Capítulo 38
Multimedia: Zara Larsson- Weak Heart
Me removí incómoda en el lugar, solté un gruñido al sentir un jalón en mi cabello. Estaba cansada de estar en la misma posición, las manos de mi madre estaban en mi cabello, mientras que las de Jazmine estaban en mi rostro. El baile iba a empezar en unos minutos y todavía no estaba lista. Tenía puesto el vestido, los tacones —que me regaló Jazz—y algunos accesorios, incluyendo el collar que me había dado la abuela en navidad y la pulsera que me dio Derek.
—Quédate quieta —reprendió mamá por octava vez.
Gruñí en respuesta y me acomodé en el asiento, ganándome una mirada fea por parte de ambas.
—Ya me duele el trasero de estar sentada.
Intenté echar mi cabeza hacia atrás, pero Jazz me detuvo y me dio una mirada acusadora, a lo que rodé los ojos. La rubia se había estado uniendo más a la familia, mis padres sabían su historia ya que ella se la contó, ambos se sentían mal por ella y según mi madre, querían mostrarle que no estaba sola. Ella se estaba convirtiendo en un miembro de la familia.
—Para ser bella hay que ver estrellas —habló la rubia, mientras aplicaba labial en mis labios.
Resoplé y ladeé la cabeza.
—¡Mamá! —chillé a lo que jaló mi cabello.
—Eso es para que te quedes quieta —masculló.
La miré a través del espejo enojada, y ella sonrió para seguir peinándome. Las manos de Jazmine acomodaron mi rostro y siguió maquillándome. Ambas hicieron un gran equipo, opinando sobre que me quedaría bien y que no lo haría, lo cual era agradable.
—Terminé —anunció la rubia.
Solté un suspiro.
—Aleluya.
Jazz clavó su mirada en mí.
—Eres dramática. —Se dio la vuelta y empezó a recoger el maquillaje y guardarlo—. Te hice algo sencillo y no duré tanto.
Abrí mi boca para protestar, pero toda mi atención, incluyendo la de ella y mi madre se desvió hacia la puerta. Donde estaba mi padre parado.
—Ya llegó, Derek —anunció sin ganas.
—¡Mamá! —volví a chillar al sentir otro jalón.
—Necesito terminar —aclaró mirándome a través del espejo, después miró a papá—. Ya casi bajamos, querido.
Papá asintió y salió de la habitación. Las manos de mamá se movían rápido en mi cabeza, dejó algunos mechones de cabello caer en ambos lados de mi rostro, y los acomodó para que no se alborotaran.
Al terminar con el cabello me levanté de la silla, mi madre me acomodó el vestido y Jazmine me echó perfume. Después de probar distintos peinados sobre mi cabello, terminó ganando la corona de trenzas. Mis ojos se miraban más claros esa noche, el maquillaje era sencillo y me miraba hermosa. Las tres salimos de la habitación, yo iba en el centro y cada una de ellas a mis costados. Mamá le contaba a Jazz como había sido su fiesta de graduación, y Jazmine le contaba cómo había sido la de ella hace un año.
Cuando entramos en la sala. Las miradas de Derek y mi padre cayeron sobre mí, papá me miraba con nostalgia y sonreía. Derek tenía un traje color negro, junto a una corbata de color azul rey que contrastaba con mi vestido, se miraba guapo. Sonreí tímida al ver que no apartaba la mirada, sus ojos escudriñaron mi cuerpo, para luego quedarse en mis ojos.
—Deberías cerrar la boca o vas a babear, Wilkes —bromeó Jazmine.
Todos reímos.
—Que chistosa, Jazz —habló mirándola, luego fijó sus ojos en mí—. Te ves hermosa, Lía.
—Tú no te quedas atrás —respondí.
—Les tomaré una foto —anunció mamá y me empujó un poco hacia él—. Colócate al lado de Derek, cariño.
Caminé hasta él sin responder; al estar a su lado rodeó mi cintura con su brazo. Retuve el aire en mis pulmones, y mi corazón se comenzó acelerar; sentía cosas que no podía explicar, cosas que no debía de sentir. Mi madre nos tomó varias fotografías, algunas con Jazmine y otras con ellos. Después de muchas cegueras por el flash, gruñidos por parte de papá, y bromas de la rubia hacia Derek, salimos hacia el instituto.
El cielo estaba oscuro, no había ni una sola estrella, no había luna, no había nada. Las calles estaban bastante transitadas, y las luces de los edificios hacían ver las calles llenas de vida. Durante el recorrido no dijimos palabra alguna, la música de la radio acompañaba el silencio que había entre nosotros dos, algunos estudiantes estaban llegando en limosinas con sus amigos, otros sus padres los dejaban, cuando bajamos del auto lo primero que hice fue acomodar mi vestido, y tomé el bolso de mano que agarré a último minuto, donde solo estaban mis llaves y teléfono.
—Se me olvidó darte algo —habló, levanté la mirada encontrándome con sus ojos—. Cuando te fui a buscar se quedó en el auto, y cuando lo iba a buscar tú bajaste.
Desvió la mirada hacia sus manos, y seguí sus movimientos. Entre sus manos había un Corsage (1), tenía un listón azul marino. Las flores eran blancas y otras azules, era hermoso. Sin esperar a que formulara palabra alguna tomó mi mano derecha; con delicadeza colocó el corsage en mi muñeca, junto a la pulsera. Alzó mi muñeca a la altura de sus ojos y sonrió.
—Queda bien con la pulsera. —Sonrió y besó el dorso de mi mano.
—Es...hermosa. —Sonreí—. Gracias.
—De nada.
Enganché nuestros brazos y sonriendo nos adentramos al instituto. Todo estaba decorado de manera hermosa, en el medio del gimnasio había una fuente de agua, algunas mesas decoraban el lugar con comida, había telas rojas y blancas colgando en el techo. Las personas bailaban al ritmo de la música, otras charlaban y algunos simplemente se sentaban a beber ponche; mientras miraban a los demás.
—Derek, Layla —Saludó un alegre Ethan. A su lado estaba su pareja, una chica baja y de cabello negro, ambas habíamos compartido algunas clases juntas, pero nunca nos hicimos amigas. Su nombre era Daina—. Se ven bien.
—Gracias —contestamos al unísono, y ellos rieron.
—¿Quieres ir a buscar algo de beber? —inquirió Daina.
Miré a Derek y este asintió con la cabeza. Ella le dejó un beso en la mejilla a Ethan y nos alejamos. Llegamos al lugar donde estaba el ponche, el cual no estaba muy bueno.
—¿Puedes creer que ya salimos del instituto? —inquirió ella. Volteé a verla, su mirada estaba fija en las personas que bailaban—. Hace unos años estábamos nerviosos, íbamos a empezar una nueva etapa en nuestras vidas; ya sabes. Entrar al instituto, conocer nuevas personas, aprender cosas más avanzadas, vivir experiencias nuevas. —Giró a verme—. ¿No crees que el tiempo ha pasado muy rápido?
—Lo ha hecho. —Suspiré y volteé a ver a las personas—. Cada vez que me miro en el espejo, veo a la pequeña Layla que tenía miedo de entrar al instituto, y ahora vamos a ir a la universidad.
—¿Ya aplicaste para alguna universidad? —inquirió y negué—. Yo tampoco, creo que me voy a tomar un año de descanso, no tengo seguro que voy a estudiar, pero...
Ahí quedó nuestra conversación, o al menos ahí dejé de escuchar. Mi mente comenzó a viajar por mis recuerdos, desde que entré en el instituto hasta allí. Cada momento en aquel lugar llegó a mi mente, cada recuerdo, risa, llanto por no haber aprobado un examen y gritos de felicidad por haberlo logrado. Las veces que cambié de instituto, las burlas, las noches en vela por entregar trabajos, y las interminables ojeras. No fue fácil, pero junto a Anne había sido soportable.
Anne.
No sabía que era de su vida, ya no lo hacía. Habíamos soñado con aquel momento, ese momento en el que iríamos a nuestra fiesta de graduación, bailaríamos hasta que los pies nos dolieran, y haríamos locuras por ser nuestro último año. Todo lo que soñamos fue destruido por mis propias manos.
—¿Quieres bailar?
Parpadeé varias veces confundida, miré hacia mi lado izquierdo y ahí estaba Derek. Busqué con la mirada a Daina, encontrándola hablando con Ethan y riendo, no me había dado cuenta que ya se había ido.
—Si —susurré.
Él tomó mi mano y me guió hasta la pista. La voz de Zara Larsson (2), cantando Weak heart sonaba en el lugar, llenando cada espacio. Las manos de Derek se aferraron a mi cintura, las mías subieron hasta su nuca y entrelacé mis dedos detrás de ella; nuestros pechos estaban juntos, no había espacio entre nosotros. Apoyé mi cabeza en su hombro, y cerré los ojos mientras nuestros cuerpos se balanceaban hacia los lados.
Tristeza.
Eso era lo que sentía.
Quería llorar y a la vez reír como una maniática; quería hacer muchas cosas, pero no hacia ninguna de ellas. Muchas veces nos sentimos identificados con las canciones, cada verso, párrafo y palabra describe nuestras vidas, y es increíble como hace que cada uno de nuestros sentimientos salgan a flote. Como decía la canción, tenía un corazón débil, tan débil que podía ser manipulado.
Cuando la canción terminó me alejé de Derek. Tenía un nudo en mi garganta y mi respiración estaba agitada, me sentía ahogada en aquel lugar. Sus ojos me miraban con confusión y sus labios se movían, pero no escuchaba lo que decía, caminé hasta la mesa donde estaba Ethan y Daina, —ambos me miraban preocupados—, agarré el bolso de mano y salí corriendo del gimnasio. Corrí hasta el lugar en el cual me había sentido segura durante años, aquel lugar que era mi escondite.
Al llegar me senté en la banca, me quité los tacones, coloqué mis piernas encima de la banca y las atraje hacia mi pecho; las abracé y escondí mi rostro entre mis rodillas. Era un ataque de pánico, todo a mí alrededor daba vueltas y quería llorar, la sensación de estar en un cuarto oscuro me invadía, me consumía. Nunca había tenido uno, pero Anne sí y sabía lo que tenía que hacer. Comencé a tomar grandes bocanadas de aire, intentando que los latidos de mi corazón y mi respiración se tranquilizaran.
Cuando el ataque de pánico cesó, los sollozos comenzaron a salir de mi garganta. Abracé más mis piernas y lloré, lloré como una niña pequeña. Últimamente lo que hacía era llorar, la sensación de desespero, estar confundida y no saber qué hacer. Todo se mezclaba y creaba la situación perfecta para que llorara.
Sin pensarlo mucho saqué del bolso mi teléfono, busqué entre mis contactos aquel número, y con las manos temblorosas y el corazón en las manos, llamé.
Un tono...dos tonos...tres tonos y contestaron.
—Layla.
Escuchar su voz me terminó de romper, los sollozos comenzaron a salir de mi garganta, y las lágrimas recorrían mis mejillas. Su voz había sonado como un débil susurro, como si no creyera que era yo la que llamaba.
—Layla —susurró con delicadeza.
—Lo siento —susurré con la voz quebrada, y entre sollozos—. Lo siento tanto.
—Oh, Layla —se lamentó.
Sequé con el dorso de mi mano las lágrimas, y aclaré mi garganta.
—Te extraño, Ann. Maldición, te extraño tanto. —Un sollozo salió de mis labios—. Lamento todo, de verdad, lo lamento. He sido una estúpida por haberte alejado, pero tenía miedo de decepcionarte, y siento haberte terminado de alejar porque él lo pidió, yo...
—¡Annabet vamos, ya van a anunciar al rey y la reina! —Escuché como una voz femenina gritaba.
—¡Dame un minuto! —pidió ella, y la voz gritó que ella tenía que ir. Ya que era una de las nominadas a ser la reina del baile.
Reina del baile, jamás lo hubiera creído. En ese momento me di cuenta que ella seguía con su vida, yo la había alejado, la había ignorado y ella tenía que seguir adelante. No podía llamarla y llorar, nada de eso curaría las heridas que le había provocado al no contestar las llamadas y mensajes, nada de eso habría borrado aquel mensaje que le había enviado, pidiendo que me dejara en paz.
Nada lo haría.
—Layla, yo... —Empezó, pero la detuve.
—Está bien, lo entiendo. —Tragué saliva, a la vez que las lágrimas resbalaban con mis mejillas, y mi voz se quebraba con cada palabra—. Tienes que ir.
—No, no quiero ir. Quiero hablar contigo ¡Dios! Solo, es solo que... —Volvieron a gritar su nombre y ella gruñó—. ¡Esperen, maldición! —gritó—. Layla, no estás bien, esto ya te está consumiendo, necesitas...—Otra vez la llamaron.
—Voy a estar bien. —Ahogué un sollozo—. No te preocupes por mí.
—Layla...
—Ve a brillar como la estrella que siempre has sido, Ann.
Y colgué.
Cuando dejé de contestar sus llamadas y mensajes, ella se preocupó y llamó a mis padres. Ellos le contaron lo que me estaba sucediendo, lo de escapar de casa, del instituto, mi cambio radical, le contaron todo. Ann empezó a mandar mensajes y llamar como loca, y en cada uno de esos mensajes pedía lo mismo.
Hablar.
Pero nunca hablamos.
Una noche, cuando estaba en las carreras ilegales, ella me escribió, estaba algo tomada y no pensaba con claridad. Esa noche fue cuando le envié un mensaje diciendo que me dejara en paz. Esa noche fue cuando ella dejó de insistir.
Todos cometemos errores, eso es lo que repiten todo el tiempo. Pero, cada uno de mis errores tenía algo que ver con Arthur, él siempre estaba detrás de mis decisiones, y las consecuencias las afrontaba sola.
♣♣♣
Corsage: es un pequeño ramo de flores usado en el vestido de una mujer o llevado alrededor de su muñeca en una ocasión formal, tradicionalmente comprada por la fecha de la mujer, marido o prometido. Cortezas son ahora más comúnmente visto en home comings, proms o en eventos similares.
Zara Larsson: Zara María Larsson es una cantante y compositora sueca. Alcanzó la fama en su país natal después de la publicación en 2013 de «Uncover», que fue todo un éxito en la lista de sencillos
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N/A
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Espero que les haya gustado, y nos vemos pronto 7u7
#NoLectoresFantasmas
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