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🌹CAPÍTULO 36🌹

Advertencia de contenido sensible: ataques de pánico/autolesiones.

🌹Hefziba🌹


A veces la vida parecía odiarme.

Gruñí cuando sentí las primeras gotas de lluvia mojarme la cara y maldije por lo bajo al ser algo que me tenía que venir pasando a mi.

¡Vaya suerte!

Me abrace a mi misma mientras caminaba por la banqueta de la calle y apresure un poco mi paso en un tonto intento de no mojarme más, siendo que para ese punto estaba empapada.

Parecía que el cielo se iba a caer. A los pocos minutos de empezar, las calles ya estaban encharcadas. Las nubes negras cubrieron todo el cielo, y la atmósfera se comenzó a oscurecer.

Esto no me estuviera pasando si me hubiera quedado en casa.

Lo pensé pero no hice nada para regresar. No ahora que estaba por llegar.

Mi cuerpo tirito. Sentía los dedos congelados, y muy seguramente debía parecer una rata empapada en estos momentos. Podía sentir como la cortina castaña de mi cabello se pegaba a mis mejillas y como otros cuantos cabellos se metían a mi boca gracias al viento.

Los escupí y seguí caminando.

Esto debía de ser una completa locura. Es decir, ¿algo aquí iba a valer la pena o solo era un acto estúpido que estaba cometiendo? No lo sé. Pero al parecer el universo se encargó de responderme a los pocos minutos que esa pregunta se formuló en mi cerebro. De la peor manera, pero respondió.

Caminé unos metros más sin saber que es lo que iba a encontrar en aquella casa. Recordaba un poco el camino de aquella noche que lo habíamos venido a dejar cuando estaba muy ebrio y varias imágenes regresaron a mi.

Al parecer, se había quedado grabada en mi cerebro. Ya ni siquiera trataba de olvidarla y dejaba que se reprodujera con completa libertad en mi cerebro cada que el pensamiento me llegaba.

Aquel baño, sus labios, lo que estaba sintiendo.

Lo delicioso que se habían sentido sus labios aquella noche, sus caricias y todo su cuerpo sobre el mío.

Todo se quedó grabado.

Todo lo que causó...

Admitir lo que provocaba en mi cuerpo me avergonzaba un poco, y me conflictuaba la manera en la que deseaba que se repitiera.

«—No te vayas...
—No lo haré—vuelvo a mentir viendo como se aferra a esa almohada y de nuevo me acerco.
—Hefziba...te necesito...—»

Mi corazón se contrajo al recordar su voz. Deseaba tanto haberme quedado de verdad. Una noche con él, poder acompañarlo y no pasarme pensando lo que pudiera haber pasado.

«—Siento que no puedo respirar...—jadeo sintiendo que todas mis emociones se intensifican.
Su pulgar acaricia mi mejilla y luego mis labios. Sin ni siquiera poder responder algo más, siento como se viene contra mi y une nuestros labios.
...
—Eso es lo mismo que yo siento cada vez que te miro, enana —susurra cerca de mis labios, manteniendo me en mi lugar»

¿Lo que sientes?

Joder Aiden Hale, ¿qué es lo que sientes.

Un trueno me regresa a la realidad y apresuro un poco más mi paso, sintiéndome levemente alterada por el ruido y por mis pensamientos.

¿De verdad Aiden siente algo por mí? Hasta la voz de mi cabeza parecía sonar emocionada.

Niego abrazándome con más fuerza a mí misma y camino con determinación hacia el lugar donde creía que iba a encontrar la respuesta.

Porque por eso había venido aquí. Por fin quería tener una respuesta después de todo este tiempo. Entender el porqué de tantas cosas, y saber qué significaba todo lo que Aiden nunca terminaba de decir. Todo aquello que se guardaba, todo lo que ocultaba de mí y me llevaba a la frustración.

Quería tener por fin todas las piezas y entenderlo. Saber qué significaba todo esto en realidad. Quería su honestidad.

¿Confío en él? Muy para mi desgracia, sí. Lo que le dije hace un rato era real. Y por primera vez en mi vida—en donde quería aferrarme a algo más que a los medicamentos—había decidido aferrarme a eso.

No a Aiden, claro que no.

A lo que siento y el como ese sentimiento me mantiene más viva. Cuando estaba muriendo, muchas veces me encontré a mí misma aferrándome a muchas cosas para sobrevivir. A Mario, a mis amigos y a la idea que yo no podía morir después de la muerte de mis padres. Como si el tenerlos muertos y ser la última de la familia generara una responsabilidad para seguir intentándolo.

Por muy estúpido que suene, eso fue lo que me mantuvo con vida los últimos años. Y ahora que eso ya no iba a suceder, la costumbre de querer tener una razón para lograr algo seguía apegada en mis pensamientos.

Créeme que cuando pasas la mitad de tu vida esperando que la muerte llegue, es muy difícil cambiar tu forma de pensar de un día para otro. Sí, hay nuevas perspectivas y más enfoques de las cosas, pero no todo cambia con tanta facilidad. Todo lleva tiempo.

Y aunque al principio fuera difícil de asimilar, ahora tenía tiempo, y aunque no quisiera decirlo en voz alta—ya que a mi orgullo le pesaba que todos tenían razón y que ahora tenía esperanzas—, sentía algo en mi interior, una chispa, algo impulsivo y tentador que quería intentar de todo.

Como terminar aquella lista que Damián había encontrado arrumbada entre mis cosas. Sabía que tenía razón y ahora podía cumplir todo eso antes de ir a la universidad. Tenía que hacerlo lo antes posible, no quería más tiempo que perder. Algo en mí actuaba como si quisiera recuperar todo el tiempo perdido.

No sabía si iba a poder recuperarlo, pero por algo se empieza, ¿no?

Como un bebito debía de aprender a cambiar. Paso a pasito. Con una ilusión llenándome el pecho.

Por eso estaba aquí, por mis sentimientos y por el rumbo de mi situación. Sino seguiría encerrada en mi habitación y no estaría haciendo nada de esto.

Eso hubiera estado mucho mejor.

Porque sí, las ilusiones nos llevan a tomar impulsos y  hacer cosas que tal vez no nos atrevamos a hacer del todo porque nos parecen una locura. Y a veces está bien, pero a veces los impulsos nos hacen caer con tanta fuerza hacia el vacío, que cuando tocas fondo todo tú se rompe.

En mil pedazos.

Pero nunca sabemos cuando ese impulso llegará. Simplemente pasa. No me creía lo que estaba haciendo justo ahora. Venir a buscarlo, caminar de bajo de la lluvia ¿para encontrar qué?

Millones de escenarios llenaban mi cabeza y una extraña emoción me inundaba el cuerpo al tenerlo relacionado con todo esto a él. Ideas buenas y malas chocaban contra mi, el si invitarme terminaría siendo algo bueno, o solo se trataba del mismo trato que le daba a otras chicas.

Aunque bueno, a mí me estaba invitando a su casa, ¿no? No me follaria en una fiesta o en algún lugar público y cualquiera. Qué bueno, no es como que vayamos a follar ahorita, ¿o si? ¿De eso se trataba? No. Había algo más, así lo sentía aunque mi cerebro fatalista quisiera hacerme ver otras cosas. Había algo más.  Me estaba invitando a su casa, ¿cuantos chicos que te buscan solo para un rato te traen a un lugar tan privado como lo es su propia casa?

Dios, sueno tan patética. No sé ni qué carajos pienso, solo quiero saber de una vez por todas que es lo que va a pasar.

La incógnita comía mi cabeza y las ansias alimentaban mi cuerpo. Mis pies caminaban por sí solos.

Todo se sentía tan surreal.

Ojalá hubiera tenido la fuerza para controlarlos y detenerlos. Ojalá no haber salido nunca esa tarde de mi casa y haberme quedado oculta bajo mis sábanas.

¿Por qué?

Porque dentro de esas cuatro paredes y de mi comodidad, el golpe que se aproximaba no me hubiera derrumbado hacia el vacío. 

Ni me hubiera hecho sentir rota en mil pedazos.

Suspiré.

¿Alguna vez han sentido como todo tu mundo se detiene?

La sensación de perdida. Una llena de un completo vacío de confusión. De sentir que no perteneces a esa realidad. Que eres un espectador más, que en realidad no está presente.

Así me sentía yo en estos momentos y me quedé petrificada.

El frío era lo único que me mantenía consiente en estos momentos al igual que ese pinchazo que sentía que iba abriendo una nueva herida, destajando mi corazón, confirmándome que lo que presenciaba era una realidad.

«—De verdad Hefziba, ¿Que es lo que le ves?—ella había dicho»

«—Es un patán, ¿Acaso no te das cuenta?—su voz algo chillona me había preguntado»

«—Eres mi amiga, pero de verdad no comprendo lo ciega que debes estar para que te guste ese idiota».

«—Se que te gusta y eres mi amiga. Pero de verdad no comprendo».

Su voz.

Sus palabras.

Todo lo dicho durante años comenzó a repetirse por mi cabeza una y otra vez, sin lograr tener ningún sentido ni conexión con todo lo que estaba sucediendo frente a mis ojos.

Aiden y ella...

Sus brazos rodeándolo y su boca cubriendo la de él mientras lo acercaba más a su cuerpo.

¿Que carajos?

Abrí mi boca sintiendo que el aire ardía en mis pulmones y los mire hasta que sentí que mis ojos se pusieron vidriosos.

No la estaba alejando. ¿Por qué... por qué no la quita? Él y ella... ¿cómo? ¿Desde cuando? ¿Porque con ella? ¿Porque con él? ¿Qué demonios estaba pasando?

Mis ojos escocieron y la cabeza me palpitaba tanto que sentía que iba a explotar. Las rodillas me fallaron haciéndome tambalear hacia atrás hasta chocar con algo duro en mi espalda.

—¿Hefz?— su voz sonó tan alejada y el pitido en mis oídos creó un eco que apenas la pude distinguir.

Estaba empapado, ¿había venido caminando también? ¿Me siguió todo este tiempo?

Lo mire y ni siquiera me importó que carajos hacia aquí. Mi cerebro está tan ocupado colapsando que ni siquiera pensó en insultos por haberme seguido. Al contrario, una minúscula parte se sentía agradecida.

Sentí como colocó sus brazos sobre los míos como si tratara de colocarme en el espacio tiempo pero era inútil, no lograba conectar. Algo en mi estómago se revolvió, y sentí unas ganas exageradas de gritar y llorar. Sentí algo asqueroso dentro de mí que no sabía cómo explicar, pero era algún tipo de mezcla de decepción, coraje y desilusión.

La bilis subió por mi esófago y me creí capaz de vomitar en cualquier momento. No sabía con exactitud qué cara estaba poniendo, pero Damián se veía realmente preocupado y más pálido de lo normal.

¿Que sucede Hefziba? ¿Estás bien?—sentí como mi labio tembló y no pude responder—Hefziba, ¿qué sucedió?—su voz era desesperada, trate de decirlo pero intentar formularlo con palabras se sentía como un cuchillo atravesando mi garganta.

Abrí mi boca una y otra vez en un estúpido intento de encontrar mi voz, pero nada salía. ¿Porque no podía hablar? ¿Porque carajos no podía mentirle como siempre lo hacía cada que alguien me preguntaba si están bien? ¿Porque ahora me estaba resultando tan difícil?

Alcancé a notar como miró detrás de mí observando la escena que ellos de seguro estarían dando, pero en cuestión de unos segundo me desconecté y en cuestión de otros todo se fue a la mierda.

—Hay que salir de aquí Hefz—pasó su mano detrás de mí y me sujetó por la espalda. Lo agradecí internamente porque me conocía y sabía que pronto iba a colapsar.

Corrió conmigo bajo la lluvia y con cuidado me subió al auto. Estando dentro sentí que verdaderamente la vida debía odiarme. Las gotas de lluvia chocaban contra el parabrisas creando una atmósfera desolada y fría.

Si me encontrara en mi habitación y no sintiera que el corazón se me rompe en el pecho, seguramente la disfrutaría, pero en estos momentos se sentía como si una fuerza mayor se estuviera burlando de mí.

Damián subió al auto y prendió la calefacción.

—Toma—lo vi sacar una gabardina color esmeralda de los asientos traseros, que después se aseguró de colocar sobre mi cuerpo empapado—. Joder Herziba, estás helada—tirite y me hice más pequeña.

Su voz sonó vacía de cualquier tipo de burla y una preocupación invadió sus facciones hasta que arrancó el carro y empezó a conducir.

Mi cuerpo entero titiritó. Podría jurar que mis dedos no funcionaban por lo congelados que estaban, pero me di cuenta que lograban su función cuando clavé los uñas en mis piernas y brazos intentando liberar la comezón que había inundado mi cuerpo.

Respirar me dolía.

Era tan jodidamente doloroso que causaba estragos en mi, haciéndome caer en esa vieja manía que había logrado dejar atrás estas últimas semanas. Mis uñas abandonaron mis extremidades y dibujaron el ancho de mi pecho una y otra vez con coraje y con desesperación.

Quería abrirme el pecho. Permitirme respirar con tranquilidad. Que todo dejara de doler.

El toque delicado y pausado de unos dedos largos y delgados llamaron mi atención y una clase de vergüenza que nunca antes había sentido se hizo presente en ese momento.

—No Luna, por favor—me miró suplicante y no supe qué responder.

Sintió el temblor en mis manos y asentí lentamente en un intento por controlarme aunque ni yo sabía por cuánto tiempo más iba a lograrlo.

Me sentía en una especie de trance que sabía que en cualquier momento iba a acabar y no me encantaba la idea de que Damián presenciara todo eso.

Minutos después llegamos a mi casa. Apagó el auto y subió conmigo a mi habitación. No quería mencionarlo pero tuvo que tomar mi mano en todo el recorrido para que no volviera a hacerme daño. Sabía que él no lo comprendería, pero esa era mi única manera de mantenerme consciente cada que un ataque llegaba. El dolor que me causaba me mantenía apegada a la realidad por lo que sentía. Aunque para este momento, lo único más fuerte que me tenía sujeta en este momento, era la extraña sensación de tener sus largos y delgados dedos entrelazados con los míos.

Cerró la ventana tras de mí y la cubrió con la cortina. De pronto me soltó y mi habitación comenzó a sentirse cada vez más alejada de mí cuando él se alejó.

Damián desapareció por lo que me pareció una eternidad que permitió a mi cerebro echarse a andar con todos los pensamientos que mi trance había estado ignorando.

Cuando regresó pude verlo cubierto de toallas y con un ceño fruncido en su rostro.

—¿No me escuchaste? Joder, tienes que ponerte la cánula—se apresuró hasta mí y la colocó con cuidado en mi rostro al mismo tiempo que colocaba las toallas sobre mi cuerpo en un intento por secarme. Cerré mis ojos y me permití sentir el aire prestado que subía por mi nariz.

Respirar un poco se sentía delicioso. Abrí un poco mi boca y relamí mis labios partidos haciendo que el escozor me molestara un poco. Mire sus ojos y noté como un nivel de preocupación disminuyó de su mirada.

—Debes ducharte Luna, ya puse a el agua tibia.

Sabía que no se trataba de un regaño pero no pude evitar sentirlo así. Tenía todo a flor de piel.

Mordí el interior de mis mejillas cuando él no dejo de mirarme y bajé mi mirada sin poder cargar con el peso de la suya. Él no lo dejo pasar y me hizo volverlo a mirar.

—Mi Luna, ¿qué pasa?—lo dijo tan bajito como si temiera que con su voz me lastimaría. Sus dedos, que estaban igual o más helados que los míos me tomaron del rostro, pero ya no pude aguantar más.

Al encontrarme con sus ojos aguamarina no pude controlarlo más y colapse.

—Yo...—abrí mi boca para intentar dar una explicación pero lo único que salía de mi boca eran balbuceos y palabras ahogadas mezcladas por mis lágrimas.

Me indicó que siguiera pero era tan difícil de hacer porque sabía que si lo decía en voz alta se hacía más real.

—Ellos...

Era lo único que lograba decir cuando en realidad en el fondo quería gritar por lo que estaba pasando.

Él y ella se estaban besando. Aiden y Sam. Mi mejor amiga y el chico de mis sueños. El chico en el que había decidido confiar, darnos una oportunidad.

¿Porque? ¿Porque me estaban haciendo eso?

De pronto un click sonó en mi cabeza y muchas cosas comenzaron a conectar.

Como ella parecía saber cosas que nadie más sabía y como él la ubicaba de algún otro lado.

Como ella sabía llegar a su casa.

Como él preguntó por ella aquel día.

Todo este tiempo ellos habían tenido algo.

Yo solo era un juego para los dos. Los dos se habían estado divirtiendo conmigo.

Todo a mi alrededor comenzó a hacerse pequeño y lo único que tomó fuerza fue el ardor incesable en mi pecho. Y no por lo metafórico de un corazón roto. No. No podía respirar. Mi garganta se estaba cerrando y no podía respirar.

Luna joder, respira...solo respira...respira por favor—la preocupación y desesperación cubrían sus palabras en un eco que cada vez se hacía más profundo.

Comencé a sentir como si me abrieran el pecho con las manos y mis extremidades de pronto habían comenzado a cosquillear y temblar.

La cánula me estaba dejando de funcionar.

Mi garganta cerró el paso del aire a mis pulmones y aferré mi mano al brazo que me ofrecía Damián a mi lado.

—¡Puta madre! ¿Y tu inhalador?—se quejó a lo lejos mientras movía cualquier cosa que le impidiera el paso a la búsqueda de aquel objeto.

Traté de contestar pero esta vez ni siquiera un balbuceo salió de mi boca. Estaba asustada y la cara de Damián me aseguraba que él lo estaba más. Lo vi tomar su celular y hacer unas llamadas, pero nadie contestó.

—¡Joder, Ana, contesta el maldito teléfono!—froto su cabeza con frustración, hasta que a la tercera llamada su celular sufrió las consecuencias cuando lo lanzó contra el piso. Se vino contra mí en el piso y volvió a tomar mi rostro haciendo que lo mirara—Por favor Hefziba, necesito que respires, por favor, sé que lo puedes hacer. Enfoca tu cerebro, piensa en algo que te distraiga por favor.

Todo a mi alrededor, excepto él, se movió y me aferré de nuevo a su cuerpo, cual ancla de un barco aferrada a la tierra en una noche de tempestad.

Era un ataque de pánico, él lo sabía, yo igual, pero mi cerebro no dejaba de pensar y no lo podía detener.

Ellos estaban juntos...

Llevé una mano a mi pecho para sostenerlo pero el pánico hizo lo suyo al convencerme de no poder respirar más.

De seguro lo estaban haciendo.

—Dime que ves—su orden sonó alterada mientras mis uñas se clavaron en su brazo—mencioname algo que que veas al rededor.

—No...no pue-puedo—mi voz sonaba débil mientras de la misa forma en la que comencé a sentirme yo.

—No luna, si puedes—. Intenté hacerlo, de verdad, pero por más que traté, termino siendo algo inútil.  Mire sus ojos e hiperventilé. Enfoqué sus ojos, sus pestañas, las largas y tupidas pestañas que enmarcaban su sus ojos.

El color de ellos.

Di un respiro apresurado pero seguía sin obtener paso a mis pulmones.

Debe de estarle haciendo todo lo que quería que me hiciera a mí.

Lunares, tiene lunares.

—Luna...—entreabrí mis labios para contestarle pero me llamó más la atención como él los miro de pronto al acercarse.

Todo sucedió tan rápido.

—Joder, lo siento—hipee sin comprenderlo y fruncí un poco las cejas al no obtener explicación.

Las pecas que danzaban delicadamente sobre su piel, y sus labios rosados fueron lo último que percibí  justo antes de que su firme agarre en mi cuello hiciera que el tiempo se suspendiera por completo.

Fue en ese momento que todo cambió y lo comprendí.

Cuando sus suaves y fríos labios se encontraron con los míos, deteniendo mi mundo por completo.











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N/a: ¡Feliz navidad atrasada tamalitos! ¿Cómo han estado? Espero que muy bien.

¿Que les pareció? Yo llevaba capítulos diciéndoles que esto se iba a descontrolar y lo hizo jeje. ¿Que opinan de todo? ¿Se lo esperaban? Siento que algunxs si se lo esperaban, pero quiero creer que esto los tomó por sorpresa.

Dios mío, ese final, ¿les gustó? Ya les tocaba algo a mi querido team Damián y me encantó escribirlo, disfrute muchísimo de escribir a este Damián. (El gif representa un poco de como me imaginé ese beso en mi cabeza).

Me gustaría mucho que fueran respetuosxs con todo lo sucedido en el cap, quiero decir que nada está puesto porque si aquí, y todo tiene una explicación que poco a poco se irá explicando y se irá tratando con calma.

Espero que les haya gustado mi regalito para cerrar el año, llevaba días haciendo correcciones porque no llegaba a un resultado que me gustara, pero ahora me siento conforme y me gusta, espero que a ustedes también.

Me encantaría leerlos.

Les amo💚

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