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Capítulo 37 «Lo que faltaba»

Mi mañana no fue tan fácil como hubiera deseado, y si el día de ayer fue difícil, la sorpresa de hoy fue más impactante.

—Allison, la directora Karen te busca —anuncia un joven de tierra y se retira.

Las chicas me miran y yo me encojo de hombros porque tampoco entiendo. Al llegar a la oficina, doy dos pequeños toques y esta se abre. Un hombre vestido de negro está cerca de la mesa y deja de tamborilear los dedos cuando me adentro en la estancia.

—¿Allison McKenzie? —pregunta y asiento. Frunzo el ceño al ver que Karen no tiene buena cara—. Permítame presentarme. Soy el inspector Stuart Williams. Está bajo arresto por el secuestro de Celine Gray y la desaparición de Cedric Stan.

—¡¿Cómo?! —exclamamos al unísono.

—¿Qué clase de broma es esta? ¿Quién puso esa denuncia? —inquiero sorprendida.

—Alexa Gray y Emma Norrington —contesta con lentitud y yo abro los ojos sin aún creérmelo.

«El karma tiene que ser muy puñetero conmigo», pienso estupefacta.

Esto debe ser una mala broma del destino. ¿A quién rayos se le ocurre denunciar de secuestro y asesinato a la persona que salvó a su hija? ¿Están mal de la cabeza o qué? Esto es increíble. Tiene que haber un error.

Karen a penas se mueve de su asiento. Esto le ha sentado tan mal como a nosotros. Talia comienza a defenderme entre gritos y protestas mientras el inspector comienza a leer mis derechos. Lilith y Brenda salen corriendo a saber Dios dónde y yo aún sigo parada frente a este hombre, mirándolo confundida.

El Inspector Stuart Williams es un hombre de mediana edad. Cuando hablo de mediana edad es de al menos unos 200 años de oficio. Cabello blanco, piel trigueña, ojos negros, y metro ochenta de altura. Este hombre es un gigante para mí.

—Señorita Sprouse, solo estoy haciendo mi trabajo —atañe él, en tono grave.

—¡Pero eso no es verdad! —protesta la pelirroja furiosa—. ¿Cómo se le ocurre semejante atrocidad? Si hiciera bien su trabajo, se daría cuenta que está en un gravísimo error.

El inspector se encoge de hombro, y del bolsillo trasero de su pantalón, saca un par de esposas con un símbolo extraño. Son una especie de martillos cruzados por el cabo. Da un paso hacia mí, pero doy un paso hacia atrás mientras niego con la cabeza.

—Señorita McKenzie...

—Voy a salir del colegio, pero no con esas cosas puestas. No soy peligrosa. No pienso dejar que me anulen la magia. Es para eso el símbolo extraño, ¿verdad? —Asiente con lentitud—. Voy a ir con usted, pero no pienso decir nada sin un abogado en frente.

—Está en todo su derecho, señorita —añade, mientras devuelve las esposas a su lugar.

—Allie...

—Tranquila, Talia —intervengo, antes que diga otra barbaridad y terminemos las dos en problemas—. Mientras mi conciencia esté tranquila, nadie puede culparme de nada.

—Yo me encargo de buscarle un abogado a la señorita McKenzie —interviene Karen con voz grave, mientras se levanta de su asiento. Sus ojos verdes y ceño fruncido indica que la reina dentro de ella se está conteniendo todo lo que puede.

—Se lo agradeceré, directora Smith. Inspector, podemos irnos.

Al salir de la oficina, choco con un duro pecho. Sus ojos verdes gritan en silencio el temor que sus labios no pueden.

—¿Qué está pasando? —inquiere, con voz queda. Pocas veces he visto al grandioso Javier León asustado, y esta, es una de esas veces—. Esto es un error. Allison es inocente.

—Eso lo veremos —contesta el inspector en tono neutro.

—Esto no es justo —protesta Tommy.

—¿Quién hizo esto? —pregunta Cameron.

—Tu madre y Emma Norrington —contesto con los dientes apretados y me retracto al instante al ver como los ojos negros de mi amigo comienzan a tornarse fríos.

La relación entre Alexa y sus hijos pende de un hilo. ¿Esto? Solo agranda más el abismo entre ellos. Acaricio el rostro de Javier buscando un poco de paz, pero la tormenta que se ha formado dentro de él es mucho peor que la mía a causa de la desesperación y la confusión. Su mirada se ha tornado como el color del fondo del mar. Entre azul oscuro y verde.

—Voy a estar bien, León. —Sus brazos me envuelven al instante y yo aprieto los labios para no romperme frente a todos.

—Arreglaremos esto. Lo juro —murmura cerca de mi oído y asiento pegada a su pecho

—Lo sé.

El inspector aprieta levemente mi brazo y caminamos por el pasillo hacia la salida. Los rostros de todos los estudiantes se giran hacia nosotros y yo solo quiero desaparecer de la tierra. En poco tiempo seré la comidilla del colegio Mary Weathers... una vez más.

—¡Allieeeeeeeee! —gritan las ardillas mientras corren hacia mí.

—¿Qué pasó?

—Ya lo solucionaremos, Tony. Necesito que se queden con Brenda por...

—¡Ni hablar! —interrumpe Ginger muy molesta—. Exijo saber lo que está pasando.

—Eso es confidencial.

—Son mis Varázs, inspector. Aunque no se los diga usted, lo saben por mí. —Achica sus ojos mostrando unas leves arrugas en el borde y yo niego con la cabeza—. No lo entendería. —Tomo una bocanada de aire y me agacho hacia las ardillas—. Quédense con Brenda mientras esta locura se resuelve, y no quiero protestas, ¿entendido? —aclaro al instante, pero las ardillas sacan sus dientes hacia el inspector—. ¡Ginger, Tony! —Mi protesta logra que guarden sus dientes y garras—. Llamen a mi mamá y mi papá.

—No es necesario —contesta el inspector con voz pausada—. Nos trasladaremos a los Estados Unidos. No tengo jurisdicción para tramitar este tipo de situaciones aquí en Inglaterra, a pesar que la denuncia fue desde aquí, y usted es menor de edad. Sus padres serán notificados en un momento.

—Vayan con Brenda y Lilith.

Las ardillas protestan entre dientes pero finalmente asienten y me levanto. Sigo mi camino hasta que unos ojos negros me miran confundidos.

—¿Qué está pasando?

—Pregúntele a su madre y a su prometida, Christopher Gray —contesto tajante y sigo de largo.

—En poco menos de dos horas tomaremos un vuelo a los Estados Unidos

—Ni hablar, inspector. No pienso tomar un vuelo que puede durar horas.

—¿Puede decirme una manera más fácil de llegar? —Cuando cruza sus brazos, enarco una ceja y saco de mi bolsillo la llave transportadora—. No tiene derecho a tener una llave de esas.

—Soy la usuario vida que ha salvado el mundo Elements no una, sino dos veces, Inspector Williams. Tengo todo el derecho del mundo. Ahora, necesito que visualice detalladamente el lugar a donde vamos. —Esta vez es él quien enarca su ceja derecha—. Vamos, inspector. ¿En verdad prefiere tomar un vuelo que dura más de cinco horas? Con su edad sería muy incómodo.

—¿Me está diciendo viejo, señorita McKenzie?

—Sin ánimos de ofender. —Levanto las manos en señal de rendición y sonríe nítidamente—. Vaya. Ya sé que al menos sonríe. —Su sonrisa se amplía mucho más y niega con la cabeza—. En serio, necesito que visualice el lugar. Llegaremos en lo que se abre una puerta.

—Es usted muy graciosa y ocurrente.

—De esa forma logro pasar situaciones incómodas. Además, reírse es gratis. ¿Ya lo visualizó el lugar? —Asiente aún confundido, cerramos las puertas del colegio Mary Weathers e introduzco la llave en el cerrojo—. De dos vueltas y todo listo.

Los pasillos color granate golpea mis ojos una vez que abrimos la puerta.

—Bienvenida al Ministerio Elements en América, señorita McKenzie.

A mi izquierda y derecha hay varias oficinas de cristales, pero no se escucha nada desde afuera. Las desnudas paredes blancas se unen a un techo en forma de cúpula. En lo alto se visualizan los cinco elementos con colores bien definidos.

El dragón está a la derecha, a la izquierda el delfín, más adelante el árbol y a su derecha la paloma. En el centro de todos, con las alas bien abiertas y garras arqueadas se encuentra un inmenso ave fénix. La punta de sus alas llega a cada lado de la cúpula, su cabeza a la otra esquina y la punta de su cola al lado contrario. Las alas son de diferentes colores entre rojo, verde, azul y púrpura. Los otros elementos apenas pueden vislumbrarse al lado de la majestuosidad de este.

—Cuando vine la primera vez, también me quedé mirando el techo durante al menos una hora —murmura el inspector, con añoranza—. Pero ahora, necesito que caminemos.

Caminamos hasta el final del pasillo. Las personas dentro de sus oficinas me miran con curiosidad. Al llegar al final del recorrido, se alza frente a mí el escudo de mi colegio y doy un largo suspiro al ver lo mucho que lo extraño.

Giramos hacia la derecha y a unos metros puedo ver una puerta de madera con el mismo símbolo de las esposas. Con cortesía, el inspector la abre para mí, y luego de un asentimiento de su cabeza, entro a la enorme de habitación. Las paredes blancas tienen el mismo emblema de la puerta en color negro y en todo el mármol negro de suelo del cubículo está grabado la misma insignia, pero en color blanco.

En la pared del fondo hay un cristal oscuro. En el centro de la habitación impoluta, una mesa de caoba anclada al suelo está rodeada con tres sillas metálicas, dos le dan la espalda a la puerta y una al otro extremo de espalda al cristal oscuro. Una laptop negra es lo único sobre la mesa. En cada esquina de la habitación hay una cámara. En resumen: una sala de interrogatorio.

—Puede sentarse, señorita. —El inspector señala hacia una de las dos sillas y él se coloca frente a mí—. ¿Prefiere esperar a que llegue su abogado? —Mientras asiento con la cabeza, abre el dispositivo y mueve su cabeza de un lado para el otro mientras teclea algo en la laptop. Unos golpes en la puerta, detienen sus movimientos—. Su abogado acaba de llegar

—¿Ya? Pero si ni siquiera sé quién es. —Sonríe de soslayo al ver mi cara de estupor.

—Me lo puedo imaginar. —La puerta a mis espaldas se abre y el inspector se levanta de su asiento—. Me alegro que llegara con tanta prontitud, señor Gray.

Abro los ojos asombrada y me giro hacia la puerta sin levantarme de mi lugar. Un imponente Héctor Gray con traje gris de marca se encuentra en la puerta con un maletín en sus manos. Sonrío aliviada, pero al instante la sonrisa se esfuma de un plumazo cuando la confusión se apodera de mi mente. ¿Héctor atendería el caso que su misma esposa había levantado en mi contra?

—Perdonen la demora. Tuve que cancelar muchas citas cuando escuché la noticia. ¿Has dicho algo? —Solo puedo negar con la cabeza—. Bien hecho. —él y el inspector se dan un apretón de manos, y se sientan en las sillas—. Ahora, señor Williams, necesito que me explique en que consiste la denuncia en contra de la señorita McKenzie por parte de mi esposa y mi futura nuera — insiste con voz grave, colocando el oscuro portafolios encima de la mesa impoluta.

Héctor da miedo cuando se comporta de esa forma. Sinceramente, tengo más miedo de su presencia que del proceso en sí.

—Su esposa y Emma Norrington pusieron una denuncia en contra de la señorita McKenzie por el secuestro de su hija menor Celine Gray y la desaparición de Cedric Stan, el hermano mayor del director de la policía en Rumania.

—¿Qu... Qué? —pregunto consternada—. ¿Cedric era qué?

—Allison...

—Lo siento —murmuro ante el regaño de mi abogado.

—¿Con qué pruebas se le acusan a mi cliente?

—La confesión de Celine Gray fue muy convincente —se regodea el instructor—. La joven fue secuestrada sin dejar rastro. Horas después aparece en su casa con la señorita McKenzie. ¿Cómo supo del lugar exacto donde se encontraba Celine Gray?

Mis ojos se desvían hasta Héctor y este asiente con lentitud.

—Hice un hechizo de localización que la situó en Rumania. —A medida que hablo, el inspector escribe en la laptop, y añade después:

—¿Cómo supo de ese hechizo?

Voy a responder, pero me retracto. No puedo involucrar a Isaac en esto.

—Lo encontré en uno de los diarios de Dorian, el hermano de Raquel, el primer usuario vida.

El inspector enarca una ceja, pero sigue escribiendo.

—Según ella, usted le dijo donde se encontraban.

Cierro los ojos y las palabras vinieron a mi cabeza. "Si logras salir, dile a cualquiera de mis amigos que estamos en Rumania, en los Montes Apuseni, Transilvania". Metí la pata sin darme cuenta.

—Le pregunté a Mushu —contesto, sincera y sus manos se detienen de teclear.

—¿Disculpe? —pregunta, como si hubiera escuchado mal—. ¿Mushu? —Asiento, reafirmando mi respuesta—. ¿Quién es Mushu?

—¿Te refieres al dragón? —añade Héctor, y asiento una vez más—. Allison y sus amigos encontraron hace pocos meses un laboratorio donde se experimentaba con animales y los mutaban. Esos mutantes atacaban al colegio Mary Weathers. El nombre del dragón de Rumania que había desaparecido se encontraba entre esos animales. Celine me habló que le pusiste como nombre Mushu por el dragón de Mulán. Puede confirmarlo con las autoridades de Rumania, inspector Williams.

—Mandaré a confirmar esa historia. ¿Qué tiene que ver el dragón en todo esto?

—Cuando supe que Celine estaba en Rumania fui a verlo y él me lo dijo —respondo y el inspector enarca la ceja una vez más—. Es la verdad. Soy un usuario vida, así que puedo hablar con ellos. Utilicé la llave, le pregunté y él me dijo dónde estaba Celine.

El inspector asiente y sigue escribiendo.

—¿De dónde conoce a Cedric Stan?

—Lo conocí cuando encontré a Celine. Él fue la persona responsable del secuestro de la menor de los Gray.

—¿Nunca lo había visto antes? —inquiere, no muy confiado de mi respuesta y niego con la cabeza—. ¿Desde hace cuánto tiempo usted sabe hablar rumano?

—Ese mismo día. —Sus manos se detienen una vez más ante mi respuesta.

—¿Espera que crea que usted comenzó a hablar rumano cuando estuvo frente a uno de ellos? —Asiento con firmeza, porque hasta para mí eso parece ilógico y lógico al mismo tiempo—. Señorita McKenzie, necesito que sea sincera conmigo.

—Los usuarios vida tienen la capacidad de saber idiomas cuando nunca lo han escuchado en su vida —asegura Héctor con voz pasiva—. Puede traer a uno de sus hombres que no sea de nacionalidad americana para que hable en su idioma nativo y hacemos el intento si así lo desea. —Sobre nuestras cabezas surge un ambiente tenso cuando ambos hombres se retan con la mirada unos segundos que me parecen eternos—. ¿Por qué se le acusa a mi cliente de la desaparición del señor Stan?

—Desde esa noche se encuentra desaparecido.

—Allison llegó a mi casa herida de muerte, inspector. Es imposible que ella sepa dónde...

—Cedric está muerto —interrumpo, con el nudo en la garganta y ambos me miran con asombro.

—¿Dices que está muerto? —insiste el inspector, y yo asiento, sabiendo que estoy en serios problemas—. ¿Cómo estás tan segura de eso?

—Allison, es mejor que...

—No, Héctor. No soy culpable de lo que me acusan. Me encontraba en el colegio cuando Cedric llegó herido de muerte. El profesor Carlton puede corroborarlo. —Me quito el colgante que Cedric me entregó y lo coloco encima de la mesa—. Esto es de él.

—Eso quiere decir que usted peleó con el señor Cedric por el control y mando de su manada —resume el inspector, y yo parpadeo, perpleja de su razonamiento sin sentido.

A este hombre le entran las cosas por un oído y le salen por el otro. ¿Qué tiene en la cabeza? ¿Aserrín o sesos derretidos?

—¿Qué? No. ¿Acaso no escuchó lo que le dije? Él llegó muy herido al colegio y me lo entregó. No soy una asesina, inspector. Un profesor del colegio puede corroborarlo.

—¿Qué es lo usted quería a cambio de la vida de Celine? ¿Dinero? ¿Christopher Gray? ¿Poder?

Sus acusaciones en tono despectivo comienzan a causarme molestias y cierro mis manos con fuerza para controlar mi temperamento, o este edificio puede derribarse con un ligero temblor de tierra.

—¿Qué? No. Claro que no —contesto, mientras presiono los dedos en mi sien. Esto me está dando jaqueca

—Señor Williams, le pido de favor que no haga acusaciones a mi cliente sin base alguna.

—El problema, señor Gray, es que no son infundadas. La familia McKenzie está pasando por una crisis económica.

Fue imposible no fruncir el ceño. No sabía eso. ¿Por qué mis padres no me dijeron nada?

—Y hace pocas semanas su hijo se comprometió con la señorita Emma Norrington cuando aún era novio de la señorita McKenzie. No obstante, la señorita Norrington ha recibido constantes amenazas por parte de Allison McKenzie cuando ella no le ha hecho absolutamente nada a la señorita aquí presente.

Abro los ojos asombrada por la cantidad de mentiras que pueden salir de Emma con el fin de dañar a alguien.

«¿Amenazas? ¿Qué le pasa a esta rubia de cirugía?», mentalizo, mientras me reclino al espaldar de la silla.

—La señorita Norrington es lo suficientemente mayor para resolver estos temas personales sin necesidad de ir a las autoridades —contesta Héctor, y limpia su garganta con un leve carraspeo—. La familia McKenzie está pasando por una crisis económica debido a que el buffet donde trabaja el padre de mi clienta quebró hace unas semanas y está buscando trabajo. Y por la expresión de la joven al escuchar semejante noticia, puede notar que no estaba al tanto de nada de esto. ¿Me equivoco?

—No sabía nada —murmuro, confundida—. Estaba demasiado ocupada con los Juegos del colegio.

Aprieto mis labios e intento no llorar al ver lo alejada que estoy de mi familia.

«¿Por qué no me dijeron nada cuando hablé con ellos? Mejor cambio la pregunta. ¿Cómo no me di cuenta?»

—Allison ha estado entrenando con mi hijo Cameron, mi querida nuera Talia y el resto de sus amigos. No obstante —Abre su portafolio y abre una carpeta blanca encima de la mesa—, aquí hay una investigación en contra de Emma Norrington de parte de mi hijo Cameron Gray. —El mentón me llegó al suelo—. Desde que Allison tocó suelo londinense, la señorita Emma Norrington ha hecho más que agredir a mi clienta. Rasgó su vestido en la fiesta de cumpleaños de mi hija menor. Una carta apestosa a principios de año. El uniforme de Talia olía a podrido una semana después por lo que tuvimos que deshacernos de él y comprarle uno nuevo a las jovencitas de la mesa. Allison casi muere asesinada por una maseta y fue secuestrada por dos chicos del colegio donde se descubrió que estaban bajo coacción de Emma Norrington. Fue torturada y envenenada durante ese tiempo, y eso solo fue en los dos primeros meses del colegio aquí en América. La señorita McKenzie fue envenenada una vez en mitad de los Juegos Elements. Encontramos la botella a unas cuadras lejos del Coliseo. El multijugos que tomó mi hijo para los juegos Elements fue preparado por Emma, y la señorita McKenzie casi pierde los juegos por estar bajo coacción de la señorita Norrington. —Toma una bocanada antes de añadir—. Si continúo la lista, el día no alcanzaría.

«Emma Norrington tiene una guillotina en su cuello y no lo sabe», pienso asombrada y me giro hacia Héctor para preguntarle:

—¿Cómo lo supiste?

—Tony y Ginger vinieron a verme con Cameron. Ambos me explicaron lo ocurrido y me mostraron el video que Emma te enseñó la noche que Ginger desapareció —contesta con voz cálida y aprieto los labios. Mis ojos comienzan a cristalizarse por las lágrimas—. Por tanto, señor Stuart, más que un caso de secuestro y desaparición innecesario y sin fundamento, debería comenzar con esta investigación en contra de Emma Norrington. Mi buffet tiene cada una de las declaraciones y evidencias bajo custodia y seguridad.

«Héctor como abogado es el mejor. Giró completamente la conversación a mi favor», pienso emocionada mientras le observo con admiración.

—Sabemos que los Norrington son personas influyentes, inspector Williams. De todo lo que le dije tengo pruebas contundentes y testigos. Si los Norrington y mi esposa quieren hacer un caso contra los McKenzie, tendrán que pasar por encima del buffet de abogados de los Gray. ¿Algo más más que añadir? Espero que todo haya quedado claro, escrito y grabado. —El inspector Williams niega con la cabeza—. Entonces yo y mi clienta nos podemos retirar.

—¿De verdad? —pregunto, y ambos asienten al unísono.

—Si tiene que decir algo más o necesita buscar a la señorita McKenzie para declarar, por favor, contácteme primero. —De su bolsillo saca una tarjeta y la desliza por la mesa hasta el inspector—. Estaré siempre disponible en cuanto a los McKenzie se refiere. No he notificado a la señorita Emma de semejante investigación porque todavía no es oficial y le agradecería que usted no la pusiera sobre aviso. Salgamos de aquí, Allison. Por hoy, hemos terminado.

Nos levantamos de nuestros asientos y ellos cerraron con un saludo de manos. Recojo el colgante de Cedric y salgo de allí más asustada de lo que pensaba. No tanto del inspector como de Héctor Gray.

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