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Capítulo 18 «Un mapache entrometido»

—Sabes lo terca que puede ser Allison, Javi —comenta Tony—. Si nosotros nos negamos, ella lo hará de todas formas.

—Pero esa terquedad puede llevarla a la muerta —insiste Javier, con melancolía—. No puedo perderla. No otra vez.

—Allison es un hueso duro de roer —opina Ginger en tono maternal—. Sobrevivió al solsticio de invierno y al derrumbe del zoológico secreto.

—Y hará el último sacrificio por Chris también. Lo sabes —aclara su hermano, y yo frunzo ante la mención de mi nombre.

—Eso no alivia no disminuye la preocupación, chicos.

—Lo sabemos, Javier. Lo sabemos —recalca Ginger—, pero ella lo decidió así.

—Ten el consuelo que todo acabará pronto —añade Tony, y me retiro a la habitación en silencio al ver que ellos dejaron de conversar.

—¿De qué estarán hablando? —murmuro cuando pongo la cabeza en la almohada—. ¿Qué cura está buscando Allison? ¿Cómo entro yo en esta historia? No me gusta que Javier esté en ese estado de dolor y decadencia.

Giro sobre uno de mis hombros y miro la nieve caer lentamente por el balcón. El cansancio comienza a hacer mella cuando mis ojos se van cerrando por el peso sobre ellos.

—¿Qué estás tramando, Allison McKenzie? —susurro a la nada, y me dejo engullir por el sueño.

—Hola, Christopher Gray.

—Cazadora. Creí que no vendrías.

—Siempre cumplo mis promesas. ¿Nos quedamos aquí o prefieres cambiar de lugar?

Mi habitación está tan oscura como siempre, pero esta vez el ambiente, junto a ella, no se siente tan sombrío ni solitario. Enarco una ceja al ver que tiene un pijama de pantalón y camiseta con Bob Esponja.

—Quedémonos aquí mejor. No me siento con ganas de estar en otro lugar.

—¿Está todo bien? —El silencio cae sobre nosotros—. Es un sueño, Chris. Mañana no lo recordarás y yo no diré nada. Tienes mi palabra. —Ella tose levemente y paso mi mano por su espalda, pero ella se aleja.

—¿Estás bien? Esa tos no se escucha bien.

—Mi día ha estado un poco agitado, y estoy un poco indispuesta.

—¿Quieres...?

—Estoy bien, Christopher. Nada de qué preocuparse. Sin embargo, tengo una leve curiosidad sobre lo que atormenta tu mente.

—Una amiga casi muere hoy por salvar a mi hermana.

—¿Estás preocupado por ella?

—Es algo raro de explicar. Al parecer tuvimos una relación anteriormente, pero no recuerdo nada.

—¿Pero ...?

—Algo me atrae hacia ella como imán. Es divertida, alocada, contestona, una bruta a veces, pero es sincera y cálida.

—¿Tanta aventura a su lado te excedió como para que la dejaras?

—Ni siquiera yo sé por qué estoy tan confundido. Veo a Emma y sé que es la chica perfecta para mí.

—Déjame adivinar. Te sientes extraño con la chica perfecta, pero te atrae una persona que revuelve tu mundo y se complementa perfectamente contigo. ¿Me dejé algo fuera?

—¿Eres adivina? —Su dulce sonrisa llega a mis oídos.

—No, pero estuve contigo el suficiente tiempo para conocerte. A veces lo que nos gusta y nos conviene, no están en la misma persona.

—¿Lo dices por ti o por mí?

—Por ambos. Si elegiste a otra chica antes que ella, por algo debe ser. A lo mejor era una relación tan tóxica que ni siquiera la recuerdas.

—No estoy muy seguro. Mi hermano y amigos hablan muy bien de ella. Hasta mi padre la defiende.

—Entiendo. ¿Problemas con tu madre, quizás? Puede pasar que las madres quieren imponer su voluntad o resolver nuestros problemas para que no nos hagamos daño. Y puedes matarlas, pero ellas creen que nos están haciendo bien. Son madres y siempre van a querer lo mejor para nosotros, aunque a veces sea en contra de nuestros deseos o gustos.

—Me has descrito en pocas palabras.

—Entonces, el problema es tu madre.

—Cuando mi hermana desapareció, mi madre solo hablaba mal de Allison. Yo me quedé callado, pero mi hermano, mi padre y mi cuñada, la defendieron como si fuera una más de la familia.

—¿Crees que tomaste una mala decisión al dejarla y comprometerte con otra?

—No lo sé. No recuerdo nada de nuestra vida pasada. —Frunzo el ceño al ver que la habitación comienza a desvanecerse. Gotas de sudor recorren mi espalda y pecho como si estuviera dentro de un horno—. ¿Todo está bien, cazadora? ¿Por qué está haciendo tanto calor?

—Chris, yo ...

—Chris, despierta. —El zarandeo de mis hombros disipa totalmente la imagen de la cazadora. Estrujo mis ojos y parpadeo varias veces hasta adaptar mis ojos a la oscuridad.

—¿Cam? ¿Qué ocurre? —Sus ojos negros me miran alarmados.

—Es Allison. —Sale de mi habitación antes de darme una respuesta completa.

Intento no tropezar con mis propios pies al salir de la cama y correr hasta la habitación donde está Allison. Suelto el picaporte a penas lo tomo. Está encendido al rojo vivo. Pateo la puerta y el calor de la habitación me golpea con fuerza.

—¿Qué pasa aquí?

—Allison tiene mucha fiebre —explica Javier, a punto de la deshidratación a pesar que estamos a cuatro grados bajo cero en el ambiente externo de la mansión—. Talia, llama al doctor. Cameron busca toallas y agua congelada. Tenemos que bajarle la fiebre o a este paso, morirá antes del amanecer.

Mi hermano y mi cuñada casi chocan conmigo al salir de la sofocante habitación.

—Vamos, Allison. Tienes que ser fuerte.

Meeko aprieta las ardillas a su pecho aterrado. Pumba no deja de caminar nervioso de un lado al otro al igual que Timón.

—Pero estaba bien cuando me fui.

El calor que proviene de Allison es tan fuerte que apenas puedo acercarme. No sé cómo Javier lo soporta, e incluso toca la frente de ella con mimo. La piel está perlada por las gotas de sudor. La luz de la luna que atraviesa el balcón, ilumina su cuerpo, y noto como su pecho sube y baja con celeridad.

—No sé lo que pasó. Empezó con una pequeña fiebre, pero terminó rompiendo el termómetro. Meeko se quemó la cola con el mercurio.

—¡Cameroooon! —grito, hasta que mi garganta escuece y me acerco al cuerpo de Allison—. ¿León, que rayos es eso?

—¿Es normal que las venas cambien de color?

—No creo que sea algo usual. Mucho menos que se vayan tornando negras. —Aguanto la respiración al tomar una de las manos de Allison entre las mías—. Mi hermano se está demorando mucho y ella está demasiado caliente.

Tomo el cuerpo entre mis brazos sin importarme el vapor instantáneo que atraviesa mi piel con el mínimo roce a la suya.

—¿Qué estás haciendo, Christopher?

—Salvándole la vida. —Corro al balcón y doy un salto hasta caer sobre la nieve. Rechino los dientes al ver que mi tobillo derecho se resiente ante la caída—. Vamos, Allison. No puede rendirte ahora. ¡Javier, ven aquí!

No había dicho la última palabra y León ya está a mi lado.

—Hay que cubrirla con la nieve para que el cuerpo se enfríe.

—Puede matarla. La nieve está congelada.

—Como no lo hagamos así, Allison va a morir, y no por congelación. ¡Hazlo!

Sin pensarlo demasiado, cubrimos su cuerpo con rapidez, pero la frustración nos ataca. Irradia tanto calor que derrite la nieve al momento de contactar con su piel.

—¿Dónde está el doctor? —espeta Javier, molesto mientras la cubrimos con nieve una vez más.

—Escúchame, Allison. Eres más fuerte que esto. —Agarro su pequeña mano con la mía—. Ponte las pilas donde quieras que estés y acaba de recuperarte, o no aguantaré ver llorar a Javier durante una semana.

—¿Qué? —El aludido detiene sus manos cubiertas de nieve.

—¡Sigue, Javier! —exclamo, preocupado. Mi corazón está muy acelerado y un peso se aloja en mi pecho.

—¡Javier, las ardillas! —grita Talia desde el balcón de la habitación, y mi amigo maldice por lo bajo.

—Ve, yo me encargo de ella. Meeko debe estar muy asustado.

Sus ojos verdes me miran por milésimas de segundos. Imagino que está debatiendo entre su corazón y su mente, pero al final asiente, y sube en una tabla de nubes.

Mi esfuerzo por cubrir a esta chica tan extrañamente familiar mengua y golpeo mis rodillas con frustración cuando el cansancio comienza a pasarme factura y veo que el doctor no acaba de llegar. Toco su mejilla caliente y la acaricio con el pulgar buscando alguna respuesta de parte de ella. Algo que me indique como detener lo que está pasando dentro de su cuerpo.

La nieve a mi alrededor queda suspendida en el aire como si el tiempo se hubiera detenido. La poca nieve que hay en el cuerpo de Allison comienza a brillar como si miles de estrellas fugaces se hubieran estrellado en su cuerpo al mismo tiempo. Una ventisca fría nos rodea y eleva nuestros cuerpos a unos centímetros del suelo. Gotas de agua congeladas nos rodean como si estuviéramos dentro de un remolino. Motas de luces se unen como si estuvieran bailando al mismo compás.

Allison abre sus ojos lentamente y dos iris de color púrpura brillante me miran fijamente.

—¿Allison?

—Hola, entrenador. —Cierra los ojos una vez más y todo a mi alrededor sigue su curso.

La nieve cae con lentitud perdiendo el brillo de hace unos minutos. Su piel está disminuye a su temperatura normal y sus venas ya toman su coloración natural. Al tocar su piel, suspiro aliviado. Ya no está tan caliente y la abrazo con tanta fuerza que me dejo llevar por su aroma peculiar.

«¿Qué rayos acaba de pasar?», me pregunto mentalmente.

—¿Chris? —escucho la debilidad en su voz y la separo de mí, pero lo suficientemente cerca para que nuestras narices casi choquen—. ¿Qué pasó?

—¿Estás bien? ¿Te duele algo?

Niega con la cabeza. Sonrío al ver que el vello de sus brazos comienza a crisparse y castañea sus dientes.

—Hace frío.

—Perdón.

La levanto de la nieve, pero sus piernas flaquean y la acerco a mí una vez más. Aún está débil por la pérdida de sangre. Tomo su pequeño cuerpo entre mis brazos y subimos a la habitación. Cuando toco el suelo, Javier se acerca a nosotros con dos mantas. La cubre con una de ellas y la guía hasta el borde de la cama donde ambos se sientan. Una extraña sensación me inunda cuando veo como recuesta su cabeza al hombro de León.

—¿Estás bien? —pregunta Talia, y asiento mirando a la exuberante pelirroja mientras sacudo la nieve de mi cabeza—. Gracias a Dios que está mejor.

—¿Cómo están las ardillas? —pregunto, y ella señala con el mentón hacia la cama.

Allison carga a sus Varázs mientras Meeko se agarra a su brazo al igual que Timón. Pumba coloca las pezuñas en las piernas de ella y una sonrisa se forma en sus labios.

—Más te vale que Allison no se resfríe de nuevo por tu culpa, hermano —dice mi hermano con ironía.

«¿Dónde había escuchado eso?», pienso, mientras veo como el doctor atraviesa la puerta para examinar a Allison.

Bajo protestas, nos saca a todos de la habitación y cierra la puerta, dejando solamente como compañía a nuestros compañeros mágicos.

—¿Cómo está Allison? —pregunta mi padre al llegar junto a nosotros—. Dejé a Alexa con Celine por si le pasaba algo.

—Ella está bien, papá. La fiebre de Allison era muy alta pero ya está mejor —contesto y en ese instante la puerta se abre.

—Esa muchacha es imposible —protesta el doctor en tono cansado—. Hasta sedada, utiliza magia.

—Estaba bien, doctor. Yo estuve con ella todo el tiempo y la piel se puso caliente de un momento a otro.

—La única explicación que tengo es que, Allison estaba luchando en contra de una infección interna, provocando de esta forma erupciones o fiebres extremadamente altas que un usuario común podría aguantar. Su organismo como último recurso de defensa, utilizó la magia de contención.

—¿Magia de contención? —preguntamos al unísono.

—Es una magia muy antigua utilizada solamente por los usuarios vida. Se sabe muy poco de ella ya que son muy inusuales. La magia de contención consiste en luchar contra algo, de forma tal que no altere, en grandes proporciones, el medio donde se encuentre el usuario, como cambios en el propio clima. Si Allison fue capaz de hacerlo, es posible que en el interior la infección fuera más complicada de lo que pensé. ¿Cómo le bajaron la fiebre?

—La cubrimos de nieve —contestamos León y yo al mismo tiempo.

—Bien pensado, peligroso, pero inteligente. La herida en su estómago se abrió y tuve que cambiarle el vendaje. La sedé una vez más. Espero que esta noche termine de forma tranquila. Si hay cambios, me avisan.

—Buenas noches, Carl. Le acompaño a la salida.

Mi padre se retira junto a un doctor cansado. Yo dejo escapar el aire que no sabía que contenía.

—¿Qué pasó ahí abajo, Chris?

—León, si yo te contara, no me creerías.

—Alrededor de Allison nada sucede de forma normal —habla Talia, más relajada—. Muy típico de ella.

—Les voy a ser sinceros. Estaba muerto de miedo al ver que mis opciones eran pocas y ni siquiera funcionaban.

—No sería la primera vez —murmura Javier, y pone los ojos en blanco. Talia y Cam le miran fijamente en señal de "Déjalo ya"

—Pero todo se detuvo. La nieve, la ventisca, las luces. Y el cuerpo de Allison comenzó a brillar, ¿o era la nieve? Aún no estoy seguro. Abrió los ojos, pero sus iris eran de color violeta. Los volvió a cerrar y la temperatura de su cuerpo comenzó a bajar hasta que se despertó un poco desorientada.

—¿No dijo nada? —insiste León.

—Sí. Me dijo entrenador. —Todos respiran con fuerza y niegan con la cabeza—. ¿Por qué esas caras largas?

—Siempre te decía así —murmura mi hermano y se retira junto a su novia.

—Allison casi se muere y eso es lo único que dice. ¡Increíble! —protesta Javier en tono molesto, mientras entra a la habitación y cierra la puerta justo en mis narices.

—¿Ahora qué pasó? —murmuro, asombrado de la actitud de todos y rasco mi nuca, confundido.

Niego con la cabeza y regreso a mi habitación unos minutos después al ver que todo sigue en calma.

—Me hacen preguntas, pero no le gustan las respuestas —protesto al caer en la cama con los brazos cruzados bajo mi cabeza.

Toco mi pecho y masajeo la parte del corazón. Una intranquilidad me invade y me remuevo en la cama al no poder conciliar el sueño. Varios pensamientos se adentran en mi mente

—¿Por qué tengo este sentimiento tan extraño de desesperación y alivio? Es normal que me asuste si una persona está en esa situación tan extrema, ¿verdad? ¿Dónde he escuchado esa frase anteriormente? Estoy seguro que no ha sido de la boca de Allison hace unos minutos.

Paso mi mano por la cara con frustración una y otra vez. Las bisagras de la puerta rechinan levemente cuando esta se abre y enarco una ceja al ver entrar al mapache de Javier.

—¿Qué haces aquí? —Me siento en el borde de la cama y lo subo a mi lado—. ¿Todo está bien?

Meeko empieza a hacer gruñidos extraños, a enseñar los dientes y a mover las patas de forma exagerada hacia mí, hacia arriba y hacia la puerta. Me da un poco de gracia porque estoy completamente seguro que el mapache me está dando la bronca del siglo a su forma.

—Meeko, Meeko, Meeko. —Detiene sus gestos y resopla—. Compañero, no te entiendo. No soy un usuario vida así que no puedo hablar contigo.

El mapache pone las patas en su cintura, niega con la cabeza y se baja de la cama. Me señala con una de sus patas y me resigno.

—Muy bien. Vamos paso por paso. La primera palabra es yo, ¿verdad? —Asiente y sonrío—. Estoy perdiendo la cabeza. Ahora hablo con animales. Auch. —Masajeo mi pierna—. ¿Por qué me muerdes?

Pone los ojos en blanco y saca sus dientes hacia mí.

—Estar mucho tiempo con Allison te está haciendo daño. —Enseña sus dientes una vez más y levanto las manos en señal de rendición—. Está bien, está bien. La primera palabra es "Yo". ¿Cuál es la siguiente? —Señala su pecho—. ¿Tú? —Niega con la cabeza y vuelve a señalar en el mismo lugar—. ¿Corazón? —Niega una vez más. Golpea su peludo rostro con la pata y la lleva hasta su menudo mentón—. ¿Amo?

Levanta las manos en señal de victoria y da pequeños saltos en su lugar como si hubiera logrado una enorme hazaña.

—Muy bien. Sería "Yo amo" —señala la puerta—, ¿Allison? —Asiente, y creo... que el mapache sonríe—. "Yo amo a Allison" ¿es lo que quieres decirme? Meeko, tengo novia y se llama Emma Norrington.

El mapache saca la lengua y hace una mueca de asco tan graciosa que me hace sonreír por sus ocurrencias.

—No, Meeko. Yo amo a Emma y voy a casarme con ella. —Me señala una vez más—. Está bien. "Yo". —Coloca una pata en su cabeza con dos garras hacia arriba y la otra pata bajo su boca con solo dos garras—. ¿Conejo? —Golpea su rostro como si estuviera diciendo "Este humano es idiota" —. No puedes culparme, ¿ok? Vamos de nuevo. "Yo" —Hace el mismo gesto anterior—. No es conejo, entonces... ¿burro? —Asiente con efusividad y parpadeo perplejo ante su burla—. ¿Me estás diciendo burro?

Saca sus pulgares hacia arriba en señal de correcto... o eso creo. Sinceramente me asombra la inteligencia y el descaro de este mapache entrometido.

—Meeko, piérdete. —Este se encoge de hombros y se encamina hacia la puerta—. Meeko —Se gira una vez más hacia mí—, ¿crees que estará bien?

Golpea su frente y luego eleva sus manos hacia arriba como señalando lo obvio.

—Imagino que acabas de decir: "Humano idiota, claro que estará bien". —Asiente una vez más y sale de mi habitación negando con la cabeza mientras mueve su cola medio quemada de un lado para el otro—. ¡Qué mapache más raro! —Sonrío y me acuesto nuevamente con los brazos bajo la cabeza—. Espero que te mejores, Allison.

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