Capítulo 36 «No tientes tu suerte»
Allison (minutos antes) ...
—Ya sabía yo que no daría tiempo —protesto en mi habitación en el Reino Kaliza—. Todo por hacerle caso a la Reina Cáliz —hago hincapié en las últimas palabras.
—Oye, no es nuestra culpa que el Máximo General debiera estar en la ceremonia. Relájate, Allison —comenta Eliza y gruño—. Un baño rápido. Yo me encargo del vestido y Corinne bien en camino con Michel.
—Más te vale que sean buenas o juro que Katie me pagará bien caro este atraso. ¡Es la fiesta de compromiso de Cameron y Talia!
—¡Estabas en la boda de la reina Cáliz con Kane Brown! Anda, no pelees más y muévete.
Con un sonoro portazo entro al cuarto de baño y abro el grifo. Hace cuatro días, dos días en el mundo real, Kane y John fueron por mí al colegio Mary Weathers. Era el casamiento de Katie y querían que estuviera presente. La boda estuvo preciosa. Mucho pastel, comida y baile. Fue tanta algarabía, que a la mañana siguiente no podía levantarme.
Obviamente desaparecí todo el fin de semana, no sin antes dejar todos los detalles amarrados con Eliza. Envié una nota con Katie para que se la entregara a Héctor. Por más protestas que le dimos, la reina Cáliz decidió ir a la fiesta de Cam y Talia, a pesar de estar de luna de miel.
Los duendes, gnomos y elfos tienen el trabajo de catering. Uno de los faunos tiene acceso a una cava con el mejor champán. Las hadas están encargadas de las flores y adornos de las carpas. Todo con su toque de magia.
La banda y el Dj, tocaron en la boda de Katie y Kane así que ellos mismos fueron contratados para la fiesta de Cameron y Talia. Al pasar las puertas hacia Inglaterra, cada uno de esos seres mágicos cambió a su forma humana.
La parte mala era que yo no tenía vestido, estaba hecha un desastre, el cuerpo entero me duele y tuvimos que recorrer medio Reino Kaliza buscando el regalo perfecto para mis amigos. Todo eso en solo 8 horas. ¿Cómo estoy físicamente? Destrozada, pero son mis amigos. No puedo dejarlos abandonados en este día tan especial.
—Allison, Corinne ya está aquí y Adelaida trajo tu vestido como lo pediste —grita Eliza al otro lado de la puerta—. Dice Corinne y Michel que debes lavarte el cabello
—Fantástico. Me voy a demorar un poco más. Solo me queda media hora. ¡Diles que ya voy!
Increíblemente, en solo 20 minutos estoy vestida, maquillada y peinada de una forma sencilla, justo como me gusta. Mientras soy maquillada por Corinne, Michel se encarga de mi cabello. Unos pendientes del mismo diseño de las piedras de mi vestido y unos zapatos de aguja de 15 centímetros cerraron el conjunto, con la esperanza de no tropezar y romperme el cuello en el camino.
—Estás perfecta —alaba Corinne ,y la joven hada da dos pequeños aplausos en el aire—. ¿Vas a dejártela puesta?
Miro hacia mi mano y en ella está la pulsera que me regaló Brenda junto al anillo de Dorian. A esto le añadí el colgante que Cedric me había dado hace pocos días como heredera de su manada.
—Sí. No puedo quitármelos, pero necesito ponerme los guantes.
—Vamos, Allison. Faltan cinco minutos.
—Oye, no me agites que me fermento —rebato, furiosa, y la pelirroja resopla.
—Andar con Javier León te está haciendo mucho daño.
—Más te vale hacer un buen artículo de esta fiesta o juro que tu cabello será el menor de tus problemas. —Eliza pone los ojos en blanco ante mi amenaza y chasquea la lengua.
—Anda, pesada. Tenemos que irnos. —Tomo la llave transportadora y entramos a la habitación de Chris—. Estamos muy lejos, y estamos relativamente atrasadas. —Formo nubes blancas bajo nuestros pies.
—¿Para qué caminar cuando puedes volar? —añado y ambas sonreímos—. Necesito que avises a la banda de mi llegada.
Cuando sale por el balcón, respiro profundo llenándome del aroma de Christopher y miro a mí alrededor. Tantos recuerdos, y todos olvidados por el odio y la maldad de Emma Norrington. Dejo el regalo de Talia y Cameron en la cama de Chris y sacudo mi cabeza antes de salir por el balcón en dirección a la fiesta en el patio trasero de la mansión Gray.
Sonrío feliz y orgullosa cuando veo desde lo alto que todo ha quedado perfecto. Eliza tenía razón. Ellos son los mejores en esto. Localizo a la enana pelirroja cerca de la banda de música. Bajo para que nadie me viera apoyándome en la oscuridad de la noche y me entrega el micrófono inalámbrico ajustándolo en mi oreja y boca.
—Todo listo. McKenzie. Cuando quieras.
—Ahora.
Asiente y comienzo a cantar una canción que Cameron y Talia adoran. Subo al cielo poco a poco y sobrepaso la copa de los árboles. Sonrío al ver las personas buscando de dónde proviene mi voz ya que no hay altavoces, y los del DJ están apagados. Sigo cantando hasta colocarme exactamente encima del escenario y bajo lentamente, iluminada por los focos de luz. La canción de Justin Timberlake es alegre y me hace disfrutar el momento.
Es un día especial para Cameron y Talia, por tanto, todo debe quedar perfecto. Incito a los invitados salir de su lugar de confort y disfrutar de la canción. No era la primera vez que lo hacía, así que solo era saber el truco. ¿Cuál era? Sonreír, disfrutar y dejar que el mudo se pregunte por qué lo hago cuando he tenido tantos tropiezos.
He conseguido cada uno de mis objetivos. Una fantástica fiesta de compromiso para mis amigos, estar feliz a pesar de los tiempos malos, callarle la boca a la señora Alexa Gray y Emma Norrington, y, sobre todo, lograr que Christopher dude de su boda. ¿Soy mala por querer que el chico que amo abra los ojos? Nah. No lo creo.
—¿Les gustó? —pregunto, cuando llego a mis amigos del brazo de Javier, y Talia me abraza. Unos ojos negros me miran alegres y en su rostro aparecen los hoyuelos que tanto me gustan.
—Gustar se quedó corto con todo esto —declara Cameron, y Talia me suelta.
—¿Cómo lo hiciste?
—Tuve mucha ayuda, Emma.
—Estoy sorprendida, Allison —interviene Alexa—, pero falta un detalle.
Los ojos de todos se posan sobre la matriarca de los Gray. No he visto la expresión de Javier, pero sé que tanto él como mis amigos pusieron los ojos en blanco.
—¿Se puede saber cuál? —pregunto con cordialidad.
—Las sillas no coinciden con la decoración —contesta ella, y por el rabito de los ojos veo que Chris cierra los ojos con fuerzas, Héctor taladra a su mujer con la mirada más aterradora que he visto en mi vida y Emma sonríe detrás de su copa de champán.
—Es normal. Fue muy difícil tener que combinar los gustos de coordinadores de eventos tan magníficos como Colin Cowie y Sharon Sacks. Pero ambos hicieron un excelente trabajo, ¿verdad? Yo creo que la decoración es fantástica. Casi mágica.
Alexa y Emma abren los ojos grandemente al escuchar el nombre de esas personalidades. No sabía si era verdad o mentira. Ese es un asunto de Eliza. Cuando ella mencionó que Colin había trabajado con Kim Kardashian, y Sharon ha estado mano a mano con George Clooney y Kanye West, no pude decirle que no. A lo mejor, sí es verdad que estaban delante de este evento, pero trabajaron desde lejos. Con ese comentario tan simple, la boca de Alexa es cerrada. Esperemos que siga así durante toda la fiesta.
Después de saludar algunos invitados, nos dirigimos a nuestra mesa.
—¿De verdad esos fueron los coordinadores? —pregunta Javier, cerca de mi oído.
—Ni sé —respondo y ambos sonreímos pícaramente
—Menos mal que llegaste a tiempo.
—Hubiera llegado antes, Brenda, pero la Reina Cáliz me entretuvo demasiado tiempo. Fueron dos días de fiesta y tuve que correr a buscar el regalo de Talia y Cameron por toda la ciudad. Me costó al menos 8 horas recorrer ese lugar. A la mañana siguiente no pude levantarme de la cama. Aún me duelen las pantorrillas —explico con voz lastimera las últimas palabras.
—¿El agua no pudo ayudarte? —pregunta Tommy.
—Desde que comencé en este mundo, solo ha habido dos ocasiones donde no he podido curarme por mí misma por completo. —Levanto el dedo índice—. Cuando rescaté a Celine en Rumania. —Levanto el dedo del medio—. Recorrer Kaliza de arriba abajo. La primera por indicaciones del doctor, la segunda porque quise probar humanamente lo que era un dolor muscular normal.
—¿Qué conclusión sacaste del dolor muscular humano? —pregunta Cam, con ironía.
—Es horrible —añado adolorida—. ¿Cómo pueden aguantar esto?
—Ya vez lo que sentí al salir corriendo por ayuda cada vez que estabas en problemas.
—Lo siento mucho, Austin. Te juro que de ahora en adelante te mando volando —añado jocosamente, y todos comenzamos a reír a carcajadas
—Tu vida debió ser muy divertida —comenta Celine con curiosidad. Ella quiso sentarse en nuestra mesa.
—Divertida y peligrosa —aclara Brenda con rapidez—. Desde que Allison llegó a nuestro colegio y rompió el espejo de los tatuajes, supe que sería muy especial.
—Con Allison siempre es una aventura tras otra —añade Javier.
—Querrás decir, un peligro tras otro —agrega Tommy, y todos reímos.
—Me encanta esa canción —digo emocionada cuando unos acordes conocidos llegan a mis oídos.
—¿Me concederías este baile? —pregunta Javier, extendiendo su mano hacia mí.
—Claro que sí, señor León.
Nos levantamos de la mesa y nos acercamos a bailar con Talia y Cameron. La voz de Bruno Mars llena mi corazón con la hermosa letra de su canción "Lighters" y el ambiente mágico a nuestro alrededor me inunda.
—Hiciste un buen trabajo con la fiesta de compromiso.
—Es lo menos que podía hacer por ellos. —Acongojada, recuesto mi cabeza al pecho de Javier—. ¿Por qué?
—Cuando termines tu pregunta, a lo mejor pueda responderla. —Gruño y siento el retumbar de su sonrisa en su pecho,
—¿Por qué no me quedé contigo y me aferré a ti, Javier?
—En el corazón nadie manda, McKenzie. Ni siquiera nosotros que somos sus dueños. Tranquila, todo pasará.
—He escuchado esas palabras desde hace tanto tiempo, que comienzo a pensar que solo son eso. Palabras.
—Allison, un corazón roto no es imposible de reparar, pero curar sus cicatrices conlleva un proceso largo y doloroso. No puedes esperar que todo se resuelva de un día para otro. Ven. Vamos a caminar.
Javier toma mi mano y salimos hacia la parte delantera de la casa de los Gray.
—¿Todo bien? —Niego con la cabeza. Estoy feliz, pero al mismo tiempo, duele—. Pues, veamos qué pasa.
Javier me atrae a su pecho con fuerza, coloca su mano en mi nuca y nuestros labios se unen. El asombro de aquello no me dejaba pensar, así que me dejo llevar. No perdería nada, o eso espero. Cierro los ojos y espero las cosquillas en mi estómago o la electricidad en mi cuerpo. Esa que sentía cuando Chris me rozaba levemente por el brazo. Con el beso de Javier León, el chico que me gustó a penas puse un pie en el colegio, me hizo sentir...nada. Se separa y miro hacia sus ojos verdes claros.
—¿Sentiste algo? —Un nudo se forma en mi garganta por la culpa.
—No, Javier. Lo siento mucho. No soy de esas chicas que, para olvidar a un amor, buscan a otro.
—No tienes por qué pedir disculpas, Allison, cuando ya tienes tu respuesta. —Acuna mi rostro entre sus manos con suavidad—. No te aferraste a mí porque tienes tatuado en tus huesos, mente y corazón a Christopher Gray desde el día que le mojaste su esmoquin en la fuente de nuestro colegio, y eso, querida McKenzie, no se elimina de tu sistema en un mes. Nadie puede luchar en contra de eso.
—Pero duele, Javier.
—Aferrarse con fuerza a lo que te daña, es tan doloroso como arrancar de raíz aquello que una vez te hizo feliz. Lo negaste todo lo que quisiste, pero en el fondo, te gustó que Chris fuera tan atrevido y sincero contigo. El proceso para curar el corazón lleva mucho tiempo. A mí me costó más de un año aprender a vivir con la traición de Alice.
—Yo no tengo tiempo, Javier. Tú lo sabes —protesto, abatida.
Seguimos nuestro camino hacia la fuente como si no me hubiera besado hace solo unos minutos.
—Céntrate, Allison. Austin ya sabe dónde localizarlos. Nos preparamos para ir el fin de semana que viene y en menos de lo que crees, Christopher volverá a ser el novio atontado y azucarado de siempre.
—Él no era azucarado —le defiendo, y nos sentamos en el borde de la fuente.
—Lo que tú digas —comenta con ironía y le empujo juguetonamente por el hombro.
—Es la verdad. Christopher es un chico muy romántico. El problema es que nadie le llevó a ese nivel de cursilería y tampoco le inspiraron a hacerlo.
—Es tu primer novio, McKenzie. ¿Qué sabrás de eso?
—Puede ser verdad, pero tengo el mejor ejemplo de amor.
—Nanneth y Steve.
—Mis padres han pasado por muchas dificultades, pero su amor ha perdurado durante todo este tiempo. Junto a Christopher pude vivir ese amor. Sentirlo, palparlo, probarlo.
—Ugh, ya estás de nuevo con tu vena romántica.
—Javier, estoy abriendo mi corazón. ¡Qué capacidad tienes para arruinar el momento! —Sonríe y niego la cabeza. Él no tiene remedio.
—Ya lo sé. Yo sentí ese mismo amor... desde lejos. Tuve que amar a una chica en la distancia.
—¿Por qué nunca se lo dijiste?
—Sabía que mi historia con ella no funcionaría.
—No lo sabrás si no lo intentas —le incentivo y sonríe amargamente.
—¿Te crees que no lo intenté? McKenzie, lo intenté demasiado, pero todo era en vano. Así que me di por vencido.
—Me extraña que Brenda no te moleste con ese asunto.
—Eres la segunda en saberlo. —Aclara y enarco una ceja—. Christopher fue el único que se dio cuenta. Lloré, reí, la protegí e hice todo por ella, pero mi amor no era correspondido.
—Es una lástima. —Suspiro apesadumbrada mientras recuesto mi cabeza en su hombro—. Eres un fantástico chico. Cualquier chica mataría por estar contigo.
—Pero solo tengo ojos para una, McKenzie.
—Ugh, odio cuando me dices así.
Su carcajada inunda el ambiente que nos rodea.
—Lo sé.
Una tranquilidad exquisita y un silencio muy cómodo nos acompaña mientras miramos las estrellas.
—Es mejor que volvamos. La coordinadora no puede desaparecer de su propia fiesta.
Al regresar, mis labios se curvan en una sonrisa al ver como mis amigos bailan, pero frunzo el ceño cuando veo a Celine sentada sola en la mesa.
—¿Por qué no bailas? —inquiero, mientras Javier, como todo un caballero, saca la silla y me siento.
—No tengo con quién bailar —contesta, en tono melancólico.
—No me creo que siendo una chica tan importante, te falten pretendientes para bailar —opina León, parado a mis espaldas.
—Ese es el problema —contesta ella mirando hacia su hermano Cameron y Talia—. Todos vienen a mí por mi apellido.
Las miradas de mi amigo y mía conectan al instante. Él asiente como si hubiera escuchado mis pensamientos.
—Eso se puede resolver —insiste León, sacando su sonrisa socarrona mientras extiende su mano hacia ella—. ¿Me concede este baile, señorita?
Las mejillas de la menor de los Gray comienzan a tornarse rosadas. Inclino mi cabeza a un lado al ver la ternura de esta chica. Javier la lleva a bailar cerca de su hermano sin dejar de sonreír. Siento lástima por ella. Tanto tiempo viviendo bajo la autoridad de su madre, que no sabe diferenciar al chico adecuado.
Me levanto de la mesa y camino por los alrededores. Saludo a varios invitados y hablo con otros. Todos están encantados con la velada. Tenía que cerciorarme que la fiesta es agradable y amena. Escucho una bandeja caer y cristales romperse en el camino.
—¡Mira por dónde caminas, idiota! —exclama Emma, hacia una chica de servicio. Más específico, a Katie—. ¿Sabes lo que cuesta este vestido? Lo has manchado y arruinado por inepta.
—Lo siento mucho, señorita —contesta mi amiga con la voz quebrada y baja la cabeza. Emma va a golpearla con la mano, pero la detengo a tiempo.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunto, y suelto su mano con fuerza.
—Esta muchacha torpe manchó mi vestido —espeta la rubia oxigenada, muy molesta.
—¿Ya te pidió perdón?
—Sí, pero no es suficiente. Además, este no es tu problema —contesta, levantando el mentón.
Me parece que los cables del cerebro de esta mujer están haciendo corto circuito y sus neuronas se están friendo con rapidez por tanta silicona en su cerebro.
—En primer lugar, Norrington, sí es mi problema. Como anfitriona y coordinadora de la fiesta, debo velar que no existan altercados. En segundo lugar, me parece que te estás extralimitando con una autoridad que no tienes ni ostentas. ¿Qué tiene que hacer la muchacha para cobrar esta... enorme falta? —inquiero con cierta ironía.
Las amigas de Emma miran entre ella y yo.
—Pues...
—¿Sabes qué? No me interesa lo que vayas a decir. —Mi interrupción provoca que Emma rechine los dientes—. Katie, por favor, busca a uno de los muchachos para que recoja este desastre. Ya puedes retirarte a descansar.
—Pero...
—Katie, he dicho que puedes retirarte a descansar —ordeno con voz amenazante y ella se retira.
—¿Qué te pasa? ¿Cuál es tu problema?
—Eso mismo quisiera saber yo, bonita. Es solo un vestido, Emma Norrington, y no pienso permitir que trates a ninguno de los chicos del servicio como si fueran cucarachas.
—¿Cómo te atreves a hablarle así? —pregunta Violet, tan ofendida como el resto de las muchachas.
—Le hablo como se me pegue la gana. ¿Emma Norrington es princesa, duquesa, condesa o tiene algún título monárquico? No, ¿verdad? Es una simple chica que tiene dinero, y como tiene dinero, puede desechar, regalar y hasta romper el vestido arruinado para comprarse uno idéntico.
La cara de la aludida comienza a tornarse roja mientras sus ojos azules me lanzan dagas invisibles de rabia.
—Es la fiesta de Cameron y Talia. No pienso dejar que la arruines. Si por alguna casualidad te pasó esa idea por la cabeza, te aconsejo que te retractes. Te arruiné el momento una vez en este mismo lugar y un evento parecido. —Me acerco a ella en modo amenazante y con el mentón en alto—. Puedo volverlo a hacer. No se te ocurra hacer otro escándalo, ¿entendido? No tientes tu suerte conmigo, Emma Norrington, porque puede irte muy mal. —Al girarme, choco con un pecho fuerte. El olor a almizcle hace que mis sentidos se nublen por unos segundos—. Señor Gray. —digo con voz neutra y lo taladro con la mirada más fría que puedo.
Aún sigo molesta por sus palabras en el sueño. Pedirme sinceridad cuando él aún no está claro de lo que quiere o siente, enervó mi sangre.
—¿No crees que fuiste un poco dura con ella, Allison? —pregunta, y a mi espalda escucho los sollozos fingidos de Emma.
—Discúlpeme, pero no. Prefiero decir las verdades directamente en la cara. Si a ella le molesta, es su problema. Nadie tratará mal a alguien inferior por el simple hecho de avergonzarlo. ¿Puedo pedirle un favor? —Asiente sin apartar de mí sus oscuros ojos—. Trate que su prometida no arruine la fiesta de su hermano, porque el champán en su vestido será el menor de sus problemas. Con permiso.
Golpeo su brazo con mi hombro y sigo mi camino hacia la cocina de los Gray. Necesito ver a Katie y arreglar el tema de los cristales rotos.
—Allison —murmura mi amiga entre lágrimas y la envuelvo en un abrazo.
—Chiquita, no llores. Regresa a Cáliz si quieres. Esto casi termina. Deberías estar disfrutando de tu luna de miel.
—Allison —truena una voz a mis espaldas. ¡Qué mujer más difícil! —. ¿Es verdad lo que escuché de Emma?
Pongo los ojos en blanco y suelto a Katie. Me giro hacia el intruso y cruzo mis brazos en el pecho.
—Sí, señora Alexa. ¿Algún problema?
—¿Y tienes la desfachatez de decírmelo en la cara?
—¿Usted no quería la verdad? Pues ahí la tiene. No se haga la ofendida conmigo.
—Ya sabía yo que tanta fiesta no es capaz de ocultar tu verdadera naturaleza —añade con actitud despectiva.
—¿Disculpe? —Parpadeo estupefacta.
Por encima de su hombro veo la sonrisa cínica de Emma y rechino los dientes. Por el pasillo vienen hacia nosotras Héctor, sus dos hijos y mis amigos. Cansada de todo esto, reclamo:
—¿Sabe una cosa, señora Alexa? Púdrase. Estoy hasta la coronilla de su actitud inquisitiva y recalcitrante hacia mí. Intento hacerlo lo mejor posible, pero siempre logra encontrarle el pelo al huevo de avestruz. Estoy asqueada que usted y la petulante de Emma siempre me señalen y me critiquen. Gracias a Dios que sus hijos no salieron con ese carácter amargado y sin corazón, porque serían insoportables. —La mano de Alexa se levanta hacia mí, pero la detengo—. No se atreva a ponerme una mano encima o lo lamentará.
Alexa se zafa del agarre con fuerza y añade:
—Puedes retirarte. Ya no haces falta aquí.
—Allison...
—No, Héctor —interrumpo al cabeza de familia de los Gray—. Lo dije una vez y lo repito. Si no soy bienvenida, pues mejor me voy. —Bordeo a la matriarca de los Gray y me acerque a Cameron y Talia. Ambos me miran apenados—. Siento que esto terminara así. Regreso en un momento.
Subo a la habitación de Chris por el regalo de mis amigos y bajo con prontitud. El ambiente sigue tan tenso como cuando me fui. Entrego una caja a cada uno de los novios.
—¿Qué es esto?
—Mi regalo para ustedes, Cam.
El malestar que siento disminuye un poco al ver el rostro de mis amigos cuando abren las cajas.
La de Cameron contiene una alianza con pequeños diamantes negros. Sin embargo, la de Talia es el juego de colgante con las alianzas de mujer. El colgante es la misma piedra que utiliza el anillo de Cameron en forma de estrella. Uno de los anillos tiene un diamante negro en el centro y el resto son diamantes blancos. El otro, combina diamantes negros y blancos. Todo engarzado en plata. En el interior de la alianza, sus nombres están grabados con el símbolo infinito entre ellos.
—No podemos aceptarlos —insiste Talia, con voz quebrada y ojos cristalizados por las lágrimas.
—Ni hablar. Mis piernas me están matando por esas alianzas y más les vale aceptarla —rebato, intentando sonar relajada a pesar de la tormenta que se está formando dentro de mí.
—Gracias —murmuran al unísono y me abrazan.
—Yo también los quiero, chicos. —Me separo y acaricio el rostro de Talia—. Un regalo especial para personas especiales. Disfruten de la noche. Ambos se lo merecen. Mi función aquí ha terminado. Me regreso al colegio. —Lluvia de protestas caen sobre mí—. Ninguno se puede ir de aquí. Talia y Cameron no se lo merecen
—¡Que te vayas tampoco se lo merecen! —recalca Javier, atravesando a Emma con la mirada.
—Me siento realizada. Asombrosa velada, excelente música y un catering especial. ¿A ustedes les gustó la fiesta de compromiso? —Los novios asienten al instante—. Entonces he cumplido mi misión. Lo principales protagonistas de la noche están a gusto y encantados con el evento. Nos vemos mañana en el colegio.
Abrazo a los novios y giro sobre mis talones para caminar hacia la puerta. Respiro profundamente y tomo la llave transportadora en mis manos. Al darle dos vueltas al cerrojo, abro la puerta y entro a mi habitación en Mary Weathers. No pude cerrarla porque un zapato se encarga de detenerme.
—¿Tú nunca haces caso a lo que se te dice? —Me aparto para que entre.
—Esa frase es mía y lo sabes. —Sonríe y cierra la puerta.
—¿Qué haces aquí, Javier? —protesto, mientras caigo en la cama con peso.
—Talia y Cameron, Lilith y Tommy, Austin y Brenda, Christopher y Emma. Me parece que soy la única persona sin pareja. Cameron y Talia entenderán.
—¿Qué pasó? —pregunta Tony, bostezando.
—¿Ya terminó la fiesta?
—La fiesta terminó para mí, Ginger. Emma hizo de las suyas y Alexa me encaró. La conversación no fue muy amena, así que me regresé.
—Esa rubia de cirugía solo busca problemas —protesta la ardilla un poco más despierta.
—Nuestros problemas con Alexa van a seguir mientras Emma Norrington siga en el medio —añade su hermano molesto.
—Con excepción de ese detalle, la fiesta fue un éxito —explica Javier, mientras se sienta a mi lado—. Allison tenía todo bien coordinado.
—Chicos, necesito descansar. Esta semana ha sido muy dura para mí —digo entre bostezos. Javier me abraza por los hombros y besa mi cabeza.
—Descansa, McKenzie. No pienses mucho en lo ocurrido.
—Si se lo dices, Allison hará lo contrario —comenta Tony y le pego con la almohada.
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