🌹CAPÍTULO 22🌹
🌹🌹🌹
Nunca me había considerado una persona débil.
Bueno, tal vez sí. Un poco.
Me sentía débil en el aspecto de mi enfermedad. Tanto física como mentalmente, había veces en las que me sentía muy débil y sin ánimos. Eran de esas veces en las que te sientes débil aunque no hayas hecho ningún esfuerzo físico, como si solo tu cerebro se hubiera ido a descansar.
En donde tu mente esta tan agotada que parece que toda la energía de tu cuerpo lo ha evacuado. Como un colador, que por más que lo llenas de líquido, siempre se termina vaciando.
Si existiera un concurso de fuerza cerebral o mental, como quieran decirle, podría asegurar que así como mi debilucho cuerpo, mi cerebro y toda la fuerza de él, sería del tamaño de una nuez, pero no de las grandes, que suelen comer las ardillas, sino esas pequeñitas, del tamaño de una almendra, que sueles comer cuando estás a dieta.
¿Como podría cansarme de solo existir? Eso ni siquiera tenía sentido.
¿Como podía pasar todo un día en mi cama, sin hacer nada y estar descansando, para que mi cuerpo se sintiera exhausto y como si hubiera corrido un maratón?
Había visto una película de dibujos animados en donde las emociones de nuestra cabeza son pequeñas personitas habitándola; estaba alegría, furia, miedo, desagrado y tristeza.
Siendo esta última la que causaba el mayor problema en la trama, ya que "arruinaba" las burbujas de pensamiento de la mente de Riley, y todo se salía de control.
Tenía una bonita enseñanza; no todos los recuerdos tienen que ser completamente felices y bonitos, para ser un lindo recuerdo.
Esta bien ser feliz, esta bien enojarte, esta bien estar triste, sentir desagrado o miedo por ciertas cosas o experiencias nuevas. Los diferentes tipos de emociones que sentimos son las que hacen que un momento sea memorable. No recuerdas exactamente lo que pasó, recuerdas perfectamente lo que sentiste, lo que tu cuerpo experimentó en ese momento, y eso es lo que hace que quede en tu corazón, grabado como un cassette.
¿Que si que tiene que ver esa película con como me siento?
Bueno, porque parece que la desgraciada de la tristeza era la única que habitaba en mi ya agotado cerebro.
¿Recuerdan cómo se movía arrastrando los pies y como esa pequeña nube de lluvia la seguía? Bueno, esa es la representación gráfica de como se siento los siete días de la semana, las veinticuatro horas, durante doce meses y toda mi vida. ¿Dónde estaba alegría? ¿Dónde estaba el enojo? ¿Dónde está desagrado?
Bueno, esos últimos dos creo que soy yo.
Mi conciencia farfulla, y me hace blanquear los ojos por su comentario.
A todo esto, puede que me considere un poco débil en general por todo lo de mi situación.
Pero algo que no podía tolerar, es que alguien creyera que yo era débil.
Eso iba en contra de todo lo que había trabajado y en lo que me había esforzado por hacer creer a las demás personas que no me sucedía nada. Había trabajado demasiado para que las personas no lo notaran, que no me vieran así, y no podía permitir que alguien pensara de esa forma de mi.
Sabia que la señorita Evans no lo había dicho con sus propias palabras directamente. Pero con decir que no me había podido hacer cargo del idiota de Aiden, me pegó en mi ego y orgullo—si es que tengo un poco de eso—. La cosa es que me indignó y no podía dejar de pensar en eso por el resto del día.
Todas mis clases transcurrieron con esos pensamientos, ¿se habría dado cuenta que en realidad era débil? ¿Ella pensaba que lo era? ¿Lo había hecho a propósito solo para demostrarlo?
¿Era lástima lo que veía en sus ojos? ¿Acaso me veía como algo dañado e inservible o que rayos era lo que pasaba?
Recuerdo su mirada también el otro dia cuando me dijo que sería su tutora y yo estuve a punto de decir que no. Esos ojos color miel acusatorios que me escaneaban completa en busca de un fallo.
Ella creyó que yo no iba a poder con Hale.
Y así fue, no pude.
¡Maldición! Debía hacer algo al respecto. No podía volver al mismo lugar, no quería levantar sospechas, debía ser como cualquier otra chica sin miedos y normal, que no tiene ningún problema en impartirle clases a un chico molesto y estúpido como Aiden Hale.
¿Pero ahora como? Ya no soy su tutora.
Aiden dejó muy en claro que no quería que fuera su tutora. Y el muy maldito se atrevió a decir que era mi culpa. ¡Ja! Hombres, siempre tan estúpidos y prepotentes que solo piensan en ellos. ¿Cómo podía ser capaz de mentir de esa manera? Había sido capaz de perjudicarme solo para salvarse su pellejo.
Y luego venir a mí con su discursito estúpido de que yo soy la que complica las cosas. Él no es mas que un mentiroso, un maldito mentiroso que oculta algo y por eso se emborracha y se mete cosas hasta perder la razón. Yo no tengo la culpa de que sea un farsante, todavía me debe una por haberme dejado plantada y por mentirme. Juro que si lo vuelvo a ver... hare que se arrepienta.
—¿Ah si? ¿Según tu, que harás?—escucho a la pequeña voz de mi conciencia.
Yo...yo... no lo se. Algo se me ocurrirá, le mandare a Ludo para que le de una lección.
—¿A Ludo? ¿Con la que no te hablas?
Cierro mis ojos frustrada y maldigo al recordar que es verdad.
Cuando digo que no es mi día, créanme que no exagero. La hora del almuerzo con los chicos fue lo mas incomodo de todo el mundo, había demasiada tensión entre Evan y yo, Ludo y yo, Ian y yo, y entre ellos dos. Ni siquiera disfrute mis fresas con yogurt y termine arrojándolas a la basura cuando el almuerzo termino.
No tuve el valor de ver a Ian a la cara, sentía que hasta con el más ligero contacto de nuestros ojos, él iba a saber la verdad, esto sin dudas estaba mal. No me gustaba guardarles secretos a ellos, no a ellos que son los que saben todo de mi, los que sin dudar me apoyan y están para mi, a ellos nunca he querido ocultarles nada, hay cosas que si me guardo para mi solita, pero esto se podía salir de control.
Tenia que hablar lo antes posible con Ludo para que me explicara que es lo que esta pasando con mi vecino, pero al mismo tiempo no quería hacerlo porque tenia miedo. Ian es muy inestable, después de todo lo que había pasado no quería que se pusiera mal o cayera en lo mismo. No sabía cómo iba a reaccionar ante un corazón roto o alguna traición. O peor aún, de tan mal que están las cosas y tan confusas, ni siquiera sabía que ocurría entre Ian y ella. Esto estaba peor que un examen de matemáticas, sentía que el cerebro me iba a explotar.
—¡Mierda! Todo esto es un desastre—me queje en voz alta.
Dejo caer mi mochila a un lado de mi, y me recargo en la primera superficie plana que encuentro en mi camino.
—Vaya, parece que alguien tuvo un mal día.
Escucho esa voz molesta y es cuando me doy cuenta que mis pies se arrastraron con lamento hasta llegar al estacionamiento, encontrándome con el zángano recargado en mi coche.
—¿Algo que contar, Luna?—se dio media vuelta con esa sonrisa cínica bailando en sus labios.
Me separe de la pared y lo mire con desprecio, mientras me acercaba un poco.
—No me digas así—lo mire con mala cara—y no, nada que te interese.
Me regrese un poco hacia donde había estado y recogí mi mochila de mala gana para subirme al vehículo.
—En eso tienes razón, no me interesa—se rió con la nariz, dejando claro su tono de burla.
Como costumbre desde que lo conocí y cada que hacia un comentario, blanquee los ojos. Hice un intento por abrir la puerta de mi lado pero esta no dio de sí ya que al parecer tenia el seguro puesto. Mire de nuevo a Damian y vi que dibujaba una sonrisa de burla en su rostro, mientras sus labios sostenían un pequeño cilindro de papel en ellos.
Con todo mi mal humor ni siquiera me había dado cuenta de que estaba fumando.
—Ábrela—ordene intentando abrirla de nuevo. Me ignoro—Damian, ¡ábrela!—insistí pero este ni se inmuto al darle esa larga calada a su cigarrillo—. ¡Damian!
—¿Ahora que quieres?
—¡Que la abras!
—No escuche las palabras mágicas, luna—se ríe cínicamente, aplastando con sus labios ese cigarrillo humeante.
—Púdrete—bufe molesta.
—¿Entonces te iras caminando?—cruzo sus brazos sobre el techo de auto y como un niño (un niño muy malvado), me mira fingiendo ternura.
Inhale profundamente e hice lo posible para ya no faltare al el respeto. Esto era hostigante y eso que apenas era el primer día, si esto seguía así, preferiría mil veces tener que conducir yo, antes de venir con él.
—¿Puedes abrir la puerta..—me miro con atención—..por favor..?
—Que educada—se mofo con sarcasmo y con la llave apretó el botón y quito el seguro de mi puerta.
—Podrías no ser tan cínico—lo miro sin ninguna expresión en mi rostro.
—Y tu no tan grosera—lo dice igual que yo.
Touche.
Sin ninguna otra replica posible que haga que su comentario no suene mejor que el mio, digo lo único que se me ocurre y lo primero que pasa por mi mente al verlo dar otra calada.
—¡Deja de fumar!
—¿Que?
—Que dejes de fumar—insisto sintiendo como mi voz se escucha menos valiente.
—¿Desde cuando tú me dices que es lo que tengo que hacer?—para dejar claro su punto, dio otra calada y dio dos golpecitos al cigarro para dejar caer lo que ya estaba quemado.
—Fumar es asqueroso—dije lo primero que se me ocurrió—. Contaminas el ambiente, se ve mal y además dañas tus pulmones—baje un poco mi tono de voz a uno más tranquilo para que viera que hablaba enserio—no sabes lo horrible que se siente no poder respirar—jugué con mis manos sobre mi estomago y espere que esta farsa de hacerme la mártir, funcionará—lo desagradable que es tener que sentir como se cierran tus pulmones...
—Sí, sí—me interrumpió—muy bonito tu discurso, Hazel Grace, pero ya vi la película y me aburrió, de hecho por ese discursito estúpido la dejé de ver— tiro la colilla al piso y la aplastó con su pie—. Ya súbete al auto, en un momento nos vamos.
Me quedé en blanco y lo mejor que pude hacer fue meterme en el auto.
Sentía que—como en una caricatura animada—echaba humo de las orejas por el coraje. Es un cínico, un idiota y un mal educado.
Me agrada.
Cállate maldita conciencia. ¿Que no ves que solo nos humilla?
Se quedó a fuera por alrededor de unos cinco minutos no haciendo nada y lo agradecí mentalmente porque sabía que si se metía al auto al mismo tiempo que yo, no duraría ni dos minutos sin insultarlo y decirle sus verdades.
¿Porque tenía que pasarme esto a mi? ¿Que castigo estaba pagando?
La tensión se podía cortar con un hilo al volver a casa. Regresamos en completo en silencio y cada uno metido en sus mundos. Lo agradecí, así no tenía que escucharlo pero eso de algún modo hizo todo más incómodo.
—¿Que tal tu día?—la voz de Ana fue lo primero que escuché al cruzar la puerta—¿Como te fue con Damián?
Pésimo. Fue un día pésimo. Perdí mi tutoría, quedé como una inútil, el zángano no para en hacerme enojar y no se que demonios pasa con el idiota de mi clase.
—Bien, fue muy normal y aburrido.
Voy a la cocina directo por un vaso de agua y me recargo en la encimera dejando que el agua pase por mi garganta y apacigue el coraje que siento en mi interior.
—Cuéntame más—insistió como una niña pequeña—¿Damián y tu son amigos?
Me le reí en ma cara por el comentario tan erróneo que había hecho. No intentaba ser grosera pero estaba claro que Damián y yo nunca podíamos ser amigos y nunca estaríamos en paz.
Él no deja de molestarme y yo no le daré mi brazo a torcer cada que él quiera.
—¿Que es tan gracioso?
—Nada—le respondo borrando la sonrisa—, no hay nada más que contar, Ana, fue un día super aburrido y las cosas con Damián siguen igual. Esto fue una terrible idea—susurro lo último bajito para que solo quede entre mi.
—Es una pena, sé que ustedes dos serían grandes amigos—lo dice con lástima.
—Si claro—el sarcasmo inunda mi voz—. Me iré a mi cuarto, tengo mucha tarea y deberes que hacer.
Me sonrió antes de pasarle a un lado y comencé a subir las escaleras.
—¿Oye Hefz?—su voz se escuchó nerviosa.
—¿Si?—voltee a verla.
—Hablaron del hospital...—ya sabia a donde iba esto y lo comprendí—por fin ya tienen tus resultados. Debemos ir mañana a que los recibamos.
Wow.
Con tantas cosas que había pasado, sentía que tenía meses que no iba al hospital siendo que solo habían pasado unas semanas.
Aquella tarde en la que Aiden me había salvado se veía tan lejana y hasta inexistente. Habían sucedido tantas cosas en tan poco tiempo, que aquel miedo que me habían desbloqueado los asaltantes había estado oculto otra vez sin atormentar me.
Lo agradecía ya que sentía que otro trauma ya no podría caber en mi cerebro. Había estado tan enfocada en esos chicos molestos y hasta había salido a una fiesta sin que nada y ningún miedo me estuviera molestado. Hasta había dejado de tener pesadillas, ya no eran tan recurrentes y podía dormir en paz algunas noches.
Volver al hospital...
Solo iban a ser unas horas, pero aún así esos lugares seguían sin gustarme. Pensar que aquella tarde conocí a Damián sin querer, desde el inicio fue un malvado, y si me hubieran dicho que aquel chico molesto con el que me tope, era el que no le había importado meterse a una casa ajena solo para salvarme la vida, créanme que no lo hubiera creído. Pensarlo ahora y de esta manera se me hacia imposible.
—¿Mañana a que hora?—hice todo mi esfuerzo por sonar normal.
—Después de la escuela—hizo un intento de una sonrisa, pero al final solo fue una línea recta con sus labios.
—De acuerdo, llegaré lo antes que pueda.
—Esta bien.
Sin nada más que decir ninguna de las dos, ella continuó con su día dejándome en la escalera. Me senté en uno de los escalones y aquello que había dicho seguía dando vueltas por la cabeza.
No era una cita con los médicos y no era una recaída. Solo eran mis resultados, lo que me preocupaba más ya que no sabía que podía encontrar o si había mejorado o empeorado.
Tantas cosas llegaron a mi cabeza y jugué con mis dedos para distraerme, mientras repasaba mentalmente que todo iba a estar bien. Me había sentido mucho mejor estos días y según me decían todos, no me habían visto tan animada desde hace mucho tiempo. Era tonto, seguía siendo yo, la misma Hefz con su carácter horroroso, aunque se sentía diferente. Todo se había sentido diferente desde la fiesta en casa de Sam.
Nunca pensé que hablar de lo que había sucedido con Evan, con los chicos podría quitarme tanto peso de encima. Peso que ahora se había convertido en incomodidad entre todos y él, y esas represalias me preocupaban.
Seguía en el escalón y con mis dedos entrelazados hasta que un ligero golpe en mi espalda baja me hizo quejarme.
Voltee hacia el responsable del golpe y me encontré en la alfombra del escalón un pequeño auto rojo de colección, que sabía muy bien de quién era.
Seguí camino arriba el pequeño camino que dejaba la pista de carreras de mis hermanitos hasta llegar a la puerta de su habitación.
Quejas, gritos y lo que parecía sonar un golpe se escuchaba detrás de la puerta de madera.
—¡Es mi turno!—se quejo una pequeña voz.
—¡No, dejamelo a mi!
—¡Eres un tonto!
—¡No, tu eres un tono!
Abrí la puerta de su cuarto con un poco de miedo de que se estuvieran lastimando y encontré a uno jaloneando a otro de sus brazos, peleando por un carrito de color rojo.
—¡Es mío!—Tyler grito mientras empujaba a Taylor.
—¡Que no! ¡Es mío!—él le respondió mientras se defendía del ataque de su copia viviente.
—¡Deja, damelo!
—¡No! ¡Tu damelo!
—¡Que no!
—¡Que si!
Aunque es la pelea más tierna que he visto en toda mi vida, tenía que detenerla porque sabía que si seguían así se podían hacer daño.
—¿Esto es de ustedes?—me hice notar alzando el carrito que me había golpeado la espalda, entre mis dedos.
Ambos me miraron maravillados al voltear hacia mi y corrieron en busca de un abrazo.
—¡Hefz, llegaste!—dijeron ambos al mismo tiempo, llevando sus bracitos al rededor de mis inexistentes caderas.
—Hola clones, ¿qué estaban haciendo?—me incline para devolverles el abrazo y sonreí de una manera muy especial al sentir el cariño que sus pequeños cuerpos me brindaban.
—Taylor me quitó mi carrito—Tyler al parecer no se pudo callar más.
—Eso no es cierto, es mentira, el tomo el mío—mire los ojos color miel de Taylor y no podría estar más divertida con esta situación.
—¿Esto no es suyo?—volví a alzar el carrito ya que no parecieron verlo la primera vez que lo alcé.
Sus ojitos parecieron brillar en adoración y ambos se dedicaron una mirada de estar apenados. Bueno, más bien, Tyler de dio esa mirada a su hermano.
—¡Ves! Te lo dije—Taylor le soltó un golpe en la nuca y este solo se sobó.
—¡Ey! No le pegues—le pedí—siempre cometemos errores, pero no le tienes porque pegar.
—Lo siento, no quería hacerlo, pero él me quería quitar el mío—Taylor bajo su cabecita y tomo su brazo con su mano, algo nervioso.
—Fue un error, Tyler no lo quería hacer con esa intensión, pensó que era el suyo, ¿verdad Ty?—lo mire y este tenía sus ojos brillosos haciendo que en un rápido movimiento, lo abrazara y le hiciera mimos para que se sintiera mejor.
—Lo siento, fue un accidente—Ty froto sus ojitos mientras limpiaba sus lágrimas.
—Lo siento hermanito, yo tampoco te quería pegar—Taylor se disculpó tomando sus manitas, mientras ambos se miraban a los ojos—. ¿Te puedo dar un abrazo?
Tyler solo asintió y lo que vieron mis ojos a continuación, fue el abrazo más tierno que había visto en toda mi vida. Me sentía igual de emocionada que cuando leía que mis personajes favoritos, se dedicaban una mirada llena de tensión, después de medio libro.
Ellos volvieron a notar mi presencia y se volvieron a mirar entre si.
—¿Te quieres unir?—se me derritió el corazón y lo único que hice fue asentir y unirme a ellos con un abrazo.
Nos quedamos así por al rededor de unos cinco minutos hasta que Tyler grito.
—¡Los gigantes nos atacan! ¡Los gigantes nos atacan! ¡Taylor, corre, al refugio!
Taylor comprende rápido el lenguaje de su hermano y se arrastra por el piso dando vueltas hasta llegar a su refugio, que es más bien, un montón de sábanas colocadas y sostenidas sobre palos de la escoba y uno que otro mueble que metieron dentro de él.
—¡Corre Tyler! ¡O te atrapará!—Taylor le grita desde dentro de las sábanas y entonces caigo en cuenta de que "el gigante" soy yo.
—Yo lo acabaré, ¡nadie que podrá hacer daño a mi reino!—lo veo salir de de su escondite y veo que carga con una pequeña espada hecha de madera que Mario les hizo hace algunos años.
—Nuestro—lo corrige Taylor sin aparecer.
—Si, si, nuestro—le quita importancia el pequeño de cabello castaño y baja estatura.
Me apunta con su arma y yo tomo una postura de defensa, cayendo en su juego.
—¿Así que creen que podrán acabar conmigo, pequeños humanos? ¡Jamás!—finjo una risa malévola causando que Taylor suelte un grito desde su refugio.
Tyler brinca cayendo en un mueble, quedando casi a mi misma altura. En un movimiento rápido, tomo un mini bate de baseball de plástico y comienzo a luchar con él como si estuviéramos en una pelea de espadas.
—¡Rindete!
—¡Jamás!—grito y con cuidado golpeo su pequeño estómago haciéndolo caer dramáticamente de donde estaba.
—Hermano, necesito refuerzos—le pide a Taylor el cual no responde—. ¿Taylor?
Nada.
—¿Taylor?—está vez pregunto yo.
Nada.
No vuelve a responder.
—¿Taylor?
Me acerco poco a poco al pequeño fuerte que tienen y Tyler ha dejado de apuntarme. Levanto la sábana que se supone que es la puerta y...
—¡¡Ataqueee!!—grita de pronto haciendo que caiga sobre mi trasero.
—¡A ella!—se une Tyler y ambos me cubren subiéndose a mi cuerpo y atacandome con pequeños golpes en mi estómago.
Me hacen más risa que daño, intento volver a ponerme de pie pero no me dejan.
—¡Di que te rindes!—me ordena Tyler, de nuevo apuntandome.
Me quedo en silencio y finjo que lucho contra ellos y que su fuerza me supera.
—¡Vamos! ¡Dilo!—ambos me apuntan con sus espadas cerca de mi pecho.
—¡Di que te rindes!
—Esta bien, está bien, me rindo.
Finjo mi voz intentando ser convincente con ellos y al terminar de decir aquello, ambos dejan mi cuerpo y comienzan a brincar de un lado a otro victoriosos.
—¡La vencimos, la vencimos!—festejan felices.
—¡Lo hicimos! ¡La vencimos!
—Ahora tu nos harás la tarea—me acorralan de nuevo y no puedo evitar reírme por lo que Tyler acaba de decir.
—Ni lo sueñes, enano—niego con mi cabeza y ese pequeño apelativo cariñoso me recuerda a Aiden. Al ponerme de pie y quitando ese pensamiento siento como todo me da vueltas y el aire comienza a faltarme.
Por todas las risas y el peso que estaba cargando con ellos sobre mi, ni siquiera me había dado cuenta que no estaba cuidando el flujo de mi respiración. Se que no debo forzar mi cuerpo a condiciones que no son aptas para él, pero por el juego ni siquiera me había dado cuenta de eso.
No me alarmó, con calma e intentando actuar lo más normal y tranquila que puedo, saco mi inhalador de mi bolsillo y doy tres disparos volviendo a la normalidad.
Cierro mis ojos y respiro con tranquilidad sintiendo como los medicamentos abren mis vías respiratoriasde nuevo. Sin darme cuenta había estado apretando mi pierna como lo hacía de costumbre cada que me daba un ataque de asma y ahora que ya he vuelto en sí, me suelto ya más tranquila.
Levanto mi mirada hacia los pequeños clones y ellos me miran con preocupación.
—¿Estas bien?—Taylor se me acerca, soltando su arma de juguete.
—¿Te hicimos daño?—Tyler lo imita y al acercarse puedo ver que sus ojitos color miel están vidriosos y a punto de llorar.
—No, no, no, tranquilos—los acerco más a mi y los rodeo con mis brazos en busca de calmarlos.
—No quisimos hacerlo, solo estábamos jugando—Taylor insiste y no puede hacerme sentir más mal—. Mamá nos ha dicho que no seamos pesados contigo y que no te molestemos, lamento que te hayamos lastimado.
Cierro mis ojos lamentandome ser tan débil y los abrazo con más fuerza, intentando decir con mi gesto lo que no puedo decir con palabras.
Era por este tipo de cosas que siempre me mantenía alejada de ellos. Sabia que mi cuerpo no aguantaría lo mismo que el de ellos y terminaría causando este tipo de momentos.
Si me hubieran dicho hace algunos meses que estaría pasando un momento con ellos como el de hace un rato no me lo hubiera creído. Solía encerrarme tanto en mi burbuja que nada podría sacarme de ahí. El querer jugar con ellos de esta forma me había nacido de una manera que no esperé, decir que disfruté el momento como nunca es lo que me deja más que anonadada. Nunca pensé que un momento al lado de estos niños fuera tan reconfortante y divertido.
Sabia que no compartíamos sangre ni nada, pero esos niños significaban mucho para mi. Era por eso que mi única forma de poder demostrarles un poco de mi afecto—ya que sabía que mo podía jugar con ellos y no era mucho de demostraciones físicas—era prestándoles algo que para mí era valioso; mis libros.
Quería compartirles lo que el mundo de los libros era para mí, sentía que de alguna forma, haciéndolo así, haría que nos unieramos de una forma que no podíamos hacerlo con las palabras, los juegos o el afecto.
Son niños y me he podido dar cuenta, que por alguna razón muy extraña, pero que aprecio, me consideran su hermana y me quieren. Se que es normal que en los niños y más a su edad, en lo único que piensan es en jugar y divertirse, algo que ellos no podían hacer conmigo. Saber que Ana les haya advertido y dicho sobre jugar conmigo y que podía ser peligroso, ver sus caras de preocupación y la forma en la que me están rodeando con sus brazos—que aunque sea con fuerza, por su tamaño no me aprietan—me hace darme cuenta de la infinidad de cosas que me he perdido por mi enfermedad y por haberme encerrado tanto tiempo en mi burbuja.
Nunca creí que un momento con estos niños me fuera a causar tanta felicidad, y si me estaba reprimiendo a esto por estar encerrada, yo no quería estar más alejada de ellos.
—Ey, ey, escuchen—los separo un poco de mi para que me miren y limpio sus mejillas sonrojadas por el llanto—, estoy bien, ¿okay? No paso nada, mirenme, estoy bien.
Les aseguro y ambos han dejado de llorar.
—¿Segura que estas bien?—Taylor toma mi mano.
—No queremos que te pase nada malo—Tyler lo imita.
—Mamá mencionó algo de ir al hospital, ¿te volviste a sentir mal? ¿Otra vez no estarás en casa?—no se que contestarle a Taylor y solo lo abrazo.
—Estaré bien—nos aseguró a los tres—, mañana iré por mis resultados y verán que nada me ha pasado, ustedes tranquilos, ¿sí?
Ambos asienten y nos volvemos a fundir en un abrazo por varios minutos.
—¿Dijeron algo de sus tareas?—mencionó después de un rato y ambos me voltean a ver con una sonrisa traviesa en sus labios.
—¿Nos harás nuestra tarea?—preguntan com ilusión, haciéndome reír.
—No, pero los ayudaré—su felicidad decae un poco pero aún sonrien y me vuelven a abrazar.
Niego con mi cabeza al verlos salir de la habitación discutiendo por ver a quien ayudare primero y cierro la puerta de su cuarto detrás de mi al salir.
_____________________________________
N/a: HOLAAAAA!!!!
¿Como están? Ya los había extrañado.
Antes de que me linchen o algo, ¿ya vieron que llegamos a las 5K leídas? QUE!?!? Yo estoy muy feliz con eso, de verdad me hicieron mi día y me alegraron un montón.
Aquí tenemos este medio corto capítulo algo tranquilo. Sentía quenhacianfalta que vieran este lado de Hefz bueno había salido mucho, también quería algo con los pequeños clones y esto salió. No crean que este es mi capitulo de regalo por las 5K leídas, ese todavía se está horneando, solo no quería dejar tan sola la historia.
¿A ustedes que les pareció? ¿Les gustó? Ya saben que me encanta leerlos.
Hasta aquí por hoy, nos vemos en una próxima actualización.
Chaiwis.
-A.R.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro