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Capítulo 21. Sentimiento


23 de octubre (46 días desaparecida)

—No puedo creer que en verdad vaya a venir —Vivian meneó la cabeza, incrédula, Eric le había confirmado la asistencia de Astrid en ese mismo día, a la novia de Eric se le hizo complicado fingir que le parecía buena idea que viniera pero su poca disposición decía la verdad. —¿La obligaste a venir?

—Por supuesto que no, da la casualidad que cambió de idea, al principio parecía que no quería venir.

—¿Y porque cambió de parecer?

—No lo sé —Eric se encogió de hombros, se le veía que también se moría por saber porque de forma repentina, Astrid decidió venir, creía que no lo haría porque detectaba que a Vivian lo le agradaba mucho.

Eric le ayudó a Vivian a poner la mesa, solo serían tres personas, sin contarse ellos mismos; Eric compró una botella de sidra rosa con solo 3% de alcohol y unas cuantas cervezas, supo que serían más para Isaac y Vivian que para los demás. Eric cambió a Charlie en lo que Vivian terminaba de darle los detalles a la comida y no es como si hubiera hecho mucho, de hecho la mayoría lo compró, ella preparó solo los complementos de la cena como la ensalada y la pasta con albóndigas.

Como Eric pocas veces cambiaba a Charlie, fue un reto para él tenerlo listo, tardó mucho más de lo que tardaría Vivian, no supo cómo cambiarle el pañal y cuando pudo tampoco fue fácil ponerle el pantalón de algodón al bebé, Charlie era inquieto y Eric no estaba acostumbrado todavía a su carácter. Se llevó a Charlie de regreso a la sala, ya cambiado, trato de arreglarlo lo más decente que pudo, lo sentó en su asiento para comer, pero entonces tocaron a la puerta y Eric ya no pudo al menos arreglarle el cabello a Charlie.

Abrió la puerta y vio frente a él a Astrid Welsh, sosteniendo su regalo con ambas manos, a la chica le brotó un brillo peculiar en los ojos cuando él la recibió, ella no pudo contenerse, escondió una sonrisa que a fin de cuentas dejó escapar, fue una sonrisa que hizo estallar una calidez en el interior de Eric.

—Hola, feliz cumpleaños —le deseó Astrid, cuando él le sonrió, ella no pudo creer que le gustaba verlo sonreír, pocas veces lo hacía y guardó la esperanza de que esta noche lo vería por muchas más veces. Le hubiese gustado decirle que no dejara de hacerlo —Supongo que llegue demasiado temprano, ¿Verdad?

Eric estaba asombrado, un poco torpe porque tampoco pude negar que se sintió feliz de ver a Astrid primero que todos, siguió sonriéndole cuando le respondió.

—No, de hecho la fiesta es las siete, —le dijo, levantando las cejas, vio su reloj de mano y comprobó que eran las siete con cinco minutos —Llegaste justo a tiempo. Pasa, te tocarán buenos bocadillos.

Astrid Welsh avanzó hacia el interior del departamento, sin darse cuenta que Eric la estudiaba desde atrás, él se dio cuenta que iba bien vestida, llevaba con un suéter borgoña de peluche que se veía muy abrigador, un pantalón negro y botas con pequeño tacón; su cabello lo había lisado un poco, evitando que se ondulara (cómo lo era natural) y unos guantes negros que no se quitó, se le hizo raro porque habían prendido la calefacción.

—Ya llegó nuestra primera invitada —Vivian hizo su entrada, sosteniendo un plato con bocadillos de queso y galletas saladas —Astrid, llegaste justo a tiempo. ¿Qué tal?

Astrid alzó su mano para saludar a Vivian, no supo porque pero a Eric le pareció diferente el tono con el que Astrid le respondió a Vivian, era un poco más rígido y casi entre dientes.

—Hola, gracias por invitarme.

Eric trató de ignorar lo recelosa que se puso Vivian, lo que menos quería es que hubiera fricción en la habitación.

—No es nada —contestó Vivian, soltando la mano de Astrid y apartando sus ojos de ella, dejó el plató de los bocadillos en la mesa y la invitó a sentarse —¿Quieres tomar algo? Tenemos sidra rosa, Eric la compró.

Astrid vio de reojo a Eric quien solo titubeó mientras tomaba un bocadillo de queso.

—Sidra está bien.

En lo que Vivian se fue a la cocina, Eric se sentó frente a Astrid quien sin querer había conocido a Charlie que estaba cerca de ella, dando golpes sobre su silla de comida, tenía una sonaja en la mano que estaba golpeando muy fuerte.

—Él es Charlie —admitió, girando hacia el bebé, no intentó tocarlo, solo lo contempló.

—Sí, es él.

—Nunca terminaste de contarme la historia de Charlie —le susurró ella con cautela, su intento fue que Vivian no escuchara nada estando la cocina —Me dijiste que tuvo que ver con el alcohol, ¿Es algo tan simple como que terminaste borracho y no te acordaste de que lo que pasó la noche anterior?

Eric suspiró, conteniéndose una risa.

—Si, suena estúpido ya lo sé pero es la verdad.

—¿Te importaría contármelo? —le pidió la chica, casi en suplica.

—Aquí está tu sidra —Vivian salió de la cocina con dos copas de sidra rosa, deslizó la de Astrid en lo que se sentaba alado de su novio —¿De que hablaban?

Eric se acomodó en su silla, arreglando su postura, dejó caer la espalda sobre la silla y le sonrió a Vivian que ya estaba rara porque veían que ellos susurraban.

—Astrid quería saber lo de Charlie, esa borrachera que lo concibió.

—¡¿Ya lo conociste?! —le preguntó Vivian a Astrid, señalando a su hijo con la barbilla, pareció que el bebé sabía que hablaban de él porque provocó más ruido con la sonaja —Es una historia graciosa. Estábamos en la fiesta de Isaac, daba la casualidad que era también su cumpleaños, al final solo nos quedamos nosotros cuatro, Daphne, Isaac, yo y Eric, tomamos demasiado, creo que el único lúcido era Isaac porque nos pidió un taxi para regresar a casa y llegando aquí pasó lo que tuvo que pasar.

Vivian rió y Eric sonrió con discreción, lo que menos le gustaba era que le recordaran ese día en especial, le parecía incómodo.

—Vaya, entonces ¿Una borrachera intensa? —añadió Astrid con las cejas alzadas, estaba atónita o eso quiso aparentar. —¿No se acuerdan de nada de ese día?

—No, la verdad es que no —contestó Vivian, viendo a Eric, ella lo dijo por los dos.

—Yo lo único que sé es que tu no amaneciste tan mal —le recordó Eric a Vivian, extrañado de haberlo olvidado —Ya lo recuerdo un poco más claro, me la pasé muy mal el día siguiente, vomité como diez veces y recuerdo haber faltado ese día al trabajo, casi voy al hospital y tú estabas mucho mejor que yo.

—Hay cariño, por supuesto que lo ibas a estar —Vivian le pellizcó una mejilla —Yo no bebí un barril entero como tú, solo tomé una botella de vino pero tampoco estaba tan consciente cómo para poder manejar, además, esa noche estabas insistente, resistirme tampoco estaba en mi control.

—Bueno, la cerveza que dio Isaac ese día estaba excelente. No puedes culparme.

Vivian rompió a reír, Eric solo soltó una risita leve y Astrid se apretó los labios, bebiendo de la copa sin comentar nada, bajó los ojos y se cohibió a seguir preguntando, la chica se percató que con Vivian presente, sería ella quien respondiera por Eric.

—¿Por qué no lo cargas? No muerde y no te preocupes, no te meara encima —rió Vivian —No llora si lo cargan los extraños, apuesto a que tampoco llorará si lo cargas.

Astrid vio a Charlie, el bebé parecía que los ignoraba, no se dio cuenta que seis pares de ojos lo veían, Astrid quiso responder de inmediato que no quería molestarlo pero sentía la presión por parte de Vivian, tuvo que inventarse algo para no hacerlo.

—No soy buena cargando a los bebés —se disculpó,fue abierta al respecto —Nunca he cargado a un bebé, ni siquiera a un recién nacido, no soy de una familia grande, por lo que todavía no tengo sobrinos, ni tampoco tuve hermanos pequeños.     

—Podrías intentarlo —la animó Vivian —Siempre hay una primera vez para todo.

Astrid vio a Charlie un instante, no quería decirle a Vivian que no estaba de humor para sostener bebés pero estaba bastante presionada por hacer lo que le pedían. Se acercó al bebé y lo alzó de los hombros, lo sentó sobre su regazo y le sonrió aunque él no se hubiera dado cuenta; el bebé empezó a agitar más la sonaja casi con mucha insistencia y eso a Astrid le pareció embarazoso.

—Creo que no le agrado —dijo Astrid con una sonrisa tensa.

—Al contrario, le agradas, no está llorando, es lo más calmado que puede estar. —le confesó Vivian con mucha complacencia, contempló a ambos y pareció que por un momento a Vivian lo le parecía raro dirigirse a Astrid —¿A quien crees que se parece? Ya que lo tienes cerca de ti...¿A mi o a Eric?

Fue automático que Astrid se volviera hacia ellos, no pudo evitar su expresión llena de confusión, no podía comparar los rostros de Vivian y Eric con el de un bebé que apenas y tenía rasgos característicos, tenía solo un mes, pero sin duda de lo que se pudo percatar pero no dijo nada es que ese bebé no tenía nada de Eric, eso ella lo percibía más rápido que otros, pues la verdad que ella sabía se lo permitía.

—Supongo que a ti, Vivian —le respondió con voz serena, esperó que eso la pudiera convencer —Pero con el tiempo estoy segura de que se parecerá a Eric.

Vivian sonrió de oreja a oreja pero Astrid se dio cuenta que la respuesta que la mujer esperaba era otra, era una lástima que Astrid no fuera manipulable, bien pudo haberle dicho que no se parecía a ninguno de los dos pero fue amable, lo bastante para incluso darle un poco de gusto a Vivian. Después de unos diez minutos más, llegó el otro invitado, fue Derek quien se presentó con una copa de vino tinto y bocadillos de pan horneado, se sintió feliz de estar ahí, de ver a Eric y por supuesto que a Astrid.

—Traje unos bocadillos increíbles, te van a encantar —le dijo Derek con entusiasmo en lo que tomaba asiento en la mesa, vio a Astrid y pareció que su estado de ánimo cambio un poco, fue más reservado con ella —Hola, Astrid.

—Hola, Derek, ¿Qué tal va todo?

—Bien, todo va muy bien —sonrió con timidez, se refugió mejor en Eric quien se dio cuenta del nerviosismo del chico.

Todos comieron de los bocadillos de Derek y también de los que Vivian puso en la mesa, la única que al parecer no tenía intención de tomar nada era Astrid, ella no quería hacerlo porque se había quitado los guantes desde hace rato por debajo de la mesa, sabía que todos verían sus manos vendadas. Eric la vio por varios minutos, Astrid no se veía dispuesta a seguir a los demás, él creyó que se trataba de timidez por lo que decidió darle impulso.

—Astrid, ¿Quieres unos pocos? —Eric le acercó la bandeja de bocadillos de pan, lo suficiente cerca para que no fuera tan difícil tomarlos.

La chica le dirigió una mirada llena de inquietud a Eric quien intentó controlar las ganas de preguntarle qué era lo que estaba pasando, su incertidumbre iba creciendo cada vez más, Eric estaba presintiendo que Astrid guardaba algo; él podía leerla con mucha mayor facilidad gracias a todo el tiempo que pudo conocerla.

—No tengo mucha hambre, gracias —se disculpó con él aunque estaba agradecida de que se lo ofreciera —Tal vez más tarde.

Vivian se levantó de la mesa porque estaba tocando a la puerta, todos ya sabían de quien se trataba, Derek siguió comiendo de los bocadillos de queso que Vivian compró, mientras que Eric y Astrid se veía el uno al otro, Eric no se lo creía, sabía leer muy bien de Astrid.

—Estás ocultándome algo debajo de la mesa —le susurró en voz baja, solo para que quedará en el nivel de los dos —No soy estúpido, muéstrame las manos, por favor.

—Eric, basta —masculló ella con poca tolerancia, ella se daba cuenta que el siguiente invitado se estaba acercando a la mesa poco a poco.

—Ven conmigo.

Eric se levantó de la mesa pero en ese momento Isaac se le estaba acercando, lo agarró para darle un fuerte abrazo y deseándole un feliz cumpleaños, por supuesto que Eric estaba entusiasmado de tener a su mejor amigo en su casa pero no dejó de concentrarse en Astrid que estaba todavía sentada en la mesa, observándolo.

—Tenemos de todo para que puedas servirte, adelante —lo invitó a acercarse y a sentarse en una silla a lado de donde él estaba. —Compramos sidra y un par de cervezas.

—¿Cervezas? —Isaac dilató los ojos —Esto si que me sorprende, si me haces el favor, ¿Me prepararías una? Ya sabes como nos gustaba en los viejos tiempos. Oh, perdón, no salude a...

—Astrid —admitió la chica cuando Isaac lució avergonzado de no haberla saludado.

—¡Claro! Eres una compañera de Daphne en el trabajo, perdóname, con tanta gente que tuvimos ese día no pude grabarme los nombres. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, gracias —Astrid se fijó que Eric todavía tenía sus ojos sobre ella, cuando le respondió a Isaac vio de reojo a Eric cerca de la cocina.

—¿Quieres una cerveza, Derek? ¿Y tú Astrid? —les preguntó Eric, fue solo un pretexto para que Astrid pudiera levantarse y seguirlo a la cocina.

—Seguro pero, preferiría prepararla por mi cuenta.

—Entonces ven a la cocina.

Astrid se puso sus guantes de nuevo y se levantó de la silla, claro está que tuvo que pasar alado de Vivian quien silenciaba con muchas ganas el desagrado por ella. Al entrar a la cocina, vio que Eric de vedad preparaba las cervezas pero en cuanto la sintió en la cocina se giró hacia ella, le tomó una mano y le quito el guante con delicadeza.

Eric estaba desconcentrado ver las vendas que esta vez casi cubrían la mano de Astrid, a la chica le recorrió un estremecimiento de que entre los dos ese silencio tenso los envolviera en esa pequeña habitación.

—Volviste a hacerlo, ¿Por qué?

Astrid no respondió, ella no pudo verlo a la cara, bajó los ojos y lo que quiso era poder quitarse el contacto de Eric.

—¿Con que frecuencia, Astrid? Esto ya no puede seguir así, déjame ayudarte, estoy dándote mi palabra, lo haré como amigo, porque quiero que confíes en mí, ¿Qué no te deja el poder aceptar mi ayuda?

—Simplemente no puedo —contestó con tono apagado, casi en un débil susurro que apenas pudo escuchar Eric.

—¿No puedes o no quieres?

El rostro de la chica estaba frustrado a causa de las lágrimas que ni siquiera Eric vio venir, en los ojos de Astrid había una tristeza enorme pero también un frenesí que no quiso apagarse, ella estaba quieta pero sus ojos eran un lamento cada vez más grande y que no se detenía.

—No puedo. —susurró con una profunda ansiedad —No puedo...

—¿Por qué?

Entonces, Astrid encontró significado a porque se odiaba a si misma, no solo se trataba del secuestro de Irina, de la mala relación que tenia con su tía o su primo, o el estrés que llevaba todo este escándalo, era su impotencia de no poder controlar sus sentimientos. Lo vio a la cara, tomando valor desde su propia desesperación y culpabilidad.

—Porque me enamoré de ti.

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