Capítulo 45
Multimedia: Avril Lavigne - Give You What You Like
Había gritos por todo el lugar, incluyendo los míos. Arthur se encontraba encima de Derek, golpeándolo sin piedad mientras que el otro estaba intentando defenderse. Caroline y Ethan estaban siendo sostenidos para que no intervinieran, igual que lo estaba yo, estaba intentando soltarme pero las manos del hombre me sostenían con fuerza.
—¿Qué estás haciendo, idiota? —inquirió Jazz en dirección de la persona que me sostenía—. Sueltala.
—Nadie puede intervenir.
La rubia bufó y se lanzó a forcejear para que el hombre me soltará, entre golpes y mordiscos logré liberarme y corrí en dirección de Arthur y Derek antes de que alguien me detuviera, tomé a Arthur del brazo al llegar y lo tiré hacia atrás, en un intento desesperado para que dejará a Derek.
—¡Detente, Arthur!—grité al borde de la desesperación, pero Arthur movió el brazo con fuerza, impactando su codo contra mi mentón. Caí de espaldas y el dolor comenzó a expandirse por mi mentón, un jadeo de dolor escapó de mis labios, y algunas lágrimas cayeron de mis ojos. Me senté y toqué mi boca, sintiendo un pequeño hilo de sangre.
—¡Layla! —vociferó Jazz y se acercó a mí. Tomó entre sus manos mi rostro y lo inspeccionó, moviéndolo de lado a lado—. ¿Estás bien?
Asentí en respuesta, todos se habían callado y sus miradas estaban fijas en mí. Pero en específico, unos ojos negros me miraban con preocupación, y a la vez con enojo, que Arthur estuviera distraído sirvió para que Derek rodará en el suelo, y se colocara encima de él, para empezar a golpearlo.
—¡Eres un hijo de puta! —bramó y empezó a golpearlo con más fuerza.
Con ayuda de Jazz me levanté del suelo, aunque al hacerlo me sentí algo mareada y desorientada. Cerré mis ojos con fuerza e inhalé aire, lo retuve unos segundos y después exhalé. Los gritos de las personas habían vuelto, algunos gritaban el nombre de Derek y otros el de Arthur. En un lado estaba Marcus, quien miraba fascinado la pelea, mientras que Paige que estaba a su lado me miraba con odio.
—¡Derek basta! —chillé al ver el rostro de Arthur lleno de sangre—. ¡Por favor, basta!
Escucharme gritar su nombre hizo que se detuviera, se quitó de encima de Arthur y lo miró con enojo. Miré horrorizada el rostro de Arthur, tenía mucha sangre, ya que su nariz estaba rota y eso había causado una hemorragia, Arthur se levantó del suelo, y escupió sangre a un lado. Los hombros de ambos subían y bajaban con irregularidad, Caroline se había zafado del agarre de la persona que la tenía, igual que lo había hecho Ethan. Todo se sumó en un silencio sepulcral, que hacía que los vellos de mis brazos se colocarán de punta.
La mirada de Arthur se cruzó con la mía, con pasos decididos y largos se acercó a mí, y me agarró del brazo con fuerza. Se giró hacia Derek y masculló entre dientes.
—Aléjate de ella, Wilkes. O la próxima paliza que recibas terminará contigo muerto.
Sin esperar que este respondiera empezó a jalarme, Derek intentó venir en mi dirección pero lo detuvieron, mi corazón dió un vuelco al reconocer a Barry, quién le dijo algo para que se detuviera y no viniera, y en la mirada de Barry solo había lastima cuando se cruzó con la mía.
El agarre de Arthur estaba sintiéndose cada vez más fuerte y dolía. Mis piernas temblaban, mi corazón estaba acelerado y lágrimas silenciosas resbalaban por mis mejillas. El no decía nada, y eso solo hacía que mis nervios se colocaran a flor de piel, sentía miedo y desesperación. Estábamos a varios metros de distancia, él esquivó a algunas personas hasta llegar al auto, donde abrió la puerta del copiloto sin soltar mi brazo.
—Entra. —Gruñó entre dientes. No me moví del lugar, estaba temblando y no era de frío, era de miedo, de pánico que azotaba cada célula de mi cuerpo. Su mano golpeó el techo del auto logrando que diera un salto—: ¡Qué subas al puto auto, Layla!
—¡Layla, no te subas! —gritaron.
Ambos volteamos, mirando a Jazz correr hacia nosotros. El miedo y la preocupación inundó su rostro, se acercó un poco, pero manteniendo la distancia.
—Ella vendrá conmigo, Arthur. Estás muy alterado y es mejor que ella se quede conmigo esta noche. Tienes que tranquilizarte.
—No —demandó firme—. No necesito tranquilizarme, y tampoco necesito que me digas que hacer, ahora lárgate.
—Arthur detente, no puedes hacer cosas por impulso, tienes que controlarte —pidió con la voz temblorosa.
Arthur negó con la cabeza y clavó su mirada en mí, haciéndome estremecer de miedo.
—No lo hagas, Layla —impidió la rubia y él giró a verla furioso—. Ella se va conmigo, mañana, cuando estés tranquilo y en tus cinco sentidos pueden hablar, pero ahora no.
—No te metas en esto, Jazmine —masculló entre dientes—. Layla al auto, ahora.
No me moví, lo miré a él y luego a Jazz, me estaba rogando con la mirada que me fuera con ella y quería hacerlo, no quería estar con él, sentía mucho miedo. Di un paso en dirección de Jazz y la mano de Arthur se aferró a mi muñeca, apretando con fuerza y haciendo que la pulsera que Derek me regaló se enterrara en mi piel.
—Ni se te ocurra dar un maldito paso más —masculló entre dientes y mirándome con odio—. Porque te irá muy mal, súbete al auto.
Temblé por el pánico y terminé subiéndome al auto, dejando salir un sollozo y cerrando los ojos con fuerza. Escuché a Jazz gritarle a Arthur, pero no entendí lo que dijo, ni una sola palabra. El se subió después y arrancó a toda velocidad.
Durante el recorrido al departamento no dijo nada, mis manos estaban clavadas en las palmas de mis manos, destrozando mi piel. Al llegar al edificio me tomó del brazo y caminó conmigo hasta el elevador, presionó el botón y al llegar a nuestro piso, volvió a tomarme por el brazo, abrió la puerta del apartamento y entramos, me soltó con fuerza haciendo que perdiera el equilibrio y me sujetara con fuerza del espaldar del mueble.
—No te muevas —masculló entre dientes y se dirigió hacia el dormitorio.
Con las piernas temblando y con el corazón en la garganta me senté en el mueble, acunando mi rostro entre mis manos y cuando vi mi muñeca, había pequeñas motas de sangre pintando mi piel. Mordí mi labio inferior con fuerza y dejé salir un suspiro tembloroso.
Entre sus manos tenía la caja de primeros auxilios. Su rostro estaba limpió de cualquier rastro de sangre, aunque su nariz y su ojo izquierdo estaban inflamados y de un color rojo. Se sentó a mi lado, giró mi rostro con delicadeza y observó mi mentón, soltó mi rostro y sacó de la caja de primeros auxilios una pomada, la abrió y echó el contenido en mi mentón, estaba fría y eso provocó que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
Sus dedos se movían con delicadeza por mi piel, trazando pequeños círculos, al terminar de echar la pomada la tapó y guardó el envase en la caja. Sin hacer contacto visual mojó un algodón en alcohol, y limpio la sangre que había en mi labio, ardía y me sobresalté al sentir el líquido quemar mi piel.
—¿Cómo pudiste? —inquirió en un susurro aterrador—. ¿Cómo pudiste irte a besuquear con ese bastardo de mierda?
Soltó el algodón y conectó nuestras miradas, no había emociones en sus ojos, y sus facciones estaban inexpresivas.
—Porque una parte de mi también quería besarlo —confesé, mirando sus ojos.
Y era verdad, con Derek estuve a punto de besarme varias veces. Cuando estábamos en Ashland, en mi casa, y en esas ocasiones no pudimos hacerlo, y aunque no me daba cuenta, yo también quería besarlo.
Él cerró sus ojos con fuerza al escuchar las palabras salir de mi boca, como si lo hirieran, se levantó del mueble sin verme, tomó el algodón y la caja de primeros auxilios, botó el algodón y la caja la colocó en la encimera de granito negro que estaba en la cocina. Seguí con la mirada cada uno de sus pasos, apoyó sus manos en la encimera y negó con la cabeza.
—Mientes —masculló entre dientes y volteó a verme—. Estás mintiendo.
Me levanté del mueble, lo rodeé, quedandome a unos pasos de distancia de Arthur.
—No lo hago, quería besarlo, quería hacerlo.
Comenzó a moverse por el lugar como un león feroz, desordenaba su cabello y lo jalaba con frustración, sus ojos miraban el suelo de madera y maldecía en voz baja.
—Eres una zorra —escupió con amargura y con odio—. ¡Eres mi novia y te fuiste a besar con ese hijo de puta cuando te di la espalda!
Sus palabras hicieron efecto en mí, eran agrias y llenas de odio, no solo me lastimaron, también me enfurecieron. El me llamaba puta por haberme besado con Derek, cuando yo había tenido que aguantar que él se acostara con muchas.
—Sí, lo hice, ¿y qué? —siseé entre dientes, sabiendo que me estaba metiendo en territorio peligroso—. Tú haces lo mismo con Paige, te acuestas con ella y con muchas más.
—Es distinto —masculló.
—¿Distinto? —lo miré incrédula—. ¿Por qué es distinto?
—Porque soy hombre y tú una mujer.
—¡No me vengas con una frase machista! —Exploté y lo señalé con el dedo índice—. Que seas hombre no te da el derecho de serme infiel, que seas hombre no significa que puedes jugar con mis sentimientos.
—¡¿Y qué me acueste con Paige te da a ti el derecho de besar a Derek?! —gritó de vuelta—. No me vengas con clases de moral, Layla, no cuando tú no la tienes.
Me abracé a mi misma y temblé, cerré los ojos con fuerza y hablé:
—Sé que hice mal al besarme con Derek teniendo novio —reconocí, intentando mantener la calma—, pero no me arrepiento de haberlo hecho. Me sentí como hace meses dejé de hacerlo contigo, ahora solo parezco un objeto a tu lado, no parezco tu novia. No parezco nada.
Su cuerpo se tensó y a largas zancadas se acercó a mí, obligandome a retroceder y chocar contra el mueble detrás de mí.
—Quizás no eres nada, Layla, más que una puta —masculló con tanta ira que cada palabra se clavó en mi pecho como una daga—. ¿Crees que Derek te quiere? —se carcajeó—. No lo hace, seguro que después de que te coja te va a echar como una perra asquerosa, y al final del día volverás a mí, suplicando.
—Derek no es como tu.
Sonrió con acidez.
—Claro, lo que digas, si quieres ve y dile que te coja, así verás que lo que digo es cierto.
—No intentes lavarme el cerebro, Arthur, él no es así. No es tan miserable como tú.
—¿No lo es? —inquirió con burla—. ¿Recuerdas que te quiso utilizar para llegar a mí? ¿Lo recuerdas?
—Lo hago —dije con la voz ahogada—. Y ha sido la unica vez que hizo algo que me lastimó, no volvió a hacerlo. En cambio tú, tú lo haces una y otra vez, tanto, que ya no me sorprende las cosas que haces.
—Cariño, sin mi estarías sola, sin amigos, sin padres, sin nadie —se dobló, quedando a mi altura—. ¿Qué se siente saber que no tienes a nadie? Que estás sola. —No respondí nada y él sonrió extasiado—. No tienes a nadie, recuerda eso todos los días mientras estés encerrada..
—¿Qué? —inquirí confundida.
—Tienes prohibido salir del apartamento sin decirmelo, no vas a hablar con nadie, no a menos que yo sepa con quién es. No voy a permitir que me veas la cara de idiota, y no quiero enterarme que ves a Derek o a alguien, porque te vas a arrepentir.
—¿Me estás amenazando?
—Tomalo como quieras, cariño.
—No puedes amenazarme, tampoco prohibirme salir de aquí. No voy a hacer nada de eso.
—¿No? —inquirió sonriendo. Negué con la cabeza y su sonrisa se ensanchó—. No creo que quieras que alguien que amas salga lastimado.
Sus palabras helaron mi cuerpo por completo, estaba hablando en serio, no estaba jugando o mintiendo y eso me aterró, solo pensar en el daño que podría hacerle a mi familia, a Jazz, o a Derek, colocaba los pelos de mis brazos de punta. Me había metido con un monstruo, la venda había terminado de caerse y solo dejaba ver lo que los demás veían.
—No te atreverías —susurré, intentando convencerme pero su mirada decía que no jugaba. Estaba dispuesto a usar todas las cartas a su favor para retenerme, para mandar por completo en mi.
Sonrió de manera espeluznante y se acercó.
—¿Quieres ver que si? —Meneó la cabeza—. Hace tiempo Derek tuvo un accidente en las carreras y por ese motivo ya no corre, ¿te imaginas que alguien que quieres tenga misteriosamente uno? ¿Quizás tú mamá o tu papá? ¿Quizás Anne? Ella está lejos pero los accidentes ocurren en todas partes.
Mis piernas flaquearon al escuchar lo que decía, tuve que sostenerme del mueble para no caer. La idea de mi familia siendo heridos, me aterró y Anne, ella estaba lejos y aún así, no estaba a salvo. Pero, sobre todo, él había sido el responsable del accidente de Derek.
—Tú cortaste los frenos —susurré con la voz quebrada.
—Al parecer Wilkes ya te lo contó.
—Si le haces algo a alguien, juro que te refundiré en la cárcel. —Amenacé con la voz temblando de ira y miedo.
Soltó una carcajada y se acercó a mí, hasta volverme a acorralar contra el espaldar del mueble, colocó ambas manos a mis costados, se inclinó y susurró en mi oído:
—No tendrías pruebas. —Mordió el lóbulo de mi oreja y retuve el aire dentro de mis pulmones—. Además, el dinero mueve al mundo y yo dispongo de mucho dinero, y nadie te ayudaría o creería —se alejó y conectó nuestras miradas, la ira brillaba en sus ojos—. Tú decides lo que ocurra, cariño.
Mis ojos se quedaron fijos en los suyos, completamente paralizada ante sus palabras, sus manos buscaron dentro de mi ropa y cuando encontró el teléfono lo apagó delante de mis ojos, luego dejó un corto beso en mis labios y con una sonrisa amplia se fue en dirección de la salida, escuché como abrió la puerta y luego la cerró con llave. Dejé que mis piernas flaquearán e impactaran contra el suelo, estaba temblando y llorando.
Arthur tenía poder sobre mí, sabía qué hilos mover y como manipularme para que me quedará a su lado, porque la sola idea de terminar siendo culpable de la muerte de mis padres o de Anne, me carcomía la cabeza.
N/A
Si alguien insulta a Layla, la golpeo, porque eso quiere decir que no estan leyendo el nivel de manipulación de Arthur 7-7
Pero las quiero
PERO CUIDADO
¡NOS VEMOS LUEGO!
¡CAMBIO Y FUERA!
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