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Capítulo 6 «Kane Brown»

En la noche, el palacio estará de fiesta. Al parecer, que un usuario vida ponga los pies en Kaliza es señal de celebración o eso es lo que explica Eliza mientras entramos a una habitación donde me tomarían las medidas.

Oh, sí. Hay un baile incluido y todo. Estoy emocionada, pero a mi mente vienen todos esos bailes que se han hecho en los colegios, y en cada uno de esos recuerdos aparecen un par de iris negros y una sonrisa que me calienta el alma.

—¿Te soy sincera?

—Por una vez en tu vida, te lo agradecería.

—Siento mucho lo que pasó con Chris. —Aprieto los labios y respiro profundo—. Ustedes hacían una linda pareja. Es un idiota por haberte dejado por una lagarta como Emma. Esa chica no me gusta nada y mira a Chris como si fuera su cena. Asqueroso.

—¿La odias tanto?

—Violet solo sabe hablar de la Norrington —comenta irritada, y pone los ojos en blanco—. Es insoportable su constante parloteo.

—Quiero pedirte perdón por lo de tu cabello cuando estábamos en primer año.

—Es agua pasada y yo me lo merecía por metiche —añade, encogiéndose de hombros—. Pero todo fue intencional. Cáliz quería probar si como usuario vida podías controlarte en situaciones como esta. Perdí mi cabello, pero al menos pasaste esa prueba.

—¿Qué edad tienes?

—Como mil años. Desde que pasé los ochocientos, perdí la cuenta. —Abro los ojos perpleja porque dice su edad como si fuera algo normal—. Es divertido cuando no lo ves como un martirio constante. No es fácil ver lo que está pasando allá afuera y no hacer nada. Pero con el tiempo aprendes a controlarte.

—Háblame sobre la prueba de mañana.

—¿Vas a participar?

—No tengo más remedio.

—Tienes que entrar a la caverna del volcán y elegir uno de los caminos. Cada uno tiene varias pruebas a vencer. Debes tener mucho cuidado. Esos túneles a veces se cruzan y puedes luchar en contra de los otros candidatos. Después sigue el área de fuego o centro del volcán. Ahí te encontrarás con el puente sin tablillas. La prueba final es la del espejo. Esa la diseñé yo. Me divertí mucho con esa. Al final verás la corona. Una vez que la toques, saldrás de allí al igual que el resto de los candidatos que estén en ese lugar.

—No parece tan difícil. Creí que solo uno saldría vivo.

—No me gusta ver tanta muerte, y conociendo a Cáliz, sé que tampoco le agradaba esa idea. Me costó un año juntar todas las bestias para meterlas en esa caverna. No fue nada fácil.

—Espera ahí. Detén el tren o se descarrila. ¿Dijiste... bestias?

—Claro. Te encontrarás desde escorpiones gigantes, ratones ciegos y varias especies muy peligrosas.

Parpadeo perpleja ante la pasividad con la que habla de bestias para una competencia.

—¿Por qué eligen un general cada año?

—Desde hace un siglo, Kaliza está liderada por un General Máximo y este es el encargado de enseñarle a los ganadores el rol que deben tomar, pero el hombre no acaba de elegir al "sucesor perfecto". Para él, ninguno da a la talla. Esperemos que este año se acabe de jubilar. Ese viejo pelea mucho y sus protestas ensordecen mis oídos todas las mañanas cuando estoy por aquí.

—¿Tan malo es?

—No para tanto, pero es un viejo avinagrado que ha estado recorriendo los pasillos de este lugar durante más de dos milenios, ¿tú qué crees?

—¿Tengo algún contrincante fuerte?

—Es el favorito de todos y teniente del ejército de Kaliza. Nunca se ha presentado y se decidió a última hora.

—Ya puedes bajar, querida. El vestido estará listo en dos horas —interviene la señora recogiendo la cinta.

—¿Nada más?

—Me ofendes, muchacha —añade ella, y muestra una hilera de dientes perfectos al sonreír—. ¿Tienes algún color en específico?

—Negro y dorado —le comento luego de pensarlo. La costurera asiente y sale de la habitación—. ¿Cómo sabe el diseño que me gustaría?

—Tiene una especie de don para saber lo que te quedaría bien. Sus gustos son excepcionales. Déjalo en sus manos. ¿Quieres entrenar un poco?

—Me haría bien mover los músculos un poco.

Mientras conversamos algunos temas banales, salimos del palacio hacia uno de los costados completamente cercado. Está lleno de soldados jóvenes y musculosos cubiertos de sudor entrenando arduamente con lanzas, espadas, escudos y otros artilugios de combate que no reconozco. Al fondo, hay un hombre canoso dando órdenes a diestra y siniestra. Este debe ser el General a punto de jubilarse del que Eliza me habló.

—¿Quién es mi contrincante? —pregunto y me golpean el hombro—. ¡Oye! Pide disculpa al menos, idiota.

—Sal del medio si no quieres que choquen contigo —dice por encima de su hombro derecho, sin detener sus pasos.

Doy un salto en mi lugar. Su voz es idéntica a la de Javier, pero niego con la cabeza. Esa es una idea absurda, ¿verdad?

—Eres un bruto, ¿sabías? —espeto, furiosa al ver su poca cortesía.

—Y tu una chica prepotente —rebate sin más y sigue su camino.

Se acerca a los chicos y estos le saludan chocando el puño. Mi rostro se desencaja por su excéntrica descortesía.

—Ese, querida Allison, es tu contrincante: Kane Brown —explica la enana pelirroja.

—Ugh, hasta su apellido se escucha altanero. Sin ánimos de ofender al cantante Chris Brown.

—¡Hola, muchachos! —grita Eliza, ondeando la mano, y todos la saludan de forma cordial—. Vamos. Quiero presentarte al viejo cascarrabias.

Con las miradas puestas en nosotras, atravesamos aquel campo lleno de testosterona con el mentón en alto y ego hinchado.

—John, esta es Allison McKenzie.

—Lo sé, Eliza —murmura el señor, en tono aburrido—. Todos hablan de su llegada.

Su voz es grave, como esas de locutor de radio que logran endulzarte el oído sin conocerle. Su pelo gris con finas líneas blancas le hace parecer un hombre interesante. Sin embargo, su nariz aguileña y los rasgos marcados en su rostro con un mentón apretado, refleja su ego e imponencia, como si todo el tiempo estuviera dando órdenes y nadie hace lo que quiere o como quiere.

—Eliza me ha hablado de usted —hablo cordialmente y él enarca una ceja.

—Kane, ven aquí —reclama con voz fuerte, y al escuchar el nombre del aludido, pongo los ojos en blanco—. Enséñale a esta niña a luchar de verdad.

—No me lo puedo creer —siseo con los dientes apretados—. Soy un usuario común y corriente. ¿Qué importa si manejo el resto de los elementos?

Todos comienzan a reír, incluso Eliza.

—Dale una lección a la princesita —espeta uno y cierro mis manos en puños.

—Manada de idiotas —murmuro por lo bajo.

—Es un placer hacerla morder el polvo, John —habla el tal Kane en tono burlón.

Mi cuerpo se paraliza cuando mis ojos chocan con los suyos.

«Santa mierda. Es clavado a Javier. Esto no puede estar pasándome», pienso estupefacta.

—¿Allie, todo bien? —insiste Eliza.

— No puedo hacerlo. No contra él. Elija a otro. —Ambos enarcan una ceja y maldigo por lo bajo. Es el mismo gesto de León—. ¡Ni hablar! Es idéntico a mi mejor amigo en el colegio.

—Con más razón —insiste John, cruzándose de brazos.

—Aunque el carácter avinagrado de este no tiene nada que ver con Javier —aclaro, señalándolo con el pulgar.

Kane me mira fijamente y sus ojos verdes me atraviesan como saetas de hielo invisibles.

—¡Preparen las planchas, muchachos! —exclama el teniente—. ¡Tenemos pelea!

El grito de satisfacción por parte de ellos no tarda en llegar.

—Prepárate a morder el polvo, princesita —sisea tan cerca de mi rostro, que su olor golpea mi nariz haciéndome recordar al cálido de Javier.

—Idiota —añado con los dientes apretados.

—Prepotente —rebate.

—Bruto. —Sonríe de soslayo y me da la espalda para alejarse de nosotros—. ¿Ustedes utilizan magia? —Eliza asiente—. ¿Cuál es la de él?

—Agua —contesta John con voz grave—. Todos mis hombres tienen magia de usuario igual que ustedes. La diferencia es que ellos tienen doscientos años y tú solo diecisiete. Kane es uno de mis mejores hombres.

—John, para —interviene Eliza y la tensión entre ellos dos es tan notable que puede cortarse con un cuchillo—. No saben de lo que Allison es capaz y ya estás dando la pelea por perdida.

—Es una adolescente de diecisiete años. ¿Qué sabrá de pelea?

—Ella...

—No, Eliza —intervengo, antes de ser delatada—. No digas nada. Voy a dar lo mejor de mí. Que ellos decidan si una "adolescente de diecisiete años" es buena o no. Voy a decirle una cosa... General. —Me cruzo de brazos en el pecho y cuadro mis hombros—. Mañana voy a participar en la competencia y si gano esta pelea o quedo empatada con el patán de Kane, mañana le haré morder el polvo. Puedo asegurarlo.

—¿Y si no ganas?

—Admitiré mi derrota, pero mañana participaré de igual forma.

—Enséñales lo que tienes, Allison. Haz que Brad se sienta orgulloso de ti —me anima Eliza y John se retira.

—Necesito cuero para las manos.

—¿Qué estás tramando? —pregunta la pelirroja.

—Nuestra magia no dura mucho y necesito cuidarme las muñecas y nudillos.

—Tranquila, Allie. En Kaliza, la magia está en el aire como la WIFI. No te preocupes. Aquí no hay restricciones.

Sonrío de soslayo al escuchar tan excelente noticia. Unos minutos después, estoy dentro de una especie de jaula circular con paredes de cristal templado transparente, rodeada por un grupo de soldados abucheadores.

—Buena suerte.

—Tú también.

—No la necesito —añade con mofa.

—¿Siempre eres tan creído y prepotente? —Sonríe de soslayo y una campana suena—. Rayos.

Un segundo más y hubiera sido hervida por el agua caliente que lanzó hacia mí. Las burlas no tardan en llegar.

—Presta atención, niña —comenta Kane, en tono burlón. Unos minutos después estoy esquivando cada ataque suyo—. ¿Tienes miedo?

—Vamos, McKenzie —anima Eliza al otro lado aplaudiendo y sonrío de soslayo.

—No te veo haciendo nada, Allison. ¿En su mundo no les enseñan a atacar o defenderse?

—No, idiota Neandertal. Lo primero que nos enseñó mi profesor es conocer al enemigo. —Lanzo una burbuja agua caliente y Kane logra esquivarla, pero no pudo evadir el remolino de viento que lo elevó a unos centímetros del suelo—, y atacar por ahí.

Un rayo cae del cielo directamente hacia él y su cuerpo colapsa, pero antes de tocar el suelo, lanzo un cañón de agua y su espalda golpea el cristal blindado. Un gemido de dolor brota de sus labios y un hilo de sangre recorre su barbilla. Sonrío al ver como sus ojos verdes me observan con odio. El silencio a nuestro alrededor es sepulcral. Ups.

—No sabes lo que hiciste, Allison —murmura con dientes apretados.

—El día que logres vencer a mis entrenadores, Javier León y Christopher Gray, ese día, caeré de rodillas.

Hago una reverencia hacia adelante de forma burlona hacia mi oponente, digna de Katniss Everdeen. Se levanta del suelo con furia y en sus manos se forman burbujas de agua con rayos en su interior. Interesante. No creí que los usuarios de agua pudieran hacer eso.

—Me hiciste molestar.

—Me alegro —añado, con un ligero sarcasmo—. No sé por qué nadie te ha dado pelea. Gane o no, solo recuerda mi nombre y mi cara como la primera mujer que te hizo morder el polvo por cretino y arrogante.

Lanza hacia mí ambas burbujas y las detengo con fuego púrpura. Este fuego es tan caliente que nada puede traspasarlo. Su ataque es constante hasta que lo agarro al suelo con ramas de los árboles que atravesaron la parte baja de los cristales, pero logra secarlas con agua hirviendo.

La rabia a través de sus ojos verdes remueve algo en mi interior. León estaría orgulloso. Se levanta del suelo con una tabla de nubes grises y yo en una de fuego, la que puedo manejar con mayor facilidad, y elevamos la guerra al cielo.

Kane resiste bastante, pero de alguna forma tengo que quitarle esa sonrisa socarrona de su cara. No voy a negarlo. Es bueno.

Mis brazos duelen por las burbujas de hielo que los golpearon y el pecho me arde por haber sido encerrada en una esfera de agua tóxica. De esta última, sobreviví de puro milagro. Ellos tienen más de un siglo de entrenamiento.

Minutos después ambos nos encontramos cubiertos de sudor en tierra dentro de la jaula. Mis piernas arden y mi respiración es entrecortada. Estoy dando los últimos cartuchazos, pero yo no puedo perder. Brad, Chris y León me matarían.

Ambos nos levantamos del suelo y tuerzo mi cuello de un lado al otro. Muevo mis hombros en círculos para aliviar un poco la tensión en ellos. Dios, estoy agotada.

Kane se cruza de brazos y todos los soldados a nuestro alrededor gritan entre mi nombre y el de él. Frunzo el ceño porque no entendí nada. ¿Gané? ¿Perdí? ¿Quedamos empatados? Me encojo de hombros y le doy la espalda.

Por el cristal veo que algo viene hacia mí y lo detengo con el Fuego Máximo. Sin mirarle, elevo mi mano derecha y una capa de hielo cubre el cuerpo de mi oponente hasta el cuello. Los gritos cesan al instante y me acerco a él extremadamente furiosa.

—Es de cobardes atacar por la espalda —digo bien cerca de su rostro—. No creí que el teniente pudiera llegar a ser tan mezquino. Tienes la cara de mi mejor amigo, pero el carácter de mi ex. ¡Que estúpida combinación!

Derrito el hielo y su sonrisa aparece nuevamente.

—¿Tienes buenos reflejos? —Frunzo el ceño, confundida, ante su extraña pregunta.

Agarra mis muñecas y las une en mi espalda con una sola mano. Con la otra, agarra mi nuca y me besa. Forcejeo hasta que logro morderle el labio. Me suelta al instante y mi puño impacta en su duro mentón. Agito la mano por el dolor electrizante que atraviesa mi brazo y respiro profundo. No quiero incinerarlo delante de todos.

—Idiota.

Formo una tabla de fuego y salgo del cristal blindado. Con un salto, caigo en el suelo y la tabla desaparece. Los soldados me abren paso sin decir palabra y camino con paso firme entre ellos. Eliza corre hasta llegar a mi lado y camina en silencio hasta que entramos al palacio.

—¿Qué se cree ese imbécil? No puede ir besando a la gente de una manera tan vulgar y corriente. ¡Arg!

Libero una esfera de fuego por la ventana y un grito no demora en llegar. Creo que quemé o asusté a alguien.

—Tranquila, mujer, o vas a incendiar todo a tu paso.

—Pero es que él es...es...es...

—Muy fuerte, enérgico y el chico más buenorro de toda Kaliza —contesta Eliza, sonriendo.

—Querrás decir idiota, prepotente y arrogante. Dios, hablas como una boba enamorada.

—Diste una buena lucha —habla una voz desde la puerta—. Me disculpo en nombre de Kane. Al parecer, me confundí con usted.

—Las apariencias engañan, Sir John —explico, enarcando una ceja—. Brown dio una buena pelea. Tan buena, que me agotó como hace mucho tiempo no me pasaba.

—Eres una persona que le gustan los retos, ¿verdad? —pregunta en tono grave y asiento—. Debes ser una mujer muy cabezota. Mi hijo no se equivocó.

—¿Su hijo?

—Oh, cierto. No te lo había dicho —explica Eliza—. Este es John Brown, el padre de Kane.

«Ya veo a quién sacó el carácter avinagrado», pienso con cierta ironía.

—Nos vemos esta noche, señorita McKenzie. —Luego de un ademán con la cabeza, John se retira y es inevitable que mi mentón caiga.

—¿Viste eso? Padre e hijo son iguales.

—A mí me consta que solo fue una prueba. Ninguna mujer se le había enfrentado a su hijo como tú, y mucho menos frente a sus hombres.

—Eliza, no sigas por ahí. —Me siento con pesar en el primer escalón de las escaleras—. Él es la combinación de Javier con Chris. ¿De verdad crees que yo estoy en condiciones de esto?

Mi vista comienza a nublarse por las lágrimas. Tomo una larga bocanada de aire y la dejo ir con lentitud.

—Aún lo amas, ¿verdad?

—Estuve un año con Christopher, ¿qué crees? Esto no es fácil de obviar u olvidar. No es el simple hecho de amarlo. Yo... le extraño. Nuestra complicidad, las risas y buenos momentos. Nos entendíamos con solo una mirada. Aún no creo que todo se haya esfumado.

—Lo siento mucho, de verdad. No tenía intención alguna de...

—Tranquila —le interrumpo, con voz quebrada—. Mejor preparémonos para esta noche. Hay un baile al que acudir.

Asiente no muy convencida y subimos las escaleras. Al entrar en mi habitación, un precioso vestido negro y dorado está colocado encima de la cama.

—¿A que es precioso?

—Es hermoso. —Toco la suave tela negra de la falda—. No puedo creer que haya hecho esta preciosidad en tan poco tiempo.

—Te dije que es rápida y con buen gusto —añade, mientras se sienta al lado del vestido—. Brenda y Lilith no están aquí, pero si quieres, puedo ayudarte.

—Me encantaría.

—¿De verdad? —Asiento, gustosa—. Muchas gracias. Puedo conseguirte unos pendientes y un colgante de acuerdo con la ocasión.

—Busca los pendientes, pero el colgante —Toco el delfín con la punta de mis dedos—, no puedo quitármelo. Fue un regalo de Javier. —Palpo el anillo en el brazalete y suspiro—. Eliza, ¿existe la posibilidad de fundirlo y hacer uno nuevo?

—Claro. Los herreros y orfebres de Kaliza son los mejores. Voy a preguntar y te digo. El baile comienza a las 7 de la noche. Paso por ti a las 6:30.

Me da un beso en la mejilla y sale de la habitación dando pequeños saltos. Miro el vestido y pienso que a él le encantaría. Decido salir al balcón y el aire golpea mi rostro. Esos ojos negros como la noche que tanto anhelo ver se adentran en mis pensamientos.

—¿Por qué, Chris? ¿Por qué hiciste eso conmigo?

Formo un corazón de fuego con el dedo, pero apenas puedo verlo. Las lágrimas pugnan por salir nublando mi vista, así que cierro la mano y este se desvanece dejando un pequeño rastro de humo que se aleja con el viento.

Mi cerebro quiere resignarse al amor de Chris, que lo nuestro terminó, pero ¿quién puede obligar al corazón a dejar de latir con esa velocidad desenfrenada cuando piensas en esa persona que te hace sentir única y especial?

Soy una masoquista. Hace solo unos días que me enteré de su pronto matrimonio y yo aquí como una idiota llorando por alguien que no lo merece. Respiro profundamente y cierro los ojos. Al final, las lágrimas saladas salen sin poder aguantarlas más.

No puedo olvidar los momentos bellos que tuve con él, pero a pesar de haber ocurrido hace poco tiempo, tengo que dejarlo atrás. Lo necesito por mi bien, el de los Varázs y de mis amigos que tanto se preocupan por mí. ¿A quién le miento? Ni siquiera yo creo mis propias palabras. Esto puede durar más de lo que pensé.

¿Qué puede restaurar un corazón roto, un alma herida y una mente atormentada? Ni siquiera el tiempo tiene la capacidad de juntar todas esas piezas rotas y cubrir las grietas como si la vasija fuera nueva. ¿A quién le miento? A todos puedo decirles que esto lo hago por Cameron y esos miles de chicos que tienen miedo de no llegar a los 19 años, pero en el fondo de mi corazón, no quiero que Christopher sufra.

Solo debo aguantar un poco más. No quiero luchar en esto yo sola, pero hay batallas que debo librar por mí misma.

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