Epílogo
Chris (Un año y medio después)
Mis padres se divorciaron por causa de la infidelidad de mi madre hace años atrás y Emma fue a juicio. Demasiadas acusaciones en su contra. Sin embargo, ella negó cada una de ellas hasta el final, aludiendo que estaba bajo alguno hechizo o influenciada.
El veredicto fue internarla en el psiquiátrico "Monte Negro" por incapacidad mental. Le anularon los poderes colocándole el signo de los martillos cruzados por el cabo en el núcleo de sus células. Si ella sale algún día de ese lugar, su vida ya no será la misma porque será un humano común y corriente.
Cameron se casó unos meses después con Talia, pero en algo íntimo y pequeño preparado por la madre de Allison. Casi perdemos a la pequeña Ellie por tanto llorar. Se apartó del mundo completamente al escuchar sobre la muerte repentina de su hermana y de las ardillas. Javier tuvo que romper la puerta de su habitación para sacarla de su depresión. Necesitó de un psicólogo para que la ayudara a salir de esa horrible crisis.
Ha pasado demasiado tiempo y aún los Varázs lloran la pérdida de Ginger y Tony. ¡Qué clase de par con sus locuras, berrinches y peleas! Pero sus palabras amables y sonrisa chillona aún se encuentran en mi mente.
Una vez que todos se graduaron, decidieron irse al colegio Elements. Javier como profesor de Defensa, Brenda se casó con Austin y le ayuda en la biblioteca de los usuarios vida. Talia y Cameron pasaron a ser los guardianes personales de Austin. Rebeca Carlisle, la directora del colegio Elements, eligió a Tommy y Lilith como sus guardianes. Todos sabíamos que no era necesario, pero el Team Piña, como lo llama nuestra enana Lilith, no quería ser separado.
¿Y qué fue de mí? Yo... yo soy un completo desastre en renovación. Todas las noches sueño con ese momento. El segundo en el que mi alma abandonó mi cuerpo y todo se volvió oscuridad. Ella no volverá, pero mi corazón aún no quiere reconocerlo después de tanto tiempo.
El dolor va a pasar.
Mentira.
Verás que con el tiempo lo olvidarás.
Otra forma en la que el mundo intenta engañarse a sí mismo cuando se trata de la muerte de un ser querido, y esa realidad golpea con tanta fuerza que nuestras ganas de vivir desaparecen de un plumazo, porque no sabemos cómo llenar el vacío que dejó.
Los recuerdos de esa persona se esconden entre los libros, las fotos, los aromas. El tiempo no borra la memoria, y mucho menos el dolor, solo aprendemos a vivir con eso. ¿Cómo olvidar las noches de desvelo, el corazón desgarrado y las lágrimas derramadas? Nunca sabremos la verdadera importancia de una persona en nuestras vidas hasta que ya no está entre nosotros.
Extraño que sus ojos verdes me miren con amor y sus labios susurren suavemente en mi oído las palabras que tanto ansío escuchar. Sentir su cálido abrazo rodeándome por la cintura y escuchar la melodía sublime que tenía por sonrisa. El aroma y suavidad de su cabello, así como sus respuestas rápidas pero ocurrentes. Ella juró que nos encontraríamos de nuevo, pero han pasado casi dos años y mi cuerpo maltrecho refleja que ha pasado una eternidad sin el brillo de sus ojos.
El tiempo corre lento, y se apodera de mi cuerpo la tristeza y la angustia. Perdí el rumbo cuando la soledad pasó a ser mi compañera de viaje y extravié mi brújula especial por ser un tonto. La tristeza me está carcomiendo por dentro y en poco tiempo construirá su casa en mis tuétanos.
No tengo salida de este oscuro tormento porque la pequeña llama de luz que calentaba mi corazón se extinguió frente a mis ojos absorbida por la oscuridad del sacrificio. La desesperación comienza a abrumarme con oscuras dudas opacando el brillo del sol cuando sale en el horizonte.
Desde ese día, mi vida se volvió vacía, lúgubre y sin sentido. Pensar en su nombre hace que me duela el corazón y se rasgue mi alma haciéndola bolas de papel quemándose en la llama del tormento.
No fui a mi graduación y mi padre me obligó a viajar durante unas semanas para cambiar el ambiente. Pero en cada lugar la veía, escuchaba su sonrisa en todas partes y sus ojos verdes se abrían paso en mi mente recordándome que ella ya no está. En cada mujer que veía pasar buscaba algo de mi pequeña, pero en este mundo es imposible que existan dos Allison McKenzie.
Al regresar a casa, de tanta tristeza, terminé buscándola en el fondo de la botella con el fin de olvidarla y pasar página, pero hacía el efecto contrario ya que la veía y la pensaba doble. Intentar olvidarla, es recordarla en cada instante y me di cuenta de eso muy tarde. Cuando logré salir del pozo de la desesperación y el alcohol, fui a terapia con el mismo psicólogo que atendió a Ellie.
—Es todo por hoy —culmina mi psicólogo y me levanto por inercia del cómodo asiento—. Espera, Christopher. —Me detiene a medio camino y escucho su fuerte suspiro cargado de preocupación—. ¿Por qué no te das otra oportunidad? Conoce otras personas. Puedes viajar de nuevo. Enamórate.
—¿Amor? —Sonrío con amargura—. El amor para mí lleva el nombre de mi pequeña Allison.
—Creo que deberías considerarlo, Chris. Ha pasado mucho tiempo. Ella no volverá. —Un nudo se forma en el estómago y las lágrimas amenazan con salir otra vez. Asiento y nos damos un apretón de manos—. Ten un buen día. —Y con esas palabras abandono la oficina.
Quisiera tomarme otro año sabático, pero no puedo. Para darle un norte a mi devastada vida, me decanté por dar Historia en Elements. La conozco de memoria, y gracias a Allison, hay detalles nuevos que añadir. Mi pequeña, con solo 17 años, salvó el mundo mágico en varias ocasiones. A ella le debo mi vida al igual que todos esos chicos que cumplen 18.
Ellie entró finalmente al colegio Elements y me dolió verla en la noche de bienvenida. Es la viva imagen de su hermana, pero con ciertos cambios en el tono de los ojos, el color del cabello, los labios o la nariz. Y aquí estoy otra vez comparando a una chica con el amor de mi vida. Su tatuaje es un delfín en el dorso de la mano izquierda. Ellie logró salir adelante y me ayudó a superar la depresión cuando ella estaba mucho peor que yo. Chica valiente.
—Buenos días, chicos —digo mirando las caras de los nuevos estudiantes de primer año. Entre ellos se encuentra Ellie y mi hermana Celine—. ¿Tuvieron un día fuerte con la clase del profesor León?
—Sí —responden al unísono entre protestas, y sonrío.
—¿Alguno de ustedes sabe quién es Allison McKenzie? —Todos levantan la mano. Decir su nombre forma un nudo en mi estómago—. Veamos si saben toda la historia. ¿Qué pasó en su noche de bienvenida al colegio Elements? —Ellie fue la única en levantar la mano—. Adelante.
—Ella rompió el espejo de los tatuajes ya que era un usuario vida —al responder, sonríe con timidez. Su sonrisa es el mismo sonido que el de mi chica.
«Deja de buscarla en todos lados, Christopher», pienso mientras respiro con profundidad.
—Desde sus inicios siempre haciendo desastres —añade Celine y sonríe.
—Pero siempre le salían bien. A partir de ese dato, comenzaremos la clase de historia con Raquel, el primer usuario vida del planeta.
La clase fue amena y los chicos conocían la historia bastante bien, exceptuando los detalles que Allison había cambiado.
—¿Es verdad que si te conviertes en cold, lo eres para siempre? —pregunta una joven de tierra.
—No. Allison descubrió que si se llega a la persona con amor, amor verdadero y del bueno —aclaro con rapidez—, es posible romper el proceso y calentar ese corazón congelado por los sentimientos oscuros.
—¿Por qué murió Allison? —pregunta un chico de aire y trago en seco.
Casi todos los rostros se giran hacia él en reprimenda. Los ojos de Celine y Ellie se cristalizan por las lágrimas. Respiro profundamente y contengo las mías cuando el recuerdo de esa mañana me golpea.
—¿Han escuchado sobre la Ley de los Primogénitos? —pregunto luego de limpiar mi garganta con un leve carraspeo.
—No —contestan algunos.
—Esta ley consistía en que si una familia tenía dos hijos, el mayor de los dos debía morir una vez que cumpliera los 18 y antes de los 19 años.
—¡Pero eso no es justo! —protesta una chica de agua.
—Ahí entra en escena Allison McKenzie. —A mi mente vienen las historias contadas por los chicos y el profesor Isaac—. Ella y sus amigos escucharon de una posible forma de romperla con los siguientes ingredientes. —Me giro hacia el pizarrón y escribo los ingredientes de la carta de Allison que aún mantengo en mi cazadora—. El primer ingrediente es la lágrima de un unicornio dorado de la Isla Kaliza. —Me giro hacia los chicos—. Esa isla no siempre está en el mismo lugar. Allison ganó una competencia por un frasco de lágrimas genuinas. El segundo ingrediente fueron las plumas de una lechuza, pero no una lechuza ordinaria. —Escribo nuevamente en el pizarrón—. Estas solo se encuentran en Australia. Es casi imposible rastrearlas y siempre andan en bandadas gigantes. No te acerques a sus crías. Son peligrosas. ¿Alguien sabe cuál es el tercer ingrediente?
—El corazón de un hombre lobo —responde mi hermana y estruja sus dedos. Ella estuvo relacionada directamente con ese ingrediente.
—Muy bien, señorita Gray. —Mientras explico, voy escribiendo en el pizarrón—. El corazón de un hombre lobo. Pero este tenía que entregarlo por voluntad propia. ¿El siguiente?
—La Tanzanita —contesta Ellie.
—Perfecto. —Me giro hacia los chicos una vez más—. La Tanzanita es una piedra que actualmente no existe. Allison encontró la última cuando fue a Ciudad Crystal, la tierra de los gigantes. El siguiente ingrediente es...
—El canto de una sirena —dicen al unísono mi hermana y la menor de los McKenzie
—Exactamente. —Lo escribo en la pizarra y me giro hacia los chicos sacudiendo el polvo de las manos—. Su profesor de Defensa, Javier León y uno de los guardaespaldas de la directora Rebeca, Tom Valent, fueron capturados por unas sirenas en Costa Dorada. Allison y Lilith fueron detrás de ellos hasta encontrar Marian, una ciudad de sirenas y tritones bajo el mar. La misma reina Marina le entregó el canto de sirena en una perla rosada después de ayudarla a salvar su reino. —Me giro hacia la pizarra y cierro mi mano libre con fuerza antes de añadir y escribir con mano temblorosa—. Como último ingrediente, el corazón del cazador. —Las palabras casi se quedan atrapadas en mi garganta.
—¿A dónde quiere llegar con esto, profesor? —pregunta una chica a mis espaldas.
Respiro con profundidad profundamente y me giro hacia los estudiantes para explicar:
—Yo tengo casi 20 años y tengo dos hermanos menores. ¿Cómo estoy vivo si existe esta ley? Pues fácil. Allison McKenzie, reunió todos los ingredientes y el corazón del cazador fue el de ella.
El terror en la cara de aquellos jóvenes me rompe por dentro. Todos ahogan un grito y yo intento mantener la calma cuando los recuerdos invaden mi mente. Por el rostro de Celine corre una lágrima y Ellie se muerde el labio inferior para no llorar.
—El corazón del cazador consiste en el corazón de la persona amada. —Aprieto mis labios y parpadeo varias veces para que las lágrimas no me traicionen y corran por mi rostro—. Lo siento mucho. Recordar ese momento es doloroso.
—Respira —gesticulan mi hermana y Ellie al mismo tiempo hacia mí.
Es un método que nos ha servido cada vez que pensamos en ese día. Miro hacia arriba y tomo una bocanada de aire antes de seguir:
—Si ella no solo daba su corazón, sino también su cuerpo, la ley se rompería eternamente. No solo se fue Allison. Con ella siempre andaban un par de ardillas de buches grandes y respuestas rápidas. Ginger y Tony. Esas bolas de pelo rojizas eran graciosas, inteligentes, rápidas, ocurrentes y buenos compañeros.
La fotografía en la pantalla donde está Allison y los Varázs en sus piernas atrae la atención de todos los muchachos. Los tres están sonriendo hacia la cámara en el laboratorio del profesor Isaac.
—Esta fotografía fue tomada cuando fuimos a Inglaterra en su segundo año de colegio. En el primer año de Allison, su prueba final fue un Torneo donde debía rescatar un huevo Varázsbarát. Este término significa "Amigo mágico" en el idioma húngaro. En esa prueba no se puede ser el último, y Allison fue la última. No porque lo quisiera, sino por salvar a sus compañeros por una promesa que le hizo a sus padres. —La puerta se abre y Pumba entra cabizbajo—. Oye, compañero, ¿te acuerdas de Allison?
La cola del jabalí se eleva y trota hacia mí más alegre, o al menos lo aparentaba. Acaricio su cabeza y este cierra los ojos por las caricias.
—¿Nosotros también tendremos unos Varázs? —pregunta un chico de fuego.
—No lo sé. Depende de su prueba final. Los Varázs tienen una fuerte conexión con su dueño. Pueden sentir tus miedos, el dolor, e incluso transmitirlo. Pumba fue un milagro y me aterré cuando su cascarón se rompió dentro de mi sudadera. Allison se estuvo riendo de mí durante casi una semana. Las ardillas siempre protestaban porque no les gustaban que le dijeran mascotas.
—¿Aún la extrañas? —pregunta Celine.
—¿Cómo?
—¿Extrañas a Allison? —repite mi hermana nuevamente.
—Todos los días desde que desapareció frente a mí —digo, sonriendo con amargura.
—¿Aún le amas?
—Cuando mi corazón se detenga, ese día, puede que deje de amarla, Ellie. —El techo encima de nosotros comienza a temblar y a quebrarse—. ¡Fuera! ¡Salgan de aquí!
Tomo a Pumba entre mis brazos, y al llegar a la puerta, parte del techo se desploma detrás de la mesa. Un viento frío pasa por mi lado acariciando mis mejillas y varias sombras salen por la ventana.
—¿Qué pasó? —pregunta Javier agitado.
—Escuchamos el estruendo —añade Talia y Cameron.
Austin, Brenda, Lilith y Tommy se unen al instante.
—El techo comenzó a quebrarse —digo tosiendo—. ¡Meeko! —exclamo al mapache que corre escaleras abajo a los escombros—. ¡Regresa aquí! —Este se detiene y me hace un gesto que casi me causa risa—. ¿Tu Varázs acaba de sacarme la lengua?
La sonrisa de Javier se congela cuando escuchamos una voz que proviene de los escombros:
—Vas a ver que el golpe no será tan fuerte. Sí, claro. —Parpadeo ante la ironía—. Pero solo se me ocurre a mí seguirles la corriente.
—¡Quítate de encima! Me estás aplastando la cola, por Dios —chilla otra voz conocida.
—¡No es mi culpa que quisieras ser la primera en entrar! ¡Estás pisoteando mis patas! —exclama la primera voz, y con ojos de asombro, miro a mis amigos. Todos reconocemos esas voces peleonas.
—¿Ginger? —pregunta Javier, dubitativo.
—¿Tony? —añade Lilith temerosa que esto fuera una broma de mal gusto.
—Aquí estamos —contesta Ginger, y ambas ardillas salen de entre los escombros sacudiéndose el pelaje del polvo.
—No me lo puedo creer —murmura Ellie, y va hacia ellos corriendo.
—Oh, Dios mío —susurra Lilith y comienza a llorar en el pecho de Tommy.
—¿Cómo puede ser posible? —murmura Brenda y mis amigos van acercándose poco a poco. Yo me quedo paralizado en el mismo lugar. Las ardillas han regresado, pero Allison no está con ellas.
—¿Cómo lograron... ? —inquiere mi hermano sin terminar la frase, aún sin creer lo que está frente a él.
—Es una larga historia —responde Tony, sonriendo, haciéndole cosquillas en el cuello a Ellie con las garras.
—¿Alguien me ayuda? Me estás dejando sin aliento —protesta Ginger con voz dolorosa.
Ellie las deja libres y ambas caen al suelo polvoroso. Meeko se sube sobre la mesa y olfatea hacia arriba mientras sube sus patas y las mueve como si quisiera alcanzar algo.
—¿Dónde está Allison? —pregunta Javier, al ver los gestos de su mapache.
Las ardillas se miran entre sí y bajan la cabeza. Caigo al suelo de rodillas al ver que mis esperanzas se esfuman de nuevo de un plumazo. Ella no pudo regresar.
Escuchamos un grito y algo cae con peso en el mismo lugar que las ardillas. Seguido, se escucha un gemido de dolor y Meeko se baja de la mesa. Todos nos colocamos en posición de combate, pero una sonrisa conocida disipa todo lo extraño en el salón.
—Hola, tú —dice una voz al otro lado de la mesa.
«No puede ser», pienso, mientras algo en mí comienza a nacer. «¿Será ella de verdad?»
—¿Allison? —inquiere Javier y ambos nos acercamos con lentitud y cautela.
—¿Pequeña? —murmuro dubitativo—. Pequeña, ¿eres tú?
Alguien tose con fuerza. El aire entra por una de las ventanas y se lleva todo el polvo de la habitación.
—No hagas eso. —Una sonrisa que he extrañado llega suavemente a mis oídos.
Miles de mariposas aletean con velocidad en mi estómago y trago en seco. El sudor recorre mi cuerpo por los nervios, el corazón bombea mi sangre con rapidez y mi pulso está tan alto que siento la vena de mi cuello alterada por la presión.
«Tiene que ser ella. Debe serlo», pienso, esperanzado.
—Más te vale que no me estés regañando, ¿entendido?
Aparece una mano en el borde de la mesa. Javier y yo nos detenemos al instante. Una cabellera café clara hace aparición junto a unos ojos verdes que solo veo en fotografías desde hace más de un año. La razón de mis angustias, desvelos, desasosiegos y corazón roto tiene en sus brazos a un mapache y este se agarra al cuello como si tampoco lo creyera.
—Pequeña —susurro con voz quebrada.
La tengo frente a mí, nuevamente. La vida me dio una nueva oportunidad.
—Hola, entrenador. —Sonríe y deja a Meeko en el suelo—. ¿Me extrañaste?
La abrazo tan fuerte, como si todo lo que importa lo tengo entre mis brazos justo ahora.
—Volviste —susurro cerca de su oído.
—Siempre volveré a ti. ¿Acaso lo dudaste?
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