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Capítulo 4 «Leones y cerberos»

Allison (en la tarde)

Mi misión comienza en solo dos horas. No estoy nerviosa. No estoy nerviosa. ¿A quién le estoy mintiendo? Me estoy muriendo de miedo. No sé a lo que me enfrentaré y para colmo, Dorian no tiene la mínima idea de cómo es el lugar. ¿Y por qué? Porque sigue con la idea que decline, pero eso no va a pasar.

Lo gracioso del caso es que no sabemos con seguridad si aparecerá. Son conjeturas y cálculos que hizo Karen. Aún no sé cómo ella puede saber tanto cuando ni siquiera Dorian fue capaz de rastrear esa isla tan rápido.

Me siento frustrada y el cielo es testigo del miedo que me carcome por dentro. Lanzar tornados de fuego se volvió mi rutina para soltar el peso que mi cuerpo acumula diariamente.

Según el profesor de Defensa, mi habilidad está muy por encima de la media al ser usuario vida y, por lo tanto, el nivel de complejidad para atacar o defenderme es mucho mayor. Necesito de más precisión o puedo matar a alguien utilizando una navaja de hielo.

—Si cierras un poco más la mano, podrás controlarlo mejor. —El tornado de fuego desaparece frente a mí por la voz entrometida.

—Christopher Gray —Coloco las manos en forma de jarras en mi cintura al girarme hacia él para disimular los nervios al tenerlo tan cerca—, ¿qué se le ofrece?

—¿Siempre eres tan borde?

—Solo con las personas necesarias —contesto, enarcando una ceja, atrapando un gemido en mi garganta. A mi mente viene el día que me hizo la misma pregunta.

—¿Quieres que te ayude?

—Vaya con su novia. Seguramente ella necesita más ayuda que yo para hacerse la manicura. —Le doy la espalda y formo una tabla de fuego bajo mis pies—. Espero no vernos nuevamente, señor Gray.

Elevo la tabla y me dirijo hacia mi habitación lo más rápido que puedo con el alma comprimida y haciendo tripas mi corazón roto.

—¿Qué ocurre? —pregunta Ginger, a penas toco el suelo del balcón al saltar de la tabla. Esta desaparece cuando cierro la mano por completo.

—Christopher es lo que pasa —protesto con los dientes apretados y me siento en el borde de la cama—. ¿Por qué insiste en atormentarme? ¿No tiene una novia que atender?

—Puedes molestarte todo lo que quieras. Puedes gritarle lo mucho que le odias —comenta Tony y se sube a mis muslos—, pero ese corazón sigue sufriendo por él con solo escuchar su nombre.

Las lágrimas pugnan por salir y doy una larga bocanada de aire para controlar mis temblores.

—Por más que lo intento —Un nudo se me forma en la garganta y masajeo mi pecho por la opresión en él—, tenerlo cerca, saber que camina en los mismos pasillos que yo me duele, Tony.

—Lo sabemos —opina Ginger, y toca una de mis manos con sus dos patas—. Lo podemos sentir. Nosotros, y el resto de los Varázs.

—No puedo aguantar, Ginger. No puedo. —Las lágrimas corren por mi rostro sin parar. No pude aguantarlas—. Tenerlo tan cerca me rompe el corazón. Siento que no avanzo y... y... —Unos brazos cálidos me rodean, pero no los que yo anhelo—. No puedo, Javier. No puedo.

—Tranquila, Allie. —Acaricia mi espalda con lentitud—. Verás que el dolor pasará.

—¿Cuándo, Javier? ¿Cuándo parará de sangrar mi corazón? —Mi pecho se aprieta con cada minuto que pasa—. ¿Cuándo dejará de doler?

—La única persona que puede responder eso eres tú —recalca Ginger, mientras tomo largas bocanadas de aire porque los sollozos retumban con demasiada fuerza en mi pecho.

—Concéntrate, Allison. —Javier se coloca frente a mí y toma mi rostro entre sus manos. A través de mi vista nublada intento enfocarme en su mirada verde—. Chris va a casarse. Métete eso en la cabeza.

Rechino los dientes y le empujo con fuerza por el pecho.

—¿Cómo puedes ser tan cruel? —protesto con voz queda y él cierra los ojos.

—Discúlpame. No estoy pensando con claridad. —Me abraza una vez más y me dejo llevar—. No soporto verte llorar. Mucho menos por Christopher.

—¿Cómo lo supiste?

—Meeko estaba muy nervioso. Cuando abrí la puerta, salió corriendo hacia tu habitación. —Algo toca una de mis manos. Meeko me observa con sus ojitos negros saltones.

No llores, Allison —habla mentalmente el mapache—. No me gusta verte triste.

—Siempre tan lindo —murmuro, acariciando su peluda cabeza y cierra los ojos.

—Me gusta verte sonreír —añade Ginger, mientras León seca el camino de lágrimas de mi rostro.

—Gracias por preocuparse por mí.

Para eso son los amigos —habla el mapache y toma mi mano con ambas patas.

—¿Cómo estás? —insiste Tony.

—Tengo que ser fuerte, pero esta situación me está sobrepasando —respondo con voz queda y Javier añade:

—Allie, aprende algo. Ser fuerte no es sinónimo de no derrumbarse. Eres un ser humano que siente y padece.

—Gracias, León. —Miro las manecillas de mi reloj y me levanto con urgencia haciendo que mis Varázs aterricen en el suelo entre protestas—. Tengo que irme.

—¿A dónde vas? —preguntan todos al unísono.

—¿Vas a perderte las clases de nuevo? —inquiere Javier de forma reprobatoria y enarca una ceja.

—Ya hablé con Karen y todo está bien. Necesito salir del colegio, León. Saber que Chris está por aquí, me aflige y necesito tomar aire fresco. Regreso antes del lunes.

—¿Vas a estar fuera todo el fin de semana? —pregunta Tony y sube junto a su hermana a mi cama.

—Esa idea no me gusta —añade Ginger—. Vamos contigo.

—No pueden ir. Voy a estar bien. —Beso sus cabezas peludas y Javier se levanta de la cama, negando con la cabeza—. Voy a estar bien, compañero.

—Más te vale, McKenzie. Más te vale. —Sonreímos y me dejo envolver una vez más en su cálido abrazo.

Una hora después, estoy en una de las costas de España. Entre Austin e Isaac logran reprogramar el reloj. Con solo tocar la pantalla, regreso a Mary Weathers.

—Toma. —Austin me entrega un frasco pequeño—. No sé cómo lo harás, pero necesitas al menos una lágrima o todo esto será en vano. —Tomo el frasco y lo acordono a mi cuello.

—¿Estás segura de esto? —pregunta el profesor una vez más.

—No, pero tengo que hacerlo por Cameron... y por Chris.

—Es hora —interviene Austin y el tiempo comienza a cambiar de repente. Las personas a nuestro alrededor siguen su vida como si nada pasara—. Nadie puede verlo. Solo nosotros.

Un rayo de luz surca el cielo y este comienza a tornarse de varias tonalidades de azul y gris. Las nubes y el mar se separan en dos frente a mí y trago en seco. Un viento recio golpea nuestros cuerpos y trastabillo hacia atrás.

—Estoy asustada.

—Es normal, Allie —opina mi amigo, palmeando mi espalda mientras un gemido brota de mi garganta.

—¿Lista? —pregunta Isaac. Niego fervientemente con la cabeza y ambos ríen—. Vas a correr lo más rápido que puedas y sentirás como la arena te succionará. Es como si fueran arenas movedizas

Rectifico. No estoy asustada. Estoy aterrorizada. Mis manos tiemblan y comienzo a hiperventilar.

—Allison —Isaac toma mis manos entre las suyas—, si ves que no puedes, toca la pantalla y regresarás con nosotros. Lo intentaremos la próxima vez, ¿entendido? —Asiento, intentando tranquilizarme, pero solo logro que mis temores aumenten—. Ahora, deja que las arenas movedizas hagan su trabajo y en un parpadeo te encontrarás en la isla. —Isaac mira hacia arriba y luego se enfoca en mí—. A la de tres, corres. Uno, dos...

—Espera, espera —interrumpo y ambos me miran—. ¿Con el tres o después?

—¡Tres! —exclaman al unísono y me empujan.

Corro como me había dicho Isaac y la arena se mueve bajo mis pies. Comienzo a hundirme, y el temor aflora con mayor fuerza. La arena me traga finalmente y la luz del sol desaparece, dejándome en completa oscuridad. Mis pulmones comienzan a quemar porque el oxígeno no les llega. Algo caliente se adhiere a mi piel, pero no puedo mover ni un solo músculo por más que lo intente. Estoy completamente inmovilizada.

No siento mis piernas y brazos, y una punzada dolorosa golpea mi sien. Mis párpados comienzan a pesarme, y pienso que ahora sí llegó mi fin, cuando mis piernas golpean la arena, y seguidamente mi nariz. Me apoyo en mis rodillas mientras sacudo mi ropa y acaricio mi nariz. Al menos no está rota.

—Vis i lliguir in un pirpidio —simulo la voz del profesor y resoplo—. Dorian, cuando te vea de nuevo, vas a comer más arena que en toda tu vida.

Doy una larga bocanada e inspecciono la isla imponente que se alza frente a mí. Un enorme volcán está en el mismo centro. Miles de árboles espesos van desde el volcán hasta unos metros de la orilla de la playa. Puedo sentir el fuerte vibrar de la magia en este lugar. Aves surcan el cielo en bandadas y el aire huele a salado recordándome los días en que iba a la playa con mi pequeña hermana. Los rayos del sol tocan mi piel con calidez y dejo caer mis hombros.

—Muy bien. Ya estoy aquí. —Al levantarme, coloco mis manos en la cintura—. Ahora, ¿para dónde voy?

—¡Corre! —grita alguien a mi derecha.

Pongo la mano encima de mi frente cubriendo mis ojos por la incipiente luz solar. Frunzo el ceño al ver como algo viene hacia mí a grandes velocidades.

—¡Corre! —insiste una vez más.

—¿Pero por qué me dice que...? —mi pregunta fue respondida unos segundos después. A lo lejos noto una silueta extraña. Se parece a... —Oh, mierda. ¡Aaaaaaaaaaaaaah!

Corro hacia mi izquierda lo más rápido que mis pies y la arena me dejan. Acabo de llegar y ya estoy siendo perseguida, no por uno, sino por dos cerberos. Me siento como Jack Sparrow en la película "Piratas del Caribe", cuando corrían los indígenas detrás de él en la isla. Dos cerberos y un león mutante. ¡Qué fatídica manera para morir!

—Sube de una vez —Se agacha el león al llegar a mi lado y subo de un salto—. Agárrate fuerte. ¡Auch! No me jales.

—¡Corre!

—Ugh, no grites.

Aquel animal enorme, parlante además, comienza correr. Es tan veloz que necesito bajar la cabeza por el aire que azota mi rostro.

—¿Aún nos siguen? —Me agarro con fuerza de su melena, asombrosamente suave, y miro hacia atrás.

—Los tenemos a unos 10 metros —contesto.

Si mis oídos no fallan, creo que el león gruñó y se adentra al bosque. Con mucha agilidad serpentea entre las ramas y bordea los árboles.

—¿Ya los perdimos?

—Sí —contesto, aliviada

—Al fin.

Se detiene abruptamente y salgo volando por los aires

—¡Aaaaaaaaaaaaaah! —Mi grito es cortado cuando termino de bruces en la tierra golpeándome la nariz una vez más.

—Ups —dice sonriente mi salvador. Me levanto del suelo entre gemidos de dolor.

—¿Qué pasa contigo?

—No es mi culpa que no te agarraras bien —replica, y se sienta en sus patas traseras—. Yo te lo advertí.

—Me estoy volviendo loca. Ahora hablo con animales.

—Para ser un usuario vida, estás completamente descolocada de lo que puedes hacer. —Abro los ojos, bien grande—. Oh, por favor. ¿Crees que tu llegada a la isla fue silenciosa? Por favor, querida. Aquí lo sabe hasta el pixie recién nacido.

—¿Pero cómo...? —dejo que las palabras se las lleve el viento.

—Vamos. Te están esperando. —Comienza a caminar y yo sigo sentada en mi lugar perpleja por todo lo que está pasando—. ¿Quieres que te atrape la noche en el bosque? —habla y camina sin mirar atrás—. Yo no te lo aconsejo. Los babuinos pueden ser un poco molestos.

«¿Monos salvajes? Ni hablar», me levanto rápidamente y corro hasta su lado.

—¿A dónde vamos?

—Al Reino Kaliza. Son muchas preguntas. No te preocupes. Serán respondidas...

—A su debido tiempo —termino la frase y pongo los ojos en blanco. Después de caminar durante un tiempo, el león...—. Disculpa, ¿cómo te llamas?

—No me lo puedo creer. ¿En serio no me reconoces?

—¿Tendría que hacerlo?

—Estoy en mi forma natural. Estoy preocupada cuando que me veas en mi cuerpo humano. —Mueve su cola y su trasero cómicamente hacia ambos lados.

—¿No vas a decirme?

—Nop. Una vez que atraviese las puertas de la ciudad, me verás en mi aspecto humano. Solo espero que no me grites mucho, ¿entendido? Por favor, no grites. Odio los gritos y tú lo haces cuando te molestas.

—No prometo nada.

—Bienvenida al Reino Kaliza.

Atravesamos una cortina de hojas y frente a mí se levanta, de forma imperial, una ciudad en la base del volcán. Mi mentón llega al suelo y cierro la boca porque el león me hace cosquillas en la nariz con la cola.

La ciudad es de los colores de los elementos, pero la torre más alta al fondo está bañada en púrpura de varias tonalidades. La ciudad está cercada por un muro de unos 10 metros de alto. A su alrededor, varios arbustos se mueven al son del viento, y sus flores de colores brillantes como el amarillo, azul y rosa, danzan de un lado al otro. Es un cuadro pintoresco y hermoso para la vista.

—La Reina Cáliz te espera. —El león interrumpe mi cadena de pensamientos y asiento

Si desde afuera es impresionante, su interior es mucho más fantástico. Hay puestos de ventas de telas, orfebres y de animales por todos lados. Todos me miran fijamente y luego me saludan como si me hubieran visto con anterioridad

—Vamos, Allison. No te retrases o te perderás —dice una voz a mi lado y me detengo inmediatamente al reconocerla. Giro mi cabeza con lentitud y ahogo un grito—. Sabes, me imaginé cualquier expresión tuya menos esa.

—¿Tú? ¿Fuiste tú todo el tiempo? —No sé si sorprenderme o dejar que la rabia me llene por completo.

—Lo dices como si fuera malo. —Cruza los brazos en el pecho en señal de defensa.

—¿Lo dices en serio? ¿Sabes el coraje que esto me da?

—Oh, por favor. Ya deja el drama, ¿quieres? La reina está impaciente y es mejor no hacerla esperar.

Comenzamos a caminar en dirección al castillo y yo sigo sin creérmelo. De todas las personas en el mundo, ¿tenía que ser justamente esta?

—Ya lo sé. Yo tampoco hubiera querido que esto pasara, pero órdenes son órdenes —habla como si hubiera escuchado mis pensamientos y encoge sus hombros, restándole importancia a mi estupefacción.

—¿En sus órdenes también estaba que fueras tan ruin con nosotros?

—Eso solo fue parte de mi trabajo. No era por nada personal, ¿está bien? Solo quería divertirme un poco.

—Dios, estás más loca que la misma Alice en sus malos tiempos. Pero en serio, Eliza, ¿por qué tantos reportajes en nuestra contra? Arruinaste mi vida al menos una vez al año. Y en Mary Weathers, de verdad te pasaste en la fiesta de Celine.

—Tengo un papel que tomar. Ya te dije que no es nada personal. —Detengo mis pasos al llegar a las puertas del palacio. Los soldados me miran con el ceño fruncido, y yo trago en seco—. Vamos, muchachos. Tengo audiencia y no quiero perder el tiempo. —Estos niegan con la cabeza como si no tuviera remedio y abren la puerta para nosotras.

—¿Eres de mucha influencia aquí?

—¿Disculpa? —pregunta ofendida—. Corazón mío, soy la mano derecha de la Reina Cáliz. ¿No me crees? —Enarco una ceja y niego con certeza—. Anda, vamos.

El interior del castillo es hermoso. Unas escaleras doradas se unen en lo alto al final del amplio salón frente a mí. A ambos lados hay ventanales inmensos y caen cortinas blancas con adornos dorados.

Las paredes son de color crema, y las columnas con un tono más oscuro tienen hiedras enredadas desde abajo hasta arriba. Muchas arañas penden del techo, iluminando el amplio salón. Pero lo curiosos de todo es que, hay espejos en todos lados.

—Al fin llegas, Eliza. Te demoraste mucho —protesta la reina, bajando las escaleras con mucha galantería.

—¿Tú? —pregunto perpleja—. ¿Mi madre también está aquí? —Sonríe con calidez y niega con la cabeza—. No merezco un abrazo... ¿Katie?

—Bienvenida a mi hogar, Allie —dice mi mejor amiga, esa que creí humana, con una sonrisa en sus labios.

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