a ellas!
—¡No lo soy! —vociferé y lo empujé, pero no se movió—. ¡No me quería acostar con él! ¡Él iba a violarme! —Sollocé—. ¡No soy una zorra! ¡No soy una puta! ¡No soy como tu madre!
Un respiro, un sollozo y el dolor se comienzan a extender. Mi mejilla ardía, dolía como los mil infiernos, tardé unos segundos en comprender que él me había golpeado. Uno tras otro sollozo salió de mis labios, mi cuerpo empezó a temblar con más fuerza y mi corazón estaba literalmente sangrando.
Ya no quedaba nada de mí, absolutamente nada. Él lo había destruido, me había hecho mierda, me hizo polvo con sus propias manos. Alcé mi mirada hacia él con mi mano tocando mi mejilla golpeada. Ira, rencor, dolor, eso inundaba su mirada.
—Eres una zorra—susurró furioso y sentí otro golpe en mi rostro.
Un jadeo salió de mis labios al sentir el ardor, estaba horrorizada, luego sentí otro golpe, más dolor, más tristeza inundó mi cuerpo, un gritó de dolor escapó de mis labios cuando sentí un golpe en mi costado izquierdo.
Intenté defenderme, intenté protegerme de los golpes, lo intenté, pero mi cuerpo estaba cansado, yo estaba cansada, herida y terminé en el suelo, terminé llena de sangre y con sus manos alrededor de mi cuello, sintiéndome débil fuera de sí.
Me faltaba el aire.
—¿Cómo pudiste? —gritó y se escuchó lejano mientras la presión en mi garganta aumentaba—. ¡Yo te amo y me haces esto!
No...no puedo...no puedo respirar.
Irá, la irá se había adueñado de sus ojos. Escuché un grito lejano, luego el aire entró de golpe en mis pulmones y jadeé en busca de más, mis oído pintaban y el cuerpo me pesaba. Ví dos figuras peleando, no pude distinguirlas.
Me arrastré por el suelo, me levanté temblorosa y eché a correr lo más rápido que pude, necesitaba huir, necesitaba sobrevivir.
Corrí con todas mis fuerzas, como si mi vida dependiera de ello, escuché a Arthur gritar mi nombre, lo escuché; pero no me detuve. Seguí corriendo, mientras que mi corazón seguía sangrando, mientras que mi mente me gritaba que ya no podía más. Estaba cansada, había llegado a mi límite, no podía seguir levantándome y fingir que todo estaría bien, no podía fingir más.
Todos tenemos un punto de quiebre, ese quiebre que hace que caigamos y no queramos levantarnos más, que hace que solo lloremos hasta que no haya más lágrimas, que gritemos hasta que nuestra garganta se desgarre, y golpeemos cosas hasta que nuestros nudillos sangren. El dolor físico puede pasar, el dolor emocional; esa es otra historia.
—¡Layla, détente!
Corre, corre, solo corre.
Eso fue lo que hice, corrí sin mirar atrás, corrí sin pensar en nada más que no fuera correr. Mis pulmones pedían a gritos aire, mis piernas temblaban y mi rostro seguía lleno de lágrimas. Las personas pueden ser crueles, pero algunos, algunos de ellos pueden ser despiadados.
—¡Suéltame! —grité cuando me agarraron por la espalda—. ¡Déjame!
—¡Tienes que tranquilizarte!
—¡No! ¡Suéltame! ¡No me toques! —Sollocé, mientras me movía con brusquedad—. ¡No me toques!
Me giró y con los ojos cerrados comencé a golpear su pecho con fuerza, mientras me movía con brusquedad, intentando desesperadamente, que me soltara. Sollozaba con fuerza y golpeaba con todas mis fuerzas, me zarandeaba y chillaba, como si estuviera quemándome.
Me dolía el corazón.
Me dolía el alma.
—¡Lía, soy yo! —manifestaron y me tomaron por los hombros—. ¡Mírame soy yo! ¡Soy Derek!
Seguí moviéndome, necesitaba que me soltara, no quería que me tocaran. Sus manos rodearon mi cuerpo y me abrazó con fuerza, grité, pataleé e intenté alejarme, pero él no me soltó, sollocé con fuerza y dejé de luchar, pero cuando sentí que su agarré aflojó me alejé como si su piel me quemara.
—Lía...—murmuró preocupado y mis ojos notaron que estaba golpeado y tenía sangre en el rostro, intentó acercarse y de manera instintiva me alejé.
—No-no te acerques.
Sus ojos no se apartaron de los míos, había comprendido lo que había sucedido, me observaba con dolor y culpa.
—Estás a salvo conmigo, cielo. —Dio un paso al frente y luego otro.
—No te acerques, Derek. —Sollocé, dando varios pasos hacia atrás—. Por favor, no te acerques.
El dolor se reflejó en su mirada. Lentamente bajó sus manos con delicadeza y cerró sus ojos con fuerza por un momento, cuando volvió a verme asintió con la cabeza y se sacó la chaqueta que tenía encima.
—Está bien, está bien. Ten, estás temblando del frío —extendió la prenda en mi dirección—. Vamos, cielo, colocatela.
Miré la prenda y la agarré, cubriéndome con ella, él observó cada uno de mis movimientos y luego dió un corto paso en mi dirección.
—No te haré daño —susurró con la voz ronca—, nunca te haré daño. ¿Bien? Quizás mis palabras ahora no valgan nada, pero tienes que ir a un hospital y ser revisada.
—Quiero ir a casa —susurré con la voz rota.
—Y lo harás, lo prometo, te llevaré yo mismo si es necesario. Irás con tus padres y estarás a salvó, pero ahora, necesito que confíes en mí.
Negué con la cabeza.
—Yo no quería —musité con la voz rota y un sollozo salió de mis labios—. No fue mi culpa, lo juro.
Me observó con dolor.
—Lo sé, cielo, sé que no fue tu culpa. Eres una víctima. ¿Bien? Te creo.
Solté un sollozo y cubrí mi rostro con las palmas de mis manos, sentí como poco a poco se acerco, como poco a poco me abrazó, como me intentó consolar.
—Está bien, te tengo, te encontré, cielo.
Sollocé con fuerza y me aferré a él.
Mi alma, mi corazón, mi cuerpo, todo había sido destruido, en tantas piezas que no era capaz de verlas todas.
¿Creí que me golpearía de esa forma?
No.
Creía que alguna vez él intentaría estrangularme?
Nunca pasó por mi mente.
¿Dolió?
Como si hubieran enterrado una espada en todo mi corazón.
Arthur fue mi perdición, mi maldición y mi destrucción. Fue esa persona que hizo que me cegara, que no viera el peligro, fue la persona que estaba en medio de lobos y yo, había corrido hacía allí por estar con él.
Esa noche fui destrozada de mil maneras distintas, la persona por la cual di todo y perdí, me hizo pedazos,no confiaba en mí, ni siquiera viendo mis heridas, para él siempre sería la mala de la historia, la maldita.
Esa noche, mi poca confianza en las personas se quebró como un cristal, lo hizo en fragmentos tan pequeños, que parecían polvo. Esa noche, destruyeron por completo mi alma, mi vida, y dejaron una herida que sería difícil de sanar.
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