Capítulo 5 «De camino al baile»
A las 6:30 estoy casi lista. Utilizo el vestido que Lilith me regaló el año pasado, los pendientes de Talia, y la pulsera de Cameron pero sin quitarme la de Brenda. El cabello lo dejé en manos de mi asiática favorita y el maquillaje para Lilith. Esta chica de ojos azules puede convertirte en una belleza.
Unos guantes color turquesa se agarran solamente al dedo corazón con una cinta fina y la tela comienza desde el reverso de mi mano, ajustándose a mi piel desde la muñeca hasta los codos. Si sumamos a eso, unos zancos de 10 centímetros, creo que estoy aceptable para la ocasión.
El colgante que Javier me regaló combina perfectamente con el modelo sin mangas del vestido y el delfín reluce con la pequeña piedra amatista si la luz se refleja en él. Luego de un largo suspiro, toco la figura con la punta de mis dedos. Tengo dos misiones en el colegio Mary Weathers. Ver lo que ocasiona los ataques y encontrar a Dorian.
Brenda está preciosa. Un vestido negro cae desde su busto hasta casi tocar el suelo amoldándose a su figura. Este brilla como si miles de estrellas se hubieran estrellado en él. No tiene mangas, pero en el hombro derecho dos tiras finas plateadas se cruzaban delante de su cuello y en la espalda. Los pendientes son largos pero relucen los pequeños diamantes. Un peinado muy preparado y unos zapatos negros de aguja de 15 centímetros le dieron el toque final. El tatuaje del árbol seco en su antebrazo la hace ver como una chica dura.
Lilith se decantó por un vestido azul que combina perfectamente con sus ojos. La parte delantera cae en cascada hasta el pecho y se une por la nuca en una fina cadena dorada. Toda la espalda está expuesta. No es apretado pero la tela se ajusta a las curvas que adquirió en estas vacaciones. Unos pendientes blancos y en la punta unas gotas azules son los únicos accesorios que llevará. El tatuaje de unas brisas en su brazo derecho, simulan a una chica dulce pero fuerte.
Talia... es Talia. Un vestido blanco se ajusta a su silueta. Su cabello rojo cae en ondas por toda la espalda ocultando la falta de tela en ella, pero el tatuaje de la flama en la parte baja de su espalda es visible. Se decantó por unos pendientes sencillos de corazón engarzado en diamantes y el colgante combina con ellos. La cintura tiene una fina cinta dorada que combina con los zapatos de aguja de 15 centímetros. Un maquillaje sencillo con un carácter abrumador. Todo digno de una Sprouse.
—¿Estoy bien así?
—Allie, es la tercera vez que preguntas lo mismo —contesta Tony y pone los ojos en blanco—. Estás preciosa. ¿Cuántas veces voy a decírtelo, mujer?
—Te aseguro que Chris no te suelta en toda la noche —añade Ginger desde mi cama.
—¿Estás de broma? Ese chico no la suelta nunca. Allie, quita esa cara —comenta Talia—. Christopher puede ser todo lo que quiera, pero tiene buen gusto. No te amedrentes con las miradas del resto. Tú eres Allison McKenzie, la chica usuario vida del siglo XXI. Si crees que lo vales, así te sentirás esta noche. Si crees que estás hermosa, te lo creerás.
—Muchas miradas van a estar enfrascadas en ustedes dos esta noche —recalca Brenda rociando un poco de perfume en el cuello y después en el vestido—. Hagan lo mejor que saben hacer. Comerse con la mirada y amarse con sus cinco sentidos. La envidia carcome los ojos, y el amor la cabeza de los envidiosos.
—Brenda está poética en estos días —añade Lilith sonriendo.
—El amor, Lilith —respondo feliz por ella—. Eso lo provoca el amor y que su novio sea un bibliotecario.
—Nunca supe cómo comenzó lo tuyo y lo de Chris, Allie —habla nuestra pequeña rubia con curiosidad.
—Pues —Me siento al borde de la cama—, primero comenzó con los entrenamientos a altas horas de la noche. Después con mensajes desde el balcón en las madrugadas. Más adelante le siguió el lago y por último la lluvia de estrellas fugaces. —Talia me mira con la boca abierta y con cara de asombro.
—Esa vena romántica de Chris no la conocía —interviene Brenda tan asombrada como la pelirroja.
—Y si a eso le sumamos su arrogancia, perseverancia y bravuconería, pues —Me encojo de hombros—, logró conquistarme.
—¡Qué romántico! —dice Lilith con voz de chica enamorada.
—Lo único que conozco de todo lo que dijiste es el lago —comenta Talia—, pero yo nunca supe sobre lluvia de estrellas. ¿Mensajes en las noches? La romántica de los dos era yo. Christopher hacía detalles por complacerme y nada más.
—Con Allie cambió —añade Lilith—. ¿Recuerdan la cazadora que él le quemó sin querer al año pasado? Se la regaló nuevamente unas semanas después.
Asiento al recordar el regalo de Chris a través de las manos de Ellie.
—Ese chico te quiere. Perdón. Ese chico te ama —aclara Talia con una sonrisa tierna en los labios—. No dejes que nadie te haga pensar lo contrario. El amor de ustedes es muy puro. —Unos toques en la puerta dan por finalizada nuestra conversación.
—¡Adelante! —contesta Lilith y la puerta se abre.
Mi habitación se llena de los chicos más guapos de Elements. Todos tienen el mismo diseño de esmoquin. La única diferencia es el color de la corbata.
Austin con una corbata negra. Al ver a Brenda, el mentón se le desencaja. Cameron se queda alelado al ver a su preciosa novia Talia. Su corbata blanca combina con el vestido de nuestra amiga.
Tommy se queda embobado al ver el cuerpazo de Lilith debajo de ese vestido tan sexy. Incluso traga en seco. Su corbata es azul de la tonalidad de sus ojos. Lester entró con ellos al final. Al verme, su mentón cae también.
—Ten cuidado, Lester —dice Javier cortando la mirada del aludido hacia mí—. Esta chica ya tiene dueño
Lester sacude su cabeza y mira hacia la puerta de mi habitación. Austin camina hacia Brenda y la atrae hacia él por la cintura. Cameron también se acerca a Talia, pero este la besa al llegar a ella. Tommy da unos pasos hacia una tímida Lilith y le da una vuelta con la mano.
Los ojos de Javier se aclararon cuando nuestras miradas chocan. Su corbata es del mismo color de sus ojos. Así mismo me miraba por estas fechas hace un año atrás. Pero el sentimiento en mi corazón ya no es el mismo.
«Un momento. ¿Dónde está Chris?», pienso y frunzo el ceño. León sonríe al ver mi confusión.
—Estás hermosa —comenta acercándose a mí—. Chris dijo que te pasara a buscar. Está haciendo unos arreglos de último minuto. Cuando te vea, va quedar más embobado que Lester. —Sonrío por lo bajo.
—Cuídala, campeón —interviene Ginger.
Las mascotas no pueden bajar con nosotros esta noche. Al parecer, el alumnado no va a ser el único esta noche en el colegio Mary Weathers.
—Siempre, Gin. —Javier le guiña un ojo y la ardilla cae desmayada en la cama.
—Dramática —murmura su hermano y levanta los pulgares hacia mí—. Pero coincido con el fortachón. Estás hermosa.
—Gracias, compañero —digo acariciando su peluda cabeza rojiza.
—Chicas, ya es hora de bajar —habla Eliza desde la puerta—. La cena comenzará en breve.
—Muchas gracias —responde Lester y ella se retira.
—Fue muy amable por su parte —opina Lilith frunciendo el ceño hacia la puerta.
—Ella no es tan mala como aparenta ser —la defiende Lester y todos le miramos sorprendidos—. Esto... nos vemos en el comedor. —Se retira de mi habitación con paso veloz y hombros tensos.
Brenda le da una última caricia al conejo encima de su cama y sale de la habitación con Austin del brazo. Talia coloca a Bella, el hámster, al lado del conejo y se retira junto Cameron. El lobo de Lilith se acurruca a los pies de mi cama y ella fue la siguiente en salir, dejándome con Javier.
—¿Hay posibilidad que pueda dejar a Meeko aquí con Gin y Tony? —pregunta. Detrás de la pierna de su dueño, sale el mapache.
—Hola, Meeko. —Este camina hacia mí en dos patas y acaricia la parte baja de mi vestido con suavidad—. Tony, ¿pueden cuidar a Meeko por esta noche? —La sonrisa del mapache aparece al instante y menea la cola.
—No hay problema, jefa —responde Gin mirando con ojos enamorados a Javier y enviándole un beso. León lo atrapa con la mano y lo pone en el corazón. Mi querida ardilla suspira y se desmaya otra vez. Javier y yo tenemos que sonreír.
—Tony, tengan cuidado y cuídense —añado y ambas ardillas asienten.
—¿Estás lista, McKenzie? —Levanta su codo hacia mí.
—Siempre, señor León. —Salimos de mi habitación y cierro la puerta con llave.
Javier echa las llaves en el bolsillo de su pantalón y con lentitud bajamos los tres pisos de escaleras hasta la primera planta. Caminamos por el largo pasillo hasta llegar por donde habíamos entrado esta mañana y giramos a la izquierda a otro pasillo de unos cincuenta metros.
Enormes arañas también cuelgan del techo a todo lo largo, alumbrando el pasillo. A ambos lados de las paredes hay esculturas, pinturas y armaduras en ese orden. Al final del pasillo llegamos a una puerta blanca y Javier toma el picaporte dorado con su mano izquierda.
—¿Lista? —pregunta una vez más. Tomo una bocanada de aire y la dejo salir.
—Lista. —Él asiente y abre las puertas al inmenso comedor.
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