Capítulo 54
Multimedia: So cold- Ben cocks
Mi espalda estaba adolorida por la posición en la que me encontraba, mis piernas se encontraban pegadas a mi pecho y las lágrimas y sollozos ya se habían detenido. Mi mirada estaba en un punto fijo del baño, si, el baño. Cuando escuché que intentaban abrir la puerta del cuarto corrí hacia el baño del pasillo y me encerré, no era un buen plan, pero eso evitaría que viera la cara de Charlotte.
Arthur me había engañado con muchas mujeres, y me había dolido saber lo que hacía, pero encontrarlo en la cama con mi prima, con mi propia familia, Dios, eso definitivamente había acabado con el poco corazón que tenía.
—¿Puedes salir? —Cerré mis ojos con fuerza al escuchar su voz, tan suave y dulce; quería desaparecer, deseaba desaparecer—. Por favor.
Mordí mi labio inferior con fuerza al escuchar sus palabras, ¿por qué no se largaba? ¿Por qué no me dejaba en paz? Dios, ¿era tan complicado para él entender que lo último que quería hacer era ver su maldito rostro?
—Layla, por favor, sal —pidió.
Me levanté del suelo enojada, era una mezcla tan extraña; estaba enojada y dolida, no quería verlo y a la vez quería gritarle que era un hijo de puta. Vaya mierda. Tomé la perilla de la puerta entre mis manos, no sin antes secar las lágrimas y lavar mi rostro, me quería mostrar fuerte y decidida, quería mostrarle que no me iba a derrumbar y quedarme en el suelo, sino que iba a renacer de mis cenizas como un fénix.
Abrí la puerta. Sus ojos se encontraron con los míos, las ganas de llorar me volvieron a invadir, pero las evité, empujé su cuerpo y salí del baño. Recorrí el pasillo, llegué a la sala y tomé el bolso y llaves de la encimera de granito, aunque mis piernas temblaban seguía caminando con seguridad. Cuando iba hacia la puerta principal, él me tomó por el brazo y me giró de manera brusca.
—Tenemos que hablar. —No era una petición, era una orden.
—Vete a la mierda —siseé y me solté del agarre como si su piel me quemara.
—Tenemos que hablar. —Volvió a decir.
Sonreí de manera irónica.
—¿Quieres hablar de cómo te follas a mi prima?
—Layla...
—Porque lo sabías, ¿cierto? —inquirí y no contestó. Sonreí con tristeza, su silencio era como si clavaran una daga en mi corazón y después la retorcieran—. Claro que lo sabías.
Me di la vuelta, pero él me volvió a tomar del brazo.
—¡No me toques! —grité zafándome de su agarré—. ¡No vuelvas a colocar un solo maldito dedo en mi cuerpo!
Su rostro era indescifrable, sus facciones se miraban pacíficas, pero sus ojos eran un mar de emociones y sentimientos.
—Te estás comportando como una niña pequeña —masculló entre dientes.
Solté una risa sarcástica.
—No estoy actuando como una niña pequeña, estoy reaccionando como cualquiera lo haría al encontrar a su pareja siendo infiel. ¿O qué? ¿Quieres que te aplauda por acostarte con mi prima? —Empecé a aplaudir—. Felicitaciones Arthur, eres el hijo de puta más grande que he conocido en mi maldita vida, el hijo de puta que me arrepiento de haber conocido.
Apretó la mandíbula.
—Tu prima tenía razón, solo eres una adolescente insegura.
—Mi seguridad no tiene nada que ver con que tú te acuestes con ella —mascullé, acercándome a él—, mi seguridad no tiene nada que ver con que seas un imbécil, mi seguridad no tiene nada que ver con que seas un maldito infeliz. Pero... ¿sabes que si tiene que ver con todo ello? —Alcé mi mentón con orgullo y siseé con veneno en la voz—. Tiene que ver que me haya quedado a tu lado, porque he sido tan estúpida y ciega que te he perdonado una y otra vez cada una de tus infidelidades, cada una de las cosas que has hecho para lastimarme. No sabes cómo me arrepiento de haberte conocido.
—Mientes —siseó y me tomó de ambos brazos, su agarre no me lastimaba; pero si era fuerte—, me quieres Layla, eso no lo puedes negar. No importa si te hiero o no, tú sigues queriéndome —se agachó hasta mi altura, colocando nuestros rostros a una escasa distancia—. Tú me amas.
—No estés tan seguro de eso —me alejé—. El amor que sentía por ti, tú mismo te has encargaste de destruirlo, tú mismo lo has hecho mierda. Quizás siga teniéndote afecto, pero ¿amarte como antes? No, ya no lo hago.
Mientes. Gritó, esa pequeña voz en mi cabeza. Él tenía razón, no importaba si me hería o no, yo lo seguía amando, y aunque lo hacía; quería amarme y pensar en mí.
Quería ser yo mi primera opción y que no lo fuera él.
Tensó la mandíbula, su respiración se estaba volviendo inestable, y sus manos estaban convertidas en puños. Nos quedamos mirando fijamente durante varios minutos. Deseaba saber qué era lo que pensaba, quería saber por qué había hecho lo que hizo.
—¿Acaso ya Barry te folló? —inquirió aún con la mandíbula tensa—. ¿O fue Derek?
—No soy como tú, no caigo tan bajo.
Soltó una carcajada carente de humor y llena de ira contenida.
—¿No eres como yo? —Chasqueó la lengua—. Sé que te has estado viendo con Barry, cariño. No estabas con Jazmine en el cine, estabas con Barry, ¿cierto?
—¿Y si así fuera qué? —inquirí.
—Eres una zorra —masculló acercándose a mí.
Sonreí de lado.
—No lo soy. Barry es mi amigo, ¿sabes el significado de esas palabras? Aunque creo que no, ya que siempre te follas a tus amigas.
Se rió sin una pizca de humor.
—Amigo —susurró y negó con la cabeza—. ¿Si solo es un amigo porque mentir para verlo?
—Si te lo hubiera dicho. ¿Hubieras dejado que fuera a verlo?
—No —sentenció firme.
Negué con la cabeza.
—Entonces ya sabes la razón de mi mentira.
No respondió de inmediato, dio un paso en mi dirección, haciéndome retroceder, no lo quería cerca y no me gustaba el enojo que veía en sus ojos.
—Eres buena queriendo echarme la culpa de todo.
Dejé salir una pequeña carcajada.
—¡Wao! Eres tan cínico y descarado. ¿Acaso es mi culpa que te metieras con mi prima? —negué con la cabeza—. Ni siquiera tuviste la decencia de irte a un hotel, tuviste que traerla aquí. ¡Y hacer tu mierda en la cama donde yo duermo! —bufé—. El único que tiene la culpa aquí eres tú, no yo. Y como te gustó tanto estar con ella, entonces quédate con ella, yo me largo.
No esperé una respuesta de su parte y comencé a alejarme en dirección de la habitación, saqué la maleta que estaba debajo de la cama y comencé a empacar mi ropa, echándola todo sin ningún orden.
Había hecho aquello tantas veces, había intentado irme y él siempre me convencía de quedarme, sin embargo, está vez estaba decidida, quería irme.
Quería ser libre y manejar mi propia vida.
—¿En serio crees que te podrás ir? —inquirió y no respondí—. Vamos, Layla, ¿a dónde irás?
Hubo silencio por un largo momento.
—¿A casa con tus padres? —preguntó con burla—. ¿Acaso no sabes qué están fuera de la ciudad? —dejé de empacar y volteé a verlo—. Claro que no lo sabías, cariño, hace mucho que no los ves.
—¿Por qué los vigilas? —cuestioné con la voz temblando—. ¡Siempre hago lo que quieres! ¿Por qué seguir acosando a mis padres?
Sonrió.
—Porque hay que mantener el control, cariño. Ahora, deja la maleta ahí y ve a bañarte, debemos ir al edificio.
—No iré a ningún lado contigo y tampoco me quedaré aquí, vete a la mierda.
La sonrisa en su rostro desapareció de golpe, dejando ver una mirada siniestra, di varios pasos hacia atrás cuando comenzó a acercarse a mi.
—¿Sabes a quién sigo vigilando y es frágil? —inquirió con suavidad pero no era algo calmado, era aterrador—. Anne.
Me quedé helada.
—¿Qué?
—Ella vino hace un tiempo a buscarte y salió llorando de aquí —susurró con una sonrisa aterradora—. Volvió a Canadá y actualmente tiene dos amigos, uno llamado Logan y otra llamada Leslie.
Lo miré con terror.
—Si le haces algo, juro que voy a matarte, Arthur.
Negó con la cabeza.
—No tengo que hacer nada, cariño. Tú ya la destruiste, Anne cayó en depresión y ve a un psiquiatra todos los miércoles y viernes. ¿Sabes por qué? Porque su mejor amiga la hizo mierda.
Una punzada de dolor cruzó mi pecho con violencia, la culpa llenó mi cerebro con rapidez y mis ojos se llenaron de lágrimas. Podía imaginarla llorando, apagándose lentamente y hundiéndose, y yo era la causa.
—Tú me escogiste, Layla, ahora eres mía —dio un paso en mi dirección y acunó con violencia mi rostro entre sus manos—. Ya no hay escape, no cuando yo tengo el control.
—Me estas lastimando —susurré con la voz rota ante la presión de sus dedos en mis mejillas.
—¿Yo te estoy lastimando? —inquirió con incredulidad en la voz y me soltó de golpe a la vez que dejaban salir una enorme carcajada—. ¿No crees que me das razones para ser así?
Lo miré incrédula, colocando distancia entre ambos y tocando mis mejillas, las cuales dolían por el agarre.
—Yo no te doy razones para desconfiar de mí, nunca me he acostado con alguien más, no he hecho nada, absolutamente nada para herirte. En cambio tú sí.
—¿Y el beso con Derek? ¿Las salidas a escondidas con Barry? ¿Al menos te arrepientes?
—No, no lo hago —susurré con firmeza y el odio en su mirada aumentó—. Me equivoqué al besar a Derek estando contigo, sin embargo, no me arrepiento. Y Barry es solo un amigo.
No pude identificar las emociones que pasaban por su rostro, él dió varios pasos en mi dirección y comencé a retroceder con pánico, tenía miedo y él lo notó porque se detuvo.
—Tienes 20 minutos para arreglarte. No me obligues a arrastrarte hasta allí —murmuró con la voz neutra y salió de la habitación.
Me sentía eufórica y muy despierta, como si pudiera hacer muchas cosas o comerme el mundo. Se sentía como si fuera invencible, mi corazón iba de manera desesperada dentro de mi pecho y mi cerebro analizaba con mucho detenimiento todo a mi alrededor.
Cuando había llegado al lugar, había estado enojada, furiosa y quería irme, sin embargo, Arthur me había dejado sola luego de unas horas y acabé siendo cuidada por Paige, quién me había estado vigilando de cerca, y no sé en qué momento, la bebida que estaba tomando se acabó, fuí por más y luego todo se volvió más vivo.
Me sentía viva.
Mis caderas se movían al compás de la música, las manos del hombre estaban en mis caderas, podía percibir el olor a alcohol, y era consciente del calor que emanaba su cuerpo pegado a mi espalda y aún así, no me apartaba. No cuando me sentía feliz, no cuando nada importaba y mi cerebro solo quería disfrutar del momento.
—¿Quieres ir a otro lugar? —susurró el hombre en mi oído.
—No lo creo—hablé con burla en la voz y me aparté para ir en dirección del baño.
—¿Por qué te estás yendo?—susurraron en mi oído, pero no era la voz del hombre con el que estaba bailando. Dos manos se posicionaron en mis caderas, empujándome hacia atrás.
Volteé, encontrándome con los ojos de Marcus.
—¿Qué crees que haces? —inquirí. Intenté alejarme, pero él aferró sus manos a mis caderas.
—Bailo contigo. —Sonrió de manera seductora. Se inclinó y susurró en mi oído—: Te ves tan bien con ese vestido, pero...creo que te verías mejor sin él.
Solté una carcajada corta. Si hubiera estado en mis cinco sentidos lo hubiera empujado y golpeado, pero no estaba en mis cinco sentidos, estaba fuera de sí, no era yo.
—¿Así? —Alcé una ceja y mordí mi labio inferior—. ¿Qué te hace creer eso?
Sentí como su mano se movía de mi cadera hacia mi espalda baja, acercándome más hacía él. Mis manos volaron instantáneamente hacia su pecho, intentando alejarlo de mí.
—Solo hay que verte para saberlo —susurró cerca de mi rostro. El olor a alcohol era tan fuerte en su aliento que arrugué mi nariz. Su rostro se estaba inclinando hacia el mío, pero antes de que llegara a posar sus labios sobre los míos lo empujaron lejos de mí.
—¡Que no se te ocurra volver a colocar un dedo sobre ella, maldito bastardo! —gritó Arthur.
Luego se dio la vuelta hacia mí, sus ojos estaban llenos de ira, sus fosas nasales se abrían y cerraban con fuerza, mientras que sus hombros subían y bajaban con velocidad. Se acercó a mí, me agarró del antebrazo y empezó a arrastrarme lejos. Las luces de colores no me dejaban ver bien, pero me estaba arrastrando hacia donde estaban los baños; al llegar al pasillo entró en el baño de mujeres, la luz me encandiló por unos segundos, pero después en mí campo de visión entraron dos mujeres, quienes nos miraban con curiosidad.
—¡Afuera, ahora! —vociferó Arthur. Ellas hicieron lo que él pidió sin refunfuñar, pasaron por mi lado y salieron. Arthur me empujó levemente para que me adentrara más en el baño y así lo hice, mientras que él cerraba la puerta con seguro.
Él se acercó a mí con paso decidido, pensé que me iba a gritar o quizás a zarandear, pero no lo hizo y me sorprendió. Sus manos me giraron, dejándome enfrente del lavamanos, se colocó detrás de mí y tomó entre sus manos mi cabello, hizo un chongo con mi cabello, y lo amarró con el mismo cabello. Después se pegó más a mi espalda, dejándome entre el lavamanos y su cuerpo, estiró sus manos a ambos costados de mi cuerpo, abrió la llave del agua y juntó sus manos, llenándolas de agua.
—Inclina la cabeza hacia el lavamanos —susurró en mi oído, provocando que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Hice lo que me pidió, él llevó las palmas de sus manos a mi rostro, lavando el maquillaje, repitió el procedimiento tres veces.
Luego se alejó, agarró un pedazo de papel, tomó entre sus manos mi rostro y lo secó. Secaba con delicadeza, con tanta delicadeza que creía que la persona que estaba enfrente de mí era una ilusión, que el alcohol me estaba haciendo alucinar. Después de secar mi rostro se quedó mirándome, recorría con sus ojos cada facción de mi rostro. Acunó mi rostro entre sus manos y acarició mis mejillas con sus pulgares.
¿Qué está haciendo?
Me estaba sintiendo abrumada, quería cerrar los ojos, quería que me abrazará, quería muchas cosas.
—¿Qué tomaste? —inquirió con suavidad.
—Un refresco.
Su rostro se desencajó y su mandíbula se tensó con fuerza, negó varias veces con la cabeza y tiró de mí hacia un cubículo.
—Te drogaron —masculló con irá en la voz—. ¿Quién mierda lo hizo?
Sonreí de lado.
—¿Estás enojado por qué estoy drogada? Sin embargo, tú también me drogaste una vez.
Negó con la cabeza.
—Era necesario.
—Nunca es necesario drogar a alguien para abusar de su confianza —susurré con la voz rota.
—Cariño...
—No —musité con cuidado—. No soy tú cariño, amor o cualquier cosa.
—Layla —intentó agarrar mi rostro entre sus manos pero logré apartarme.
—No te quiero cerca.
Ví dolor en sus ojos, uno muy grande, y aún así, seguía queriendo alejarme de él.
Mis ojos empezaron a picar. No podía, ni quería volver a lo mismo, di un paso hacia atrás ante su mirada llena de curiosidad y melancolía.
—Ya no sé quién soy, la Layla que creía que era ya no existe y solo se ha convertido en alguien triste y lamentable. ¿Acaso no ves la infelicidad en mi rostro? No soy feliz contigo, Arthur. Solo...solo déjame ir.
Negó con la cabeza.
—Lamento lo que he hecho, yo...lo siento —se acercó y acunó mi rostro. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su voz sonaba tan rota—. Lo siento, cariño —dijo—. Lamento lastimarte, lo siento tanto —me abrazó con fuerza—; perdóname; Layla, perdón por ser un hijo de puta.
Por favor, detente.
—No.
—¿Qué es lo que nos estamos haciendo el uno al otro? —inquirió e intentó agarrarme pero lo alejé—. Layla, puedo hacerlo bien si me das una oportunidad.
—No.
—Layla...
Me di la vuelta y me encerré en uno de los cubículos del baño. Las lágrimas empezaron a caer de mis ojos, lo escuché suspirar y luego irse. Me derrumbé, lloré porque dolió, aún seguía teniendo afecto por él, aún seguía sintiendo algo por él. Y, sus cambios de personalidad me volvían loca, me confundían.
¿Qué es lo que nos estamos haciendo el uno al otro?
Nos estábamos destruyendo, eso era lo que estábamos haciendo. Éramos dos polos opuestos que se atraían, pero no debían de estar juntos; era por ello que nos rozábamos y nos lastimábamos. Nuestra fuerza de atracción era fuerte, pero también lo eran nuestras probabilidades de destruirnos.
No sé cuánto tiempo pasé escondida en el cubículo, quizás el tiempo suficiente para que lo que hubiera consumido hubiera disminuido un poco su efecto en mí. Tenía la garganta seca y estaba sudaba, y mi corazón seguía yendo a toda marcha.
—¿Has visto a mi primita? —Escuché la voz de Charlotte. Bajé la tapa del inodoro con cuidado y me senté en este para que no vieran mis pies. Rodeé con mis brazos mis piernas y las aferré a mi pecho.
—Debe de estar por ahí. —Esa era la voz de Paige.
Escuché la risa de Charlotte.
—¿No crees que Arthur se enojé cuando sepa lo que hiciste?
—No lo hará si no sabe que fui yo. Solo la ayudé a no estar enojada y triste como se miraba.
—¿Se miraba destruida? —inquirió Charlotte.
—Sí. —Soltó una risa tonta—, hubiera querido estar allí y ver su rostro cuando los encontró.
Charlotte soltó una carcajada, cerré mis ojos al oírla reírse de mí.
—Estaba pálida y destruida. —Soltó una risita—. Pobre de ella, se lo dije y no me creyó.
—Vamos tenemos que salir a ver si está afuera —dijo Paige. Podía imaginar su sonrisa de satisfacción. Luego escuché la puerta abrirse y luego cerrarse.
Me bajé de la tapa del inodoro, abrí un poco la puerta para ver que no hubiera nadie, y efectivamente estaba sola. Al verme en el espejo noté mis pupilas dilatadas y el color rojo de mi piel, como si hubiera estado debajo del sol por mucho tiempo, tenía calor y estaba roja.
Lavé mi rostro para intentar el ardor en mi piel, luego salí del lugar y avancé entre la multitud de personas, alguien chocó conmigo y me detuve para recuperar el equilibrio, mi cabeza giró hacia donde estaba antes sentada y Arthur estaba ahí; pero no estaba solo. Charlotte estaba sentada en sus piernas, mientras que lo besaba.
Sonreí con melancolía, no podíamos cambiar nada.
Al estar afuera aspiré una gran bocanada de aire y luego solté el aire por mi boca, el cielo estaba llenó de estrellas, quienes acompañaban la luna llena. Empecé a caminar, no había nadie, solo carros estacionados a mí alrededor, y yo no tenía teléfono ni auto, la noche no podía ser peor.
—¿Te llevo? —inquirieron a mis espaldas.
Me detuve de manera instantánea, me giré y mis ojos dieron con los de él. Una sonrisa débil se deslizó por mis labios.
—Derek —susurré.
Él se acercó a mí con una sonrisa de lado, subió una de sus manos hasta mi mejilla y me acarició, a la vez que limpiaba la lágrima que caía por ella.
—Hola, pequeña —susurró.
—¿Qué haces aquí?
—Quería verte.
Una punzada de culpa atravesó mi pecho.
—¿Por qué querías hacerlo?
—No te he visto en mucho tiempo, quería saber si estabas bien.
Mi corazón se contrajo con violencia dentro de mi pecho. Sus ojos seguían viéndome con dulzura, preocupación y sobre todo, el mismo cariño de siempre.
—Lo siento —susurré—, lamento todo.
—Lía...
—Déjame terminar —pedí—. El día que me viste besando a Arthur, no lo hice porque quisiera hacerlo, lo hice porque me estaba ganando su confianza. Derek ya sé todo, sé la historia de Emily y lo lamento, debí haberte escuchado, debí... —No terminé la frase y mi voz se rompió—; lo siento tanto. Derek yo...yo...lo siento, lo siento, de verdad lo hago. Debí haberte escuchado, debí alejarme ¡Dios! Debí de hacer muchas cosas, pero ahora ya es...
No pude seguir hablando porque me abrazó, simplemente se acercó y rodeó mi cuerpo con sus brazos. Escondí mi rostro en la curvatura de su cuello y dejé que las lágrimas cayeran. Sus manos acariciaban mi cabello con delicadeza, me acariciaba como si fuera de cristal y me pudiera quebrar con un movimiento rústico. La sensación de haber sido encontrada inundaba mi pecho, esa sensación de seguridad, amor y protección me embriagaba.
Muchas veces buscamos amor donde no lo hay, sin darnos cuenta que está enfrente de nuestros ojos.
—Lo siento —susurré entre sollozos.
—Shhh, no digas nada, pequeña. —Dejó un beso en mi coronilla y me estrechó entre sus brazos con fuerza—. Lo sé todo, Barry me lo dijo, tranquila.
Sollocé con más fuerza al escucharlo hablar, podía escuchar los latidos acelerados de su corazón, sus palabras diciendo en mi oído que todo estaría bien, podía sentir las caricias en mi cabello, el amor que transmitía; un amor que no merecía. Nos quedamos así durante un buen rato. Después de que me tranquilizara nos separamos, él limpió mis mejillas y besó mi frente.
—Estaremos bien —dijo, quitándose la chaqueta que tenía puesta y colocándomela.
—¿Por qué no me enamoré de ti? —inquirí.
Sonrió con tristeza y acarició mis mejillas.
—No lo sé, ahora lo importante es que estés bien. —Besó mi coronilla y me abrazó—. ¿Quieres que te lleve a casa de Jazz?
Negué con la cabeza.
—Quiero ir a casa de mis padres.
Me apartó de su cuerpo y sonrió un poco.
—Entonces te llevaré a casa.
Asentí en respuesta. Él entrelazó sus dedos con los míos, guiándome hacia su auto. La sensación de estar siendo observada estaba presente, me estaba volviendo paranoica, pero sentía que alguien me estaba mirando, y eso me inquietaba.
—¿Derek? —llamé cuando estábamos dentro del auto.
—¿Sí? —Giró hacia mí, mientras que encendía el auto.
Me acerqué y lo abracé, aspiré su aroma a menta con fuerza y suspiré. Sus manos rodearon mi cuerpo y me correspondió el abrazo, ahí entre sus brazos me sentía protegida, cerré mis ojos y me quedé así por unos minutos. Luego me separé de él y susurré:
—Gracias por no dejarme sola.
Envolvió sus brazos en mi cintura y me atrajo hacia él, escondiendo su rostro en mi cuello, su respiración movía las hebras de mi cabello, y me hacía caricias en la piel.
—No pienso dejarte sola —susurró con la voz ronca—. Nunca lo haré.
Sonreí con tristeza, me alejé un poco de él, me acerqué y dejé un beso en su frente, para luego sentarme en el asiento y colocarme el cinturón de seguridad. Él empezó a conducir, mis ojos se cerraban poco a poco, y antes de cerrarlos por completo susurré: Lo sé.
Derek era especial, él era algo así como un ángel que me ayudaba cuando caía. Él había mirado a su hermana ser destruida, había observado cómo me destruían a mí, y aunque lo alejé, y lo herí; él siguió ahí. Confió en mí, porque Derek me conocía, lo hacía mejor que nadie.
N/A
Hola! Lamento la demora, en serio, he estado ocupada ya sea con la universidad o con la vida en general, por lo cual me consumió todo. Por otro lado, este capítulo tiene muchos cambios, y sobre todo en la segunda parte, sigo algo inconforme con lo que escribí, sobre todo con lo de la droga, porque sí, está drogada, sin embargo, quizás en otro momento lo cambie.
Así como también quiero cambiar la prueba de entrada a la banda.
¡MAÑANA PÚBLICO EL OTRO CAPÍTULO! Promesa.
¿Creen que podamos terminar la historias antes que acabe el año? Yo espero que sí.
¡NOS VEMOS LUEGO!
¡VOTA Y COMENTA!
¡LEE Y DISFRUTA!
¡CAMBIO Y FUERA!
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