🌹CAPÍTULO 21🌹
🌹🌹🌹
—Hefziba, espera—escucho como dice a espaldas mías—. No te vayas, quédate conmigo.
Su voz me toma por sorpresa ya que pensé que seguiría dormido.
—Aiden, vuelve a dormir—me volteo a verlo en la cama y lo encuentro sentado, mirando hacia mi—, tengo que irme.
Siento sus ojos sobre todo mi cuerpo al mismo tiempo que lo veo ponerse de pie.
—Solo quédate—se acerca con pasos seguros y firmes hacia mi—, duerme hoy conmigo—propone mientras me extiende su mano.
—No—le digo pero eso no lo detiene al acercarse—, tengo que ir a casa, tu mejor vuelve a dormir.
—Sé que no quieres hacerlo, ¿acaso crees que no note como me mirabas hace un rato?—murmura solo a unos centímetros de mi— ¿De las ganas que tienes porque te haga mía?
—Aiden...
Jadeo al sentirlo cada vez mas cerca de mi.
—Hefziba...—le sale como un gemido.
—Aiden...
—Hefziba—lo escucho a lo lejos—Hefziba...
Me remuevo de un lado a otro, quejándome por la lejanía de esa voz.
—Hefziba, despierta—abro mis ojos de pronto encontrándome con la calle de mi casa. Respiro un poco agitada al darme cuenta de que nada de lo que estaba viendo era real—. Santo dios, me asustaste.
—¿Qué pasa?—pregunto soñolienta. Volteo a ver a la rubia sentada a un lado mío mientras intento mantener mi respiración en un ritmo normal.
—Me asustaste, tonta—dice y la escucho sincera, no esta exagerando—estabas respirando demasiado rápido, creí que estabas teniendo un ataque de asma o que algo malo estaba pasando. De verdad me preocupaste demasiado.
—Lo siento, Sam, solo estaba soñando.
Froto mis ojos mirando por el vidrio del carro, viendo mi casa a oscuras. Esperaba que Ana estuviera dormida, no tenia nada que ocultar, pero no quería un cuestionario al entrar a casa. Volteo mi vista de nuevo al carro y mi mirada cae en el estéreo del carro de Sam, que nos regla la hora.
3:40 a.m.
Todavía no podía creer que había salido de casa y estaba llegando a estas horas. No es como que fuera algún tipo de delito, pero algo a lo que no estaba acostumbrada.
—¿Alguna pesadilla?—la escucho hablar de nuevo.
—No, algo sin importancia—miento por obvias razones.
Nos quedamos un momento en silencio en donde ninguna de las dos parece querer romperlo. Solo nos quedamos calladas disfrutando del ligero sonido del motor, y el sonido apenas notorio que causa el aire condicionado adentro del carro. Me recargo en el asiento esperando que no haga la ya típica pregunta para saber como me la pase.
Con tantas coas sucedidas y con tantas cosas y pensamientos en mi cabeza, ni siquiera se en que enfocarme o que cosa solo dejarla pasar. Era increíble lo mucho que podía pasar solo en unas horas y lo mucho que podía cambiar.
—¿Qué tal te pareció la fiesta?—por fin pregunta.
Alargo un suspiro dramático intentando que todo se me salga solo con respirar.
—No fue la gran cosa, estuvo bien, supongo—digo sin importancia.
—¿No te gusto?
—No fue la gran cosa, Sam, enserio. Supongo que estuvo bien, pero me la pase toda la noche sola y no te encontraba—digo intentando no sonar enfadada.
—Hefz, lo siento, ¿sí? No recordé que yo traía tus medicamentos, fui una estúpida, lo siento.
La escucho y se que en realidad lo siente. No sabia ni siquiera porque estaba molesta, todas mis emociones estaban colapsando, poniéndome de mal humor e irritable, mas de lo normal.
Solían ser efectos secundario por no haber tomado mis medicamentos, además de la ansiedad, el cambio de humor solía ser recurrente cuando no los tomaba.
No era la primera ve que me pasaba, debía ser sincera a que esta no seria la primera vez en la que olvidaba tomar mis medicamentos. Me paso cuando tenia trece, cuando tenia quince y hace unas semanas en donde casi muero. Técnicamente no debía preocuparme a gravedad por no haberlos tomado a la hora, siempre y cuando no se repitiera con constancia.
—Esta bien, Sam, no te preocupes, y no te digas así, por favor—le pido ya que no me gusta que se ofenda.
—Lamento haberte abandonado, fui una tonta por haberte dejado tanto tiempo, no se en que estaba pensando—se disculpa de nuevo.
—De verdad Sam, estoy bien, ya paso.
—No esta bien, Hefziba, te invite a una fiesta y ni siquiera fui capaz de quedarme a cuidarte.
—Sam, no soy una niña pequeña como para que te tengas que ver obligada a cuidarme—le aseguro sintiéndome levemente ofendida—. Todo esta bien, tu solo te divertiste, no tiene nada de malo.
—¿Fui una pésima amiga?—me pregunta apretando sus ojos, esperando que le resonda.
—Del uno al diez...—hago como si pensara—creo que un tres.
—Nunca me había alegrado por sacar una calificación tan baja—sonríe causando que ría igual.
—Estas loca—niego aún riéndome.
Continuamos con pequeñas risas hasta que el silencio vuelve a gobernar, pero ahora más ligero y cómodo.
—¿De verdad no te gusto lo fiesta?
Me vuelve a preguntar y flashasos de todo lo sucedido llegan a mi mente.
Carlos y sus palabras sin sentido.
Ludo y Damián.
Aiden actuando de esa forma tan... extraña y diferente, causando me cosas que creí haber dejado en el pasado.
Toda esa tensión que nos rodeaba esas palabras cargadas de ansias y ganas, de lujuria y lo que parecia deseo. Su fuerza, su tanto, su aliento rozando mis labios y los míos con esas ganas de querer saber que se sentiría probarlos.
Aiden si que había tomado mucho para estar actuando de esa forma.
Eso es algo más que me preocupaba. El saber la necesidad de haberse puesto de esa manera tan perdida.
Su comportamiento me recordaba mucho a una vez que había encontrado a Ian tomando; mismo semblante, misma voz cambiada y la misma actitud pésima y tajante saliendo a causa del alcohol.
Pensar en ambos tomados no me gustaba para nada. Aunque lo negará por una parte, ambos eran importantes para mi, y me preocupaba que algo les pasara.
Según Ian, ponía la misma excusa—que desde mi humilde punto de vista, era algo absurdo—, que era para olvidar un poco lo que sentían ya que el alcohol y las sustancias lo hacían sentir mejor.
Eso era lo que más me causaba incógnitas sobre Aiden, porque aunque ni era excusa, medio entendía las razones de Ian, ¿pero de Aiden? Aiden tenía la vida perfecta, Aiden era el chico que mejor futuro tenía labrado, el chico popular, con dinero y al que todos quieren, el jugador estrella. ¿Que tanto quería olvidar? ¿Que era lo que lo hacía ponerse de esa manera?
¿Acaso ocultaba algo y solía aparentar todo en realidad?
—¿Hefz?—la voz de Sammy me saco de mis pensamientos.
—Me pareció normal—digo automáticamente, con la respuesta ya antes practicada—, muy ruidosa y así. No es como las que nosotros hacemos.
—Las de nosotros son las mejores— golpeo ligeramente su codo con mi brazo y coincidí.
—No puedo argumentar nada ante esa lógica.
Nos reímos un poco más hasta que veo que ya es hora de meterme a mi casa. Como usualmente hacía antes para evitar platicas con Ana, subí por las escaleras de mi balcón y entré directamente a mi cuarto.
La curiosidad me mato y volteé a ver al ventanal de la casa de al lado, en donde las luces estaban apagadas, mientras esa ya conocida cortina azul, tapaba el vidrio sin dejarme ver más allá.
¿Estará ella con él?
La pregunta llega de repente. Decido apartarla, ya han sucedido demasiadas cosas esta noche como para enfocarme en algo que me hace sentir peor. Solo cierro mi ventana, sin olvidarme de cubrirla con mi cortina y me voy directamente a la cama, olvidando cepillar mis dientes.
La mañana del lunes asomaba por mi ventana mientras terminaba de arreglarme para ir a la escuela. El fin de semana había pasado casi en un parpadeo, en donde no había querido recibir ningún tipo de contacto con nadie.
Este tipo de desapariciones era muy normal en mi así que no levante ninguna sospecha con nadie. Seguía pensando en que hacer con Ludo, ya que una parte quería reclamarle de alguna forma por lo que sucedía con Ian, pero la otra me gritaba que yo no tenía el derecho y que Ludo podía hacer de su vida lo que quisiera.
Los ojos azules de Aiden no me acompañaron en la noche, volviendo a esas pesadillas que me frecuentaban antes que él. En esta, siendo recordado el día del asalto en donde Carlos y Aiden me salvaron.
Había querido bloquear ese recuerdo porque un trauma más en mi cabeza no podría ser soportado. Había funcionado una que otra semana, pero había veces en las que ese momento se repetía en mis sueños causando me unas pequeñas lágrimas al recordar todo lo que había sucedido esa noche y todo lo que pudo haber pasado si ellos no hubieran llegado.
Mi ánimo como siempre, no es que fuera el mejor del mundo, no había sido mi semana, estaba trasnochada y agregándole el hecho de que hoy iniciaba la semana en donde el zángano—el chico que beso a mi amiga, por el cual había pasado el peor fin de semana de mi vida—me llevaría a la escuela, no es como que fuera a sacar un premio por el mejor estado de animo del año.
También estaban los nervios presentes de que hoy vería a todos mis amigos, en donde los vería después de haberlos evitado lo que quedó del fin de semana. Y en donde tendría que mirar a la cara a Ludo después de haberla visto hacer eso, y a Ian, que era como mi hermano, al que le oculte algo que seguramente lo lastimaría.
Baje las escalera cuando termine de vestirme, Ana me recibió con una sonrisa al verme bajar las escaleras, mientras estaba preparando café para ella y para Mario. Olfatee un poco la cocina y el aroma de pan tostado con mermelada de fresas llego a mi nariz haciendo que mi estómago gruñera en señal de hambre.
—¿Lista?—Ana me saco de mis deliciosos pensamientos de mí, mordiendo una tostada.
Asentí.
—Sí, solo espero a que Damián venga—camine hacia la barra en donde estaban las tostadas y libremente tome una para llevarla a mi boca.
—Me alegra que se estén llevando tan bien—dibuja una enorme sonrisa de felicidad en su rostro—, me alegra que sean tan amigos.
—Sí, es un alivio—hablo con la boca llena y al final suelto un suspiro fingido.
Si supieras.
Este igual era otro dolor de cabeza. No quería ni verlo en pintura. Hoy iba a ser el primer día en el que iríamos juntos a la preparatoria. De verdad se me hacía inútil, ya llevaba el tiempo suficiente como para saber cómo llegar y tener amigos. Esto solo era algo estúpido.
—¿Ya tomaste tu medicación?—la veo llenar dos tazas con el café, mientras a una le pone leche y a la otra no.
—Sí, todas.
—Eso es bueno—me pasa por un lado mientras sonríe y mueve una cuchara dentro de la taza. Pego un respingo al sentir como deposita un beso en mi mejilla. Me toma un poco por sorpresa pero eso no quita el hecho de la pequeña burbuja de emociones lindas que estoy sintiendo en mi pecho.
Escucho como tocan a la puerta y la sonrisa de Ana no puede ser más grande. Hasta pareciera como si fuera una niña pequeña a la cual llevas por primera vez al parque para hacer amigos. Nada más faltaba que me quisiera poner una estrellita en la frente.
Mis pensamientos me hacen reír un poco hasta la puerta. La abro, encontrándome con el flacucho todo vestido de negro, recargando su cuerpo en el marco de la misma.
—¿Feliz de verme?—pregunta dandome una sonrisa de boca cerrada.
Eso me hace borrar mi sonrisa de inmediato, blanqueo mis ojos hasta más no poder, para luego solo mirarlo sin ningún tipo de interés.
—Eso quisieras— hago una mueca de desagrado y eso lo hace reír—¿ya nos vamos?
Se hace a un lado de la puerta, dejándome salir. Mueve sus brazos, apuntándome a la salida con mucha formalidad exagerada.
—Después de usted, madame— tomo las llaves del ganchito colgado a un lado de la puerta agarrando las del carro y las de la casa.
—Nos vemos Ana—grito despidiendome.
—Hasta luego, Hefz. Que tengan un lindo día en la escuela—asoma su cabeza desde la cocina y se despide.
Salimos hasta al patio en busca de mi carro. Al llegar, escucho como Damián suelta un chiflido en forma de adulación. Le entrego las llaves a Damián, él cual las agarra en el aire a la hora de lanzarlas. Quita el seguro de las puertas y ambos entramos a nuestros respectivos asientos en silencio.
—Es lindo—murmura admirado.
—Aja.
Me pongo el cinturón de seguridad, intentando mantener la mayor calma posible.
Esto es nuevo para mí, totalmente nuevo. A él ni lo conozco y prácticamente es un desconocido al cual le estoy encargando mi vida durante unos minutos. Nos hemos visto una que otra vez en estas semanas y ninguna ha sido de mi total agrado, eso no lo hacía merecedor de toda mi confianza, ni mucho menos apto para ser mi acompañante. Todo esto era tan absurdo que me hacía fastidiar.
Hago acopio a todo mi autocontrol y mantengo unas respiraciones tranquilas y algo rítmicas para mantener el flujo de aire normal. No quiero alterarme. Al cerrar las puertas y con las ventanas arriba, esto se ha convertido en una cápsula que se va haciendo más pequeña hasta aplastarme y dejarme sin respirar.
Debo controlarlo, no debo ceder. Debo superarlo. Solo tengo que respirar con tranquilidad.
Ni mucho, ni poco. Solo el necesario. Solo debo respirar.
Mantengo mis ojos cerrados por un momento, aferrandome de la puerta y del asiento mientas lo hago. Pienso en cosas buenas, cosas lindas, cosas que me tranquilicen. Algo que me haga olvidar donde estoy y pueda superarlo.
—¿Estas bien?—siento y escucho como enciende el motor— No conducire rápido, lo prometo.
—Solo deja de hablar.
Respondo de mala gana aún con los ojos cerrados. Intento ignorarlo lo más posible pero siento que el alma se me sale del cuerpo al sentir el movimiento del coche.
—¡Detente!—chillo abriendo los ojos.
—¿Que? ¿¡Que pasa!?—suelta un grito espantado.
—¡Ibas muy rápido!—me quejo.
—Hefziba, apenas lo arrancaba—respiro agitadamente y en realidad tiene razón.
Veo que ni siquiera hemos salido del garaje y volteo a verlo.
Maldición.
—Perdón... yo, yo no se que paso—tomo mi rostro entre mis manos y vuelvo a cerrar mis ojos.
—Tranquila ¿si? Te dije que no conduciría rápido—me mira por un momento y solo asiento un poco—. Nos iremos cuando estes lista.
Me vuelvo a quedar en silencio, forzando a mi cuerpo a mantener la calma lo más que se pueda. No debo perder el control, solo tengo que enfocarme en volver a mi lugar seguro y todo estará bien.
Piensa cosas felices.
Piensa cosas felices.
Piensa cosas felices.
Suelto un suspiro dejando salir todo mi temor, y siento como poco a poco mi cuerpo se relaja.
—Estoy lista—no lo miro pero de reojo veo como sonríe.
Vuelve a poner el auto en movimiento, y como un gato asustadizo, me aferro a la puerta y al cinturón para mantenerme segura.
Vamos a una velocidad mínima lo cual agradezco. Escucho como tararea una canción y enciendo el radio para que el ruido de la música haga que se calle. No quiero escucharlo, eso me altera.
Para mi mala suerte, el zángano no lo hace y comienza a cantar la canción que sale del radio entre dientes, lo cual me hace mirarlo escéptica y fastidiada.
—¿No te dije que te callaras?
—¿Desde cuando te hago caso?—me mira de la misma manera que yo a él, y regresa su mirada a la carretera.
Sigue cantando como si nada, colmandome la paciencia. Resoplo harta de su ruido y apago la radio.
—¡Ey, yo la estaba cantando!—se queja.
—Y yo la estoy apagando.
Respondo en forma de fastidio y vuelvo a cerrar mis ojos e intentar relajarme.
Me mantengo en silencio respirando con calma, un patrón lleno de oscuridad aparece en mi cabeza causando me la tranquilidas absoluta. No me enfoco en ningún movimiento, ignoro lo que me rodea entrando por fin en ese lugar que me mantiene segura, en ese lugar en donde se que nada ni nadie podrá hacerme daño.
Me alejo tanto tanto que siento como mi cuerpo deshace el agarre fuerte que mantenía en el asiento. Siento que ya todo está bien, que estoy tranquila y relajada, hasta que escuchó que el zángano juega con sus dedos sobre el volante y hace sonidos con la boca.
—Y, ¿tienes novio?—su pregunta me hace salir de mi espacio, sintiendo como si todo regresara al inicio.
—¿Tu nunca te callas, verdad?—volteo a verlo de mala gana.
—Solo responde, es una duda.
Resoplo harta de él, pensando en las muchas y diferentes manera que podría insultarlo.
—No—algo como lo que parece ser una sonrisa se asoma en sus labios—. ¿Porque preguntas?
Párese divertido. Lo veo hacer una maniobra con el volante y la palanca, y su sonrisa maliciosa no abandona sus labios.
—Cuando te salvé murmuraste un nombre, o bueno, algo así—regresa su vista a la carretera aún con esa sonrisa.
—¿Ah si?—me sentí enrojecer—¿Cual?
Me mira de reojo y responde.
—Aiden.
Una pequeña opresión aparece en mi estomago como era costumbre cada que lo mencionaban, él me mira directo a los ojos de nuevo y trato de evitar su mirada para que no lo note.
—Awww—fingió ternura en su voz—¿alguien tiene un crush frustrado con alguien?
—Callate—le di un empujón a su hombro, escuchando como se reía.
—Bueno, al menos no soy el único—dejo de sonreír para solo fruncir su boca en una línea apretada.
Lo miré sin comprenderlo.
—¿A que te refieres? ¿Te gusta alguien de aquí?—él no dijo nada, solo me miró por un momento mientras chasqueaba su lengua en una forma de reprobación y como si la respuesta fuera muy obvia.
¿Ludo?
¿Le gustaba Ludo?
El pueblo no era muy grande, era un lugar pequeño, lo suficiente para que todos los habitantes de aquí se conocieran por lo menos de vista. Al ser nuevos los Mandolini aquí, todos habían sabido de su llegada.
No había visto a nadie más con él, según Ana, ni siquiera tenía amigos. A lo poco que había visto, siempre se la pasaba metido en su habitación y nunca salía.
Ludo era la única que había visto que tenía un acercamiento con él y lo sentía casi seguro por lo que había visto hace dos días.
¿Ludo no corresponde a Damián? ¿Qué rayos? Si los vi succionarse el alma hace unos días.
Que confusión. Esto cada vez tenía menos sentido.
Si Ludo está con Damián en vez de con Ian, ¿por qué rayos Damián dice que no es correspondido? ¿Qué rayos está pasando? Además, ¿y Lion?
Le he dado mucho protagónico a Ian ya que sé que en el fondo esos dos se aman e Ian haría lo que fuera con ella, pero, ¿y el pelafustan de Lion? ¿No se supone que ellos estaban saliendo?
Esto cada vez estaba peor, nada tenía sentido. Me sentía como en un examen de matemáticas en donde no sabía en qué momento había cambiado un signo para ser otro.
—¿Sorprendida?—volví a escuchar su voz con ese tonillo de burla.
Sí.
Ya no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
¿Ludo lo rechaza? Eso no tenia sentido.
Damián no era feo, de hecho era alguien demasiado atractivo. Sus rasgos eran algo exóticos, dejando en claro de que no era de por aquí. A lo poco que había notado, su acento era marcado, sus facciones eran demasiado delicadas, haciéndose ver por donde quiera que este; no diría que tiene un rostro aniñado o algo así por el estilo, diría más bien que es la mezcla perfecta entre el rostro de un niño y el rostro de un hombre. Que sonriendo hasta puede llegarse a ver tierno y lindo. Pero que serio mantiene esos secretos que cualquier chica quisiera descubrir.
Algo que me había llamado demasiado la atención habían sido sus ojos. Nunca había visto unos ojos como los de él, no tan diferentes y asombrosos. Al principio pensé que había visto mal el color de ellos, ya que los recordaba verdes y la vez que había estado en mi casa los había visto azules.
Después de detallar lo un poco más, describí que tenía ambos colores. ¿Interesante no? A mi se me hacía increíble, su heteronomía se me hacía perfecta, ya que además de nunca haber conocido a alguien que lo tuviera, que ambos de sus ojos tuvieran dos colores en sus iris y exactamente en el mismo lugar, se me hacía espectacular.
Pero aunque me parecieran la cosa más genial del mundo, nunca me atrevería a decirlo en voz alta. Damián parecía ser ya demasiado egocéntrico y creído, y además de que que no interesaba agradarle, ni adularlo ni nada por el estilo, no pretendía en subirle más el ego y que fuera un total idiota narcisista.
Llegamos hasta el estacionamiento de la escuela sin ni siquiera darme cuenta en que momento. Bajo sin despedirme de él mientras escucho la alarma del auto al momento en el que él pone el seguro.
—Nos vemos aquí a la 1:00 p.m. —grita a mis espaldas, volteo a verlo a indignada y hablo.
—El carro es mío, idiota, así que las reglas las pongo yo.
Dibujo una risa sin diversión en sus labios y me miro interrogante a lo que decía.
—¿Ah si?—asiento segura— ¿Y que quieres, Luna? ¿A qué hora quiere la princesa?
Mis fosas nasales aletean con algo de frustración al estarlo escuchando burlarse de mi, con total descaro.
—Para empezar, el auto es mío—se vuelve a poner serio—así que dame las llaves—extiendo mi mano para que las ponga, ganándome solo un gesto de disgusto al entregarlas—. Segundo, ya que para ti era todo un gusto y no tienes ningún problema con traerme—le recuerdo lo de la cena en mi casa, en ese mismo tonillo burlón que él usa conmigo—me esperaras aquí hasta que llegue y no te podrás ir sin mi a casa, ¿entendido?
Sus ojos me recorren en forma de desaprobación mientras yo apenas y termino de creerme todo lo que he dicho.
Si fuera otra persona, probablemente me sentiría mal y querría disculparme. Pero al tratarse de él ni siquiera me importa ya que es solo un poco de todo lo que me ha dicho y ha hecho conmigo en todo este tiempo.
Se que no es la manera correcta de hacer las cosas, pero con tanto en mi cerebro que tengo que asimilar, ya ni siquiera sé que cosas hago con alevosía y ventaja y que cosas no.
—Lo que tu digas, Luna—hace énfasis en la última palabra dejando en claro su descontento. Me pasa a un lado, arrollando me con su hombro y al voltearme lo miro de mala manera aunque él no pueda verme.
—Stronzo—digo entre dientes y me dirijo hacia los pasillos de la escuela para ir a mi primera clase.
—Señorita Romero, se le solicita en tutorías, señorita Romero, se le solicita en tutorías— los altavoces repiten haciendo que me extrañen al oír lo que dicen.
¿Tutorías? ¿Ahora qué?
—Ya escucho, señorita Romero, la esperan en tutorías—el señor Reels aviso mientras apuntaba algo en el pizarrón.
Recogí mi cosas sin voltear a ver a nadie y salí del salón.
No tenia la menor idea de lo que pudiera ser, no estaba preocupada, solo extrañada ya que nunca me habían llamado a tutorías y no tenia porque tener miedo, ya que yo no me había metió en ningún tipo de problemas como para hacerlo.
Llegue a la sala de maestros y me adentre por el pequeño pasillo que me llevaría a tutorías. Mi confusión incremento más, al ver a Aiden sentado fuera de la oficina del director. Me pregunte que si en que problema se pudo haber metido como para estar aquí, en la escuela él era para casi todos santo de devoción, por lo mismo me extraño que se hubiera metido en algún tipo de problema.
Sin dudas, él se encargaba cada día de sorprenderme. De sorprenderme y confundirme, ya que últimamente eso es lo que hacia mas.
Dirigió su mirada hacia la mía y rápidamente me voltee hacia otro lado para no mirarlo. Aun no terminaba de digerir lo que había pasado este fin de semana, mirarlo hizo que mil terminaciones nerviosas de mi cuerpo se pusieran alerta y recordar lo que paso hace tan solo dos días.
Su voz.
Su tacto.
Sus ojos recorriéndome completa.
Volví a mirarlo sin poder evitarlo y sin siquiera pensarlo, todo lo que había pasado se presento en mi cabeza.
"—¿Quieres que te folle?—su pregunta regresa a mi cabeza con la misma intensidad que aquel día—¿Eso es lo que quieres? ¿¡Quieres que lo haga para que así me puedas dejar en paz!?"
Sus ojos me miraron directamente, haciéndome imposible respirar, a veces odiaba que tuviera ese poder sobre mi, sin siquiera él saberlo. No pude soportarlo, el peso de su mirada me gano y voltee haca otro lado.
Inhale profundo alejando esos pensamientos de mi cabeza, no valía la pena seguir pensándolos, probablemente él ni los recuerde. Una parte de mi querría que sí, para así saber que es lo que le pasa y saber porque me dijo todas esas cosas que al recordarlas aun me abochornaban. Pero la otra no, la otra parte simplemente quería olvidarlo todo y hacer de cuenta que nada de eso paso.
No volví a mirarlo mas en lo que esperaba que me dijeran que sucedía, ni siquiera quise ir a sentarme en una de las sillas que habían cerca de él. Su presencia me seguía intimidando en el sentido de que no podía durar mas de un minuto mirándolo, nunca terminaría de entender como es que funcionaba eso conmigo; su presencia me gritaba "mírame", "estoy aquí", "sé que quieres mirarme", pero al mismo tiempo, esos ojos tan profundos y misteriosos me decían que no me atreviera a hacerlo.
—Señorita Romero—la puerta de tutorías se abrió y me dejo ver a la señorita Evans detrás de ella—, pase por favor.
Obedecí y entre detrás de ella al pequeño cuartito que era el dichoso salón. Comencé a sospechar de que se podría tratar y comencé a ponerme nerviosa al pensar en lo peor.
—¿Cómo has estado, Hefziba?—se recargo en su escritorio mientras seguía yo de pie.
—Bien—mi voz tembló—¿y usted?—intente ser amable.
—Bien—respondió sin darme esa sonrisa que siempre traía en su rostro—¿Qué tal van las clases con el señor Hale?
Mieeerrdaaa.
—Vamos bien—ni siquiera se porque lo digo. Mucho ya hice con mentir en la bitácora, ahora es mucho peor ya que le estoy mintiendo en la cara.
—¿Ah si?—asiento—¿Qué tal ve su desempeño en la clase y en el idioma?
Dios, ¿Por qué a mi?
—Sorprendentemente vamos muy bien, mi compañero es muy bueno en el idioma y no me ha dado ningún problema al enseñarle—sigo mintiendo mas por alguna razón.
Me mira sin ninguna expresión en su rostro, no se si la he convencido y si no, no tengo la menos idea de como se entero. Trate de ser muy convincente a la hora de hacer el trabajo.
—¿Por que me miente, señorita Romero?—me suelta después de un largo silencio.
—¿Que? ¿De que habla?—me escucho nerviosa. Camina hasta detrás del escritorio y saca algo de su cajón para ponerlo en la superficie del mismo. Mi libreta.
—No trate de mentirme mas—su tono es duro—¿acaso creyó que no me daría cuenta?
—Pero yo...
—Nada de peros, señorita Hefziba, usted me estuvo mintiendo durante todo este tiempo —levanta su voz y realmente se ve molesta. Ni siquiera se que decir, su regaño me esta haciendo sentir tan culpable por mentirle que ni siquiera puedo decirle que en realidad, que no le haya dado las clases a Aiden no fue mi culpa. El teléfono del escritorio suena interrumpiéndola—, Sí, dile que pase—es lo único que dice y cuelga.
—Señorita Evans, puedo explicarlo—me apresuro a decir.
—Sí, lo hará—veo que mira detrás de la puerta como si hubiera alguien, justo cuando escucho como la puerta de la sala es abierta.
—¿Me mando a llamar, señorita Evans?—escucho su voz, poniéndome la piel de gallina.
—Siéntese, señor Hale.
Él obedece y se sienta en la silla justo a un lado de donde yo estoy parada.
—Usted también, señorita Romero—obedezco también y me siento—. ¿Quién de ustedes me explica el porque me ha estado mintiendo, señorita Romero?—miro de reojo a Hale y tomándome desapercibida él levanta su mano—¿Señor Hale?
—Creo que fue mi culpa—me relajo mentalmente al saber que aceptara las consecuencias de haberme dejado plantada y cierro mis ojos esperando que lo diga—. Creo que no le agrado y por eso nunca quiso darme clases. Intente hablar con ella pero siempre me ignoro.
Bien dicho, Hale.
Espera... ¿¡Que!?
—¿¡Que!? ¿De que rayos hablas?—me dirijo a él mirándolo fijamente.
—Digo la verdad—me mira de igual manera—, te dije que estudiáramos y lo único que me dijiste es que no te interesaba ayudarme y que no te importaba el acuerdo con la señorita Evans. Entiendo que no te agrade, pero esto de las clases me importa y tu solo quieres hacerme reprobar, ¿acaso no ves que voy mal en la materia?—miente mientras lo pronuncia todo con la voz de un chico inocente e indefenso.
—¿Que?—miro a la señorita Evans y por su mirada, se de una que le ha creído—Señorita Evans, eso no es cierto, se lo juro que no es cierto.
—Claro que si, tu me ignoraste—me interrumpe de nuevo él, mientras sigue con la mentira—dijiste que nada de esto te importaba.
—Claro que no, estas mintiendo—lo acuso—al que no le importo nada de esto fue a ti. Tu me dejaste plantada mas de dos veces a mi, mientras estaba como tonta esperándote en el aula de idiomas.
—¡Claro que no, mientes Hefziba!—me acusa de vuelta.
—¡Estas loco!—le grito pero me detiene un golpe en el escritorio.
—Silencio los dos—grita la mujer detrás del escritorio y ambos nos quedamos en silencio—. ¿Que rayos es lo que pasa en realidad? Y quiero la verdad, ¿escucharon?
Como perritos regañados, ambos movemos nuestras cabezas en señal de asentimiento.
—A ver Hefziba—escucho a la mujer—dime que sucedió.
—Señorita Evans—insiste Aiden pero ella lo calla.
—Usted ya hablo, ahora le toca a ella—él blanquea los ojos y deja de mirarme para solo dirigir su mirada a la pared—. Hable, señorita Romero.
—Él no dice la verdad—siento si mirada de nuevo en mi pero no me inmutó—. Paso todo lo contrario; él fue el que me dejó plantada a mi, nunca asistió a las clases y ni siquiera me habló ni me dirigió la palabra, todo lo que que acaba de decir es mentira.
—Claro que no—vuelve a decir él —. Le está mintiendo señorita Evans.
Nos mira a ambos frustrada mientras el y yo seguimos como perros y gatos.
—No es mentira, señorita, se lo juro—insisto—si lo que él dice fuera verdad, no tendría sentido que hubiera hecho la bitácora. La hice por lo mismo de que él no se presentó y yo tenía que entregarle algo a usted.
—¿Y porque no me dijo lo que estaba haciendo su compañero Hale?—lo miro de reojo y veo como esta respirando agitado, sus manos aprietan tan fuerte la silla en donde esta, que los nudillos se han vuelto blancos por la presión.
¿Esta enojado, enserio? ¿Por algo que él causo?
La miro a ella y después a él y no estoy segura de decir lo que pienso en voz alta. No quiero que note mi nerviosismo, él no puede darse cuenta de lo que causa en mi, y no lo dejaré hacerlo.
—Solo fue una tontería—es lo que digo—él tiene razón cuando dice que no me agrada pero no quería hacer esto más grande.
Siento como me vuelve a mirar y decido que nuestras miradas conecten por un momento. Su semblante ha cambiado totalmente, al parecer escucharme lo puso así, de seguro ni le importa y solo siga fingiendo como hace un rato.
—Como han dejado demasiado claro que no pueden trabajar juntos, les cambiaré los tutores o volverán a las clases normales y ambos cursarán el idioma indicado sin peros—ambos la miramos y sigue—¿entendieron o hay algo más que decir?
Compartimos una mirada y al mismo tiempo asentimos a lo que dice.
—Quedo claro—decimos al mismo tiempo.
—Esta bien—la señorita Evans por fin se sienta en la silla detrás del escritorio y parece que se relaja—le cambiaré el alumno, señorita Romero, y usted señor Hale, seguirá cursando Italiano en las clases. Deberá aplicarse si no quiere reprobar—lo amenaza. Volteo a verlo y ha vuelto a poner la misma cara de desagrado de hace un rato, mientras su respiración está alterada y poco rítmica—ambos pueden retirarse.
Apunta a la puerta y decido ponerme de pie para poder irme y seguir con mis clases normales.
Camino hacia la salida y volteo para ver si Aiden viene detras de mi, pero al parecer se ha quedado en el salón.
Salgo fuera de la sala de maestros y un mensaje de texto me distrae haciendo que me pare para leerlo.
Ludo:
¿Todo bien? ¿Que te dijeron?
Miro el mensaje por un rato y solo lo dejo en leído. No he hablado con ella desde hace días. No he querido hacerlo y prácticamente la he estado evitando por todo lo que ha pasado. Llevo mi teléfono hacia atras con la intensión de guardarlo en mi bolsillo trasero, pero un golpe en mi hombro hace que se me caiga al suelo, maldiciendo en el acto.
—Fijate, idiota—grito mientras recojo mi teléfono, y al levantarme, siento la presencia de un gran cuerpo cerca de mi, levanto mi cabeza y lo miro.
Oh ouh.
—¿Como me llamaste?—su cuerpo me hace retroceder hasta que mi espalda choque con la pared, haciéndome tener un deja vu.
—Aiden, ya déjame de molestar—le digo a escasos centímetros de mi.
—¿Ah, conque ahora solo te molesto?— ironiza—eso no decías cuando te aferrabas en mi para llorar,¿o acaso ya se te olvid...
No lo dejo terminar cuando mi mano ha impactado en su rostro, volteando su cara para el otro lado.
Bufa molesto y mi mano me arde por haberlo golpeado. Lo miro nerviosa ya que parece un animal furioso respirando alterado,casi a la misma velocidad con la que siento palpitar mi mano
—Te dije que me dejaras en paz—digo en forma de defensa por haber hecho lo que hice.
—Siempre tienes que haces las cosas así, ¿verdad?—me grita enojado, sobandose su mejilla.
—¿¡De que rayos hablas!?—lo digo en el mismo tono que él, y en el mismo con el que lo dije el sábado por la noche cuando me dijo lo mismo.
—¡Siempre haces todo tan difícil, como si no pudieras hacer las cosas sin hacerlas así!
Es lo último que grita antes de salir caminando con fuerza de ahí.
_________________________
N/a: bueno buenoooooo.
Holi, como andan?
Casi subo capítulo para fin de semana pero mejor lo subo ahora para que disfruten este drama desde antes.
¿Que tal les pareció el capítulo? ¿Les gustó? Recuerden que siempre amo leerlos y saber sus reacciones.
En este capitulo tuvimos un poco de todo, y recuerden que en el capítulo 15 les dije que no iba a ser el ultimo capitulo en donde salieran mis dos Amores juntos, así que tendrán Damián y Aiden juntos en un capitulo, por mucho más tiempo.
No se les olvide votar. Voten, voten, así esta historia llegará a más gente y será más leída, yo se los agradeceré.
Recuerden que lxs amo y que son los mejores del mundo.
Chaiwis❤
(El GIF representa la mirada de Aiden cuando Hefz le dijo a la maestra la verdad)
-A. R.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro