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🌹CAPÍTULO 38🌹

🌹Aiden🌹

¿Vendrás?

*Leído*

Suspire lentamente y deje mi celular a un lado mirando hacia el techo.

Miré su última conexión; había sido hace poco más de una hora y volví a dejar el teléfono sintiendo que los minutos eran eternos.

Frote mi rostro y lleve mi dedo pulgar hacia mi boca para morderla. ¿Dónde rayos estaba?

Me recargue sobre el cabecero de mi cama, mi pierna comenzó a moverse constantemente y lo mismo sucedió con mis dedos, después de tronar los huesos uno por uno. Estaba ansioso.

No iba a venir, eso era seguro.

Algo de molestia comenzó a llenar mi cuerpo y la frustración de toda esta situación se volvió a hacer presente. Sería igual que las otras veces.

La escuela, afuera de su casa, la fiesta, el salón, la fiesta y de nuevo el salón.

Iba a volver a ignorarlo todo.

Pura mierda.

Pude sentir como mis manos se hacían puños y cerré mis ojos sintiéndome mal, inútil, impotente.

Lo que más me hervía la sangre era el pensar que yo ni siquiera le importaba y que lo más seguro era que le había hecho caso al idiota de su amigo y por eso no vendría.

Me asomé por la ventana con la débil esperanza de que apareciera, pero la calle estaba tan desolada como de costumbre que volví a cerrar todo volví a échame en la cama.   

Respire profundamente y eso fue lo único que se escuchó dentro de toda la fachada. Estaba solo en casa, como ya era costumbre, aunque sinceramente eso ya no tenía importancia. Realmente de esta manera estaba mejor.

Volví a sacudir mi pierna una y otra vez intentando distraer mi cerebro por unos minutos, pero escuchar mi teléfono vibrar al lado de mi lo detuvo y lo tomé.

Mi corazón latió rápido con la espera de leer una respuesta de Hefz, pero al leer la pantalla todo fue peor que antes.

Jamie E.:

Ya no quiero seguir con esto Aiden.

Mucho hice hasta ahora, pero ya no seguiré.

Arréglatelas tu solo o te juro que diré la verdad.

Fruncí mi ceño y me enderecé en la cama. No podía hacerme esto ahora. No cuando las cosas con la enana están así.

¿Qué mierda le pasaba?

Teclee algo en mi teléfono, pero al no poder escribir algo coherente, lo borre. Bloquee el teléfono y lo avente sin que me importara donde cayera mientras mi cerebro se quedaba en blanco.

Lo que me faltaba, ahora también tenía que arreglar las cosas con Jamie, como si lo que le hubiese pedido no fuera ya lo suficientemente vergonzoso.

De verdad, me sentía impotente, frustrado e impotente.

Golpeé mis manos hechas puños contra mi frente y sentí un pitido en mis oídos que me comenzó a molestar.

Joder, necesitaba un porro.

No solo por los mensajes, sino por... todo.

Di vuelta en la cama y me estiré hasta el cajón de mi buro para empezar a buscar. Distrayéndome de lo que quería, el pensamiento de que no debería de recibir a Hefziba de esta manera comenzó a sacudirme la cabeza.

Vamos Aiden, ¿Qué más da? Ni si quiera vendrá, no te reprimas.

No, no tenía que ser tan estúpido.

Conteniendo el antojo y la necesidad que sentía, con toda la fuerza de voluntad que pude juntar en mi cuerpo, cerré ese cajón y me alejé.

Me puse de pie, y en su lugar fui hasta mi escritorio para encontrar lo que necesitaba. Tome la fina cadena de oro entre mis dedos y por milésima vez observe aquellas letras en cursiva que iban en medio.

Su collar.

«Sus ojos estaban perdidos y se abrazaba con tanta fuerza a sí misma.

—Ey, tranquila, no te hare daño — me acerque tan despacio como pude y me controle de no irme contra ella y mantenerla en mis brazos. Estaba temblando —¿estás bien? ¿Te hicieron daño? —. No respondió, estaba realmente preocupado, esta vez sin poderme contener más, tratando de no asustarla de nuevo, revise su rostro y su cuerpo de que no tuviera nada grave. La desesperación me gano al no tener respuesta de ella en nada y me estaba comenzando a bloquear — ¡Carlos, márcale a una patrulla, rápido!»

Todo mi cuerpo se estremeció por completo y sentí la misma pesadez de aquella noche.

Acaricie la cadena y juguetee con ella entre mis dedos, recordando todo a la perfección.

Su miedo, su voz, la forma en la que me tomo del rostro y las ganas que tenia de esconderla y protegerla de todo aquello que intentara hacerle daño. Las ganas de tomarla y besarla hasta que ya no pudiera respirar, que fuera yo quien le quitara el aliento y no el pánico que estaba sintiendo. Que pudiera apoyarse en mí, ser yo su soporte.

Estaba hablando con los oficiales mientras Carlos la acompañaba, se veía tan pequeña entre todos nosotros y no ignoraba la forma en la que su cuerpo aun temblaba.

Yo ya había hablado con los oficiales para ese momento, y solo estaba esperando a que terminaran con ellos.

Mirando las luces bicolores en medio de toda la oscuridad del callejón, todo volvió a repetirse como una maldita película de terror frente a mis ojos, y pude sentir como se revolvía mi estómago.

La melena castaña sobre el piso, la piel violácea de sus mejillas y unos ojos azules gélidos y sin vida.

Sacudí la cabeza y pasé saliva con dificultad, sintiendo que tragaba ese nudo en mi garganta y las ganas de vomitar al volver a pensar en ese recuerdo amargo. Voltee a ver hacia mi castaña y verla a ella con vida, alejo un poco todo ese malestar, aunque ver las marcas en su blanquecina piel lo removieron un poco.

Miré hacia al suelo pateando una piedra y siguiendo el camino que dejaba, fue donde lo encontré.

El collar estaba roto, seguramente lo habían reventado durante el forcejeo. "Baby" era lo que formaban aquellas letras. Volví a mirarla y nuestros ojos se encontraron por unos segundos. Al terminar con esa conexión, guardé aquella cadena rota y eventualmente me dispuse a arreglarla. Compré un seguro nuevo y lo reparé.

Recargué mis codos sobre los respaldos de la silla en donde me había sentado y me permití pensar en ella y lo que sucedió días después de aquello. Recordé el sabor de sus besos sobre mis labios, el sonido de sus jadeos temerosos y la profundidad del azul de sus ojos una vez que me miro al separarnos.

Antes de que mis pensamientos fueran ganados por mi lado hormonal, el sonido del timbre de mi casa me distrajo y me puse de pie, pensando ilusionado que la enana había decidido venir.

No estaba seguro de que fuera ella, pero mi corazón latió rápido esperando que sí. Cuando le ofrecí venir no se veía muy segura y sabía que sería difícil convencerla, estaba consiente de cómo había sonado mi propuesta justo después de besarnos, pero realmente quería que viniera a mi casa.

No para sexo.

Para la enana tengo otros planes.

Que, si eso pasaba, claramente yo no tendría ningún problema para oponerme, pero ella no sería algo de una vez y ya.

Al bajar las escaleras pude percatarme del diluvio que caía afuera. Mis cejas se fruncieron al pensar qué demonios hacia Hefz afuera, con este clima no podía estar ahí.

Me apresure a abrir la puerta un poco confundido y mi ceño se frunció mas al encontrarme con una figura rubia y empapada en mi pórtico.

—¿Sam? — se miraba perdida y lejana de aquí, la mire extrañado y mi cerebro no carburo lo suficiente como para dejarla entrar. Creo que en el fondo sabía que era una mala idea—¿Qué demonios haces aquí? ¿Viniste en tu coche?

—¿Me dejas pasar? — tenía sus ojos rojos y algo hinchados. Acababa de llorar, lo sabía porque en varias ocasiones había visto ese mismo gesto, en las muchas veces que se la pasó en mi habitación.

Y no. No es lo que seguramente ya están pensando. Samantha Anderson y yo teníamos historia, pero no la del tipo que todos en la escuela creían.

Samantha y yo éramos amigos rutinarios desde hace un par de años, y nuestra amistad era todo lo contrario a lo que cualquiera podría creer, ya que no se trata de coger.

Era un poco más complicado que eso.

O bueno, se había vuelto.

Sam y yo nos conocíamos de varios años antes para acá, claramente sabíamos de la existencia del otro desde antes de la preparatoria, ya que al ser un pueblo chico habíamos estado juntos en todas las escuelas, pero no conectamos hasta que iniciaron las clases.

Era la fiesta de bienvenida, solo unas semanas antes de que el curso iniciara. Sam junto con sus amigas habían conseguido ser las que más destacaban del montón, ¿y cómo no lo iban a hacer? Ninguna de las mencionadas era fea, al contrario, cada una llamaba la atención por su parte.

Yo había salido de la casa, el ruido me había hartado y preferí salir antes de ponerme de mal humor. Me separé de mi grupo, recogí mis cosas, me escabullí de Jade y salí al patio trasero.

Recordé que había armado un porro hace un rato y lo encendí al tiempo que sumergí mis pies en la alberca iluminada a medio patio.

Dejé que el humo me llenara los pulmones y lo contuve unos minutos antes hasta que ya no pude más y lo saque.

Inhale un poco más de humo hasta que mi garganta pico y apague el papel contra el asfalto de la piscina, sabiendo que la marihuana pronto me haría efecto después de toser un poco.

Mire mis pies moverse debajo del agua y la sensación de sentir todo mi cuerpo ligero como si yo estuviera completamente sumergido en el agua me gustó. Mi parte favorita había comenzado. La parte en donde toda la jodida realidad me valía un carajo.

La parte en donde los ruidos de mi cabeza se apagaban, donde el estúpido dolor ya no se sentía. La parte en donde el estúpido de mi padre dejaba de existir y en donde toda la mierda de mi vida se limpiaba.

Detrás de mi escuché un ruido y fue ahí donde la vi.

Sus piernas largas y delgadas apenas y eran cubiertas con el cuadrado al que se le podría llamar falda y su torso cubierto con el diminuto top que también llevaba puesto.

—¿Sabe rico? — con sus ojos señalo el porro que había apagado y sin contestarle nada se había acomodado a un lado de mí y lo tomó.

—¿Samantha Anderson pidiendo marihuana? — mofe riendo —. No sabía que las porristas se drogaban, ¿las coreografías no te dejan descansar? — me seguí burlando y fue inevitable que se me saliera una risita burlona.

—Cuando solo follas con las porristas no te puedes dar cuenta que no solo cargamos con los pompones — ironizó mirándome recelosa.

—¿Día difícil?

—Vida difícil — agarro lo poco que quedaba de cigarro y lo prendió como si se lo hubiese regalado. Inhalo lo suficiente y lo expulso recargándose en sus brazos. Me sorprendió que no tosió en ningún momento. No era la primera vez que lo hacía.

Nos quedamos en silencio por un buen rato hasta el momento en el que pareció que la marihuana hizo sus efectos y comenzó a aflojar la lengua.

—Así que dime — soltó una risa juguetona y me miro a los ojos. Los suyos estaban rojos e hinchados, y era una obviedad que los míos también estaban así — ¿Qué es lo que lo que perturba la maravillosa vida de el prodigio de nuestra escuela? — se carcajeo burlona.

Blanquee los ojos y ni siquiera fue porque estuviera molesto, mi estado de ensoñación hizo que no me lo tomara enserio. Solo quería molestar.

—Así que eres de las castrosas eh — negué con la cabeza y contuve mi risa.

—¿Qué es eso tan oscuro que escondes, eh? ¿Qué preocupación puede tener un niño mimado y egocéntrico como tú? — se seguía riendo.

—¿No te cabe otra más que la mía, no es así?

—Eres un idiota.

Ambos reímos y nos volvimos a quedar un buen raro en silencio.

No era incomodo, solo éramos dos personas compartiendo un silencio que ambos necesitábamos.

Sinceramente no recuerdo mucho de lo que hablamos esa noche. Solo sé que tuvo que haber sido lo más profundo y sincero que ambos pudimos decir, como para después seguir frecuentando.

Ya fueran las noches de fiesta fumando marihuana a escondidas de los demás, o pasar la tarde encerrados en la habitación del otro con charlas que parecían no tener fin, pero Samantha y yo casi siempre estábamos juntos.

Pensaba que tenía una idea equivocada sobre ella. La primera vez que la vi y por cómo se presentó conmigo, creí que sería la misma rutina de siempre hablar un rato, tontear y terminar follando.

Pero no, la primera noche no fue así, y creí por mucho tiempo que ya no lo sería.

Todo entre nosotros parecía ser tan genuino y tan natural, que con el tiempo creí que no tenía que fingir nada más con ella ni conmigo.

Éramos amigos, muy buenos amigos, hasta que en esa fiesta todo cambio.

Yo no lo recordaba hasta que ella lo reclamó.

Sus manos en mi cabello, sus labios sobre los míos, mis manos en su trasero apretándola más a mí. Había comenzado con un beso, uno que ella inicio y uno que yo no pude parar.

—Deberíamos continuar esto adentro — susurro excitada.

No, no, no.

Debí haber dicho que no.

Volvió a inclinarse sobre mí y reí haciéndome del rogar

Debí parar.

Si era sincero, hubiera sido cosa de una vez y ya, así como siempre. Así como lo pensé en un inicio antes de que ella fuera tan importante. Ella no causaba nada en mi como para verla como algo mas y hacer una diferencia.

Era mi amiga. Nunca debí dejar que me besara.

Esa noche todo se fue a la mierda y los reclamos vinieron después. Era celosa, se enfadaba conmigo cuando intentaba meterme con alguien más y sus actitudes ya no correspondían a la que era mi mejor amiga.

Pensaba que actuaba así porque eso afectaría a su amiga, pero al final resulto ser porque la afectada era ella.

Había tratado de ignorarlo y no quise hacer caso a las señales que siempre me daba. Era cariñosa, más cercana a mí, venia todos los días a mi casa y se acostaba en mi cama disimulando sus intenciones, además que todo su rostro se retorcía cada que le mencionaba a Hefz.

Yo no recordaba nada hasta que ella lo trajo a colación. Hasta ese momento, la chica de mis recuerdos era cualquiera, fui demasiado estúpido para darme cuenta tan tarde. Eran recuerdos bloqueados y de pronto todo se aclaró y se reprodujo como una película. Me sentí asqueado. No porque ella me diera asco, sino porque no sentía nada por ella y no quería que se volviera a repetir.

Desde ese momento Sam intento seguir frecuentando y yo me comencé a apartar. Una vez que fui consciente de todo, sus intenciones para mi eran obvias, ya no me veía como su amigo y comencé a cuestionarme si alguna vez solo me miro así. Era demasiado evidente que le gustaba, pero claramente eso no era mutuo y cada vez intentaba dejárselo más claro. Samantha no era nada mi tipo, no despertaba en mí ninguna emoción parecida a las que sí despertaba la que termino siendo una de sus mejores amigas: Hefziba.

Al descubrir que ellas dos eran mejores amigas, admitiré que la utilice un poco para sacarle información sobre la enana, claro, esto antes de que todo se jodiera.

—¿Por qué? ¿¡Porque mierda me tratas así!? — llevaba semanas ignorándola pensando que lo mejor era aparentar que esa noche no había sucedido.

—Samantha, no hagas esto por favor — suspire sentándome en el mueble de mi sala — no hagas esto más difícil por favor.

—¿Difícil? — se río sin ningún tipo de gracia ¿Yo hago las cosas difíciles? — movió la cabeza en negación — Yo no soy la mierda que se la pasa ignorándome.

Había apretado mis puños con tanta fuerza que mis nudillos se habían puesto blancos. Estaba harto de esta situación y ya no quería cargar con otro problema que estuviera ligado con la enana. Me había follado a su mejor amiga, y lo que era peor y me causaba más dolores de cabeza, era que Samantha sabía lo que yo sentía por ella y nunca se detuvo. ¿Cómo mierda arreglaría todo esto?

—¿Y qué mierda esperabas, Anderson? — me puse de pie dejándola más debajo de mí y hablé sin titubear, sin arrepentirme — ¿Qué follando terminaríamos estando juntos? ¿Qué me arreglarías? — vi como su expresión cambio, pero ni así me detuve —. ¿Qué podrías llegar a causar lo mismo que ella causa en mí?

—Aiden... — comenzó a echarse para atrás y lo sé, yo debí parar sino quería joder más las cosas, pero en ese momento nada me importo y seguí.

—Creí que ya me conocías Sam, un polvo y ya, todas saben lo que busco — la miré acumulando todo el coraje que cargaba y le di rienda suelta al hijo de puta del que todos hablaban en la preparatoria — que iluso de tu parte si pensaste que con sexo me harías cambiar de opinión,

Un golpe.

Solo eso necesito para que cerrara la boca.

La miré sobando mi mejilla y en sus ojos vi como la había destruido.

—Te odio — murmuro, sus ojos estaban llenos de lágrimas —. Mereces toda la mierda con la que cargas, y tienes razón, fui ilusa por creer que eras diferente.

Paso de largo de mi y se dirigió hacia la puerta.

—Nunca te prometí nada que no fuera a cumplir. No sé qué esperabas, pero de amor nunca te hable, tú ya sabias como era y de verdad no sé qué es lo que querías.

—¡Solo quería qué me vieras como a ella! — grito con tanta desesperación que me hizo dar un paso atrás. Ya no quería hacerlo, pero sabía que era la mejor solución. No quería que me diera su amor, ella no merecía vivir con eso, y para ese punto, yo si merecía que ella me odiara.

—Pues ese fue tu primer error. Pensar que lograrías igualarte a ella.

Y con un portazo nuestra amistad y ese primer año de preparatoria que habíamos vivido juntos se terminó.

Yo volví a hundirme en mierda y con el paso de los meses noté que ella ya lo llevaba mejor.

Así era mejor, cada quien por su lado y con sus asuntos. Nunca más iba a volver a obtener nada de mí. Ni siquiera se trataba de una cuestión de ser mamón o darme a desear, sino que era obvio que ella lo iba a seguir intentando y quería conseguir algo de mí que yo no le podía dar, y no me refiero a follar, que eso claro lo termino obteniendo, sino a mirarla como miraba a su mejor amiga, lo cual nunca iba a pasar.

No le tenía lástima, pero nunca jugaría con el corazón sincero de una mujer, ni me aprovecharía de él, mucho menos de ella sabiendo lo que sentía. Sam no era esa chica creída que todo el mundo creía que era. Con todo lo que había vivido, solo necesitaba de alguien que pudiera estar a su lado, la amara por lo que era y no por lo que ella dejaba ver. Necesitaba de alguien que pudiera quitar esa coraza y sacara a relucir su verdadero ser, la verdadera versión de ella, y por más que ella lo quisiera, yo no sería nunca esa persona.

Con eso los meses pasaron y el segundo año termino. Mis problemas incrementaron, me metí más presión a mí mismo y la idea de acercarme a Hefziba cada vez era más lejana. No era idiota, estaba seguro que ella le había contado todo y preferí mantener mi distancia.

Al inicio del nuevo curso parece que dije "sorpréndeme", porque muchas cosas pasaron — entre ellas, Hefziba se había vuelto mi tutora — y ella regresó.

Después de la noche del callejón, una nueva esperanza nació en mi pecho al pensar que no iba a ser tan imposible acercarme a la enana y que tal vez Samantha no había abierto la boca.

Con una sonrisa en mis labios, me había encerrado en mi habitación y me tire en mi cama acariciando la cadena rota que había encontrado. Sonreí más con mil ideas navegando por mi cabeza, y por primera vez en mucho tiempo logré dormir tranquilo.

A la mañana siguiente le había escrito a Hefziba, — de una manera muy sutil — que, si le gustaría que pasara por ella, y así no verme como un acosador afuera de su casa, pero su respuesta nunca llegó. Cuando sin razón alguna dejo de ir a la escuela mi mente maquilo mil escenarios catastróficos que me ponían ansioso.

Más de un día me había encontrado a fuera de su casa esperando a que saliera y varias veces toqué a su puerta esperando a que alguien me dijera que todo estaba bien, pero nadie nunca salió. La casa duro vacía varios días y yo sentía que me volvía loco.

«¿Todo bien?» le había escrito. «No te vi hoy por la preparatoria, ¿sucedió algo?»

Sin respuesta, sin leer, sin ninguna ultima conexión cercana que solo hacía que mis nervios se pusieran peor.

Me esta ignorado.

¿Ahora que mierda hago? El no tener acceso a saber que mierda era lo que pasaba solo hacía que mi humor fuera de los mil demonios. Estaba insoportable y me castraba sentirme así. No iba a recurrir a Samantha, eso nunca. Preferí acercarme a Jamie para saber si ella estaba enterada de algo, pero fue inútil porque ni ella ni ninguno de los docentes estaba notificado de nada referente a ella.

Haciendo mi ultimo intento de comunicarme con ella y ahora si pareciendo un intenso, le volví a mandar mensaje.

hefziba_romero

Hefziba, por favor dime que todo está bien.

¿Estás en casa?

¿Qué ocurre?

¿Estás bien, enana?

Solo responde por favor.

Ya sin esperanzas de nada, la notificación de Instagram me sorprendió mucho y de inmediato la abrí al ver que se trataba de ella.

hefziba_romero

Por favor ya déjame en paz.

No te quiero cerca de mí, Aiden.

Déjame de molestar y olvida que esa noche pasó.

No necesito más problemas en mi vida.

¿Qué carajos?

Hice un intento por contestar pero el enojo supero todo y lo mande a la mierda.

Se lo dijo. Sam se lo dijo. No quiere saber nada de mí.

Sentí el impulso de gritar, pero tragué todo. Ella no quería más problemas en su vida, me quería lejos de ella, todo estaba claro. Todo se había jodido.

—¡Puta madre! — estrellé el celular contra la pared y los siguientes días solo hice lo que mejor sabía hacer: desconectarme y mandarlo todo a la mierda.

Fiestas, problemas, drogarme y alcoholizarme hasta perder la conciencia y follar.

Todo eso, en el orden que fuera, ya no importaba.

Al final de cuentas, merecía esos mensajes. Esa noche no significaba nada. Yo no significaba nada. Ella sí, pero yo para ella no.

Así era de sencillo.

Los días pasaron, y con eso la enana volvió. Ver su cara de indiferencia en todas las clases me hacía poner una cara de culo para todo. Más cuando la sombra de un pendejo parecía seguirla por todos lados como su perro guardián.

¿Había regresado con novio? ¿Era eso?

Muy bien Hefziba, no eres la única que sabe jugar a ese juego.

Mi orgullo no iba a dejar pasar nada de eso. Quería ver que tan indiferente era yo para ella y joderla como ella lo estaba haciendo conmigo

Estando fuera de mi mismo varios días ni siquiera me importo mandar a la mierda mi acuerdo al no ir a las tutorías que me habían asignado con ella y comencé a ignorar sus mensajes.

Me mantuve firme en la decisión de no buscarla y provocarla solo para confirmar que tenía razón. Era obvio que la tenía, la enana no disimulaba ni tantito. ¿Estaba decepcionada? ¿Qué mierda quería? ¿Qué la abrazara una vez regresando a clases? ¡Si fue ella la que me mando a la mierda!

Todo iba bien hasta que llego esa fiesta y termine abriendo el hocico.

Crean muy bien cuando dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, porque no hubo un gramo de mentira cuando hasta mi culo le dije que la quería hacer mía.




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N/a: Holaaaa!! *se esconde porque sabe que tiene meses sin actualizar*

¡Por fin un capítulo desde la cabecita de mi consentido!

Sé que no estoy en condiciones de pedir mucho, pero me encantaría que comentaran que les pareció el capítulo.

Han pasado muchas cosas en mi vida, pero ustedes son muy importantes y por eso di todo mi esfuerzo por traerles este capítulo. Sin mentir, desde abril tengo escrita la primera parte, pero hay muchoooo aún por contar, mucho que Aiden tiene que revelar, por eso lo estaba puliendo. Perdón si algunas cosas son confusas, si es así lo editaré o aclararé dudas. Esta es la primera parte de un capítulo, lo antes posible tendrán la parte dos. Estaba dudando si dividir o no el capítulo, pero tan solo lo que hay aquí eran 10 páginas en un Word y no quería que fuera kilométrico y que se perdiera la esencia del capítulo por solo dar pura información (que creo que falle y eso terminó siendo).

Sé que ustedes se merecen lo mejor por apoyarme en todo, y me frustra mucho a lo mejor no darles un buen capítulo, por eso les pido que comenten sus opiniones acerca de todo, de verdad me ayudan mucho a la hora de editar porque lo único que yo quiero es que ustedes están felices y cómodos con lo que estén leyendo. Se merecen una buena historia, prometo dárselas.

De nuevo gracias por tanto, y perdón por lo poco.

Les amo💚

-A. R.

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