Capítulo 1
Multimedia: Lauv ft. Julia Michaels - There's No Way
«Darret se encontraba a pocos centímetros de mí, cada exhalación que daba chocaba contra mi rostro, sintiéndose como una leve caricia contra mi piel. Sentía que mi corazón iba a salirse de mi pecho por lo fuerte que martillaba, las piernas me temblaban y las manos me sudaban. Tenerlo tan cerca me permitía contemplar todo su rostro a la perfección, desde las pequeñas y abundantes pecas que adornaban su nariz hasta las diminutas manchas verdes que cubrían el marrón de su iris.
—Dime Shanelle. ¿Qué es lo que sientes por mí? —cuestionó en un susurro ronco que erizó los vellos de mis brazos.
—Yo-yo no siento nada por ti —contesté titubeando.
Una sonrisa ladeada se desplazó por sus labios carnosos, tragué duro al ver el brillo malicioso en sus ojos. Él lo disfrutaba, disfrutaba ponerme nerviosa y hacer que mis pensamientos fueran un tornado, logrando que me fuera imposible pensar con calma.
—¿Estás segura? —ronroneó con la sonrisa aún en sus labios. No contesté nada.
Dicen que el silencio otorga, y él lo comprendió, porque su sonrisa se ensancho y sus manos rodearon mi cintura atrayéndome más hacia él. La distancia a la cual estaban separados nuestros cuerpos se redujo, no había espacio entre nosotros.
Su cabeza se inclinó hacia mí, nuestros labios se rozaron y nuestras narices chocaron, se quedó quieto, expectante ante mi reacción, como si esperara que lo empujara, que detuviera aquello que ambos deseábamos en silencio. Al no hacerlo, cortó toda distancia entre nuestros labios y me besó.»
—¡Layla! —gritaron con fuerza. Miré por encima del libro y una Anne sonriente venía caminando hacía mi con paso apresurado. ¿Por qué será que en la parte más interesante ella aparecía? A veces creía que tenía como un instinto que le avisaba cuando venir.
Su cabello azabache se mecía por el leve viento que corría, algo que siempre llamaba la atención de Anne eran los grandes y hermosos ojos verde olivo que poseía. Lucía como una diosa del Olimpo, y no exagero ni miento, desde que era una bebé había sido hermosa. Aunque nunca pudo observar la belleza que los demás veíamos, y no digo que yo fuera horrible, porque tenía lo mío, pero Anne, ella era una hermosa estrella.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca arqueé una ceja y bajé el libro, dejándolo sobre mis piernas y cruzándome de brazos. Su sonrisa fue desapareciendo cuando vio mis expresiones, hizo una mueca y sonrió sin despegar los labios, mientras se acercaba a paso cauteloso hacia mí.
—Lo sé, lo sé, lo lamento —dijo y alzó sus manos en señal de rendición—. Sé que dije que no volvería a interrumpirte cuando leyeras, pero esto es importante.
—Siempre es importante —reproché entre dientes y ella sonrío, dejándose caer a mi lado en la banca.
Parpadeó varias veces de manera coqueta y enroscó su brazo con el mío, mientras apoyaba su cabeza a mi hombro y hacia un pequeño puchero. Siempre hacia eso.
—No volveré a hacerlo, lo prometo.
—Eso dijiste hace tres días.
—¡Oye! No lo hago con intención, solo llegó en el momento equivocado.
Reí y asentí con la cabeza, dándole la razón.
—Es cierto, ahora dime: ¿Para qué me llamabas?
Dejó salir una pequeña risa y se recompuso, sentándose recta en la banca y mirándome con una enorme sonrisa en sus labios. Terminé sonriendo involuntariamente y mirándola confundida.
—¿Por qué sonríes tanto? Estás empezando a darme miedo.
Soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—Dramáticaaa —canturreó y luego añadió—: Hoy es un bonito día, ¿por qué no debía sonreír?
—Buen punto.
—Pero a lo que venía, ¿me prestas dinero para comprar donas?
Arrugué el ceño.
—¿Me llamaste por qué quieres donas?
Asintió.
—Se me quedó la cartera y quiero comer algo dulce.
La miré incrédula, abrí y cerré la boca repetitivas veces para terminar negando con la cabeza.
—¿En serio para eso me llamaste, Annabet?
—No me llames Annabet. —Hizo una mueca—. Sabes que no me gusta que me llamen así, suena demasiado formal. Ahora, dale a tu querida mejor amiga dinero para que se pueda comprar unas ricas donas.
Resoplé como un caballo, saqué del bolsillo de mi pantalón algunos billetes y se los extendí. La sonrisa radiante volvió a aparecer en su rostro y cuando fue a tomar los billetes, los aparté. Me dio una mirada confundida, intercalando la vista desde mi cara hasta los billetes en mi mano.
—No, no, no —repetí y meneé la cabeza—. Te los doy solo si me das.
Arrugó su nariz y luego de meditarlo por unos segundos respondió:
—Trato —le volví a extender los billetes y de un rápido movimiento los apartó de mi mano, se acercó a mi mejilla y dejó un beso sonoro en mi mejilla izquierda.
—¡Eres la mejor del mundo! —vociferó y salió corriendo en dirección a la entrada al instituto.
Solté una carcajada y me quedé mirando su silueta hasta que se adentró en el gran edificio. Cerré los ojos por unos breves momentos y sonreí de lado antes de seguir leyendo. En ese momento no me di cuenta, pero ella era lo más preciado que tenía justo en esos instantes.
Las horas habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, a veces los días transcurrían lento y era una tortura, pero esa semana todo parecía ir a una velocidad impresionante, quizás era por todos los trabajos y exámenes que estaba presentando, pero me gustaba que todo pasara en un abrir y cerrar de ojos. Después de comer donas como una cerda junto a Anne, cada una se dirigió hacia su clase correspondiente y no nos volvimos a ver.
Cuando llegó la hora de la salida ella ya no estaba, ya se había ido. Mi casa no quedaba muy lejos del instituto, por ello me fui caminando con total calma, el crepúsculo ya se había alzado en el firmamento, diferentes tonos de naranja y amarillo se mezclaban y creaban una obra de arte. Un arte que anunciaba que el día estaba llegando a su fin.
—¡Ya llegué! —grité desde el vestíbulo de la casa y cerrando la puerta.
—¡Estamos en la cocina! —contestó mamá.
Caminé hasta la cocina y lo primero que visualicé al entrar en el lugar fue a mi padre, estaba sentado en una butaca y con la computadora sobre la encimera, mientras que mamá estaba cortando algunos vegetales para la cena.
—¿Cómo te fue, cielo? —inquirió papá, posando toda su atención en mí.
Sus ojos cafés lucían cansados, agotados, varias líneas de expresión se dibujaban en su rostro por la edad. Su cabello castaño oscuro tenía varios reflejos blancos, pero a pesar de su edad, siempre tenía una buena vibra, era activo y no importaba cuan cansado estuviera, él siempre sonreía.
Dejé caer mi trasero en una de las butacas y coloqué el bolso sobre la encimera, me acerqué a él y apoyé mi cabeza en su hombro, cerré los ojos cuando sentí como depositó un beso en mi coronilla y me abrazó.
—Las horas han pasado volando ―musité.
—El tiempo no espera por nadie, cariño —dijo mamá, regalándome una sonrisa.
Le sonreí de vuelta.
—Tic, toc, tic, toc —susurró papa en mi oído y reí.
—Lo digo en serio, las horas están yendo cada vez más rápido.
—Y no decimos lo contrario —dijo papá y lo miré a los ojos—. Por eso tienes que disfrutar cada segundo que transcurre.
—Lo sé, lo sé, soy joven y debo disfrutar de eso.
―Pero de manera responsable ―acotó mamá.
Asentí con la cabeza. Siempre responsable, siempre teniendo conocimientos de las consecuencias que mis acciones podían generar en mí y en las personas que me rodeaban. El olor a comida inundó mis fosas nasales y aspiré el aire con profundidad, olía delicioso.
―¿Qué cocinas?
—Estoy haciendo lasaña.
Papá carraspeó.
—¿Estás haciendo? —la miró indignado—. Yo te estoy ayudando.
Mamá soltó una carcajada.
—Solo me has ayudado a investigar cómo hacer la salsa. —Agarró la mano de papá—. No te ofendas cariño, pero si te doy un cuchillo lo más probable es que termines sin un dedo.
Solté una carcajada y papá me miró mal. Era cierto, mi padre era un desastre en la cocina. Los dos comenzaron a debatir y mi padre refutó con decir que los fideos no eran hechos desde cero por ella. Sabía que no discutían de verdad, algo que mis padres tenían eran el molestarse mutuamente.
Ellos eran de esa clase de relación que sin importar el tiempo, seguían tratándose como personas que apenas se estaban conociendo, nunca se miraban como esposos, todo lo contrario, eran novios, amigos, amantes.
Tomé mis cosas y subí a mi habitación, dejé mis pertenencias sobre el escritorio que estaba al lado de la ventana y comencé a quitarme la ropa, mis ojos se dirigieron de manera inconsciente hacia el espejo de cuerpo completo que había detrás de mí. No hacia eso con mucha frecuencia, pero no pude evitar hacerlo. Mis ojos cayeron en las líneas blancas e irregulares que había en mis caderas y se deslizaban hacia mis nalgas, debido a que mi tono de piel era oscuro eran más visibles, más llamativas.
No sé en qué momento salieron, solo sé que me acomplejé por ellas la primera vez que las vi. Comencé a sentirme fea y evitaba usar bikinis, sentía que las personas se me quedaban viendo cuando me colocaba traje de baño. Poco a poco aprendí a amarlas, aprendí que era mi cuerpo y si yo no lo quería, entonces: ¿Quién iba a hacerlo?
Lo más difícil de ser mujer es aprender a amar nuestras imperfecciones, aquello que nos hace sentir inferior, es algo con lo que siempre tenemos que lidiar. Hay días en los cuales odias tu cuerpo, mientras que hay otros en los cuales te amas. Es como una balanza.
Un día te sientes una diosa, otros un ogro.
Aparte la mirada del espejo y deje salir un suspiro tembloroso, ese era uno de esos días en los cuales no me gustaba como lucía mi reflejo, me cambie de ropa y baje a la sala para ver una serie mientras la cena estaba lista, por alguna razón se me hacía más cómodo el sofá que mi cama para ver series o películas.
―¡Margaret! Layla ya va a ver sus vampiros ―escuché decir a mi padre y eché la cabeza hacia atrás.
―Son vampiros sexys, padre.
Se encogió de hombros.
―Mientras no salgas que quieres ser mordida por uno y poder brillar como hada, está bien.
Me eché a reír y negué con la cabeza para volver la mirada al televisor, desde que vio Crepúsculo quedo insatisfecho, según él, era ridículo que brillaran en la luz en vez de morir, estaban dañando su infancia con Drácula y lo habían convertido en un "vampiro peligroso" Pero para él eran hadas brillantes.
Solté un suspiro por Damon, él observaba a Elena con amor, con fascinación, la amaba de una forma que me hacía suspirar. Y aunque Stefan también era un amor, Damon tenía ese algo que lo hacía tentador.
Quizás era esa sensación de peligro y aura negra que lo rodeaba lo cual lo hacía atrayente.
El teléfono de la casa sonó y me estiré para poder contestar.
—¿Sí?
—Sabía que ibas a estar en la sala —dijo Anne y soltó una pequeña risa.
—Creo que eres bruja.
Se río por lo bajo.
—No lo sé, quizás sí o quizás lo sé porque soy tu mejor amiga y sé que te gusta ver maratones cuando no tenemos deberes.
—Al parecer me conoces bien.
—Lo hago, ¿Qué ves? ¿Teen Wolf? ¿The walking dead? ¿The 100?
—Pensé que me conocías bien.
La escuché reírse y sonreí de lado.
—Te conozco, lo hago, pero tienes muchas series favoritas y sería imposible saber cuál de todas estás viendo.
—Ciertoo, estoy viendo al suculento de Damon.
Hizo un sonido de desagrado y reí entre dientes. A ella no le gustaba Damon, nunca le agradó, en realidad, solo vio las primeras temporadas; cuando Elena estaba con Stefan, después la dejó de ver. Según ella, porque se aburrió y prefería ver The Originals.
—Damon solo está bueno físicamente, pero es un niño sufrido.
Dejé salir una carcajada por su comentario, también por el desagrado de su voz al hablar de él.
—Damon es un amor.
—Un amor ridículo, seguro que sí. —Suspiró—. ¿Por qué preferir a un chico malo en vez de un amor de persona como Stefan?
Me coloque en posición fetal en el mueble para estar más cómoda.
—¿Quieres un Stefan?
—Es mejor que un Damon, vamos, Layla, mira como ambos son distintos. Stefan puede ser un destripador de vez en cuando, pero sigue siendo un amor.
—No, no entiendo tu lógica.
Gruñó y la pude imaginar golpeándose la frente con la palma de la mano o revoloteando los ojos.
—Estás loca al querer un Damon.
Arrugué la nariz.
—¿Por qué? Quizás sea un imbécil al principio, pero él cambia por Elena.
—Las personas no cambian por otras, y si lo hacen, lo hacen por obligación; no porque quieran. No puedes esperar que alguien cambie por ti, sino por sí mismo.
—Vaya, se te salió lo filosófica.
—Es la verdad. Elena perdona a Damon una y otra y otra vez, se volvió repetitivo en esa parte. Así que lo siento, pero prefiero a Stefan.
Chasqueé la lengua.
—Bueno, es tu opinión. Espero que encuentres un Stefan, todo tierno y bonito.
—Y yo no espero que encuentres a un Damon, todo estúpido y cruel.
Reí entre dientes y ella terminó colocando también TVD para poder ver el capítulo en el que iba, ambas hablamos durante la noche sobre los capítulos, intercambiando opiniones o simplemente callándonos y sabiendo que la otra estaba en el teléfono.
El amor actúa de manera diferente en las personas, en mi caso, era lo que más anhelaba, enamorarme, que me amaran, vivir una historia romántica. Donde el chico malo, cambiara por mí, donde me amara con intensidad, con locura.
Soñaba despierta en ese entonces, soñaba sin imaginar lo que el futuro me preparaba.
***
(1) The Vampire Diaries: es una serie de televisión estadounidense de género dramático, creada por Kevin Williamson y basada en la saga L.J. Smith.
N/A
¡Buenas, buenaaaaas!
¿Cómo me los trata la vida? ¿Todo genialoso? Espero que sí y pues mis preciosas personitas, empezamos con la nueva versión de esta historia, hay pocos cambios en el primer cap, ya verán mas cambios al avanzar en la historia 👉🏼👈🏼
Espero que sea de su agrado y les guste un mundo mundial.
Actualmente estoy re escribiendo está junto a otra historia que no tiene nada que ver con la trilogía, pero se llama Serendipia y quizás también les guste 🙈 Pueden pasarse por allí si quieren💜
Gracias por estar aquí y espero que la historia sea de su agrado 💜
Si no me conocen y son nuevos, soy conocida como Cealena Larsson o N.Y.ORTEGA, pueden llamarme como quieran, a veces destruyo corazones, a veces los lleno de dulzura, todo depende de mi animo, pero al final del día soy un ángel xD Gracias una vez más por darle una oportunidad a la historia y pues nada, espero que te guste.
¡CAMBIO Y FUERA!
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