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Capítulo 41 «Besos y celos»

Austin regresa a Elements a buscar información sobre el próximo ingrediente y Brenda se sume en la tristeza otra vez. Talia y Cameron siguen felices como siempre, y la nueva pareja, Lilith y Tommy, están viviendo su historia de amor por separado. Javier y yo...bueno, seguimos igual que siempre, aunque yo me siento un poco extraña por culpa de los eventos que vendrán en poco tiempo.

En menos de un mes, Chris, Emma, Cameron y Talia se casarán en una boda conjunta. Javier no habla del tema, pero sé que él también está preocupado por mí.

—Allison, el inspector Williams te espera en mi oficina —anuncia Karen, casi en susurros. Dejo a las chicas en la mesa y me retiro.

—¿Qué se le ofrece, señor Williams? —pregunto al entrar en la oficina de la directora.

—¿Qué pasó exactamente cuándo encontró a Celine?

—No puedo responder sin que el señor Gray esté presente.

—Señorita McKenzie, por favor, no retrase mi trabajo. Estoy recibiendo mucha presión.

—Lo siento mucho, inspector William, pero Héctor Gray fue muy estricto.

El inspector resopla molesto mientras me cruzo de brazos.

—Héctor ya viene en camino —contesta la directora y esperamos hasta que mi fuerte abogado atravesara las puertas.

La tensión se cierne sobre nosotros una vez más. Ambos se retan con la mirada y se danun apretón de manos.

—Con su abogado aquí presente, ya puede responder mis preguntas. ¿Qué pasó cuando encontró a Cedric malherido? Cualquier detalle puede ser importante.

—Si se lo dijera no me lo creería.

—Pruébeme —insiste el inspector, cruzándose de brazos.

—La persona que contrató a Cedric Stan y también lo hirió de muerte fue... Emma Norrington.

—¡¿Cómo?! —preguntaron los tres al unísono.

—Sé lo que está pensando, inspector. ¿Mentir nombrando justamente a la persona que me ha hecho daño para inculparla? Sería lo más obvio para muchos, pero en este caso es la verdad. Ese fue el nombre que dijo antes de entregarme el colgante y morir. Y no. No tengo testigos de eso.

—¿Dónde está el cuerpo de Cedric?

—Yo... lo quemé, Karen. —Tanto el inspector como Héctor cierran los ojos con fuerza—. No sabía qué hacer. El profesor Carlton me explicó que cuando el jefe de esa manada muere, lo incineran. Es lo menos que podía hacer por él y podía oler mal a la mañana siguiente. Ellos fueron atacados de forma imprevista. Algunos tenían pasamontañas y otros estaban convertidos en lobos. Tuve que ayudarlos en el proceso. Logré sacar a Celine de milagro, pero fueron a por ella y yo intercedí. El señor Héctor me vio en el estado en que llegué a su casa.

—Allison llegó a mi casa herida en su espalda y con una astilla envenenada en su estómago.

—Después de eso, no supe más de Cedric hasta que apareció en el colegio. Se lo juro, señor Williams, yo creí que solo era una persona contratada para secuestrar a Celine. No tenía ni idea de quién era él hasta que usted lo dijo en nuestro primer encuentro. No tenía, ni tengo razón alguna para secuestrar a la menor de los Gray. Ni siquiera tengo idea de que pasó con su manada después de eso.

—Muchas gracias, señorita McKenzie —añade el inspector, apesadumbrado.

—¿Puedo pedirle un favor? —pregunto, mientras este guarda su libreta de notas—. ¿Podría averiguar qué pasó con la manada del señor Stan? Yo tengo 17 años y una hermana menor. No puedo guiar a una manada si muero en poco más de un año. No estoy en condiciones y tampoco sabría cómo hacerlo. Ese no es mi mundo. Necesito que los encuentre con urgencia. Por favor, se lo ruego.

—Veré lo que puedo hacer. Con su permiso, me retiro. Directora, le espero en el comedor.

—Siento mucho que hayas venido hasta aquí por una plática de 10 minutos, Héctor —comenta la directora, cuando el inspector cierra la puerta.

—Más me dolió que él viniera hasta aquí desde América solamente para eso cuando pensé que tu caso ya estaba cerrado.

—En realidad, él me llamó y me pidió de favor trasladarlo para acá con la llave.

—¿Es verdad lo que dijiste en cuanto a Cedric? ¿Emma fue la persona detrás del secuestro de mi hija y matarlo?

—Esas fueron sus palabras, Héctor. Lo siento mucho.

—¿Por qué te disculpas tú, Allison? Emma ha sido la causante de todas tus desgracias y las de mi familia.

—Pero los Gray se han visto divididos por mí y... —Sella mis labios con un dedo y niega con la cabeza.

—No digas eso. Mi familia está rota desde hace tiempo. Solo intento mantenerla unida el mayor tiempo posible. Nunca había visto a mis dos hijos varones tan felices como cuando estás a su alrededor. Desde que salvaste a Celine, mi niña sabe reír de verdad.

—Me alegro que ella haya abierto los ojos. ¿Cómo estás?

—Con esta noticia, acumulando más pruebas contra Emma. Mi hijo no puede casarse con esa mujer. Intento evitarlo como pueda.

—¿Qué es lo que falta para que el caso de Emma se abra de manera oficial?

—Escucharlo de la misma señorita Norrington, Karen, ¿verdad? —Héctor asiente ante mis conclusiones—. ¿Qué pasa si logro una confesión de Emma?

—Dudo que esa muchacha hable y menos contigo, Allison.

—Ya me las arreglaré, directora. Si logro la confesión, ¿te serviría, Héctor?

—Mientras no sea bajo coacción, es válida en un juicio —contesta y sonrío de soslayo.

—Allison... no.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —pregunta el abogado, al ver como Karen me reprende sin yo haber dicho una palabra.

—Nunca te guíes por la sonrisa de la segunda McKenzie, querido. Algo se trae entre manos y no es nada bueno.

—Es como su madre, Karen. Peligrosa cuando calla. Ten mucho cuidado, Allison. Emma puede llegar a ser una persona muy convincente e influyente. Ten mucha precaución con lo que vayas a hacer.

—Entendido, jefe. Saliendo del plano abogado–cliente, ¿cómo están las cosas con Alexa?

—Esperando que la tormenta en la Mansión Gray aminore. Alexa está irritante cada día que pasa.

—Te prometo que voy a resolverlo —aseguro, tomando sus manos grandes entre las mías—. Una McKenzie siempre cumple sus promesas.

Me muestra otra sonrisa y sus ojos negros se achican, revelando nuevamente unas leves arrugas en el borde de sus ojos.

—Me retiro, señoritas.

—Te acompaño a la salida. Nos vemos después, Karen. —Caminamos en un cómodo silencio hasta casi llegar a la salida del colegio—. Héctor, ¿tienes alguna idea de por qué Alexa nos odia tanto? Una vez me comentaron que a pesar de mamá estar casada con mi padre, ella aún era recelosa porque pensaba que tú y mi mamá tuvieron una historia.

—Alexa siempre ha visto fantasmas donde no lo hay. Esa es una posible verdad, pero con el tiempo se acrecentó mucho más a pesar de que tu madre había desaparecido después del incidente del padre de Austin Parker. Siempre he querido saber el por qué, pero entrar en esa conversación con ella significaría mi divorcio. Ten cuidado, muchacha.

Héctor despeina mi cabello y se retira con paso firme, pero noto que tiene mucha tensión sobre sus hombros.

—Primero tu madre y ahora tú. Las McKenzie siempre intentan quedarse al menos con un Gray. —Giro mi cabeza hacia Emma con lentitud, y parpadeo, pasmada.

—¿De verdad crees que yo me fijaría en Héctor Gray?

—Pues sí.

— ¿Qué rayos pasa contigo, Emma? Héctor es un hombre importante y bien visto a pesar de su edad pero, en primer lugar, es mucho mayor que yo. En segundo, es un hombre casado, y en tercer lugar, podría ser mi padre, así que no me vengas con una acusación tan frívola y fuera de lugar como esa porque no me pienso contener. Y créeme, rubia de quirófano, tengo mucha rabia por soltar.

—No me sorprendería que fueras una descarada como tu madre —recalca con desdén y es atraída hacia la pared con fuerza. Por más que intente librarse de mis grilletes de aire, no podrá

—No te metas con mi familia, Norrington, porque no respondo —digo en tono amenazante. Noto como los ojos de Emma se abre con asombro al ver lo que cuelga de mi muñeca cuando levanto la mano. El colgante que Cedric me había dado—. Él me dijo la persona detrás del secuestro de Celine y la responsable en dejarlo casi muerto. Da la casualidad que son la misma persona: tú

—No sé de lo que hablas —se defiende, disimulando miedo en su rostro.

—No te hagas la inocente conmigo que eso no funciona. Esa cara de cordero degollado no te pega. —Los rasgos de su inocente rostro comienzan a cambiar hasta tornarse en la mujer frívola y seca por dentro que conozco—. Fuiste inteligente. Entre tú y Alexa me denunciaron, pero da la casualidad que existen muchos testigos en mis coartadas. No te metas conmigo, Emma Norrington. No te conviene.

—¿No debería ser al revés? —Enarco una ceja con ironía—. ¿Dónde vas cada fin de semana, Allison? Eso no puedes probarlo,

—Estás muy equivocada, Emma. Ella sí puede probarlo —me defiende una voz a mis espaldas—. Lo que haga Allison con su vida no es de tu incumbencia.

—Apareció el caballero de armadura radiante —rebate ella, con ironía mientras pone los ojos en blanco—. No me extraña que la defiendas tanto cuando estás tan colado por ella. —Sus palabras me toman un poco desprevenida, así que miro a Javier y él enarca una ceja hacia ella.

—Si eso fuera así, no es problema tuyo. Allison, por favor, detente.

Rechino los dientes ante la nueva voz entrometida, y en contra de mi voluntad, la dejo libre.

—Claro que es mi problema, Chris. Estás conmigo y ahora ella quiere aprovecharse del pobre Javier —insiste, en tono lastimero.

«¡Ay, qué mujer más irritante!», pienso, mientras tomo una bocanada de aire antes de añadir:

—No me estoy aprovechando de Javier. Yo solo... —León me gira hacia él y sus labios impactan en los míos, moviéndose lentamente. Me acerca a él por la cintura y sigo su juego. Me separo por la culpa que me carcome para tomar una bocanada de aire.

«¿Qué he hecho?», la confusión dentro de mi cuerpo no me deja pensar con claridad.

—Si ese fuera el caso, y ella quisiera tomar mi pobre corazón inocente, la dejaría sin pensarlo dos veces, porque no hay nada más hermoso que tener frente a mis ojos la persona más especial en mi vida y que ella piense lo mismo de mí —habla Javier, sin apartar su verde mirada de mí—. Mejor concéntrate en tu anhelada boda y deja al mundo en paz, Emma.

—Mejor vámonos —dice Chris, con los dientes apretados, y por el rabito del ojo veo como él y la rubia oxigenada entrelazan sus dedos—. Aquí no tenemos nada que hacer.

Una vez que se retiran, Javier respira y suelta aire como si estuviera aliviado.

—Se está haciendo una costumbre besarme por todos lados, León.

—Lo siento. Fue por impulso.

El aire corre entre nosotros cuando él da dos pasos hacia atrás.

—Y te lo agradezco, pero esta no es la forma. ¿Emma decía la verdad? ¿Yo te gusto? —Niega con la cabeza y caminamos hacia el comedor.

—Muchos confunden mi amistad sincera hacia ti con amor. Aunque yo no tendría ningún problema en hacerlo parecer verdad. ¿Tú que crees? —Le empujo juguetonamente por el hombro—. Piénsalo. Vivo metido en problemas por tu culpa y siempre te estoy salvando el pellejo. Tenemos gustos parecidos y ambos odiamos a los Rangers de Texas.

—¿Qué pasará con la chica que te gusta? —pregunto, cruzándome de brazos y él se encoge de hombros.

—Ya no tiene caso. De esa forma, Emma te dejaría en paz al pensar que ya no estás sufriendo por Christopher, aunque ambos sabemos que es mentira, y Brenda dejaría de molestarme con el tema de buscarme una novia. —Mi carcajada no demora en llegar—. Lo hago por mi salud mental, no por ti.

—Mal amigo. Todo para quitarte a la pobre Brenda de encima. Mira que eres ocurrente.

—De alguien se me habrá pegado, ¿no?

—¿Me estás diciendo que soy una mala influencia? —Niega con la cabeza, pero sin dejar de sonreír—. Sí lo dijiste o al menos lo pensaste.

—Palabrita del niño Dios —se defiende, levantando la mano derecha en señal de juramento y ambos sonreímos. Me atrae por los hombros y besa mi cabeza como siempre hace—. Verás que todo mejorará. Una vez que rompamos la Ley de los Primogénitos, podríamos intentarlo de verdad. Por ahora, solo es de pantalla. Chris se va a casar en menos de un mes y mi chica nunca se va a fijar en mí. ¿Qué crees?

—No creo que sea una buena idea.

—Pues tú te lo pierdes.

—Eres un engreído, ¿te enteras? Andar mucho tiempo con los Gray en este año y medio te hizo demasiado daño en el cerebro.

—De naturaleza, querida. Todo hombre necesita tener un poco de orgullo y amor propio. Además, no estoy seguro si tanto ego alimentado es por los hermanos Gray o por ti.

—Idiota.

—Me amas, McKenzie. No puedes evitarlo.

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