Capítulo 29 «Juego sucio»
A pesar del hechizo que removió sus recuerdos, la sintonía de combate entre Chris y yo no ha cambiado. Entrenamos tanto tiempo que conozco cada uno de sus movimientos. No sé si él lo hacía por inercia, pero se acordaba de muchas estrategias de combate que él mismo inventó solo conmigo. Nos colocamos de espaldas y yo me encargo de Thiago. Este envía hacia mí caballos de agua y los desvanezco con látigos de fuego.
—¡Allison, abajo! —grita mi compañero, y me agacho para girarme hacia Steve.
Chris salta por encima de mí para ocuparse de su primo. Mi oponente ataca con flechas de fuego y las detengo con una barrera de ramas gruesas de cedro. Los espectadores gritan eufóricos ante el control de los diferentes elementos, e incluso por la fusión de algunos. Escucho la sonrisa de Chris a mis espaldas al ver la emoción de los reunidos en el Coliseo.
—¡Izquierda baja, Chris!
Gira sobre su espalda hacia la izquierda para separarnos y dividir al oponente de su compañero. Es una estrategia que ideamos después de la competencia en la Isla Amat. Cuando me levanto, mi vista se nubla y caigo de trasero a la arena.
—¡Allison! —grita Gray y sacudo mi cabeza.
Tuve que elevarme en una tabla de nubes al instante. Las esferas de fuego de Steve iban directamente hacia mí, y por milésimas de segundo hubiera terminado como pavo para Acción de Gracias.
«¿Qué rayos me pasa?», pienso, mientras sacudo mi cabeza una vez más por el leve aturdimiento que me ataca por lapsus pequeños.
La saeta de mi contrincante que roza mi brazo me espabila, así que llevamos la batalla en las alturas.
—¿Qué está pasando? —pregunta Rebeca mentalmente, y gruño por lo bajo gracias al pitido constante en mi cabeza. Lanzo un remolino de agua hacia Steve para desestabilizarlo un poco.
—Estoy muy mareada y mi cabeza está pitando como olla de presión —contesto mentalmente y pierdo un poco el equilibrio, por lo que me agacho un poco sin mirar hacia abajo.
—Detente, Allison. Algo no está bien.
—No voy a dejar a Chris solo, Rebeca.
Lanzo un cañón de agua hacia Steve que lo envía a la arenera. Pierdo el equilibrio, pero esta vez no pude evitar que mi cuerpo no ceda. Antes de tocar el suelo, unos brazos me cubren y rodamos por la arena. El olor a almizcle tan familiar disipa un poco mi extraño aturdimiento.
—¿Estás bien? —pregunta Chris preocupado.
—Sí —respondo en susurros por el peso alojado en mi lengua.
Lo quito de encima de mí antes que sea golpeado por el ataque de Thiago. Agua fría pega con fuerza mi rostro, pecho y brazo derecho. El Coliseo se suma en un silencio inmediato al escuchar mi grito de dolor. Me apoyo en las rodillas y formo barrera de fuego violeta frente a Chris antes que el fuego de Steve le golpee. Sus ojos negros chocan con los míos y le guiño un ojo. Me siento muy débil, pero no puedo dejar que le hieran cuando su vida está en juego.
Algo mojado y frío choca nuevamente en mi pecho y mi cuerpo termina golpeando el muro de las gradas. La vista se me nubla al punto de no ver nada y el dolor en mi cabeza se acentúa a pasos agigantados.
La movilidad de mi brazo derecho es nula, pero logro lanzar un remolino de viento contra Thiago y este golpea el muro de las gradas, dejándolo inconsciente. Chris se encarga que su contrincante no pueda aguantar otro ataque. El público grita eufórico al ver los nuevos ganadores. Me levanto de la arena y sacudo mi ropa con el brazo izquierdo. Chris trota hacia mi sonriendo, pero su risa se transforma en miedo cuando mi cuerpo desfallece y le escucho gritar mi nombre antes de sumirme en la oscuridad.
Abro mis ojos con lentitud y miro a mi alrededor. Estoy en el cubículo donde nos concentramos antes de salir a la arena. La cabeza me late con fuerza y gruño. El golpe en la competencia me afectó más de lo que pensé. Demasiado para mi gusto.
—Allison —murmura una voz preocupada a mi lado.
—¿Chris? ¿Qué pasó?
—Aún no sabemos.
—¿Ganamos?
—Déjame ver si entendí. Te desmayaste en la competencia, Thiago casi te hornea como pavo para Navidad, ¿y en verdad me estás preguntando si ganamos?
—No me digas que perdimos la competencia —hablo en tono lastimero y él sonríe con amplitud.
—Ganamos, tranquila. —Respiro aliviada.
—¿Te hirieron o algo? ¿Necesitas que te cure?
—Allison, yo estoy bien. La compañera que me tocó me protegió con su vida —murmura agradecido, y ambos nos quedamos en un silencio cómodo sin apartar la mirada.
Sus ojos negros me observan con detenimiento y los míos recorren su rostro hasta que terminan en sus labios entreabiertos. Mi abstinencia por tocarle o besarle comienza a romperse cuando él acerca su rostro y coloca un mechón de mi cabello detrás de la oreja. Su aroma me envuelve de forma tal que debo ahogar un ¡Bésame! en mi garganta.
Isaac, Karen y Rebeca entran por la puerta y rompen la conexión que tenemos hace un segundo. Chris me ayuda a sentarme en la mesa donde estoy recostada.
—¿Qué ocurrió?
—Allison fue envenenada... otra vez —responde Rebeca hacia Chris.
—¿Otra vez? No puedo hacer una competencia sin tener que mirar mis espaldas todo el tiempo.
—¿Cómo que envenenada otra vez? —inquiere Chris confundido, y resoplo porque él no recuerda nada.
Algo raya la puerta de madera con desespero. Isaac la abre y las ardillas entran volando, seguidas de Meeko y Javier.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta este último.
Tony y Ginger suben a mi regazo y Chris coloca a Meeko a mi lado. El mapache extiende sus garras para abrazarme.
—Envenenada... otra vez —contesto en tono cansado.
Javier cierra los ojos con fuerza. Tomo a Meeko en mis brazos y pasa sus patas por mi cuello abrazándome con fuerza.
—Conseguir que los chicos se quedaran arriba fue difícil —añade León con tono grave.
—Te dije que no siguieras. ¿Por qué no me hiciste caso? —inquiere Rebeca—. Una caída de seis metros podría haberte matado, Allison.
—No podía dejar a Chris solo en la competencia —protesto, y un latigazo atraviesa mi sien. Cierro los ojos, rechino los dientes y agito mi cabeza.
—¿Qué comiste o tomaste? —pregunta Karen.
—Esta mañana comí fuera de Mary Weathers. Lo único que... —detengo mis palabras al recordar—. Chris, lo que me diste. ¿Qué tenía lo que me diste?
—Es un multijugos que preparo —contesta mientras rebusca en su mochila y saca la botella con el contenido por debajo de la mitad. Isaac la olisquea, le da un sorbo y comenta:
—No tiene nada. No entiendo que puede haber pasado, Karen, pero los signos son de una intoxicación fuerte o envenenamiento. Sus manos ya están bien. —Frunzo el ceño sin entender lo que habla—. En tus brazos y manos comenzaron a aparecer líneas negras, como si te hubieran tatuado las venas en la piel.
Le quito la botella al profesor y le doy un sorbo.
—Esto no fue lo que tomé. —Todos los ojos se posan en mí y Chris parpadea confundido—. Es el mismo color, pero el sabor es distinto. Aquel sabía asqueroso. Este es más afrutado, asqueroso, pero puede tomarse.
—Cambiaron las botellas —asegura Ginger y mira a su hermano antes de salir juntos corriendo por la puerta.
—¿Qué tiempo estuve inconsciente?
—Casi una hora —responde Karen y me atraviesa con sus ojos verdes—. Alguien quería que perdieras. Esto fue intencional.
Meeko se agarra a mi cuello con más fuerza.
—Tranquilo, compañero. Hierba mala, nunca muere —digo para tranquilizarle, mientras paso mi mano por su lomo peludo.
—Hicieron un buen trabajo los dos —añade Rebeca—. Vamos, Karen. Faltan unos minutos para la próxima competencia. Debemos hablar con el resto de consejo nuestras sospechas. Ten cuidado, Allison.
Las dos directoras e Isaac salen del cubículo. Este último me mira preocupado antes de cerrar la puerta.
—Esto no me gusta, Allie. Es la segunda vez que lo intenta en este colegio —recalca Javier.
«Tiene que haber sido Emma. No me cabe la menor duda», pienso al recordar sus palabras en la discusión de ayer.
—Vamos, tenemos que subir a las gradas. La triunfadora salió de allí inconsciente —habla Chris apretando con suavidad mi rodilla.
Dejo a Meeko a mi lado y Javier me ayuda a bajarme de la mesa.
—¿Cómo está Thiago? —pregunto al recordar lo que le hice.
—Magullado, pero vivo —contesta una voz desde la puerta—. Me alegro que estés bien, Allison. Debes subir. Desde que saliste de la arenera, ahí no se escucha ni el sonido de los grillos. No sé si me entiendes. —Asiento con una leve sonrisa hacia Thiago.
—Si esta niña no está a la vista, el ambiente parece de funeral —corrobora Javier, mientras rodea mi cintura y pasa mi brazo por detrás de su cuello.
—Entonces, a salir se ha dicho —musito.
Miro al mapache y este sonríe elevando lo que creo que son sus pulgares hacia arriba. Al sentarme en las gradas y las chicas caen sobre mí. Javier me despeina nuevamente, ganándose un gruñido de mi parte. Tommy palmea mi hombro y Cameron asiente hacia mí, aliviado.
Lanzo hacia las gradas un dragón de fuego violeta y estalla en luces de diferentes colores cuando choca con el techo acristalado. El público vitorea emocionado. Al parecer era cierto lo que había dicho Javier. Esto está más calmado que el Mar Muerto.
—Como pueden ver, Allison McKenzie está bien —recalca Joanna, la directora del colegio en Brasil—. Ahora, ¿podemos seguir los juegos? Esto parecía un velorio. —Las risas del público son instantáneas—. ¡Que sigan los juegos!
En la arenera se reúnen las otras dos parejas y comienza el combate. Al llegar al colegio, la sensación extraña en mi pecho no ha disminuido ni un poco. Ginger y Tony recorrieron el Coliseo, pero no lograron refutar la teoría que habían cambiado las botellas y fui intoxicada. Ser usuario vida es más frustrante de lo que pensé. Somos tan inusuales que podemos ser dañados con algo tan sencillo como el jengibre.
Nadie me quita de la cabeza que Emma está detrás de todo esto. Aunque debe haber actuado muy rápido. Bueno, si contamos la discusión que tuvimos ayer, tuvo mucho tiempo de pensar en algo. Pero, si fue ella, ¿cómo sabía que yo sería la compañera de Chris? o ¿en qué momento vertió ese suero que posiblemente me hubiera matado en el multijugos? Arg, son muchas conjeturas sin pruebas.
—¡Qué día! —murmuro, agotada mientras observo las estrellas desde el balcón.
—Dímelo a mí. Me duelen las patas por recorrer cada rincón de ese Coliseo —protesta la ardilla mientras masajea el lugar del dolor.
—Oye, ¿no has visto a Ginger?
—Ahora que lo mencionas, no recuerdo verla desde que regresamos del Torneo.
—Voy a buscarla. Quédate aquí por si aparece. —Asiente sin verme y salgo de la habitación. Le pregunto a mis amigos, pero ninguno la ha visto y eso comienza a preocuparme—. ¿Dónde estás, Ginger?
—Hola, Allison —dice una voz molesta, mientras voy por el pasillo principal para buscar en el invernadero.
—Hola, Emma.
—¿Buscas una ardilla de color rojiza?
Detengo mis pasos y me acerco a ella con paso veloz.
—¿Qué le hiciste a Ginger?
—Nada.
Sonríe de soslayo con altanería mientras sus ojos azules me taladran. Saca el teléfono de sus vaqueros y me enseña un video. Mi corazón se detiene cuando veo a mi Varázs durmiendo plácidamente dentro de una pequeña jaula.
—Ginger —murmuro y me quita el teléfono de las manos—. Si le hiciste daño...
—Tu insoportable hurón está bien, Allison. Lo único que debes hacer, a cambio de tu pulgosa ardilla, es perder en los juegos de mañana. —Aprieto los labios y cierro las manos con fuerza en puños conteniendo toda la rabia dentro de mí.
—¿Cómo puedes ser tan cruel? Si alguien descubre este chantaje sabes que puedes ser expulsada del colegio, ¿verdad?
—Lo sé, pero como quieres a esa estúpida ardilla con tu vida, sé que no dirás nada por el bien de ella.
Sostenemos nuestras miradas en una guerra silenciosa. Aprieto mis manos con más fuerza para evitar algún cambio ambiental o los chicos pueden saber que algo va mal.
—La ardilla por tu derrota, McKenzie. Elige. Tampoco es que tengas muchas opciones.
«Por Ginger tendré que hacerlo. Pero esto no va a quedarse así, Emma Norrington. Te lo juro», pienso mientras rechino los dientes al ver su mirada altanera y su sonrisa sarcástica cuando asiento en contra de mi voluntad.
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