Capítulo 2. Conocida
A pesar de que deseaba leer el periódico después del incidente en la mañana, Eric Henderson no lo compró porque decidió mejor llegar al trabajo y pedirselo a alguien que lo estuviera leyendo en el almuerzo y así no tener que hacer ninguna parada. No le costaba mucho llegar a su trabajo, por suerte estaba a unos quince minutos de casa, si el trafico estaba muy denso podrían ser veinticinco. Era un edificio grande, cerca del centro de la ciudad, siempre llegaba temprano para conseguir un buen lugar en el estacionamiento; bajó con su termo lleno de café y saludo a unos cuantos colegas que se topó en la entrada caminando a su lado. Algunos de ellos le felicitaron por su reciente paternidad, aunque el bebé hubiera nacido diez días después, por supuesto a él le incomodaba que se lo recordaran, no podía decírselos así que aceptaba las felicitaciones con una sonrisa casi forzada y bajando la mirada, conteniéndose las ganas de golpear la pared.
Subió por el ascensor hacia el tercer piso que era donde se encontraba su área, estando solo gruñó todo lo que pudo y trató de calmarse, nada tenía porque arruinar el día, solo necesitaba alejar de su mente los pensamientos turbios y la razón de las felicitaciones. Al llegar esperó que nadie más lo molestara con lo mismo, por suerte no fue así; caminó hasta llegar hacia su oficina que estaba de lado oeste y dejó sus cosas para ponerse a trabajar.
Se sobresaltó un poco cuando Robbie, su asistente, tocó la puerta y le sonrió con amabilidad. Era una mujer muy eficiente, él y Robbie tenían la misma edad, era una mujer atractiva, su cabello era lindo, de un color negro intenso y profundo como el carbón, ojos verdes y la piel blanca con un subtono rosado; para Eric, Robbie era solo su compañera y la mejor asistente que había tenido (de hecho era la primera y al parecer la única). Era madre soltera de una niña de cinco años y aunque su salario era bajo al parecer ella no renunciaba porque amaba su trabajo y se acostumbró tanto al ambiente que no quería dejarlo por ningún otro.
—Buenos días, oh, veo que ya traes el café —Robbie rió —Ya no necesito traértelo, que considerado.
Eric también sonrió, vio que Robbie traía una carpeta, supuso que ese sería nuevo trabajo que le iba a dar y que al menos lo tendría ocupado.
—Por nada —le dijo muy complacido, se concentró después en lo que llevaba su asistente en la mano —¿Es para mí?
Robbie examinó la carpeta y negó con la cabeza.
—No, esto son copias, de hecho vengo a decirte que Lorenz está esperándote en su oficina. Quiere hablar contigo.
Lorenz Dickens era su jefe, lo primero que Eric pensó es que se trataría de alguna llamada de atención porque estos días había llegado tarde al trabajo, el bebé lo tenía cansado y desvelado, lloraba todas las madrugadas sin parar que dormir era imposible y eso lo tenía agotado que levantarse temprano era una desafío.
—¿En serio? —Eric no quería lucir nervioso, se acomodó la camisa y bebió un gran sorbo de café —Está bien, en seguida voy. Gracias por el aviso.
—No olvides el informe que debes llevarle, está en tu cajón.
—Cierto. ¿Puedes prepararme otro café? —le pidió, dando el último sorbo de café en su termo. —Ya termine el mío.
Eric tomó todo para ir hacia la oficina de su jefe, estaba nervioso pero no tanto como para colapsar o sudar en exceso, solo le intrigaba saber de que se trataba el asunto.
—Claro, no te preocupes —le dijo Robbie cuando él paso a un lado suyo para salir e ir a la oficina de Lorenz.
Eric caminó de prisa hacia la oficina de Lorenz con el informe que le tenía listo en una mano, no era nada tardado llegar a esa oficina, dio unos cuantos pasos y ya estaba delante de la puerta cerrada, dio dos golpes y la voz del hombre de sesenta años le dio acceso. Lorenz estaba escribiendo en su computadora de escritorio mientras Eric se asomaba desde la puerta.
—Eric, por favor pasa —le pidió cuando se percató de su presencia, su voz sonaba normal, sin un matiz extraño o disgustado. —Necesito hablar contigo.
Eric entró y caminó hacia el escritorio de Lorenz, él le ofreció asiento y por supuesto se sentó, no quería estar parado, quería al menos no ser evidente en cuestión a su nerviosismo.
—Lo que necesites, Lorenz, ¿Qué sucede?
Lorenz siempre tenía una expresión dura, sea cual fuera su estado de humor, nunca cambiaba así que cuando Eric lo contempló no sabía si sería algo grave o alguna petición sin mucha sentido, nunca se podía saber mucho con Lorenz, era un hombre que emanaba mucha autoridad, sus ojos eran profundos e intimidantes, podía congelarte en segundos.
—¿Has visto las noticias últimamente, no?
Eric no comprendió pero era una pregunta inocente y fácil de responder, no quería que Lorenz leyera su expresión desentendida y respondió rápido.
—Sí, esta mañana las vi en el periódico, ¿Por qué?
Pero Lorenz hizo otra pregunta.
—Hace ocho meses terminaste un caso, ¿Fue el de Therese Friedemann, si mal no recuerdo? No se si me estoy equivocando
—Así es.
—Bueno —Lorenz suspiró con pesadez y deslizó una carpeta que tenía sobre el escritorio, con tono metódico le explicó las cosas —Ahora mismo necesito que te hagas cargo de este nuevo caso. Tenemos una situación de posible secuestro, se reportó el viernes por la prima de la chica secuestrada, según ella cree que sabe quién pudo habérsela llevado.
Eric se inclinó inmediatamente para tomar la carpeta y darle la leída completa al informe que tenían, leyó primero el nombre, la chica se llamaba: Irina Steinberg, adjunto había una fotografía de ella de su álbum escolar impresa a color. Eric incrédulo, estudió la fotografía de Irina Steinberg, leyó el nombre también y relacionó el rostro de la chica con el mismo que tenia en su mente desde hace diez años. No quitó de su vista la mirada que la fotografía le regresaba, fue cómo un flash cuando las cosas encajaron de forma inmediata, él lo sabía, su pecho se encogió cuando la reconoció, Eric no iba a olvidarla, nunca lo hizo, era ella maldita sea, era Irina, no había nada que lo pudiera contradecir.
—Se dice que su prima llegó y encontró el cuarto de Irina hecho un desastre, al principio creyó que se trataba de un robo pero las cosas de valor estaban ahí, nada se había perdido, a excepción de la computadora de Irina que fue destruida. —Lorenz hablaba en lo que Eric con ausencia se perdía en la fotografía de Irina, haciéndose a la idea con más constancia de que no podía confundirla con alguien más. —Se dio el nombre de un sospechoso, Vladimir Engels.
Rápidamente Eric reaccionó, sabía que Lorenz le hablaba así que fingió que lo escuchaba y leyó el informe, dándole vueltas a las otras páginas.
—¿Quién es él? —preguntó Eric, en el informe no había información de Vladimir Engels.
—No tenemos toda la información, necesito que vayas e interrogues a la prima de Irina, necesitamos investigar para darle toda la información que podamos a la policía, ellos esperan que podamos conseguir lo suficiente para que no se pierda más tiempo.
—De acuerdo, lo haré hoy mismo —le aseguró con voz neutral, viendo de vez en cuando el expediente del caso solo para ver la fotografía de Irina.
—Consigue todo lo que puedas, necesitamos ampliar el expediente, los datos son fundamentales. Se que puedo confiar en ti, Eric, eres perseverante.
—Lo haré, Lorenz, también soy obstinado, no lo olvides.
—Tú mejor virtud —añadió con firmeza. Dio un golpe sobre el escritorio y se acomodó de nuevo frente a su computadora —Es todo, creo que no te quito más tiempo, tienes mucho que hacer.
—En cuanto tenga nuevas noticias, te las haré saber. Por cierto...—Eric le entregó el informe que tenia desde el principio, estaba a punto de olvidarlo —Aquí esta lo que me pediste ayer.
Dicho esto, Eric salió de la oficina de Lorenz, con el estómago pesándole una tonelada, su postura cambió de inmediato, ahora caminaba por el pasillo con el rostro rígido y los ojos fijos hacia el frente, ignorado a todos los presentes; su mente estaba sumergida en los recuerdos que creyó se habían borrado hace diez años pero era claro que esas cosas no podían olvidarse, ni aunque lo intentara.
Algunos notaron la angustia y la inquietud de Eric cuando pasaba a su lado pero él los ignoró; avanzó hacia a su oficina con prisa pero siendo lo más discreto posible, todavía sentía que las manos le sudaban en exceso y justo en ese momento Robbie se le acercaba con una taza de café, Eric sabía que no iba a poder sostener aquel café con las manos por lo que se disculpó con ella.
—Lo siento, no podré tomármelo, saldré a cubrir un caso —le explicó, con ella detrás de él, ambos entraron a la oficina de Eric mientras tomaba las llaves de su auto —Aunque gracias de todos modos.
Robbie lo entendía, asintió pero no pudo evitar lanzarle una mirada llena de suspicacia a Eric, ella no quería ser muy evidente pero pocas veces lo veía así de inquieto y ansioso, ella lo relacionó a que a la mejor Lorenz le había dado un ultimátum por las llegadas tarde, lo que ella no sabía es que ni siquiera habían hablado de eso.
Al encontrar las llaves Eric salió de su oficina y le pidió a Robbie que le dijera a quien llamara que estaba ocupado, que no recibiría llamadas hasta después (eso era exclusivamente para cuando Vivian llamara, que era lo que hacía siempre solo para matar el tiempo) para los demás que no fuesen Vivian solo le dijo que dejaran número y nombre.
Al llega a su auto, Eric dejó el expediente en el asiento del copiloto, respiró profundamente antes de encender el motor, se miró en el espejo retrovisor, su ansiedad se notaba por todos lados, tenía los ojos ligeramente sobresaltados, su respiración todavía no se controlaba del todo y tenía la frente con una capa pequeña de sudor, lucía como si hubiese corrido un maratón. Ignoró todo lo demás y se concentró en la cicatriz de su rostro, la que se dibujaba desde su sien hasta el pómulo, formaba una "C"; aquella cicatriz estaba difuminada pero todavía conservaba ese grosor y el color era un poco más pálido que el de su rostro, se sentía todavía un poco rigurosa al tacto por las puntadas que le habían dado para que pudiera cerrarse y cicatrizar, habían pasado diez años desde que se había hecho esa cicatriz y Eric lo ignoraba siempre que podía pero su significado hoy era imposible de ignorar porque el origen de aquella marca relacionaba en totalidad a Irina Steinberg.
(...)
Llegó a la casa que el informe le mostraba, era una casa bonita, elegante, estaba en un buen vecindario por lo que se dio cuenta que Irina podría tener un buen empleo, esperaba que le hubiera ido bien. Se acercó hasta la puerta donde solo tocó dos veces y del otro lado se escuchaban las pisadas de quien fuese a abrirle, Eric no tuvo tiempo de arreglarse al menos el abrigo que llevaba porque ya habían abierto; se encontró con una chica de pelo castaño, con ojos hundidos color azules y largas pestañas, piel pálida con varias pecas más oscuras que su piel en el puente de su nariz y mejillas.
Al parecer había estado llorando, lo dedujo porque sus ojos estaban enrojecidos y sus labios resecos, quizá acababa de levantarse porque su voz era rasposa y cuando vio la luz del sol entrecerró los ojos. No parecía ser prima de Irina, no tenían mucho parecido, o eso detectó a la primera impresión, ella era tal vez unos cuatro años mayor que Irina y un poco más delgada.
—¿Sí?
—Soy el detective Eric Henderson, vengo a hablar sobre su prima Irina Steinberg, ¿Es Astrid Welsh?
Astrid de súbito pareció estar alerta, parpadeó para aclararse los ojos y estar más consciente de todo, asintió y lo hizo pasar sin dudar.
—Gracias por venir, me dijeron que vendría hasta mañana y yo me estaba volviendo loca.
Eric le echó un vistazo de pies a cabeza a Astrid, la chica estaba cubriéndose con las sábanas de la cama, al parecer no se había arreglado y no quería que nadie se diera cuenta que iba con ropa que no combinaba en absoluto.
—Estoy seguro de que si me hubiesen dado el caso desde el primer momento en que sucedió yo estaría aquí a pocas horas de lo ocurrido—le respondió con una genuina sonrisa, eso era cierto, Eric jamás hubiera perdido tiempo y si el caso hubiese estado en sus manos mucho antes las cosas serían diferentes —Aunque a decir verdad las autoridades han hecho también lo que pueden, nos dieron información para trabajar desde que se hizo la denuncia.
Astrid no respondió pero su rostro lo decía todo, no le creía, estaba seria y mejor cambió de tema.
—¿Quiere algo de beber?
Eric borró la sonrisa y pensó en que el café que se tomó antes de venir todavía estaba muy concentrado en su estómago pero negarse no era lo mejor, afuera hacía frío y en la casa también, al parecer a Astrid no le apeteció encender la calefacción.
—Un té estaría bien, gracias.
En lo que ella preparaba el té, Eric indagó todo lo que pudo, en verdad era una casa enorme para dos chicas jóvenes, no sabía cómo podían mantenerla limpia y arreglada, seguro debía ser difícil darle mantenimiento y se preguntó en cómo podían ingeniárselas, ¿Viviría alguien más aquí? Caminó con sigilo por la sala, había solo fotografías de Astrid cuando era niña, adolescente y adulta, ni siquiera había de Irina y entonces se dio cuenta que la inquilina en esta casa debía ser ella, por eso la falta de fotos.
Luego de unos cinco minutos de poder buscar algo que pudiera darle ideas o interrogaciones de lo que pudo haber pasado, Astrid le avisó que el té estaba listo, lo invitó a sentarse en sala ya que de todos modos él se encontraba ahí, ¿Para qué trasladarse a la mesa del comedor?
—Perdone que haga el té desde cero, no tenía la tetera preparada —le explicó Astrid cuando vio que el té estaba caliente y no hirviendo, la chica se había quitado la sábana de encima y dejo ver unos pantalones de mezclilla manchados y una sudadera gris, llevaba pantuflas sucias y el pelo se lo recogió en una coleta.
Eric no se preocupó en que el té estuviera muy desabrido y tibio, a decir verdad no tenía ganas de tomar nada pero como Astrid se ofreció, entonces lo tuvo que aceptar y así podía seguir escudriñando la casa sin problemas, con ella ocupada en la cocina podía ver más cosas.
—No importa, está bien para mí. —bebió y actuó que sabía bien cuando el té pasó por su garganta con un extraño sabor añejo, al parecer el té era de hace mucho.
La chica no había preparado té para ella, solo para Eric por lo que él se preguntó si ella sabía que el té tenía mal sabor pero no quería juzgarla. De reojo, pudo darse cuenta que Astrid lo contempló un par de segundos y sabía naturalmente porque, por su cicatriz, no era nada que podía ocultarse, era lo que más llamaba la atención de su rostro pero al darle sorbos al té al menos la taza ocultaba un 60% por ciento de sus facciones.
Al principio a él le molestaba eso pero se acostumbró, ya no le importaba que lo miraran con mucha curiosidad. Astrid rápido desvió los ojos hacia otra parte, no necesitó de mucho tiempo para saber que estaba siendo grosera y que lo que hacía estaba mal, ver de esa forma a las personas, no era algo común en ella pero con Eric fue diferente, su cicatriz no le parecía grotesca, ella solo quería saber el trasfondo de lo que le había pasado para tenerla.
—Vengo a hacerle unas preguntas acerca de su prima y necesito que responda a todas, ¿Bien? —Eric dejó a un lado el té y comenzó a sacar su libreta de apuntes de su abrigo.
—De acuerdo —susurró con voz baja
Astrid soltó un suspiro pesado como asentimiento, intuía que sería una tarde larga y se arrepintió después de no haberse preparado un té aún con el más sabor que tenia. Había tantas cosas que decir de su prima Irina Steinberg y no sabía por dónde empezar.
Espero que el capítulo les guste <3 Yo se que como va empezando habrá cosas que suelan ser tediosas pero la historia avanzará lo más rápido que se pueda, tengo avanzando muchos capítulos y quizá en lugar de subir 2 x semana sean 3, todo depende de como vea la situación de la novela, si me doy cuenta que estoy subiendo poco para tanto contenido que tiene entonces lo voy a tomar en cuenta y subiré 3.
Las cosas se pondrán super interesantes en todo esto, no tienen idea, lo que he llevo avanzado hasta ahora está de infarto. La espera valdrá la pena lectores
Los amo y no se olviden de comentar si les gusto y de votar, me alientan a seguir. Muak
PD: No se olviden de seguirme a mi cuenta de instagram <3 Estoy muy activa
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