Capítulo 15
Multimedia: Cruel Youth - Hatefuck
Las ganas de festejar año nuevo habían desaparecido, antes de salir de la casa de Ann le había dicho lo ocurrido a Chloe, ella dijo que me fuera y que se encargaría. Mis miedos se habían hecho realidad, aquello que intuía y no quería creer, Anne estaba desmoronándose, estaba rompiéndose en miles de pedazos y no me di cuenta, creía que estaba mejorando, que estaba volviendo a ser feliz, pero, lamentablemente me había equivocado.
La casa de los amigos de Arthur era pequeña y estaba atestada de gente, parecían sardinas en latas y con tantas personas en un lugar tan pequeño el calor era insoportable. Bajé la mirada hacia mi teléfono y no tenía ninguna llamada de Chloe o algún mensaje.
—¿Vamos a bailar? —inquirió Arthur a mi lado.
Volteé a verlo.
—No lo creo. —Suspiré—. No tengo ánimos
—¿Entonces para qué viniste? —Soltó de manera brusca y arrugando el ceño—. Has estado sentada desde que llegaste, no haces nada más que estar revisando el teléfono y mirando a la nada.
—Lo siento, creo que mejor me voy.
Tomé mi abrigo y me levanté, esquivé a las personas y salí de la casa. El aire frío chocó violentamente contra mi rostro y respiré con tranquilidad, no me alejé mucho cuando escuché su voz.
—¿Estas bromeando, cierto? —cuestionó siguiéndome—. No puedes estar así solo porque tu amiguita hizo un berrinche, Layla. Ya se le pasara.
Me paré en seco y volteé a verlo.
—No es un simple berrinche, ella me necesita.
—Y yo igual, necesito que estés aquí conmigo. —Agarró mi mano y acarició el dorso de esta, con su pulgar—. Quédate y olvida todo. —Besó mis labios—. Ya verás que mañana ella va a estar mejor y van a poder hablar.
—¿Cómo lo sabes? —cuestioné en un susurro—. ¿Cómo sabes que mañana todo va a estar bien?
—Porque lo sé —contestó. Acunó mi rostro entre sus manos y unió nuestros labios. El sabor a cigarro y alcohol llegó a mis papilas gustativas, sus labios se movían rápido sobre los míos, pero no era delicado. Era como si quisiera devorarlos, como si necesitara más de mí.
—Quédate y confía en mí —pidió al separarnos, entrelazó nuestros dedos—. Vamos, me encargaré de que te diviertas.
Me jaló hacia el interior de la casa. Intenté decirle que no, pero en vez de escucharme, me quitó mi abrigo y lo lanzó hacia el sofá, me dio la vuelta y pegó mi espalda hacia su pecho. Con las manos en mis caderas comenzó a moverlas hacia los lados, mientras que su mentón estaba apoyado en mi hombro.
—Cierra los ojos y escucha la música —susurró en mi oído y dando un leve apretón en mis caderas.
Hice lo que pidió y terminé dejándome llevar por la música. Sus labios empezaron a besar la piel de mi cuello y dejar un pequeño camino hasta mi boca. Sus besos no eran suaves, era todo lo contrario a esa palabra. Cuando se separó sonrió satisfecho y me dio a beber de su vaso con alcohol. No sé cuánto bailé, pero llegó un punto en el cual mi cabello empezó a pegarse a los lados laterales de mi rostro, mis pies empezaron a doler y me sentía ya cansada.
Cuando Arthur fue un momento al baño me acerqué hasta el sofá y me dejé caer al lado de Jazmine, me pasó una cerveza y me la tomé como si fuera agua, tenía sed.
—¿Te estás divirtiendo? —inquirió Jazmine.
Asentí en respuesta.
—¿Sabes que hay algo que puede llevarte al cielo?
Volteé a verla.
—¿De qué hablas? —pregunté con curiosidad.
Una sonrisa se deslizó por sus labios pintados de rojo, y sacó de su bolso un sobre con polvo blanco.
—¿Drogas? —la miré incrédula—. ¿Quieres que me drogue?
—Pues claro. —Revoloteó los ojos—. Así vas a estar en el cielo, anda vamos a disfrutar.
La observe colocar el polvo encima de la mesa para después aspirarlo por la nariz, un sonido de satisfacción salió de sus labios y volteó a verme sonriente.
—Es tu turno. —Señaló la mesa—. Hazlo.
—No lo creo —dije negando con la cabeza.
—No seas aguafiestas, Layla, te aseguro que con esto. —Señaló el paquete—, te vas a divertir como nunca, Arthur ya las probó.
—¿Arthur? —la miré confundida
—¿Qué? —Arrugó el ceño—. Arthur...—negó con la cabeza—. Mejor olvídalo.
¿Arthur qué? ¿Consume? O...
—Vamos a bailar, preciosa —dijo Arthur enfrente de mí, tomándome del brazo y llevándome hacia el montón de personas.
Aunque él empezó a bailar e intentó que bailará no lo hice, me quedé quieta como si fuera una piedra. Drogas, primero habían sido las carreras y ahora eran las drogas. ¿Qué más era lo que ocultaba?
—¿Estás bien? —me miró intrigado—. ¿Layla?
—¿Consumes droga? —pregunté en un susurro audible.
En su mirada se reflejó la sorpresa y luego se quedó en blanco su expresión. Me agarró del antebrazo, me llevó hacia las escaleras, las cuales subimos; para luego entrar a una habitación. Él no dijo nada, solo se quedó parado en la puerta; observándome con sus ojos obsidiana.
—Responde —exigí.
—Sí —contestó sin ninguna emoción.
—¿Por qué lo haces?
—Solo las pruebo para poder venderlas, no las consumo todo el tiempo.
Estática, tan inmóvil como una estatua me quedé cuando las palabras abandonaron sus labios. No solo consumía, también vendía y mi estómago se retorció con violencia, quizás es cierto, las apariencias engañan, todo es una puta mentira tras otra, crees algo, imaginas algo, y es mentira, es un disfraz.
—¿Cuántas cosas no sé de ti? —inquirí en un susurro bajo y poco audible—. ¿Qué más no conozco de ti?
Frunció el ceño.
—No soy un santo, Layla.
Sonreí con desgano y asentí con la cabeza.
—Y lo estoy confirmando. ¿Qué más, Arthur? ¿Eres parte de una banda de criminales? ¿Tienes antecedentes? —comencé a enojarme—. ¿Quizás eres un puto asesino y no lo sé? ¡Por qué aparentemente todo lo que dicen de ti es cierto y yo solo veo lo bueno!
Lo observé tensar su mandíbula con fuerza.
—¿Quién te cuenta cosas de mí? —cuestionó en un mascullo y luego sonrió cuando la respuesta apareció en su mente—. Ah, entiendo, Derek, el perfecto y recto Derek. —Dio un paso en mi dirección y acercó su rostro al mío—. ¿Quieres verme como un villano? Adelante, hazlo, mírame como el tipo malo que vende drogas y las consume de vez en cuanto. ¡Hazlo! —vociferó y me sentí pequeña—. ¡Pero también recuerda que Derek no es un santo y él también está manchado de mierda!
—Él no está metido en mierda como tú.
Sonrió amplio.
—El Derek que conoces, solo es alguien en busca de venganza, recuerda eso, Layla.
—¿Contra quién? ¿Contra ti?
Se encogió de hombros.
—Quizás. Y... ¿no te has preguntado por qué Derek está cerca de ti? —inquirió con cuidado—. ¿Por qué se mantiene cerca cuando yo empecé a hacerlo?
—No intentes colocarme en su contra, no lo vas a lograr —mascullé firme.
Dejó salir una ronca carcajada y negó con la cabeza, luego se acercó de nuevo, paso por paso y comencé a retroceder, la mirada en sus ojos parecía la de un lobo y yo estaba siendo su presa. Sentí el pomo de la puerta en mi espalda baja, sus manos se posicionaron en los lados laterales de mi rostro, presionándome más contra la puerta.
—No necesito hacerlo, pronto lo verás. De esa manera todo estará en su lugar.
Fruncí el ceño.
—¿De qué hablas?
No respondió, se quedó callado y acercó su rostro a mi cuello, podía sentir las respiraciones profundas que daba, sentí los vellos de mis brazos erizarse, como mi cuerpo se sentía ansioso por un toque.
—Debería irme —dije en un hilo de voz.
—Pero no quieres hacerlo —masculló y sentí su boca sobre mi piel, sentí como mordía con delicadeza.
—Arthur...
—Shh...
Convertí mis manos en puños y retuve el aíre dentro de mis pulmones al sentir su lengua dejando un camino húmedo en mi cuello, subiendo en dirección de mi mandíbula, tenía la garganta seca y el corazón agitado, cerré los ojos cuando su boca rozó la mía, su cuerpo se pegó por completó al mío y me sentí atrapada por el calor que emanaba su piel, sus manos se deslizaron por mis brazos en un delicado recorrido, estremeciéndome.
—Estábamos hablando...—dije con la voz ronca cuando besó mi mejilla, mirando la ventana que había enfrente de mí.
—Deberíamos dejar de hablar.
—Arthur...
—No digas nada —susurró en mi rostro, rozó su nariz con la mía y atrapó mi labio inferior entre sus dientes, luego lo soltó—. Solo olvídalo.
—Eso no está bi...
No terminé de hablar, sus labios se estamparon con violencia sobre los míos, estaba entre su cuerpo y la puerta, no podía escapar, y realmente no sabía si quería hacerlo. Sus manos estaban en mi cintura, apretando con fuerza, subí mis manos hasta sus hombros, intentando apartarlo.
—Ar..thur —musité entre el beso.
—Shh.
Tomó mis manos y las colocó sobre mi cabeza, apegándome más a la puerta, dejé salir un suspiro cuando su boca comenzó a descender en dirección de mi cuello, una de sus piernas estaba en medio de las mías y no había espacio entre ambos, ladeé la cabeza hacia un lado, dándole más acceso a mi cuello, solté un suspiro tembloroso al sentir el ligero mordisco, como sus dientes tomaban mi piel entre ellos y tiraba un poco. Una de sus manos agarró mis dos muñecas y la otra se deslizó por mi cuerpo, la sentí en mi cintura, luego en mi muslo, haciendo movimientos de caminata y subiendo la falda del vestido.
—Esto...esto no está bien —logré decir y un gemido salió de mis labios cuando su mano acarició la cara interna de mi muslo
—Deja de pensar, Layla —masculló.
Solté un gemido cuando sentí sus dedos recorrer con delicadeza mi intimidad sobre la ropa interior, su boca buscó la mía con rapidez antes de hacer la ropa interior a un lado y tocarme sin nada de por medio, suspiré de manera temblorosa y lo sentí sonreír sobre mi boca.
—Esto te gusta —musitó por lo bajo.
No pude decir nada, el movimiento era simplemente excitante, moví mi pelvis en busca de más contacto, en busca de más y suspiré temblorosa, estaba mojándome cada vez más, estaba excitada, sus manos dejaron ir las mías, los movimientos en mi intimidad eran suaves, lentos, eran una tortura.
Agarré su cabello con fuerza entre mis dedos y gemí al sentirlo deslizar uno de sus dedos dentro de mi cuerpo, sus manos bajaron el cierre de mi vestido y mis pechos quedaron al descubierto, su boca se deslizó por mi clavícula y luego bajó hasta ellos, sentí su lengua devorando mi pecho izquierdo mientras que estrujaba y pellizcaba mi pezón derecho.
Me sentía débil, estaba llegando a la cima y solo podía respirar de manera entrecortada, solo podía sentir que estaba siendo elevada. Sus manos se detuvieron cuando mi cuerpo se contrajo.
Solté un quejido y lo escuché reír.
—Aun no.
Sus manos se deslizaron hasta mis muslos y me alzaron por el aire, rodeé su cadera con mis piernas, pude sentir su miembro duro contra mi piel, su boca buscó la mía y pronto fui dejada sobre la cama con extrema delicadeza. Una de sus manos sostenía su peso para no colocarlo todo sobre mí. Sus besos volvieron a descender por mi cuello, donde chupó y lamió. Cada caricia, cada lugar donde sus labios o manos tocaban hacía que el calor en mi vientre aumentará.
Se separó por unos breves segundos de mi cuerpo y se sacó la camisa, dejándome ver su abdomen marcado, mordí mi labio inferior y él sonrió de lado. Levanté la mano, pasando mis dedos por el tatuaje de ancla que tenía en el costado izquierdo de su pecho, su cuerpo se sacudió un poco y cerró los ojos por unos segundos. Subí mis manos hasta su nuca y lo atraje hacia mí, uniendo nuestros labios. La temperatura en el ambiente se estaba elevando. Nuestras respiraciones eran agitadas y mi corazón golpeaba con fuerza dentro de mi pecho.
Estaba muy temblorosa, su boca estaba atacando sin piedad mis pechos, mientras que sus manos me acariciaban, su piel ardía junto a la mía, estaba en la cima y me sentía deseada, hermosa, sentía miles de emociones a la vez que no era capaz de explicar.
—Eres tan hermosa —susurró y se dio la vuelta, cayendo sentado en la cama y sentándome sobre su torso, sus manos viajaron hacia mi espalda, acariciándola sin dejar de besar mi cuello—. No sabes cuánto te deseo, Millie.
Me quedé helada ¿Me llamo Millie? Un nudo se creó en mi garganta mientras que él besaba las cimas de mi pecho, mis ojos se llenaron de lágrimas y me empecé a sentir sucia. Aturdida, su boca seguía besándome, sus manos recorriéndome, pero yo estaba completamente paralizada.
Acaba de llamarme por el nombre de otra cuando estaba tocándome.
Me aparté con rapidez y antes de que pudiera reaccionar me vestí nuevamente antes de salir del cuarto. Escuché que me llamaba a mis espaldas, pero no me detuve. Bajé las escaleras, llegué al sofá donde estaba sentada y agarré el abrigo, me di la vuelta ante la mirada de confusión de Jazmine y empecé a empujar a las personas para salir de la casa.
Choqué con alguien en la puerta, pero antes de que pudiera salir la escuché hablar.
—¿Ya se aburrió de ti?
Volteé hacia mi izquierda, dando con Paige. Hizo un puchero con sus labios y dio un paso hacia mí.
—Pobre muñeca de porcelana, no pudo complacer a Arthur en la cama. —Rio entre dientes—. Te lo dije —dio un paso en mi dirección y apuntó con su dedo mi frente—. Te-dije-que —daba un pequeño golpe en mi frente mientras mencionaba cada palabra—. sé-iba-a-aburrir-de-ti —terminó la frase.
Tensé la mandíbula y golpeé su mano ya que seguía en mi frente, salí de la casa dando un portazo. Dejé que las lágrimas recorrieran mis mejillas con libertad cuando estuve lejos, me sentía estúpida por estar llorando, pero dolía saber que la persona que quieres estaba pensando en alguien más mientras iba a tener intimidad.
Mi teléfono comenzó a sonar y lo saqué algo torpe del abrigo.
En la pantalla se iluminaba el nombre de Arthur y el dolor se convirtió en ira. ¿Ahora me llamaba? Fui tan estúpida. Dejé salir un grito lleno de frustración y tiré el teléfono hacia una montaña de nieve, llevé mis manos hacia mi cabeza y tiré de mi cabello.
—Estúpida, estúpida, estúpida —repetía mientras caía de cuclillas y abrazaba mi cuerpo.
Me quedé en esa posición llorando, el teléfono sería sonando y mi llanto aumentaba. Enjuagué con mis manos las lágrimas y me levanté, caminé hasta donde la pantalla del nombre de Arthur alumbraba y tomé el teléfono, me quedé mirando la pantalla hasta que la llamada finalizó.
Recorrí las calles oscuras de Minnesota. Mis pies dolían y mi cuerpo se estaba congelando por el frío que estaba haciendo, me detuve en una esquina y me apoyé en una pared, quité un zapato y luego el otro; el contacto de mis pies con la nieve hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. Caminé y no importaba que me estuviera congelando, solo quería llegar a casa y dormir para olvidar todo. Primero la discusión con Anne, luego lo de las drogas y ahora lo de Arthur, eran muchas cosas por un día.
Escuché de nuevo el teléfono sonar y lo saqué del bolsillo del abrigo, observé que era un mensaje así que lo abrí.
Derek: ¡Feliz año nuevo, Lía! Espero que estés disfrutando.
2:30 am
Sonreí ante su mensaje.
Layla: ¡Feliz año nuevo! También espero que estés disfrutando, saludos a Ela.
2:30 am
Millie, Millie, Millie. El nombre se repetí una y otra vez en mi mente como una melodía y me hacía sentir enojada y herida a la vez, pero sobre todo me hacía preguntar. ¿Quién era Millie?
Después de varios minutos, logré visualizar mi casa, el carro de mis padres no estaba en el garaje por lo que supuse que debían de estar en casa de los Foster. Anne, no sabía nada de ella, ¿seguiría llorando? ¿Estaría dormida? Las preguntas inundaban mi mente, pero no tenía respuestas para ellas. Entré en la casa y todo estaba oscuro y silencioso, caminé entre la oscuridad hasta las escaleras, las subí, recorrí el pasillo guiándome por el tacto ya que no prendí ninguna luz y entré en mi habitación.
La luz de la luna traspasaba la ventana, iluminando el cuarto. Lancé los zapatos a un rincón, entré al baño y observé mi reflejo en el espejo; mi cabello estaba esponjado por la humedad, mis ojos rojos e hinchados y el maquillaje corrido. Abrí la llave y lavé mi rostro, me quité el vestido y lo lancé a la ropa sucia. Me sentía cansada emocionalmente, necesitaba cerrar los ojos y descansar, las lágrimas habían empezado a caer otra vez y no me había dado cuenta, las limpié y salí del cuarto de baño. Me vestí y me acosté en la cama. Dejé que las lágrimas salieran, no hice nada para detenerlas, las lágrimas silenciosas se fueron convirtieron en sollozos, mi respiración se fue agitando y el pecho me dolía.
No sabía por qué estaba llorando, si por Anne que estaba rota, o por Arthur que me había roto. Esa fue la primera vez que lloré por alguien y no sería la última.
N/A
¿Sabían que la versión antigua no era tan sucia cierta escena? JAJAJJAJAJAJA QUE SE NOTE QUE TENGO 19 Y NO 15 XD
¿Qué sabe Arthur de Derek?
Quizás nada bueno.
Espero que estén teniendo un bonito día 7uu7
¡GRACIAS POR LEER!
¡CAMBIO Y FUERA!
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