Capítulo 11. Secreto
Eric Henderson y Astrid Welsh habían decidido pedir de cenar, parecía que la charla se alargaría más de lo que habían previsto, Eric no quería apresurar a Astrid a hablar, pensó que si lo hacía ella perdería el interés por contarle; esperó a que la comida de los dos llegará y que al menos pudieran tomarse el tiempo para no decir nada mientras comían. Eric vio a Astrid, ella se dio cuenta y sostuvo la mirada de Eric por un tiempo prolongado antes de esbozar una sonrisa afable.
—¿Ahora crees que soy una adicta peligrosa?
Eric detectó el sarcasmo en la voz de Astrid pero no quiso seguirle el juego, quiso mostrarse lo más serio posible.
—No, por supuesto que no, solo tengo curiosidad.
—Sí, eso se puede ver, de hecho eso es una de las razones por las que Patricia y yo no nos llevamos bien.
—¿Recaiste?
—No, hace dos años que estoy sobria.
Eric asintió una vez y pensó que debía decir algo respecto a la sobriedad de Astrid.
—Es bueno escucharlo —añadió con tono cordial.
—¿Crees que soy adicta al crack, heroína, o la mariguana, cierto? No soy una callejera que anda por ahí drogándose por las calles, mi adicción fue a los analgésicos y anti depresivos. Fue hace tres años, mis finanzas iban mal, vivía en una departamento en un barrio bajo de la ciudad, apenas y pude pagarme la universidad, estaba en bancarrota y caí en depresión; mi madre antes de casarse me pagó un psicólogo, parecía servir pero después conocí a Taylor y la depresión empeoró.
—¿Taylor? —inquirió Eric.
—Mi ex novio, en fin, mi psicólogo me recetó anti depresivos y analgésicos porque me lesionaba los brazos —Astrid arremangó la sudadera que traía puesta hasta el codo y le mostró a Eric las heridas de navajas que cicatrizaron un poco mal. —Tengo otras peores en las piernas, no resulto nada bien, mis citas con el psicólogo fueron más constantes porque lo que me hizo Taylor me dejó mal. Abusé de los medicamentos que incluso llegaron a ser una adicción incontrolable, si se me acababan, las robaba de la clínica, iba a los hospitales con auto lesiones para que me inyectaran analgésicos, mi madre se enteró y me internó en una clínica y estuve en rehabilitación por seis meses, mis citas con el psicólogo mejoraron y por ahora creo que soy capaz de controlarme.
—¿Crees que puedes recaer?
—Bueno con lo de Irina...—se esforzó en no hacer una mueca pero fue inevitable —Me pongo ansiosa, siento que fue mi culpa aunque se que no es así.
—No lo fue —remarcó Eric con las cejas arqueadas y voz grave, casi molesta —Sí tu tía es la que te está acusando es porque seguro está buscando un culpable ya que si Vladimir deja de ser sospechoso, buscará la forma de quitarse su propia culpa.
—Ella me odia, una de esas razones fue por mi adicción, cree que no soy buen ejemplo para Irina ¿Y sabes? Tal vez tenga razón, lo mejor es que Irina se fuese a un departamento en lugar de vivir con su prima adicta con problemas mentales, mi vida no es plena pero al menos tengo un buen trabajo en un banco, aun lucho con mi depresión de vez en cuando y seguro todos están mi contra porque no cuide a Irina como debí siendo mi prima menor.
—No era tu obligación cuidar de Irina, ella es responsable de sus actos, lo único que hiciste fue cuidarla, y sabes no suelo decir esto pero tu prima tal vez estaría aquí si te hubiera escuchado.
Astrid no respondió pero se quedó mirando fijamente hacia Eric Henderson que al ver a la chica creyó que había metido la pata.
—Lo siento —murmuró al tiempo que bajaba los ojos al plato —Tenía que decirlo, veo que verdad estimas a tu prima y que te importa. No quería ser un imbécil, hablo sin pensar a veces, no quería ofender.
—No lo hiciste —explicó Astrid viendo a Eric pero no en reproche, era simplemente una mirada que esta vez no le incomodó a Eric, incluso fue amigable —Necesitaba que alguien lo dijera, me hace sentir menos culpable.
De todas formas Eric sonrió, disculpándose, seguía sintiéndose como un imbécil, tanto como para dejar de hablar. Hubo un momento corto de silencio entre los dos, Eric comió un poco y Astrid bebió de la copa ya casi vacía, Eric registró la mirada de Astrid aun encima de él pero no levantó los ojos de su plato.
—Cuando fuiste a casa de Vladimir para interrogarlo, ¿Viste los cd's?
Eric le lanzó una mirada incrédula.
—¿Cómo supiste lo de los cd's? —le preguntó con cautela.
Astrid carraspeó un poco y deslizó la silla hacia adelante para acercarse más hacia Eric, al parecer quería mantener todo lo que iba a decirle en privado, no había necesidad de hacerlo pues estaban lo suficientemente cerca.
—Antes de que Irina desapareciera yo la acompañé a la casa de Vladimir, en ese momento no tenía a su ama de llaves actual; había despedido a la anterior y le pidió a Irina que fuese a su casa a poner a lavar la ropa y darle de comer a sus perros, él se había ido a un viaje de negocios por lo que no tenía a nadie que pudiera hacer las tareas domésticas. La acompañe, no duramos más de dos horas en el lugar, yo recorrí la casa, acompañada de ella obviamente, hasta que llegue a la habitación de Vladimir, no entré por supuesto, no quise hacerlo pero no pude evitar ver la pila enorme de cd's arrinconados a lado de la cama; al preguntarle que era eso ella se puso un poco inquieta y nerviosa, me dijo que no sabía, me pidió que nos fuéramos y cerró la puerta.
Eric no pudo evitar mostrarse asombrado de lo que acababa de escuchar, su intuición estaba en lo correcto desde el principio, esos cd's debían tener algo importante, eso explicaba la actitud de Vladimir hacia ellos, Eric pensó que debía conseguir una orden de allanamiento para poder explorar la casa y llevarse esos cd's y debía ser rápido, sometería a Vladimir a decir la verdad que estaba ocultando.
—Necesito conseguir esos cd's, sospecho que deben tener algo grabado ahí que Vladimir no quiere que nadie vea —murmuró Eric con voz distante, imaginó la forma ingeniosa en la que conseguiría esa orden.
—Irina debió haber visto lo que está grabado en esos cd's, ella protegía que yo no pudiera ni siquiera verlos.
—De eso no hay duda —añadió Eric, al momento que sacaba su celular, llamaría al departamento de policía para pedir aquella orden.
—Oye. —le interrumpió Astrid antes de que pudiera marcar el número.
Eric alzó los ojos para observarla.
—Te agradezco por venir y escucharme, justo ahora no tengo a nadie, no siento que tenga apoyo y en verdad necesito de alguien que pueda entender esto.
—Se que no es nada fácil por lo que estás pasando porque lo entiendo a la perfección —suspiró y luego intentó sonreír —Pero si tienes algo que decir, puedes decírmelo a mí.
—¿Y prometes no decírselo a nadie?
—Seguro —sonrió.
Y ella le regresó la sonrisa.
—Se que puedo confiar en ti.
(...)
Eric Henderson al día siguiente le pidió a Lorenz que contactará a Derek Fisher para solicitar su ayuda en el caso, en menos de cuatro horas recibió una llamada telefónica del propio Derek muy sorprendido de la petición de Lorenz Dickens, de verdad se alegró de tener noticias de Derek demasiado pronto.
—Me alegró escuchar que necesitas ayuda y que soy tu primera opción —soltó unas carcajadas —Y dime ¿En que estás trabajando?
Derek Fisher fue el compañero de Eric Henderson en el caso de Therese Freeman, Derek era un recién egresado de la universidad en la carrera de criminología, igual que Eric, por ello se llevaron muy bien, aunque Derek era joven (apenas cumplió los veinticuatro este año) era un joven eficiente y muy bien organizado, se veían como un par de hermanos.
—No puedo pensar en nadie más que tú, Derek y lo sabes —bromeó, el tiempo que trabajaron juntos fueron muy cansados e intensos, fue un caso muy pesado, la vida de Eric pendía de un hilo, casi perdía a Vivian ese verano. —Es el caso de Irina Steinberg, ¿Te suena?
—Oh vaya claro que sí y bastante, en la televisión y periódicos hablan de ella, no puedo creer que tengas el caso. Estoy a unos diez minutos de la oficina, voy para allá y me cuentas todo.
—Me parece bien, te espero en el café cruzando la calle, sabes cuál es.
—Estaré ahí en diez minutos.
(...)
Eric desplegó la información que tenía del caso en su laptop a Derek Fisher, los dos se sentaron en la mesa más arrinconada del restaurante, por suerte no había mucha gente ese día en la cafetería de Mallory y pudieron hablar del caso sin problemas. Derek estaba perplejo, había información muy buena y le pareció que Eric había hecho demasiado en estas semanas, le contó cada detalle, incluso lo de Astrid y él hablaron pues todo necesitaba ser explicado, pero lo que Eric quería confesarle a Derek es que en cuatro meses dejaría el caso y que lo que intentaba hacer además de tener un compañero (que en verdad si necesitaba) era dejarle a alguien el caso y que fuera de suficiente confianza, no sabía si era necesario decírselo ahora ya que haría que Derek se hiciera a la idea de ser el titular del caso.
—Acabo de pedir la orden de allanamiento para traer esos cd's, se que hay mucha información ahí.
—Su cuartada es buena —comentó Derek, revisando en la laptop todo acerca de Vladimir Engels —¿Cuándo lo liberaran?
—En dos días, su abogado es excelente, no tenemos pruebas suficientes para incriminarlo y causará una indignación enorme, prepárate para ver la nota en todos los periódicos y noticias.
—¿Cuántos voluntarios tiene la campaña?
—Casi doscientos, al principio fue campaña de Astrid y ya no parecer ser su campaña, la madre de Irina se adueñó de ella por completo.
Derek hizo un pequeño gesto con la boca, Eric le había contado un poco de Patricia Steinberg y Derek podía imaginarse a aquella mujer al igual que a Dimitri. Los dos hombres trabajaron por al menos una media hora sin decir mucho, Derek se dedicó a estudiar toda la información y Eric estuvo acomodando los pendientes que tenía para el día de hoy.
—¿Qué necesitas? —le preguntó Derek cuando Eric empezó a quedarse en silencio y viendo hacia un punto fijo en la pantalla de la computadora, Derek sabía cuando a Eric le pasaba algo.
—¿Puedes ir a interrogar a los vecinos? No tuve tiempo suficiente de ir a preguntarles muy bien acerca del hombre que Astrid vio ese día, solo interrogue a algunos pero con todo el trabajo que tengo no he podido ampliarlo.
—Claro.
—Llámame cuando hayas terminado. Te alcanzo lo más pronto posible, necesito...—apenas iba a decirle los pendientes del día pero estaba recibiendo una llamada. —Eric Henderson.
Escuchó al otro lado de la línea a Robbie un poco nerviosa.
—Eric, se que no debo llamarte al celular pero al parecer es una emergencia, Vivian ha estado llamando muchas veces, dice que Charlie se ha enfermado y que no ha dejado de vomitar, está en hospital, me pidió que la contactaras.
Eric consultó el reloj de pared, eran las tres de la tarde y aunque no pudo evitarlo, gruñó un poco, era una interrupción que no le gustó en absoluto. Vio a Derek y negó con la cabeza, el chico no entendió pero supuso de que se trataba cuando Eric le respondió a Robbie.
—Gracias por el aviso, Robbie, si Vivian llama dile que voy para allá. —Eric gruño otra vez cuando colgó, recogió sus cosas al tiempo que le explicaba a Derek —Creo que no podré alcanzarte allá, Vivian dice que Charlie esta enfermo, debo ver que pasa.
—No te preocupes, haré lo necesario.
—Te lo agradecería mucho.
Cuando acabó de recoger, sacó su paquete de cigarrillos Malvoro y se metió uno a la boca, al salir lo encendió y caminó hacia su auto con la mandíbula apretada; en esta situación debía estar preocupado y muerto del miedo por su hijo pero ahora solo sentía impotencia de no haber avanzado al trabajo que tenía pendiente.
(...)
Astrid Welsh bajó las escaleras del metro de Londres con las manos dentro de su chamarra y la cabeza abajo que le cubría el gorro de la misma chamarra, estaba afelpada que ni siquiera se le veía la cara, era media tarde, apenas iban a dar las cinco pero ya se veía un poco apagado el día, el cielo estaba gris, casi negro y el frío colaba hasta los huesos. Estamos a finales de septiembre, por dios, ni siquiera ha llegado octubre, pensó la chica con la punta de la nariz congelada y titilando de frío, el clima estaba horrible y no era para menos, había llovido toda la noche y el resto del día, no se llevó su auto alquilado por la simple razón de que justo ahora necesitaba caminar y dejar que el aire gélido le cubriera el cuerpo; su mente estaba en un estado poco favorable y lo mejor que podía hacer Astrid era subir a ese metro, dejar la cabeza recargada en la ventanilla que dejara ver la calle y esperar a que llegar a la última estación, bajar y caminar de regreso a casa sin compañía alguna.
Tenia el pelo tapándole el rostro y el gorro estaba muy delante que le cubría casi toda la visión, lo que ocasionó que no viera uno de los escalones húmedos y resbaló los escalones restantes hasta llegar al piso. Las personas se detuvieron al verla caer, ella jadeó de dolor pero sin emitir ruido y en seguida el daño que causó la caída se hizo presente. Le dolió el tobillo que cuando lo deslizó para levantarse se paralizó, un grupo de personas la rodearon y se le acercaron para ayudarle a levantarse; vio también que tenía las palmas de las manos llenas de raspones pero al menos su cabeza no sufrió daño gracias a que estaba bien abrigada.
Caminó de regreso a casa cojeando, el tobillo era un dolor punzante, tuvo suerte que ni Patricia o Dimitri estuvieran en casa, fue a la cocina y se sentó, se levantó el pantalón y vio que tenía un raspón bastante grande, la piel se había levantado un poco y estaba expuesta al rojo vivo. Buscó un pañuelo limpio y con agua fría limpio la herida, no soportó el dolor, fue a ver si aun tenía una caja de tylenol, solo tenía un comprimido, eso no haría efecto pero aun así lo tomó y se fue a su cuarto a dormir para el poco efecto que haría la pastilla.
(...)
Patricia y Dimitri llegaron, fue lo que levantó a Astrid de su profundo sueño, no se dio cuenta que habían llegado hasta después de reconocer la voz de Patricia que era bastante alta.
—¿Dónde se metió Astrid? —le preguntó a su hijo con una irritación nada discreta —No puedo creer que no haya ido a la reunión, la gente preguntó por ella, creerán que estamos separados y la gente no puede tener esa idea.
—No debes culparla de no estar ahí, mamá, toda esa atención la molesta.
Escuchó que Patricia se quedaba callada pero fue un silencio que definía mucha tensión. Los dos se trasladaron a la cocina y la chica aprovechó para levantarse y sentarse en su cama, agarró su teléfono celular y marcó un número que juró había olvidado por completo aunque todo decía lo contrario.
—Jessica...—se aclaró la garganta, susurró lo más bajo que pudo y vio todo el tiempo hacia la puerta para asegurarse que nadie la descubriera. —Quiero hacer un pedido, es urgente.
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