Capítulo 38 «Aléjate»
Al salir del edificio, mis padres me esperan ansiosos. Bajo las escaleras velozmente y los abrazo con tanta fuerza que todo mi temor desapareció entre esos brazos cálidos.
—Muchas gracias, Héctor —murmura mi madre, entre lágrimas.
—No digas tonterías, Mía. Allison es como mi hija. Haría lo que fuera por ella.
—¿Por qué no me dijiste, papá? —protesto, al separarme de ellos—. Si tengo que dejar el colegio para...
—No —hablan los tres al unísono.
—No es necesario, Allison —comenta Héctor—. Tu padre acaba de ser contratado.
—¿Ah, sí? —pregunta papá, confundido.
—Erick, reúnete en la sucursal de los Gray más cercana a tu casa —explica el patriarca. Trago en seco y mi madre ahoga un grito con sus manos.
—No puedo aceptarlo, Héctor —insiste mi padre, mientras sus ojos verdes comienzan a cristalizarse por las lágrimas.
—Ya lo hablé, Erick. No puedo dejar que un abogado tan bueno como tú sea contratado por algún buffet mediocre —taja Héctor.
—Muchas gracias, señor Gray —digo con voz quebrada.
Sus brazos cálidos me rodean con suavidad.
—Es un placer, muchacha, y ya deja de llamarme señor. Me haces parecer viejo —añade él en tono paternal y sonreímos—. Es hora de regresar. Cameron no ha dejado de llamarme y Karen debe estar esperando noticias. Me llamó muy preocupada.
—Paso por casa un día de estos —anuncio, mientras abrazo a mis padres una vez más.
—Puedes ir a casa cuando quieras, cariño. Nos has dado un buen susto —comenta mi madre y asiento.
—¿Ellie sabe esto?
—Decidimos que no hasta que tuviéramos algo en concreto —contesta papá, mientras acaricia mi brazo.
—Cuídate mucho, cariño.
—Lo he hecho hasta ahora, mamá. Puedo aguantar los próximos meses. Les quiero mucho. Saluden a Ellie de mi parte. —Ambos asienten y besan mis mejillas.
—Vamos, Allison. —Héctor saca su teléfono, lo guarda en su bolsillo y resopla—. Es Karen nuevamente. Deben estar muy angustiados. —Su teléfono vuelve a sonar y lo mira nuevamente—. Ahora es Cameron. Regresemos o mi teléfono estallará de un momento a otro.
Al despedirme de mis padres con un abrazo que me supo a gloria, regresamos a Mary Weathers. Al atravesar la puerta de la oficina de Karen, unos brazos me rodearon y suspiro, aliviada, al sentir el olor de su camisa tan familiar para mí.
—Gracias a Dios que estás bien —murmura Javier, y besa mi cabeza.
—¿Qué pasó?
—Allison está libre por ahora, Cam, y comenzó el proceso en contra de Emma Norrington —contesta Héctor, mientras mueve el nudo de su corbata de un lado al otro.
—¡Qué! —preguntan todos por las últimas palabras del abogado.
—No sabía que estabas construyendo un caso contra Emma, Héctor —inquiere Karen pasmada.
—Yo hablé con mi padre desde que comenzaron los ataques en contra de las muchachas aquí en el colegio —explica Cameron, y Talia le abraza por la cintura—. ¿Todo estuvo bien, papá?
—Por ahora, sí. Necesitan tener extremo cuidado con Emma. Una vez que tenga todas las pruebas que necesito, esa chica saldrá de su vida... y de la mía, si tengo suerte.
—¿Puedo pedirte un favor? —pregunto hacia Héctor y él asiente—. No le digan nada a Chris sobre el caso de Emma.
—¡¿Estás de broma?! —protesta Cameron no muy contento.
—Chris no está bien y ustedes lo saben. Una noticia como esta puede derrumbarlo por completo.
—Allison, tú nos enseñaste que las verdades tienen que decirse de frente —insiste Javier.
—¿Creen que no lo sé? Yo misma he intentado abrirle los ojos a Christopher, pero él no entiende. Siempre va a defenderla —recalco exaltada, y una brisa de aire golpea mi rostro con fuerza.
—Mi hijo debe tener un poco de raciocinio, Allison —insiste el patriarca de los Gray en tono paternal.
—Lo he intentado todo, Héctor. Es la verdad. Nosotros —Señalo a mis amigos—, lo hemos intentado todo, pero ya sabes lo cabezota y terco que puede ser tu hijo mayor. —Frunce los labios al ver que tengo razón.
—Olvidemos este asunto, por favor —intercede la directora—. ¿Esto puede traerle problemas a Allison?
—Si quieren tomar represalias, tendrán que pasar primero por mí y mis compañeros asociados.
—Mi suegro es uno de los mejores abogados internacionales que conozco y tiene varias sucursales en América y Europa —explica Talia con orgullo—. Está en las mejores manos. Te lo puedo asegurar.
—Muchas gracias, Héctor.
—Allison, he escuchado esas palabras de tu boca demasiadas veces el día de hoy. Si tienes otra amenaza de parte de Emma o alguna notificación por parte del ministerio Elements, me avisas urgentemente, ¿entendido?
—Sí, señor abogado.
Su sonrisa tímida me rompe por dentro.
«Sinceramente estoy muy apenada con lo que está pasando. Por mi culpa, una familia se está dividiendo en pedazos», pienso dolida.
—Chicos, yo tengo que retirarme. Mi mujer me tiene como loco. Cameron, Talia, por favor, díganle a Christopher que más le vale no aparecer por casa en estos días.
—Discúlpame, Héctor. La situación con Alexa está tensa por mi culpa. Yo...
—Allison, hay cosas que no puedes evitar. —Sus ojos negros me miran fijamente y despeina mi cabello con suavidad—. Ya sabes. Estoy a una llamada. —Besa mi cabeza, sonríe con ternura y se retira.
—¿Hasta dónde puede llegar la maldad de mi madre y de la insípida de Emma? —habla Cameron con dolor mientras niega con la cabeza.
—De verdad... lo siento mucho. —Las últimas palabras las digo con voz quebrada y salgo corriendo de la oficina de la directora.
—¡Allison! —grita Javier a lo lejos, pero sigo mi camino.
Las lágrimas no me dejan ver con claridad por donde voy. La presión dentro de mi pecho y el nudo en mi garganta se hace cada vez más grande al punto de respirar con dificultad. Una mano agarra mi brazo y me atrae hacia un pecho fuerte. El olor a almizcle me nubla más el entendimiento.
—¿Qué ocurre, Allison? —pregunta una voz asustada, y le empujo lo más fuerte que puedo como si su tacto quemara mi piel.
—¿De verdad estás preocupado, Christopher? —protesto, con voz quebrada. Su rostro es a penas visible para mí—. Tu novia ha arruinado mi vida desde que entré a la tuya, y tu madre me trata como el peor de sus enemigos. ¿En serio me preguntas qué ocurre? —espeto, histérica y completamente alterada—. Emma puso una denuncia en mi contra por el secuestro de tu hermana. —Mientras quito las lágrimas de mis ojos con el dorso de la mano derecha, noto como el rostro del mayor de los Gray se oscurece—. Sí, Christopher Gray, a ella y a tu madre no solo les basta alejarte de mí y enlodar el apellido McKenzie, sino que quieren enviarme a la cárcel Elements y arruinar mi vida más de lo que está por un crimen que no cometí. Si hubiera sabido que mi vida sería un infierno a tu lado, jamás, Chris, jamás me hubiera cruzado en tu camino. Aléjate de mí, aléjate de mi vida, porque lo único que estás logrando es herirme y quebrarme el alma con una maldita mirada.
—¡Allison! —exclamó Chris.
—¡Duele, Christopher! ¡Aléjate de una vez! —insisto, y sigo mi camino corriendo hacia la ciudad.
Me elevo al cielo en unas nubes y vuelo sin rumbo fijo sobre Londres durante mucho tiempo. Lloro y lloro desconsoladamente hasta que mi pecho no aguanta más.
—¿Por qué? ¿Por qué me pasan estas cosas? —comienzo a protestar bajo un roble y unas débiles gotas de lluvia caen desde el cielo—. ¿De verdad es necesario pasar por esto justamente ahora cuando estoy tan cerca de conseguirlo?
Lloro sin parar hasta que mi pecho y garganta duelen. Doy un largo suspiro al ver como la noche ya se cernió sobre mí y no me di cuenta. Debo regresar al colegio. El problema es que no sé cómo.
Me recuesto al árbol y miro hacia las estrellas con los ojos bañados en lágrimas. "Eres muy especial, pequeña. Si un día me pierdo, solo tengo que seguir las estrellas" fue la frase que Christopher me dijo el día que le pedí hacer su fiesta de cumpleaños 18.
Suspiro entre apesadumbrada y molesta conmigo misma. Hasta cuando estoy perdida, él aparece en mi cabeza y me brinda la solución. Cierro con fuerza los ojos y una lágrima recorre mi rostro con lentitud. Me voy a volver loca.
Miro hacia arriba una vez más. Gracias a Dios que mi padre me enseñó a guiarme por las estrellas, y en menos de una hora me encuentro atravesando la verja del colegio. Dos cosas peludas de color rojo caen sobre mí y otra más grande se agarra a mi pierna.
—Por Dios, Allison. No hagas una cosa de esas —insiste Ginger, asustada.
—No sabes lo preocupados que estábamos al no encontrarte —habla Meeko mentalmente y suspiro.
—Austin, Isaac y Tommy han rastreado todo Londres buscándote —dice Tony en reprimenda.
—Lo siento —murmuro y las lágrimas amenazan con salir una vez más.
—No. No llores —insiste Meeko mientras acaricia mi pierna—. No me gusta verte triste.
—¡Allieeee! —grita Brenda y mis ojos se desvían hacia el balcón de mi habitación.
Allí están mis amigos, y creo que la angustia en sus rostros comienza a desaparecer. Las personas con las que he luchado, reído y llorado. Todos salen por el balcón de una forma u otra hasta mí y me reciben con un cálido abrazo. Un abrazo que necesitaba y no lo sabía.
—Lo siento —digo entre lágrimas.
—No, chiquita. Olvídate de eso —murmura Brenda, mientras toma mi rostro entre sus manos—. Estamos aquí para lo que necesites. —Se separan un poco, pero Javier no pierde el tiempo y me aprieta contra su pecho.
—Nos preocupaste mucho, McKenzie. ¿Dónde rayos estabas?
—Ni idea —contesto entre sollozos—. Salí de aquí sin rumbo fijo.
—Allison —dice una voz conocida.
—¡No te acerques, Christopher! —espeto, alterada, y el rostro de mis amigos se contrae mientras dan unos pasos hacia atrás.
—Allie —murmura Lilith sorprendida.
—Gracias a ti he sufrido lo que nunca hubiera imaginado. Te amé como a nadie, pero ese amor casi me lleva a la cárcel por el odio enfermizo de tu madre y tu prometida. —Me alejo de mis amigos y me acerco a él—. Por tu bien y por el mío, aléjate de mí.
Aprieto los labios cuando me dejo engullir por su mirada oscura y avergonzada. Chris traga en seco y subo a mi habitación con el alma hecha tirones.
—¿Allie?
—Por favor, no. Te lo suplico, Ginger. No más, por lo menos hoy. Estoy muy agotada y mi cuerpo no puede más.
Asiente con lentitud sin dejar de mirarme mientras camino al cuarto de baño. Necesito que el agua lave todo el dolor, angustia y rabia que siento por dentro. Debo encontrar esos ingredientes lo antes posible y abrirle los ojos a Christopher de una vez. Unos simples papeles no lo harán reaccionar. Tiene que escucharlo de la misma Emma. Y si su madre está metida en el asunto, me da mucho dolor, pero también tendrá que escucharlo de su propia boca.
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