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Capítulo 9 «Profesor Carlton»

—Despierta, Allison —susurra Tony, abanicando su cola en mi nariz—. Ya amaneció.

—Cierra el pico —protesta su hermana cubriendo su cabeza con la cola.

—Vamos, dormilona. Falta media hora para encontrarnos con Karen —añade Brenda.

Unas paticas finas tocan mi mejilla haciendo cosquillas. Abro mis ojos con lentitud y me encuentro con los iris negros saltones del mapache.

—Hola, Meeko. Buenos días —murmuro sonriendo, y acaricio su cabeza peluda.

—Fantástico. La despierto yo y saluda al mapache —protesta Tony con ironía y sale por los aires porque Meeko lo golpea por la cola.

—¿Estás celoso, hermano? —comenta Ginger con sorna un poco más despierta. Tony regresa volando a la cama y resopla.

—¿Yo? ¿Celoso? —Hace señales con su pata como para restarle importancia—. Eso me quita años de vida. No tengo tiempo para sentir celos de un mapache. —Esta última palabra la dice con énfasis. El aludido cruza sus patas en el pecho y golpea la cama con la cola.

—Vamos, chicos. Hay que ir a una reunión con Karen y solo tenemos 20 minutos —interviene la asiática, sonriendo—. Discutan por la atención de Allie más tarde.

Acaricio la cabeza de las ardillas y Meeko, y me levanto de la cama. Unos minutos después estamos reunidos los chicos y los Varázsbarát en el comedor. Los animales caminan con curiosidad mirando el lugar.

Yo me decidí por unos jeans, las vans negras, una camiseta y un moño alto. Chris me entrega un café y besa mi sien con ternura. Se ha decantado por unos pantalones cortos, un polo gris y el pelo despeinado.

—Buenos días, muchachos —habla Karen—. Perdonen que les haya levantado tan temprano, pero no podía correr el riesgo que nos escucharan. Síganme, por favor.

Subimos las escaleras del enorme salón, doblamos a la izquierda y subimos otras escaleras hasta la última planta. Karen nos guía hasta su inmensa oficina y abre la puerta para nosotros.

Una enorme mesa se alarga hacia la derecha y la pared es literalmente de cristal. Los rayos del sol atravesaban el cristal, iluminando las paredes color marfil y los diferentes estantes llenos de libros y archivos.

—Siéntense. —Karen se acomoda en la mesa de la esquina y cada uno de nosotros tomó un lugar. Chris retira la silla más cercana a la directora para mí—. ¿Carlisle les explicó la situación?

—Solo sabemos que en las vacaciones el colegio ha sido atacado al menos una vez al mes por una bestia parecida a la que los chicos mataron en el Torneo —contesto y ella asiente.

—Estoy preocupada que el colegio reciba otro ataque y los estudiantes estén en el medio. Los profesores de este año están al tanto de... la situación. No deben ponerles actividades extracurriculares y están exentos de los exámenes en ambos semestres.

—¡Dios, que maravilla! —dicen algunos y yo suspiro aliviada.

—Lo siento mucho por usted, señor Gray. Al estar en último año, tiene que hacer exámenes, pero no con tanta rigurosidad como el resto de los estudiantes. Eso sí. Tampoco tendrá trabajos extras, pero tampoco pueden relajarse. Aquí los profesores son estrictos. —Nos alcanza unos folios. Los vamos repartiendo de acuerdo a vuestros nombres en la portada—. Este es su horario de este semestre. Todos tienen el mismo horario de clases, con excepción del señor Christopher Gray al estar en último año.

—¿Qué clase de bestia les atacó en las vacaciones? —pregunta Cameron.

—El primero era un águila con cola de león y las alas negras de murciélago. Casi mata a uno de nuestros profesores. Al mes siguiente era uno parecido al del Torneo, pero esta vez era un guepardo.

—¿Aparecen en alguna fecha en específico o en un horario? —pregunta la pelirroja con curiosidad.

—El primero apareció en Luna nueva, cerca de la medianoche en el jardín trasero del colegio. El segundo, cerca de la una de la tarde. Creo que comenzaba también la luna nueva.

—¿Uno apareció en pleno día? —inquiere Brenda, horrorizada.

—El colegio está protegido por magia de los elementos. Si ocurre algo, el ser humano no es capaz de captarlo. Para ellos, somos simplemente un colegio privado. Tuvimos que restaurar una de las estatuas del patio. Quedó completamente destruida.

—¿Cuál de ellas?

—El ave fénix, Austin —contesta Karen y frunzo el ceño.

—¿Algún otro dato que nos pueda dar? —cuestiona Javier.

—Nada más —responde—. ¿Quieren ir al lugar del primer ataque?

—Sería de mucha ayuda —contesta Lilith.

Bordeamos el colegio por el ala de las chicas y salimos al patio trasero. Es más hermoso que cuando lo vi en la noche. Los árboles adornan el bordillo del camino empedrado. Muchos arbustos con flores de diferentes colores se intercalan entre los árboles.

—Oh, Dios. Es hermoso —musita Brenda respirando con profundidad.

—Hemos mantenido este lugar gracias a varios de nuestros profesores. Muchos de los árboles están aquí desde la fundación del colegio

—¿Y eso fue en...? —insiste Tommy.

—200 a.C —respondió y se detuvo en un amplio campo—. Este es el lugar.

Varios de los árboles estaban quemados y muchos arbustos destruidos. Parte del césped apenas se estaba recuperando de la pelea de hace dos meses.

—Yo no sé ustedes, pero puedo sentir el dolor de ellos —añade Brenda colocando la mano en uno de los árboles dañados

—Uno de nuestros profesores se encarga de curarlos una vez a la semana.

—Disculpe. ¿Curarlo? —pregunto.

—El profesor Carlton se encarga de eso. En uno de sus viajes, adquirió nuevos conocimientos en cuanto a la curación de los árboles, pero es un proceso lento. Los mantiene con vida, pero no dan frutos o florecen como antes.

—¿Quién es el profesor Carlton? —intervengo nuevamente con curiosidad.

—Es su profesor de Historia. Mañana tienen turno con él en la tarde. Tengo que retirarme. Necesito atender otras posibilidades. —Asiente hacia nosotros y se va.

—Todo esto es muy raro —indica Lilith—. Primero nosotros y luego aquí. ¿Por qué?

—Yo estaba pensando lo mismo —secunda Austin—. Casi todos son animales carnívoros y si mal no recuerdo, el día del Torneo también era la primera noche de luna nueva.

—Eso quiere decir que salen en la semana de luna nueva —concreta Tommy y nos reunimos en círculo—. ¿Cuándo es la próxima?

—En cinco días —contesta Chris.

—Tenemos cinco días para saber de dónde salen esas cosas o encontrar quién las está creando —añado y me cruzo de brazos.

—¿Creando? —pregunta Lilith.

—Cuando esa cosa cayó frente a mí en la cima del Monte Amat, no sentí nada. La misma sensación que cuando estaba en el bosque. Estaba... vacío. Esas cosas no son normales. Los están mutando.

—Allison tiene razón —comenta Chri—Solo tenemos una pista. Atacan la primera noche de luna nueva. —Miro hacia arriba y sonrío—. Ah, no. Ni lo sueñes.

—¿Qué? —pregunto divertida.

—Esa cara tuya no me gusta —explica, negando con la cabeza—. No, no, no y no. Cualquier idea viniendo de esa cabeza tuya, no puede ser buena.

—Pero si yo no he dicho nada —me defiendo y sonrío.

—McKenzie, esta vez coincido con Chris —secunda Javier—. La primera vez que vi esa sonrisa tuya fue el año pasado en diciembre, y mira como terminamos

—Pero resolvimos el asunto de la tumba de Raquel —añade Talia—. ¿Qué tienes en mente?

—Yo te lo voy a decir —interviene Austin—. Esperar que esa cosa aparezca y le caemos con todo. Primero tenemos que ver con qué estamos lidiando. Si tan solo pudiera tener acceso al cadáver del último mutante, tendría más respuestas.

—Mañana tenemos clase con el profesor Carlton —habla Tommy—. Podemos hablar con él.

—Yo creo que es mejor pedirle permiso a Karen para hacer eso. Con su respaldo, podemos mover ficha.

—Lilith tiene razón —añado—. Hablamos con Karen y en dependencia de lo que ella nos diga, pues hablamos con el profesor Carlton. Y el sábado, tenemos picnic.

Todos niegan con la cabeza. Saben que esa idea nadie me la quitará de la cabeza.

—Chicos, tenemos un problema.

—¿Qué ocurre, Lilith? —pregunta Javier.

—No tenemos uniforme y mañana tenemos colegio —responde con voz trémula. Brenda golpea su frente con la mano de forma dramática.

—Vamos. Yo los llevo —interviene Chris y toma mi mano. Siempre olvido que él estuvo en este colegio durante un año—. También debo ir a buscar el mío.

Los uniformes de las chicas son súper lindos. Una saya plisada negra hasta medio muslo, una camisa blanca, una chaqueta corta y una corbata negra con el escudo que está en la verja del colegio. Los chicos son más o menos lo mismo. Unos vaqueros oscuros con un polo blanco, una chaqueta fina de color negro al igual que la corbata negra de nosotras con el escudo del colegio.

A la mañana siguiente nos acercamos al comedor. Lo que había servido de barra libre la noche de bienvenida, se transformó en una mesa de pedidos para el desayuno, almuerzo o comida. Las mesas de color crema son altas y circulares al tamaño del pecho. Las banquetas son de bar, mullidas de cuero blanco. Cada mesa tiene entre cuatro y cinco banquetas. Brenda y yo hacemos el pedido, y al recogerlo nos sentamos en una mesa al fondo, cerca del balcón trasero.

—Me encanta este lugar —dice la asiática a mi lado y le da un mordisco a su bocadillo.

—La comida aquí es fantástica —opina Ginger, y con sus patas toma un pedazo de mi bocadillo.

—Buenos días —saluda Talia con voz cantarina—. Brenda, por Dios, eso tiene muchas calorías. —Ambas se sientan en nuestra mesa. Talia frente a mí y Lilith a su lado. Tony y Ginger terminan quitándome la mitad de mi bocadillo, y Balton, el lobo de Lilith, se acurruca en los pies de su dueña.

—Talia, déjala tranquila —defiende Lilith a Brenda—. Esta niña traga y no sube ni una onza.

—Ya desearía yo ser así —protesta la pelirroja en tono adolorido—. En estas vacaciones subí dos kilos.

—¿Estás así porque subiste dos míseros kilos en las vacaciones? —pregunta Ginger asombrada.

—Pero si estás perfecta así —protesta Brenda casi ofendida.

—Ella tiene razón —interviene Tony dándole un mordisco al bocadillo—. Muchas chicas matarían por tener ese cuerpazo tuyo.

—Tu novio es Cameron Gray, uno de los chicos más codiciados del colegio Elements y de medio continente europeo —añado divertida.

—¿Vieron a las chicas de primero y segundo en la comida de ayer cuando entraron los chicos al comedor? —comenta Lilith sonriendo.

—A nosotras nos aniquilaron con la mirada —añade Brenda, encogiéndose de hombros.

—Nunca me había sentido tan observada en mi vida —murmura la chica de viento, sonrojándose.

—Vamos a hablar claro —hablo y le doy un sorbo a mi zumo de kiwi y fresas—. Los chicos de nuestro colegio son los más guapos de este lugar. Nadie puede negarlo

—Eso me dolió en el corazón —habla una voz conocida a mis espaldas.

—Porque no te considero guapo, Thiago —contesto, mientras me giro hacia él.

—¿Ella es siempre tan directa así? —pregunta él, enarcando una ceja.

—Si fuera así, no es tu problema —interviene mi chico—. ¿Qué haces aquí, Da Silva?

—Hola, primo —saluda el aludido, apartándose a un lado—. Solo quería dar la bienvenida a las chicas a nuestro colegio. —Mete las manos en los bolsillos de sus pantalones.

—Ya lo hiciste, así que puedes retirarte —añade Ginger, cruzando las patas en su pecho.

—Ya escuchaste a Gin —interviene Javier, cortante—. Piérdete.

La cara de nuestros amigos no pinta bien. La testosterona puede ser cortada con un cuchillo.

—Nos vemos luego, Allison. —Thiago chasquea su lengua y se retira.

—¿Qué acaba de pasar? —pregunta Lilith, mirando por donde se va Thiago

—¿Quién es el pamplinoso? —pregunta Tony.

—Nadie importante —contesta Cameron tajante.

—Karen quiere vernos —insiste Chris y nuestras miradas chocan.

La sensación de frialdad transmitida por ellos da miedo. De camino a la oficina de Karen, ambos nos quedamos de últimos y lo detengo agarrándolo por el brazo con suavidad.

—¿Qué ocurre?

—Chris, cuando comenzamos esto, solo te pedí una cosa. ¿La recuerdas?

—Nada de mentiras.

—¿En verdad me contaste todo lo relacionado con Thiago? Ese chico no me daba buena espina mucho antes que me lo advirtieras. Sabes que tengo buen ojo para las personas y no me gusta juzgarlas sin conocerlas. —Sus labios forman una línea fina y aprieta su mentón—. ¿Hay algo más que deba saber?

Sus ojos negros se tornan cálidos mostrándome el chico del que estoy enamorada. Acaricio su mejilla con el pulgar y noto como su mentón se relaja.

—Prefiero que me digas "Más tarde" o "No puedo hablar ahora", a una de las frases que más odio: "No pasa nada".

—No es el momento, pequeña. Pero lo que te conté es un resumen de la situación, más o menos

—Más que tu novia, soy tu amiga. Puedes contar conmigo. Lo sabes, ¿no? —Él asiente y me atrae a su pecho en un fuerte abrazo.

—Te quiero, pequeña. Nunca lo olvides

—Venga, tórtolos —interrumpe Ginger—. No podemos hacer esperar a la directora, y su primer turno de clases comienza a las 9.

—Ya vamos, mamá.

Escucho la sonrisa de Chris ante mis palabras burlonas a la ardilla. Ginger hace señales con sus patas como si le restara importancia y entramos a la oficina de Karen.

—Ya están todos. ¿Qué ocurre? —pregunta la directora Smith y nos miramos entre todos.

—Tenemos dos peticiones para ti —hablo finalmente y ella asiente—. La primera es que necesitamos tener acceso a los restos del último ataque.

—Hablen con el profesor Carlton. Si quedó algo de esa noche, él se los dirá. ¿Cuál es la otra petición? —Muerdo mi labio inferior—. No me va a gustar, ¿verdad?

Niego con la cabeza y ella deja escapar un suspiro de derrota.

—El sábado es la primera luna nueva del mes. Y queremos estar fuera del colegio por si ataca —finaliza Tommy por mí.

—Aunque yo me niegue, van a hacerlo igualmente así que... —Se encoge de hombros—, ¿para qué negarme? Tengan mucho cuidado. La primera vez pudimos aniquilarlo porque al parecer era un cachorro o no estaba bien desarrollado. Pero el segundo, requirió de dos profesores más. Tengan. Mucho. Cuidado. —Hace énfasis en cada palabra en tono de preocupación.

—Lo tendremos —contesta Chris, agarrando mi cintura con suavidad.

—No quiero correr riesgos. Este fin de semana enviaré a los chicos a sus casas a partir del viernes. Tendré que hacer cambios para salidas de los fines de semana. Una cosa más. Tuve que cambiar su turno de Historia. Tienen clase con el señor Carlton en... —Mira su reloj—, diez minutos.

—Por cierto. ¿Cómo llegamos a clase? —pregunta Tommy, mientras rasca su nuca—. Voy a necesitar un croquis de este lugar. —Todos sonreímos—. ¿Qué? Este lugar es demasiado grande.

—Cuando pasen la puerta del comedor encontrarán unas escaleras. En la segunda planta, última puerta —responde Karen divertida—. Mi consejo es que nunca lleguen tarde.

Salimos en estampida por la puerta de Karen en dirección a Historia. Llegar tarde a mi primera clase en el primer día, no es un buen augurio.

El aula es muy sencilla y es escalonada. Mesas individuales de caoba y sillas parecidas a las de la biblioteca en Elements de diferentes colores. Las paredes son blancas y las columnas color salmón contrastan perfectamente. La luz que entra por los enormes ventanales de cristal es suave haciendo que el olor a jazmín llene la estancia. Me recuerda a la directora Carlisle. Para nuestra suerte, la clase no había comenzado.

—Mi mañana está súper apretada. ¿Nos vemos en almuerzo? —Asiento. Acaricia mi mejilla y me da un pequeño beso en la punta de la nariz—. Te quiero.

Chris se retira, y antes de llegar a las escaleras me lanza un beso.

Entro al local de última. Mis amigos se han sentado en la última fila. Brenda me guardó un espacio cerca de la ventana. Una pizarra gigante está empotrada al frente de nosotros y a su lado un simple buró de caoba.

Toco el colgante y luego el anillo para recordar que tengo otra cosa por hacer en este lugar. Unos minutos después, la estancia se llena de estudiantes que conversan animosamente.

—Buenos días, estudiantes —dice un profesor al entrar en el aula. Coloca su carpeta encima de la mesa y se recuesta a la misma—. Soy el profesor Carlton y les daré Historia en este año.

El profesor Carlton no pasa de los 30 años. Piel trigueña, cabello castaño claro y ojos negros. Unos vaqueros, sudadera negra y unos vans grises son su conjunto de hoy. Su cabello está despeinado, pero le da un look relajado y agradable.

—¡Qué guapo es! —susurra Lilith a Brenda y sonríe. Nunca la había escuchado referirse a alguien de esa manera.

—¿Alguna pregunta? —pregunta él. Una de las chicas de la primera fila levanta la mano—. Usted, señorita...

—Evans. Elena Evans.

—Pues bien, señorita Evans. ¿Cuál es su pregunta?

—¿Tiene novia? —suelta ella a boque jarro.

Abro los ojos y la boca, asombrada por la pregunta. El murmullo comienza en el local al instante. El profesor enarca una ceja y sonríe de soslayo haciendo relucir una dentadura perfecta.

—No, señorita Evans. No tengo novia. Soy un profesor dedicado completamente al magisterio y a la historia. —Cruza los brazos en su pecho—. Nada de cartas de amor en San Valentín, ¿entendido? Todas son menores de edad y no creo que ustedes quieran que este modelo de profesor sea encarcelado, ¿verdad? —Sonrío divertida por la sinceridad de él y su desfachatez al mismo tiempo—. ¿Otra pregunta? —Otra chica levanta su mano. Él le hace una señal para que esperara—. Por si acaso. Soy Isaac Carlton, me gradué en la universidad de Cambridge con 23 años. Tengo 26 años actualmente, nací el 26 de junio, pero no pienso decir el año. Usen las matemáticas. Y no, no puedo darles mi número de teléfono. ¿Respondí su pregunta?

La chica baja la mano con lentitud y sus amigas la codean con complicidad.

—Es muy lindo —Brenda susurra. Le golpeo juguetonamente con el codo—. Vamos, Allie. Tú también tienes ojos. ¿Viste esos brazos?

—¡Brenda! —le reprende Lilith bien bajito

—Me callo. Me callo. —Levanta las manos en señal de rendición, pero sigue sonriendo.

—Perfecto. Veamos si se acuerdan del contenido que dieron con Magda el año pasado. —Coloca la palma de sus manos en el borde de la mesa—. ¿Cuántos elementos existen?

—¡Cuatro! —responden los chicos del otro colegio.

—¡Cinco! —respondimos mis amigos y yo.

—Punto para la última fila. Veamos. ¿Quién fue el primer usuario

vida?

—¡Raquel! —respondimos nosotros una vez más.

—¿Es en serio? Los chicos del otro colegio sí prestaron atención. —Se cruza de brazos y enarca una ceja—. ¿Quién era la mejor amiga de Raquel?

—¡Syryna! —contestamos nuevamente y debo sonreír. No es porque lo supiéramos por las clases de Camille. Nosotros estudiamos, investigamos, luchamos y sobrevivimos por Raquel.

—Chicos, están haciendo que el colegio Mary Weathers pierda credibilidad. Dan vergüenza ajena—. Aprieto los labios para no soltar la carcajada—. Muy bien. Si saben tanto, tienen que ser capaces de responder esto. Se sabe que Dorian amaba a su hermana, a pesar que se reveló contra ella. ¿Cómo le llamaba él a ella?

Abro los ojos, consternada. Raquel lo comentó justamente ayer.

—¿Nadie? —insiste.

levanto la mano y el anillo que Raquel me regaló, brilla con el sol en la pizarra. Frunzo el ceño al ver unas letras reflejadas por el sol.

—Usted, la señorita de la ventana.

—Dorian le decía "Mi pequeña niña". —Todos mis amigos me miran con asombro. Este dato no está en los libros del colegio—. Se dice que era impulsivo, pero de buen corazón

—¿Cómo saben eso? —pregunta él.

—Nuestro colegio tiene todos los diarios de Raquel —contesta Austin, pero la cara del profesor indica que la respuesta no le convence.

—Ya veo. —Pasa su mano por el mentón—. ¿También tienen una foto de él?

—Raquel lo describe de cabello rubio cenizo y que le gustaba mucho el sol —añado y él enarca una ceja—. Disculpe, profesor. La historia me gusta.

—¿Cuál es su nombre, jovencita?

—Allison McKenzie

—Muy bien. Comencemos la clase entonces. —Va a escribir en el pizarrón y se detiene—. Por casualidad, ¿saben dónde está la tumba de Raquel?

—En una capilla construida por Arthur Carrington cerca de nuestro colegio —esta vez, la respuesta proviene de Javier—. Fue encontrada el año pasado.

—¿La gema es real? —pregunta con curiosidad.

—Fue destruida —responde Tommy en tono seco.

—Muchas gracias. Sigamos. —Se gira al pizarrón y comienza a escribir.

—¿Qué fue todo eso? —recrimina Brenda en susurros—. Casi nos expones. Solo faltaba que le dijera que eras el próximo elemento vida pisando el planeta.

—No sé qué pasó. Es como si no dejara de responder a sus preguntas. Estaba hipnotizada —me defiendo en susurros.

—El profesor sabe lo que tenemos que hacer aquí, pero no tiene idea de lo ocurrido el año pasado en el colegio. Hay que ir con cuidado —insiste y asiento.

—Ya sé.

Una hora después estoy recogiendo los libros y mis apuntes.

—Me duele la cabeza por tantos nombres —protesta la asiática, apretando su sien—. Menos mal que nosotros no hacemos exámenes.

—Señorita McKenzie —Tenemos al profesor delante—, necesito hablar con usted.

—Claro —contesto nerviosa, al notar su mirada oscura fija en mí.

—Profesor, ¿cómo llegamos a la clase de Ciencias Elements? —pregunta Brenda.

—Es la tercera puerta después de esta —contesta, sin alejar sus ojos de mí.

—Nos vemos allá —dice Brenda y se retira con los chicos, no sin antes mirarme una última vez antes de salir por la puerta.

—¿Qué necesita? ¿Todo está bien? —Él coloca la palma de sus manos en mi mesa.

—Todo está bien. Necesito hablar con usted y sus amigos. Es sobre...

—La directora Smith nos lo dijo. Pero necesitamos acceder a los restos del último ataque. Austin quiere hacer unas pruebas.

—Reúnanse conmigo en la oficina de la directora mañana después de su último turno de clases. Disimulen cuando se dirijan hacia allá. Las paredes en este lugar tienen oídos y debemos ser precavidos.

—¿No era más fácil con ellos presentes? De todas formas, mis amigos saben todo.

—Perdón. Es que eres muy familiar para mí.

—No lo creo. Vivo al otro lado del mundo, profesor.

Asiente y me retiro de ahí, confundida.

«¡Que hombre más raro!», pienso, y me dirijo a la clase de Ciencias. Brenda me espera impaciente en la puerta

—¿Qué quería? —pregunta, mientras atravesamos el local.

Los chicos se sentaron en la última fila como en Historia. Brenda me guardó el asiento cerca de la ventana. Lilith y Talia se paran frente a mí con el signo de interrogación en la mirada.

—El profesor quiere reunirse con nosotros y Karen mañana —susurro y todas asienten—. Díganselo a los chicos. Me advirtió que tuviéramos cuidado. Al parecer, las paredes son demasiado finas.

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