🌱CAPÍTULO 14🌱
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Nunca había entendido como es que funcionaba el universo.
No sabía si todo eran casualidades o eran cosas que ya estaban escritas desde el principio de los tiempos.
Solía escuchar que la vida de las personas estaba prescrita muchísimo antes de empezar, como si de un libro se tratase. Nosotros somos los protagonistas de nuestra propia historia, y se supone que todo lo que hacemos; cualquier error o logro, cualquier caída o herida, cualquier daño o dolor, ya estaban escritos y eran los que labraban nuestro futuro.
No terminaba de entender eso.
No sabía si el gran señor universo tenía a sus favoritos y les hacía la vida más fácil, o tenía a sus odiados, y les complicaba siempre la vida.
Cuando mi mamá me platicaba de eso, no lograba entender como es que alguien podría nacer enfermo. ¿Como es que alguien podría venir al mundo a sufrir?
Sí, lo se, la vida no es fácil. Pero eso lo descubres viviendo.
Se supone que las personas que hacen el bien, les va bien, ¿no?
Pero entonces, ¿que culpa tienen las personas que nacen enfermos y nunca se pueden curar? ¿Es una especie de castigo o algo?
Mi vida había estado llena de desgracias, ¿eso el lo que quería el señor universo para mi?
Dejando a un lado lo de mi enfermedad, nunca había sido buena conviviendo con las personas, no era buena con las presentaciones y a veces conocer a nuevas personas me aterraba ya que no sabia que primera impresión tendrían las demás personas de mi.
«Mentira»
Ignorando a mi conciencia pensé; ¿siempre mi vida seria así? No lo sé.
De la misma manera que no sabía todo eso, no sabía como es que llegue a tener al chico molesto del hospital dentro de mi casa.
Por más que lo miraba, no entendía como es que era el mismo chico al que había llegado a detestar por un momento.
¿Otro de los bellos acontecimientos del universo para mi?
—Hefz, ¿estás bien?—Ana entro a la cocina mirándome con preocupación.
—Si...solo...—las palabras se acortaron en mi garganta, el chico solo me miraba con atención y yo no terminaba de comprender como es que eran la misma persona y yo no me había dado cuenta.
Ana miró mi brazo enrojecido y se acercó a ayudarme. Él solo me miraba creo que con algo de diversión.
—Ay mí amor, sabes que tienes que utilizar guantes—me tomo de los hombros encaminándome de nuevo al lava platos, no podía dejar de verlo. Damián era el chico del hospital, el chico molesto, el chico del que Ian me había advertido alejarme, el chico que me había salvado.
—¿Estas bien?—su voz... No sabia de que manera describirla, era dulce para el oído, pero no perdía el tono masculino a la hora de hablar.
—Ah, Damián—el tono en la voz de Ana cambio inmediatamente—creo que ya se presentaron—sonrió amablemente. Sabia lo que Ana quería hacer, ella quería agradarles, lo podía escuchar en su voz. Damián solo le sonrió.
—¿Te lastimaste?—hizo un mohin de acercarse hacia nosotras, pero afortunadamente se detuvo a medio camino y no lo hizo.
No le conteste, solo lo mire, lo mire sin poder entender como solo estas cosas me pasaban a mi. ¿Porque entre tantas personas, él tenia que ser el chico que me salvó? ¿Como es que no me di cuenta?
Pensé que el Damián que me había salvado era una persona dulce, amable e interesada por el bienestar de las personas, hasta llegue a pensar que podíamos ser amigos, nunca me imagine que Damián resultaría siendo el sarnoso y amargado chico del hospital.
A él no pareció molestarle mi silencio, a la que si, fue a Ana, que me susurro un "contéstale" muy carrasposo al oído.
—Estoy bien—murmure de mala gana. Ana me dio un pequeño tirón del brazo y la mire enojada, ella solo le sonrió al zángano y él le devolvió la sonrisa.
—Hefz, tu padre no tarda en llegar, ayúdame a terminar de poner la mesa—Ana me pidió y accedí solo para alejarme de Damián.
—Ya voy...—comencé a encaminarme hacia el comedor hasta que lo escuche.
—Yo le puedo ayudar, si quiere—la voz de Damián hizo que me parara en seco antes de salir.
—¿Enserio harías eso?—Ana sonó genuinamente encantada, él solo sonrió y asintió.
Maldito.
«Me agrada»
Volví a ignorar a mi conciencia y salí de la cocina. Ya en el comedor, tome los cubre platos y cubiertos y los fui colocando en cada uno de los lugares. Damián hizo lo mismo del otro lado de la mesa, intente ignorarlo lo mas posible, pero claro, él no me iba a dejar esa tarea fácil.
—¿No piensas hablarme?—me pregunto como si se lo debiera. Lo mire por un momento y ya había terminado con su lado de la mesa, estaba con sus brazos cruzados, recargado en el respaldo de una silla.
—No tengo nada que decirte—devolví mi mirada hacia los platos y acomode los cubiertos al lado de estos.
Se que estaba siendo maleducada. Sabia que con él no tendría que serlo, pero no podía evitarlo, no lo odiaba, claro que no, era simplemente algo que no sabia como explicar.
—¿Que tal un "gracias por salvarme la vida", por ejemplo—lo mire de inmediato y vi su mirada fija en mi, estaba disfrutando del momento, lo podía ver en su mirada.
Intento ser gracioso, aunque para mí, lo que decía no tenia ningún tipo de gracia.
Resople un poco y conteste:
—¿Porque no me lo dijiste?—enserio no lo entendía, ¿porque no decirme aquel día que él era el que me había salvado.
—¿Decirte que?—me pregunto como si no supiera a lo que me refería. Sabia lo que hacia, solo quería que lo dijera en voz alta.
Aunque se supone que tenia que darle las gracias, fue lo ultimo que quería hacer en esos momentos. Quería liberar mi cabeza, sentía como si me hubieran rebelado mucha información de golpe y mi cerebro no terminara de analizarla. Tenía muchas preguntas pero todas las palabras de ellas se habían convertido en una sopa de letras revuelta. No le encontraba el sentido ni orden a mi palabras y no podía hablar.
Me parecía algo molesto, recuerdo su cara de superioridad el día del hospital y recordar sus comentarios sarcásticos y groseros me hacen enfadarme más de lo que ya estaba.
Es un patán grosero fingiendo ser alguien amable, un estúpido. Tal vez Ian tenia razón y no debía acercarme a él.
—Olvídalo—decidí cortar cualquier tipo de conversación con él y agradecí mentalmente cuando Tyler llego conmigo y me abrazo de las piernas, sentí como tiro de mi vestido y me jalo hasta su altura—¿Que pasa?—le pregunte en el oídio, él con sus manos hizo como una cuevita al rededor de sus manos.
—¿A que hora se irán?—escuche que murmura en mi oído—Ya no los quiero aquí, quiero que se vayan.
«Ya somos dos...»
Mire a mi hermanito que miraba a Damián con cara de aborrecimiento.
De momento pensé que si era bueno que alguien de su edad mirase de esa forma a una persona, se veía realmente molesto, y pensar que solo era por los celos que sentía y no por la actitud y personalidad de Damián me sorprendía. No quería ni imaginarme como estaría si supiera que es un completo idiota.
—Papá no tarda en llegar—acaricie su cabello—después de eso ya veremos.—Él solo asintió y corrió de vuelta a la sala, dejándome sola de nuevo con Damián.
—Creo que no soy mucho de su agrado—dijo Damián con un tonillo burlón—¿lo pones en mi contra?
—No eres tema relevante en mi vida, Damián—pronunciar su nombre se me hacía raro, un tipo de fuerza salío de mi boca a la hora de haberlo pronunciado. Mentí un poco, últimamente ese chico era demasiado relevante en mi vida, había estado en mi mente también y resulto ser una completa decepción al tenerlo al frente.
—¿Alguien sigue sin superar lo que pasó?—veo como se acerca frente a mi dejándome detallar por completo su rostro.
De alguna manera quede maravillada y sorprendida al ver su rostro. Una espesa mata de cabello negro adorna su cabeza, los pequeños pero marcados rulos que caen sobre su frente y al rededor de su cara le dan un toque despreocupado pero al mismo uno ¿formal y arreglado? Su fina y blanca piel hace el contraste perfecto con ese cabello tan oscuro, es pálido, muy pálido, como si fuera un fantasma.
Sus largas piernas están cubiertas por una negra tela de mezclilla que era su pantalón, junto con una camisa y un saco en conjunto. Todo de negro, haciendo que lo único blanco fuera su clara y lechosa piel.
Al tenerlo de cerca pude ver lo alto que era, de lejos se veía que era alto, pero al tenerlo al frente podía ver que me sacaba como cabeza y media. Mientras yo hacía mi pequeño escáner visual, él parecía divertido, ya que al volver a su rostro, su boca sostenía una pequeña sonrisa de lado y sus ojos me miraban con atención. Intente detallar los mejor y ver su color ya que seguía confundida por haberlos visto de dos tonos distintos. Él comenzó a reír y no comprendía porque.
—¿De que te ríes?—suelto de una vez.
—Te ves chistosa observándome—la pequeña risa que emitió no me dejo ver más que una superioridad que creia tener sobre mi.
Entorne mis ojos y deje de mirarlo para pasarle por un lado y salir del comedor. Sentí como su mano me lo impidió al sujetarse de mi muñeca y voltear me hacia él.
—¿No quieres un dibujo? ¿O tal vez una foto?—no comprendí— Para que me sigas apreciando, solo no vayas a babear sobre él—. Solté mi brazo de su agarre y me dirigí hacia la salida, pude escuchar como él al quedarse solo comenzó a reír, volteé a verlo un poco y negaba divertido con su cabeza mientras se cruzaba de brazos.
Chamaco idiota.
Camine hacia la estancia y pude notar a la madre de Damián junto a un niño pequeño solo unos cuantos centímetros más grande que mis hermanos sentados en el sillón mediano. Ana estaba sentada junto a los gemelos en el sillón más grande.
Ambas mujeres me miraron y me invitaron a entrar, hice el pequeño recorrido hacia donde estaban ellas y con una pequeña sonrisa, saludé a la señora.
—Que belleza de niña—se llevo ambas manos hacia su boca al decirlo con impresión—eres demasiado hermosa—volvió a repetir y negó con su cabeza como si no se lo pudiera creer.
Mire a Ana y su rostro tenía una expresión como si estuviera orgullosa de alguna forma al escuchar a la mujer. Yo solo la miré con el ceño fruncido sin comprender mucho si era cierto o solo me estaba jugando una broma.
—Gracias—. Dije después de un rato en silencio en donde Ana me decía con la mirada que contestara algo.
—Tu acento...—parecía más maravillada—es hermoso. ¿Eres Italiana, verdad?—asentí—Eres la prueba y representación de cuando dicen que las italianas son guapas—me siento un poco avergonzada por sus palabras pero no dejo de sonreír, o bueno, a lo que yo llamo mi sonrisa.
—Usted también tiene acento—dije al notar la forma diferente a la que hablaba—¿no es de por aquí?
Recibió mi pregunta con una sonrisa sensacional. Las ligeras marcas de expresión al rededor de su boca, muy parecidas a las de su hijo, aparecieron, solo que a diferencia de Damián, a ella también le aparecieron unas ligeras marcas al rededor de sus ojos, ojos los cuales, eran igual de cautivadores que los de su hijo, en una tonalidad azul brillante que resaltaba sobre su fina y blanca piel.
—Soy Francesa—ahora todo tenía un poco más de sentido.
—¿Vinieron de Francia hasta aquí?—recordé que Ana había dicho que no eran americanos, pero nunca me imaginé que unas personas de Francia, pudieran venir hasta este pequeño y aburrido pueblo.
—No—negó un poco divertida—mi ex marido y yo nos divorciados hace unos meses. Vivíamos a unas horas de aquí, pero por todo eso del divorcio decidimos mudarnos—ella mira a su pequeño hijo el cual tiene la mirada perdida en el piso—no ha sido nada fácil para los niños todo eso de la mudanza, ya no ver a su padre y todas esas cosas—veo como acaricia el cabello de su hijo—. Por eso decidimos ya no vivir en la cuidad y venir a un lugar tranquilo. A unos kilómetros de aquí, vive el abuelo de los chicos, está internado en un centro para ancianos y creí que de alguna forma, el venir para acá, puede mantenerlos más cerca de él—unos pasos por el pasillo interrumpen la historia de la mujer. Volteo hacia donde provienen y me encuentro al antipático de Damián recargado en el marco de la entrada de la sala.
—Basta de platicas tristes—la señora de la cual aún no se su nombre, vuelve a decir—. Soy Eléonore y este es mi hijo Henry—extendió su mano pronunciando su nombre y el de su hijo.
—Yo soy Hefziba—vuelvo a escuchar una risita por parte del zángano, mientras su madre estrecha mi mano en un fuerte saludo de estas.
Miro a su pequeño hijo el cual parece estar muy en su mundo. Los observo bien y algo que parecen compartir los tres es esa prominente mata de cabello negro azabache junto a esa blanca y fina piel. Al detallar esos rasgos no puedo dejar de pensar en las galletas muy famosas de marca oreo, la crema y la galleta de chocolate asemejan perfectamente el contraste que hace su cabello con su piel. Pensarlo así hace que suene gracioso y se me haga difícil aguantar la pequeña risa corta que se escapa de mis labios.
—Ravi de vous rencontrer, lune*—la miro con confusión e intento traducir lo que acaba de decir con mis pocos conocimientos en francés, fallo al escuchar que el sonido de la puerta me interrumpe.
—Debe de ser tu padre, Hefz—escucho a Ana—¿podrías ir a abrir? De seguro olvido sus llaves—obedezco y voy hacia la entrada.
Al abrir la puerta me encuentro con el hombre de piel morena y cabello negro buscando algo en sus bolsillos. Él levanta su vista y al mirarme, el gesto en sus ojos se suaviza.
—Princippesa—dice en un susurro mientras siento su mirada detallarme de arriba a bajo—. Estas hermosa, mi princesa— lo escucho volver a decir sintiéndome apenada.
—Hola padre—pronuncio de una manera formal mientras tomo las orillas de mi vestido y las levanto flexionando mis piernas un poco para hacer una mini reverencia. Mi padre hace lo mismo, poniendo uno de sus brazos detrás en su espalda mientras inclina su cuerpo para regresar me el saludo.
—¿Me dejaría pasar a su hogar, bella princesa?—no puedo evitar reír al escuchar ese tono formal tan forzado en su voz.
—Adelante, apuesto plebeyo —imite el mismo tono, haciéndome a un lado para dejarlo pasar.
—Que honor, mi bella dama—entró y comenzamos a reír un poco.
—Hola padre—dije dejando el juego de saludos que teníamos desde que era pequeña y lo saludé adecuadamente.
—Hola Hefziba—hizo lo mismo y sonrió —, te ves muy bella—me ruborice un poco al tiempo en que decidí abrazarlo en forma de recibimiento.
Estar recibiendo esta clase de halagos por parte de ellos era extraño, no se si era incomodidad o que, pero era extraño, era nuevo, se sentía diferente.
Él puso sus brazos al rededor mío y sentí como acariciaba gentilmente mi espalda.
—¿Ya están aquí los vecinos?—se separo un poco de mi al decirlo.
—Sí, llegaron hace unos minutos, te estábamos esperando para cenar— asintió tomándome del brazo y causando me una mueca por la quemadura. Él miró mi brazo con confusión y respondí—fue un accidente con el horno. No pasa nada.
—¿Segura?
—Sí—respondí ante su preocupación.
—¿Mario?—se escucho la voz de Ana desde la estancia.
—Ya voy—soltó un grito y nos encaminamos a la mesa.
La cena surgió en su mayoría de pláticas entre Ana y mi padre junto con la vecina. Los gemelos y el hermano menor de Damián apenas y tocaron palabra, mientras que el ya antes mencionado y yo, parecíamos no existir al rededor de ellos ya que solo prestabamos atención a lo que decían.
Mario estaba en la punta de la mesa, Ana a un lado de él en el lado izquierdo, la madre de Damián estaba en la otra punta y su hijo menor, del mismo lado que Ana, pero al lado de su madre. Damián quedó frente a mi y los gemelos a cada lado mío, dejándome a mi en medio de lado derecho de la mesa y a Damián del lado izquierdo.
Él chico pelinegro de vez en cuando me dirigía una mirada entre la comida. No me gustaba que me vieran comer, y la mirada fija del chico solo me estaba molestando. Ignore un rato tu presencia para que dejara de hacer contacto visual con mi persona, y al volver a fijar mis ojos en él, él seguía con lo mismo.
Me molesté por eso y mientras escuchaba que todos seguían hablando, le hice una mueca para que dejara de hacerlo. Él se negaba a obedecer hasta que escuche a alguien hablarme.
—¿Y como haz estado, Hefz?—su madre me pregunto—. ¿Que tal ha ido todo después del hospital?
Todos me miran en forma de respuesta y yo solo suspiro.
—Ha estado bien—intento mejorar lo que dije al mirar a Ana mirarme—Ana y yo iremos la próxima semana para ver si ya tienen mis resultados, ya de ahí tocará ver que es lo que sucede—. La mujer asintió en comprensión y me regaló una sonrisa muy bella.
—No saben lo agradecida que estoy con Damián al haber salvado la vida de mi pequeña niña—Ana toco el brazo de Damián y este se pavoneo con los siguientes alardes que soltaron de él.
—Estamos muy agradecidos contigo, Damián —Mario fue el que pronunció esta vez—, no se como pagarte que hayas salvado a mi pequeña—me encogí un poco en mi lugar pero la voz de él me volvió a frustrar.
—De verdad no es nada—contesto con ese tonillo para nada sincero que los demás se creían—, para mi siempre será un placer el cuidar y salvar a su pequeña—aunque los demás no lo notarán, sabía que se estaba burlando de mi.
—Eres un chico estupendo—Ana parecía verdaderamente maravillada con el zángano y este disfrutaba que los demás lo estuvieran elogiando—, eres bienvenido en esta casa y puedes considerarte una pieza única en nuestra familia—la miro atónita mientras Tyler parecía igual de sorprendido que yo.
—Muchas gracias, señora Romero—sentí un pinchazo de molestia al escucharlo decirle así.
—Llámame Ana, cariño— insistió con su mano en su pecho.
—No quisiera abusar de su confianza, señora Romero—el maldito era un gran actor.
—Ningún abuso—ella insistió—para mi será un verdadero placer, la señora Romero no soy yo, así que no habrá ningún problema—todos sonrieron muy felices, menos mi hermano y yo. Solo traté de formar una sonrisa que como de costumbre salió mal. El que dijera lo último me incomodó un poco, me hacía sentir mal sobre lo que había dicho en el hospital, debía pedirle disculpas cuanto antes, y afortunadamente nadie pareció notar de lo que ella hablaba—. Tu también eres bienvenido aquí para jugar con los niños—le dijo al hermano pequeño de Damián.
—Gracias—dijo y sorbio un poco de su jugo de frutas en el vaso que Tyler no le quiso pero lo obligaron a prestar, le dio.
—Hefz, ahora que lo recuerdo, Damián podría enseñarte francés—escuchó la propuesta de Ana y me quedo perpleja—. Dijiste que se te dificultaba mucho para la escuela, ¿no?
Damián me miró entre sorprendido y divertido, sabía que sacaría provecho de todo esto. No sabía porque, pero aunque no lo conocía de nada, me era fácil saber que lo haría, como si nos conociéramos de toda la vida, me era muy fácil de leer en estos momentos.
—¿Estudias francés?—me miro directamente de nuevo y por primera vez en la noche, decidí sostenerle la mirada.
—En la escuela dan clases de Italiano, por obvias razones no me dejan cursar ese idioma, así que la maestra anterior me impartía clases de francés—les explico a los presentes.
—Nosotros te podríamos ayudar en lo que necesites—se ofreció Eléonore.
—Muchas gracias enserio—dije de corazón—, pero tengo que hablar primero con la maestra. Llego una nueva y dijo que hablaríamos sobre lo que serían mis clases de idioma—vi como la emoción en su rostro decayó. No pude evitar sentirme culpable con esa mujer y no se porque razón pronuncie lo siguiente:—aunque estaría encantada de que me enseñaran a hablarlo, seria para mi un placer.
La mujer sonrió de nuevo y me miró fascinada.
—Para Damián sería un honor poderte enseñar el idioma, es muy buen tutor—ahora la sonrisa que decayó fue la mía. Quería que la mujer me enseñara, no el engreído de su hijo.
—No quisiera molestar—intente excusarme.
—Para mi no es molestia, Luna—escuche como aceptaba.
—Genial—exclamó con disgusto mientras pasaba una porción de comida que había metido a mi boca antes de hablar.
—Hefz, tu y Damián deberían irse juntos todos los días a la escuela—Ana propuso señalándome con su tenedor y al parecer sin notar como me había llamado aquel chico.
Mire a Mario con preocupación de lo que pudiera pasar, él solo miraba atento a lo que su esposa decía. Eléonore por su parte igual, parecía muy contenta con todo lo que estaba sucediendo e igual como en toda la noche había sucedido, su hijo me miraba con diversión atento a como reaccionaba.
—Ana, no creo que sea bueno opinar antes de saber lo que él quiera—intente negarme rápidamente—, viendo las cosas a como están y todo lo sucedido, no creo que él quier...
—Por mi no hay ningún problema—su boca se curvo en una sonrisa sinica, simulando ser amable.
—Perfecto—Ana sonrió dando unas palmaditas.
—Malika y Enzo vienen por mi todas las mañanas—busque otra excusa viendo lo que sucedía.
—Damián es nuevo en el pueblo, necesita a alguien que lo oriente en la escuela—Ana decía como si estuviera describiendo a un niño pequeño y no a un adolescentes casi mayor de edad—. No le vendría mal una amiga, y se que ustedes se podrían llevar muy bien.
—No puedo hacerles eso a mis amigos— seguí con lo mismo.
—Ellos lo entenderán—Ana me miro con detenimiento—Damián es nuevo y hay que ayudarlo—. Lo miré a él y asintió ligeramente con su cabeza mientras hacía algo con su boca parecido a un puchero.
Intente objetar más hasta que el sonido de mi teléfono me hizo levantarme de la mesa.
—Compermiso—dije alejandome de ellos, de alguna forma era la manera perfecta para ya no seguir viendo la cara de idiota de Damián.
Tome mi teléfono y me apresure a subir a mi habitación. Conteste ya adentro y era Ludo que me pedía de favor mi opinión acerca de que tipo de lencería podía usar. No sabía lo que pasaba con la pelinegra, pero dudaba mucho de que todos los cables estuvieran bien conectados en su cabeza.
—Ludo, usa de algodón, son más cómodos—dije yo al ver las imágenes en donde la pequeña ropa de hilo o encaje aparecía. De solo imaginarme eso en mi cuerpo, me hizo hacer una mueca.
—No, esos son feos y aburridos—se quejo y bufo del otro lado de la línea.
—Es ropa interior, Ludovica, nadie la va a ver—dije recordando que su preocupación era ridícula.
—Tu que sabes—escuche como se tiró a su cama—. Y ya te dije que me dejaras de decir así.
Solté una risita y ella la siguió.
—¿Para que querías mi opinión en lencería?—la escuche suspirar.
—Eres mi amiga y estas son platicas normales entre amigas—me la imaginé encogiéndose de hombros restandole importancia a lo que dijo como siempre hacía.
—Normal—repetí ligeramente.
—Sí, porque eres normal—aseguro ella y no pude evitar sentirme bien.
—Gracias—dije bajito.
—Solo digo la verdad.
—Me puse un vestido—dije después de unos minutos de silencio entre las dos.
—Okey, yo necesito ver eso—la pude escuchar reír.
—La envió si me dices para que o quien usaras esa lencería—intento chantajearla.
—¿Sabes?—dijo en un tono de burla —Tengo que ir a ver si la marrana ya pario. Hablamos luego.
Me colgó dejándome con la palabra en la boca.
—Grosera—murmure a la nada.
—De seguro va a follar—salte del susto al escuchar esa voz en mi habitación. Volteo hacia atrás, encontrandome lo recargado en el marco de la puerta.
—¿¡Que rayos haces aquí!? ¿Que no conoces la privacidad?—intento controlar mi respiración tomando bocanadas grandes de aire—¿Que rayos crees que haces en mi habitación?
—Tu madre me dejó subir— apunto hacia atrás—. Además, no es como que no hubiera estado ya antes aquí.
Vi como merodeo por mi habitación dejando su vista en mi estante de libros.
—Así que cuando dijiste que eras más de libros no estabas bromeando—silbó al ver la cantidad de libros que tenía ahí—. Con esto te podrías comprar unos pulmones nuevos—paso sus dedos por el borde de cada uno de ellos como si los estuviera contando—. Que por lo que veo, te hacen mucha falta.
—Idiota—murmure volteando mis ojos y dándole la espalda—¿Ya se te acabó lo amable?—intente provocarlo pero lo funcionó.
—Todo tiene un límite, gaste toda con tu madre y lamentablemente a ti te está tocando la peor parte en lo que se vuelve a recargar—volver a escucharlo decir que Ana era mi madre me causaba una sensación extraña en mi pecho.
Decidí ignorarlo y salir a ver las estrellas a mi balcón. Con chicos así de idiotas siempre tenías que prestarles menos atención para que se terminaban aburriendo y con el tiempo dejarte de lado. Solo tenía que ignorarlo para que me dejara en paz y no tener que soportarlo.
Me senté en el piso de mi balcón y saqué mi piernas por el barandal y las dejé colgando. Recargue mi cara en un barrote y mire al cielo para ver las estrellas.
—Así que eres Italiana —dijo aún a mis espaldas. Voltee a velo y vi que ojeaba un libro que había tomado del estante.
—Así que eres Francés—dije en el mismo tono que él.
—Corrección—me dijo—soy Franco-estadounidense—cerro el libro de golpe cansado un fuerte ruido—. Yo no nací en Francia, solo tengo la nacionalidad por parte de mi madre. Mi papá, mi hermano y yo, nacimos aquí, en Estados Unidos. Eso nos hace a mi hermano y a mi franco-estadounidenses—. Me explico.
—¿Así que no vinieron desde Francia?—pregunte para aclarar. Vi como blanqueó su mirada en forma de frustración.
—¿A caso no prestas atención a lo que te dicen?—lo mire confusa—Mi madre te dijo que no cuando la saludas te.
Lo recordé y tenía razón.
—Sí, ya lo recordé.
—Que torpe eres, Luna—lo escuche decir al sentarse a mi lado—¿no vas a disculparte?—lo escuche decir.
—¿Porque?— mire su rostro con atención.
—Por no agradecerme—regrese mi vista al frente después de oírlo.
—Yo tampoco he escuchado que te disculpes—dije sin mirarlo y después ya nadie dijo nada.
Damián, su madre y su hermano se fueron horas más tarde después de esa cena tranquila en donde nuestras familias se habían presentado y en donde todo había salido a la perfección en los planes de Ana.
Nos habíamos quedado todo ese rato en silencio mirando a las estrellas. Se podían escuchar las risas y murmullos de nuestros padres en la planta de abajo mientras nosotros estábamos en silencio.
Ahí en silencio no parecía ser tan castrante, estando así los dos solos, de alguna manera llegue a sentirme a gusto y por una extraña razón, cómoda.
Termine de cepillar mis dientes y lave un poco mi cara antes de irme a dormir.
Me acosté y me coloqué mi cánula a la espera de que mi sueño llegara. Escuche un ruido muy lejano lo cual hizo que me asomara por mi ventana y viera movimiento detrás de la cortina de la casa vecina.
Me puse de pie en dirección hacia mi ventanal y pude ver como la sombra de lo que parecía un chico se veía detrás de la espesa cortina que apenas y dejaba notar el movimiento.
Jale un poco la cortina de mi ventanal, escondiendome detrás de ella para seguir mirando. Estar así, en esa situación, me recordó a la vez en la que vi a alguien detrás de esa ventana. Me preguntaba si esa persona que estaba ahí se trataba de la misma que me observaba a mi aquella vez.
Estando a oscuras tenía la ventaja de que nadie pudiera verme, vi como lentamente alguien abrió la ventana y pude ver a aquel chico de cabello azabache observar tras su ventana. En un movimiento rápido y como si me hubiera visto, cerré de inmediato la cortina y me escondí tras mi pared. Paso un rato y volví a asomarme encontrándome con la pared tapada por la cortina de nuevo y estando todo a oscuras.
Sin nada más que ver, regrese a mi cama y cerré los ojos hasta quedarme dormida.
Mi fin de semana fue tan aburrido que no merece contarlo mucho a detalle. Lo único que se podía prestar para ser contado es que mi cuerpo había mejorado un poco y sentía más fuerzas en él a la hora de hacer las cosas. Las marcas seguían ahí, y la pequeña costra que estaba en mi labio se sentía incómoda a la hora de hablar o sonreír. Había terminado un libro y había avanzado un poco a mis tareas pendientes. Jugué un poco con mis hermanitos y Ludo y Malika siguieron insistiendo para que fuera a una fiesta.
—¿Ya están aquí Enzo y Malika?—Ana pregunto mientras intentaba terminar mi desayuno.
Había despertado hace algunas horas, no tan temprano como otras veces, pero si al tiempo perfecto para ir a la escuela.
Por todo lo de la medicación, Ana decidió hacerme un desayuno ligero que consistía en galletas de avena con pasas y un poco de leche. No sentí náuseas ni nada parecido a lo que sentía siempre que desayunaba, no se si se debía a la hora o que tal vez se debía a un desayuno muy ligero, pero agradecí mentalmente hacia el cielo por este buen inicio de día.
—Sí—el claxon del auto sonó y me lo confirmaron justo a tiempo—tengo que irme.
—¿Irá Damián con ustedes?—este chico parecía importarle mucho al parecer.
—¿Porque tendría que hacerlo?—inqueri en un tono muy obvio para que se diera cuenta de cual era la respuesta.
—Hefziba, el salvo tu vida, lo mínimo que tenias que hacer es ser amable con él —la mire sin creer lo que decía. Un segundo bocinazo del claxon sonó justo a tiempo para interrumpir me.
—Lo siento, debo irme—di una última mordida a mi galleta y me apresure a despedirme de ella—nos vemos luego.
Salí corriendo—ya saben, caminar rápido— para no hacer esperar más a mis amigos y nos dirigimos a la escuela.
Platicamos cosas sin importancia y algunas sin sentido y el camino se fue un poco entre risas y Enzo cantando canciones de Dua Lipa.
La escuela como siempre, aburrida y cansina. Mi mañana se basó en buscar a maestros, entregar trabajos atrasados y hacer un montón de apuntes que había perdido por haber estado internada. Algunos maestros tenían piedad conmigo por lo de mi enfermedad, pero para otros pareciera que era palabra no estuviera en su vocabulario y me dejaron tarea a diestra y siniestra.
Justo cuando mi última clase terminó, que era de la idiomas, tome mis cosas para dirigirme a la salida y poder ir a casa a terminar mis deberes lo más rápido posible.
—Señorita Romero—la voz de la señorita Evans hizo que me detuviera antes de cruzar la puerta.
—¿Si, señorita Evans?—tenía un poco de prisa en irme, miraba de vez en vez hacia la entrada como diendo a entender que me tenía que ir.
—Por lo sucedido los últimos días y debido a sus faltas no pudimos hablar sobre como la estaré evaluando este semestre—lo había olvidado, con todo lo que había sucedido había olvidado que tenía que buscar a la señorita Evans para que me dijera como iba a pasar su materia.
—Oh, señorita Evans, lo lamento—dije llevándome mi mano a la cabeza—, tuve unos problemas familiares y la escuela me dio las faltas que pidieron mis padres, por eso no pude venir a verla antes. De hecho, si soy sincera, lo había olvidado—le informe.
—Sí, lo se, la dirección me lo informo—asentí para que prosiguiera—lo que quería decirle es que este año si estará cursando la materia de idiomas con su lengua natal.
Eso me hizo fruncir el seño, ¿que eso no era trampa? Prácticamente tendría la materia exentada.
—¿Que quiere decir?—le pregunte para que me aclarara.
—Este semstre me ayudará apoyando a un alumno en la materia, probando sus conocimientos y enseñándole su lengua a otro estudiante como apoyo.
—¿Osea que haré su trabajo este semestre?—le pregunte aún sin entender
—Algo así, pero solo con un alumno. Será como si tutora personal.
De acuerdo, una persona no podría estar mal, ¿verdad? Era solo un chico, o chica, podría con eso, además, no es algo que pudiera tener a negociación, ya que a comparación de otros profesores, la señorita Evans estaba siendo demasiado amable en dejarme usar mi lengua materna para aprobar.
—Okey, creo que puedo hacerlo— apreté mis labios intentando dibujar una sonrisa.
—Me alegra escuchar eso—me regalo una sonrisa brillante y amplia—las clases serian después de las dos de la tarde los martes y jueves, solo durarían hora y media, dependiendo del aprendizaje de su compañero.
—¿Osea que empezaría mañana?—asintió.
—No quise presionarla así que quise darle un día para que se preparara para su clase—prosiguió—no será nada difícil lo que le estoy pidiendo pero quiero que se sienta lo más cómoda posible.
—Muchísimas gracias, señorita Evans, no sabe lo agradecida que estoy con usted—tomó el atrevimiento de abrazarla, tomándonos por sorpresa a las dos—. Lo siento.
Ella me sonríe de igual manera y acaricia mis hombros.
—No pasa nada, señorita Romero. Su compañero no tarda en llegar, de hecho no se porque se fue, quería presentarlos antes de sus clases, supongo que no tardara mucho en volver—la veo mirar hacia la puerta, en espera de que aquel chico entre.
Chico.
Chico...
¿Chico?
¿¡Le daré clases a un chico!?
—Sí—contestan desde la puerta sin haberme dado cuenta de que hice la pregunta en voz alta.
Volteo hacia el dueño de esa voz que he llegado a conocer tan bien últimamente y la sangre se me comienza a calentar a la hora en la que soy consciente de quien es. Un nudo en mi estomago me contrae las palabras y la respiración me pesa. Está mirándome fijamente con esos orbes azules impresionantes y esa actitud desagradable que tanto aborrezco.
Volteo a ver a la señorita Evans, la cual está atenta a los movimientos de él, que se mueve hasta llegar al frente de nosotras.
Intento activar de vuelta mi cerebro y no parecer una completa retrasada frente a ella, espabilo un poco y logro controlar mi respiración al volverlo a ver. Busco la respuesta que me diga que esto es un broma, que es un juego y que en realidad esto no está pasando.
Lo miro a él viéndome, con su rostro tranquilo pero tenso, apretando su mandíbula, mirándome molesto y con desagrado.
Con el deseo presente de que la tierra me trague y me regrese de vuelta a Italia, lo escucho decir.
—Enana.
—Aiden...
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N/a: AAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!
Lo siento, ¿apoco soy la única que se emociona por esto? Una disculpa, recuerden que soy Team Aiden (no me escondo) y siento que esto se va a poner bueno.
Capitulo un poco largo pero estoy feliz con el resultado.
Aquí opiniones sobre Damián🙋🏻♂️
Aquí opiniones sobre Aiden🙋🏽♂️
Espero que el capítulo les haya gustado, si es así, ya saben que me encantaría saber con un voto o un comentario.
Sin nada más que decir, nos vemos en una próxima actualización.
Chaiwis.
Lxs amo❤
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