Capítulo 2 «Invernadero»
Abro los pesados párpados antes de tiempo. observo por el balcón y veo que todo está oscuro. Aún no ha salido el sol. A mi izquierda, Brenda sigue durmiendo al igual que las ardillas. Ginger está acurrucada encima de su cola y Tony con las patas hacia arriba. La de atrás se mueve como si estuviera corriendo.
Con mucha lentitud y delicadeza me levanto de la cama para no despertarlos. Me doy un largo baño con la intención de usar magia de agua para regenerar mis fuerzas ya que anoche apenas pude conciliar el sueño. A la hora del desayuno, me siento peor. Las miradas de todos oscilaban entre dolor, burla y escepticismo, y el artículo de la mañana solo empeoró mi ánimo.
—Eliza es idiota —protesta Lilith, golpeando la mesa con el periódico—. ¿Cómo se le ocurre escribir semejante estupidez?
Talia toma el periódico y lo hace cenizas en sus manos.
—Esto tiene que parar —opina Brenda molesta.
—¿Me puedes explicar cómo rayos vamos a obviar a la parejita feliz? —habla nuestra pelirroja con cierto nivel de ironía señalando con el mentón a la puerta y miro por encima de mi hombro. Error garrafal.
En ese momento entra un Chris sonriente con Emma colgada de su brazo. Sus ojos negros conectaron con los míos por un instante, pero Emma desvió su mirada al tomar su mentón y le besa. Cierro los ojos con fuerza y arieto los labios, aguantando las ganas de llorar.
Talia fulmina a Chris con la mirada, Brenda tiene el mentón apretado y los puños cerrados encima de la mesa y Lilith solo niega con la cabeza. Me levanto de la silla casi sin fuerzas y voy hacia la puerta con paso lento. Cuando paso por su lado, el olor tan familiar logra que las lágrimas se acumulen en mis ojos y rozo mi mano con la suya. Su mirada choca con la mía y por un instante se vuelve cálida como los del chico que me enamoré.
—¿Chris? —Emma le llama y le toca el rostro rompiendo el contacto que teníamos.
Salgo de allí con paso veloz hacia el patio central. No puedo aguantarlo más. Un brazo me agarra a mitad de camino y choco con un pecho fuerte.
—Llora —insta Javier—. Llora todo lo que quieras. —Me refugio en sus brazos y las lágrimas corren por mi rostro sin poder controlarlas—. Salgamos de aquí.
Javi me guía en el camino y yo no me separo de él hasta llegar a una habitación. Odio llorar.
—¿Qué pasó? ¿Por qué está llorando? —pregunta Meeko, preocupado.
—Estoy bien, compañero —digo sorbiendo la nariz y sentándome en la cama de Javi.
—No mientas, Allison —protesta Po, el oso panda de Tommy—. Podemos sentir tu angustia.
Ambos Varázs, se acercan extendiendo sus pequeños y peludos brazos a mí.
—Lo siento mucho —me disculpo, acariciando sus cabezas y sorbiendo mi nariz una vez más.
—Toma. —Javier me entrega una botella de agua y no dejo nada en su interior—. No tienes que ir a clases hoy.
—No —hablo con rapidez—. No puedo ni pienso permitir que este tipo de cosas interrumpan el colegio. Necesito pasar esta crisis, Javier. Encerrarme en estas cuatro paredes no va a resolver nada, solo va a empeorar mi estado de ánimo.
—A las 3 de la tarde necesito que te encuentres conmigo en el invernadero.
—¿Para qué?
—Solo ve.
Una vez calmada y bajada la hinchazón de mis ojos de tanto llorar, salimos de su habitación y nos dirigimos al turno de clases.
—¿Estás mejor? —pregunta Brenda, acariciando mi brazo, asiento, pero en verdad no, lo estoy.
«Tengo que hablar con Chris. Todo esto está mal», pienso apesadumbrada.
Las clases pasan, pero mi mente está en otro lado... o en otra persona. Mi estómago está completamente cerrado ya que apenas he probado bocado. No puedo pensar en otra cosa. Ver sus labios en los de Emma me revuelve el estómago. Como le prometí a Javier, a las 3 de la tarde estoy en el invernadero.
—Javier, no tengo tiempo para... ¿Allison? —pregunta Chris frunciendo el ceño. Yo me paralizo en el lugar—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Nado en sus ojos negros como si fuera el mar a la media noche dejándome embelesar por ellos buscando un resquicio de calidez.
—Javier... me citó aquí —explico, tartamudeando. Asiente y camina hacia la entrada. Le agarro por el brazo y me mira por encima de su hombro—. Chris, ¿por qué haces esto?
—Me di cuenta que amo a Emma, Allison.
Cada una de esas palabras se clava en mi pecho con fuerza y suelto su brazo como si quemara.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? ¿Eres tan infeliz conmigo?
—Allison, ¿de verdad? Viene en mi sangre.
—No, no, no, no. Tú no eres así —insisto, negando con la cabeza—. ¿Lo que tuvimos no significó nada para ti? —Toco su rostro anhelando encontrar respuestas y su mirada gélida comienza a tornarse cálida—. Por favor, Chris. Esto no tiene sentido.
Sus ojos me miran confundidos y los achica un poco como si quisiera ver en mi interior. Me acerco, y con temor le beso. Al principio se queda paralizado, pero me agarra por la cintura y me atrae hacia él. Mi estómago revolotea de felicidad. Este era le Chris que conozco y del que enamoré. Me separo esperando algo de él y sonríe. De esa forma aparecen esos hoyuelos que tanto me gustaba cuando sonreía de verdad.
Fue a decir algo, pero de momento me aleja como si mi toque quemara. Su mirada se vuelve gélida haciendo relucir a alguien esquivo y extraño frente a mí.
—¿Qué estás haciendo?
—Soy yo, Chris. ¿Cómo puedes ser tan idiota y no recordar todo lo que hemos vivido?
—¿Qué es lo que hemos vivido, Allison? Házmelo recordar, porque en estos momentos recuerdo que fuiste mi novia y nada más.
—¿Nada más? —espeto, estoica— ¿Cómo puedes decir eso? No me lo puedo creer. ¿La Torre de Fuego no significó nada? ¿Qué me dices del solsticio de invierno o... o los viajes por el mundo? ¿Tampoco significó nada para ti?
—¿Y eso qué?
—Oh. Por. Dios. ¿Qué pasa contigo, Christopher?
La ira comienza a llenarme y el viento recio atraviesa el invernadero. Las hojas de los árboles y plantas se mueven con violencia. El olor a lluvia llega a mi nariz y cierro las manos cuando rayos surcan el cielo iluminando las negras nubes que se forman en dos segundos
—¿De verdad vas a casarte con ella cuando no la amas?
—Allison —Su voz, cargada de cólera, se ve opacada por un fuerte trueno y detengo la posible tormenta encima de nuestras cabezas—, ya basta. Amo a Emma, y tú ni nadie podrá evitar que me case con ella. Déjame en paz. Lo nuestro no significó nada.
Se fue de allí y yo caigo de rodillas al suelo por la debilidad de mis piernas.
—Él no puede amarla. —Coloco la mano en mi boca para silenciar los sollozos que salen de mi garganta—. No puede ser cierto. Me niego a creer semejante cosa. Todo tiene que ser una broma.
Gotas comienzan a caer a mi alrededor empapando mi rostro dejo que estas se unan con las lágrimas que salen de mis ojos.
—Allison —habla Isaac, agachándose a mi lado—, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras? Estás empapada, muchacha. Aún te estás recuperando del fuerte envenenamiento de hace semanas
—Ya eso no me importa, profesor. Dice que no me ama, Isaac. —Me abraza y tomo una larga bocanada de aire para no volver a romperme—. Pensé que moriría por tener una hermana menor, pero el dolor que siento en estos momentos es tan grande que me cuesta pensar con claridad. El vacío que siento en estos momentos es peor que la propia muerte. El frío comienza a calar mis huesos por la lluvia torrencial sobre nosotros.
—Vamos a solucionarlo.
—Todo estaba tan bien y cambió de actitud tan repentina que... —Dejo las palabras en el aire—. Algo anda mal con él, Isaac. Esto no está bien.
—No te preocupes. —Pasa su mano lentamente por mi rostro empapado—. Levántate. Tengo algo que enseñarte. Espero que puedas despejar un poco,
Con paso lento entramos a su laboratorio por la rampilla que da al invernadero. Ahí está Austin inspeccionando unos mapas encima de la larga mesa.
–—Hola, Al... ¿Qué rayos te pasó?
—Voy por una toalla —añade el profesor, y de unos cajones metálicos al final de la habitación saca una toalla oscura. Al cubrirme con ella, el abrazo del bibliotecario no demora en llegar
—Estoy aquí para lo que necesites.
—Gracias, Austin, pero lo que necesito es mantener mi mente ocupada —añado con voz quebrada y sorbo mi nariz—. ¿Qué están haciendo?
—Buscando tu próxima misión —contesta el profesor y frunzo el ceño—. Austin encontró la Isla Kaliza.
—¿Y eso es...?
—Donde puedes hallar tu primer ingrediente para romper la ley de los primogénitos.
—¡La encontraste! —Le abrazo, emocionada—. Eres un genio, Austin.
Sus mejillas se tornan rosadas y acomoda sus lentes en el puente de su nariz.
—Ya lo sé. ¿Cómo crees que he durado tanto tiempo con Brenda? —comenta con sorna y río de verdad por primera vez en dos días.
—Zalamero. —Le empujo juguetonamente—. Al fin una buena noticia. Pero díganme, ¿cómo llego y dónde la encuentro?
—No es tan fácil como parece —interviene Isaac, mientras paso la suave tela por mi rostro—. Esa isla se mueve y aparece donde quiera. El problema es acercarte a los unicornios. No son los caballos blancos tiernos que salen en películas y cuentos de hadas.
—Los unicornios son animales que pueden ser muy salvajes, pero al mismo tiempo mansos. Tienen un poderoso cuerno que es preferible no tocar o pasas a mejor vida, y sus patas son de antílope, por tanto, son muy veloces y ágiles.
—¿Cómo rayos voy a conseguir una lágrima de ellos?
—Ni idea —contesta el bibliotecario, rascando su nuca mirando el mapa.
—Necesito ayuda. —Mis ojos recaen en el profesor—. Dorian tiene que haberlo conseguido de alguna forma. Isaac —Este niega con la cabeza—, por favor, eres el único que sabe mucho más sobre la vida de Dorian —suplico y él resopla. Sonrío al saber que dirá lo que necesito.
—Se dice que debió salvar a uno de ellos para tomar lo que quería —argumenta en murmuraciones—. Fue una mera casualidad. Pero a lo mejor, tú por ser usuario vida, el trabajo se te facilita.
—¿Por qué eso no me convence?
—Allison tiene que buscar un unicornio dorado, Austin. Esos son mucho más difíciles de encontrar.
—Profesor, no me está ayudando mucho —protesto cruzándome de brazos.
—Los unicornios dorados solo se acercan a una persona si ellos así lo deciden —explica.
—¿Cómo me las arreglo entonces en una isla que no conozco?
—Ni idea —contesta ambos al unísono y pongo los ojos en blanco.
—Muy bien. ¿Dónde está la isla?
—¿Vas a ir sin un plan? —inquiere el profesor.
—No me queda de otra. Necesito esa lágrima y tengo que conseguirla por Cameron.
—¿Qué pasa con Christopher? —pregunta Austin e intento mantener mi estabilidad emocional intacta a sus ojos.
—–Por más que me duela, tengo que dejarlo ir. Me dijo que estaba enamorado de Emma y... —Me detengo. Las lágrimas se acumulan una vez más en el borde de mis ojos pugnando por salir, pero respiro con profundidad—. Si quiere casarse, que se case. Solo espero que seas feliz una vez que rompa la ley y nunca se arrepiente de la decisión que tomó.
—¿Estás segura? —insiste Austin atrayéndome hacia él por los hombros
—Claro que no, Austin, pero no tengo otra salida. Estaba pensando intentarlo una vez más, pero se comportó tan extraño que es como si... todo lo que vivimos hubiera sido... —Dejo las palabras en el aire cuando algo recorre mi rostro y la seco instantáneamente—. ¿Dónde encuentro la isla?
—Estaba buscándola cuando llegaste —contesta el bibliotecario y nos reunimos alrededor de la mesa donde veo unos mapas esparcidos—. Voy a hablar con Karen a ver si ella me da otra pista de esto. Denme unos minutos.
—Ahora que estamos solos, vas a explicarme como conseguiste esa lágrima, Dorian.
—Como dije, el unicornio dorado solo se acerca a aquellos que crea que son merecedores. Yo buscaba con desespero cualquier unicornio, pero eran demasiado rápidos para mí. ¿Sabes el dicho de "Caer en el pozo de la desesperación"? —Asiento y me recuesto a la mesa—. Pues yo caí en ese pozo literalmente. Caí en un hoyo tan profundo y no sabía cómo salir de allí. La magia no funciona y en lo único que pensaba era en mi hijo David. Cuando abrí los ojos, estaba afuera y el unicornio a mi lado... durmiendo. —Enarco una ceja hacia él—. Es la verdad. Yo me asusté. Esas cosas son inmensas y simplemente me dio una lágrima.
—Es demasiado fácil.
—¿Fácil? Rastrear esas bestias no es tan fácil como lo parece. La Isla Kaliza es muy traicionera. Muchos han entrado y pocos han salido. Yo tuve simple suerte, Allison.
—Tengo que intentarlo, Dorian. Es necesario hacerlo.
—¡Por Dios, mujer! ¡Qué cabezota eres! —Dejo escapar una risa un poco ruidosa—. ¿Cómo te sientes? Te encontré en el invernadero destrozada.
—Y lo estoy, Isaac. Estoy destrozada por dentro. Aprecié en carne propia lo que sentiste cuando Marina fue arrebatada de tus manos. Anoche casi no pude pegar ojo. Hasta hace unas semanas me decía te quiero y te amo. Que dijera en mi propia cara que ama a otra es como si me hubieran arrancado el corazón de un tajo. Miles de preguntas bombardean mi mente y no tengo ni una sola respuesta coherente para ellas. Necesito encontrar esa lágrima, cueste lo que cueste.
—Dependiendo de lo que te demores en terminar esta misión, así será lo que se demore tu dolor en pasar. —Suspiro apesadumbrada—. Aún estás a tiempo, Allie.
—Nada en este mundo me hará cambiar de opinión. No intentes persuadirme. Pierdes tu tiempo. Cameron, Javier, mi hermana y miles de jóvenes dependen de esto.
—Ya llegué. —Entra Austin con varios papeles en las manos—. Hablé con Karen y dice que esa isla solo puede ser hallada por un corazón puro y que una vez al mes, se avista en las costas de España desde hace veinte años.
—¿Cuándo sería eso?
—El viernes.
—¿Cómo salgo de ahí?
—Voy a darte un dispositivo como el que usaron en el Torneo. Solo tienes que tocar la pantalla y regresarás al colegio.
—Perfecto. Avísenle a Karen que faltaré a las clases del viernes.
—¿Te crees que ellos van a dejarte sola? —pregunta el profesor.
—Tendrán que hacerlo. No se les ocurra decirle lo que pienso hacer. Es una isla que nadie sabe dónde está y no tengo la seguridad de que aparezca en las costas de España. No puedo poner a mis amigos en riesgo. Si salgo de esta, lo pensaré para la otra. Y ustedes dos van a mantener esto en secreto, ¿entendido? —Como respuesta solo recibo su silencio—. ¿Entendido? —Ambos asienten de mala gana.
—Sabes que Brenda va a matarme en el momento cero que sepa esto, ¿verdad?
—Austin, esa asiática muere por tus huesitos. No va a pasar nada.
—Yo no estaría tan seguro –—murmura el profesor y pongo los ojos en blanco.
—Voy a regresar a Elements. Necesito buscar los dispositivos que utilizaron en la prueba para programarlo. ¿Estás lista?
—Siempre.
Ambos niegan con la cabeza al ver mi guiño coqueto hacia ellos, sin saber que detrás de mi buen ánimo y sonrisa, lo único que quiero es desaparecer de este mundo y que nadie me encuentre.
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