Sé que lo sabes, y finges ser ciego, 
te escondes en risas, en bromas banales, 
como si el aire entre nosotros 
no quemara mi piel. 

Te veo pasar, tan lejos, tan frío, 
y mientras mi pecho te llama en silencio, 
tú sigues jugando, sin ver el desprecio 
que hundes en mi alma. 

Te lo grita mi sombra en cada esquina, 
te lo dice el temblor que al verte calla, 
y aún así te niegas, huyes y sigues. 

¿Por qué me torturas con tu desdén? 
Si sabes que al mirarte me deshago, 
¿por qué fingir que no lo sabes?