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Capítulo 41

Multimedia: Sorry- Halsey

¿Cuántas veces había hecho lo mismo?

Había perdido la cuenta. La comida sobre la mesa ya se encontraba fría y la vela estaba desgastada, el reloj marcaba las tres y media de la madrugada, miré los platos con dolor y sentí el pecho estrujandose con violencia. Él sabía que había hecho la comida, sabía que estaría esperándolo, sabía que quería darle una noticia, pero mientras estaba sentada en medio del silencio, lo único que logré hacer fue llorar.

Llamarlo era inutil, dejarle mensajes también, él no vendría.

Me sentía tonta, tan estúpida que aquello me dolía, porque estaba esperando de más cuando nunca lo había tenido todo, porque deseaba un final feliz, lo quería, pero no lo obtendría. Me levanté de la mesa y sin recoger nada me lave el maquillaje y quité el vestido.

Pensé que si vendría, aunque últimamente solo discutíamos, nos gritabamos hasta cansarnos y luego nos reconciliabamos cuando mencionaba que me iría. Decir adiós es una de las cosas mas difíciles que podemos hacer, soltar y avanzar, sanar y sonreír.

Me quedé acostada sobre la cama en completo silencio, las horas fueron pasando con lentitud y las lágrimas ya se habían detenido. Mi mente susurraba que era lo que podía estar ocurriendo, el por qué él no había llegado a casa, lo sabía pero no lo aceptaba.

¿Cómo podría aceptar algo que me destruía por completo?

Simple, no lo hacía, había comenzado a ignorar las cosas.

Mi corazón dió un vuelco cuando escuché la puerta principal ser abierta con torpeza, me coloqué tensa cuando escuché sus pasos dentro de la habitación, me quedé expectante, inmovil, siendo incapaz de moverme, porque si lo hacia, si comenzaba a lanzar preguntas terminaríamos discutiendo, yo lloraría, él me pediría perdón e iríamos a la cama juntos.

Cerré los ojos con fuerza cuando lo sentí acostarse junto a mí, cuando uno de sus brazos se deslizó por mi cintura y su pecho se apegó a mi espalda. Mi estómago se contrajo con fuerza cuando el olor mezclado del alcohol, cigarro y perfume de mujer llegó a mis fosas nasales.

Lo hizo otra vez.

Mi corazón dolió tanto que sin darme cuenta las lágrimas ya estaban fluyendo por mis mejillas, mis manos estaban temblando y me sentía tan asqueada, tan dolida y sobre todo, odiaba a esa versión débil y estúpida que era.

Al principio, cuando me mudé con él las cosas estaban bien, era amable, había dejado de ir a las carreras y las peleas, pero de un momento a otro cambió. Una noche lo encontré con una mujer en las carreras, y solo me fui de allí y cuando llegó y me vio haciendo las maletas, se disculpó mil veces y le echó la culpa al alcohol que corría por sus venas.

Y yo también culpé al alcohol.

Después de ese día, volvió por una semana a ser amable, atento y después todo se volvió a ir al caño, volvió a serme infiel, esta vez con Paige y volvió con el mismo cuento y volví a creerle, volví a culpar cualquier cosa, pero no lo culpé a él.

¿Qué gané? Nada, no gané nada.

—Lo siento —lo escuché susurrar en mi oído mientras me abrazaba.

—¿Por qué? —musité con la voz rota y temblorosa—. ¿Por qué lo haces?

—Lo siento —volvió a repetir y está vez dejó un beso en mi cabeza—. No lo volveré a hacer, lo prometo.

Sollocé y no dije nada más, mientras que él me consolaba, tan retorcido era aquello que la culpa era suya, de sus acciones y él mismo estaba consolándome, como si no fuera el culpable. Sus promesas habían perdido valor y sus palabras eran vacías.

Cuando sentí que se durmió me levanté de la cama y me metí en el baño. Miré mi rostro en el espejo y solo pude ver a una persona desconocida. Mis ojos estaban rojos e hinchados, vi como la felicidad ya no habitaba en mis ojos cafés. El dolor se deslizaba por mi cuerpo como un veneno mortal, dolía saber que la persona que querías, por la cual habías mandado todo a la mierda, te era infiel era doloroso.

Salí del cuarto de baño y me cambié de ropa, no quería estar allí, tragué saliva con fuerza cuando salí del edificio del departamento y tomé un taxi para darle una dirección en especifico, me escondí dentro de mi abrigo cuando llegué al lugar, estaba haciendo mucho frío y mi cuerpo estaba temblando.

Me acerqué a la puerta de la casa y busqué la llave de refuerzo que sabía que estaba escondida, cuando intenté abrir la puerta, está se abrió antes y un rostro lleno de pánico llenó mi campo de visión.

—¡Dios, Layla! —musitó la tía Mer de Jazz—. Me diste un enorme susto.

—Lo siento, no sabía que estaba despierta, tía Mer.

No dijo nada, lo que hizo fue inspeccionar mi rostro con tristeza, ella sabía todo, y aunque me había persuadido y llevado hasta mi propia casa para que hablara con mis padres, me arrepentí al último minuto y no entré. Dió un paso en mi dirección y me rodeó con sus brazos, calentándome un poco el cuerpo.

—Sube, cambiate y duerme —susurró en mi oído—. Duerme y no pienses en nada más. ¿Bien?

—Gracias —musité con la voz temblorosa.

Se apartó de mí por un momento y me sonrió con cariño.

—Mi casa es tu casa, cielo, así como tus padres le han abierto las puertas a Jazz, yo estoy haciendo lo mismo. Ahora, ve. Tengo que ir a mi turno en el hospital.

Asentí en respuesta y entré en la casa, con pasos cuidadosos subí las escaleras hasta llegar a la habitación de Jazz y sin cambiarme me metí en la cama junto a ella.

Jazmine era la única persona que estaba a mi lado, escuchaba cuando quería hablar, me aconsejaba lo mejor que podía, y cada consejo decía lo mismo, era mejor que volviera a casa con mi padres y dejara a alguien que no me hacia bien.

Solo sabía de mis padres porque ella iba a visitarlos, solo sabía de ellos porque Jazmine era el puente para saber uno del otro. No me sentía preparada para verlos, no quería ver sus caras llenas de decepción, de tristeza y dolor, porque sé que irme de casa los destruyó. No había ido a la entrega de mi título porque me había quedado llorando porque Arthur me había sido infiel por cuarta vez, y no había vuelto.

No me sentía preparada para ver lo que yo había causado en ellos.

No sabía nada de Derek, la última vez que nos habíamos visto había sido en el baile y ahora no sabía nada de él, y mucho menos de Anne, ambos habían desaparecido por completo de mi vida.

Me intenté quedar dormida pero como no lo lograba me quedé observando el techo de la habitación mientras el tiempo pasaba, mi cabeza dolía y mi cuerpo estaba pensado, pero aun así, mi mente no dejaba de darle vueltas a todo. Mi relación con Arthur era tóxica, desde un principio lo había sido; él me hería cada vez que quería, y solo me hablaba bonito y tierno cuando quería acostarse conmigo.

Lo peor era que me había acostumbrado, me había acostumbrado a ser utilizada y amada a medias.

Nadie merece ser amado a medias, todos merecemos que nos amen a tiempo completo.

—Layla —escuché el susurró de Jazz.

Volteé en dirección de ella y sonreí.

—Buenos días, señora dormilona.

La vi sonreír con pereza y acercarse hasta mí para acurrucarse en mi costado.

—Anoche estuve viendo una serie hasta muy tarde —informó en medio de un bostezo—. ¿Qué hora es?

Busqué mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón y visualicé la hora.

—Son las seis y media —susurré.

—¿Por qué llegaste tan....? —Dejó la pregunta al aire.

Su mirada subió a mi rostro, observando con cuidado y en sus facciones bailó el entendimiento, sabía porqué estaba ahí, no era la primera vez que me colaba en su casa y en su cama, tampoco la primera vez que tenía los ojos rojos e hinchados.

—Hijo de puta —masculló con enojo en la voz, y luego me abrazó con fuerza—. Voy a sacarte de allí, no se cuando pero te sacaré de esa mierda.

—Ya me llegó la respuesta de la universidad —dije con cuidado para cambiar el tema.

—¿Recibiste ya la respuesta de la universidad? —inquirió con asombro y se sentó en la cama. —. ¿Qué decía?

Había enviado la solicitud días después de irme de casa, y como dentro de poco tiempo empezarían las clases ya me había llegado el correo. Tuve que leer varias veces la respuesta para asegurarme que era cierta, para entender que de verdad esa simple palabra al principio de la carta estaba escrita, y no era una ilusión de mi mente.

—Me aceptaron —dije en un susurro.

Un chillido salió de los labios de la rubia, y sin que tuviera tiempo para reaccionar se lanzó encima de mí, sus manos me abrazaron con fuerza, y movía nuestros cuerpos de un lado a otro, mientras que reíamos.

—¡Felicidades! —exclamó al separarnos—. Sabía que lo lograrías, lo sabía.

—Y también me dieron una beca completa. —Sonreí de oreja a oreja—. ¿Puedes creerlo? Entre.

Soltó un suspiro y sonrió.

—Eres jodidamente buena, no me sorprende que hayas quedado. —Tomó mi mano, y su expresión se colocó sombría—. ¿Arthur lo sabe?

Sentí un gran peso dentro de mi estómago. Era lo que iba a decirle en la cena, cena que no se dió.

—No sabe que apliqué para la universidad de New York, asi que no sé qué dirá al saber que me aceptaron.

—No importa lo que él diga o piense. —Alzó mi mentón y sonrió—. Importa lo que digas y pienses tú, Layla. Este era tu sueño y estás muy cerca de poder cumplirlo, no te tiene que importar lo que él piense.

—Ya no sé si es mi sueño —susurré y me observó confundida, lamí mi labio inferior y negué con la cabeza—. No sé nada, Jazz, estoy metida dentro de este círculo vicioso con Arthur que es desesperante y sé que debería irme, sé que debería desaparecer pero...es tan difícil, es complicado salir de aquí, lo amo y él es mi novio y...

—Me vale mierda que sea tu novio, tu felicidad es primero y junto a él no lo es, y lo sabes —señaló—. Debes seguir tus sueños, Layla. Esta es la oportunidad perfecta para alejarte de toda esta mierda que te rodea.

Mordí mi labio inferior cuando éste tembló.

—Sabes que él me seguirá, lo sabes —dije recordando las veces que me vino a buscar cuando me marchaba del apartamento—. No me dejará ir fácilmente.

—No estás sola, ¿entiendes? —me abrazó—. Me tienes a mí, a la tía Mer y a tus padres. Ni creas que ellos se han olvidado de ti, ¿eh?

—A ellos los he lastimado tanto —mi voz sonó pequeña y se quebró un poco—. Los extraño, extraño a papá y su sonrisa, extraño los regaños de mamá y cómo sonreía después.

—Ellos te están esperando —dijo acariciando mi cabello—. Están esperando a que regreses.

—Si regreso debo alejarme de él, mis padres nunca lo aceptarán, no después de todo esto.

—Y tienen razón, tienes que alejarte de él, abre los ojos —Mis brazos se aferraron a ella y las lágrimas rodaron por mi rostro—. Esto ya no es amor, ya no lo es. Es algo tóxico y destructivo, él falla, tu lloras, te pide perdón y todo vuelve a comenzar; es un maldito ciclo que no tiene final, y lo sabes, Layla. Sé que puede resultar difícil pero debes alejarte, no te destruyas más.

Me separé de ella.

—Lo amo y él me ama —susurré, esas palabras sabían amargo, algo agrio que revolvía mi estómago con ferocidad.

Negó con la cabeza y me observó con lástima.

—¿Estás segura que es amor? Porque no lo parece, no puedes amar algo que te lastima.

—¿Entonces qué es? —inquirí y me levanté de la cama—. ¿Por qué mierda sigo ahí? ¿Por qué aunque me hiere sigo sintiendo mariposas en el estómago cuando me besa? dime Jazz ¿qué mierda es lo que siento? Porque estoy confundida, no sé qué hago, no sé que estoy haciendo, solo sé que estoy cansada de esa mierda. Estoy cansada.

Me sentía perdida, era como estar en un laberinto y no podía encontrar la salida, y eso me frustraba, me enojaba. No quería seguir sufriendo por la culpa de él, pero tampoco quería alejarme porque dolía, era algo vicioso, era como si amara que me destruyera.

—No lo sé —se levantó de la cama—. No tengo idea de que es, pero tienes que alejarte de Arthur, tienes que hacerlo.

—Pensé que lo querías —hablé entre sollozos.

—Y lo quiero como si fuera mi familia —se acercó y limpió las lágrimas de mis mejillas—, pero no puedo dejar que mis emociones y sentimientos me dominen, porque si lo hago, estaré caminando a ciegas. Él no sabe amar, no sabe hacerlo, y solo basta con ver cómo te lastima para darse cuenta. Entre tú y Arthur; te escogería mil veces, porque tú tienes salvación, y él no la tiene y eso lo debes entender.

Solté un sollozo y ella me abrazó. En el fondo de mi corazón sabía que tenía razón, que debía alejarme, pero no sabía cómo hacerlo, no sabía cómo alejarme de alguien a quien creía amar.

¿Y sabes que es lo más difícil que puedes hacer?

Abrir los ojos y ver la realidad, hacerlo cuando tienes miedo, cuando sientes pavor de salir herida, cuando tienes miedo de ser destruida. Sin embargo, había algo que no veía, y era que él no podía destruir algo que ya lo estaba, solo podía pisotearlo y hacerlo añicos, hasta que sólo quedará cenizas.


N/A

¡Hola!

Este capítulo esta muuuuy cambiado, si les aparece el viejo tienen que actualizar, aunque si estan leyendo esto significa que todo bene.

¿Han estado bien?

Espero que sí.

Recuerden comer, descansar y seguir adelante siempre. Y sobre todo, recuerden que merecen el mundo entero y valen mucho.

PDT: Tengo insta por si quieren seguirme por allí e interactuar un rato.

¡Nos vemos luego!

¡Cambio y fuera!



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