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Capítulo 21 «Entre lechuzas y cuervos»

Dos semanas después ya me siento mucho mejor. La herida en mi estómago ha cicatrizado bastante bien y mi espalda está como nueva. Las atenciones por parte de todos en la mansión de los Gray fueron dignas de admiración.

Katie preparó la misma habitación que utilicé cuando vine a esta casa unos meses atrás por el cumpleaños de Celine. Héctor y ella fueron muy atentos, a tal punto de desesperarme a veces. Emma y Alexa no podían ni verme. Me taladraban con la mirada, pero esas cosas ya no me hacen efecto.

Mi mente está enfrascada en tres cosas: Entrenar para los Juegos Elements, romper la conexión entre Christopher y Emma, y encontrar el resto de los ingredientes para romper la ley.

En estos momentos, estoy en función de la tercera, a base de peleas con los chicos por mi recuperación no terminada y la insistencia del reposo. A regañadientes, estamos en el laboratorio del colegio Mary Weathers. Insistieron en acompañarme por más que me negu[e a eso.

—¿Dónde tenemos que ir? —pregunta Brenda.

—Van hacia Tarkine, Tasmania —explica Austin—. Es el bosque más grande de Australia, pero también el más denso. Es una zona muy fría, húmeda y con precipitaciones muy altas. Por tanto, el cuidado extremo es más que necesario.

—Cameron, sigo pensando que no deberías ir —insisto, una vez más—. Ya perdí a Chris y no puedo dejar que nada te pase.

—Allison tiene la boca santa como la madre. Si dice eso, es porque este viaje no te conviene, compañero —opina Javier.

Cam hace un ligero mohín y asiente con desgana.

—Solo esta vez.

—Talia, yo pienso lo mismo de ti. Eres la chica de Cameron, si algo te pasa estando lejos de él, no me lo perdonaría nunca —añado, en tono lastimero.

—Cuando pones esa cara, es imposible negarse, pero que quede algo claro. No pienso abandonarte en la siguiente —masculla, no muy convencida y se cruza de brazos.

—Yo me quedo con el profesor Carlton, les iré indicando desde aquí —sostiene Tommy, y nos entrega unos auriculares de color negro—. Están diseñados para largas distancias y comunicación satelital. Estas perlas negras son para casos de apuro. Las ponen en el suelo y las pisotean. El gas que emana permite desorientar tanto animales como personas durante un tiempo. Les dará margen de 10 minutos para correr y salir de ahí.

Sonrío al notar que son parecidas a las piedras que Eliza me dio en Kaliza para salir del volcán.

—El reloj en sus manos tiene la misma función de siempre: Transportarlos hasta el colegio —informa el profesor, y nos da una banda elástica para el tobillo—. En caso de perder el reloj, solo deben presionar la cremallera de la tobillera y estarán aquí en cuestión de segundos. Sus auriculares están conectados a las pantallas. Podremos escuchar sus conversaciones al unísono y en la misma frecuencia.

—¿Están listos? —pregunta Ginger—. Me preocupa que solo vayan Brenda, Lilith, Javier y Allie. Sigo pensando que nosotros seríamos de ayuda allá.

—No puedo dejar que ustedes corran peligro, Gin —enfatizo, al acariciar su cabeza—. Tommy, cuida la llave transportadora con tu vida. No me hará mucha falta allá.

—Está en un lugar seguro, Allie.

—Una vez que presionen el reloj, aparecerán en el corazón de Tarkine —afirma el profesor, mirándome a los ojos—. Mucha suerte, muchachos.

Tommy abraza a Lilith y besa su coronilla. Mi corazón da un leve salto al ver ese gesto. Hace unas pocas semanas yo tenía esa relación con Christopher Gray, y ahora, todo ha desaparecido.

—Oye —susurra Javier, y eleva mi cabeza por el mentón—, cuando esto termine, lo recuperarás.

—Hora de irnos —interviene Brenda, luego de besar a Austin—. Son las 4 de la tarde. Ahí debe ser alrededor de las de 3 la mañana. Ugh, mi cabello se va a arruinar con tanta humedad.

—Brenda —protestamos y ella sonríe.

—¿Qué? Una chica siempre debe cuidar su cabello —se defiende, y esta vez reímos nosotros.

—Vamos, no pierdan el tiempo. Una vez que encuentren esas lechuzas, es necesario tomar todas las plumas —apremia el profesor—. Y si es de la lechuza más antigua, mejor. Estaremos en contacto.

Al presionar la pantalla, un bosque oscuro y denso se alza frente a mí.

—Lo conseguimos —digo emocionada, pero el silencio y la brisa de aire me da la bienvenida—. ¿Chicos? —Estoy completamente sola—. ¿Hola?

Allie, ¿pue... escucha...? —pregunta Brenda, por el intercomunicador.

—Te escucho entrecortado. ¿Dónde están?

Ni idea —esta vez habla Javier—. Tommy, ¿nos escuchas?

No entiendo que pudo haber pasado —contesta nuestro amigo.

Seguramente algún desfasaje de horario o algo por el estilo —insinúa el profesor.

—Muy bien. Mantengamos la calma —digo, intentando contener el miedo que me está invadiendo. Me asusta estar sola en un lugar que no conozco. No estoy asustada. Estoy aterrada—. Chicos, suban hasta la copa de los árboles y envíen una señal para poder localizarnos.

Entendido —manifiestan al unísono. Yo lanzo hacia arriba fuego de color rojo.

McKenzie, voy hacia ti.

—¿Por qué insistes en llamarme por mi apellido, Javier? —protesto y subo al cielo en una nube.

Se escucha autoritario —contesta, divertido, y pongo los ojos en blanco.

—¿En serio, Javier? Te encanta tener el control de todo, ¿verdad?

McKenzie, lanza otra flama y cállate.

—Aburrido. —Sonrío, y en unos minutos está conmigo.

Yo haré un torbellino —habla Lilith y nos dirigimos a la izquierda.

—¿Dónde está Brenda?

—Aquí, querido León —dice nuestra amiga subida encima de una columna de ramas.

—¿Era necesario el trono? —pregunta Javier, enarcando una ceja.

—Oye, debo aprovechar que Talia no está por aquí.

Brenda, te estoy escuchando.

—Oh, cállense.

—Shh —interviene Javier.

—¿Qué ocurre? —susurra Lilith.

—¿No lo escuchan? —contesta él, y agudizo los oídos.

—¿Qué rayos es eso? —pregunta Brenda y miramos a nuestro alrededor.

—Ahí —señala Lilith, y abro los ojos.

—¡Al bosque, ahora!

Bajar a la orden de Javier fue fácil, lo complicado era quitarnos de encima al depredador que tenemos detrás, por lo que nos dividimos una vez que llegamos a tierra

¿Chicos, que está pasando?

—Cuervos, Tommy, y no creo que sea usual que estos midan cerca de un metro de largo.

Díganme que están de broma.

Es broma, Ginger —contesta Javier sofocado.

No es gracioso, Javier —protesta Austin, preocupado—. Salgan de ahí.

Cariño, estamos bien. Solo tenemos que escapar de cuervos gigantes que saben serpentear árboles con facilidad en mitad de Australia.

Brenda, no es momento de jugar. Salgan de ahí y buscamos otra solución.

Austin, cariño, como regrese, sé que no habrá forma de salir de Elements. Te conozco —insiste la asiática—. Por tanto, aquí me quedo hasta conseguir esas plumas.

Pero...

Vamos a estar bien, Austin. Ahora, calla o me voy a quedar sin aliento.

Por favor, ten cuidado, Brenda.

Siempre, cariño.

Bordear ramas y árboles frondosos es más complicado cuando debes estar pendiente a no tropezar con una rama y correr por tu vida cuando enormes cuervos quieren carne de usuario fresca.

Mis piernas comienzan a picar y mi pecho acelera. Me detengo unos instantes para tomar aire y frunzo el ceño al ver que ya no escucho el fuerte aleteo.

—¿Están bien? ¿Alguien me escucha?

Después de esto, creo que me voy a tomar unas largas vacaciones —propone Javier, jadeando.

Chicos, no tengo ni idea de donde estoy.

—Tranquila, Lilith. ¿Escuchan algo? —Javier y Lilith contestan que no—. Yo tampoco. Voy a lanzar una flama de fuego. Javier, Lilith, diríjanse a ella. Brenda, sube en tu trono y así vamos hacia ti. —El silencio de su parte no me gusta—. ¿Brenda? ¿Brenda, me escuchas?

¿Brenda, estás ahí? —pregunta Javier, preocupado.

—Austin, rastrea la tobillera de Brenda y envíala.

Dame cinco segundos, Allie.

Cinco minutos después estamos en el lugar exacto, pero para nuestra mala suerte, está la tobillera y el reloj, pero no hay rastro de Brenda.

—McKenzie —habla Javier y abre la palma de la mano.

Había encontrado el auricular de nuestra amiga y un dardo tranquilizante un poco rudimentario.

—Esto no es bueno —replico, tomando aquellas piezas en la mano—. Se llevaron a Brenda. —El chillido de Austin no demora en llegar.

Se lo dije. Mira que se lo dije, pero esa asiática es tan cabezota que por eso le pasan estas cosas. Cuando la tenga de frente, juro que...

—Austin, me estás dando dolor de cabeza —intervengo, y escucho su gruñido al otro lado—. Cuando la veas, lo único que querrás hacer es abrazarla y besarla hasta la inconsciencia.

¡Allison! —espetan al otro lado.

—Eso es asqueroso, Allie —replica Lilith, con cara de asco.

—Chicos, dejen la ingenuidad. Al parecer nos vamos de excursión.

—No más de saber que está perdida, me da ansiedad.

—Lilith, a mí lo que me preocupa es cuando esa asiática se despierte y vea el desastre que tiene su cabello por la humedad, hasta el centro de la tierra temblará y el secuestrador va a querer soltarla porque se pone histérica. El único que la aguanta es su novio.

Javier, no me estás ayudando.

—Chicos, concéntrense. La prioridad es Brenda. Busquemos algún rastro o pista que nos pueda llevar a ella. Austin, dejan de lloriquear. Brenda va a estar bien. Sabe arreglárselas sola.

—Allison, Lilith —habla Javier unos minutos después, y señala con el dedo en una dirección.

—Son pisadas —murmura Lilith, cuando ilumino el barro en el suelo y vemos las huellas de pies descalzos—. Tommy, ¿hay posibilidad que en esta área aún vivan indígenas?

Sí. Su nombre se le debe a una tribu llamada Tarkine, pero según se dice, hace rato no hay rastro de ellos —contesta, nuestro chico nerd.

—No queda de otra que rastrearlos y encontrar a Brenda —enfatiza ella—. Después nos encargaremos de buscar a las lechuzas.

—Y aquí se pierde el rastro de las pisadas —informa Javier, luego de caminar una hora y gruñe.

—¡Qué falta nos hace Brenda! —declara Lilith, agobiada.

—En verdad se le extraña. Es una excelente rastreadora.

Apoyo la mano en uno de los árboles y cierro los ojos. Lo que daría por tener un poco de ayuda de la naturaleza. Agudizo mis oídos intentando separar los diferentes sonidos a mi alrededor. El palpitar de los árboles, el sonido de los insectos nocturnos, e incluso el susurrar de la leve brisa.

«Necesito de su ayuda, por favor», suplico mentalmente a todo aquello que escuche mis pensamientos. Sinceramente, no sabía si esto funcionaría, pero debo intentarlo por Brenda.

—¿Allie? —murmura Lilith, y abro los ojos con una sonrisa en los labios.

Ella da un leve brinco hacia atrás y Javier traga en seco.

—Por aquí —hablo, al ver un rastro dorado frente a mí, como si varias luciérnagas me mostraran el camino una detrás de la otra, moviéndose hacia ambos lados como las olas del mar. Ambos me siguen por el denso bosque sin chistar.

—¿Estás segura de esto? —inquiere Lilith.

—Solo queda confiar, enana.

—¡Allison! —exclama Javier, y me agarra por el brazo.

Sacudo mi cabeza y el brillo dorado que seguía, desaparece como motas de luces. Frente a mí, hay un enorme risco y bajo mis pies fluye una cascada. Si Javier no me agarra del brazo, la caída hubiera sido un poco fea.

—¡Allá! —señala Lilith, hacia el otro lado.

Dejo escapar un suspiro cuando veo un rastro de humo que se eleva al oscuro cielo.

—Vamos. Hemos perdido tres horas de nuestro tiempo. Tenemos que rescatar a Brenda y seguir nuestro camino —protesta Javier, formando una tabla de hielo bajo sus pies, pero le detengo.

—Si Brenda está ahí, esa tabla la pone en riesgo. Lilith, formemos una tabla de nubes oscuras para no llamar tanto la atención

¿La encontraron? —pregunta Talia, preocupada.

—Aún no sabemos, pero tenemos una leve pista —contesta Javier, y somos elevados al cielo.

Nos dirigimos hacia allá con lentitud para no levantar sospechas. Estando a unos diez metros, bajamos a tierra y terminamos el trayecto a pie, cuidando nuestras pisadas sin hacer el menor ruido. A medida que avanzamos, escucho risas y música.

Ocultos entre los árboles y ayudados por la oscuridad, estudiamos la aldea frente a nosotros. Muchas casas de barro rodean una enorme fogata y varios indígenas bailan a su alrededor al ritmo de la música. Las pinturas verdes y amarillas en sus cuerpos brillan como luces de neón cuando se acercan a la hoguera.

Escuchamos una risa escandalosa muy conocida. Brenda.

—¿Brenda está... bailando? —pregunto, estupefacta.

Espera. ¿Qué? —pregunta Austin.

—Nosotros creyendo que había sido secuestrada y la muchacha se está divirtiendo —manifiesta Javier con molestia.

—No seas aguafiestas, Javier. Brenda solo... —Lilith sale desprendida hacia la aldea, gritando como loca—. ¡Quítamelo! ¡Quítamelo!

La música deja de sonar y todas las miradas se dirigen a nuestra amiga. En su pierna tiene algo enredado. Maldigo por lo bajo.

—¡Auxiliooooooo! —grita nuestra chica.

Javier y yo salimos de nuestro escondite por ella. Si ya habíamos sido descubiertos, ¿qué más daba? Lanzo agua caliente hacia su pierna, evitando dañar a Lilith y asustar a la serpiente.

Es gracioso y curioso, pero podía escuchar los pensamientos del animal y este estaba más asustado que la misma Lilith. Para nuestra suerte, la serpiente se va arrastrando lo más rápido que pudo sin morder a nuestra amiga con pensamientos peligrosos.

El alivio nos inunda, pero ahora tenemos un problema mayor. Estamos en el centro de la aldea y todos apuntan hacia nosotros con lanzas y dardos en las manos.

—¿Hola? —dice Lilith con voz queda.

—Hola, chicos. —Brenda ondea su mano hacia nosotros—. No se preocupen. Son mis amigos.

Los indígenas bajan sus armas y suelto el aire que no sabía que contenía.

—¿Se puede saber que pasa contigo? —espeta Javier, hacia nuestra amiga—. Llevamos tres horas buscándote, Brenda. ¡Tres horas!

Los indígenas nos apuntan de nuevo y trago en seco.

—Tranquilos, tranquilos —intercede nuestra loca amiga y camina hacia nosotros—. Estos son mis amigos y solo vienen en son de paz. —Al abrazarme, susurra para que solo nosotros podamos escucharla—. Síganme la corriente o no salimos vivos de aquí. —Los tres asentimos y ella sonríe—. ¡Fiesta!

Los indígenas gritan emocionados subiendo y bajando sus brazos.

—Vamos, chicos.

Unos minutos después reímos y bailamos con los indígenas. Lo más sorprendente es que nos entienden, pero solo balbucean en su propio lenguaje.

Chicos, sé que están de fiesta, pero nos estamos quedando sin tiempo. Si amanece, será imposible acercarse a las lechuzas. Eso... si todavía existen. —Asiento como si el profesor me estuviera viendo.

—Brenda, nos estamos quedando sin tiempo —gruñe Javier. Su paciencia comienza a acabarse.

—¡Jefe! —exclama la asiática hacia un hombre de piel morena, cabeza rapada y ojos negros como la noche sobre nuestras cabezas. Las pinturas azules y verdes en su cuerpo son espirales que simulan aire. Esta le hace señas con la mano para que se acerque—. Necesitamos de su ayuda. —Este asiente hacia ella—. Necesitamos encontrar una especie de lechuza.

La música se detiene al instante. Solo se escucha el crepitar de las flamas de la hoguera y el sonido de los insectos.

«Hemos metido la mata», pienso al cerrar los ojos con fuerza.

—Lo necesitamos, por favor —ruega nuestra amiga una vez más.

Los ojos del jefe recaen sobre mí. Su mirada fija y penetrante remueve mi interior. Siento que puede ver mis pensamientos y me está evaluando en el proceso. Esto lo estoy haciendo por Chris, por Cameron y por Ellie. Frunce el ceño, pero asiente, provocando que la esperanza aumente un poco más.

—¿Dónde podemos encontrarlas? —insiste Brenda y él me señala con el mentón.

—¿Yo? —Asiente con seguridad y parpadeo indecisa—. Pero si yo no tengo ni idea de cómo son. Nunca las he visto. —Asiente una vez más y miro a mis amigos—. Voy a arrepentirme de esto. Vale, ¿cómo lo hago? —Señala hacia el bosque y gimo por lo bajo.

—Nos entienden, pero no pueden hablar. Esto es frustrante —balbucea Lilith y entierro la cabeza entre mis manos.

El ulular de las lechuzas llega a mis oídos y me pongo en alerta. Mis amigos y yo nos levantamos de nuestros asientos y miramos a nuestro alrededor. Los indígenas corren despavoridos hacia sus casas dejando sus armas en la tierra.

—¿Qué está pasando? —pregunta Javier, al ver tal alboroto.

—¡Allí! —señala Lilith hacia el cielo.

Una bandada de lechuzas vuela sobre nuestras cabezas, por lo que debemos agacharnos. Cuando son iluminadas por el fuego mientras descienden a tierra, se ve claramente el ojo en su plumaje blanco detrás de las cabezas. Vuelan alrededor de la fogata y luego se posan en el polvoroso suelo convirtiéndose en mujeres muy hermosas. Algunas morenas y otras blancas. El color de cabello varía entre rubio, castaño y negro. ¿Lechuzas convirtiéndose en humanos? ¿En verdad existen? Esto está fuera de mi imaginación y de mi libro sobre animales fantásticos. Bueno, si mi mejor amiga es la reina de la Isla Kaliza, esto no debería sorprenderme, ¿verdad?

Desde el cielo desciende una lechuza gris y negra más grande que el tamaño promedio, también conocida como Cárabo negro. Me resulta peculiar, porque las anteriores son completamente blancas.

El Cárabo cae frente a nosotros y una nube blanca la envuelve. Al disiparse, aparece una hermosa mujer. Piel morena, ojos color café y pelo negro como la noche. Un vestido blanco de hilo cubre su cuerpo hasta las rodillas y una corona de flores blancas y moradas adorna su cabeza.

—Buenas noches, Allison —dice con dulzura y las miradas de mis amigos se posan en mí—. Es un gusto conocerte finalmente. Mi nombre es Eerin y vengo a traerte esto.

De su bolsa marrón, saca unas plumas blancas y negras. Abro los ojos, asombrada. Primero, porque supiera mi nombre cuando nunca la he visto, y, en segundo lugar, por las plumas que me brindan con entera voluntad.

Chicos, me preocupan. ¿Qué está pasando? —pregunta Isaac al otro lado.

—¿Así sin más? —pregunta Lilith, tan sorprendida como yo.

—¿Por qué? —añade Javier confundido.

—Le debo un favor y lo estoy cobrando.

Las miradas de mis amigos recaen en mí.

—Les prometo que nunca la he visto. No sé de qué está hablando —me defiendo, levantando las manos.

—No, pero una persona cercana a mí, sí —añade ella, con tranquilidad—. Corre por el reino mágico que estás en busca de la forma de romper la Ley de los Primogénitos y sé que necesitas estas plumas. No es la primera vez que alguien lo intenta. —Con disimulo, desvía sus ojos hacia el jefe de la aldea—. Queríamos localizarte a penas sentí tu presencia, pero los cuervos llegaron primero que nosotros.

—¿Quién te habló de mí?

—Una amiga. Dice que salvaste su trabajo en el mundo humano. Está eternamente agradecida por ayudarla en la fiesta de Alexa Gray.

—¿La chica del podio? —pregunto, haciendo memoria y ella asiente—. Claro que la recuerdo. La pobre estaba muy nerviosa porque mi nombre no aparecía en la lista de invitados

—Ya la recuerdo —añade Lilith—. ¿Ella sabe sobre nuestros planes?

Eerin niega con la cabeza y sonríe.

—Me contó lo ocurrido en la fiesta y mencionó el nombre de Allison McKenzie —responde la jefa de las lechuzas con calma—. Solo tuve que unir cabos cuando escuchamos sobre tu entrada a la Isla Kaliza y los planes que tienes.

—¿Por qué los aldeanos se asustaron cuando ustedes llegaron? —comenta Brenda, con curiosidad

—Siempre ha existido enemistad entre las lechuzas y los cuervos.

—Tomaré las plumas con una condición.

¡¿Qué?! —exclaman mis amigos al unísono al otro lado del auricular asombrados de mi locura.

—¿McKenzie, es en serio?

—Tomaré esas plumas si ustedes hacen las paces —asevero, cruzándome de brazos.

¿Qué estás haciendo, Allison? —protesta Cameron.

Por favor, díganme que ella está bromeando —manifiesta Tony en tono lastimero al otro lado del auricular—. ¡Ay, la mato!

Ahora sí la perdimos —añade su hermana.

—¿Por qué haríamos eso? —protesta el jefe de la aldea y la mirada asombrada de mis amigos y mía recaen sobre él.

—Habló —enfatiza Lilith—. El jefe malhumorado habló.

El aludido pone los ojos en blanco y cruza los brazos en el pecho desnudo.

—Claro que hablo —añade en tono grave. ¡Dios, qué voz más seductora! —. No pienso hacerlo, así que puedes irte quedando sin las plumas. No pienso hacer las paces con una princesita orgullosa.

Aprieto los labios al recordar que así mismo le decía Kane a Katie en Kaliza.

—¿Disculpa? —protesta Eerin, ofendida—. Yo tampoco pienso hacerlo. Eres un bruto con las mujeres.

Sonrío de soslayo al escuchar el bombeo de su corazón y los pensamientos lujuriosos que pasan por ambas cabezas.

—Lo dudo. Ninguna mujer se ha quejado. —Enarco una ceja hacia aquellos dos.

—¿Cómo quieres que hablen si después de tomarlas, nunca más sé de ellas?

—No es mi culpa que se pierdan en su camino a casa —rebate él molesto.

—Oh, por Dios. ¿Por qué no se casan y ya? —intervengo y los dos me miran fijamente—. No se hagan los bobos. Soy usuario vida y puedo escuchar lo que verdaderamente desean. La tensión entre ustedes se puede cortar con el cuchillo y sé que hay más química de lo que quieren dar a entender. Tienen un pasado, ¿verdad?

Él mira hacia otro lado y las mejillas de Eerin se tornan rosadas. Me recuerdan tanto a Brown y Katie que sonrío. ¿Por qué las personas insisten en pelear, o incluso denigrar, a la persona que aman? ¿No es más fácil decírselo y atenerse a las consecuencias? A final del trayecto, solo conseguirán que se aleje, a menos que la otra persona sea masoquista y le guste que la ofenda o critiquen delante de otros.

—Ustedes, las chicas de atrás, ¿están de acuerdo con esta unión? —El rostro de las jóvenes se ilumina por la idea que les muestro—. Imagino que con los cuervos no habrá ningún problema. Una aldea llena de hombres, una bandada de mujeres hermosas. No veo la dificultad.

—Hay un pequeño problema, Allison —interviene Eerin—. Los cuervos y lechuzas o búhos han sido enemigos eternamente. Las chicas no están preparadas para vivir una vida bajo el dominio de un hombre que imponga sus reglas, y estos burros están adaptados a tomar y dejar de lado a cuanta mujer se le cruce. No puedo castigarlas a ellas a vivir una vida tan cruel por el hecho de yo amar a un Neanderthal prepotente. No es justo. Complementarnos no va a ser fácil y el sacrificio sería demasiado grande.

—Eso es lo mejor de todo, Eerin. Acabas de decirlo. Le amas, e imagino que el jefe también —opino, dejándome llevar por el corazón—. Si las parejas tuvieran gustos iguales, la relación sería muy monótona y aburrida. No hay cavidad para vivir nuevas experiencias, aventuras, gustos, sabores. Las diferencias en las parejas es la que une lazos entre los corazones enamorados. Complementarse depende solamente de ustedes. Es cuestión de adaptarse el uno al otro. Mi madre dijo una vez que "En el amor, las cosas no son fáciles, pero si solo uno de los dos empuja la carreta, caerán ambos por el cansancio".

—¿Lo dices por ti o por nosotros? —pregunta el jefe de la aldea y suspiro apesadumbrada.

—Por ambos. Christopher y yo nos complementábamos muy bien, tanto como pareja como compañeros de lucha, y eso era lo importante. Nuestras diferencias nos hicieron fuertes, aunque al parecer, el amor no fue suficiente.

—Hagamos una cosa —opina Brenda—. Nosotros tomamos las plumas y ustedes intentan fusionar las dos especies. Si a pesar de miles de intentos, no funciona, cada uno se va por su lado.

—¿Qué pasa si no funciona? —pregunta una joven de cabello rubio.

—Es mejor perder intentándolo, que seguir tu vida con la duda si hubiera funcionado —menciona Javier, atrayéndome por los hombros.

—Gracias, León —murmuro por lo bajo y apoyo mi cabeza en su hombro.

—No se pierde nada con intentarlo —habla el jefe de la aldea.

—Yo digo que va a ser complicado —comenta Lilith y el jefe enarca una ceja—. Por favor, los hombres en esta aldea se escondieron cuando las escucharon llegar. A mí me parece que las mujeres asustan mucho más y son las que mandan.

—Si fuera yo, —intercede Javier una vez más—, me gustaría una mujer que no sea sumisa y debe cuestionar mis decisiones... en privado. Su opinión siempre debe valer. Como dice el refrán "Detrás de un hombre importante, hay una mujer inteligente cubriendo sus espaldas". Matrimonio no se trata de dominio. Es algo como aligerar la carga y que cada uno cumpla sus metas individuales con ayuda de la persona que ama.

—Entonces, ¿trato hecho? —insisto mirando a ambos jefes.

Eerin se muerde el labio inferior y los ojos del jefe van directamente a sus labios por tan sensual gesto.

—Yo... mejor me llevo esto —Voy hacia ella y tomo las plumas entre mis manos—, y los dejo a ustedes para que se pongan de acuerdo.

—Allison, ¿puedo pedirte un favor? ¿Nos casarías? —Mis cejas se disparan hacia arriba ante la pregunta del jefe.

—¿Qu... qué? —tartamudeo, y miro a la jefa de las lechuzas. Ella está tan asombrada como yo—. Pero... pero... si yo no sé cómo oficiar una boda. ¿Eerin? —intento buscar su ayuda, pero para mi mala suerte, ella asiente con efusividad. —Vale. Lo haremos a lo corto. ¿Me podría decir su nombre?

—Kaleb.

—Kaleb, ¿aceptas a Eerin, líder de las lechuzas blancas? ¿Aceptas defenderla, honrarla, amarla y cuidar de ella a pesar de sus diferencias y discusiones? ¿Estar con ella en los momentos buenos y malos, y hasta que la muerte los separe?

—Acepto —declara tomando las manos de ella entre las suyas.

—Eerin...

—Acepto.

—Pero si no he terminado —digo sonriendo, y se encoge de hombros—. Bueno, si ambos aceptan, los declaro marido y mujer. Ya pueden besarse. Más les vale que se apresuren. El sol está a punto de salir.

Las muchachas gritan felices, y desde las chozas, los hombres observan, intrigados. Kaleb acerca a su mujer por la cintura con suavidad y acaricia el rostro de su amada. Ella coloca sus manos en el pecho desnudo de su esposo y lo besa con pasión. Sonrío feliz por ellos y se separan después de un largo beso.

—Muchas gracias, Allison —murmura ella, y asiento en agradecimiento.

—Muy linda ceremonia, pero nosotros debemos regresar a Inglaterra —añade Brenda.

—No, por favor —suplica Eerin apoyada en el pecho de Kaleb—. Quédense. Esta noche tenemos fiesta y quisiera que estuvieran presentes.

—Están esperando por nosotros en Londres —interviene Javier y añade—, pero podemos regresar para la fiesta.

—Eso es mucho mejor.

—¿Podemos traer unas amistades? —pregunta Lilith.

—Claro que pueden —acepta Eerin emocionada—. Ha sido un enorme placer conocerte y que oficiaras mi boda, Allison.

—El placer ha sido nuestro. Casi amanece. Nos vemos, Eerin. Les deseo todo el amor del mundo.

Tocamos la pantalla del reloj y aparecemos nuevamente en el laboratorio.

—¡Me cago en todo lo que se menea! —exclama Isaac al mirar las plumas en mis manos—. Solo fueron cinco horas. ¡Cinco horas! Arg. —Nos atraviesa y sale del laboratorio peleando en voz alta, soltando improperios poco caballerosos.

—¿Y a este que le pasó? —pregunta Talia—. Estaba bien hace unos minutos.

A mi mente viene la conversación que tuve con Isaac. Tuvo que robarse una cría para tomar las plumas. Suelto una carcajada al entender su alteración. Había conseguido las plumas en menos de 24 horas y cuando sepa cómo, va a querer matarme. ¿Qué estoy diciendo? Él debe haber escuchado todo.

—Listo. Allison McKenzie se volvió loca —indica Austin, al ver mis constantes carcajadas.

—Lo siento, lo siento —digo, intentando controlarme.

—Chicos, esta noche tenemos una boda a la que asistir —enfatiza Brenda—. Bueno, en sé, tenemos que irnos en la mañana para... ustedes me entienden, ¿verdad? —Coloco las plumas encima de la mesa.

—Voy en busca de Isaac. Guarden eso por mí hasta que regrese con él. —Salgo del laboratorio en busca de mi profesor confundido y en el camino me encuentro con Chris—. ¿Has visto al profesor Isaac?

—Creo que lo vi caminar molesto hacia la parte delantera del colegio

—Muchas gracias.

—¿Te sientes bien?

—¿Por qué no lo estaría? Si estás preocupado por mi recuperación física, puedes estar tranquilo. Las heridas de la espalda están completamente curadas y el estómago está cicatrizando con rapidez. Nos vemos después. Saluda a tu hermana y a Héctor de mi parte. —Este asiente confundido ante la naturalidad de mis palabras y camino con paso rápido esperando controlar a un profesor molesto y agobiado.

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