Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31

Multimedia: Ariana Grande- Bad decisions

Cuando te entregas a una persona por primera vez, le entregas tu corazón, tu confianza, tu cuerpo, tu alma. Le entregas lo más preciado que tienes, aquello que te seguía haciendo una niña pequeña.

Alguien inocente.

Le entregué todo, todo se lo entregué a él.

Esparcía el jabón por mi cuerpo, intentando borrar sus caricias, sus besos, su tacto. Intentaba borrarlo, pero no podía. Cuando desperté él ya no estaba, lo esperé durante horas, lo llamé, y él nunca contestó.

Usada.

Así me sentía, ¿lo peor? Lo peor era que yo había dejado que me usara, le había dado permiso para que lo hiciera, pero de manera inconsciente. Cuando nos enamoramos dejamos de razonar, no escuchamos aquella pequeña voz que nos grita que nos detengamos, aquella voz que nos dice lo que está mal. Y después nos arrepentimos por no haberla escuchado.

Las lágrimas se mezclaban con las gotas de agua, los sollozos se mezclaban con el sonido del agua impactando contra el piso, no intenté apaciguar mis sollozos, nadie me escucharía llorar.

Nadie sabría qué lloré otra vez por él.

Dejé que mi cuerpo se resbalara por el mármol de la pared, atraje mis piernas hacia mi pecho, las rodeé con mis brazos y escondí mi rostro entre mis rodillas. El agua seguía cayendo sobre mi cuerpo y las lágrimas no daban señal de querer detenerse. Dolía, realmente dolía.

Pensé que nos habíamos conectado, que estábamos sincronizados. Pero no era así. Mientras yo hacía el amor, él tenía sexo y nada más. No importaba cuanto llorara, cuanto me dijera que fui una estúpida, lo hecho, hecho estaba y no se podía disolver. Limpiaba mi cuerpo con asco, porque así me sentía, pero no servía de nada. Porque el agua y el jabón no podían limpiar su tacto de mí.

Algunas personas son difíciles de borrar de nuestras vidas, ellos se meten debajo de nuestra piel y se tatúan en nuestra alma. Es por ello que cada vez que los intentas alejar, sientes como te desgarran el alma.

Y él se había metido debajo de mi piel y tatuado en mi alma.




—¿Cuándo irás a comprar el vestido? —inquirió mamá mientras picaba unos vegetales.

Dejé de colocar la mesa y me senté en una de las sillas.

—No lo sé. —Suspiré—. Aún tengo tiempo.

Ambas estábamos haciendo la cena, mientras que papá estaba en su oficina realizando una conferencia con un nuevo cliente. La gran parte del día me la pasé en mi habitación, no quise salir, no quería nada. Mamá me había preguntado qué tenía, pero no le respondí nada.

—El tiempo transcurre tan rápido —dijo en voz baja—. Hace años te tenía entre mis brazos, eras una bebe regordeta y muy dormilona. —Sonrió y me observó con nostalgia—. Y en unos días será el baile de graduación, después la entrega del título. Y luego te irás a una universidad.

—Mamá...

—Está bien —me dio la espalda—. Así es la vida, criamos a nuestros hijos, los educamos, les damos amor. Les enseñamos a vivir, y luego ellos se van a forjar su propio futuro y después crear una familia.

Me levanté de la silla y me acerqué.

—Aún hay tiempo —expliqué, intentando animarla—. Voy a seguir juntos a ustedes, no es que me vaya a ir mañana de la casa.

Giró a verme.

—Solo sabemos el hoy y no el mañana, en cuestión de horas pueden ocurrir muchas cosas.

Bufé.

—Luego dices que yo soy la negativa.

Rio y se encogió de hombros.

—Solo digo lo que pienso —se dirigió al refrigerador y sacó algunas frutas—. Tienes que ir haciendo la carta para la universidad de New York.

—¿Crees que me acepten? —Fijó su mirada en mí—. Digo, hay muchas personas que aman tomar fotografía y muchos de ellos tienen más talento. —Agaché la mirada—. Son mejores que yo.

La suela de sus zapatos resonó contra el suelo, se paró delante de mí y tomó entre sus manos mi rostro.

—Lo harán —susurró con delicadeza—. Y si no lo hacen, estarían perdiendo a una gran fotógrafa. —Acaricio mis mejillas—. Eres la mejor, no lo dudes.

Sonreí y rodeé su cuerpo con mis brazos. Ella olía a canela, siempre olía así. Sus brazos rodearon mi cuerpo y sus dedos acariciaron mi cabello, había empezado a extrañar su cercanía. Extrañaba poder abrazarla y hablar, en vez de discutir.

—Lamento todo lo que ha estado ocurriendo. —Escondí mi rostro en la curvatura de su cuello—. De verdad, lo siento.

Besó mi cabeza y me abrazó con más fuerza.

—Ya no importa. —Alzó mi rostro—. Todos nos equivocamos.

Una sonrisa triste se deslizó por mis labios.

—Últimamente me estoy equivocando mucho —reconocí—. Y tú sigues aquí.

Hizo una mueca.

—No importa cuántas veces te caigas, falles o equivoques. Nosotros siempre vamos a estar ahí, cariño. Porque eso es lo hacemos los padres, nosotros protegemos y ayudamos a nuestros hijos sin importar que, y siempre estaremos para ti.

—Te amo, te amo mucho —repetí como un disco rayado, mientras la abrazaba.

—Y yo a ti, mi amor. —Besó la coronilla de mi cabeza y se dirigió hacia el fregadero, donde lavó las frutas. Para luego empezarlas a cortar.

Mamá y papá terminaron saliendo a comprar algunas cosas para terminar la cena, el plato que estábamos haciendo mamá lo había mirado en la televisión y quería que quedara igual, acción por la cual papá solo se rio. Cuando estaba colocando los platos sobre la mesa dos toques en la puerta principal llamaron mi atención, mi mirada cayó en el lugar donde se colocaban las llaves y ahí no estaban las de mis padres, así que no podía ser ellos.

Dejé de hacer la mesa y caminé hacia la puerta, tomé la perilla entre mis dedos, para luego girarla, y abrir la puerta. Puedo jurar que en ese momento mi rostro estaba pálido, mis manos frías y mi corazón chocaba contra mi pecho de manera violenta.

—No sé cuáles son tus flores favoritas, es por ello que te traje rosas —explicó con una pequeña sonrisa en sus labios.

Extendió las rosas en mi dirección, pero no las tomé.

—¿Qué haces aquí? —inquirí en un susurró.

—Cuando regresé ya no estabas.

Sonreí incrédula. ¿En serio estaba diciendo eso? La ira se deslizó por mi sangre como si fuera veneno, estaba enojada, herida. Me sentía humillada ante él, y a la vez, me sentía estúpida por seguir esperando algo de su parte.

—¿Y qué querías? —me crucé de brazos—. Ya sé, querías que te esperara como una estúpida, ¿cierto? —No dijo nada—. Tú te fuiste sin decir nada, no dejaste una nota, no contestaste a mis llamadas, nada.

—Rompí mi teléfono contra la pared —explicó—. Tuve que comprarme otro.

—Que buena excusa. —Sonreí—. ¿Cuánto tardaste pensándola?

—Te digo la verdad, mira... —Sacó de su bolsillo un teléfono y me lo enseñó—. No te estoy mintiendo.

—Mejor vete —espeté.

Intenté cerrar la puerta, pero su pie se interpuso, evitando que la cerrara.

—Por favor, escúchame —pidió—. Solo escúchame, y después si quieres me iré y no volveré a buscarte.

—No hagas esto más difícil —susurré—, y solo vete.

Aplique fuerza contra la madera oscura, pero no era su pie solamente lo que interfería, también tenía prácticamente la mitad del cuerpo dentro. Forcejeamos durante unos segundos, aunque intenté cerrar la puerta y le pedí que se fuera, no lo hizo. Acabé soltando un gruñido lleno de frustración y me di la vuelta, caminando en dirección a la cocina y tomando los cubiertos para seguir acomodando la mesa. Cuando alcé la mirada había colocado las rosas sobre la isla de granito y estaba recorriendo cada parte de la estancia con mucha atención.

—¿Por qué no te has ido? —inquirí, dejando el plato en la mesa.

Sus ojos viajaron hacia mí y no pronunció ninguna palabra mientras me observaba, dejó las rosas sobre la encimera de granito y a paso lento y seguro se acercó hacia mí.

—Lo lamento no quise...

—No —lo interrumpí y negué con la cabeza—. Siempre dices lo mismo, lo siento, lo siento y esa palabra ya no tiene efecto, Arthur, estoy cansada de esto.

—Layla...

—Te acostaste con Paige, mientras yo estaba en el mismo lugar —lo volví a interrumpir—. La policía me atrapó y tú brillaste por tu ausencia.

—Tus padres ya habían llegado cuando yo llegué —espetó—. No fuiste a la única que atraparon, a Jazmine también la atraparon y se la llevaron a otra delegación, tenía que sacarla.

—Vaya, parece que tienes una respuesta para cada pregunta —dije irónica.

—Vamos, Layla...

—Quiero que te vayas de mi casa, de mi vida y desaparezcas.

Esas palabras salieron de mi como si fueran vómito, algo que era necesario y necesitaba expulsar, pero allí, en mi corazón. Esas palabras fueron ácidas, fueron como una puñalada para mi misma. No sé qué sintió él, no sé si le afectó, porque las facciones de su rostro eran inexpresivas, no mostraba nada. Con paso cauteloso pero decidido se acercó a mi, no me moví de mi lugar, no dije nada, me mantuve firme en mis palabras. Aunque, sus ojos obsidianos me estaban haciendo sentir incómoda, inquieta.

Sonrió como un gato, con mucha calma antes de que fuera una sonrisa amplia, negó con la cabeza varias veces antes de hablar:

—Dime. ¿Quieres alejarme para irte con Derek?

Fruncí el ceño.

—¿Por qué lo metes a él en esto?

Se encogió de hombros.

—No lo sé, quizás porque desde que no estamos cerca estás con él todo el tiempo.

Tensé la mandíbula.

—No voy a caer en estos juegos baratos, quieres creer que te dejo por Derek, bien, hazlo, ahora mejor vete de mi casa y desaparece.

—¿Dónde quedó el no voy a irme? —inquirió, acercándose hasta que no hubo espacio entre ambos cuerpos—. ¿Dónde quedó el no te dejaré solo?

—Quedó en el ayer, ya no quiero seguir con esto. Llegué a mi límite, ya no puedo más.

Sonrió de lado y negó con la cabeza, haciendo un sonido de negación con su boca. Pasando la mano por su cabello se dio la vuelta, dándome la espalda. Dio unos pasos, dejando una corta brecha de distancia entre ambos.

—No, no vamos a terminar y ya. No lo acepto.

—No me importa si lo aceptas o no, ahora solo vete.

Giró sobre sus talones y con una sonrisa en su rostro y una ceja enarcada, se aproximó rápidamente hacia mí e impactó con fuerza sus labios contra los míos, sus dos manos acunaron mi rostro, impidiendo que me apartara. Comencé a empujarlo, pero él comenzó a retroceder, haciendo que mi espalda chocara con la pared y no tuviera escapatoria cuando pegó su cuerpo al mío.

Mordió mi labio inferior y solté un pequeño gritó, aprovechó eso para introducir su lengua. Y él logró lo que se proponía, logró que olvidará todo, logró que olvidara hasta mi propio nombre, porque dejé de luchar y le seguí el beso. Mis manos subieron hacia su cabello y lo jalé con frustración, gruñó contra mi boca y se pegó más hacia mí.

No era un beso romántico, suave o lento, era un beso desesperado, lleno de enojo, de ira, de sentimientos que querían salir y hacer una explosión.

—No vas a alejarme, cariño. No mientras yo pueda impedirlo.

Lo miré jadeando e intentando recobrar el aliento, pero cuando logré apartarme de él y volteé para hablar, no fue mi voz la que se escuchó en la cocina.

—Layla —llamó la voz de mi madre. Giré a verla y detrás de ella estaba papá con la bolsa de las compras. Los ojos de ella se clavaron en Arthur, arqueó una ceja y me miró —. ¿Quién es él?

—Soy Arthur, Arthur Jensen, señora Duval —se apresuró a presentar.

La mirada de mi madre se transformó en una mirada llena de confusión, para luego pasar a curiosidad y después quedarse neutra. Su mirada se quedó clavada en Arthur y él la miraba fijamente sin parpadear, era un duelo de miradas que no tendría ganador.


N/A

Buenas, buenaaaas personitas de internet.

Duda dudosa.

¿Están disfrutando la historia?

Opiniones o traumas insertar aquí xD

¡NOS VEMOS PRONTO!

¡CAMBIO Y FUERA!


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro