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Capítulo 3

Multimedia:  Harry Styles- Falling

Silencio.

Había tanto que podía escuchar el sonido de los insectos que debían de estar en el pasto, podía excusarme, decir que lamentaba haber escuchado la conversación, pero no fui capaz de pronunciar ninguna palabra, porque no tenía una excusa, sí, había escuchado, me había dejado llevar por la curiosidad y él no parecía nada contento con ello.

—¿Tu mamá no te enseñó que es malo escuchar conversaciones ajenas? —espetó él, rompiendo el silencio. La dureza que había en su voz me hizo dar un respingón.

—Lo siento, no quise escuchar. Estaba pasando por aquí y escu...

—Y sin querer te escondiste detrás del bote de basura y te quedaste ahí plantada mientras escuchabas todo —dijo rápidamente con un tono de voz seco, sin emociones—. Mejor no des excusas falsas, ni intentes justificar lo que no se puede justificar, y solo vete de aquí, Layla, a menos que quieras pedir disculpas por estar de chismosa.

Fruncí el ceño.

—Ella estaba gritando—dije y señalé a la chica—. Cualquiera se hubiera acercado para ver que ocurría, y, sobre todo, para asegurarse que todo estuviera bien. ¿O me equivoco?

Lo vi entrecerrar los ojos y negar con la cabeza.

—Que bonita justificación —musitó con la voz ronca—. Pero ella está bien, si estuviera lastimándola o haciendo algo que no debo, ya estaría tirado en el suelo con una patada en las bolas por idiota. ¿Algo más que quieras agregar a tu justificación?

No dije nada. No fui capaz, susurré un lo siento y me di la vuelta para irme por mi pizza, cuando ya había salido del local con mi pedido revisé mi teléfono y tenía una llamada perdida de Anne, pero cuando intenté contactarme con ella no contestó. Dejé salir un suspiro brusco y gruñí entre dientes, no había sido para nada mi día, todo lo contrario, todo parecía ir de mal en peor.

Me senté en la parada de autobús en espera del que me dejaba cerca de mi casa, cerré los ojos por un breve momento y dejé salir un leve suspiro, saqué los audífonos de mi bolsillo y coloqué fantaisie-improptun de Chopin, la música de piano era relajante, cuando niña quise aprender a tocar algún instrumento, aunque nunca lo hice y me incliné más por la fotografía.

Por el rabillo del ojo miré movimiento y giré hacia la persona sentada junto a mí, me quedé helada por un momento, ¿qué hacia ahí? Aparté la mirada y me levanté cuando mi autobús se acercó, dejé salir un suspiro cuando me senté en los últimos asientos y volví a retener aire en mis pulmones cuando lo vi subir y acercarse hasta dejarse caer junto a mí.

¿Por qué se sentó junto a mí y no en uno libre?

Gruñí como un perro y pude ver por el rabillo de mi ojo que volteó a verme y estoy segura que tenía una sonrisa de lado en los labios, lo vi intentar decir algo, pero se arrepintió porque no dijo nada al final. Cuando me bajé en la parada sentí un gran alivio al no estar dentro del bus, me sentía asfixiada junto a él.

—¿Debí haberme disculpado en voz alta en vez de hacerlo en voz baja? —inquirí para mí misma—. Quizás no me escuchó.

Solté un suspiro brusco y negué con la cabeza repetitivas veces, no, no iba a sacar conclusiones y pensar mucho en ello, luego podía disculparme o en el mejor de los casos, podía evitarlo y no toparme otra vez con él. Alcé la mirada mientras llegaba a casa y vi a Anne sentada en el porche, tenía sus brazos alrededor de sus piernas y la cabeza oculta entre el hueco que había entre estas.

Me acerqué con cuidado y toqué su cabeza, la cual alzó rápidamente y si no me hubiera movido su cabeza habría golpeado la mía. Me quedé estática al ver como había maquillaje corrido en sus mejillas, sus ojos estaban hinchados y me asusté.

—¿Qué ocurre?—inquirí—. ¿Estás lastimada?

Sollozo y negó con la cabeza.

—No lo seré nunca—murmuró en medio del llanto.

Dejé la pizza a un lado y acuné su rostro entre mis manos.

—¿Qué no serás? —cuestioné con los nervios de punta—. ¿Ann que ocurre?

No me respondió, solo se lanzó hacia mis brazos y escondió su rostro en mi pecho mientras se rompía en miles de fragmentos que solo estaban hiriéndome por el hecho de no saber que ocurría con ella. Cuando logré calmarla hice que entrará en la casa y avise a su hermana que estaba conmigo y se quedaría en mi casa.

En ningún momento mencionó alguna palabra, tampoco dijo algo, la vi quedarse dormida llorando y abrazándome con fuerza. ¿Sabes ese sentimiento de ser inútil que presiona tu pecho cuando no puedes ayudar a alguien que amas? Cuando sientes que estás perdiendo en una batalla, pero lo que más te mata es no saber que batalla estas perdiendo con exactitud.

Y yo estaba perdiendo mucho sin darme cuenta.




Iba tarde.

Mi alarma no había sonado, Anne no estaba en la cama cuando desperté y mis padres habían tenido el día libre y no se levantaron temprano, dejé salir un gruñido mientras iba hacia mi taquilla en busca de mis libros.

Al llegar lo abrí, saqué los libros que necesitaba y lo cerré. Caminé a paso veloz hacia el salón, iba solo unos minutos retrasada, pero estaba segura de que la profesora Martínez no me iba a dejar entrar si tardaba un minuto más en llegar.

Cuando iba cruzando la esquina de uno de los pasillos, choqué con un cuerpo, provocando que cayera al suelo. El dolor se extendió por mi trasero e hice una mueca de dolor.

—Mierda —murmuré.

Me coloqué de cuclillas para recoger los libros, pero ya los habían tomado del suelo, y solo podía mirar unos pies. Alcé la mirada y deseé por solo un momento estar viendo una ilusión, pero no, él estaba de pie enfrente de mí, entre sus manos estaban mis libros y me miraba curioso.

—¿Así que aparte de chismosa eres torpe? —cuestionó, y percibí en el tono de su voz diversión.

Arrugué el ceño y me coloqué de pie.

—No te vi.

Arqueó una ceja y la esquina izquierda de su labio se alzó un poco. Extendió los libros en mi dirección y los tomé, aferrándolos a mi cuerpo. Quise disculparme por lo que había ocurrido en la noche, pero cuando volví a ver sus ojos, lucía tenso y enojado.

¿Qué mierda?

—Sí, claro —murmuró y pasó por mi lado. Aquella diversión que había percibido en su voz había desaparecido, parecía enojado ahora.

—¡Eres un imbécil! —vociferé y se detuvo de golpe.

Tensé mi mandíbula con fuerza. Si antes su cuerpo irradiaba tensión ahora parecía a punto de quebrarse, cuando se giró hacía mi parecía que lo hacía en cámara lenta.

—¿Disculpa? —masculló, ladeando la cabeza hacia un lado y aun con las cejas fruncidas.

—Cualquiera pudo haber escuchado los gritos, estaban en una pizzería por si no se dieron cuenta, así que sí, fui a ver qué ocurría al escuchar gritos, y sí, quizás sea chismosa o lo que digas. —Di un paso en su dirección—. Pero al menos no soy un imbécil resentido de mierda que no puede aceptar y superar que alguien lo escuchará hablar a gritos —acentué más la palabra gritos—, en un lugar dónde cualquiera pudo haber escuchado.

Las facciones de su rostro dejaron de estar tensas y se llenaron de confusión, no esperé que dijera nada y me di la vuelta, dejándolo rápidamente atrás con la palabra en la boca. La adrenalina corría por mis venas y mi corazón golpeaba con fuerza dentro de mi pecho, estaba temblando y solo me di cuenta que tenía las manos convertidas en puños cuando mis uñas clavadas en la piel de mis palmas comenzaron a arder.

Al llegar a la puerta de mi salón, respiré profundo y acomodé mi ropa, dejando salir un suspiro para proseguir a tocar la puerta y abrirla. La profesora dejó de escribir en el pizarrón y volteó hacia mí.

—Señorita Duval. —Miró su reloj—. Llega cinco minutos tarde.

—Lo siento, se me hizo tarde.

—Como se le hace tarde a todo el mundo. —Bufó y negó con la cabeza—. Lo siento, pero no va a entrar a mi clase, y que esto sirva como ejemplo, no voy a tolerar que lleguen a la hora que quieren.

—Pero solo fueron cinco minutos.

—Así haya sido uno solo, tienen una hora de llegada y yo nunca llego tarde a mi clase. ¿O sí? —Volteó a verme irritada, y como vio que no respondí hizo una señal con la mano—. Ahora salga.

Abrí la boca para protestar, pero la cerré con fuerza y tensé mi mandíbula, vi a Anne en su asiento de siempre y lucía como nueva, la miré con el ceño fruncido sin entender cómo podía estar bien si anoche estaba llorando.

—¿Va a quedarse de pie todo el día, Duval?

Miré a la profesora y negué con la cabeza, susurré un lo siento y giré sobre mis talones y me fui hacia el exterior del instituto. No entendía, lloró hasta quedarse dormida, estaba desecha y ahora estaba como nueva. Negue con la cabeza varias veces cuando una idea cruzó por ella y me erizó los vellos.

Si eso fuera, ella me lo diría, me pediría ayuda. ¿Cierto?

No estaba segura de nada.

Me senté en la banca de siempre y miré que, en mi izquierda, estaba Derek con alguien más, no lo reconocí así que solo me quedé mirando por un momento antes de apartar la mirada, no quería más problemas, aunque el chico que estaba de espaldas parecía estar calmado a Derek, quién lucía enojado.

—¿Puedo sentarme?

Maldije para mis adentros al reconocer la voz y alcé la mirada, encontrándome con sus ojos grises.

—¿Por qué te sentarías al lado de una chismosa?

Lucio apenado.

—Es una pregunta muy buena, la cual no sé cómo responder.

Asentí e hice un ademan con la mano para que se sentará. Miré cuando se sentó a mi lado, se miraba más relajado que minutos atrás, desvié la mirada y ambos nos quedamos callados, solo estábamos sentados uno al lado del otro.

—No estoy enojado contigo —murmuró y volteé a verlo—. Solo que parece que cuando estas cerca hay algo que me enoja —volteó a verme—. Así que lamento si di una mala impresión, lamento actuar como un imbécil cerca de ti.

—¿Lamentas ser un imbécil?

Sonrió amplio y asintió varias veces con la cabeza, sus orejas se estaban colocando rojas.

—Eso mismo. —Hizo una breve pausa—. ¿Estás bien? Porque te diste un buen golpe al caer.

Me encogí de hombros.

—Sobreviviré.

—Es bueno que lo hagas. —Extendió su mano hacia mí—. Por cierto, soy Derek y compartimos matemática.

Estreche su mano.

—Soy Layla.

—La chismosa —añadió en tono de burla.

Sonreí.

—La chismosa.

—Y torpe.

Deje salir una pequeña carcajada.

—Y quizás un poco torpe, mientras que tú eres Derek el imbécil cuando estoy cerca.

Sonrió amplio, hasta el punto en el cual sus ojos se achinaron.

—Está bien, lo merezco.

Miré directo a sus ojos y susurré con burla.

—Lo mereces.

Sonrió y asintió con la cabeza. Derek lucia como la clase de persona que contenía mucho detrás de sus ojos y de esa sonrisa radiante que poseía, quizás lo hacía, pero no lo dejaba ver a simple vista, y una parte de mí, quería saber más de él.




—¿Crees que este se me ve bien? —curioseó Anne.

Nos encontrábamos en el centro comercial comprando un vestido para su cita. Un chico la había invitado a salir, ¿de dónde salió el chico? No lo sabía, porque no hablaba de haber estado llorando, solo era la Anne feliz de siempre. Llevábamos aproximadamente media hora escogiendo un vestido, ya había perdido la cuenta de cuantos se había probado. El que tenía puesto era un vestido celeste de tiras y suelto, le llegaba dos dedos por encima de la rodilla.

—Es perfecto —aseguré.

—¿Estás segura? —cuestionó mirándose en el espejo—. No crees que me miró muy...

—Anne... —La interrumpí antes de que siguiera—. Te ves hermosa y si a él no le gusta lo que ve, pues entonces es un completo idiota —me levanté del sillón en el que estaba sentada y caminé hasta ella—. Si yo fuera hombre ya te hubiera puesto el ojo encima.

Soltó una carcajada.

—¿Qué haría sin ti?

—No lo sé. —Sonreí y alcé mis hombros—. Quizás buscarme.

Se carcajeó y negó con la cabeza.

—Es lo más probable.

Se giró sobre su eje y me abrazó.

Anne era insegura. Cuando pequeña era gordita, muchas personas la molestaban y le decían cosas horribles por su peso. Mientras fue creciendo, perdió peso y aunque tenía un cuerpo hermoso y unos ojos encantadores, eso no lograba que las malas palabras y los insultos de esas personas pasaran por alto.

No importaba cuantas veces le dijeras lo linda que se miraba o lo hermosa que era. Ella siempre se cuestionaba así misma y se hacía menos. Las personas no se dan cuenta que las palabras hieren más que los golpes. Una herida física se cura rápido, pero una herida emocional tarda años para sanar y a veces nunca terminan de hacerlo.

—¿Nos vamos? —inquirí cuando nos separamos.

—Sí.

—¿Compramos un helado? —sugerí.

—No lo creo.

—Por favor —supliqué juntando mis manos y haciendo un puchero.

—Está bien —contestó.

Sonreí.

Después de pagar el vestido salimos de la tienda, recorrimos los pasillos del centro comercial hasta llegar al local donde vendían helado. Mientras ella hacia la fila para pedir los helados, yo busqué una mesa cerca de la gran fuente que había. Coloqué la bolsa con el vestido y me senté, esperando a que ella viniera.

Paseé la mirada por el lugar y alguien llamó mi atención, era un hombre de cabello castaño claro, lo tenía revuelto, estaba bebiendo un café y miraba algo en su teléfono, estaba completamente vestido de negro y a pesar de la distancia, podía ver que era guapo, y, sobre todo, su rostro se me hacía familiar.

Si hubiera tenido mi cámara en la mano, le hubiera tomado una fotografía. Había algo en él que llamaba la atención.

Derek.

Sí, era el hombre con el que se estaba mirando en la entrada al instituto.

A los segundos una mujer de piel blanca y cabello rojo como la sangre se le acercó por detrás y besó una de sus mejillas, ella tenía un vestido negro y corto que se acentuaba a cada parte de su cuerpo de manera correcta. Cuando él giró a verla ella lo besó, la escena parecía un imán para mis ojos.

Cuando se separaron los ojos de él dieron con los míos, eran oscuros e intimidantes. Tragué en seco al ver que su mirada seguía clavada en mí y sentí un escalofrío recorrer mi columna.

—Aquí está tu pedido, un helado de galleta oreo con chispas de chocolate —dijo Anne y aparté la mirada hacia ella, mientras se sentaba y me pasaba el helado.

—Gracias —musité e introduje la cuchara en el helado para después comer.

—No es nada, aunque, ¿qué era lo que mirabas con tanto intere...?

—¡Eres un idiota! —exclamó una mujer.

Anne y yo volteamos a ver, dos personas estaban discutiendo. Una mujer de ojos cafés y cabello amarillo —pintado, ya que sus raícen eran negras—. Y un hombre de cabello rubio y ojos azules. Él se le acercó sonriente y le dijo algo al oído, cuando se separó, ella lo golpeó en la mejilla.

—Uhh —dijeron las personas que estaban a nuestro alrededor, incluyéndonos.

—Eso debió doler —dijo Anne.

—Sí.

El hombre de ojos oscuros y la mujer de cabello rojo se acercaron a ellos, llevándose al hombre de cabello rubio consigo y dejando atrás a la mujer. Ella estaba temblando como una hoja y su rostro se estaba colocando rojo, quizás por la ira. Después se dio la vuelta y con largas zancadas se alejó de allí.

Comimos nuestros helados mientras hablábamos de cosas triviales, terminamos yendo a ver una película y jugando bolos un rato, para después tomar un taxi en dirección a nuestras casas.

—¿Por qué pelearían? —cuestionó Anne.

Volteé a verla.

—¿Ehh? —balbuceé en su dirección.

—La mujer y el hombre en el centro comercial.

—Luego dices que la curiosa y chismosa soy yo. —Coloqué una mano en mi pecho y fingí que estaba indignada.

—¡Oh, vamos! ¿No te da curiosidad saber por qué lo golpeó?

—Algo —confesé.

—Somos unas chismosas.

Solté una carcajada.

—Sí que lo somos.

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