Capítulo 44 «Bajo el mar»
Talia y Cameron tienen el fin de semana cargado por la boda. Entre pastel, flores, colores, invitaciones, catering, fotos, Talia y Cameron se están volviendo locos, y nosotros con ellos. Las bodas son más complicadas de lo que pensé. Y eso que ambos han estado en los preparativos desde la fiesta de su compromiso.
Ugh, yo no soy la novia y me duelen los pies por recorrer tantas tiendas de vestidos de novia. Brenda, Lilith y yo desistimos en la tienda número veinte. Después de tanto caminar, cualquier vestido era perfecto para mí. Brenda y Lilith son las damas de honor.
Los vestidos son del mismo tono rojizo del pelo de Talia. Corte de princesa, un cinturón ancho dorado ajustaba la cintura y cae como cascada hasta el suelo. Yo me disculpé con ella, pero no sabía si podría ir. Ese día también se casaría Chris, y sinceramente, cuando el oficiante de la boda pregunte si alguien se opone a ese matrimonio, yo sería la primera en levantar la mano y detendría aquella locura arrasando con el lugar.
Al llegar el sábado, solo falta el lugar exacto para cruzar hasta Australia. En este caso solo seríamos Javier, Lilith, Tommy y yo. Austin llegó al colegio y Brenda decidió quedarse con él.
—¿Ya sabes el lugar exacto?
—Costa Dorada, Lilith —contesta el bibliotecario, señalando en círculos la playa.
«Siento como si estuviera metida en esas series de sirenas, a pesar que la verdadera isla Mako se encuentra por Hungría», pienso mientras recuesto mi cadera a la mesa.
—¿Cómo podemos reconocerlas?
—Con escucharlas es suficiente, Tommy —contesta el profesor—. Esas chicas pueden convertirse cuando quieran. Así que no esperen ver una cola de colores brillantes por las orillas de Costa Dorada, ¿entendido?
—¿Estamos listos? —pregunta León y todos asentimos.
—Tengan mucho cuidado —insiste Meeko mentalmente, y acaricio su cabeza. Javier intenta tocarlo y pero le gruñe, así que retira la mano al instante—. Más te vale que la cuides o te aruño en la noche y te muerdo los dedos de los pies —añade el mapache, enseñando los dientes hacia Javier y sonrío a carcajadas.
—¿Qué? ¿Qué fue lo que dijo?
—Una amenaza entre dientes, León —explico sonriendo—. Vamos, muchachos. Es hora de buscar ese canto de sirena.
—Tengan mucho cuidado —murmura Brenda al abrazarme.
Llegamos a las playas de Costa Dorada en lo que se abre una puerta. Hay muchos turistas en las playas y con razón. El calor es horrible en esta época del año.
—Talia y Cameron nos hacen mucha falta aquí —protesto al sentir el calor del sol.
—Ugh, definitivamente ellos nos hacen falta por aquí. Es agonizante sin el fuego azul —protesta Lilitih, abanicando su rostro—. No puedo más.
Mueve su mano derecha en círculos, y al chasquear los dedos, una ráfaga de aire refrescante pasa entre nosotros.
—Eso está mucho mejor —comenta Javier, ajustando sus lentes de sol y guardamos la llave mundial cerca de la salida de un hotel por precaución—. A caminar, muchachos. Aprovecemos a broncearnos un poco.
—Los hombres son muy sensibles al canto de las sirenas, tanto en tierra como en agua —explica Austin, al otro lado.
—Se dicen que son muy hermosas, pero no está comprobado —añade el profesor—. Así que, chicos, no todas las mujeres hermosas de Australia son sirenas, ¿entendido?
—Yo no le veo gran cosa a las australianas —opina el bibliotecario, y escucho el resoplido de Brenda al otro lado.
—No me digas —añado con ironía y todos ríen—. ¿Sabes quiénes son Nicole Kidman, Cate Blanchett y Margot Robbie? —Entrelazo mi brazo con el de Lilith.
—Claro, Allie. Son mujeres muy hermosas, pero esas son 3 o 4 entre miles de mujeres australianas —recalca mi amigo y resoplo.
—Pero los australianos están para comerse —expone Brenda y todos reímos—. Vamos, cariño, no pongas esa cara. —Al otro lado se escucha un sonoro beso—. Yo solo tengo ojos para ti.
—Yo pienso igual que Brenda. Hay cada actor australiano que tienen la capacidad de quitar el hipo —explica Lilith con entusiasmo—. Los hermanos Liam y Chris Hemsworth están para comerse. Verdad, ¿chicos?
—¿Dónde están Javier y Tommy? —Miramos a nuestro alrededor, buscándolos, pero no hay rastro de ellos. Alargo mi cuello lo más que puedo, pero no logro encontrarles—. Estamos en un problema. Tommy y Javier se acaban de perder.
—¡Cómo! —exclaman todos al otro lado de la línea.
—Austin, Isaac, rastreen el reloj de Javier y Tommy, ¡ahora!
Más que una petición, es una orden dada por Lilith y regresamos por dónde habíamos caminado. Austin nos envía las coordenadas al instante. Ellos están... ¿en la playa? ¿Qué hacen en el agua?
Miramos con detenimiento entre miles de cabezas que juegan y nadan en las aguas de Costa Dorada, hasta que logro ver el cuerpo bronceado de Javier. Él y Tommy están con dos chicas muy hermosas, aunque un poco delgadas para mi gusto.
—Los encontramos, y creo que también a las sirenas. Están en la playa.
—Allie, están nadando mar adentro —anuncia y ambas nos lanzamos hacia el mar.
Los chicos se alejan muy rápido. Yo soy un usuario de agua, así que moverme es mucho más fácil. Lilith lo tiene más difícil. La tomo por la cintura e intento impulsarnos a ambas. Las aguas son cada vez más oscuras y nos alejamos de la orilla con rapidez.
Al meter la cabeza bajo el agua, veo dos colas de colores brillantes entre azul y verde. Saco la cabeza y maldije por lo bajo por el ardor en mis ojos. Me preocupa Tommy. Es un usuario de aire al igual que Lilith.
Una ola me bloquea la vista y para cuando quito el agua salada de mis ojos, Javier y Tommy han desaparecido.
—Ah, no. No en mi guardia —digo molesta.
Cierro los ojos y a nuestro alrededor se forma una burbuja de agua que se hunde bajo el mar. Al abrir los ojos, noto una especie de rastro dorado. Impulso la burbuja como si fuera un submarino detrás del rastro a toda velocidad. Necesitamos
alcanzarlos cuanto antes.
—Allie, en un momento... no... comunicarnos. Vas a... velocidad y estás bajando... profundidad —escucho la voz del profesor entrecortada.
—Tengan... cuidado —recalca el bibliotecario y asiento como si me estuviera viendo.
—Regresen con... por fav... —Un leve pitido corta las palabras de Brenda.
«Lo haremos. Prometiste que estarías conmigo en las duras y las maduras, Javier. No se te ocurra romper esa promesa», pienso para mí.
A medida que avanzamos, el agua comienza a oscurecer y a ponerse más turbia. Las corrientes marinas aquí son fuertes. Por instantes pierdo el control de la burbuja. A veces por la presión de agua, pero en otras ocasiones por la belleza que hay bajo el mar.
Una bandada de peces se atraviesa en el camino, reteniéndonos durante unos segundos. Cuando logramos pasarla, maldigo por lo bajo. El rastro dorado ya no está. Todo es muy oscuro y las algas marinas dispersaron todo el rastro.
—¿Qué hacemos, Allie? Me preocupan los chicos.
—A mí me preocupan ellos y nosotros. No sé en qué punto exacto nos encontramos y estamos a mar abierto. Puede aparecer cualquier especie desconocida.
—Maldita sea —protesta Lilith—. ¿Recuerdas como encontramos a Brenda?
—No sé si funcione bajo el agua, compañera.
—Hay que intentarlo Allie. Los chicos están en peligro. Eres el maldito usuario del siglo.
—Oye, andar con Talia te ha hecho daño. ¿Desde cuándo dices palabrotas?
—Allie, concéntrate.
—Y ahora suenas como Javier. —Su mirada azul trazadora me hace resoplar—. Déjame intentarlo, pero no prometo nada.
Cierro mis ojos, y saco una mano para entrar en contacto directo con el agua. Miles de sensaciones extrañas atraviesan mi piel. El sonido de los animales, como se comunican entre ellos, el susurrar de las voces en las corrientes marinas.
—¿Algo? —Niego con la cabeza, frustrada porque no funciona—. Oh, ¿en serio? ¿Justo ahora deja de funcionar tu radar?
—Espera, Lilith. —Ella cierra los labios con rapidez—. ¿Sientes eso?
—Allie, te estás volviendo loca. No me digas que ahora escuchas la voz del mar.
—Lilith, es en serio. ¿En verdad no lo sientes?
—Lo único que siento ahora es desesperación e irritación. Si hay algo, algún impulso, síguelo. Estamos en tu elemento. ¿Hacia dónde?
—A la derecha.
—Pues vamos. —Detengo su impulso. El miedo comienza a recorrer mi cuerpo. Si vamos por el lado equivocado, podemos perdernos—. Si no confías en ti misma y en lo que puedes hacer, de nada sirve lo que estamos haciendo.
—¿En qué momento creciste tanto? —Sonrío y ella pone los ojos en blanco—. Gracias, Lilith. Gracias por confiar en mí.
—Para eso son los amigos, Allie. Eso me lo enseñaste tú. Ahora, vamos por mi novio y el insoportable de Javier.
Aquí abajo es fácil perder la noción del tiempo. Hemos nadado bastante, y la seguridad que me había dado Lilith comienza a fragmentarse.
—Ahí están —señala ella, y respiro con tranquilidad cuando veo las colas y el rastro dorado que dejan—. ¿Puedo sacar la mano? —Asiento sin perder a los chicos de vista.
Gracias al cielo, la burbuja ha aguantado, y Lilith logra sacar la mano sin problemas. Luego de varios movimientos, noto como comienza a formarse un remolino. Nuestra enana rubia los está atrayendo hacia nosotros. Doy saltos de victoria en mi interior. Poco a poco veo con más nitidez el movimiento de las colas y de los cuatro cuerpos en color brillante.
—Eres un genio, Lilith.
—Están desmayados. Demasiada presión de agua.
—Atráelas a nosotras, enana. Esas colas de pescado no van a llevarse a tu novio o a mi amigo.
Lilith respira con profundidad y cierra la mano un poco. Con un poco de concentración, atrae a las sirenas y a los chicos hacia nosotros con más rapidez.
—Un poco más, Lilith. Un poco más.
Mis cantos de victoria son rotos cuando atraviesan una pared de algas oscuras y las volvimos a perder.
—¡Rayos!
—Y después dices que ando demasiado con Talia. No te desesperes, Allie. Vamos.
Al otro lado del muro de plantas marinas nos encontramos con una ciudad inmensa.
—¿Dónde estamos? —pregunta Lilith maravillada—. No me digas que Atlántida o Meridian existen.
—Ahí están.
Las sirenas entran con Tommy y Javier a la ciudadela. Nos lanzamos hacia ellas sin pararnos a mirar nuestro alrededor. Grave error. Estamos en un reino extraño con especies desconocidas y rodeados de sirenas y tritones. Javier me lo dijo una vez. Estar a mi lado, conlleva a estar metidos en constantes problemas. No es mi culpa que los problemas lleguen a mí hasta cuando estoy debajo del agua. Esta vez me toca salvarle el pellejo.
—Oye, mente de pescado. ¡Suelta a mi novio! —exclama mi amiga y las detiene con un remolino de agua.
Ambas sirenas miran hacia atrás y aletean más rápido sus colas. Divido la burbuja en dos, rogando al cielo que no explote. Controlo la de Lilith y lanzo torbellinos de agua hacia las sirenas. Obviamente comenzamos a destruir todo a nuestro paso.
Cansada que las sirenas no suelten a los chicos, pongo todo mi empeño. Aguas turbulentas con una fuerte corriente marina las detiene por fin. Ambas miran a todos lados asustadas, y al notar que no tienen salida, los dejan libres y nosotros nadamos hacia ellos.
En la parte trasera de las orejas de los chicos se divisan unas líneas finas: branquias. Si entran en las burbujas podemos matarlos y si los sacamos a la superficie los mataríamos igualmente. Rechino los dientes por la frustración de no pensar en una solución rápida
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta una sirena de pelo rojo y una cola... ¿amarilla? Que combinación más extraña.
—Han destruido parte de nuestra ciudad, princesa —explica una de las dos secuestradoras.
«¿Princesa? ¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde estamos?», pienso confundida.
—Nada de esto hubiera pasado si Javier y Tommy no se encontraran a varios metros de profundidad gracias a ustedes —replica Lilith desde su burbuja.
—¡Atrápenlos! —ordena la princesa con autoridad y somos rodeadas de sirenas y tritones con armaduras al instante.
La rabia comienza a hervir dentro de mí. Tengo que sacarlos de aquí. Javier y Tommy están en peligro. Cierro una de mis manos en puños y la abro impulsando con fuerza hacia atrás a los tritones. Un grupo de ellos comienza a acercarse a Lilith y abro la mano hacia ellos con el mismo movimiento anterior. Van hacia atrás como si una fuerza mayor los hubiera empujado a todos al mismo tiempo.
—Alto —ordena nuevamente la princesa, levantando su mano hacia arriba. Sus ojos verdes penetrantes se fruncen levemente al mirarme y señala con el mentón hacia mi cuello—. ¿Dónde lo conseguiste?
Toco el delfín con la punta de mis dedos. Es un recuerdo de Dorian para su hermana Raquel hecho por su hija Ashley.
—Es de una amiga.
—Mientes.
Una palabra que odio con toda mi alma lo suficientemente potente como para hacerme explotar.
—Yo. No. ¡Miento! —aseguro con los dientes apretados y mi espalda comienza a arder. Es un dolor similar a cuando me salió el tatuaje en la espalda.
Mis brazos comienzan a entumecerse y debo soltar a Javier porque apenas le siento. Este es agarrado por uno de los tritones.
—¡Allie! —exclama Lilith, pero es rodeada por sirenas que le apuntan con lanzas.
Mi garganta escuece por los gritos de dolor que pasan por ella y termino de rodillas. Quiero moverme, pero mis piernas no reaccionan. Es como si estuvieran anestesiadas, o peor, como si no existieran. Toda la rabia que sentía antes, ahora se está transformando en miedo. Debo respirar con rapidez por la falta de oxígeno, pero aún así, siento como la vida se me va de a poco. Los huesos de mi columna vertebral se mueven con lentitud y a expandirse hacia los costados, logrando que el dolor de mi espalda sea cada vez más insoportable. ¿Qué rayos está pasándome?
Mi cuerpo comienza a elevarse y debo arquearme hacia atrás para mitigar el profundo dolor que me atraviesa. Aprieto mi cabeza con las manos por las fuertes punzadas que recorren desde mi sien hasta llegar a mi nuca. El calor en mis ojos comienza a dañarme y aumenta al mismo tiempo que el burbujeo en mis oídos. El agua de mi burbuja se torna oscura en algunas áreas hasta ponerse completamente negro de forma tal que no veo nada.
Es lo más irónico de esto. Voy a morir sola gracias a mi elemento. Nadie sabe dónde estamos y mis amigos van a pagar por mis locas ideas de buscar una cura que solo ha funcionado una vez. El cansancio hace mella en mí. Miro hacia lo que creo que es arriba y solo pido ayuda con el pensamiento.
Mi vista comienza a nublarse, pero distingo como pequeñas motas de luces atraviesan las aguas turbias a mi alrededor e iluminan el interior de aquella prisión oscura. Pedazos de almejas, y corales rotos atraviesan las paredes oscuras y bailan al mismo tiempo que ella hasta que mi estómago comienza a revolverse y la acidez sube por mi garganta con rapidez.
Una sustancia púrpura oscura y pegajosa es lo que sale de mi boca y aumenta su volumen con gran velocidad, pero esta es consumida por las luces que saltan hacia ella desde las paredes. La burbuja a mi alrededor, las luces y los elementos marinos en ella comienza a removerse con fuerza y esta explota. Temo lo peor, pero lo asombroso de aquello... es que puedo respirar bajo el agua.
—Santa mierda —murmuro jadeando.
—¡Allie! —insiste Lilith señalándome y miro hacia abajo.
Ahogo un grito con mis manos por la impresión al ver mis pies convertidos en una cola de dos metros de largo con los cinco colores de los elementos.
Los tritones y sirenas se alejaron de mí espavoridos y entre gritos de terror. No sé cómo ocurrió, pero la cola va desde un verde brillante cerca de mi cintura pasando por el azul eléctrico, luego púrpura, después el rojo y finalmente terminando en marrón. Y para colmo, solo tengo un brasier cubriéndome. Me siento expuesta y desnuda. Muevo la cola con facilidad y soltura. Fantástico, ahora tengo cola de sirena y estoy medio desnuda. ¡Qué aventura!
Los tritones que tienen agarrado a Javier ven mis intenciones de acercarme y sueltan a mi amigo con rapidez. Lo agarro y sonrío mientras acaricio su rostro y rasgos definidos.
—Tranquilo, Javi. Te prometo que esta vez te salvaré yo el pellejo.
Me acerco a las sirenas que rodean a Lilith. Las que intentan enfrentarme, son lanzadas hacia un lado cuando impulso la cola hacia ellas. Tanta fuerza en una cola de pescado. Nada mal. El resto se aleja de allí rápidamente al ver lo ocurrido.
—Devuélvanlos a la normalidad.
—No podemos hacer... —Mis ojos atraviesan a la sirena que se había llevado a Tommy y cierra la boca al instante.
—No podemos llevarlos a la superficie en ese estado. ¡Exijo que los devuelvan a la normalidad! —demanda Lilith.
A nuestro alrededor los tritones como sirenas que quedan comienzan a reír por mi petición.
—¿Se puede saber quién eres para que nos exijas? —pregunta la princesa con sonrisa socarrona, pero en sus ojos veo que está tan estupefacta como todos. Una humana que se convierte en pescado. Vamos, ni que la princesa Ariel de Disney existiera. ¿O sí?
—Soy Allison McKenzie, el usuario vida —a medida que hablo, el agua a nuestro alrededor comienza a moverse como si una corriente marina inmensa se estuviera formando—, y ordeno en este momento que devuelvan al novio de mi amiga y a Javier a la normalidad una vez que estén en la superficie —Cierro mi mano con fuerza y una de las casa se derrumba—, y quiero que lo hagan ¡AHORA!
—¿Qué está pasando aquí? —truena una voz conocida para mí y sonrío. Los tritones y sirenas se inclinan ante el paso de aquella bella sirena—. Dalina, ¿qué es todo este desastre?
—¿Nanneth? —pregunta Lilith confundida de todo aquello.
—No, Lilith —intervengo, disimulando mi sorpresa al notar el parecido entre ella y mi madre—, te presento a Marina. ¿Recuerdas a Dorian? —Los ojos de la aludida se abren por el asombro al escuchar el nombre verdadero del profesor.
—¿El hermano mayor de Raquel?
—Es... una vieja amiga de él—concluyo, porque no sé cuál es el pasado de esta mujer. Bueno, sirena.
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